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Por qué me importa si Dios existe, y 3

Y por qué me importa ser teísta “jesu-cristiano”

          Pero, además de deísta por “elección continuada”, soy un teísta “jesu-cristiano” porque Jesús de Nazaret si, no era la anticipación en la historia de lo que decimos cuando decimos “Dios”, se lo merecía ser[1].

          Me toca ahora explicar las razones de semejante interés o con palabras de P. Ricoeur, de mi “adhesión incomparable” y, por ello, “absoluta” a este singular personaje en cuya existencia percibo lo que digo cuando digo Dios.

          Tal percepción –y mi adhesión incomparable y, por ello, deferente– se encuentra fundada en los “tres ochomiles” que vertebran su vida y en los que, activando mi interés por ellos, constato, de nuevo, una sorprendente unidad de humanidad y de lo que digo cuando digo Dios, a la vez consoladora y provocadora[2].

          En primer lugar, el programa proclamado en el monte de las Bienaventuranzas y en la parábola del juicio final: caricia para los pobres, hambrientos, sedientos, perseguidos, descamisados, etc., y permanente provocación para otros tantos que facilitan, consienten o son indiferentes a tales males; un programa, por cierto, que todavía tiene la virtud de movilizar lo mejor de lo que hay en mí, por poco que sea, entre otras razones, porque todavía está pendiente de realización o cumplimiento.

          Este programa, sí me sigue interesando. Y mucho. De ahí que agradezca que se me recuerde, por ejemplo, todos los domingos o, por lo menos, de vez en cuando.

          En segundo lugar, el “ochomil” del Calvario y el escándalo de su constante actualización en tantos calvarios contemporáneos y a lo largo de la historia, juntamente con los testimonios alentadores y consoladores de cientos de millones de personas y millares de instituciones “samaritanas” que han luchado (y lo siguen haciendo en la actualidad) por su erradicación al precio, incluso, de acabar achicharrados. O, que, por lo menos, se esfuerzan por evitar su existencia. O, cuando no queda más remedio, por paliar sus efectos.

          Nada que ver con lo que Francisco llama la “globalización de la indiferencia” y sí mucho que ver con el “deber de la fraternidad”. Este Dios, crucificado y samaritano, sí me interesa. Me es deferente. Y cada día más.

          Y, en tercer lugar, recurriendo a una expresión muy típica en la explicación evolucionista, el salto cualitativo, la sorpresa, la novedad o lo inaudito del monte Tabor o, lo que es lo mismo, de lo que se dice cuando se dice que existe la Vida en plenitud, es decir, la Resurrección, de la que Jesús fue su anticipación en la historia.

          Encuentro infinidad de chispazos de este “ochomil”. Los teólogos más refinados se suelen referir a ellos denominándolos, desde Melchor Cano, “lugares teológicos”. Algunos de ellos más clásicos son las diferentes celebraciones litúrgicas, la Escritura, los Concilios o los iconos. Otros, igualmente clásicos, pero más provocadores, son los pobres, “los santos de la puerta de al lado” o los murmullos de Dios en el mundo, en la vida y en la historia. Gracias a ellos disfruto mi existencia como anticipo de la Vida en plenitud (que eso es, según Jesús, lo que decimos cuando decimos que “Dios existe”: que Él es “Señor y dador de Vida”). Disfrutando de esas anticipaciones y participaciones tabóricas y cargando –gracias a ellas– las pilas, puedo echar una mano.

          Sospecho que esto que percibo como caricias o murmullos de Dios a no pocos les resulte una provocación que roza la irracionalidad. Lo acepto. En el “jesu-cristianismo” siempre ha habido un cierto e inevitable exceso o, si se prefiere, un punto de lo que me atrevo a llamar “bendita locura”: lo hay en el monte de las Bienaventuranzas con su apuesta por los parias. Lo hay, sin lugar a duda, en el Calvario y en sus provocadoras y aguijoneantes actualizaciones. Y también lo hay en el monte Tabor, en esta ocasión, como exceso de cercanía, amor y generosidad.

          Me importa este Dios con su “exceso”; entre otra razones, porque me permitiría vivir –si me tocara, como decía Pere Casaldáliga– “de fracaso en fracaso, hasta la Esperanza final”. De momento, disfruto, aunque sea de vez en cuando, de tales anticipaciones tabóricas con su punto de “bendita locura”. Se entiende que este Dios también me sea deferente; y mucho. Como igualmente lo es no solo para las llamadas nuevas espiritualidades, sino también para las místicas o espiritualidades ateas, desde la que formuló Plotino en las “Enéadas” hasta las de nuestros días.

          Pero la exposición sobre la importancia de mi adhesión “incomparable” al “relativo absoluto” que es el teísmo “jesu-cristiano” quedaría muy sesgada si no recordara que entre los cristianos hay una enorme pluralidad de rutas o itinerarios entre estos tres “ocho miles”, desconocida por muchos o no debidamente atendida.

          En unos, se presta una particular atención al programa, al anuncio y a la denuncia del monte de las Bienaventuranzas, pero se hace sin dejar de andar por los otros dos “ochomiles”. Esta clase de “circulación” es la propia de lo “católico”, de lo que es según el “todo”, es decir, de lo que es articulación y conjunción.

          En otras trayectorias existenciales, se es más sensible a los calvarios contemporáneos, pero sin dejar de disfrutar también de los tabores y mirándose, aunque sea de vez en cuando, en el programa de las Bienaventuranzas. Esta ruta es, igualmente, “católica”.

          Y, en otros itinerarios, se está más atento a los tabores, es decir, a la unión con lo que decimos cuando decimos “Dios existe”, a partir de sus transparencias en la mismidad, tan cuidadas y reivindicadas por las llamadas nuevas espiritualidades. O en la “hesychia” o paz interior, en el caso de los contemplativos –ya sean en los eremitorios, cenobios y conventos, pero también en la vida ordinaria. O en el “aguijón” de los pobres con los que se identifica Jesús de Nazaret. E, igualmente, en las llamadas “hierofanías” (la manifestación de lo sagrado en lo profano), tan importantes en la experiencia mística o espiritual no solo de los creyentes, sino también de increyentes tales, entre otros, como G. Bataille, L. Wittgenstein o J. – C. Bologne, además de A. Comte-Sponville. Lo normal es que quienes tienen su residencia primera en los tabores, paseen también por los montes del Calvario y de las Bienaventuranzas, aunque no sea con la insistencia y duración propia de los anteriores recorridos espirituales y teológicos. Cuando ello sucede, nos encontramos con otro recorrido igualmente “católico”.

          Pero tengo que indicar que me importa ser un teísta “jesu-cristiano” porque sin JesuCristo –y, obviamente, sin el “jesu-cristianismo”– no es comprensible nuestro mundo, ni el pasado ni el presente. Y, sospecho que tampoco el que está porvenir, si queremos que sea humano, al menos, tal y como es perceptible en los tres “ochomiles”. Además, confieso que también me gusta sentirme acompañado por gente de estos diferentes perfiles; tan ricos, diversos y fundamentales para el progreso de nuestro mundo y de la humanidad; y para el mío, en concreto, como “teísta jesu-cristiano”. Estas personas me son muy deferentes, aunque no compartan (y menos en todos sus extremos) este discurso. Me importan, en particular, las que son cuidadosas y están atentas a los riesgos, entre otros, de la indiferencia a la “carne” de lo que digo cuando digo “Dios existe”, del palabrerío programático, del masoquismo o de un autocomplaciente consumismo religioso.

          Por eso, no puedo acabar este apartado sin referirme a la existencia de rutas fallidas, entre otras razones, por pretender afincarse (y estancarse) –de manera pretendidamente definitiva– en uno de los “ochomiles”, renunciando o no queriendo saber nada de la circularidad que hay entre ellos; al menos, para los “teístas jesu-cristianos”.

          Acabo de reseñar algunos de los fundamentalismos religiosos o extrapolaciones (a los que habría que añadir otros laicos y ateos) que, hasta no hace mucho, eran denominados herejías por no guardar el equilibrio mínimo o por ser propuestas en las que solo hay sitio o para los tabores o para los calvarios o para el programa; sin circulación de ninguna clase. Creo que uno de los más preocupantes es, en nuestro primer y satisfecho mundo, el del estancamiento tabórico, tanto entre los creyentes como entre los increyentes. Pero esto ya es materia para otra ocasión.

 

Tres conclusiones…

          La primera, para recordar que soy ateo de muchos imaginarios. Y lo soy porque creo que un cierto ateísmo es necesario por referencia al imaginario de Dios, por lo menos, “jesu-cristiano” y “uni-trinitario” como expresión de su alteridad, novedad, sorpresa y provocación. No está de más recordar, por ejemplo, el debate al respecto sobre el sometimiento de lo que decimos cuando decimos Dios al principio de la necesidad lógica o de la no contradicción (en la propuesta de G. W. F Hegel) o a la constatación y acogida de su descolocante libertad en el Triduo Pascual (en el caso del llamado segundo F. Schelling) que, aunque exceda las posibilidades de esta aportación, entiendo que es una de las claves explicativas de un tipo de increencia que me atrevo a llamar intelectualmente prometeica y que, por idealista, es irrespetuosa con los datos, es decir, con la manera como Dios se manifiesta en Jesús tanto el viernes y el sábado santo como el domingo de resurrección.

          La segunda, para enfatizar que soy un deísta y teísta jesu-cristiano movido, como he indicado al principio, por la razón en libertad a partir de los datos o pruebas científico-empíricas. He asumido semejante punto de partida porque es el que nos vincula y al que podemos recurrir ya que todos estamos referidos a él, aunque no sea el único. También están, por ejemplo, la experiencia de la relación o la mística y el testimonio o la implicación personal.

          Por eso, apoyado en esa razón en libertad, no comparto el primado que algunos conceden a la nada, al vacío, al silencio y a la oscuridad, esto es, al nihilismo en sus diferenciadas variantes. Sin embargo, me importan e interesan estas explicaciones alternativas porque también forman parte de lo que digo cuando digo que existe el Dios “jesu-cristiano”: son aportaciones en las que veo reflejado el grito de abandono del viernes santo y el silencio del sábado santo. Tengo, en este sentido, una gran empatía con el llamado “realismo trágico” cuando recuerda –frente al materialismo bruto– que mantenemos una relación con la nada, el silencio y el vacío en términos de angustia o lucha, de ética –como cuidado y residencia– y de maravilla. Nada que ver con la supuesta aproblematicidad, absolutez y satisfacción de la materia o de la finitud. Pero éste, también es un asunto que requiere ser tratado con más detenimiento; algo que excede la presente aportación.

          Y, la tercera, para confesar que tampoco comparto el materialismo bruto o el determinismo físico necesitante porque contradice la existencia, a la vez, de materia y leyes; porque erige la descripción en explicación (esto es así porque sí. Y porque es así, se instala en la ociosidad intelectual no pudiendo evitar, muchas veces y por paradójico que pueda resultar, un cierto toque de soberbia o superioridad racional, la propia de quien va de sobrado por la vida) y, sobre todo, porque genera o apadrina ideologías que no me parecen humanas ni solidarias. Ni tampoco comparto, por supuesto, la aleatoriedad autosuficiente, una manera. políticamente correcta, de no reconocer la ignorancia y presentarla envuelta en celofán.

 

… y un sintético cierre

          En definitiva, me importan las explicaciones deístas y teístas y, concretamente, la “jesu-cristiana” porque, hoy por hoy, son las que percibo racionalmente más consistentes, además de “interesantes” o importantes para la causa de una humanidad más justa y fraterna. Por eso, las he constituido, junto con unos cuantos miles de millones de ciudadanos, en “mi destino por elección continuada”.

 

NOTAS:

[1] Cf. J. MARTINEZ GORDO, “Entre el Tabor y el Calvario. Una espiritualidad con carne”, Editorial HOAC, 2021, Madrid.

[2] En el mundo solo existen catorce picos que superan los ocho mil metros de altura sobre el nivel del mar. Estas excepcionales cumbres son popularmente llamadas, por los montañeros y alpinistas, los “ochomiles”.

13 comentarios

  • Isidoro

    Thomas Merton, -Humanismo Cristiano:

    “Es una característica inquietante de la religión moderna el que se tienda cada vez más a diluir la fe, y a sustituirla por un espíritu gregario o conformidad pasiva con el grupo, como si la obediencia de la fe de que habla San Pablo, no fuera nada más que la negación a pensar por uno mismo, y la renuncia a toda lealtad a las más profundas aspiraciones espirituales de cada cual.

    Como resultado de esa distorsión, surge entonces la tentación de irse al otro extremo, buscar atención y consuelo mediante la rebelión inconformista.

    De ahí que la Iglesia tienda a dividirse entre una gran masa de convencionalistas pasivos e inertes, que se agarran a ciegas a lo conocido, y una pequeña minoría de caprichosos excéntricos que admiran todo lo nuevo simplemente porque es nuevo”.

     

  • En principio puedo decir que soy creyente en Dios Padremadre, No hay nada que pueda contradecir esa unidad, NI SIQUIERA JESÚS, atado a su tiempo pudo intuir esa realidad. En un vídeo entre el teólogo jesuita GERARDO REMOLINA y el científico RECHARD HODKHINS, ateo, llegaron a coincidir que la existencia de ADAN Y EVA ASÍ COMO LO DE  EL PARAISO TERRENAL nunca existieron. Por lo tanto, EL PECADO ORIGINAL CARECÍA DE VALIDEZ .LA misma validez de los cimientos que  los de la iglesia. Cierto es que el jesuíta dijo al principio que él no representaba nada más que a sí mismo. Raro parece que no hubieran caído sobre él, rayos y centellas. COSA QUE NO ME CONSTA. LO que sí me consta es la misma idea de JUAN LUIS HERRERO DEL POZO, ASÍ COMO LA IDEA de que la iglesia no tiene posible reforma alguna y sí, una NUEVA iglesia desde las mismas raíces de JESUS DE NAZARET Y NO EL Cristo, invento de Saulo el visionario, que además era quien afirmaba de DIOS lo había escogido a EL DESDE EL VENTRE DE SU MADRE, Y  es que fue JESUS quien escogió a DIOS, como a su PADRE , sabiendo que nunca supo quien era el humano que ciertamente lo fue. POR eso cuando va a predicar a su pueblo Nazaret,es tachado de loco o fuera de sí,como lo dicen de él su madre y sus hermanos, tal como lo cuenta MARCOS en el Primer EVANGELIO. Ese es el. Jesús al que hay que seguir y no al cristo  de Saulo que afirma que es en Antioquía donde PRIMERO FUERON A LLAMARLOS ASÍ. ¡¡¡CLARO y el fue el PRIMER CRISTANO!!!!

  • Román Díaz Ayala

    Ahora comprendo del todo el porqué  Jesús Martínez Gordo es el teólogo de cabecera de Javier Elzo y lo fino de sus análisis dialécticos en sus “momentos” teológicos con que impregna sus estudios y ensayos.

    Menos mal que aún quedan algunos pensadores en esa nube de repetidores de lugares comunes.

    • Carmen

      Gracias Román.
      También me pareció que el señor Elzo venía a decir lo de siempre, pero tenía mis dudas porque no entendía del todo.
      Y tan amigos.
      Y no tengas miedo. Por definición todos los teølogos católicos tienen que ser teístas. No hay otra.
      Ya se lo que soy. Seguidora del Maestro Jesús de Nazaret. Me encanta.
      Bueno, hago lo que puedo.
      Cuídate mucho del calor.

      • Santiago

        Comparto contigo Román el elogio al pensamiento del autor y teólogo actual Martínez Gordo que es moderno sin decantarse por el “modernismo”.

        La erudición, el dominio elegante del lenguaje, la profundidad de su mensaje y su cultura intelectual, lo hacen muy relevante en el momento actual donde la “confusión” y el “relativismo” imperan, y parece que se han apoderado de un mundo que ha perdido la brújula de toda espiritualidad y el “norte” de todo sentido sentido común.

        Yo también pienso con el autor que Jesús el Cristo, el Ungido, es lo más relevante en este mundo puesto que sin El seguiría sumergido en un mar de tinieblas, sin ninguna explicación posible pues todas las “hipótesis” explicativas se van desvaneciendo unas a otros con e l paso de los siglos. Sólo el Jesús cristiano puede explicarnos la vida en el Cosmos, su verdadero sentido y el camino por el que nos salvaremos de un naufragio total, de un fracaso final, sin ninguna esperanza para nuestra lógica humana de infinitos deseos y de ilusiones permanentes.

        Es importante señalar, en su Tercera Conclusion, la crítica del autor al “materialismo bruto” o “determinismo físico” hoy tan en boga y que ha sido tan explotado, …porque “contradice la existencia….de materia y leyes”, porque “erige la “descripción en explicación” y como resultado se instala “la ociosidad intelectual” con “cierto toque de soberbia o superioridad racional” que, en mi propia opinión, frustra toda honestidad personal y objetiva.

        Un saludo cordial
        Santiago Hernández

        • Carmen

          Ostras, Santiago. Cuando Román y usted entran en conjunción, me asustan. Casi me veo arder en el infierno. Uuuf.

          • Santiago

            Gracias pero NO “arderemos” puesto que todavía no hemos destruido nuestro deseo por la verdad y por querer amar, ni nuestra vida es una mentira completa, ni vivimos para odiar, ni hemos suprimido dentro de nosotros el amor. No hemos borrado toda esperanza. Aún en nuestra debilidad resplandece una pequeña luz capaz de salvarnos por medio de la gracia.

            Un saludo cordial
            Santiago Hernández

          • Carmen

            Buena respuesta.
            Sigue en plena forma.
            Qué entiende por Gracia?

          • Santiago

            Aquí hablamos de la “gracia actual” que junto con la “habitual” proviene del amor de Dios que nos ama primero que nosotros, con amor sobrenatural. Nos amó Dios ya al principio, al darnos el sublime don de poder existir en el tiempo. Por eso la gracia habitual o santificante es la infundida por Dios en el alma del justo o sea del que práctica el amor justo de Dios.

            Sin embargo, son necesarias las gracias actuales en orden a la salvación, ya que es imposible lograr la justificación con nuestras meras fuerzas naturales. Sólo Dios puede mover el alma hacia el bien sobrenatural de manera eficaz. Siempre Dios da la gracia aunque nosotros podemos “resistirnos” consciente o inconscientemente a ella.

            Por eso Jesús derribó del caballo a Saulo de Tarso, convirtió a María Magdalena, y salvó en última instancia al ladrón en la Cruz. Èstos no resistieron la llamada de la gracia, cuya respuesta es voluntaria, pero otros como
            Judas Iscariote, Pilato, el otro ladrón etc perdieron la oportunidad a pesar que tuvieron delante de sí al mismo autor de la gracia.

            Por eso, en el misterio de Dios hay un intercambio de voluntades, una interacción de fuerzas que concurren en un acto “libre” donde se juega nuestro destino en el amor. Porque todo se reduce al amor. Puesto que es por amor en que, en última instancia, yo “cedo” ante la demanda de Jesús que nos acucia y dirige hacia El, constantemente.

            Puesto …que “aunque no hubiera cielo, yo te amara..y aunque no hubiera infierno te temiera”…..y “aunque lo que espero, no esperara”…..”lo mismo que te quiero, te quisiera”””….

            Es por eso que el que entra “atrito” al sacramento de la penitencia, después de la absolución queda “contrito”, siempre que la confesión signifique “conversión”.

            Un saludo cordial
            Santiago Hernández

          • Carmen

            Demasiado complejo para mí mente sencilla.
            Un abrazo

          • Carmen

            Mi. Sorry

  • Carmen

    Luego llegamos a lo que teníamos que llegar. Estaba clarísimo. No nos vamos a detener en teísmo, no teísmo. Hay que llegar a que Jesús es hijo de Dios porque Dios es unitrinitario. Estaba clarísimo.

    Da miedito afrontar el tema de  teísta, no teísta  y llegar a la conclusión de no teísmo. Tiene unas consecuencias enorme para el cristianismo. Para todo lo que se ha construido después de la muerte de Jesús. Por eso sé que es imposible para los cristianos aceptar el modelo no teísta. Pero hay muchas personas que quizás necesiten esa información. Y si dejan de llamarse cristianos, pues da lo mismo. Otra etiqueta que cae. Pero claro. Si cae esa etiqueta, cae la iglesia. Jamás lo consentirán . Y harán muy bien. Aquí cada cual que defienda lo suyo.

    Quizás la clave estaría en separar este tema del concepto cristianismo. Quizás la clave esté en llamar a Jesús en gran maestro en vez de el Cristo, muerto y resucitado.

    No sé.

    Eso es asunto de ustedes.

    Pero quítense de la cabeza, los problemas no vienen por Jesús y su vida antes de su muerte. De ninguna de las maneras. En absoluto. Qué va. Conozco a mucha gente que se rinde a sus pies. No es eso , no. El problema es todo lo que se ha montado a su alrededor. Toda la teología que se ha construido durante tres o cuatro siglos para sostener que Jesús es hijo de Dios y lo demostró al resucitar. Ese es el problema. El Dios ese ya no vale a muchas personas. Pues cambiemos el nombre. No somos cristianos. Pues no. Pues no veo el problema. Seremos seguidores del gran maestro de Nazaret. Bueno, lo intentaremos porque no es fácil.

    Creo que las personas de a pie se merecen la oportunidad de saber que no es nada raro lo que piensan. Que no tienen que recurrir al Karma, ni a los Ángeles, ni Al universo, ni a nada. Sencillamente el Dios que nos han dicho ya no nos vale porque nuestro concepto de la realidad que nos rodea es otro diferente al de hace por lo menos mil seiscientos años

    Y por qué me viene a la cabeza el nombre de Nietzsche?

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