Me ha parecido muy interesante lo que se ha dicho en este forum. Solamente decir unas cositas: la reforma de la Iglesia es complicada, pero para la iglesia occidental es muy necesaria y urgente,; dos, el público que ha asistido, como en tantos actos de este tipo, y aquí mismo en atrio, todo somos gente mayor; y tres este tipo de Iglesia, como ha dicho Consuelo, no le interesa a los jóvenes, y, sin jóvenes, no hay futuro. Aún más sin jóvenes y sin mujeres, la Iglesia se queda con las paredes, como se decía en la celebración de la Revolución de la mujeres en la Iglesia.
Vaya por delante mi respeto a las figuras enaltecidas de familiares de la presidencia y otros. No los conocí y no tengo porqué hacer menoscabo de ellas. Vaya por delante el reconocimiento de los sentimientos que reflejan todos y cada uno de los presentes y participantes activos. Incluidas las referencias a Antonio Duato. Vaya por delante.
Pero a mí me interesaban en particular los parlamentos de los “teólogos”, de Martínez y de Gelabert. Estaba ansioso por conocer cómo defendían los postulados teológicos de Francisco que, no hace falta que insista, me parecen disparatados y nefastos. No insistiré en ello en mi idea negativa del pontificado doctrinal del actual papa.
Gelabert no ahondó en nada. No entró en el quid de las cuestiones morales, limitándose a una mera descripción de las encíclicas y exhortaciones de Francisco, sin profundizar. Referencias a la alegría y demás, a la misericordia, a los marginados, a la madre tierra, etcétera. A veces, cuando quiso ir más allá del tópico, resaltó como una gran novedad que las encíclicas empezaran con palabras del santo de Asís, Lauudato Si y Fratelli tutti, como una gran aportación o cambio a las iniciales latinas. La verdad, siendo serios, es que el italiano los hablan muy pocos y en las cosas serias hasta los norteamericanos prefieren expresiones latinas, recuerdese el gran sello: “e pluribus unum”. Los grandes idiomas del mundo cristiano son el inglés y el español, con el francés. Es una novedad, pero sin mayor trascendencia. No significa cambio alguno, porque habrá muchos que piensen que Laudato si es un latinajo más. Gelabert insistió en que las críticas a Juan XXIII fueron las mismas que a Francisco. Eso, caro Martín, es lisa y llanamente falso. Juan XXIII no se metió en ningún jardín teológico, ni se le ocurrió exhibir el busto de Lutero al Vaticano. A Francisco se le acusa de errores graves. No es lo mismo.
Por lo que se refiere a la intervención de Martínez Gordo, resultó curiosa su interpretación del credo en lo relativo a la Iglesia. No es el cuerpo místico de Cristo, no son las notas distintivas, ni su carácter de pueblo de Dios, sino condición de no sé qué, porque no lo explicitó. Y donde, creo, que anduvo bastante alejado de la doctrina de la Iglesia fue en su igualación de todas las confesiones que se llaman cristianas con el catolicismo. También me sorprendió la autoridad que concedió a los laicos que impusieron sus condiciones en el Sínodo. Los laicos alemanes dijeron que ahora iban a enterarse en la Iglesia de lo que valía un peine, un marco alemán: el Sínodo es vinculante porque lo mando yo. Y punto. No razonó esa tesis Martínez, sino que parecía darla por bueno. Una tesis que es un disparate astronómico.
En fin, me quedé a dos velas sin conocer las razones teológicas que podrían justificar los dislates de Francisco en teología.
Me ha parecido muy interesante lo que se ha dicho en este forum. Solamente decir unas cositas: la reforma de la Iglesia es complicada, pero para la iglesia occidental es muy necesaria y urgente,; dos, el público que ha asistido, como en tantos actos de este tipo, y aquí mismo en atrio, todo somos gente mayor; y tres este tipo de Iglesia, como ha dicho Consuelo, no le interesa a los jóvenes, y, sin jóvenes, no hay futuro. Aún más sin jóvenes y sin mujeres, la Iglesia se queda con las paredes, como se decía en la celebración de la Revolución de la mujeres en la Iglesia.
Vaya por delante mi respeto a las figuras enaltecidas de familiares de la presidencia y otros. No los conocí y no tengo porqué hacer menoscabo de ellas. Vaya por delante el reconocimiento de los sentimientos que reflejan todos y cada uno de los presentes y participantes activos. Incluidas las referencias a Antonio Duato. Vaya por delante.
Pero a mí me interesaban en particular los parlamentos de los “teólogos”, de Martínez y de Gelabert. Estaba ansioso por conocer cómo defendían los postulados teológicos de Francisco que, no hace falta que insista, me parecen disparatados y nefastos. No insistiré en ello en mi idea negativa del pontificado doctrinal del actual papa.
Gelabert no ahondó en nada. No entró en el quid de las cuestiones morales, limitándose a una mera descripción de las encíclicas y exhortaciones de Francisco, sin profundizar. Referencias a la alegría y demás, a la misericordia, a los marginados, a la madre tierra, etcétera. A veces, cuando quiso ir más allá del tópico, resaltó como una gran novedad que las encíclicas empezaran con palabras del santo de Asís, Lauudato Si y Fratelli tutti, como una gran aportación o cambio a las iniciales latinas. La verdad, siendo serios, es que el italiano los hablan muy pocos y en las cosas serias hasta los norteamericanos prefieren expresiones latinas, recuerdese el gran sello: “e pluribus unum”. Los grandes idiomas del mundo cristiano son el inglés y el español, con el francés. Es una novedad, pero sin mayor trascendencia. No significa cambio alguno, porque habrá muchos que piensen que Laudato si es un latinajo más. Gelabert insistió en que las críticas a Juan XXIII fueron las mismas que a Francisco. Eso, caro Martín, es lisa y llanamente falso. Juan XXIII no se metió en ningún jardín teológico, ni se le ocurrió exhibir el busto de Lutero al Vaticano. A Francisco se le acusa de errores graves. No es lo mismo.
Por lo que se refiere a la intervención de Martínez Gordo, resultó curiosa su interpretación del credo en lo relativo a la Iglesia. No es el cuerpo místico de Cristo, no son las notas distintivas, ni su carácter de pueblo de Dios, sino condición de no sé qué, porque no lo explicitó. Y donde, creo, que anduvo bastante alejado de la doctrina de la Iglesia fue en su igualación de todas las confesiones que se llaman cristianas con el catolicismo. También me sorprendió la autoridad que concedió a los laicos que impusieron sus condiciones en el Sínodo. Los laicos alemanes dijeron que ahora iban a enterarse en la Iglesia de lo que valía un peine, un marco alemán: el Sínodo es vinculante porque lo mando yo. Y punto. No razonó esa tesis Martínez, sino que parecía darla por bueno. Una tesis que es un disparate astronómico.
En fin, me quedé a dos velas sin conocer las razones teológicas que podrían justificar los dislates de Francisco en teología.