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Evangelizar, ¿como si la crisis no existiera?

antonio

Creo que todos los que acuden a ATRIO sabrán que desde mucho antes de que existiera ATRIO e Internet, desde 1971, tengo responsabilidades en el Consejo de Dirección de IGLESIA VIA. En diversas ocasiones he presentado alguno de sus números. Pero hoy tengo especial interés en presentaros este último, el 257, en el que han colaborado al menos dos amigos de ATRIO, José I. Calleja y José Mª Castillo. Aquí se puede comentar tanto la presentación como el contenido del número.

Tal vez el intento de responder a la pregunta “¿Cómo evangelizar hoy?” podría resumir el objetivo y el contenido de la revista Iglesia Viva, que está a punto de cumplir los 50 años de cita ininterrumpida con la comunidad cristiana de España y del mundo de habla española. Nació como revista de pensamiento cristiano en 1966, al concluir el Concilio. Aunque promovida por clérigos profesores de Teología, Sagrada Escritura, Filosofía y Derecho Canónico (F. Sebastián, J.M. Setién, R. Belda, J.M. Ubieta y G. Del Olmo) no se pensó nunca como revista académica y clerical sino pastoral y laical. Ha buscado y sigue buscando cómo la comunidad cristiana tiene que hacerse presente en el mundo de hoy. Y ha optado siempre por presentar el modo de ser iglesia como diálogo de encarnación, como levadura que se pierde en la masa y no como círculo de escogidos y ciudad amurallada que se defiende de la secularización.

Abierta siempre a los Signos de los Tiempos, Iglesia Viva ha dedicado cada año, desde 2008, un número monográfico a tratar los diversos aspectos de las causas y tremendas consecuencias de la crisis económica global. En este principio de 2014, tras un año de pontificado de Francisco y cuando se espera un cambio importante en la cúspide de la iglesia española, la revista afronta directamente el tema de la evangelización y la crisis. Y lo hace con la duda de si el cambio en rostros y talantes que se ha producido en la Conferencia Episcopal Española va a representar o no un cambio profundo en la manera como se ha venido entendiendo, desde 1984 al menos, la evangelización, la llamada nueva evangelización: mucha predicación, catequesis y sacramentos; creación de murallas doctrinales y señas de identidad católicas; defensa de la fe y la moral del pueblo con leyes civiles e instituciones eclesiásticas de enseñanza y comunicación social.
257 PORTADA
Este ha sido el modelo de Iglesia existente en España y en Roma y no parece fácil desmontarlo. Por eso, el título del primer número de 2014 está con interrogantes: Evangelizar, ¿cómo si la crisis no existiera? (n. 257).

Se podría pensar que el tema de la crisis económica ha estado ya muy presente en la Iglesia. Se dirá que son muchos los obispos que han hecho referencia a la misma en sus escritos y mucho lo que ha hecho Caritas para ayudar a los afectados. Incluso que la Iglesia ha sido la que ha descubierto la causa más profunda de la crisis: la crisis moral subyacente en la sociedad provocada por haber apartado a Dios de la misma y por haber caído en el relativismo doctrinal y moral. La crisis según esta visión está en los pecados personales de operadores económicos y consumidores hedonistas. Sólo si todos se convierten a Cristo se puede remediar la crisis.

Para nosotros este planteamiento no respeta el análisis correcto de la realidad ni la manera como está imbricada la dimensión socio-estructural y la personal. La Iglesia debe entenderse a sí misma como parte integrante del mundo, enredada en sus estructuras pecaminosas del dinero y del poder, en continuo movimiento de reforma para hacerse servidora de los más pobres y anunciadora desde dentro de la Buena Nueva proclamada por Jesús de Nazaret.

Ese sentido tienen los tres estudios que contestan a la pregunta de cómo la realidad de la crisis debe estar presente en la acción evangelizadora como referencia inspiradora y no como mera ocasión para ejercitar la caridad limosnera. Escriben los estudios Carlos García de Andoin, José Ignacio Calleja y Sebastián Mora. Un laico comprometido en la política y en su Iglesia diocesana, un profesor de Teología Moral y el Secretario General de Caritas.

Y además hay entre las otras secciones que completan el número un Signo de los Tiempos que me gustaría destacar. Es el análisis crítico que, en 1984, hizo Joaquín García Roca del Primer Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española.

En 1983 se había aprobado el primero de estos planes plurianuales –La visita del Papa y la fe de nuestro pueblo– que se han ido siguiendo con parecido planteamiento cultural hasta el último: La nueva evangelización desde la Palabra de Dios: “Por tu Palabra echaré las redes” (2011-2015). Estos planes de pastoral han configurado la etapa de CEE que sustituyó a la etapa taranconiana.

En el momento crítico del cambio de paradigma, tras la larga visita de Juan Pablo II y la victoria del PSOE en 1982, Iglesia Viva, que había colaborado estrechamente con parte del episcopado en diversos planteamientos doctrinales y pastorales tendentes a la aplicación de los documentos del Concilio a la realidad española, tuvo que posicionarse en contra del planteamiento de fondo que se hacía en el plan al tratar de las causas y remedios de la crisis de entonces. Lo hizo con desgarro interior, pues el promotor del Plan y mentor de esta nueva etapa de la CEE era nada menos que el que había sido primer director de Iglesia Viva, Fernando Sebastián.

Por la importancia de este artículo de García Roca, titulado El quehacer de la Iglesia española en la actual situación de sociopolítica, y por la sorprendente actualidad que tiene treinta años después, Iglesia Viva reproduce en el último número su primera parte, tal como se publicó en el número 112 de 1984. Se ven bien claramente definidas allí las dos maneras de afrontar una crisis: ahondando en sus causas socioeconómicas para ver en qué pueden los cristianos servir a la sociedad o viéndola solamente como consecuencia de haber expulsado a Dios de la sociedad e invitación al retorno al redil del Único que puede salvarnos.

Iglesia Viva sigue hoy abierta esperanzadamente a lo mejor del Concilio que creyó en un futuro más humano, justo y fraterno para el mundo y en una Iglesia renovada más portadora desde sus entrañas verdaderamente cristianas del mensaje liberador de Jesús. En esta esperanza recibimos la invitación de Francisco a salir al encuentro de las personas y grupos que sufren exclusión, con realismo y sin miedo. Si alguien quiere acompañarnos en esta tarea y en la nueva etapa que estamos preparando para los siguientes cincuenta años, puede pedir este último número en las librerías religiosas o visitar nuestra página www.iglesiaviva.org .

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