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La Covid-19 nos obliga a pensar qué es lo esencial

Como afirmó el renombrado filósofo alemán Jürgen Habermas, en una entrevista sobre la Covid-19:”Nunca supimos tanto de nuestra ignorancia como ahora”. La ciencia es indispensable para sobrevivir y explicar la complejidad de las sociedades modernas, pero ella no puede ser arrogante y pretender, como ciertos cientificistas postulan, que podría resolver todos los problemas. A decir verdad, lo que no sabemos es infinitamente más que lo que sabemos. Todo saber es finito y perfectible. Eso se está comprobando ahora con ocasión de la búsqueda desenfrenada de una vacuna eficaz contra la Covid-19. No sabemos cuándo va a estar disponible, ni cuándo desaparecerá la epidemia.

Tal hecho tiene como efecto el ocaso de un horizonte de vida y de esperanza y causa aquello que tan bien escribió en su twitter la jueza y escritora (“La vida no es justa”) Andréa Pachá: “La pandemia ha hecho muchos estragos. Algunos físicos, concretos y definitivos. Otros sutiles, pero devastadores. Nos sustrajo el deseo de ir, de jugar, de hacer planes, incluso aquellos sólo utópicos e idealizados, que jamás se realizarían, pero que alimentaban el alma”. Constatamos que hay un profundo abatimiento colectivo, melancolía, depresión y hasta rabia contra una epidemia acerca de la cual conocemos muy poco y poco podemos hacer. Todos nos sentimos rodeados por el fantasma de la contaminación, de la intubación y de la muerte.

El hecho es que vivimos no bajo una emergencia extraordinaria como el tsunami del Japón, que afectó las centrales nucleares, una de las cuales continúa emitiendo radioactividad, afectando desde las costas de la India, de Tailandia, de Indonesia hasta las costas de California, o las grandes quemas de la Amazonia, del Pantanal y de los bosques de California. Con la Covid-19 estamos delante de una emergencia extrema, que afecta a todo el planeta, consecuencia de una profunda erosión ecológica causada por la voracidad de las grandes empresas que buscan exclusivamente el lucro material con el derribo de las selvas, el extractivismo, la expansión de monoculturas como la de la soja o la cría de ganado y la excesiva urbanización del mundo entero.

Esa intrusión del ser humano en la naturaleza, sin ningún sentido de respeto a su valor intrínseco, tenida como un mero medio de producción y no como algo vivo del cual somos parte y no dueños ni señores, negándonos a respetar sus límites de soportabilidad, ha producido la destrucción de los hábitats de miles de virus en animales y en plantas que se han trasladado hacia otros animales y hacia el ser humano.

Tenemos que incorporar nuevos conceptos: la zoonosis (enfermedad que viene del mundo animal: aves, cerdos, vacas, murciélagos) y la transferencia zoonótica: una afección animal transmisible al ser humano. A partir de ahora entrarán en nuestro vocabulario no sólo científico.

Uno de los mayores especialistas en virus, David Quammen (Montana USA), nos advierte en su video “Spillover: the next human pandemic” (2015)”: es inevitable que vuelva a haber una gran pandemia. Puede matar a decenas de miles, centenas de miles, o millones de personas, según las circunstancias y la forma como reaccionemos, pero aparecerán cualquiera de estas cosas. Será con seguridad un agente zoonótico. Tendrá origen en animales no humanos. Será ciertamente un virus”. Observemos la gravedad de esta advertencia de un notable científico.

Frente a esta emergencia extrema aumentada por la escasa movilidad nacional e internacional, el aislamiento social, el distanciamiento entre las personas y el uso de la máscarilla nos propician plantear las cuestiones más fundamentales de nuestras vidas: ¿al final, qué es lo que cuenta en última instancia? ¿Qué es definitivamente esencial? ¿Cuáles son las razones que nos llevaron a tal situación de emergencia extrema? ¿Qué debemos y podemos hacer después de que pase la pandemia, si pasa? Estas preguntas son impostergables. Entonces descubrimos que no hay mayor valor que la vida, nuestra vida y la de toda la comunidad de vida. Ella surgió hace 3,8 miles de millones de años y la humana hace cerca de 8-10 millones de años. Pasó por varias devastaciones pero siempre se mantuvo su existencia. Y junto con la vida, los medios de vida sin los cuales ella no se sustenta: el agua, el suelo, la atmósfera, la biosfera, los climas, el trabajo y la naturaleza que nos ofrece todo lo que necesitamos para vivir y sobrevivir. Y la comunidad humana que nos acoge y nos ofrece las bases del orden social y espiritual que nos mantiene cohesionados como humanos. De nada vale la acumulación de bienes materiales, la apropiación individual, la pura y simple competición. Lo que nos salva como seres vivos y sociales es la solidaridad, la cooperación, la generosidad y el cuidado de unos a otros y del ambiente.

Estos son los valores humano–espirituales, contrarios a aquellos de la cultura del capital material, sobre la cual la Covid-19 representa una especie de rayo que la está reduciendo a pedazos. No podemos volver a ella para no provocar a la Madre Tierra y a la naturaleza que, si no cambiamos nuestra relación de respeto y de cuidado, nos enviarán otros virus, tal vez todavía más letales o hasta el último (The Big One) que diezmaría a la especie humana.

Este tiempo de recogimiento forzado es tiempo de reflexión y de conversión ecológica, tiempo de decidir qué tipo de Casa Común queremos para el futuro.

Tenemos que crecer en solidaridad y en amor a todo lo que es creado, especialmente a los humanos, nuestros hermanos y hermanas. Seremos “el homo solidarius”, el principio de una nueva era, la era de la biocivilización, en la cual la vida en su diversidad tendrá centralidad y todo lo demás estará al servicio de ella.

La vida vale por sí misma. Juntos en la Casa Común gozaremos de la alegre celebración de la vida.

*Leonardo Boff es ecoteólogo y filósofo y ha escrito “Covid-19: el contraataque de la Tierra contra la Humanidad” que saldrá publicada próximamente por la editorial Vozes.

Traducción de M°José Gavito Milano

4 comentarios

  • Juan A. Vinagre Oviedo

    Añado a vuestras reflexiones, que comparto, ésta otra, por creerla pertinente: La cita de Habermas, que nos aporta L. Boff: “Nunca supimos tanto de nuestra ignorancia como ahora” da para una buena reflexión, constituye una lección a no olvidar, porque quizá nunca nos habíamos endiosado tanto como ahora. A veces somos racionales  -desde luego más que los políticos que (con las excepciones de siempre) con frecuencia son la muestra de la poca racionalidad humana-; digo que a veces somos (y no quisiera ser muy pesimista ni generalizar demasiado), pero nuestra relativa racionalidad no nos libra de caer en la tentación del disparate, del querer saberlo todo o casi todo en las cosas de la tierra y del cielo…  (Léase el libro-ensayo de Marina: “La inteligencia fracasada”.)

    Pero, por ver algún aspecto positivo de este virus-19, cabe concluir que este bichito insignificante, microscópico, es de momento más poderoso que nuestra ciencia y que la fortaleza humana… Lo que debe abrir nuestra inteligencia a valorar más y mejor la humildad…

    Por eso, el retiro a que nos obliga y somete el covi-19 es también un buen retiro del espíritu para revisar nuestras suficiencias, y tomar más conciencia de nuestras limitaciones… Si aprendemos esta lección, habremos avanzado en el conocimiento de nuestra verdad. Verdad que en el fondo debería estar impregnada de humildad. Entonces “andaríamos más en verdad”, en esa verdad que, a mi juicio, es la conducta más inteligente que podemos manifestar y compartir. Digo “compartir”, porque con un poco de más humildad conviviríamos mejor… y cometeríamos menos errores.

     

  • Jose Antonio Pastor M.

    Ninguna disciplina puede dar una solución definitiva e impecable a los problemas complejos de la vida, pero la ciencia por lo menos lo intenta, pero la ciencia que se preocupa por las personas, la ciencia bélica por supuesto que no. Debido a que la ciencia ha sido demonizada y desmantelada por este ultimo hecho, tenemos un grave problema de acción inmediata, que frente a una crisis de esta envergadura no hay una respuesta rápida con una terapia probada de gran eficacia. No podemos coger la parte por el todo. Si uno hace mal no todos hacen mal.

    y añado que la ecología por naturaleza es integral. Pero además la ecología es mucho más que una mera ciencia, que una mera moda, que una mera foto en las redes, que un mero articulo de opinión, sin dejar de ser ciencia abarca muchos más aspectos de la realidad. El termino “One health” aunque es en Ingles, que es el idioma de la globalización, esa globalización que todos asumimos callados, ese reino sinárquico detrás de bastidores (“mi mundo no es de este reino”, en contraposición a aquel otro “mi reino no es de este mundo”) como digo aparte de este detalle, este termino nos habla que las tres sanidades están unidas. la sanidad humana, la sanidad animal y la sanidad ambiental, lo que afecta a una repercute en las otras y viceversa.

    Y como toda opinión personal seguramente que estaré equivocado, asumo mi subjetividad, aun intentando ser objetivo.

    Salud y paz.

    • Jose Antonio Pastor M.

      La mayoría de las pandemias recientes han sido causadas por virus de origen animal.

      Sabemos que solo una pequeña porción, 263 virus que pueden infectar a humanos. Pero la tecnología de secuenciación masiva genética esta acelerando la identificación de miles de ellos.

      Con el viroma global conocido, se calcula que existen aproximadamente 1,67 millones de virus (especies) distintos. De esa totalidad se estima que entre 631.000 y 827.000 virus podrían ser zoonóticos.

  • Alberto Revuelta

    La fenomenología , como la ciencia de todos los fenómenos trascendentales concebibles, y especialmente las estructuras sintéticas totales en las que estos son concretamente posibles (las de los sujetos individuales tras céntrales) es, eo ipso, la ciencia a priori de todos los seres concebibles. Lo escribió Edmund Husserl.

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