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¿”Desantificar” a un santo?

       El Informe del Vaticano de 461 páginas sobre el ex-cardenal arzobispo de Washington DC, T. McCarrick, pone al descubierto la historia depredadora y de abusos sexuales de este clérigo estadounidense. Como ha sido ley de vida, en el Vaticano estas cosas “se sabían, pero se miraba para otro lado”; mientras tanto el papa Juan Pablo II promocionaba a McCarrick en su carrera clerical hasta llegar en el 2001 a cardenal y arzobispo de la diócesis capital de EEUU: Washington DC. El papa Juan Pablo II no tuvo en consideración las acusaciones de relaciones y abusos sexuales de este clérigo, como también ocurrió con otros clérigos, por ejemplo, M. Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo Rey y de la asociación seglar Regnun Cristi. Uno y otro destacaban por ser unos magníficos recaudadores de fondos para el Vaticano.

      Tanto el papa Juan Pablo II como el cardenal Ratzinger, responsable de la Congregación para la Doctrina de la fe (antiguo Santo oficio), hicieron oídos sordos a las acusaciones de las víctimas sexuales del cardenal McCarrick, dando más credibilidad al cardenal que a las víctimas, hasta el punto de que Roma se limitó a unas “recomendaciones” de vida retirada del cardenal, que no llegó a cumplir, ni Roma controló su cumplimiento. Pero aquí los protagonistas de una Iglesia institución que ha de perseguir tales conductas despreciables y que claman al cielo son nada menos que el papa (Juan Pablo II) y el cardenal responsable del más importante dicasterio del Vaticano: La Congregación para la Doctrina de la fe (J. Ratzinger). Más aún, Juan Pablo II es blindado 9 años más tarde de su muerte en abril de 2005 con el título de “santo”, un santo súbito, se decía entonces; y el cardenal Ratzinger es elegido papa en el mismo mes de abril de 2005 con el nombre de Benedicto XVI. El 28 de febrero de 2013 Benedicto XVI dimite como papa, sin asumir explícitamente responsabilidad alguna de su silencio de connivencia con evidentes depredadores sexuales: McCarrick, Maciel, Karadima, Figari, etc.

      Pero, como he dicho antes, Juan Pablo II está blindado por el título da santo, lo que supone, en el proceso canónico, unas exigencias inigualables como es “exigir” a Dios que haga al menos tres milagros por medio de la intercesión de Juan Pablo II y esto en un tiempo record de nueve años. Sin entrar en el análisis de estos requisitos tan especiales y de su conveniencia para obtener el título de santo, sí es cierto que la santidad implica ser considerado modelo para los creyentes y ya decían los antiguos que “bonum ex integra causa” y “malum ex quocumque defectu”; el bien nace de una rectitud absoluta, total, y el mal, de cualquier defecto. Que a un santo se le descubra unos defectos tan despreciables y condenables, como es en este caso el ocultamiento y connivencia con depredadores sexuales, teniendo la responsabilidad de condenarlos como delito mediante previo juicio, no parece ético ni moralmente aceptable considerarlo modelo a seguir por el creyente. Para el alemán Weigel, autor de Testigo de la esperanza, biografía del papa Juan Pablo II, “se equivocó (Juan Pablo II), pero los santos son seres humanos y la santidad no es garantía de un juicio infalible sobre las personas o las situaciones”.

      Tal vez no le falta razón a Weigel, pero en ese supuesto aquí en el proceso canónico hubo errores en la investigación de la vida del candidato, cuando el comportamiento del papa era de manifiesta acogida de estos personajes, como también eran manifiestas sus conductas depredadoras sexuales. ¿Se debieron esos errores a lo del “santo súbito” o a una estrategia vaticana para blindar la figura del papa Juan Pablo II?

      En la sociedad civil occidental es encomiable la sensibilidad en el rechazo del delito de abusos sexuales de niños/as y mujeres hasta el punto de que muchos protagonistas de tales abusos y con relevancia social han sido cesados o han tenido que dimitir de sus cargos o de sus responsabilidades o de sus títulos honoríficos. La Iglesia institucional, que se considera “sociedad perfecta”, a mi modo de ver, debe hacer suya esta sensibilidad contra los depredadores sexuales para bien de toda la Iglesia y de la sociedad civil en general. Si ha hecho suyos los comportamientos y estructuras de la sociedad civil de tipo dictatorial, patriarcal o de desigualdad entre hombres y mujeres, no debe perder la oportunidad de hacer suyas estas pautas de conductas ejemplares. La jerarquía, y sobre todo el Vaticano, no puede ser cómplice de tales conductas.

      Que el papa Juan Pablo II es santo, así está proclamado oficialmente por la Iglesia; pero, a partir de los datos del referido Informe del Vaticano y de otros muchos escritos, ¿debe seguir siendo modelo de conducta para el creyente? En EEUU el  medio de comunicación National Catholic Reporter (NCR) ha pedido a la Conferencia episcopal americana que “suspenda el culto a Juan Pablo II”. Si el papa Juan Pablo II fue “voluntariamente ciego al abuso de niños y jóvenes” no es de recibo que haya un culto público y una exaltación pública de su figura. ¿Qué pueden decir a este respecto las víctimas de tales abusos sexuales? La Iglesia ha de ser acogedora y misericordiosa, pero con la justicia por delante.

     

 

8 comentarios

  • Isabel N Gordillo

    Desde que leí su artículo, estoy deseando decir algo; pero con la que está cayendo en el mundo dentro y fuera de la Iglesia, me parece baladí (hace años que sólo me dedico a rezar por todos y por esta Iglesia que se dice de Jesús y no se parece en nada a su evangelio).

    Quería decirle que si es vd un protegido del Papa, y si no prepárese, pues recordando a Jean van Bolland, jesuita, (1596-1665) y los bolandistas que trabajaron con él en el Acta santorum y “expurgaron” a muchos santos y mártires que no lo eran, fueron apedreados y acusados ante la Inquisición y sólo los salvó el papa Inocencio XII poniendo término a la pelea entre jesuitas y sus acusadores los franciscanos. Le deseo la mejor suerte.

    Me parece clarividente su punto de vista, sobre todo, lo de los santos súbitos y el proceso de canonización, que es tan curioso que obliga a Dios a realizar tres milagros, certificados por algún médico; pero no un milagro que pueda ser visto por cualquiera, por ejemplo, que a un manco le crezca el brazo. Si no fuera para llorar, sería para reir, no hay más que mirar el santoral, todos son reyes, alguna reina, papas, monjes… Todos o casi todos ricos. Ahora para llorar. De la mano del ínclito cardenal Cañizares y de otros obispos se ha promovido la canonización de innumerables “mártires” de la “cruzada española”.

    Pero no se les caerá la cara de vergüenza de negar a los de un bando de la “cruzada”, curiosamente los más cercanos a las bienaventuranzas, una sepultura digna y a los del otro bando subirlos a un altar en bandadas.

    Tengo el cuerpo y el alma rotos, pero con todo mi yo deseo un cielo nuevo y una tierra nueva, donde brille la justicia, por lo que sigo batallando.

     

     

  • Antonio Rejas

    Los seres humanos cometemos errores, pero es inaceptable que en la organización eclesial las máximas jerarquías, o sea, el cabeza del Vaticano mire para otro lado cuando se trata de “la historia depredadora y de abusos sexuales” de cualquier clérigo aunque no haya llegado a la cima episcopal.

    Es muy grave que un Papa promocione en la carrera clerical a una persona como McCarrick. Lo triste es que el motivo de tal promoción o atención especial como la demostrada con Maciel, es debido a que eran “magníficos recaudadores de fondos para el Vaticano”. No es posible entender cómo los dos Papas anteriores a Francisco “hicieron oídos sordos a las acusaciones de las víctimas sexuales”.

    Con anterioridad al conocimiento de tales manejes, nunca acepté con satisfacción la actuación de los dos Papas indicados, de los dos leí comentarios poco favorables y nunca aplaudí su imagen pública.

    Cuando fue beatificado Juan Pablo II coincidí en el aeropuerto de Barajas con los adictos a la causa que viajaban a Roma para asistir a tal acto. Una juventud entregada (tal vez por ignorancia) al bullicio alegre por la subida al altar de Juan Pablo rodeado de polémica durante el largo recorrido de su “reinado”, ya que su actitud tenía más semejanzas con este concepto que con una actitud de servicio.

    No conozco al autor alemán Weigel, pero acepto sus palabras extraídas de su obra “Testigo de la esperanza” , relativa a la biografía del Papa Juan Pablo II. Ignoro si es posible “suspender el culto a Juan Pablo” , pero no puedo entender, desde mi perspectiva, que la santidad de una persona actúe a la manera y modo del Papa polaco. No actuar con la mente puesta en los evangelios es carecer de conexión con Jesús.

    Considero un acierto que Gil de Zúñiga haya puesto a la consideración de los lectores de ATRIO el papado de Juan Pablo II. No hay que olvidar que la actuación y decisiones de este Papa corresponden también a su sucesor Benedicto XVI. Este tándem gobernó la Iglesia Católica al unísono durante demasiado tiempo, sin olvidar también la gran influencia ejercida por el Opus Dei.

     

     

  • Olga Larrazabal

    ¿No dijo Jesús que solo Dios es bueno?  Y Santo parece ser un título superior a meramente “bueno”, es como ser de otra naturaleza…

  • Juan García Caselles

    Si puede ser, razonemos, que la razón sí que es seguro que nos ha sido dada.

    La iglesia es solo un medio. Lo importante no es la iglesia, sino el mensaje. Si el medio no funciona, hay que quitarlo o corregirlo. No sé qué es mejor. Me fío del Espíritu y espero que lo que pasa es que el espíritu está al tanto de la historia y, esperemos, de la historia de la iglesia. Por cierto, sigo creyendo que esta iglesia de ahora es la mejor que han visto los siglos.

    Para mí, el santo súbito, era un poco, o un bastante, animal irracional. Pero no puedo condenarlo. Yo también lo soy y espero que la pertinaz misericordia del Señor pueda perdonarme. Es que no doy para más.

  • m* pilar

    ¡Cuántos “santos” que están en los altares deberían ser bajados!

    ¡Jamás lo reconocerán! Eso sería…¿Qué sería?

    Bajarse del pedestal donde se han encumbrado, dejar sus ridículas vestimentas ¡¡¡Qué ya es hora!!! Y volver a su verdadera ¡Esencia!

    Qué es: ¡Servir y trabajar para que las personas recuperen su derecho a vivir dignamente!

    De momento…no hay personas que sean capaces de solucionar y limpiar toda la podredumbre que existen dentro de las religiones.

    Lo deseo de corazón por el bien de la humanidad.

     

    • mª pilar

      Quiero completar lo escrito:

      Creo firmemente, que no debía de haber ningún “santo” en los “altares”.

      Porque… en el mundo… hay millones de personas que deberían recibir ese reconocimiento ¡Porque lo son en su vida cotidiana!

      Y vivirán sin saberlo ellas mismas; su hacer no es para ganar nada, sino porque así lo sienten, deciden, realizan a lo largo de su vida.

      Subir a los altares..:
      ¡Cuesta mucho, mucho dinero!

      ¿Quién lo puede llevar a cabo?

      Hay pueblos… que ellos mismos…han decidido proclamar su Vida porque ha sido entregada a todas las personas que han pasado por ella, sin mirar para su propia vida.

      Es mi manera de mirar la vida; quizá, porque por la mía, han pasado personas dignas de admiración, cariño, agradecimiento para siempre, porque han sido claves para mi vivir, y para cuantas personas las han conocido, y serán ellas, las que demos gracias cada día por su:

      ¡¡¡Vida plena en su hacer!!!

  • carmen

    Perdone

    Lo que usted dice es sencillamente imposible. Porque tendría tal transcendencia que… Imposible.

    Y además. Es que seguimos igual. Es algo que muchos de ustedes no pueden ver. Y entiendo que no puedan verlo. Perfectamente. Sería aceptar una serie de cosas muy duras. Por ejemplo, que la iglesia a la que han dedicado su vida , pues no es lo que creían que era. Y eso no es nada, pero nada fácil. Porque el universo se rompe en mil pedazos y los cristales caen sobre tu cabeza. Muchos hemos pasado por una rotura de nuestro universo.

    No creo que la solución pase por descanonizar a Juan Pablo II. Poner de manifiesto sus tejemanejes sí. Y sobre todo, sobre todo no seguir haciéndolos. Y parece ser que se siguen haciendo. No sé. Leo periódicos.

    Y creo recordar que el Papa Benedicto beatificó a Juan Pablo II , pero el que lo elevó definidamente a los altares fue Francisco I. Y también creo recordar que en mismo día que  a Juan XXIII.

    Me parece muy bien la guerra intraeclesial, pero no somos tontos ni estamos ciegos.

    Un saludo cordial.

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