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Ante el próximo viaje de Francisco

vatican insiderEncontramos este informe en Vatican Insider y creemos que puede ser interesante para ver cómo Israel impone su férrea mano ante la próxima visita.

Entre muchos cristianos de Tierra Santa se respira desilusión. Llegará el Papa «de las periferias» y ellos no podrán verlo

Gianni Valente
Roma


Los billetes para asistir a la Misa que Papa Francisco celebrará en Belén el próximo sábado se han convertido en mercancía muy preciada. En estos días, para evitar la práctica de siempre que en semejantes ocasiones favorece a los “amigos de los amigos de los amigos”, los cristianos de Palestina han recurrido a la fantasía: «Ayer –explica en su blog “Abuna” Mario Cornioli, sacerdote toscano “prestado” al Patriarcado latino de Jerusalén– los parroquianos de Beit Jala se los jugaron a la tómbola, mientras que otros parroquianos de Belén los repartieron con un sorteo…». La Plaza del Pesebre, frente a la Basílica de la Natividad, no es muy grande y tiene una capacidad para máximo 10 mil personas, que también llegarán de Jerusalén y Galilea. «En la parroquia de la Franja de Gaza, en donde viven 1800 cristianos, en su mayoría ortodoxos», explicó don Cornioli a Vatican Insider, «han obtenido 649 permisos». Pero las autoridades de Israel no han concedido estos pases a núcleos familiares completos: algunos de los permisos fueron para niños, sin sus padres, y en otros casos sucedió lo contrario. Así, muchos acabarán renunciando a esta oportunidad. Además, son muy pocos los adolescentes que podrán ver a Papa Francisco. Y también se quedarán en Gaza dos jóvenes esposos que, según el programa, habrían participado en el almuerzo de las familias palestinas con el Papa: ambos tienen menos de 35 años, por lo que no obtuvieron los permisos. Serán «sustituidos» con una mujer de 37 años.

BelénLos que obtuvieron pases de acceso están gozando la espera y se preparan al encuentro. Pero entre muchos cristianos de la Tierra Santa, sobre todo en Galilea, crece la desilusión y el disgusto: ya saben, según explica don Mario, que «no podrán ver y ni siquiera rezar junto su Papa tan amado… Y es una lástima que esta visita cree en los corazones de nuestros hermanos cristianos tristeza y desilusión, cuando debería provocar alegría y felicidad».

Los gestos y las palabras del Papa han calado hondo entre los cristianos de Palestina. Él habla de las periferias, de las fronteras, y ellos casi siempre se sienten en el umbral, en la frontera. Él habla de una Iglesia que sea como un «hospital de campo», que cure las heridas. Y ellos se sienten abrazados a pesar de todas las heridas que marcan su condición de cristianos, árabes, palestinos… Pero la fugacidad de la visita y la importancia del momento principal, el abrazo entre el Obispo de Roma y el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomeo I, ha fatalmente reducido los espacios de encuentro entre el Papa y las comunidades de la Iglesia local. En un principio se había cancelado la posibilidad de un breve encuentro entre el Papa y los párrocos católicos de Palestina (y ahora se debería llevar a cabo en la sede del Patriarcado latino). Y lo peor les tocó a los cristianos de Jerusalén: por motivos de seguridad «en la jornada del lunes 26 de mayo», confirmó el padre Cornioli, «en toda la ciudad se decretó el toque de queda, y ninguno podrá festejar al Papa cuando entre a la Ciudad Vieja».

Hace unos días, un grupo de cristianos jerosolimitanos, guiados por algunos parroquianos de la Iglesia católica latina de San Salvador, manifestaron su disgusto a las autoridades eclesiásticas frente a la posibilidad de no poder ver ni siquiera al Papa cuando pase por las calles de la ciudad: «Es inaceptable que el Papa pase por los callejones del barrio cristiano y los vea vacíos de fieles y de cualquier signo vital», escribieron en una carta al nuncio vaticano Giuseppe Lazzarotto. «Pero parece que no hay nada que hacer en contra de la famosa “seguridad”…», escribió en su blog Mario, que «se ha convertido en el único dios al que se sacrificará todo y nuestra pequeña comunidad pagará la factura otra vez». Según el sacerdote, «Papa Francisco entrará a una ciudad fantasma y no verá a ningún niño saludándolo, no habrá ninguna viejita que quiera tocarlo, no podrá saludar a ningún enfermo y tampoco intercambiar su solideo con ningún frailecillo. Justo él, que adora saludar a todos, abrazar, sonreír, hablar y salir al encuentro de la gente».

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