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Juan XXIII, el papa desconcertante

A los 50 años de la inauguración del concilio Vaticano II, el papa al que se le ocurrió convocar aquel concilio, el papa Rocalli, nos sigue desconcertando. Entre otras razones, porque son pocos los que se imaginan hasta dónde llegó la bondad de aquel hombre. Nadie sabe, a ciencia cierta, cómo ni por qué este anciano cardenal de Venecia llegó a ser papa.

Lo que se dijo en Roma, para explicar su designación, es que el conclave se había atascado y los cardenales, como solución de transición, decidieron poner en el papado a un hombre de transición, para salir del paso y buscar así una salida digna, utilizando un papa que pudiera vivir poco tiempo. Lo que no sospechaban los hombres del conclave es lo que supo formular K. Rahner: “el papa de transición Juan XXIII ha puesto en marcha la transición de la Iglesia hacia el futuro”.

Lo más probable es que habrá gente que se sonría con desdén al leer lo que acabo de decir. Porque no son pocos los que piensan que aquel papa bonachón, viejo y rechoncho, fue el hombre que puso en marcha el doloroso proceso de descomposición de la Iglesia. Y es cierto que fue Juan XXIII el papa que, con su desconcertante libertad al servicio de la bondad, desatascó la situación que el genial eclesiólogo, que fue Y. Congar, apuntó en su Diario personal: “Me impresiona  constantemente el irrealismo de un sistema que tiene sus tesis y sus ritos, también sus servidores, y que canta su canción sin mirar a las cosas y a los problemas tal como son. El sistema está satisfecho con sus propias afirmaciones y sus propias celebraciones. Todo se desarrolla en un plano diferente al de los problemas reales, en un universo completamente distinto del de los hombres”. Esto anotaba Congar el 24 de noviembre  de 1954. Y ésta fue la situación que desatascó Juan XXIII. No como tendría que haberse hecho, reorganizando el papado y modificando la curia vaticana. Pero no pudo ser así, entre otras razones y por más extraño que parezca, por la incomprensible bondad de aquel papa. Pero fue precisamente aquella bondad la que abrió nuevos caminos a la Iglesia. ¿Qué quiero decir con todo esto?

Rocalli fue un hombre de una humildad tan profunda, que, dándose cuenta de que era urgente una reforma de la Iglesia, jamás quiso delimitar los detalles. Se sabe con certeza que, entre sus más allegados, le gustaba decir que él no tenía competencia universal alguna. Por eso él no quiso presidir las asambleas conciliares. Se fiaba del cuerpo episcopal. Y su desapego personal llegó hasta límites impensables. Por ejemplo, nombró como cardenales a algunos de sus más conocidos adversarios. Y puso como presidentes de las comisiones del concilio a los más destacados dirigentes de la curia. Su bondad (¿bien entendida? ¿mal entendida?) llegó a rebasar la línea roja que marca el límite de lo “razonable” y se metió de lleno en las aguas pantanosas de lo que no es fácil entender desde la lógica del “orden que marcan los poderes de este mundo”.

Esto tuvo sus consecuencias. La principal de ellas, es bien conocida: los documentos del concilio fueron el resultado de fórmulas de compromiso. Fórmulas en las que las dos partes, progresistas (centroeuropeos) y conservadores (curiales), no tuvieron más remedio que llegar a acuerdos en los que cada parte tuvo que ceder. Y a eso, se vinieron a sumar las intervenciones posteriores de Pablo VI, a veces, atormentado por sus dudas. El ejemplo más claro, fue la famosa “Nota explicativa previa”, que, en gran medida, dejó el “poder pleno, supremo y universal” en manos del papa. Con lo que se quedó sin resolver el problema principal que tenía que resolver el concilio: dónde y cómo reside el sujeto de suprema potestad en la Iglesia. Pero de esto hablaremos otro día.

Entonces, ¿qué aportó Juan XXIII con su pontificado y su concilio? Lo más decisivo para los discípulos de Jesús: que la bondad es la fuerza que cambia el mundo, que renueva la Iglesia, que nos lleva por los mismos caminos que trazó Jesús. ¿Esto no dice nada? Más aún, ¿esto fue y sigue siendo un fracaso? ¿No terminó la vida de Jesús en el más estrepitoso de los fracasos? Y, sin embargo, ¿no decimos los creyentes que ahí, en eso, está el misterio de lo que más nos humaniza y más felices nos hace? Amigos, aquí estamos tocando el fondo. Como el papa Rocallí lo tocó.

3 comentarios

  • Santiago

    Yo creo que el compromiso entre las 2 facciones principales del concilio: la conservadora y la progresista representaron un progreso y un beneficio. Se equilibraron pues las opiniones y las tendencias, y el resultado fue una obra maestra que puso al día a la Iglesia y la colocó en el mundo moderno, provocando este diálogo universal y ecuménico para lograr que el Cristo del Evangelio resultara inteligible para TODOS, inclusive para los que no creen y para los que lo rechazan.
    El principal problema fue que la Comisión encargada de poner al Concilio en  práctica no pareció entender que los Padres del Concilio en manera alguna querían dar al traste TOTALMENTE con “el pasado” de la Iglesia sino, por el contrario,  lo que deseaban era un “aggiornamiento”, “una puesta al dia en la doctrina” YA EXISTENTE, y asi lo dijo CLARAMENTE Juan XXIII el dia 11 de Octubre de 1962, dia de la Apertura del Concilio Vaticano II, hace exactamente 50 años,y siendo Angelo Roncalli un estudioso y docente de la Historia de la Iglesia no pudo menos de manifestar su profunda eclesiología con las siguientes y famosas palabras:
    “Sin embargo, DE LA ADHESION RENOVADA,serena y tranquila, A TODAS LAS ENSEÑANZAS DE LA IGLESIA, en su INTEGRIDAD,  trasmitidas con PRECISION de TERMINOS Y CONCEPTOS que es la gloria particular de los CONCILIOS DE TRENTO Y DEL VATICANO I, el espiritu cristiano, católico y apostólico de TODOS espera que se de UN PASO ADELANTE hacia una PENETRACIÓN DOCTRINAL y una formacion de las conciencias que esté en correspondencia MAS PERFECTA con la FIDELIDAD A LA AUTÉNTICA DOCTRINA, estudiando ésta, y poniéndola en conformidad con los MÉTODOS DE LA INVESTIGACIÓN Y CON LA EXPRESIÓN LITERARIA que exigen los MÉTODOS ACTUALES. Una cosa es el DEPÓSITO DE LA FE, es decir, las verdades que contiene nuestra venerada doctrina, Y OTRA LA MANERA COMO SE EXPRESA; y de ello ha de tenerse gran cuenta, con paciencia, si fuese necesario, ateniéndose a las normas y exigencias de un MAGISTERIO DE CARÁCTER PREVALENTEMENTE PASTORAL  (Concilio Vaticano II, Constituciones. Decretos. Declaraciones. Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) La Editorial Católica, S.A. Apartado 466, Madrid, 1966)
    (Las mayúsculas son mías)
    Hubo mucha confusión y abusos por las 2 partes, en el período post-conciliar. No hubo paciencia como sugirió arriba Juan XXIII y han sido los fieles, en general, los que hemos padecido. La “revolución” de Cristo esta basada en el amor y no en la lucha de clases. Cristo fue en verdad un revolucionario dentro del complicado sistema legal judío. PERO vino a hacer cumplir el verdadero espíritu de la ley que se basa en el amor del Padre. El era el Hijo unigénito, el Verbo de Dios, el encargado de hacer patente que era y como era el amor de Dios. Y lo cumplió a cabalidad derramando voluntariamente su sangre por todos nosotros para hacernos entender ese amor infinito de Dios por la humanidad. 
    Todos hemos visto la parte positiva del Concilio con una Iglesia con liturgia vernácula que participa mas en la liturgia, que se ha abierto al dialogo ecumenico, que es capaz de enseñar como primordial la norma del amor cristiano etc. No hace falta otro Concilio, porque  este Año de la Fe proclamado por Benedicto XVI es la gran oportunidad de la Iglesia para poner en práctica lo que falta del Concilio. Tengo por cierto que los documentos del Concilio no se ha leído a cabalidad e interpretado correctamente. Si lo hubiéramos hecho las cosas serían diferentes. Tendríamos una Iglesia mucho mas práctica, mucho mas envuelta en y con los problemas humanos, mucho mas misionera del amor y de la justicia.
    El Concilio Vaticano II, pues, todavía está por aplicarse. 
    Un saludo cordial    de Santiago Hernández 

  • ¿No terminó la vida de Jesús en el más estrepitoso de los fracasos?

    ¿No terminó la vida de Jesús en el más estrepitoso de los fracasos?

    No.
    Dice el evangelio de San  Juan 24,21: “nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto paso”.
    Dije, no, porque HA RESUCITADO. Solo él ha venido del cementerio. Ha pasado del “fracaso” a la VICTORIA sobre la muerte.
    Saludos
    Lucho

  • “Nadie sabe,
    “Lo que se dijo.”
    Un poco extraño esta aparente contradicción, porque SI NADIE SABE, ¿de donde aparece el “LO QUE SE DIJO”.
    Saludos
    Lucho.

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