El conocido teólogo Juan José Tamayo acaba de publicar un nuevo libro titulado Otra teología posible en Ed. Herder. Este encabezamiento no es el anuncio al uso de un libro, e incluso de un libro más, no es éste el caso.
Tamayo ha dedicado la mayor parte de su vida a estudiar teología cristiana, sin bien con el paso de los años se ha ido abriendo a otras realidades religiosas, otras espiritualidades y siempre, sin perder de vista el sentido ético dentro y fuera de las religiones.
Su inconformismo intelectual y su rebeldía ante lo establecido como sinónimo de inmovilismo, le ha puesto siempre en punto de mira de la ortodoxia tradicional católica, mientras ha sido muy bien recibido por sectores de base o laicos o incluso de otras religiones.
Hace casi 30 años que le conozco y he podido seguir su evolución constante hacia una racionalización del hecho religioso. Su punto de partida es el interrogante de porqué las religiones se empeñan tanto en responder a preguntas que a la sociedad actual no le interesan ni les preocupan. El desarrollo de esta inquietud, como es lógico, supone cuestionar la ortodoxia inamovible que mantiene la Jerarquía católica. La consecuencia derivada de esta actitud ha sido el conflicto continuo con dicha jerarquía, cada vez más agudizada, hasta el punto de que últimamente le han impedido hablar en cualquier lugar propiedad de la Iglesia o de órdenes religiosas.
Esto supone que la jerarquía, utilizando la estrategia del avestruz, prefiere no saber de otras realidades por si sus seguridades se tambalean.
En este nuevo libro, Tamayo lo que propone es el marco sociocultural en el que la teología tendría que realizarse para poder sintonizar con las inquietudes y anhelos de nuestra sociedad, para que no sea un cuerpo extraño, e incluso incómodo a tan amplios sectores sociales en todos los continentes.
El autor centra su análisis en tres aspectos concretos: el pluralismo religioso, la interculturalidad y el feminismo. Cada apartado mencionado está exhaustivamente documentado, estudiado y analizado. Si algo tiene Tamayo es su capacidad de retener y asimilar todo lo que lee, que es muchísimo. La documentación aportada a cada tema es enciclopédica. Lo que nos indica que sus propuestas no son ocurrencias individuales.
A partir de su ingente conocimiento sobre lo que escribe, él hace su muy enriquecedora aportación sobre la que construye un libro de 406 páginas, de doce capítulos en los que el lector sentirá la sensación de que se le abren puertas y ventanas por donde entra aire fresco y regenerador de ideas que nos sitúan en una realidad más acorde con nuestro tiempo y que las religiones deberían tomar como referencia. Lo contrario es lo que produce el divorcio que estamos constatando cada día entre una sociedad dinámica e innovadora, y una religión instalada en otra época que nada tiene que ver con la de hoy y a la que nada le dice.
Mi religiosidad es muy distinta a la que apunta Fico y también Asun. Digo distinta, ni mejor ni peor sólo diferente. No intenta el encuentro con Dios en el interior de mí mismo, en el hondón del alma. Mis conocimientos en neurología borraron de un plumazo la “certeza” de mis experiencias espirituales o místicas anteriores. La duda me obligó a buscar por otros caminos a mi Dios. Lo único que podía mantener en mí era el anhelo de Dios, de trascendencia; pero un anhelo, acompañado de sensaciones y sentimientos, no me resultó suficiente para concretar una presencia real de Dios en mí y la duda cortó desde entonces cualquier intento de elevación y armonía mística. Mi fe religiosa entró en una fuerte crisis que creí irrecuperable.
Fue el estudio de Jesús de Nazaret como el hombre histórico que fue y de la Cristología, de su asombrosa relación personal con su Dios y con los demás, lo que me llevó a colocar las relaciones personales en el primer plano de la religiosidad y dejar lo espiritual como simple ayuda interior a lo importante, las personas. Desde entonces Dios para mí es una persona, una persona completamente humana, al que trato de igual modo que a los demás, con la única y esencial diferencia de que Dios es una persona humana en plenitud del mismo modo que Jesús. Dios es un hombre al que llamo Padre, tal como Jesús enseñó, que ocupa el centro de mi religiosidad. Si es un hombre, aunque sea en plenitud no puedo verlo dentro de mí sino como alguien distinto con el que me relaciono. Sin embargo, como creo que los seres humanos estamos en proceso de plenificación podemos sacar de nosotros aquello que apunta a la plenitud y de aquí recupero en cierto sentido mi espiritualidad.
Mi fe se centra en la esperanza. La esperanza del triunfo final del bien, en el que toda la humanidad sin exclusiones, y el conjunto de humanidades posibles de otros planetas habitables, alcanzaremos la plenitud con Dios. Dios es Misterio, lo Otro incognoscible, lo Trascendente pero también lo Inmanente y por Jesús puedo decir que esa inmanencia es asumida por el Padre, y que nosotros compartiremos con Él cuando alcancemos la plenitud. Cuanto más humanos más divinos, puesto que el conjunto de humanidades será en definitiva Dios mismo junto al Padre.
Saludos cordiales
Efectivamente, querido Oscar, ni la teología ni nadie puede hablar de Dios, a quien nadie ha visto, sino de los “modos históricos”, de lo que se ha dicho de él a lo largo de la historia. Y, por tanto, la teología debe estar incardinada en la historia, y eso es lo que hace Tamayo. Otro tipo de teología que no sea esta encarnación en la historia, pienso que son brindis al sol.
Querido Fico, gracias por dar tu interpretación de la metáfora, el pozo, el nuestro o el colectivo, está siempre ahí, esperando a emerger inagotable el manatial abierto e ilimitado. Está ahí alerta a ser desescombrado y ser por fin descubierto sin asideros y amarras que su agua no es de nadie y es de todos, y que otros pozos tienen posible también su acceso, aunque sean muy diferentes al nuestro.
Por eso creo que la teología tal y como la conocemos y nos ha llegado se queda en llenarse de conceptos y cerrar sobre sí a la religión, sin dar respuesta a nuestras inquietudes de sentido, que en ser vehículo hacia un despertar a la dimensión profunda en que el todo ser humano pueda reconocerse en el otro, compartiendo su verdadera identidad sin ninguna separación. El problema surge cuando lo exotérico de la religión y el cómo se contextualiza se absolutiza. Siendo un cauce más para unirse a otros en el Agua, se repliega sobre sí misma, se aísla y empobrece.
¿Por qué si no están en crisis, incluidas sus teologías? Su sistema de transmisión de creencias ha sido muy bien mimetizado por la idolatría del mercado. La inercia es muy fuerte e imparable. Y lo triste es que seguirán buscando las causas fuera de ellas, y no mirarán en lo profundo de sí mismas, para ver que la deconstrucción es clave para ir al origen que le dio a luz, para acceder a lo esencial, a lo más hondo desde dentro.
Un fuerte abrazo.
Hola!
Gracias al Servicio de Juan Cejudo Caldelas accedí a:
ENTREVISTA A JUAN JOSÉ TAMAYO EN TVE: “OTRA TEOLOGÍA ES POSIBLE”(VÍDEO DE 14´ 40´´)
http://www.redescristianas.net/2011/12/22/entrevista-a-juan-jose-tamayo-en-tve-otra-teologia-es-posible-video-de-14%c2%b440%c2%b4%c2%b4/
1º) No entiendo por qué siendo el tema fundamental el “Asunto DIOS” (TEO-logía)
a DIOS no se lo trata,
sino a sus tratadores, abarcados en el “Asunto RELIGIÓN”
(aún la del “MERCADO”, como de noche todos los gatos son pardos)
2º) Al inicio de este Post de la compañera ana
está el enlace con la Editorial Herder
a) El acápite se dice que:
Ha llegado el momento de poner en práctica en la teología
el lema de la Ilustración: “¡Atrévete a pensar!”
* A mí me parece que el lema de la Ilustración no es ese sino:
“Apurémonos a Enseñar”
(palabras inaugurales de uno de sus Fundadores, Diderot)
b) Dice también:
“Tamayo incorpora la categoría de la interculturalidad”
* A mí me parece que Juanjo no podrá encontrar
ningún “sujeto” inter-cultural.
Los “sujetos” necesariamente nos encontramos en una cultura (la que sea).
“Entre” las culturas no hay nada más que:
– el vacío de realidad.
– el lleno de relatividades recíprocas.
La interesante categoría, si quiere ser útil,
tendrá que verse como “el problema”, no como la solución;
cosa que habría que tratar, precisamente, el “Asunto DIOS”
en sus “modos históricos”;
que es lo que, sí, vale del enfoque de Juanjo.
¡Vamos todavía! – Oscar.
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JAQUE MATE A LA DOCTRINA JUDAIZANTE DE LA IGLESIA QUE HA CONVERTIDO AL CRISTIANISMO EN RELIGIÓN BASURA. El análisis racional de los elementos que integran la triada pre-teológica judeo cristiana (la descripción neutra del fenómeno espiritual, su explicación y su aplicación), nos permite criticar objetivamente el profetismo judío y la cristología de San Pablo que fundamentan la doctrina judaizante de la Iglesia; y visualizar: 1) que las directrices de los ancestros de Israel (patriarcas, profetas, reyes y jueces) contenidas en el Antiguo Testamento, son opuestas a las enseñanzas de Cristo, ya que en lugar del amor al próximo, promueven el racismo, el despojo, el sometimiento y/o exterminio de los pueblos no judíos; 2) la omisión capital que cometió Pablo en sus epístolas al mutilar al cristianismo de la doctrina de la trascendencia humana (instruida e ilustrada por Cristo) que se alcanza practicando las virtudes opuestas a nuestros defectos hasta adquirir el perfil de humanidad perfecta (cero defectos), dándonos acceso a las potencialidades del espíritu a medida que nos vamos desarrollando espiritualmente; 3) la urgente necesidad de formular un cristianismo laico enmarcado en la doctrina y la teoría de la trascendencia humana (sustentada por filósofos y místicos, y su veracidad comprobada por la trascendencia humana de Cristo); a fin de afrontar con éxito: “el ateismo, el islamismo, el judaísmo, el nihilismo, la nueva Era y la modernidad”, que amenazan con sofocar al cristianismo. http://es.scribd.com/doc/73946749/Jaque-Mate-a-La-Doctrina-Judaizante-de-La-Iglesia
Apreciado Javier, veo que no das puntada sin hilo. Tengo muchas cosas en común contigo, pero no todas.
En lo de la fe coincido en buena parte de lo que dices, pero distingo entre fe y creencias. Las creencias –a mi modo de entender- son los conocimientos religiosos primeros que dan al hombre razón de su trascendencia y lo ponen (o eso debieran, aunque se pierden por el camino y por eso pasan todas esas cosas que dices tú) en vías de profundizar en el conocimiento de sí mismo y, al paso que eso va sucediendo (espiritualidad) y llega uno a tener presencia de sí, empezar a profundizar también en la búsqueda del conocimiento (descubrimiento, encuentro…) de Dios; hasta llegar, en lo más hondo de uno mismo, al encuentro de presencias; entre la propia ya alcanzada antes y la Suya, recibida –si se recibe- tiempo después. Momento en el que –esa es mi experiencia- se empieza a recibir la fe. Lo cual es muy diferente que considerar como fe el hecho de conocer, creer y militar en la defensa de las creencias del magisterio de la iglesia.
Y respecto a lo de mi nieto (por aquí anda revoloteando) estate tranquilo que no abusaré de su inocencia. Se trataría, a su debido tiempo, de favorecer “el nacimiento” en él (sólo en nacimiento, lo demás es cosa de su intimidad consigo mismo y con Él), de una expectativa de sí mismo (¡fe en sí mismo! y no pecado original!), que a medida que vaya alcanzando madurez humana, favorezca el descubrimiento del sentido de trascendencia de sí. De manera que ese anhelo de trascendencia le lleve a profundizar en el conocimiento de sí, y, en el límite de ese proceso de depuración, se acabe encontrando (¡tropezando y descubriendo!) en lo más hondo de sí, con algo Superior a sí, que saliendo de él y siendo parte de él –que siendo suyo- no es sólo suyo, y que le sale al encuentro desde sí mismo, y le pone en contacto con las zonas más hondas de sí que lindan con algo divino que hay en él. Es esa “acción” innombrable en uno que….
Y los descubrimientos que a partir de ahí se produzcan, son algo intransmitible a otros, sobre los cuales uno sólo percibe como destellos indescriptibles, pero que le dejan a uno como imantado, con un ansia imparable de nuevas trascendencias. Y…, qué quieres que te diga, son cosas que tienen muy poco que ver con las discusiones sobre religión que pretenden suplantar la fe.
Mis creencias son el mensaje de llamada de Jesús de Nazaret. Llamada que es fermento de esa búsqueda y profundización en el conocimiento de uno mismo y que, al paso que enriquece nuestra relación de amor con el prójimo, culminaría (y no estoy seguro de qué va primero y qué va después) con el encuentro de Dios en uno mismo. Yo no sé si Jesús era Dios, creo que, como cualquier hombre, empezó no siéndolo, pero a media que fue descubriéndolo dentro de sí, fue un hombre tan de Dios, que acabó siéndolo. Y no porque crea que es una capacidad –hacerse Dios- que se pueda ejercer a voluntad, sino porque -si Dios existe- cuando un hombre da tal cumplimiento a su humanidad, como Jesús le dio a la suya, se hace tan de Dios; que a Dios –por amor- “no le queda más remedio” que hacerlo parte de sí. Por eso Jesús se refería a él como Padre.
Como comprenderás estas son mis teorías de uso personal y no estoy dispuesto a someterlas a discusión teológica con nadie. Hemos tragado demasiada farfolla religiosa ajena, como para que, ante la perplejidad que semejante tema produce, ahora uno no pueda permitirse sus composiciones relativas con las que ir tirando hacia la meta ¿no?
Recuerdo un día, hace unos dos años, que Asun (sí, nuestra querida y profunda Asun de Atrio) expuso una metáfora que yo ahora –con mi pobre memoria- destrozaré (Asun, recuérdanosla tú, que lo harás mejor). Planteaba la relación entre religión y fe como un pozo de cuyo fondo brotaba agua viva (la fe), pero en el que la dificultad para acceder a ella consistía en que el hombre, a lo largo de siglos, para extraerla había llenado el pozo de artilugios, trastos y cachivaches extraños, que habían acabado por cegar el pozo, del que ya apenas se podía sacar agua. Conclusión: saquemos todos esos trastos y sustituyámoslos por algo simple que nos permita acceder al agua; pero no hay por que negar la existencia del agua al fondo del pozo ¿no?
Para mi la fe es algo que empieza a aparecer a partir de ese encuentro de presencias y abarca (fermenta) todo en la vida del que la recibe. Discutir de religión es “otra cosa”. Y lo dejo ahí, que para ser el día siguiente al de Navidad ya está bien de “nacimiento”. Perdón por el rollo.
Un abrazo “nativideño”. Fico.
Javier, he estado pensando en si debo o no dialogar contigo pues a parte de ser a mi modo de ver excesivamente puntilloso cosa que admito, te pasas de agresivo en tus comentarios. Te digo lo mismo que Fico: frénate y relájate. Te pones como un basilisco nada más nombrar la ICAR. ¡Ah! No tengo ningún problema en reconocer que mi Iglesia cristiana sigue al papado romano, por tanto ICAR. Que sea católica, es decir, universal es más un deseo, una pretensión, un objetivo…… que un hecho. Se supone abierta a todos y no restringida a un pueblo como lo fue la religión judía o lo pretende ser el Islam. ¡Qué más quisiera yo que mi Iglesia fuese una madre acogedora de toda la humanidad sin exclusiones!
Hablas de las JMJ. Mi opinión es que cuando se han dado cuenta de que la ICAR retrocede en la UE no se les ha ocurrido otra cosa, desde JPII y sigue BXVI, que hacer manifestaciones multitudinarias “papistas” con lo más conservador de la Iglesia. Me ponen de muy mal humor. Y peor aún si se trata de una juventud, hipersana, hipervirginal, hiperalegre, de cándidos pajarillos cantores y flores silvestres. Las JMJ para mí son un despropósito, escorado hacia la juventud más derechona que según parece abunda, Son un desastre porque la mayor parte de la juventud es imposible que sienta alguna identificación con ellos, por tanto no sólo son inútiles sino contraproducentes, provocan burlas, rechazo, mayor alejamiento, a lo cual se añade su coste económico.
Sueltas a cada momento un montón sentencias rotundas cuya pretensión bien parece que sólo trata de herir a un “papista” y punto, o bien podría ser la descarga de un odio concentrado hacia una institución que te hizo mucho daño. Herirme a mí como fiel de la ICAR lo veo muy difícil, porque creo que hay muy pocas cosas negativas de la ICAR que no las haya asumido, pensado y dicho antes. Conozco lo suficiente de la ICAR de hoy y de su historia para que a estas alturas me sienta engañado. Tú quizás te sentiste engañado por creer que la ICAR era otra cosa, dando demasiado valor a lo que no lo tiene. Por ejemplo, hablas de la fe como si fuese la tabla única de salvación para el hombre, un tesoro imprescindible para la vida humana normal y para alcanzar la plenitud, la salvación. Cierto, se decía y aún se dice que fuera de la ICAR no hay salvación, en consonancia con un paradigma autoritario y absolutista que no es el nuestro, y aunque se pretenda restaurarlo a toda costa sólo les servirá a la gente ultraconservadora y reaccionaria que también las hay.
A mí me parece que es un error salirse de la ICAR cuando se descubren en ella tremendas incoherencias, fallos injustificables, e incluso engaños con toda la malaintención por pura mezquindad, o lo que es peor por una codiciosa voluntad de poder. De esto está llena la ICAR. Opino que si los valores “teóricos”, los objetivos, y sobre todo la idea de cómo debería ser una Iglesia seguidora de Jesús de Nazaret se mantienen, pues yo creo que se debe luchar por conseguirlo a largo plazo, a pesar de todo. Yo lo que quiero es que mi Iglesia cambie y no salirme de ella. Y ¿cómo va a cambiar si los más progresistas o los que ven sus deficiencias y las denuncian, o……….., si se desaniman y la abandonan? El cambio no es imposible, muchas veces a lo largo de la historia la ICAR cambió de rumbo precisamente por contextualizar con la época y cultura de Europa, en medio de enfrentamientos y luchas tremendas. Hoy no se ha dado cuenta lo suficiente de que nuestra época cultural es muy distinta al Antiguo Régimen absolutista en el cual la ICAR aún pretende mantenerse.
Saludos cordiales
Cierto Fico, debí haber dirigido mi comentario a Juanel; me he fijado en el texto y he equivocado el autor del mismo. Aunque no pongo nacimientos (y así tengo más tiempo), ando demasiado deprisa.
El que te expulsaran varias veces demuestra que lo que dice Juanel ni va bien ni funciona.
Yo estoy muchísimo mejor desde que salí de la ICR, y coincido con las opiniones de muchas más personas queridas desde entonces: a muchos cuando les explico que me engañaron y me salí de la ICR, entonces nos encontramos mucho más cerca, pues en el fondo a ellos les sucedió lo mismo: también se sienten engañados, y se apartaron de la religión católica.
Nos metieron además gran dosis de miedo a ‘perder la Fe’ (así la escriben a veces, con mayúscula, refiriéndose a la fe católica –como si fuera la única fe-, que llaman cristiana para acaparar más). Nos metían que perder la fe era perder un tesoro, como si la fe (católica o cristiana) fuera imprescindible para la vida humana normal, para alcanzar la plenitud como personas (y lo que llamaban ‘la salvación’).
Otro engaño más, sobre otros engaños, pues cada uno tenemos la fe que queremos libremente tener (salvo los que se dejan engañar), fe en la vida, fe en el amor humano, fe en la ICR, fe en Jesús, fe en Dios … etc. Sin que una y otra fe sean mejores o peores para poder llegar a ser cuanto mejores personas, para alcanzar cada uno, en pareja, y en comunidad, la mejor plenitud de vida.
La fe, que no es ninguna virtud (cualquier fe, también la católica y la cristiana), no son más que las creencias que cada uno quiera tener; creencias que tenemos porque queremos libremente tenerlas, porque nos parece mejor tenerlas que no tenerlas, no porque Dios nos envíe ningún don, ni porque el Espíritu Santo nos sople y como por arte de magia ¡zas!, nos ‘entre’ la fe, ni porque nos ‘ilumine’ Dios.
Ni porque la fe cristiana sea ninguna virtud, pues no son peores los que no la tienen o tienen creencias diferentes, o son sencillamente ateos.
Muchas madres rezaban y rezaban para que su hijo no perdiera la fe (por miedo a que no fuera bueno, no ‘se salvara’, o fuera atrapado por una secta –pues deben creer esas madres que al no tener fe, son presas fáciles para las sectas (como si la ICR no fuera una secta, gigante, pero tan secta como las demás).
Así que a tener mucha fe en que nace el niñoDios y a creernos que así, con sus sostén todos felices. Yo no me creo ni lo uno ni lo otro.
Ojo con lo que, ahora que no puede defenderse, le metes a tu nieto en su cabecita, que puede ser la base para su futura teología; déjale amplio y total margen de maniobra, para que sea libre de creer y hacer lo que mejor le parezca en cada momento.
Gracias Fico, que seáis muy felices estos días, y perdona mi despiste. Yo acabo de pasar una cena superestupenda con mi mujer y parte de mi familia, y de tanto cantar y demás, aún no me duermo.
Saludos cordiales
Frena Javier, frena y relájate; que parece que hayas comido tigre. Es que discrepas en mi nombre del comentario de Juanel de las 11,39 am, incluso con citas textuales, y no sé qué responderte. Entre otras cosas porque, aunque sin echarle tanta pasión a la cosa, estoy bastante de acuerdo contigo en la mayor parte de lo que dices.
De todos modos entiendo la manera de pensar y actuar de Juanel; no la comparto, lo cual me costó en su día tres expulsiones y sus sufrimientos previos y posteriores, y aunque me marché de allí (¡me echaron!) en paz conmigo mismo tras haber sido coherente con lo que pensaba y vivía, la verdad es que, una vez fuera y pasados los años, no estoy muy seguro de que para aquellas comunidades (que de eso se trataba) mi actitud fuera más beneficiosa que la suya. He tenido incluso oportunidad de volver a alguna de ellas veinte años después y seguían exactamente en el mismo lugar mental y religioso que antes del enfrentamiento que concluyó con mi expulsión. ¿Mi conclusión? Pues…, quisiera poder engañarme y especular sobre algún posible beneficio oculto, o por venir, pero mucho me temo que no sirvió de nada, o incluso, peor aun, fue utilizado para reforzar las posiciones de los mangonillas locales que, veinte años después, allí seguían mangoneando nuevas generaciones de infelices fieles. Quizá si me hubiera quedado habría sido más útil (¿?) “¿Chi lo sa?” Mientras que la experiencia de Juanel puede que sea más positiva. Ojo, y eso que yo, por mi carácter, volvería a hacer… -perdón, rectifico- : volvería a afrontar la situación pero procuraría hacer mejor algo muy parecido a lo que hice.
Y sobre lo de si añadir la C a la IC para distinguirla como ICR, pues tienes razón; no la ponía por pereza sin caer en la cuenta de que tenía su importancia.
Venga, que paséis todos felices fiestas. Me voy a acabar de poner el nacimiento con mi nieto.
Un abrazo a todos. Fico.
Juanel,
Llamas IC vuestra ICR, como si fuera suficientemente expresivo -y no lo es- de lo que es llamarla Iglesia Católica (IC), cuyo nombre completo oficial es Iglesia Cátólica Apostólica Romana (ICAR).
No lo es, pues sobre todo la ICR es romana, más que católica, y ser romana le produce una limitación esencial a su pretensión de ser católica (universal).
Tan esencial que buena parte de la Iglesia de Jesús no está en la IC. El Estado Vaticano, por ejemplo, no cabe en la Iglesia de Jesús, no es evangélico.
Jesús, un pobre marginal de su iglesia y sociedad judías, no es compatible con el Estado Vaticano, ni menos con el cargo de Jefe del mismo.
Llamarla IC, ocultando que es Romana, es tan engañoso como llamar JMJ (Jornadas Mundiales de la Juventud) -ocultanto que fueron Católicas- a lo que han hecho los jerarcas católicos y sus curas en Agosto de 2011 en Madrid con el papa.
Esas jornadas han sido como mucho de la Jornadas de la Juventud Católica (incluso ultracatólica), y la sigla C de Católica la han ocultado, no por olvido, sino intencionadamente para engañar a la gente.
Ni estaba en esas jornadas la juventud cristiana protestante, ni la juventud de otras religiones no cristianas, ni la juventud no creyente o atea.
Lo mismo que eso, en mi modesta opinión, engaña llamar IC a la ICR, ocultando intencionadamente que es Romana.
No querría creer que esa forma de engañar va con los que son acordes con la ICR.
Que tengas mucha felicidad, y la repartas, en estos días.
donde figura esatar debió figurar acatar
Fico,
La cuadratura del círculo (cuadrado pero ¡sin dejar de ser círculo?) Me huele a ambigüedad católica a tope, ese posicionamiento tuyo, para defender en definitiva que no te atreves –porque no quieres, o al revés, o porque no te parece rentable- salirte de la ICR:
“… dentro de la Iglesia a nadie se le impide participar en sus comunidades por muy progresista que se sea.
Es falso, Fico, salvo que por participar entiendas esatar y callar o decir-hacer amén a amén a lo que establezca el establecimiento oficial.
Intenta no más tomar la palabra en una misa, y verás que, o te callas, o te sacan a la calle. Una misa es –debería ser- una comida de las que hacía Jesús, la última cena si quieres, pero en cualquier cena los participantes en ella pueden tomar la palabra y hablar lo que les parezca mejor. En la dictadura católica eclesial no.
En las cenas de Jesús el centro, el protagonista, o lo era Jesús, o lo eran todos o nadie: en la misa católica el protagonista es el cura puesto a dedo por los jerarcas. Intenta hacer otra cosa en la misa, y te sacarán a la calle, con la policía, si hiciere falta.
… se puede continuar en la IC formando parte de pequeñas comunidades alternativas, sin hacer demasiado ruido y sin proclamar a los cuatro vientos una ruptura o enfrentamiento contra la voz oficial de la IC.
¿por qué no puedo continuar en la ICR y proclamar a los cuatro vientos por ejemplo:
– que Jesús no fue Dios,
– que el Papa es un dictador, no elegido por la comunidad como lo eran los papas hace siglos, y que por lo tanto no tiene legitimidad, ni tengo por qué reconocerle ninguna autoridad, al haber sido puesto endogámica y dictatorialmente a dedo por los cardenales nombrados a dedo al efecto por los papas,
– y que la confesión católica no es un sacramento porque ningunea a las víctimas?
Se puede sobrevivir si el párroco de turno es más o menos flexible y lo permite. Y si no lo es, Fico? ¿Si el párroco puesto a dedo por el jerarca puesto a dedo por el papa es, en coherencia con tan dictatorial funcionamiento estructural, un ultraconservador como el papa católico o como Rouco o Cañizares?
Me parece hipócrita, además de ambigüo, el planteamiento que haces, Fico, que evidencia que tu objetivo es mantenerte dentro de tu ICR a toda costa.
Saludos cordiales y felices días, que nos esperan para serlo.
Fico, apoyo tu intervención pues yo veo también que estamos siempre en proceso, en evolución de ideas, conocimientos, formas y estructuras sociales, etc. Pensar, sentir y expresar que hemos llegado a la solución definitiva con complacencia y autobombo en cualquier campo, ya sea científico-tecnológico, social – ético, político- económico, filosófico- teológico o religioso, lo considero un error. No obstante, la IC proclama su verdad “definitiva” con toda complacencia cerrando las puertas a cualquier iniciativa que vaya por caminos distintos a su “verdad”. ¿Por qué? Pues en mi opinión es porque ha contextualizado hoy con la parte más conservadora de la sociedad, que reclama la seguridad en cuestiones de dogma y moral. Mientras no haya una teología “progresista” que tenga bien asentados “todos” los dogmas de la IC y que fundamente una doctrina moral en la tradición de la IC sin rupturas, es decir, bien asentada en la Tradición, no se atreve y quizás no puede proclamarla como válida. En esto la considero excesivamente puntillosa. No quiere ni el menor ápice de ruptura y por ello marca con rotundidad excesiva la distancia.
La separación entre la voz oficial de la IC y la avanzadilla de la sociedad que vive en un paradigma distinto, en fuerte contraste y ruptura con los anteriores, resulta dramática. Por ello dentro de la IC en mi opinión es necesario y urgente una nueva teología que asuma el nuevo paradigma en el que muchos vivimos y que no apueste por la ruptura, sino al contrario que encaje con exactitud en la Tradición de la IC. Y esto parece que no se ha conseguido al menos por ahora en la Teología de la Liberación, que es en mi opinión la que mejor ha asumido el problema, a pesar de todas sus revisiones.
Por lo que yo he visto dentro de la Iglesia a nadie se le impide participar en sus comunidades por muy progresista que se sea. Mi opinión es que se puede continuar en la IC formando parte de pequeñas comunidades alternativas, sin hacer demasiado ruido y sin proclamar a los cuatro vientos una ruptura o enfrentamiento contra la voz oficial de la IC. Se puede sobrevivir si el párroco de turno es más o menos flexible y lo permite. ¿Complicado, difícil? Lo es, pero yo he vivido toda mi vida a contracorriente y a estas alturas le he sacado su punto de placer. Si mi pequeña comunidad se deshace por conflictos internos, o por choques continuos con el párroco que impone su autoridad, o se me acomoda demasiado con lo conservador de la IC, o…, pues no me planteo salirme sin más de la IC sino trabajar por conseguir una nueva. El cuento es no desanimarse. Resisto bastante bien en la tensión de un medio que se opone a mis objetivos. A veces la tensión llega a un extremo que se rompe y me tomo una “vacaciones” temporales con la IC, incluso con Dios. Es todo una cuestión de estrategia y de tener claros los objetivos.
Honorio perdona el error al escribir tu apellido Cadarso, que he visto al releerlo. Apoyo tu petición de la vuelta a Atrio de Rodrigo si es que lo ha abandonado como expresó, pues sus comentarios los leo con interés y me gustan su forma de argumentarlos.
¡Feliz Navidad para todos!
No sé por qué mis comentarios salen en cursiva.
Por cierto -se me ocurre ahora- ¿qué decir (como muestra: un botón) de la llamada “Crisis antimodernista” de principios del siglo XX, renovada en el post-concilio, y vuelta a renovar por Ratzinger desde el primer día de su papado, en relación a las dificultades y obstáculos insalvables opuestos por la jerarquía a la aparición de nuevas teologías? ¿A alguien le cabe alguna duda de que lo que padecen es una auténtica persecución? ¿Eso es la ética católica? ¿Esa es la función de la teología conservadora, sumarse -consintiendola sin crítcarla- a la persecución cuya consecuencia es la atrofia de los fieles?
Pues vamos apañaos.
Estoy de acuerdo con lo que dice Honorio, y no seré yo quien menosprecie la capacidad de ciertos teólogos –digamos- más conservadores (¿con qué autoridad podría hacerlo yo?); y suscribo su critica a lo de la autocomplacencia y el autobombo, etc.
No obstante, cuando alguien como yo se asoma a la teología, no como estudioso, sino como lector de obras de iniciación, más en busca de orientación práctica para resolver dudas sobre su personal atasco o incluso para resolver interrogantes sobre el fracaso de su personal experiencia religiosa; con una de las primeras experiencias que se encuentra es con la dificultad de elegir a quién lee, pues lo primero que se tropieza es con la recomendación –o más bien imposición- de no salirse (¡o ni asomarse fuera!) de la lista oficial de teólogos recomendados por la IC. Recomendación-imposición que la mayoría de fieles (los que tienen alguna inquietud, porque la mayoría ni eso) obedece sumisamente y es causa de su atasco en el callejón sin salida en el que están; pero que otros, precisamente por plantearse como imposición, entendemos como invitación directa a la desobediencia, e incluso como señal inequívoca y garantía de que la verdadera buena información seguramente esté fuera de ella y es allí, a lo prohibido, lo primero a donde hay que ir a buscarla. ¡Y luego va, y la experiencia lo ratifica!
Quiero decir con esto que, aunque el argumento -en principio- pueda parecer un tanto gratuito, está avalado por los hallazgos evolutivos de los que salen a buscar fuera (¡si buscan, que si no tampoco!) y por el atrofiante atasco mayoritario de los que se quedan buscando dentro (¡si buscan, que si no todavía es más mayoritario!). Y sé, pese a que no deseo ser ofensivo, que esto parece un juicio crítico muy duro sobre los que siguen dentro, y en cierto modo lo es, pero en mi opinión y experiencia (salvando las excepciones que sea necesario salvar) lo es. Y lo digo tras veinticinco años largos de participar en “movimientos” diocesanos y no diocesanos que, en mayor grado unos y en menor otros, dándoselas de progres, hacían con “su método” lo mismito que la IC con “el suyo”: ¡atrofiar y atascar a la gente! Sí, si, totalmente llenos todos de presunta buena voluntad, pero siempre más pendientes de idolatrar sus particulares creencias (la fidelidad al magisterio de la iglesia, decían unos; y la fidelidad al método del fundador…, decían los otros), que suplantaban la fe y hasta al mismo Dios y momificaban incluso a los más entregados; ¡y a estos quizá incluso más que a los menos entregados! Porque se entregaban más a fondo en algo perjudicial. Que ese es el drama: que lo que debía dar crecimiento, en lugar de darlo ¡atrofia!
Por eso mi intención no es la de criticar por criticar o por autocomplacencia, sino la de quien piensa en el doloroso itinerario recorrido hasta conseguir salir y empezar a crecer, y desearía que los millones de buenas personas, que con su mejor intención están confiando en quienes no les dejan salir a buscar en otras opciones (opciones que a mi me han resultado muchísimo más fructíferas que las impuestas), no tengan que sufrir lo que yo he sufrido y encuentren caminos que iluminen su evolución con menos esfuerzo y en menos tiempo. Porque el objetivo de la teología –decíamos- debiera ser ese, el de iluminar su camino de conocimiento de sí mismos y de Dios por las mejores vías posibles; y no el de fundamentar una religión que luego no cumple esa finalidad, sino la de la idolatría de sí misma.
Así es como lo veo y esa visión es la que justifica mi crítica del autoritarismo jerárquico que obstaculiza, impide y hasta persigue el posible nacimiento de otras formas de teología. Y no sé si está todavía activo el hilo que planteaba la prohibición a Queiruga de dar una conferencia en un local diocesano, sin argumentar si quiera por qué su teología no era del gusto del obispo de turno. Y casos así se dan continuamente.
Por eso es la crítica del autoritarismo jerárquico y de los teólogos sumisos o adictos a ella, no porque la existencia de la suya no deba ser respetada, sino porque impiden ilegítimamente el nacimiento de la otra.
Y me voy a dormir que es tarde; pero no sin pedirle a Rodrigo: ¡Por favor, Rodrigo, no te vayas! A mi, aunque me zurraras, o precisamente porque me zurraste cuando fue preciso, me ayudaste a depurar mis argumentos y a crecer.
Buenas noches; que descanséis.
Se me ocurre que las opiniones que se vienen dando con relación a la entrada de Ana se podrían ir catalogando en varios grupos:
1) la teología tradicional existe porque Dios existe y hace falta una ciencia acerca de Dios. Aquí entraría la teología tradicional, la teología de la revelación, la que profesa la Iglesia Católica.
En este grupo cabrían aquellas teologías que de una forma u otra hablan de Dios sin coincidir totalmente con la tradicional. Ahí se pondría poner también esa teología que coincide con el sentir de la sociedad de la que hablaba Ana en uno de sus comentarios.
2) negación total de cualquier teología ya que el hablar de Dios a quien no conocemos es imposible.
3) En un tercer grupo van todos los que piensa que se puede convivir simultáneamente con las dos posturas la positiva y la negativa.
¿Qué dónde me encuentro yo? Creo que en la segunda y esto por una razón muy sencilla porque a mi larga edad me cuesta mucho complicarme la vida. No obstante convivo con gente que siguen hablando de un Dios a quien nunca han visto, como hice yo durante muchísimos años, y por respeto acepto su lenguaje trasnochado porque de lo contrario no podría vivir con ellos.
Creo que lo que más me ha influido a desentenderme de cualquier teología es esto: quien nos llama hoy no es una madre que espera que su niño va a nacer y que es el Hijo de Dios, sino una madre que espera que su niño va a morir y no lo va a ver más, lo tiene en sus brazos y no puede hacer nada por él.
Esta madre, la del niño que va morir, se encuentra hoy en miles de campos de refugiados por todo el mundo. Mientras no encontremos la respuesta…. bueno la respuesta me la acaba de dar Salvador Santos hace poco, hablando con él: todos podemos ir creando ya pequeñas iniciativas de sociedad alternativa como nos propone Jesús: pequeñas como granos de mostaza pero con gran capacidad de crecimiento. Hacer que de alguna manera ese niño no muera en los brazos de su madre.
Saludos a todos Héctor
Juanel, el término progresista lo hemos manoseado tanto y se ha desprestigiado tanto cuando se habla, por ejemplo de política, que casi da miedo usarlo. En cambio en su sentido originario es válido, pero yo prefiero no utilizar este término aplicado a la teología.
La teología no debería ser un monolito petrificado en el tiempo, la teología como discurso del tema religioso debe decir algo a la sociedad de cada época, y por tanto el sentido inmovilista adjudicado a la teología ortodoxa me parece poco adecuado. La humanidad evoluciona, evolucionan sus costumbres, los lenguajes, evoluciona el pensamiento, y dentro de este dinamismo inherente a la humanidad y a las sociedades, es donde debemos situar la evolución de la teología.
Lo que no tiene sentido es que la teología se quede quieta como emisor en la Edad Media, mientras el receptor, la sociedad, avanza a gran velocidad. La sintomatología de la Iglesia Católica es grave, en el sentido que ni siquiera ha sido capaz de asumir los retos que, yo diría, casi tímidamente propuso el Concilio VII. La Jerarquía ni lo menciona, Benedicto XVI en su última encíclica (creo) ni siquiera lo mencionó. Así que, diríamos que la Iglesia está en el Vaticano II, con cosas tan absurdas para nuestros tiempos como la infalibilidad del Papa. Así no vamos a ninguna parte. Y esto es lo que propone el libro del que estamos hablando.
PD. Me sumo a la petición de Honorio, ¡no te vayas, Rodrigo!
¡Vaya! José Ignacio, es justo la frase tuya referida a la ética de la dignidad humana:“hablo desde una familia moral, que me parece que argumenta bien su lugar y no acierto a ver otra mejor”, lo que esperaba que dijeses y yo la suscribo completamente. Pero esto no es un incondicional, algo que puede con razón imponerse, ni obliga a todos en conciencia. Es simple y llanamente una ELECCIÓN de lo que nos parece mejor. Si acaso lo más que puede hacerse será contrastar en forma dialógica con otras elecciones, con otra éticas, cuál presenta mejores argumentos o se ajusta más a “lo mejor”. Yo no tengo otra ética distinta a la que tú has elegido también me parece la mejor, la dignidad de las personas sin exclusiones con el acento en los más necesitados es su principio fundamental, y los que la elegimos tenemos que hacer, decir y actuar en coherencia con ella. De aquí sale lo incondicional al que te referías y lo que nos resulta intolerable, pero sólo dentro de esa ética. Sin embargo, hay muchos que no la eligen, razonadamente o no, y para éstos no hay ninguna fórmula capaz que les obligue a seguirla, y mi problema es convencer NO OBLIGAR a los que no la eligen (como hacen muchos de los jóvenes con lo que tengo que lidiar) de que efectivamente es la mejor, pues tienen intereses y valores distintos, y a menudo completamente opuestos.
Ana con razón nos ha dado un toque para que nos centremos en el tema de este hilo. Ana, tienes razón y el tema es la nueva teología, no la ética. Bueno, yo diría que la ética humanitaria civil es la base y condición necesaria para poder expresar una religiosidad creíble en un medio social digamos “progresista”. Sin un nivel ético suficiente, demostrado no sólo con palabras sino con hechos, no es posible dar valor ni siquiera hablar de religiosidad en este medio social porque una ética insuficiente la descualifica. Para mí la ética es anterior, en el sentido de supuesto previo o condición necesaria, a la religiosidad cualquiera que sea. Pero la religiosidad no es sólo ética. Por eso para este medio social “progresista” es a mi entender necesaria una nueva teología, no para otros o para todos porque hay otros medios sociales en los que la religión que más o menos practica, nada o muy poca cosa tiene que ver con la ética civil, los pecados y basta. Es una nueva teología porque tiene que estar fuertemente apoyada en la ética civil y no al revés como antes se hacía, derivando la ética civil de una religión como aún pretende el Islam y otras teologías. ¡ojo! que no estoy descualificándolas que es una cuestión distinta, sólo las menciono. (en atención a H.Cardaso)
Quizás nos hemos extendido demasiado en la cuestión ética, pero es que en Atrio una gran mayoría se le podría considerar “progresista” en el sentido de fuerte preocupación por la ética humanitaria y por tanto, al ser la ética la base imprescindible de una teología que tenga interés en este medio me parece lógico que nos detengamos en ella.
Saludos cordiales
Amigos de Atrio, perdónenme que entre en este debate del que he quedado lejos por diferentes razones. Quiero incidir en algo que Rodrigo Olvera ha dicho hacia el 20 de diciembre, y que me parece muy digno de ser tenido en cuenta.
Tenemos, creo yo, el hábito y quizá manía de pensar que la teología de antes fue algo rígido, inmutable, dogmático…Pero la historia nos demuestra que en todos los siglos la teología vivió unas batallas memorables, reñidísimas, a cara de perro…hablemos de los gnósticos, de Orígenes, de los debates de Agustín, de Arrio y de Nestorio y los concilios de Oriente, de los husitas, los albigenses,las distintas corrientes de pensamiento de la Edad Media…Y luego de Lutero y la contrarreforma, de Fray Luis de León y Juan de la Cruz, del arzobispo Carranza…
No admito la distinción entre teología progresista y moderna y teología tradicional, la teología como la fe en Jesús es un drama vibrante y siempre inacabado, es una búsqueda llena de riesgos en que hay aciertos y errores a montones…Y tiene razón Rodrigo Olvera cuando dice que aquí jugamos todos, que nadie tenemos toda la razón ni tampoco todos los motivos para descalificar al oponente, que el debate y el contraste de opiniones nos enriquece a todos, a condición de que sepamos respetar las reglas de juego, y respetarnos unos a otros. Que tenemos que intentar pensar por nuestra cuenta, como seres libres y autónomos que somos, y que no podemos limitarnos a repetir como papagayos lo que se nos dice…
Tengo en alta estima a Queiruga, González Faus, Castillo, Tamayo…y me siento más cerca de ellos que de otros de corte más arrieré, de esos que conducen más mirando al espejo retrovisor que al horizonte de adelante. Pero desde luego aborrezco a los que se miran al ombligo y desprecian olímpicamente a los demás como torpes, analfabetos, carcas y todo lo demás. Hay muchas formas de ser carcas, y a todas ellas es común el creerse superior a los demás…Y todos esos teólogos que acabo de mencionar, todos nosotros, haríamos bien en examinarnos con frecuencia de ese posible pecado de autocomplacencia, auto bombo y autosatisfacción en el que podríamos caer sin darnos cuenta.
Rodrigo Olvera aporta a Atrio esa capacidad de comprender y tomar en consideración a todo el mundo. Porque no suele hablar a humo de pajas, porque estudia los temas con seriedad. No te vayas , Rodrigo! Y que nadie se sienta por ello menosvalorado, el debate que tenéis entre manos resulta muy interesante…
Tu comentario Fico traspúa por todos sus lados una visión estructural de la moral a la cual me referí hace algún tiempo y en ella quedaría resumido todo cuanto dices.
Esta consideración de la moral como estructura es lo que la hace cambiable evitando que sean los contenidos concretos (normas, códigos etc.,) los que nos digan cómo hemos de vivir.
No hay, por tanto, a mi entender, una moral del bien y del mal que nos lleve a hablar de una moral del deber.
La persona es una realidad que depende de una praxis para ser, este es su “ethos”, lo cual quiere decir que la persona es lo que hace, a la inversa del resto de los vivientes que actúan según su ser.
Un saludo cordial
Fico, qué comentario más interesante has hecho, me ha gustado.
Un abrazo
Vamos a ver. Ponéis el nivel intelectual del hilo a una altura a la que –lo reconozco- me cuesta llegar, pero, precisamente por eso, me resulta cada vez más atractivo. Perdonad pues si mis intervenciones no dan la talla, o si incluso os hago frenar el ritmo o dar algún paso atrás para seguiros, pero es que es la única manera (bueno ya sé que hay otras pero ahora no da tiempo) de no quedar descolgado y crecer un poco.
Vais hablando de distintas éticas y distintas teologías y uno, desde su experiencia e ignorancia, se pregunta si esas distintas opciones, no son en realidad distintos intentos, distintos tanteos, distintos momentos de evolución de esos distintos intentos, que avanzan –o a eso aspiran- para llegar a ser la teología y la ética universales que deben llegar a ser. Pero que, mientras llegan (y van llegando y van siendo), pasan, desde la inmadurez inicial, por distintos estados de progresiva madurez. Lo que pasa (y en eso coincido con M. Luisa en que existe una fase de inmadurez en la que la religiosidad –que es la herramienta iniciática- hace que las creencias parezcan ser más determinantes que la ética e incluso que la fe que se aspira a recibir; y durante un tiempo, equivocadamente, pero con la mejor de las intenciones, resulta ser así), lo que pasa –decía- es que desde el momento presente, en el intento por entender las cosas uno congela la realidad y convierte equivocadamente en categorías lo que no son más que estados transitorios de conocimiento progresivo.
Si eso fuera así –y yo creo que lo es- lo que hace falta es una buena dosis de humildad, para reconocernos diminutos seres en estado de evolución hacia un estado siempre mejorable, y otra buena dosis de integridad y coherencia personal para entregarnos en el esfuerzo por construir una realidad mejor para los más débiles de nuestro entorno cotidiano.
Que para eso –digo yo ¿no?- es para lo que deberían servir una teología y una ética más depuradas: para iluminar y despertar en nosotros el deseo de crecer en nuestra colaboración en ese intento. Y los imperfectos pasos intermedios son eso: tanteos y aproximaciones progresivas, a depurar. Vamos siendo para llegar a ser.
No sé si conseguiremos aclararlo todo respecto de las teologías y las éticas; lo que sí sé es que hay que abrir puertas y ventanas a la libertad de hacer las pruebas y tanteos que nos vayan acercando hacia la meta. Y en el terreno de la teología de la IC, si algo hay claro, es el empeño de la autoridad eclesiástica por impedirlo, pero como no quiero perder el tiempo –como siempre- en hablar más de ella que del tema en cuestión, sería preferible –como dice Ana- plantearnos cómo conciliar teología dogmática y ética, entre teología concebida para fundamentar una religión difícilmente sostenible sin dogmatismo, o teología concebida como aliento de una praxis cristiana.
Por ese empeño en impedir la evolución de la teología y por las consecuencias atrofiantes que tiene de puertas adentro, es por lo que decía en un comentario anterior lo de que hace falta valor (como hizo Jesús respecto de la religiosidad de su tiempo) para salirse a buscar fuera de la iglesia y añadía: «Y no porque sea imprescindible, sino porque dentro es casi imposible» (y José Ignacio me agradecía el “casi”); con lo cual no pretendía establecer una categoría, sino señalar una dificultad extrema. Y ahora no quisiera tener que perder el tiempo en volver a aportar las pruebas del empeño de la jerarquía en obstaculizar e impedir por todos los medios el desarrollo de otras teologías, ni siquiera en tratar de entender sus causas naturales, sino, todo lo contrario, en impedir tal empeño y en dedicar mi esfuerzo a abrirles puertas a las nuevas, porque quiero salir del estancamiento y favorecer la aparición de nuevas herramientas que nos ayuden a crecer. Esa es mi intención.
Saludos, cordiales.
Calleja, muchas gracias por el tiempo que has dedicado a este post y, especialmente por las aportaciones tan sólidas que has hecho.
De cualquier forma, pienso que, si bien entre teología dogmática y teología moral, más ética civil, haya llegado una conciliación aceptable, la insistencia en que lo principal es la praxis, y la praxis es y debe ser igual a lo que llamamos ética civil, deja en un lugar ilocalizado a la fe.
Comprendo que analizar la fe desde la convicción personal y que es difícil explicar, como casi todas las experiencias vitales, tiene que dar razón por sí misma, puesto que la vida comprometida con los valores morales es la consecuencia coherente y lógica.
Si entramos en otros temas, quizá ya desborde el objetivo inicial de este post. Ocasiones tendremos de seguir profundizando.
Un abrazo navideño, entrañable y agradecido a quienes habéis participado en este post con vuestras aportaciones.
Al leeros me ocurre lo mismo que en el hilo que trata de la ética y las creencias. Me da la impresión que se confunden cosas.
Por ejemplo, se ha dicho: “La fe en Jesús (ojo, no en Dios)”
Sin embargo, yo pienso que la fe, la confianza, es algo que se deposita en lo invisible. Muchas veces aquí mismo hemos hablado de ello diciendo que la confianza, la fe, la ponemos en la persona de quien confiamos, es decir, en lo real de ella. Por tanto, si la fe nos abre a lo invisible (por cambiar la terminología) en Jesús se vive, (es vivencia no es fe) esta experiencia de amor existencial.
Entonces, en este ámbito de la existencia es en donde la creencia puede interferir en la fe hasta el punto de subsumirla y quedar así en subordinación aquella experiencia primigenia.
Es en las doctrinas en lo que se cree, es decir en algo tangible que nos encanta porque nos lleva directamente a lo invisible sin necesidad de pasar por la experiencia.
Pero esta experiencia realizada en el amor no es de “comprobación” sino de conformidad. En cuya tarea de conformación se van depurando las creencias, es decir la irrealidad que albergan.
En este sentido es por lo que pienso que la necesidad de otra teología bien puede venir dada por su antecesora, pero por lo expresado, la posibilidad sólo puede quedar abierta por la Teofanía previa a todas ellas.
Y Ana, no tengo fuerzas para seguir; creo que tus preguntas las resuelve muy bien Marciano Vidal, y después, casi todos los teólogos moralistas que voy a llamar “abiertos”; pienso que es de los temas mejor enfocados en esa reflexión; eso sí, reconozco de nuevo, que la Iglesia no admite esa solución y reclama a Dios como fundamento de toda ética, – dice que no en teoría, pero sí en la práctica-. Y enseña que la moral cristiana cristaliza en normas morales concretas, que cualquier ser humano, con buena voluntad en la razón, puede reconocer y aceptar. O sea que la moral civil vale en tanto cuanto no contradiga a la moral cristiana. Pero esta es otra historia. Ya te digo que en los principales autores, los más “abiertos” está bien resuelta. Saludos cordiales.
Javier, gracias, no dejes de interpelarme, de verdad, pero cuando no te estoy entendiendo, créemelo; no me hago “el loco” para evitarte, sino que no veo el problema por ese camino y de ese modo. Si alguna vez no quiero entrar en algo, me callo, pero no digo que no entiendo. Gracias y saludos.
Y Juanel, yo decía que incondicional es la dignidad, no la libertad en que ella se expresa; incondicional en el sentido de suelta de condición para dar valor; valiosa en sí y siempre, y en todos; evidentemente, su realización como libertad está condicionada por la de otros, y por las estructuras sociales, y culturales, y la historia, etc.
Más difícil es la otra cuestión, sobre la diversidad ética. Y sí, hay varias éticas; yo digo que la ética de la dignidad humana, por su universalismo intrínseco, como referencia sustantiva inicial, ¡otra cosa es la vida!, presenta unos credenciales de muchos quilates para fundamentar la convivencia de todos en justicia y en paz; por uno u otro camino, todas las éticas que aspiren a universalizar el bien que las ordena, tienen que referirse a ese bien como un bien para todos y en todos; en caso contrario, existen como corrientes éticas, reales y muy realistas, pero, lo creo así, por debajo del umbral de moralidad que la ética de la dignidad humana común ha aportado.
El cristianismo no inventa esto, aunque colabora, sino que asume esa antropología personalista y política, y la ética que crece referida a ella, y la presenta en una síntesis original o peculiar. Peculiar porque las refiere, finalmente, a Dios, tanto esa antropología como esa ética. Pero, no las inventa, sino que también, ¡se sostienen solas! De hecho, la comunidad internacional a ellas se ha ido sumando a través de las Declaraciones de Derechos Humanos. El futuro moral va por aquí, creo.
Me preguntas sobre qué hacemos cuando otros tienen comportamientos intolerables, y te digo, piensa qué hacemos nosotros ante el terrorismo, o la violencia de género, o cualquier crimen. Hay unas leyes penales. Si alguien no respeta nuestra dignidad, respetamos sus derechos fundamentales, pero no le permitimos ser intolerante y cruel, sino que lo detenemos. Y me dirás que esto internacionalmente es imposible. Y te digo, todavía. Me dirás que se presta a guerras preventivas, y te digo, confía en que podemos crecer como humanidad común, más democrática y justa. Algún día podría darse la injerencia humanitaria armada por causa de las víctimas de una situación de opresión. Es un problema de medios, pero ya no sería de principios. Era un ejemplo discutible. Fíjate mejor en los asesinatos entre ciudadanos. Esto es lo que creo. Incluso la solución dialógica de Habermas, no voy a enmendarle la plana, creo que tiene detrás el concepto dignidad humana como incondicional, pues en su defecto, por qué aceptaremos en el diálogo a todos, y por qué perseveraré en el acuerdo si no me beneficia y me lo puedo evitar, y por qué me reprocharé no atender a los ausentes o excluidos… Parece que todo remite a un supuesto inconfesado de que hablamos y nos atendemos porque somos iguales en dignidad, y sobre qué significa esto entre los humanos queremos concretar. Yo creo que Habermas se ha ido aproximando a esta concepción del problema. Ceo.
Por eso la ética de la dignidad humana común e igual, tan difícil de concretar, es en sí misma una bomba política de primera magnitud. Como decía Ellacuría, no digáis que los pobres son tan pobres que no tienen ni dignidad, porque les quitáis el último recurso que les queda contra la opresión y el derecho legitimo de rebelión.
Ya he dicho demasiado y sé, lo reconozco, que hablo desde una familia moral; sólo que me parece que argumenta bien su lugar y no acierto a ver otra mejor en su papel. Saludos cordiales.
He visto que la tarde ha sido fructífera en comentarios. Aunque pienso que si centramos los comentarios solamente en el tema de la moral o de la ética, tendríamos que abrir un post nuevo.
La ética es lo primero en la vida de los seres humanos a título individual y a título colectivo. No creo que nadie pueda discutir este principio.
El objetivo del post, a raíz del libro de Tamayo, era analizar qué tipo de teología es necesaria para nuestros tiempos, y cómo conciliar una teología fundamentada en la praxis vital con la teología tradicional dedicada fundamentalmente a definir dogmas, fundamentar nuestra fe en Dios y en un Jesús hecho Dios.
Parece que estamos de acuerdo todos y todas en que, como se ha dicho siempre, la fe sin obras es una fe muerta. Pero, pienso que esto no es suficiente para nuestros objetivos. Esta mañana dejaba unas preguntas que intentaban buscar respuestas a esta conciliación entre teología dogmática y ética, entre fe y moral, entre teología moral y ética civil.
Si no acabamos de resolver esta dicotomía, querrá decir que nos quedaremos en que una cosa, la ética, no necesita de la fe, y que la fe no es necesaria para la ética. Yo no creo que una buena persona sea creyente o sea cristiana implícitamente sólo por su conducta. La fe es una convicción explícita, y se puede ser creyente y ser un impresentable.
La referencia incondicional a la que me remites, José Ignacio, mi libertad y la de los demás que CONDICIONA la mía propia, contradice que la mía sea incondicional. Es un mero juego de palabras. Y la condición de mutuo respeto de libertades tampoco es generalizable ni se deduce algo incondicionado, supongo que lo será yo creo que lo será por que creo en el triunfo final del bien, pero aún no lo es, todavía no como es evidente. Y es que la condición de la dignidad personal la mía y la de los demás sin exclusiones no es válida para todos, aún no. ¿Debo recordarte los principios y argumentos de un hedonista discípulo de Epicuro o de un nihilista inspirado por Nietzche, o ciertos fundamentalismos religiosos, o ……? Me podrás decir que no existe ética nihilista o hedonista, etc., pero esto no es cierto como también lo sabes. Lo que ocurre es que no coinciden con nuestros principios cristianos y humanos. Lo que tenemos en mi opinión es que no existe una ética universal, sino diversas éticas cualificadas. ¿Deberían converger hacia una ética de mínimos?, por supuesto que sí, pero de hecho no convergen, aún no. Quizás el principio del respeto a la dignidad humana suponga en el futuro esa convergencia deseada. Quizás las consecuencias de esas otras éticas pongan en evidencia su inutilidad para una convivencia pacifica, en una sociedad cada vez más comunicada e informada, a la cual se le dé valor suficiente para desecharlas.
Vamos a ver, yo estoy contigo cuando dices que sabemos dónde está el límite de lo intolerable, cuando la dignidad de las personas queda pisoteada, en particular la de los más débiles, y es que “para nosotros” la dignidad humana es irrenunciable, pero ¿qué hacemos cuando otros no lo ven de la misma manera? ¿obligarlos? ¿exigírselo? ¿apelamos a sus conciencias? El único modo que se me ocurre es sentarnos en una mesa a dialogar tal como propuso hace tiempo Habermas y analizar con precisión las consecuencias para el futuro de la humanidad de las diversas éticas, por que para el presente mucho me temo que no lograremos llegar a acuerdos. Claro que hay muchos para los que el futuro de la humanidad les importa ni poco ni nada, pues lo que les interesa es vivir el presente con lo que hay y no con lo que debería de haber. Y es que con éstos también tenemos que convivir y respetar su dignidad y libertad de elegir, aunque algunos de ellos se empeñen en no respetar las nuestras, y también con más frecuencia de lo que quisiéramos nos pasa a nosotros aunque nos esforcemos por actuar con coherencia con nuestros valores. Negar que todos los hombres y mujeres tienen la misma dignidad yo lo considero tremendo, pero ocurre e incluso es sostenido por una ética que cualifica y asocia la dignidad de las personas al mérito, como si la dignidad hubiese que ganarla, o peor aún asociarla a lo que tienen, o a lo que saben.
Saludos cordiales
Querido José Ignacio,
vale, vale, no le doy más vueltas, no pasa nada; me siento gratamente felicitado por tí y te deseo lo mismo, como es natural.
Creo que el tema del descafeinamiento de Jesús empieza desde los escritos del mismo Pablo de Tarso, anteriores a los evangelios y que los influenciaron en mayor o menor medida; evangelios que fueron escritos con determinadas tendencias atendiendo a intereses de cada diferente comunidad de seguidores de Jesús o de sus discípulos del siglo I.
Hoy cualquiera os quita, a demasidos católicos y cristianos, la idea mil veces repetida hasta crear pensamientos automáticos, de que Jesús era Dios (cosa que Jesús al parecer jamás imaginó ni sospechó siquiera).
Ni menos sospechó el dogma de la Trinidad, ni que su madre fuera ni sexualmente virgen, ni sin pecado original, ni la madre de Dios, ni que la ICR fuera postumamente la propia esposa de Jesús, ni que él mismo, Jesús, hubiera sido sacerdote …
NO puedo menos que reir (con todo respeto, pero reir) de tanta imaginación y demás que le han echado, hasta convencer a tantísima gente de estas cosas, las cuales a Jesús probablemente ni se le pasaron jamás por la cabeza, ni fueron y son así …
Siento Juanel que con mi forma de escribir ocasiones ciertos “desajuste” ten presente que tengo dificultad en ordenar muchas veces los mismo en mi cabeza y saberlo poner en el “papel” aunque sea virtual este.
Efectivamente cuando digo que por desgracia no pasa nada… Quiero decir que no se denuncia por parte de nadie la INCOHERENCIA de lo que suelen predicar y de cómo viven con respecto a su entorno, es más no quieren estar en ningún otro lugar o espacio que no tenga o le puedan poner la etiqueta de “loco” etc
Ni ell*s se autocensuran ni hay quienes les digan ¿Que pintáis en reuniones pastorales, en catequesis, en formación para adultos, en visitas a enfermos, diciendo misa?
En definitiva están haciendo algo que “viste” dentro de esta sociedad en la cual se ha creado un círculo de gente que dar un par de horas a la semana en la parroquia les lleva a estar bien reconocid*s, pero que no tienen COMPROMISO que sea digno de ser invocado en “Nombre de” quien lo hacen y que más que nada es porque el cura aún pone y abre puertas porque se siguen codeando con la jet set del pueblo.
La desgracia está en la poca ética que hay dentro de las personas que dicen seguir a Jesús. Y comprendo que la falta de ética se debe censurar en cualquier estatus o sociedad, laica, religiosa, creyente o increyente. Pero cuando se invoca a algo o alguien esta duplica por no decir triplica porque se hace con otros fines ocultos en muchos de los casos, lo que queramos reconocer o no, ese es el trasfondo.
No creo que hoy tengamos un nivel más alto de ética que años atrás, donde un apretón de manos valía más que un papel escrito, y la mayoría de las personas mayores eran reconocidos por su labor de integridad, sin que otros intereses mereciesen más valores añadidos.
Hoy tenemos más definiciones, sabemos más, tenemos más acceso para aprender pero la ética ha bajado veinte peldaños en nuestras escalas de valores, por desgracia para la humanidad.
Pues sí todo es discutible, pero no cierto que el ser humano se pone de pie y comienza a caminar mirando “el cielo” con otra perspectiva, y entierra a sus muertos con otra idea de encuentro.
Te digo lo mismo feliz camino, y que sepamos nacer en Belén y lo que conlleva saber esta humanización donde nos hacemos “pan” para la persona que tiene “hambre”
Carmen
Querido Javier, yo no te acuso de quedarte con la última palabra; de hecho soy demasiado cabezón; no te acuso de nada; te digo que mis palabras de felicitación navideña no tienen el sentido que les das; y si después de decírtelo, sigues erre que erre en ver lo mismo, pues no puedo convencerte. Y me digo, “pues él las lee así”. Saludos cordiales.
José Ignacio,
el descafeinamiento del cristianismo, que tú has puesto en este diálogo, no es ninguna perra gorda. El seguimiento a un Jesús descafeinado por un cristianismo descafeinado es seguir a los descafeinadores de Jesús. Denunciemos a los descafeinadores, incluidos nosotros mismos.
No quiero que me digan que me quedo con la última palabra, pues eso veo que trae malas y dolorosas consecuencias. Así que me callo y en seguida lo dejo.
Pero si decimos que tratamos de algo tan difícil como seguir y buscar la verdad, hay que ser consecuentes. Buscar la verdad sin llamar, o no llamando, al pan pan y al vino vino, dificulta, cuando no imposibilita, acercarse a la verdad. La ambigüedad en el catolicismo es inmensa.
Adios amigo.
Ana Rodrigo,
Me permito entrar a contestar a tus preguntas
¿qué nos aportan la fe y la religión? La fe en Jesús (ojo, no en Dios) nos aporta el convencimiento profundo de que el amor (o sea, el mensaje de Jesús), como Jesús nos amó, es el camino para conseguir cuanta más felicidad para nosotros, nuestras personas más queridas, y para todos los 7.000 millones de personas que vivimos (unos bien acomodados y otros, los más muchísimo menos) en el planeta
La religión como la vivió Jesús en su época (que no es la religión católica, ni siquiera la cristiana), nos muestra qué y cómo Jesús religioso hizo con su religión para amar al prójimo como él le amó (y por eso le asesinaron los Jefes de su religión en connivencia con militares invasores romanos que obedecían al divino emperador Tiberio.
La fe en la ICR no nos aporta más que engaño, descafeinamiento de Jesús. La religión católica oficial idem de idem.
¿Para qué la teología ¿qué nos añade en esta vida la convicción de la trascendencia? No nos añade nada. No son necesarias. Lo necesario es conseguir que la felicidad llegue a todos; deberíamos negarnos a ser tan felices (a considerarnos en paz y a dar gracias a Dios por ello) cuando tantísimos no tienen lo necesario para vivir con la mínima dignidad de personas. Y además por nuestra culpa.
Valoraríamos más esta vida no creyéramos que después de muertos Dios nos iba a llevar a un Paraíso celestial (de cuyas llaves de la imaginaria puerta de entrada han tenido muy buen cuidado de apoderarse los papas católicos, tan codiciosos de poder ellos -poder de Dios, me ha parecido que lo llama Juanel, el de estos sacerdotes sumos-, en un festival de pensamiento mágico que sobrecoge la racionalidad).
Carmen, me has provocado con tu comentario un galimatías en el cerebro y mis neuronas las noto disparadas. He rehecho lo escrito varias veces, vamos a ver si consigo ordenar las ideas y me sale algo con sentido. No sé si te he entendido bien cuando dices que: “Y no pasa nada, por desgracia… Porque si nos llenamos la boca en decir que somos creyentes deberíamos ser garantes y fiel reflejos de quienes decimos que somos seguidores.” …… “decir ¡Soy creyente, creo en dios, en Jesus! Pero no me importa como vivan los que no creen o incluso me importa bien poco todo cuanto sucede en mi barrio, casa o pueblo… Y antes de que me llamen “loc*s” me crucifiquen vivo del cuento de..”, supongo que te refieres a la incoherencia de los que se dicen cristianos y lo que piensan, dicen y hacen, lo contradicen. Si esta frase por el contrario te la he sugerido yo con lo de “no pasa nada” y que no lo veo como “desgracia” sino como lo que hoy se da y tenemos que convivir, no significa y que reste un ápice a la importancia ética, a las condiciones y problemas de las personas concretas crean lo que crean, tengan fe o no, se digan que son cristianos o no lo sean, sobre todo los que viven en precario. Si se trata de dar una valoración de cómo van las cosas del mundo y las de nuestro entorno, yo siento ser marcadamente optimista pues mi impresión es que el mundo hoy tiene un nivel ético muy superior a “todas” las épocas anteriores de la historia humana. Y esto se debe en mi opinión a la ampliación sin parangón con el pasado de los márgenes de libertad de las personas. Y la libertad tiene esas consecuencias de que hayan éticas tan dispares y esto es bueno en mi opinión. Cuando había una sola ética dictada por Dios y controlada por la ICAR, las cosas iban mucho peores.
Por ello insisto “no pasa nada”. Y como creyente que intenta ser cristiano añadiría que dejemos a Dios ser Dios. Las cosas en mi opinión no van tan mal como las ves o manifiestas aquí.
Lo que dices que desde nuestros ancestros hay un anhelo del Espíritu común a todos, bueno como poco es discutible.
Saludos cordiales
Javier, amigo, llévate la perra gorda, que se decía antes; yo me refería a decirnos la verdad aquí, en estos diálogos de Atrio, utilizando un texto poético, y sin más pretensiones; sí tú ves otras cosas, y te creo, pues estarán; pero que yo no he pensado prácticamente nada de lo concluyes, ni pienso de ese modo en mi vida, doy fe. Si tú lo ves, y crees que a eso me refería, no pasa nada. Un cordial saludo.
Y Fico, no puede entrar en detalle; espero que te valga algo de lo anterior; sí te agradezco lo del “casi”, en “hace falta valor para salirse de la iglesia (y no porque sea imprescindible, sino porque desde dentro es casi imposible)”. Saludos.
Juanel y José Ignacio Calleja,
Quizá se debe a la ambigüedad instalada en la esencia del catolicismo, pero no es cierto lo que decís.
No me he puesto así, Juanel, porque alguien me ha dado una bendición –como dices-, sino –y es lo que he dicho- porque el sedicente ministro ‘de Dios’ dice, -y a la vez hace el gesto de bendecirme él, como si su bendición fuera la de Dios- que Dios me bendice (lo cual no es cierto, pues Dios no interviene en nuestras vidas (tampoco para dar o negar sus bendiciones a nadie), y menos aún es cierto que Dios me bendiga cuando y porque lo diga-gesticule el tal ministro.
Tampoco es cierto que Jesús fue sacerdote, sino que fue probablemente un campesino marginal ambulante sin domicilio fijo y sin trabajo, y sin tener dónde reposar la cabeza; precisamente fueron los sacerdotes los que lo asesinaron (el sumo sacerdote y sumo pontífices Caifás y el Sanedrín que le apoyaba –precisamente el Jefe de los ministros curas y jerarcas de hoy es también sumo sacerdote o sumreo pontífice, y no se parece en nada a un pobre y marginal como lo fue Jesús).
Tampoco es cierto que los bautizados tengamos el poder de Dios, y esta afirmación engañosa tuya no se suaviza con el término ‘ritualmente’ que le aplicas, pues el rito debe respetar la verdad en todo momento, y será un rito engañoso si no la respeta, sin que esto no dependa del rito de que se trate, como pretendes tú, lo metas en el contexto que quieras, al rito en cuestión.
José Ignacio, no es cierto que yo he hablado ni he entrado en ninguna trastienda, sino que me he ceñido a tus palabras de tu cosecha sin salirme de ella.
Has hablado de seguir a Jesús, cierto, pero tan cierto como eso es que has hablado de que somos cómplices descafeinar el cristianismo y la solución que has apuntado para dejar de serlo es decir la verdad, y decirla con respeto y afecto.
Seguir a un Jesús descafeinado no sirve de nada, pues en realidad seguiríamos a los que lo descafeinaron.
Decir es decir, interpelar es interpelar, y lo mismo comprometer, invitar y animar es comprometer, invitar y animar. Cada acción de las que hablas ahora tiene su propio término que la designa, para diferenciarla de las demás.
Tú has dicho que si no decimos la verdad, somos cómplices de un cristianismo descafeinado, y yo te he respondido que no por decir la verdad –por curativa que ésta sea- vamos a dejar de serlo (mi respuesta es de mi cosecha, lógico, mi reproche cariñoso a lo que has dicho, que veo no aceptas).
Por muy curativa que sea la verdad que decimos, si seguimos haciendo lo que hacemos, seguiremos descafeinando el cristianismo, mejor dicho, a Jesús.
No hay ninguna trastienda en ello, sino la pura verdad: somos cómplices y coautores del descafeinamiento del cristianismo, o sea, del que hacemos con Jesús, el único que existió, no el imaginario Cristo de la fe, el que fue divinizado por otros hombres, que descafeinó y descafeína al Jesús que existió.
En cuanto al verso de Aute, si lo creó para hablar del olvido, es posible que no sea coherente con sustituir ‘olvidarte’ por todo lo contrario, como haces al sustituirlo por ‘seguirte’. Pero esto no es lo importante, sino que seguimos a un Jesús descafeinado por el catolicismo oficial y por nuestro comportamiento de ciudadanos de un país rico.
Leeré luego vuestros últimos comentarios, de los que sin duda aprenderé.
Lo de escapar, Juanel, era figurado; en el sentido de atender a otras cosas. En cuanto a lo que dices, precisamente, tu libertad es eso que es incondicional; y como es lo mismo para lo demás, la tienes que entender condicionada por la de ellos; ellos tienen que poder hacer lo mismo, y en lo concreto, esto supone renuncias. Pero tanto en lo que haces, como en lo que renuncias, para que los demás hagan, tienes que tener claro por qué debes actuar así. No es porque sí, ni por pragmatismo, ni por miedo a ellos, sino ante todo por respeto a tu dignidad, que no acepta perder sus derechos legítimos, ni quiere apropiarse de los mismos derechos en los otros. Ya tengo una referencia incondicional, y una razón convincente: tenemos la misma dignidad, la debo respetar en todos, exijo la mía, la respeto al tratarme y tratarlos, y apelo a que somos personas y no cosas sustituibles, etc.
De esa dignidad arrancan los derechos y deberes de todos, y especialmente para con las víctimas, pero concretarlos en sus exigencias es tarea común. Por eso he dicho varias veces que la ética es relativa a la dignidad de la persona, y hay que concretar sus exigencias entre todos, y no directamente relativa a Dios. No se puede ir a Dios, los que creemos, por atajos que ignoren la razón común y la moral civil. Esto es lo común y de todos, inteligible para todos. Y luego, quien llegue a Dios, dirá qué significados nuevos halla en esa fe, pero no qué normas nuevas; si encuentra normas nuevas, no son de ética, sino de perfección religiosa o de ordenación eclesial. Es otro plano, no es el moral (universal), sino el religioso o de otra concepción análoga.
Si la ética humanitaria no es común en el sentido práctico-histórico, eso ya lo sé, la cuestión es si cuenta con razones de peso extraordinario para que su postulado básico, “el ser humano es persona con dignidad incondicional, en cualquier lugar y cultura”, sea irrenunciable siempre; con todas las modulaciones que se quiera, pero, al final, nunca se puede negar que los seres humanos, hombres y mujeres, tienen la misma dignidad, y que nadie puede ser tratado o pensado como inferior o “medio” para otros. Esto no cambia el mundo, ya, pero sabemos dónde está el límite de lo intolerable en cualquier lugar e ideología. Este es su valor. Y creo que es un principio ético irrenunciable. Puede traducirse a “libera al empobrecido”, pero en cuanto al porqué tiene detrás lo mismo.
Entiendo que de lo que digo se puede deslizar uno a la conciencia recta que lo sabe todo para todos, y antes que ellos, lo cual es falso; pero la salida no es negar una ética de fundamento universal en su referencia primera, sino cuestionar a quienes se la apropian y se creen con derecho a traducir esa referencia primordial a concreciones aquí y allá, pensando que gozan de un privilegio divino en la filosofía moral y en la vida civil. Yo creo que no habría que confundir el mal uso de algo por muchos, con negar ese algo primordial y común: tratarás siempre al otro como una persona con dignidad igual y así respetarás la tuya y tendrás derecho a exigirlo de otros.
Algo así. Paz y bien.
Puede que parezca una reducción simplista, pero dejadme volver por un instante al principio del principio.
Para los católicos en general e incluso para la mayoría de gente de la civilización occidental de base católica en general, aparece la necesidad de la distinción entre ética y moral, por desgaste y desprestigio de la moral católica imperante en la sociedad. Me refiero a la sociedad en general, al margen de la existencia de minorías o personas aisladas que pensaran de otro modo, que siempre las ha habido. Es cuando las incoherencias prácticas de la clase religiosa y la sociedad que la sigue se hacen abrumadoramente evidentes, cuando la gente no religiosa y parte también de la religiosa, empieza a reclamar la necesidad de distinguir un concepto ético, equivalente al de la moral, no desacreditado por la incoherencia religiosa.
Con lo cual no se dice que la moral nacida del sentido religioso, o de una religión concreta como la católica, no puedan ser validas, sino que la historia –la experiencia temporal reciente- de su jerarquía religiosa y de sus fieles, las han desacreditado por su incoherencia práctica. De ahí el fácil reconocimiento de que gran parte de la teología oficial haya estado viciada –o cuando menos estancada- por el autoritarismo jerárquico, y de ahí también la evidente necesidad de una nueva teología no sometida a jerarquía religiosa alguna.
El problema es, y por eso, por mucho que se intente analizar desde diversas perspectivas siempre se acaba volviendo –como de manera excluyente- a la religiosa, es que el dominio, la obediencia, la sumisión “natural” a lo moral-religioso-católico (que no la Fe) está tan genéticamente metido en el ADN de la sociedad, que mientras el creyente (porque la institución no va a cambiar: ¡así reviente y aunque reviente!) no se emancipe del magisterio de la iglesia y se arriesgue a seguir el de Jesús de Nazaret y, en él, recupere la fe en sí mismo y desarrolle su humanidad; no se entenderá que así como el mensaje de Jesús es universal porque se basa en el cumplimiento humano de todo ser humano, el sentido de lo moral, siendo válido cuando es coherente, resulta parcial porque sólo es religioso-católico, mientras que el de lo ético es universal porque abarca a todo ser humano.
Pues si, a estas alturas, aun seguimos atascados por motivos religiosos en las distinciones entre la perspectiva parcial de la moral y la universal de la ética, queda claro que mientras la institución de la ICAR no reviente, la mayoría cultural religiosa que forma la sociedad no saldrá de la adolescencia religiosa y no llegaremos nunca a analizar otras perspectivas. Seguiremos discutiendo de religión, como en “la edad religiosa del pavo” (es España es un calificativo peyorativo que se aplica a la salida tardía de la adolescencia).
Hace falta valor para salirse de la iglesia (y no porque sea imprescindible, sino porque desde dentro es casi imposible). El mismo que Jesús tuvo cuando, por fidelidad a la universalidad de su misión, se enfrentó a la jerarquía religiosa y política de su tiempo. Y el mismo que hace falta tener hoy para enfrentarse desde una perspectiva universal también a ambas cuestiones fundamentales en toda sociedad.
José Ignacio, a mí me gustaría que no “escapases” de este hilo y además que no ocultases tu condición de profesor porque es un placer leerte y además interpelativo con equidad, me gusta. Sin embargo, cuando alguien me cuenta algo sobre lo común humano y en particular lo incondicional para todo ser humano sin excepciones, yo me pongo a la defensiva porque como consecuencia de ello va a obligarme a hacer lo que él cree que debe imponerse. Me está restando mi libertad la cual aprecio demasiado. Si hablamos de ética “común” para todos los hombres es evidente que los hechos lo contradicen radicalmente. La ética humanitaria y solidaria será una buena ética, pero a todas luces NO es común. Quizás encontremos un mínimo común en un mismo contexto cultural e histórico, pero si quitamos ese marco ni siquiera ese mínimo se encuentra. Si la ética solidaria NO es común, tampoco lo es la conciencia que corresponde con esa ética de las personas, pues es una falacia decir que las conciencias de todos los que no tienen una ética suficiente según nuestros criterios digamos humanitarios, les acusa e interpela continuamente de sus deficiencias éticas. Esto simplemente es falso.
El argumento o la apelación a la conciencia acusadora de una ética débil o deficitaria, a pesar de que hay gente y cada vez más que no les acusa en absoluto, se puede seguir manteniendo rizando el rizo, es decir, apelando a una conciencia torcida o peor aún envilecida por el pecado. Este argumento es pura tautología y “peca” de circularidad. ¿Conciencia torcida? ¿cuál es el criterio a seguir para cualificarla de este modo? ¿La mía es la conciencia recta la que me acusa y la otra es puro pecado en sentido de deficiencia? Sigo pensando que somos nosotros los que elegimos el sentido ético de nuestra vida, nada ni nadie nos la impone obligatoriamente, y podemos compartirlo con los que han hecho una elección semejante y a los otros proponerla suficientemente justificada por si se motivan o animan a seguirla.
Saludos cordiales
Juanel, lo que escribes abre una puerta que nos trae muchos interrogantes: si la ética es independiente de la religión, si se puede vivir y ser buena persona sin religión, con lo que, por otra parte, yo estoy de acuerdo, ¿qué nos aporta la fe y la religón? ¿Para qué la fe y la religión? ¿Para qué la teología ¿qué nos añade en esta vida la convicción de la trascendencia?
Ahí dejo las preguntas. Hasta la no noche no podré atender vuestras respuestas, respuestas que significan la clave de nuestro ser cristianos o religiosos en general.
Y amigo Juanel, te leo con gusto, y al encontrar que me citas, te digo que cuando yo digo que hemos de preguntarnos “por qué ser buenas personas”, no estoy interrogando a nadie, sino que es una pregunta que me hago yo; es pedir que demos base razonable a nuestras opciones ética y personales; y esto para poder contarlo a otros y a nosotros mismos.
Lo que importa es la vida de compromiso por la justicia y la dignidad, claro que sí. Pero hay docenas de corrientes de pensamiento, y miles de pensadores, y millones de personas en la opinión pública, que ven el cristianismo y a los mejores cristianos como “activistas de un buenismo moral tan valioso como opcional y particular”. Yo digo que hemos de salir al paso de esta ideología tan escéptica y dar cuenta del fundamento profundamente antropológico de nuestra vida. No sólo religioso, sino en continuidad o mezcla, antropológico y común.
Por eso importa tanto referir la dignidad de todos, y especialmente la de los excluidos y víctimas, a alguna experiencia humana común e incondionada. A la medida de los humanos en cuanto a cómo la captamos y describimos, pero común e incondicionada. Que nadie así la pueda ignorar. A esta referencia ultimísima muchos le llamamos fe, algún tipo de fe, al fondo de la incondicionalidad de la dignidad humana de todos y siempre; algunos la traducen como fe en Dios, y hacen de ese Dios un ídolo a la medida de una religión; hay que criticarlo; pero reconozcamos que no es fácil obviar algún tipo de fe, con minúscula o con mayúscula, al fondo de la incondicionalidad de esa dignidad humana. Son cuestiones que manejan los filósofos en sus discusiones, y que los teólogos reciben prestadas de la filosofía. Muchos de ellos, totalmente ajenos a una Fe, reconocen que hay una fe sin explicitar al fondo del compromiso con la digna humana de forma incondicional.
Es por tanto, en principio, un tema laico, que nos afecta a todos. Lo cual no significa que todos lo vamos a tratar con el mismo detalle o que vayamos a abandonar la vida para pensarlo. Yo sólo digo que pensarlo es una parte de la vida, y no hacerlo, una manera de aceptar cierta alienación en el lucha por la justicia como cristiano o como humanista. Es como si yo dijera, tengo una razón para mí, y me sobra. Alguien me diría, muy bien, pero es tu razón. Yo, sin embargo, aspiro a que mi razón se vea como razón común por sus motivos, que desazone a los que me interpelan, no por la fuerza.
A la luz de esa condición inalienable de nuestra dignidad, exigible es también la ética. No como el derecho, que lo es ante los tribunales de justicia, sino ante la conciencia. Pero exigible es la ética. Lo que no es exigible, no es ética, sino invitación a la santidad o a la perfección en torno a un ideal particular; pero la ética, siempre es universal en lo que pretende y exigible. La diferencia con el derecho está en que siendo ambos exigibles en su propio ámbito, el derecho lo es mediante la fuerza de la ley, y en su caso, la pena o sanción; y la ética mediante la obligación de conciencia. Son modos muy distintos, pero ambos obligatorios.
Siento mucho ponerme en plan profesor, porque no es mi intención, sino empujar una reflexión. Y no encuentro modo de salirme ya de este hilo. Saludos.
La Verdad, casi siempre está pendida del madero…
Estimado Juanel: en mi entorno hay personas que, como tú dices, ni se plantean en ese su mundo, si D*s existe o no existe, es más, quienes se llenan la boca de ese dios están en cofradías con las vírgenes de escayolas, los cristos de palos; son más inhumanos a la hora de comportase éticamente que quienes solo tratan de supervivir en este mundo cada vez más deshumanizado y tecnócrata en todos los sentidos.
Y no pasa nada, por desgracia… Porque si nos llenamos la boca en decir que somos creyentes deberíamos ser garantes y fiel reflejos de quienes decimos que somos seguidores. Si llevamos esto a la política no entiendo a una persona del PP que siga a la del partido del PSOE, y viceversa, es incoherente y en definitiva mentirosamente falto de toda ética y a moral sobre esa fe que decimos sentir.
La ciencia que nos habla o trata discernir alguna razón de D*s en este mundo y nuestro entorno y que ya contiene ciertas bases, solo tiene sentido si se concreta en hechos reales sobre sobreentendida en ellas misma.
La ética debe componer todo, en fe, en política, en justicia, en los medios de comunicación, en las fuerzas de seguridad, basadas en aquel primer concepto para las que fueron creadas, y que como vemos distan mucho todos de donde se encuentran hoy de la función primordial para la que se gestionó.
Si la persona para cubrir sus primeras necesidades y para supervivir, ya en la cuevas pintaba ese objeto de sus deseos o aspiraciones como se pueden comprobar en sus restos de pinturas, y superado esto, con otro eslabón más de raciocinio siente que hay algo más, que solo alimentarse crecer, reproducirse y morir, y busca, anhela a es* Espíritu, Ruah interior inmanente e inherente a ella. En esa inicial cognición la persona primitiva va colocando sus trazos de deseo primigenio que para nada son los que hoy evolutivamente las personas tenemos, aunque respetemos aquellos otros deseos.
Lo que hoy nos rechina es que se sigan para unas cosas el modelo de vida actual, y para ciertas posturas la ciencia que estudia sigan casi tan oscuros como aquellos otros en sus forma y conceptos, que éticamente van en contra de la evolución y conceptos de D*s en sus Revelación a la Humanidad en la persona de Jesús y puesto que D*s nos acompaña no ha dejado de ser o estar presente en cada evolución de la humanidad, y esto es lo que yo particularmente reprocho a la ciencia que intenta lo que tod*s intentamos Saber más de D*s.
Por supuesto no dejo de denunciar los chiringuitos que se montan a costa de… Por que todo cuanto nos esclaviza nos deshumaniza, y para podemos decir ¡Soy creyente, creo en dios, en Jesus! Pero no me importa como vivan los que no creen o incluso me importa bien poco todo cuanto sucede en mi barrio, casa o pueblo… Y antes de que me llamen “loc*s” me crucifiquen vivo del cuento de…
Porque las huelgas, traen cegueras, J.L Herrero del Pozo, incomprensión, poco estatus social y menos reconocimiento a todos los niveles. Pero eso sí me apunto a todos los que vayan saliendo con escritos desde mi territorio acolchado…
Esto es también lo que yo critico de “los grandes pensadores de la ciencia de dios” Porque éticamente no sirven ni a ese dios, ni a las personas que buscan a D*s desde la HUMANIDAD QUE NO VEN EN…
Hombre Javier, no te pongas así por que alguien te dé una bendición, aunque ésta sea ritual-mágica. Mira yo también te la doy e incluso con toda la cualificación ritual-mágica como laico bautizado, pues según nos dicen en la IC por el bautismo somos sacerdotes, reyes y profetas con Cristo. Si los ordenados se autocualifican con el poder de Dios, los simples bautizados también los tenemos, por supuesto ritualmente. El alcance y valoración de un rito es difícil de calibrar, todo depende del rito de que se trate y de su contexto. En general les doy escaso valor, pero bendecir y dar la paz siempre me parece positivo independientemente del rito.
En lo que comentas sobre la verdad, estoy de acuerdo contigo, ¿qué es la verdad?
Saludos cordiales
Querido Javier, mis palabras no tenían la trastienda que lees; me sorprender lo que has sido capaz de interpretar en ellas; la fuerza estaba en el “seguir” a Jesús, y todo lo demás es de tu cosecha; ésta era la verdad que proponía decirnos unos a otros, “seguir a Jesús de verdad”; decir no es contar sino invitar, animar, comprometer, interpelar; y después, lo hace cada uno, con otros, pero bajo su responsabilidad; era un texto más poético que téorico, de cierre más que de nueva tesis sobre algo, pero parece que no me he hecho entender. No importa. Y te lo digo personalmente, feliz navidad.
Ana, es verdad que la mayoría de jóvenes y también de gente adulta al menos de mi entorno, la alternativa de un mundo con Dios o sin él ni se la plantean. No es que se declaren que no saben, (agnósticos o escépticos con cierta curiosidad) sino que se manifiestan indiferentes ante este tema. ¿Pasa algo? Pues nada, qué va a pasar, lo importante no son las creencias sean cuales sean, sino los valores éticos (como decís tú, Carmen y casi todos en Atrio) que subyacen tanto en los modos de pensar como de hacer o decir. Digo que subyacen porque no son lo que se manifiestan como principios morales que deben tenerse, “los mejores”, sino los que realmente se tienen. Los valores éticos que quisiéramos tener quedan con frecuencia velados con sombra, aunque pongamos empeño y esfuerzo en quitarla siempre está ahí. Sin duda ese esfuerzo nunca resulta inútil al menos para mí.
A muchos teólogos, por lo que he leído, les preocupa la indiferencia con respecto al tema de Dios. A mí nada en absoluto. ¿Por qué iba a preocuparme? El centro del mensaje de Jesús de Nazaret es el Reino de Dios, que en mi modo de ver las cosas cuadra “casi” perfectamente con la plenitud humana. Es la plenitud humana el objetivo y demasiado a menudo la idea de Dios que por lo común se tiene, en lugar de facilitar las cosas las entorpece de tal modo que va en su contra completamente. (por ejemplo la idea de Di*s de los dinosaurios machistas que comenta Carmen) Es la plenitud del hombre y la mujer, niño/a, viejo/a, de los jóvenes y adolescentes, de todos, el objetivo. Y si la idea de Dios actúa contra esa plenitud o resulta inútil, simplemente quitémosla. Lo primero es lo humano, después lo demás. Como dices no es tolerable una fe sin el compromiso solidario. José Ignacio me diría ¿por qué? Bueno, si tengo ocasión le respondo; quizás le guste, quizás no y encuentre más preguntas que hacerme como profesor que es. Es cierto que encadenando porqués al cabo nos quedamos sin respuestas, pero por el camino encontramos cosas interesantes. Por si acaso, lo que no estoy de acuerdo es en la necesidad final de derivar lo humano de Dios, pues hay alternativa para sostener valores humanos sin depender de Dios. Por esto no me preocupa la indiferencia siempre y cuando se asuman valores humanos, que son también elegibles y en mi opinión nunca exigibles. Lo exigible es solo la ley y el derecho, no la ética.
Saludos cordiales
José Ignacio querido,
Percibes los reproches en torno al cristianismo descafeinado (es más exacto decir Jesús descafeinado, mensaje descafeinado) del que somos cómplices, y por eso los aludes, a los reproches. Y además solicitas formas cariñosas para los reproches.
Y pareces solucionar el descafeinamiento si cumplimos la condición de decir la verdad (como si nos fuéramos a poner de acuerdo en la respuesta a la pregunta de Pilato ¿y qué es la verdad?) Y si decimos la verdad con respeto.
Y así pareces llegar a concluir que así ya hemos resuelto el problema que has planteado. Pero parece evidente que te has quedado corto, y que atajas por el aire, dando un salto hasta el ‘feliz navidad’ del final de tu comentario.
Pues no, mi querido experto en moral. No. Ni siquiera si fuéramos capaces de llegar a la verdad (cosa bien difícil demasiadas veces), y aún más, ni siquiera si fuéramos capaces de decirla, aún así y todo tampoco habríamos resuelto el problema, del que somos cómplices y coautores, del descafeinamiento de Jesús, de su mensaje y del cristianismo.
Si pensamos que basta con decir (diferencia que la sabiduría popular destaca entre’ predicar y dar trigo’), por mucha forma de respeto que le pongasmos, seguiremos descafeinando a Jesús y su mensaje.
Moralmente así no podemos -no debiéramos- ser felices en estos días; sería esa una falsa felicidad. No sería ético sentirnos felices así.
Ayer estuve en misa, en territorio Munilla. Terminaron, como impone el Vaticano en todos sus territorios sobre los que impera a sus absolutistas anchas, diciéndome la misma cantinela rutinaria obligatoria justificadora del sistema establecido: que Dios me bendice (pensamiento mágico, pero estos chicos se arrogan mágicamente representar a Dios) y que puedo ir en paz.
Mensaje equivocado. Interesadamente equivocado. Por tanto inmoral. A mi modesto modo de ver.
Con todo cariño, profesor y amigo.
Querida Ana no dudo en que tu tesis es esa… Y la que me gusta leer-te.
Besos cielo
Hay una canción de Luis Eduardo Aute que a mí me gustaba mucho, hace tiempo que no la escucho, y que dice, cito de memoria, esto:
“De alguna manera tendré que olvidarte,
por mucho que quiera, no es fácil, ya sabes,
me faltan las fuerzas, ha sido muy tarde, ´
y nada más, y nada más,
apenas nada más.
………………………………….. “.
Algo así siento yo al referirme a Jesús, si leo seguirte donde dice olvidarte. Pero confío en que diciéndolo, se me reproche más cariñosamente. Al final, si no nos decimos la verdad, somos cómplices de un cristianismo descafeinado, pero si nos la decimos con respeto y hasta afecto, la verdad siempre es curativa. Feliz Navidad a todos.