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La cualidad humana profunda

          Hace unos días recibí esta propaganda de una agencia de viajes, prestigiosa: “La Semana Santa son días sagrados. Los días sagrados son para dedicarlos a uno mismo. Por eso son sagrados. Así pues, le ofrecemos estos viajes…”. Acierta al decir que son días “sagrados” y para “viajar” hacia la interioridad. Es un viaje actual y buscado por muchas personas y grupos de indagación interior, de paz. No en vano, un librero de Santiago de Compostela me dijo que había preparado una estampa para los peregrinos que ansiosos le preguntaban: “¿Cuándo falta por llegar?”. Como respuesta les daba la estampita que lleva este pensamiento: “No corras que a donde debes llegar es a ti mismo”. Paradoja de los eslóganes: hacia fuera, lejos; o hacia adentro, cerca. U oxímoron, que es conjugar los dos.

          Sea como fuere, es necesario dedicar un tiempo al silencio exterior e interior. El ruido, las prisas, las inquietudes, el ahogamiento de las ansiedades, los momentos de desánimos o depresivos, el sufrimiento humano que se expresa en los pasos de la semana santa con un cariz sádico y masoquista e incluso perfilando una cierta patología como si la vida se redujera a dolor y sufrir sin ver ninguna salida o la incertidumbre del futuro o el gran miedo o tabú a la muerte. Necesitamos otro relato de la vida. La vida también es otra cosa: creación, alegría, gozo junto a las dificultades. Sí, semana santa de dolor, pero no sadomasoquista, y con un final de transformación, cambio interior, mirada nueva: nueva creación o nueva luz.

          La vida es un gran valor si se tiene en cuenta esa “cualidad humana profunda”. No una creencia o credulidad, sino una vivencia, sentida desde la sensitividad junto con la mente: Somos una Realidad que engloba, acocha nuestra corporeidad. Es cierto que actualmente existe una desaparición de las religiones en tanto que doctrina, creencias, rituales, pero al mismo tiempo todo un resurgimiento de religiosidad o espiritualidad o interioridad o madurez integral o ser conscientes de esa cualidad humana profunda, de la que no podemos ser ignorantes.

          Nos ayuda a comprenderlo, no a resolverlo, la nueva física cuántica en tanto que somos energía antes de nacer y después de morir: Morir y nacer son momentos biológicos, no de esencia. Es toda una mirada nueva que nos lleva a comprender de forma diferente a esta sociedad de conocimientos, cambios continuos, creación por la tecnociencia y otros factores. Una mirada que contempla ese fondo o profundidad de todo ser humano.

          Esta mirada queda oscurecida por ciertos poderes que bloquean la mente, los sentidos. Incluso desde nuestro interior. La encrucijada actual en un mundo en plena transformación, que no podemos escabullirnos porque lo necesitamos para vivir o sobrevivir, puede ahogar la mirada interior y no ver qué es todo ser humano: Un momento de este misterio de los mundos encajado en la corporeidad. Un Fondo o dimensión absoluta con una forma o dimensión relativa. Todo un proceso de maduración integral que es consciente de esa profunda cualidad humana.

          Es cierto que el ser humano es un lugar sagrado que requiere un tiempo sagrado y es necesario buscar días sagrados. Todo tiempo es sagrado. Es necesario dedicarle unos momentos, largos o cortos, para adentrarnos en nuestro interior y contemplar vitalmente esta cualidad humana profunda que nos hace más que humanos.

          Si nuestra Sociedad actual de conocimientos, cambios y creatividad, no considera esta dimensión nos encontraremos no en una transformación o metánoia de alegría, paz, serenidad, alegría y amor, sino en un cierre de paranoia de ahogamiento, embrutecidos por nuestro cierre egoísta. No en vano y afortunadamente, hay bastantes corrientes de esta búsqueda de la cualidad humana profunda, que tiene también otros nombres, que se perciben en todas partes. Y corriente que siempre ha existido, existe y existirá por seres humanos que han sido y son luz de esa gran Luz.

          En todas las religiones han surgido y surgen personas, como ahora surgen también fuera de las religiones, porque esta profundidad o cualidad humana profunda no es patrimonio de las doctrinas religiosas, sino patrimonio de toda la Humanidad. Habría que citar ahora estas luces, pero no es necesario porque se conocen. Pero sí un pensamiento, que se encuentra en todo maestro/a: La verdad nos haré libres. Pero no una verdad cognitiva o formulada, sino “la verdad de nuestro interior” que sólo con el silencio sincero y profundo podemos contemplar que nos es dada, gratuita. Disfrutarla contemplándola.

          Una metáfora nos puede ayudar. Todo ser humano es como una bombilla que da luz, no la genera, la transmite. Por tanto, si la bombilla cree que genera la luz, habrá destrucción. Sin embargo, si la bombilla es consciente de que transmite la luz, habrá construcción. Entonces la bombilla es consciente de que esta calidad de la cualidad humana profunda le es dada y como luz tendrá una nueva mirada del ser humano, de la vida, de la tierra y del cosmos.

          “El viaje de estos días sagrados” si se quiere puede favorecer la entrada en el interior de cada uno/a de nosotros.as. Nos encontramos en un mundo secularizado, transformación del mundo de las religiones, que también tiene su ALIENTO.

Jaume PATUEL PUIG (1935), pedapsicogogo

16 comentarios

  • George R Porta

    La búsqueda de la propia perfección parece una expresión más de la resistencia que sentimos a que el narcisimo primario desaparezca convirtiéndose en el secundario. Ese apartar la vista de sí para reconocer a «los otros,» pudiera favorecer la solidaridad humana en vez de dificultarla.

    Hace siglos Juan de la Cruz escribió en lo que se conoce como «Cuatro Avisos a Un Religioso» lo que sigue sirviéndose de la metáfora del albañil que trabaja con cantería:

    «Para obrar lo segundo [i.e., abstenerse de medrar en asuntos ajenos] y aprovecharse en ello, que es mortificación, le conviene muy de veras poner en su corazón esta verdad, y es que no ha venido a otra cosa al convento sino para que le labren ejerciten en la virtud, y que es como la piedra, que la han de pulir y labrar antes que la asienten en el edificio.» (la nota aclaratoria entre corchetes es mía).

    La interpretación más amplia que muchos especialistas han hecho es que, en la vida diaria de cualquier persona sea esta fraile, monja, etc. o no, es que el trato social puede brindar una ocasión buena para limar nuestras asperezas y, por lo tanto, de manera secundaria (un beneficio secundario, se diría en Psicoterapia) un modo bueno de crecer y madurar.

    Se trataría de, sin amargarse, aprender a acoger los contratiempos o los defectos de los demás, buenamente, sin amargarse. Es decir, que sea necesario alcanzar un equilibrio estable, no solo prestando atención a nuestro interior, sino acogiendo las ocurrencias no siempre agradables del trato con o de otras personas.

  • M. Luisa

    Es interesante, aunque no lo comparto del todo, lo que  en su comentario Juan A. propone a propósito de este encuentro interior con nosotros mismos al que nos insta Jaume con su profesionalidad. Me interesa saber por qué se dice que la sensación  es un impedimento   para este fin. Si precisamente lo que nos aporta la sensación es algo otro, es decir, algo otro que en ella va  cobrando, precisamente, en el propio  sentir independencia  autónoma. Es equívoco pensar que la sensación se agota en lo subjetivo. La sensación no se agota en lo subjetivo, sino que  es en ese primer momento cognitivo  donde cobra sentido  después tener que habérnoslas con el profundizar. Tampoco no entiendo por qué   si lo que madura  no es el árbol, sino el fruto (el árbol envejece) ¿por qué entonces se habla tanto de que tenemos que madurar?  Lo que ha de madurar es nuestro  modo de pensar, no nosotros, porque si así fuese entonces sería fácil caer en una arrogación sumamente injusta.

  • Jaume PATUEL

    Agradezco sinceramente todas las aportaciones para poder “profundizar”-dentro de nuestro imaginario- puesto que profundizar y adentrarnos no pasan de ser metáforas en sus explicaciones.
    Lo cierto, recordando a Ana, Erikson y esposa hablaron del último ciclo vital partiendo de su propia experiencia.  Las experiencias marcan hitos, pero la “ciencia” en minúscula no valora ya que no es cuantitativo. Por cierto ahora lo cualitativo se valora. Y la experiencia o el territorio permite dibujar un mapa nuevo….
    SAPERE AUDE….GONSCE TE IPSUM….VINDICA TE TIBI….
    O mejor lo de Juan: LA VERDAD OS HARÁ LIBRES…

  • Juan A. Vinagre

    Creo que hace ya bastantes años decía G. Jung: “Es más fácil llegar a marte que encontrarse a/con uno mismo”. Es decir, que mirarnos hacia dentro y entendernos.  Nuestra tendencia a buscar explicaciones que den sentido (y seguridad) se dirige -solo aparentemente?- en primer lugar a observar (y en lo posible “controlar”) nuestra circunstancia externa, física, biológica etc.  Mirar hacia dentro y ver con cierta claridad resulta más difícil, requiere más madurez. Es significativo y también sorprendente que la misma psicología sea una materia nueva, bastante reciente, con solo unos 150 años de vida. Y a la vez, es significativo que, en los primeros pasos de su desarrollo científico, haya comenzado por el estudio de lo más externo: la sensación…   (Sin olvidar a Mendel y sus guisantes… en biología.)  Y es que mirar hacia adentro resulta, como digo, más difícil, pues requiere más madurez y más perspicacia que mirar e investigar lo exterior, la circunstancia…  De ahí que sepamos más de física y de biología que de neurología y de motivaciones, donde se halla la sede de nuestro mundo interior…, que ya es más que materia.  Tendemos, por inmadurez, a mirar más hacia fuera que hacia dentro…  Nos atrae más la circunstancia -que en muchos casos resulta, al menos a corto plazo, más gratificante y rentable-, y por ello con frecuencia nos quedamos en/con las circunstancias… Esta postura humana en parte nos define: como especie somos personas aún en desarrollo madurativo…, que con frecuencia no sabemos ver y discernir con claridad…     Por eso, tantas barbaries en la historia, con frecuencia convertidas en “proezas”… En valoraciones torpes.  (Sin olvidar, para ser justos, las grandes epopeyas humanas humanizadoras, y las grandezas intelectuales y morales de prohombres-mujeres… privilegiados.)

    Por eso, es necesario insistir en el “no mires fuera, busca dentro”, que dentro, en lo más íntimo, se haya lo mejor de nosotros, que nos lleve a ser más humanos, más solidarios, y más libres… de mitos y de servidumbres…, y más auténticamente felices.

    La semana santa y la Pascua de resurrección son fechas para interpretar mejor el dolor -inevitable en la materia biológica y en el estado de nuestro desarrollo poco humano-, a fin de renacer a la esperanza. La Pascua es renacimiento…. y Esperanza.      Esta reflexión debe aplicarse también a nuestras ideas y valores humanos, incluidos los religiosos: También éstos necesitan revisarse y algunos renacer…  ¡Ojalá!  Aunque los poderes de este mundo se resistirán…

    NOTA: Preguntaba antes si nuestra búsqueda de sentido y seguridad, centrada en las circunstancias, era “solo aparente”, y lo preguntaba porque en el fondo esa búsqueda acaso sea una búsqueda a ciegas de algo-mucho más…  A ciegas, en parte a causa de nuestra inmadurez…   ¿A ciegas, andamos “inquietos” -y torpes- hasta encontrar esa meta en la que descansar…?  ¿Por eso damos tantos tropiezos…?

    • Santiago

      Juan V , una disculpa por tanto retraso …pero a tu pregunta sobre el “sentido y seguridad” creo que es algo común que todos experimentamos pues nuestra existencia misma es un misterio profundo que ha inquietado a todos, en todas las épocas,  desde los filósofos hasta los más humildes…y así Agustín de Hipona, de agnóstico a creyente, formulaba que el constituía una “incógnita” en sí mismo…y de ahí empezó a descubrir la verdad hasta encontrarla en Dios..

      Por eso, repasando las religiones del mundo solamente el cristianismo puede ofrecer una respuesta verdaderamente coherente y objetiva al  por qué de la existencia,  al sentido de la vida, y a nuestro destino final.

      Sin la iluminación de la fe, si que estamos en oscuridad existencial. Sólo esta fe y confianza puede conducirnos a acceder a las verdades trascendentes que superan nuestras facultades naturales de la razón.

      Sólo asintiendo a la propuesta de la fe podemos superar nuestra ceguera natural. No veremos con claridad hasta la gloria, pero aún en la penumbra de la fe,  podremos tener suficiente luz que nos guíe hasta la trascendencia.

      Y es que esta tendencia a buscar y desear lo infinito es lo que nos acerca cada vez más a Dios,  que elevó nuestra naturaleza a un grado más allá de lo puramente natural y que lo supera, para que llegáramos -un día- a participar de Su misma vida en la gloria.

      Los tropiezos y errores, los cinceles de la vida sólo son medios -y nos fines- que nos permiten llegar “al fin para el que fuimos creados” que se aleja de la dialéctica del materialismo y nos sumerge en nuestra última realidad. Sigamos en la senda a la que hemos sido llamados y encontraremos el final porque si buscamos es que hubimos ya encontrado como ha dicho en su libro el Abad de Santo Domingo de Silos.

      Un abrazo

      Santiago Hernández

       

  • M. Luisa

    Muy de acuerdo con lo que nos dice Jaume  en este artículo que, según mi opinión, su enfoque  bien podría converger  con el   que en sus artículos le da Mariano a la persona, creo que ambos autores  consiguen efectos de comprensión muy  similares.

     

    Por mi parte, entiendo que esta cualidad humana profunda que se deja sentir es la expresión de esta realidad presa en nosotros que nos constituye   y nos hace ser. Se trata, por tanto, no de una cualidad categorial sobrevenida por credulidad o creencia, como pudiera desprenderse de algún comentario.  El propio Jaume lo rechaza en esta valoración  que hace de la vida, la cual viene, dice, de una vivencia  sentida desde la sensitividad junto con la mente. Mente desde la cual en virtud de lo sentido y no de ningún concepto previamente dado,  ejercerá su función propia que no es otra que la de ir en búsqueda de aquello que nos fundamenta  y nos hace ser.

    Un saludo cordial

    • George R Porta

      Hola María Luisa. Me alegra haber reanudado o, aunque sea esporádicamente, mis apariciones en Atrio, porque la lectura la he continuado sin interrupción. Me alegra saludarte y agradecerte esta nota. Incluso en el ámbito de la Psicología Clínica ya es muy difícil encontrar a nadie que se atreva a dividir el sentir del pensar que, cuando menos, es pensar en el propio sentir, aprehendiendo, para tomar mayor conocimiento (aprehensión si así puedo decir), de sí. Es decir, desarrollando insight, algo que por mucho tiempo ya la Psicología ha llamado con un nombre en lengua inglesa «insight» (para mí difícil de traducir al castellano, y a lo que Bernard Lonergan, dedicó un extenso pero brillante tratado. Aunque con dificultad he leído un poco de ambos (La Esencia e Insight, respectivamente, de Zubiri y Lonergan). Ya sabes que poseer poca ciencia es siempre algo peligroso. En las listas del Instituto Lonergan no he encontrado ninguna evidencia de que Lonergan haya leído a X. Zubiri, del cual fue casi contemporáneo hasta para fallecer. Quizás lo mismo puedo dudar en el sentido de que Zubiri hubiese leído a Lonergan. Leyendo a Ignacio Ellacuría, pareciera que no. Un Saludo cordial y como siempre agradecido a ti por lo que de tu autoría  leo en Atrio.

      • M. Luisa

        Hola, George, a mí también me alegra leerte de nuevo aquí. No obstante, me sorprende en esta ocasión la interpretación que le has dado a mi breve nota, cuyo efecto parece como si en ella hubiera querido dar a entender esa pretendida división de la que hablas entre el sentir y el pensar.  Nada más lejos de mi intención porque no se trata de dividir nada, sino de prestar atención   a la carga semántica que históricamente arrastran los conceptos.

         

        Creo que lo que nos ha de interesar de los filósof@s no es ni su doctrina ni su biografía personal, sino ver si con sus herramientas filosóficas podemos seguir pensando en la actualidad. Te hablaría ahora de lo que ha dado de sí para un colectivo de jóvenes filósofos la noología zubiriana, naturalmente sacándola primero del encasillamiento escolasticista en  que se la metió y presentándola genuinamente como una metafísica de la inteligencia, es decir, con responsabilidad científica, pero como comprenderás esto me ocuparía muchas páginas. Aunque por lo demás considero que no gozaría aquí de interés alguno.

        Un abrazo

         

        • George R Porta

          Estimada María Luisa: También me expresé mal en una respuesta a Rodrigo Olvera, lo cual me ecuerda que quizás sea tiempo de vigilar más lo que escribe y estar más consciente de lo mucho que se puede deteriorar mi uso del castellano (aunque sea de su version cubana) con el paso del tiempo en una cultura tan variopinta en su mezcla de elementos lingüísticos. Lamento haberlo hecho en mi comentario al tuyo. Gracias por la consideración y la paciencia.

          Imagino que te refieres a esto que escribí: «ya es muy difícil encontrar a nadie que se atreva a dividir el sentir del pensar» 

          No quise referirme a nada que hubieses escrito en tus comentarios; sino celebrar que afirmases, precisamente, la «no división.»

          Me alegra saber acerca de los nuevos filósofos que siguen a Zubiri. Es pena que esos dos colosos, Zubiri y Lonergan no se hubiesen conectado más o major, acaso conocido. Por caminos distintos parece que anduvieran hacia una posible convergencia futura.

          Lonergan, después de «Insight,» hizo un giro difícil de comprender. Comenzó a escribir sobre lo económico y, casi repentinamente, abandonó la ruta que había recorrido por tanto tiempo, para tomar otra.

          El auge de la Teología de la Liberación y la represión interna en la Compañía de Jesus durante esos años bajo Arrupe a quien también costó cara su sensibilidad en el área de la justicia social, pudieran tener algo que ver en ello. Ignacio Ellacuría, que consideraba a Zubiri su mentor, en El Salvador, se mantuvo firme, pero ya ves que su modo de pensar, escribir y actuar le costara la vida, como a otro jesuita, Lluís Espinal en Bolivia, por muy similares razones. Y no son los únicos ni mucho menos.

          Lamento no haberme expresado con claridad. Agradezco mucho, pues, tu comentario. Un Saludo cordial.

          • M. Luisa

            ¡Hombre, Georg!! Acabo de ver tu respuesta, ahora mismo te leo con toda la atención que me mereces… espero no seas muy duro conmigo, es broma!

          • M. Luisa

            Discúlpame, Georg, ayer como te dije ya te leí, pero había empleado tanto tiempo en mi anterior comentario que hube de   posponer el tuyo. No te preocupes, pues  de un modo o de otro me imagino que todos quedamos  un poco  insatisfechos con lo que acabamos de escribir, al menos  a mí me  ocurre a menudo, por lo tanto, lo que cabe esperar es comprensión y cooperación entre nosotros como tu mismo dejas entrever en tu último comentario.

             

            En cuanto a esta división que mencionas es algo que se viene arrastrando desde los primeros filósofos cristianos creacionistas.   Que al imponer este nuevo paradigma a la filosofía   según el cual la naturaleza es obra de Dios y el ser humano  un ente especial dentro de esta creación,    lo que se produjo fue ese  primer paso a la dislocación entre la naturaleza y el ser humano.

             

            ¡Un afectuoso saludo, amigo Georg!

             

  • Santiago

    Es esta vida interior la que nos lleva a la contemplación..Y así los místicos como Teresa de Ávila y Juan de la Cruz nos dicen que la vida de oración es la que nos conduce a la gloria…porque según ellos TODOS estamos llamados a esta vida “interna” de sosiego aunque sea de manera remota.

    Empezando por la oración vocal, la meditación, la oración afectiva,y  la de simplicidad, que son etapas de nuestro esfuerzo donde nosotros somos los actores…Sin embargo, el recogimiento infuso, la oración de quietud, la oración de unión y el èxtasis pertenecen a la etapa propiamente mística en donde Dios es el primer actor y es El el que actúa para llevarnos hasta Su verdadero encuentro.Entonces, en esta fase, nuestra intervención no es activa, sino pasiva, y Dios es el que habla y se hace entender.

    No podemos saber por qué de este paso a la contemplación pasiva.Rs una gracia. Ahí están los profundos y extensos tratados de  estos místicos experimentales donde describen estas fases de la oración con sus pormenores y consecuencias donde existe el orden y la paz.

    Pot eso, como dice Jaume sólo navegando hacia “nuestro interior” podemos entender nuestra vida y la de nuestros hermanos que es la vida del espíritu ya que el espíritu es la base de nuestra misma existencia humana que nos distingue de los otros seres creados, y es por esta vida por la que llegaremos a encontrarnos y realizarnos como personas.

    El místico cristiano no rechaza sino que acepta esta iluminación gratis donde “siente” la presencia real divina en lo íntimo de su ser. Y esto no es extraordinario sino que de alguna manera “todos somos llamados” a esta contemplación interior ya que “sólo nuestro corazón reposará” cuando hayamos entrado en este recogimiento espiritual..No todos llegaremos excepto los que se decidan a la entrega total en el amor, a pesar de todas las contrariedades y dificultades del camino

    Un saludo cordial

    Santiago Hernández

    • Santiago

      “La verdad nos hará libres” que aparece en el Evangelio, la que  cita el autor y es parte del ser racional dotado de inteligencia y voluntad, raíces de la libertad…Somos libres por ser racionales y  podemos pensar y decidir..Es por eso que la vida espiritual es el campo más auténtico de la libertad: el ego puede engendrar una cosa partiendo de sí mismo.

      El acto maximo del ser espiritual será el conocerse y darse, descubriendo así el sentido de lo que sucede en torno y dentro de uno mismo. Cuando somos conscientes de ello, entonces no se trata de una mera reflexión sino de una fuerza capaz de orientar e impulsar la vida humana de la criatura racional que busca su último fin universal por sobre todas las cosas.

      Saludos cordiales

      Santiago Hernández

       

  • ana rodrigo

    Pues sí, magnífico artículo, como dice Isidoro y, no menos magnífico, su comentario.

    Desde que nacemos vamos pasando por distintas etapas de la vida; en la juventud te crees el dios o la diosa de la vida, puedes con todo y confías en tus propias fuerzas. Llegan los años llamados de la madurez, y ahí se complican un poco las cosas, eres consciente de lo duro que es vivir con sus logros y sus fracasos, donde los objetivos a conseguir alientan tu caminar, y donde caes en la cuenta de tus limitaciones, aunque no supongan una paralización sin horizonte, están ahí. Y llega la vejez, o enfermedades graves, cuando tienes que afrontar la antesala del fin de todo contrarrestando esta situación con con toda la sabiduría que hayas ido consiguiendo a lo largo de la vida, echando mano no sólo de tus conocimientos sino de esto que llamamos sabiduría, desde dentro, implicados, como siempre, conocimientos y mundo emocional. Y, a pesar de estas herramientas, yo me doy cuenta que es el momento más difícil de mi vida. Una cosa es saber que existe la vejez y otra cosa es vivirla

    Yo recuerdo que la gente mayor de mi pueblo, que vivía la vida como algo integral, veía y vivía la vejez con la misma naturalidad que las otras etapas de la vida. Hoy, en cambio, en una sociedad llena de reclamos para una vida productiva y disfrutona, se habla mucho de la soledad de tantas personas mayores, sin relaciones sociales, sin otros objetivos vitales que no sean sobrevivir, pero pasándolo mal.

    Hay un dicho que dice que se envejece como se ha vivido, de ahí la importancia de que, lo que antes hacía la religión -a su manera- sobre reflexionar la vida en sí misma, ahora debieran ser otras estancias sociales – no sé concretarlas- las que enseñen a vivir en cada etapa una vida, siempre con objetivos a conseguir, de lo contrario, el muro del sin sentido, nos cerrará todos los caminos.

    Pido disculpas a Jaume por meterme en terrenos de su profesión, no siendo yo profesional de estos temas, pero mi reflexión, es la deducción de lo que la vida me ha ido enseñando. Y procuro aplicarme lo que acabo de escribir: darle sentido a la última etapa de la vida, cuando el declive biológico intenta vencerte.

    • ELOY

      Hola Ana, muy de acuerdo con tus reflexiones sobre la vejez. También con los matices respecto a como percibimos que se vive hoy, especialmente en el ambiente urbano,  y se vivía en otros tiempos en los pueblos, circunstancia a la que haces referencia.

       

       

  • Isidoro García

    Magnífico artículo del amigo Jaume, que incide en “lo importante”. La “cualidad humana profunda”, es un nueva terminología, para denominar, lo que antes se llamaba, “la sabiduría”.

    Lo que pasa, es que en estos tiempos tan “igualitarios por abajo”, eso de confesar que uno aspira a alcanzar algo de “sabiduría”, está muy mal visto por la opinión pública “moderna”, porque suena a pretencioso, y a egocentrismo, que es el gran pecado social, que te endiñan, en cuanto intentas salir del rebaño, y asomar un poco la cabeza.

    Ya decía el gran Antonio Machado: “En nuestro tiempo se puede hablar de la esencia del queso manchego, pero nunca de Dios, sin que se nos tache de pedantes”. O de algo peor, añado yo.

    Habrá que recordarles, a esos “modernillos”, que la filosofía, etimológicamente es “amor por la sabiduría”. Nada más, ni nada menos.

    Porque la sabiduría, es el gran arte de “lo importante”. Se pueden saber millones de cosas, lo que cuesta mucho esfuerzo, pero si no nos ocupamos, en discernir, aquello que es verdaderamente importante, todo el esfuerzo, no vale para nada. Solo para ser un “erudito”.

    Es como si te gastas muchísimo dinero, en productos de altísima calidad y de gourmet, y luego, los cocinas al tuntún, mezclándolos todos en una sartén.

    Pues la sabiduría, es saber lo importante de la vida. En el Iti-vuttaka, (una escritura budista, citada por Aldous Huxley, en “Filosofía perenne”), se dice: “Ni los perezosos, ni los simples, ni los que no disciernen bien, alcanzarán el Nirvana, que no es otra cosa que el desatar de todos los nudos”.

    Pues eso es la “sabiduría”: el desatar todos los nudos, todas las contradicciones que nos acorralan, causadas la mayor parte de ellas, por errores culturales e ideas falsas, adquiridas en nuestro aprendizaje.

     

    Lo malo es que para acercarse a la sabiduría, no basta con pensar. La razón es un magnífico órgano intelectual, pero no sirve para eso.

    Para ello, hay que conectar con nuestra fuente interior de sabiduría, (la colección de imágenes primordiales, que son el “catecismo” resumen de la sabiduría del Universo).

    Esa “verdad que nos hará libres, es la verdad de nuestro interior”, que sólo con el silencio sincero y profundo podemos contemplar, y que nos es dada gratuitamente, para disfrutarla contemplándola”, como dice el amigo Jaume.

    Y para ello necesitamos el silencio interior y exterior, (que reclama Jaume), y sobre todo necesitamos hacer una depuración exhaustiva de ideas tóxicas, que nos hacen malinterpretar, (traduciendo mal las imágenes primordiales, en ideas cognitivas), o incluso rechazar, las buenas intuiciones que nos surgen del “espíritu”.

    Pero como decía también Antonio Machado: (Se acerca ya la) “hora de escuchar, las viejas palabras que han de volver a sonar”.

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