Hola, Antonio
“¿Merece la pena todo esto?”. La pregunta que se hace Pedro Sánchez es pertinente y sincera. No conozco a ninguna persona honesta que esté o haya pasado por la política y que no se lo haya planteado. Tampoco a nadie, ni siquiera a las personas más fuertes, que no haya dudado más de una vez. Que no hayan tenido la tentación de rendirse, de tirar la toalla, de salir corriendo de allí.
¿Merece la pena pasar por un proceso judicial, acusada fálsamente de encubrir un delito de abuso sexual, como sufrió Mónica Oltra? ¿Merece la pena que tus hijas adolescentes sean insultadas y ridiculizadas públicamente, como le ocurrió a Zapatero? ¿Merece la pena padecer durante meses un acoso constante y permanente en la puerta de tu casa, como hicieron con Pablo Iglesias e Irene Montero? ¿Merece la pena que te intenten meter en prisión con pruebas falsas –a ti y a tu pareja–, como soportó Victoria Rosell? ¿Merece la pena pasar por injustas persecuciones judiciales por “terrorismo” como las que sufren algunos de los políticos independentistas?
Hay una expresión que detesto y que estos días no paro de escuchar: “A la política se viene llorado de casa”. Me parece abominable por una doble razón. La primera, esta idea tóxica de que tener sentimientos es algo a exterminar, cuando es al contrario: ojalá más personas con empatía, capaces de sufrir y de llorar; nada hay más humano que esa emoción. La segunda, esta regla odiosa de que en política vale todo y hay que soportarlo todo sin siquiera mostrar la más mínima aflicción. Que hay una suerte de nuevo derecho constitucional, el derecho al acoso con insultos, mentiras y denuncias falsas, que se extiende no solo a los políticos sino a todo su entorno personal.
No, no creo que ser familiar de un político te otorgue una bula especial. Claro que la prensa debe fiscalizar al poder y son muchas las ocasiones en que resulta imprescindible entrar ahí. Claro que es pertinente informar sobre el fraude y las comisiones millonarias de la pareja de Isabel Díaz Ayuso, la persona que paga la casa de lujo donde vive la presidenta de Madrid; igual que lo fue, décadas atrás, publicar los tejemanejes del hermano de Alfonso Guerra –que también fue condenado por un delito de fraude fiscal–. No seré yo quien no defienda el derecho constitucional a la información. Pero subrayo esa palabra: información. Que no es lo mismo que los bulos, las mentiras y las medias verdades que tanto abundan hoy.
Se ha abusado tanto del victimismo en política que es inevitable desconfiar. No conozco a ningún corrupto que, pillado in fraganti, no proclame sufrir una persecución mediática y judicial. Empezando por el propio Donald Trump, que es quien más ha utilizado esa vía para eludir cualquier responsabilidad, y ha creado, para toda la extrema derecha del mundo, un manual.
No sé si Pedro Sánchez dimitirá. Hoy creo que no, pero solo él lo sabe con certeza. Sí estoy plenamente convencido de que la denuncia contra Begoña Gómez, más tarde o más temprano, se archivará. Porque a pesar de la pulsión reaccionaria que late en algunos juzgados –imprescindible para explicar buena parte de las cacerías contra políticos de izquierda– me niego a creer que una acusación tan endeble pueda prosperar.
Pero volvamos a la pregunta inicial de esta carta. ¿Merece la pena? La terrible respuesta es que no, que no sale a cuenta. Que hace mucho que no merece la pena, si solo se mide desde el punto de vista personal.
¿Merece la pena que llamen “Begoño” a tu mujer?, ¿que la arrastren de los pelos por el barro de los juzgados con una denuncia basada en bulos?, ¿que acosen a tu hermano, a tu padre o a tu suegro con mentiras y falsedades? ¿Merece la pena que machaquen a las personas que quieres?
Un ejemplo: ¿cuántas veces has escuchado lo de “la sauna del suegro de Pedro Sánchez”?
Este miércoles, Ester Muñoz, diputada y vicesecretaria del PP, insistía en esa misma acusación: “Tenemos los escándalos que rodean al presidente del Gobierno, ahí tenemos a su suegro que se enriquece con esas saunas, todos sabemos a qué tipo de saunas me refiero”.
Al día siguiente, la periodista Silvia Intxaurrondo preguntó a esta dirigente del PP qué pruebas tenía para sus acusaciones. “Están publicados en los medios y que todo el mundo… Es que yo no he acusado absolutamente de nada a nadie. He dicho cosas que están publicadas en los medios”, respondió.
Hoy en elDiario.es explicamos el origen de una de estas “cosas que están publicadas en los medios”. El Gobierno de Rajoy encargó al comisario Villarejo espiar al padre de Begoñá Gómez. Según el entonces número dos del Ministerio del Interior, Francisco Martínez, serviría para “matar políticamente a Sánchez”. “Esto lo revienta”, decía también.
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