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La religión en la sociedad secular

Carlos BarberáYa es un tópico decir que vivimos en una sociedad secularizada y que la secularización no es un accidente histórico a superar sino una situación personal y social ya establecida y que no tiene vuelta atrás. Llegar a este punto no ha resultado cómodo a la religión, que de repente ha visto cómo la razón, ahora secular, la relegaba al terreno privado y le negaba cualquier manifestación en el ámbito de lo público. La sociedad se había ya sacudido la tutela de lo religioso y en su propia reflexión y con sus propios medios encontraba lo que quería conseguir en este mundo.

En gran medida ésta es la situación que se vive entre nosotros, enrarecida por un laicismo en ocasiones revanchista y una Iglesia que conserva poder y desde él pretende imponer su voz. La segunda combate al primero y a la vez se siente amenazada y perseguida.

Pero va pasando el tiempo y hay quienes revisan y matizan esas posiciones enfrentadas y excluyentes para ir construyendo puntos de encuentro

Ernst Wolfgang Böckenforde es un profesor y abogado alemán que ha ocupado cargos importantes en la República Federal. En 1967 escribió en uno de sus trabajos una frase que se hizo célebre y que promovió un largo debate.

Se conoce como el diktum de Böckenforde y dice así: “El Estado laico liberal vive en premisas que no puede garantizar por sí mismo… Por un lado, sólo puede subsistir si la libertad que consiente a sus ciudadanos está regulada desde dentro, desde la sustancia moral de cada individuo y desde la homogeneidad de la sociedad. Por otro lado, no es capaz de garantizar esas fuerzas internas de regulación por sí mismo, es decir, con los medios de la coacción jurídica y del mandato autoritario sin renunciar a su liberalismo y volviendo a caer en una exigencia totalitaria”.

Esta aseveración venía a animar el debate que en Alemania pretende reflexionar sobre el papel de la religión en una sociedad secular. Anticipaba, por ejemplo, un convencimiento que Habermas –cambiando desde sus antiguas posiciones- ha ido elaborando sobre el papel positivo de lo religioso en la sociedad secular.

Naturalmente, esta postura ha sido fuertemente criticada por no creyentes, convencidos de que la democracia puede cubrir por sí misma su déficit de valores y de que la religión no viene sino a estorbar, oponiéndose a las leyes civiles con las que no está de acuerdo. Hay que contestar que, vistas así las cosas, no se puede sino darles la razón. Hoy día los valores ya se han secularizado y una voz episcopal que reclame en contra del aborto o del matrimonio homosexual no tiene interés alguno, provoca un rechazo y no encuentra otros oyentes que sus propios seguidores.

Pero entonces ¿por qué el abogado alemán dice que la sociedad liberal es incapaz de hacer valer los mismos valores que defiende? ¿y por qué Habermas reivindica el papel positivo de la religión? Contestaremos con algunas formulaciones sencillas.

En primer lugar hay autores de renombre que sostienen, con bastante razón, que, muerto Dios, ya no hay derechos humanos. Es importante, pues, reconocer la matriz religiosa de esos derechos, que no hay que dejar perder, aunque su formulación política llegara en los siglos XVII y XVIII.

En segundo lugar, la sociedad que siempre ha defendido Habermas no es únicamente un lugar de convivencia en el cumplimiento de las leyes sino el espacio de vivencia de unos valores más profundos: la participación en los asuntos comunes, el tomar a cargo al disminuido o marginado, la acogida al forastero, la relevancia pública de las víctimas, el perdón al ofensor. En definitiva, la fraternidad.

Pero ahí es donde la sociedad secular constata su déficit. Descubre que la mayoría no se mueve por “las virtudes públicas sino por los vicios privados” y ella no puede imponer esas virtudes sino sólo sugerirlas. Y ahí es donde entra el papel de las religiones. Sin duda sus convicciones propias deben ser ejercidas en el ámbito de su grupo o su confesión. Pero las religiones han sido siempre también lugar de impulso de valores y no pueden, sin traicionarse a sí mismas, olvidar esa función.

Aunque podrían sacarse más largas consecuencias, querría acabar con la reflexión siguiente: a los nueve meses de su elección como Papa, Francisco salió en la portada de Time como persona del año. Sin duda no por su teología (de que carece, lo acaba de decir Rouco públicamente) ni por modificar las reglas de la Iglesia sino porque el mundo percibió enseguida en él un gran impulsor de valores. Porque, aparte de animar la espiritualidad de sus fieles, ha sabido ser portavoz de esas premisas éticas que la sociedad humana necesita y no es capaz de garantizar dejándolos al arbitrio de cada individuo (Böckendorfe dixit)

Y por ahí va el papel de la religión en esa sociedad que Habermas llama ya postsecular.

11 comentarios

  • George R Porta

    Pido perdón por mi torpeza. En la séptima línea de mi última entrada de las 0.38 h, se lee: «…porque se refiere al tratamiento de unos Senadores con otros (honorable) y no a ser persona de honor (honourable)».

    Se trata de lo contrario.

    Debe leerse: «…porque se refiere a poseer la virtud del honor y no al tratamiento de dignatario (honourable) que no implica virtuosidad moral alguna. Brutus era «honourable», pero no era «honorable» como el resto de los senadores no involucrados en el apuñalamiento de César.»

    A estas alturas del partido todo el mundo sabe cuán a menudo yerro, pero de todas maneras agradezco la generosidad.

  • George R Porta

     
    Carlos: No comprendo tu referencia al discurso de Marc Antony (su tercera participación en el diálogo después de entrar a escena cargando con otros el cadáver de César) en el Acto III, escena 2 de la correspondiente tragedia de Shakespeare.
     
    Estoy seguro de que sabes esto, pero por si alguien no lo sabe, lo explico: La repetición de «For Brutus is an honourable man» está cargada de ironía, si se la compara con esta otra: «So are they all, all honorable men» en el mismo discurso. Esta segunda no es irónica (dice honorable en lugar de honourable) porque se refiere al tratamiento de unos Senadores con otros (honorable) y no a ser persona de honor (honourable). Me refiero a estas dos líneas: «For Brutus is an honourable man; So are they all, all honorable men» en la escena. Dicho sea de paso, en el americano moderno, solo se usa la palabra «honorable» sin la «u».
     
    El DRAE en su acepción tercera de la palabra «honorable» reconoce el uso formal en los foros legislativos de hoy día, que no habla de la virtuosidad de la persona, sino de su dignidad como senador o parlamentario del pueblo, de cuya condición le viene el derecho al tratamiento.
     
    Repites que soy un hombre «honrado» y remites esta afirmación a la ironía de Marc Antony en la tragedia shakespeariana, pero consulté cuatro ediciones de la misma y la palabra inglesa para «honrado» no aparece. De hecho, no existe una tal palabra en el Oxford Dictionary. La más cercana fuera «honest» pero me parece que seas una persona culta y no dirías una cosa por otra.
     
    En suma, quedo confundido —acepto tu corrección de 20 junio 2017 at 12:16 pm. y doy por zanjado el asunto— y te agradezco haber respondido algo a modo de aclaración (si esa fue tu intención) del «elogio».
     
    Mi confusión se debe a que ni soy como Bruto (excepto por ser torpe); ni merezco el tratamiento de «Honourable» porque no soy miembro de ningún foro legislativo; y a que no puedes saber si soy «honorable» porque lo soy, pero no me conoces.
     
    Hubiese sido más sencillo que releyeras la entrada (19 junio 2017 at 23:47 pm) en la que comento que el adverbio «siempre» es muy difícil de justificar y muy fácil de cuestionar. Solo eso. Pero claro si no quieres, «ni modo», diría el inolvidable Cantinflas.  Un saludo cordial.
     
     
     

  • Carlos

    Era una cita de Shakespeare en el discurso de Marco Antonio ante el cadáver de Julio César

  • George R Porta

    Gracias Carlos, por aquello de considerarme in individuo honrado aunque no me conoces.

    ¿Pudieras volver a leer mi entrada, por favor?

    Si lo haces, aunque ya sé que seas libre de no hacerlo, verás que en la primera línea debajo del texto en negrita respecto al cual hago mi comentario, me refiero al uso del adverbio «siempre» que es lo único que cuestiono.

    Dicho sea de paso, este Jueves me decidí a comer una cereza sin pagarla en el supermercado donde compro. Fue solo una. Después me sentí culpable, però aún así no ‘pagué por ella y razoné lo siguiente:

    1) ¿Si no la pruebo como sé que estén buenas? Porque yo necesito conocer para afirmar. y

    2) Ya las cobran a sobreprecio. Conclusión agradezco mucho que sin conocerme me reconfirmes cuán honrado soy y lo agradezco.

  • Carlos

    Yo pensaba que desde sus comienzos el cristianismo predicaba y sigue predicando el amor al prójimo, el perdón de los enemigos, el dar la vida por los demás, el compartir los bienes, socorrer al necesitado, animar la esperanza… pero George R. Porta dice que no. y George R. Porta es un hombre honrado.

    Yo creo que eso es impulsar valores y en el siglo pasado Martin L. King, madre Teresa, Bonhoeffer, Lorenzo Milani, Edith Stein. Simone Weil, Marcel Légaut… han sido ejemplos eminentes de esa tarea pero George R. Porta dice que no y George R. Posta es un hombre honrado

  • George R Porta

     
     Leo en el artículo: «Pero las religiones han sido siempre también lugar de impulso de valores y no pueden, sin traicionarse a sí mismas, olvidar esa función.»
     
    El peligro de los adverbios es difícil de sortear porque nada más fácil que desmentir esas afirmaciones que todo el mundo quiere hacer creer a los demás solo porque ellos prefieren creerlas. Parece más bien, en efecto, falso, flagrantemente falso, que «las religiones han sido siempre también lugar de impulso de valores». Quizás basten, como evidencias de ello, estos dos testimonios, que, aunque no satisfagan a muchos, me parece que tengan suficiente peso:
     
    1.             Juan Pablo II: Carta Apostólica Tertio millennio adveniente, 10 de noviembre 1994, nn. 33 – 37: accesible en línea el 19-junio-2017: http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/apost_letters/1994/documents/hf_jp-ii_apl_19941110_tertio-millennio-adveniente.html
     
    2.             Hans Urs von Balthasar, Casta meretrix, en Ensayos teológicos II. Sponsa Verbi, pp. 197-290: accesible en línea el 19-junio-2017:
     
    https://www.scribd.com/document/337779252/Ensayos-teologicos-II-Sponsa-Verbi-Hans-Urs-von-Balthasar
     
    Ambos autores son conservadores y, el primero anclado en su tiempo, el segundo recorriendo todo el tiempo anterior desde el AT, ofrecen aquél evidencia de que la «religión católica», no solo la jerarquía, sino la Iglesia, ha distado y dista mucho de haber sido siempre lugar de impulso de valores sin, de alguna manera, quizás como pensaba Agustín, simultáneamente, haber sido todo lo contrario. Von Balthasar revisa la noción de la meretriz como prefigure y figura de la Iglesia con los avatars que ha sufrido el argumento. Es extensor però a quien le interese le puede resultar agradable y se trata solo de 100 páginas bien escritas y legibles en el enlace que ofrece Scrbd.com.
    La conclusion es me parece directa: Si la Iglesia Católico-Romana, tanto como realidad viviente en cada uno de sus  miembros cuanto como realidad institucional (magisterio, liderazgo, etc.), no ha sido siempre impulsadora de valores y dado el ejemplo que debió y debe dar, según estos dos testigos que pueden ser acusados de todo menos de no haber tratado de defenderla cada uno a su manera (lo hayan logrado o no), subsecuentemente la «religión católica» que la Iglesia representa y promueve tampoco ha sido siempre impulsadora de valores.
     

  • Román Díaz Ayala

    ¿por qué tenemos que deducir que la religión siempre es anterior a la ética? ¿Tiene tal cosa una base de conjetura histórica?

    Una persona es atea porque cree firmemente que Dios no existe, pero por la misma razón podemos afirmar que es atea porque no conoce a Dios, porque carece de,   o ignora  los medios para religarse a la divinidad. ¿Es necesariamente inmoral? ¿No va esto en contra, y hablo para una persona cristiana, de lo que nos dado a conocer Dios a través de la Revelación? El Génesis que habla de “los hijos de Dios” y los hijos de los hombres” no pone el énfasis en sus creencias, sino en sus conductas. Es una enseñanza del judaísmo postexílico ( sinagogal) que llegó hasta el Rabino Saulo de Tarso (Romanos)

    La espiritualidad del ser humano radica en que es un ser ético y abierto a la trascendencia. Las religiones son un producto cultural, nacen de la reflexión humana y de las diferentes maneras de abordar los conflictos de sus vidas. La espiritualidad es su anterioridad humanizante.

    La persona religiosa tiene en grave problema: se niega a sí mismo su capacidad de perfección que Dios mismo espera encontrar en su creatura.

  •  
    ¿Donde Está Dios? 
    Yo te lo voy a decir. 
    Lo hemos matado, tú y yo. 
    Todos nosotros somos sus asesinos. 
    Pero ¿Cómo lo hicimos? 
    ¿Cómo pudimos bebernos el océano? 
    ¿Quién nos dio la esponja para borrar 
    el horizonte entero? 
    ¿Qué hicimos cuando separamos 
    esta estrella de su sol? 
    ¿A dónde se puede ir ahora? 
    ¿A dónde vamos? 
    ¿Lejos de todos los soles? 
    ¿Queda todavía altura y profundidad? 
    ¿Acaso no vamos avanzando hacia una imperecedera aniquilación? 
    ¿No percibimos las indicaciones 
    de este inmenso vacío? 
    ¿No está haciendo más frío? 
    ¿No tenemos que encender nuestras 
    linternas al mediodía? 
    ¿No oís el ruido de los sepultureros 
    abriendo la tumba de Dios?
     
    “Discurso del loco”
     
    Friedrich Nietzsche
     
     

    El pecado de Nicea

    Nicea impuso el credo. Y Europa se creyó que no había más Dios que el del credo.
    Nicea impuso con sangre, el Dios exotérico. Y este Dios es huero y opiáceo.
    Europa, felizmente abandono el Dios huero. Y se entregó con armas y bagaje al materialismo.
    Culpa de Nicea. El materialismo.
    Este materialismo se ha extendido como un cáncer al mundo todo.
    Pero…
    La ciencia materialista, que busca desesperadamente un trocito de materia en lo más pequeño. Se encuentra que siguiendo el método científico, la lleva a esta ciencia a comprobar empíricamente que todo no es materia. Que todo es consciencia. Y de rebote, valida las tradiciones espirituales, esotéricas. Y manda al desguace las exotéricas, basadas en el bien y el mal.
    O sea. Abandonando la religión exotérica, nos hemos encontrado perdidos por siglos. Pero esa ciencia chata materialista, carente de espíritu. Nos ha llevado felizmente a descubrir el espíritu. A redescubrir a Dios.
    No solo Nietzche, no solo Marx. Mas intelectuales europeos, identificaban la religión imperante. O sea el cristianismo imperante. Como consuelo opiáceo para desgraciados que se consideraban victimas.
    Dios nunca ha muerto, no lo encontrábamos por siglos. Pero aparece de nuevo ante nuestros ojos, con la “física” cuántica.
    La física cuántica, nos lleva de nuevo a lo esotérico.
    Al Papa Francisco le diría. Te subes al tren, o te quedas de reliquia tenebrosa del pasado.

    (No repaso nada, y no escribo mas. porque me he de ir a dormir, que mañana he de madrugar.)

  • Román Díaz Ayala

    Para que el fondo del posible debate esté más clarificado conviene aclarar algunos puntos.

    Laicidad y secularización no siempre significan lo mismo ni tienen por qué ser términos equivalentes. La secularización nació con el Renacimiento en lo cultural y continuó con el laicismo doctrinal que dió paso a la modernidad.

    No es cierto que la razón “secular” haya relegado la Religión al terreno privado y que le negase además cualquier manifestación en el ámbito de lo público. Los Estados “más secularizados” del mundo occidental guardan en su  seno las más significativas instituciones, celebraciones  y actuaciones públicas de carácter religioso.

    El diktum de Böckenförden en sus términos no puede ser apartado de la filosofía y la práctica del Derecho tal y como han sido objeto de debate tras la caída del Nazismo (Juicios de Nueremberg) La libertad u otros valores que conforman los principios del Derecho en nuestras democracias sociales y de derechos, como la española, por ejemplo, tiene que ser contemplada necesariamente en su aspecto, externo, formal, o  jurídico, pues conforman el Derecho “Publico” que se da a sí mismo el conjunto de la sociedad civil.

    La crisis de la Modernidad llevó al colapso a la Civilización Occidental, siendo su fase más aguda desde los prolegómenos de la I Guerra Mundial hasta el final de la Segunda. En España no lo vivimos de igual manera porque a la guerra civil, preámbúlos de la II Guerra Mundial, siguió la dictadura que no sólo prolongó el fascismo, sino que también nos ató al nacional-catolicismo. En España, la modernidad que significó la vuelta a la Democracia no nos permitió asumir con toda su dramático contenido la crisis de identidad del pensamiento occidental tras los holocaustos.

  • Román Díaz Ayala

    La secularización, fenómeno propio de nuestra civilización europea tiene dos vertientes que muchas veces no alcanzamos a distinguir.

    Una surge a partir de la sociedad que se pretendía dejar atrás y que habíamos construido durante un milenio, la cual tenía a Dios y su Creación por fundamento, por lo que todas las cosas estaban ordenadas a Él. La sociedad civil construía La Ciudad de Dios en la Tierra. La ética era, por tanto, una ética de Salvación, pues los individuos se orientaban hacia su fín último.

    La sociedad Moderna se construye sobre la premisa del ser humano, su autonomía frente a la teología, y el bien y la felicidad como frutos de su esfuerzo. La religión deja de ser rectora de la sociedad, pero no enemigo del nuevo pensamiento racional, porque, en definitiva, no se desestima la idea de un Dios Creador, sino que se afirma de forma optimista una nueva forma de entender la Creación de Dios orientada desde el principio a la felicidad humana. La ética así nacida reviste al ser humano de una nueva dignidad y lo hace portador de unos derechos sin una orientación salvífica, sino gratificante por sí misma.

    Tal “neutralidad”, en uno u otro campo o vertiente suele ser la que ha sido cuestionada por los excesos o polarizaciones. Por parte del confesionalismo principalmente el debate entre razón y fe, y por un ateismo militante la lucha contra el sentimiento religioso.

  • Gonzalo Haya

    La sociedad no puede mantenerse sin valores éticos y, en sus orígenes, las religiones han sido las portadoras de esos valores (mejor o peor formulados). Ahora nuestra cultura occidental ha llevado el péndulo al extremo opuesto y rechaza las religiones (otras culturas, incluso mayoritarias, continúan ancladas en las religiones), pero los individuos tenemos anclados esos valores (más o menos) y podemos prescindir de las religiones. Creo que paulatinamente esos anclajes irán fallando y probablemente nuestras futuras generaciones redescubrirán nuevas formas de religión (el péndulo se ira desplazando hacia el otro extremo); pero esas nuevas formas de religión no vendrán  de “arriba” sino que nacerán desde la conciencia individual y colectiva de algunos (que en realidad es lo que ha sucedido en la Historia con todas las religiones).

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