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Lo que esperamos y exigimos del nuevo arzobispo

Simultánea e inesperadamente se ha producido el cese de D. Carlos Osoro como arzobispo de València y el nombramiento de su sucesor, D. Antonio Cañizares, siguiendo la costumbre “secretista” vaticana. Tal forma de actuar imposibilita la participación de todo el Pueblo de Dios y contradice la doctrina del Concilio Vaticano II.

No podemos dejar de pronunciarnos ante este hecho tan relevante en nuestra Iglesia particular. Así pues exponemos nuestros deseos y nuestras exigencias atendiendo a la particular situación del Pueblo Valenciano y al diseño pastoral del papa Francisco.

Hemos de manifestarnos claramente como “la Iglesia de Jesús”. Por eso necesitamos que el obispo dé testimonio de solidaridad y compromiso con la gente que más padecelas consecuencias de la crisis y las dificultades económicas y nos anime a hacerlo también, alzando nuestra voz en la defensa de los derechos humanos con actitu- des claras de cercanía, sencillez, solidaridad, valentía y decisión. Es preciso que el obispo promueva el talante acogedor y servicial, abierto y dialogante, misericordioso y austero que el papa Francisco manifiesta y pide.

La misión liberadora y humanizadota de la Iglesia al servicio del mundo exige que nuestro obispo evite toda clase de coalición con el poder económico, político o mediático y de posicionamiento ideológico y partidista desde opciones políticas determinadas (como la unidad de España o la independencia de alguna parte).

Es importante revisar las relaciones entre Arzobispado y Generalitat y los privilegios fiscales de la Iglesia, desde una perspectiva democrática y laica. El obispo tiene que promover, con decisión, el respeto y la valoración de las diversas iniciativas y organizaciones que buscan la solidaridad eficaz con los grupos sociales excluidos y los pueblos del Sur.

Es fundamental que anime al compromiso profético y firme por la justicia, que denuncie sin tibieza las corrupciones y los fraudes y que manifieste una opción clara por la gente más empobrecida y por “las periferias” y una sensibilidad especial ante todo sufrimiento humano. Eso se ha de traducir en gestos significativos, como denunciar el trato inhumano a las personas inmigrantes en las fronteras o las playas y pedir el cierre de los CIEs y también una sani- dad, una enseñanza y unos servicios sociales públicos y de calidad para todas.

La Iglesia de València, como Iglesia particular, se ha de encarnar en nuestro Pueblo Valenciano. El obispo diocesano tiene que hacer, pues, un esfuerzo real de encarnación en la lengua y la cultura propias de nuestro Pueblo. Esto tiene que concretarse en conocer y utilizar el valenciano, favorecer el uso de nuestra lengua en toda la vida eclesial, especialmente en la celebración comunitaria de la fe, y publicar, con carácter de urgencia, los libros litúrgicos oficiales en valenciano y según la normativa filológica universal y oficialmente vigente en nuestro País.

Es preciso declarar obligatoria la enseñanza del valenciano en el seminario y enviar, a las parroquias de habla valenciana, sacerdotes que se expresen en valenciano.

Fortalecer la conciencia comunitaria, sinodal y colegial de nuestra Iglesia diocesana exige que el obispo, siguiendo la práctica del papa Francisco, impulse una organización diocesana lo más sinodal posible y asegure la participación real de todas y todos desde la riqueza del pluralismo existente. Eso implica escuchar respetando las diferentes sensibilidades, promover las diversas opciones cristianas aceptando y valorando la crítica y la disensión, y poner de manifiesto, en toda actividad diocesana, la igual dignidad de mujeres y hombres.

Es necesario garantizar la presencia de mujeres con responsabilidades de decisiónen los diferentes ámbitos de la vida diocesana y cuidar el lenguaje para evitar que sea discriminatorio de cualquier persona. Es urgente renovar la organización parroquial desde los retos del mundo de hoy y promover la corresponsabilidad eclesial, favoreciendo el protagonismo seglar, en todo el funcionamiento diocesano (incluso en lo referente al nombramiento de obispos auxiliares).

Como comunidad eclesial hemos de estar presentes en todos los ámbitos que preocupan a la ciudadanía. Por tanto, nuestro obispo ha de impulsar el diálogo y el encuentro con los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, sea cual sea su pensamiento, condición, tradición cristiana o religión. También, como hace el papa Francisco, ha de favorecer la colaboración interreligiosa por la paz, la justicia y la defensa de la naturaleza y, especialmente, promover y apoyar las experiencias de diálogo ecuménico y de celebración entre creyentes de diferentes confesiones cristianas, para ir haciendo camino hacia la unidad querida por nuestro Señor.

Es preciso que promueva en las instituciones docentes de la Iglesia, también en los seminarios, el diálogo sincero con el mundo secularizado y científico, la cohesión social y la igualdad real de oportunidades permaneciendo al servicio de la gente más empo- brecida. Es importante revisar la función social de la Universidad Católica para posibilitar el acceso a personas que, por falta de recursos, no pueden estudiar en la pública.

En la tarea de renovación de nuestra Iglesia diocesana con estos rasgos, el nuevo arzobispo encontrará todo nuestro apoyo y nuestra colaboración.


Grup de seglars i rectors del dissabte (València, noviembre de 2014)

Un comentario

  • Antonio Vicedo

    -El arzobispo en este caso, como cualquiera que intente considerarse por opción de fe  cristian*, lo principal que debe hacer es mostrar práctica coherencia con el contenido de la credencial otorgada por Jesús al confiarles la misma misión terrena que a Él le confiara Quien le envió a formar parte de la Humanidad:-“COMO el Padre me envió, ASÍ os envío yo a vosotros.”
     
    Aquel:-“Ejemplo os he dado”,  y “Lo que hiciereis con un* de mis mas pequeñ*s herman*s , a Mi me lo hacéis”, es el marco  que contiene nuestra humana tarea, pues, en la realidad humana terrena, es donde alcanza, o no, realidad la identidad cristiana:( Ju. XIII,35:”En esto conocerán que sois discípul*s mi*s, en que os amáis l*s un*s a l*s otr*s.)

    Y para los que se consideran JERARQUIAS (SAGRADO PODER), hay que recordarles aquello tan claro y contundente de Jesús: ” A nadie consideréis, ni llaméis padre sobre la tierra, pues UNO SOLO, EL CELESTIAL, ES VUESTRO PADRE.”
     
    ¿Podrán entrever algo de esto, los valencianos, en el conjunto episcopal de la Catedral, su adjunto Palacio y lo que desde ellos se vive y se proyecta como ANUNCIO DE LA BUENA NOTICIA PARA LOS POBRES= EVANGELIO?

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