Deben ustedes saber que Mireya Del Pino es una mujer extraordinaria a quien tuve la bendición de conocer en unos ejercicios ignacianos muy importantes en mi caminar, entre otras razones porque fueron “sellados” con el signo martirial del asesinato de Digna Ochoa. En aquel año, Mireya participaba en el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez y yo en el Centro de Reflexión y Acción Laboral, ambos pertenecientes a la Compañía de Jesús.
Mireya es un alma hermosa, lúcida, comprometida, generosa y simplemente amable; quien junto a Jesús Gonzalez (quien en aquél año también colaboraba en el Centro Pro) forman una entrañable familia, defensora de lo mejor de nuestra humanidad.
Mireya, Chuy y su hija fueron golpeados indiscriminadamente por la Policía Federal en la represión contra la marcha del pasado 20 de Noviembre de 2014. Curiosamente, la policía no golpeó ni detuvo a ninguno de los encapuchados (infiltrados) que causaron la violencia, sino que golpeó a mujeres, a infantes, a personas de la tercera edad que se manifestaban pacíficamente. Incluso golpeó y detuvo a meros comensales que ni siquiera participaban en la manifestación, sino que estaban cenando como turistas en el centro de la ciudad.
No puedo sino identificarme y solidarizarme con el sentimiento que expresa Mireya en su página de Facebook:
Además de los moretones en las rodillas y el dolor generalizado en el cuerpo, lo que más me duele es acá dentro: donde entra el aire, donde se encuentra el corazón.
No puedo procesar todavía lo vivido en el desalojo indiscriminado y violento que viví-vivimos muchas personas indefensas al finalizar la gran marcha ciudadana, diversa, legítima, pacífica para exigir justicia para lxs desaparecidos y sus familias, para exigir que en este país se cumpla con el Estado de derechos, al tiempo que ofrezco colaborar con la parte que me toca en ello.
Me siento enojada, indignada, dolida, frustrada; cada mañana que ha pasado crece la dosis de “dolor de adentro” sobre todo al rememorar esos momentos de horror auspiciados por los granaderos contra quienes no participamos (ni convalidamos) los actos violentos y donde además había niñxs, personas adultas mayores.
Agradezco la solidaridad de muchxs de mis amigxs y compañerxs de opción, colegas que apuestan por un proyecto de vida y de país en democracia y justo. Un abrazo grande para cada unx.
Hay muchas cosas por hacer todavía, y qué mejor que hacerlas juntxs.
Tenemos que salvar a este país, a base de esfuerzo, de ternura, de esperanza y de compromiso solidario. Si ustedes que leen estas palabras quieren sumarse a este esfuerzo, pueden firman esta carta con y por nosotr@s (yo ya firmé, firma 6874)
Abrazos y esperanzas; hasta que la justicia se siente entre nosotr@s, como decía la poetisa Rosario Castellanos
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