No hay texto que no esté sujeto a la relatividad de las interpretaciones. Hasta las palabras de quien más se opone a la dictadura de la relatividad. Un ejemplo, traído una vez más del último viaje papal y recogido en los medios de hoy. Los dos artículos se refieren a lo dicho por el papa en el avión Roma-Santiago que puede verse en la página oficial vatican.va. ¿Qué lectura hacemos cada uno de nosotros?
I. España no es el problema de la Iglesia
“El papa no vio enemigos en el mundo, sino dificultades”
Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger, 10 de noviembre de 2010 a las 21:48
Dado que la Santa Sede está poniendo en marcha un dicasterio para la nueva evangelización, uno de los periodistas que acompañaban al papa en su viaje a España, le preguntó si “precisamente España, con los desarrollos de la secularización y de la disminución de la práctica religiosa” era “uno de los países en los que” el papa “pensó como objetivo para ese nuevo dicasterio o si no (era) el objetivo principal”.
Y el papa respondió a lo que le preguntaron: “He pensado en el mundo entero”. Aunque pueda resultar decepcionante para nosotros, España no es el problema de la Iglesia, los españoles no estamos en el centro de las preocupaciones del papa, creyentes o incrédulos, no somos el ombligo del mundo.
“He pensado en el mundo entero”, dijo el papa, sencillamente porque “la dificultad para pensar los conceptos de la Escritura, de la Teología, es universal”.
El papa no vio enemigos en el mundo, sino dificultades. Y, hablando de dificultades, que no de enemigos, el papa añadió: “Naturalmente hay un centro y es el mundo occidental con su secularismo, su laicidad”. En todo el mundo, pero de modo especial en el mundo occidental, “la fe ha de buscar renovarse para ser fe de hoy y para responder al desafío de la laicidad”.
El papa no se refiere al secularismo ni a la laicidad para atacarlos, ni siquiera para interpelarlos; constata su presencia y se dirige a la fe de los creyentes, llamada a “responder al desafío” que secularismo y laicidad representan para ella.
En ese contexto el papa habla de España, y se refiere a ella como un “país originario de la fe”, que, no obstante eso, ha sido también país originario de “una laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo, como hemos visto precisamente en los años treinta”. Referencia histórica que, si se quiere, puede ser tachada de genérica, pero no de injusta con nadie.
Y de la referencia histórica, el discurso pasó al presente: “El choque entre fe y modernidad se da también hoy en España”. No me resulta que en ningún momento se haya hecho alusión alguna a un choque o a una confrontación entre la Santa Sede y el gobierno de España, entre Iglesia y partidos políticos, entre creyentes y no creyentes. El papa habló de “choque entre fe y modernidad”, y salvo que a alguien le moleste que se le considere hijo de la modernidad y de la ilustración, no veo qué motivo de alarma o de escándalo pudieron encontrar algunos en lo que oyeron -¿o más bien en lo que deseaban oír?-.
También el papa es hijo de la modernidad y de la ilustración. Pero eso no le impide ver los muchos problemas de comunicación y de lenguaje que esa filiación suya y nuestra está creando a la transmisión de la fe. El papa espera que España desempeñe un papel central en el proceso que la Iglesia está viviendo de “encuentro entre fe y laicidad”.
P. D.: De las reacciones de los políticos, mejor no hablar.
+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger
II. La añoranza del Estado confesional
JAVIER PRADERA
EL PAÍS – España – 10-11-2010
En el avión que le trasladaba a Santiago, Benedicto XVI denunció el supuesto renacimiento en España del laicismo anticlerical y agresivo dominante durante la Segunda República; también aclaró que el recién creado organismo vaticano para la nueva evangelización se ocupará de manera preferente de nuestro país. Aunque la incontinencia expresiva del papa Ratzinger haya dado lugar anteriormente a otros conflictos diplomáticos, la pifia ha desbordado esta vez la prudencia exigible a un jefe de Estado invitado por otro país. ¿Cabe imaginar al máximo dignatario de una nación europea de visita en el Vaticano comparando despreciativamente ante los periodistas a Benedicto XVI con Pío Nono?
Ni las situaciones históricas son comparables ni la Constitución de 1978 copia el tratamiento dado a la Iglesia por la Constitución de 1931. Es cierto que el anticlericalismo causó la quema de iglesias y conventos a lo largo del siglo XIX, durante la Semana Trágica barcelonesa de 1909 y tras la proclamación de la Segunda República; también fue responsable de la muerte de más de 6.000 sacerdotes y monjas durante la Guerra Civil. Hoy día, sin embargo, solo quedan huellas retóricas de esa barbarie. A partir de 1939, por lo demás, el franquismo y la Iglesia sellarían un pacto comparable con la alianza entre el Trono y el Altar. Las casi cuatro décadas de nacional-catolicismo colmaron de privilegios económicos a las instituciones eclesiásticas, les garantizaron el monopolio de la vida religiosa mediante el Estado confesional, encomendaron la educación a sus cuidados y les concedieron un régimen de extraterritorialidad. La dictadura también entregó a la Iglesia la regulación de las costumbres, sin perjuicio de que la práctica sórdida y el ocultamiento cómplice de la pederastia en sacristías, seminarios y colegios no haya sido nunca investigada como lo fue en Estados Unidos, Irlanda, México y Bélgica.
El marco jurídico del laicismo consensuado en 1978 descansa sobre el mandato constitucional según el cual “ninguna confesión tendrá carácter estatal”. El artículo 16 une a la tajante separación entre la Iglesia y el Estado la recomendación -complementaria y subordinada- a los poderes públicos para que tengan en cuenta “las creencias religiosas” de la sociedad española y mantengan las consiguientes “relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones religiosas”. El profesor Rafael Díaz-Salazar advierte con acierto en España laica (Espasa, 2008) sobre las dificultades para armonizar los dos momentos de la autonomía y la cooperación.
Zapatero eligió el laicismo como seña de identidad de su programa para competir el año 2000 por la secretaría general del PSOE. Una parte de ese ideario se ha ido materializando desde la victoria socialista de 2004. Sin embargo, la revisión de los Acuerdos con la Santa Sede de 1979 fue abandonada por entero y la entonces vicepresidenta Fernández de la Vega aumentó considerablemente hace dos años las subvenciones a la Iglesia; la nueva ley de conciencia y de libertad religiosa ha sido aplazada.
No soplan buenos vientos para el laicismo: la nueva evangelización de España y de otros países occidentales erosionados por la secularización y la disminución de la práctica religiosa así lo anuncia. Los esfuerzos de los 80 miembros de la Conferencia Episcopal -ciudadanos españoles nombrados para su cargo por la Santa Sede- para vetar leyes aprobadas por las Cortes Generales muestra su añoranza del confesionalismo. Los gobernantes que elaboran los proyectos de esas normas, los parlamentarios que las promulgan y el jefe del Estado que las sanciona son obligados a elegir, si son católicos, entre la lealtad a la Constitución y la fidelidad al Vaticano. La coartada justificadora de esa extorsión a la libertad de conciencia es la supuesta violación por el derecho positivo de una ley natural que solo la Iglesia católica se halla en condiciones de conocer, interpretar y aplicar.
Benedicto XVI ha aprovechado su viaje para condenar en nombre del derecho natural la ley del aborto y la ley del matrimonio homosexual. Dentro de la lista figuran también la agilización de los trámites del divorcio, la investigación con células madre y la asignatura obligatoria de Educación para la Ciudadanía. ¿Aspirará ese nuevo confesionalismo a transformar la Conferencia Episcopal en una Tercera Cámara de las Cortes dotada del derecho a vetar las resoluciones aprobadas por el Congreso y el Senado?
Estimada Ana
He citado a Cristina Alberdi, no porque su ideario fuera cercano al PSOE, que tal y como ella reconoce, no ha sido nunca afiliada, sino porque es una profesional en asuntos legales.
Que haya cambiado o no de chaqueta, es algo que no preocupa, yo no la cito por ese motivo, sino por el conocimiento de la legalidad, ya que quien defendía lo ecrito por el Sr.Pradera en ese coloquio, tuvo que aceptar la explicación dada por ella.
En cualquier caso, reconoces que lo afirmado por mi: Que somos un Estado aconfesional, es cierto, ya que como tu misma dices: “puesto que este artículo de la Constitución que en ese momento quedó como quedó, ha sido el talón de Aquiles…
Ésta ya es otra discusión, podremos estar de acuerdo o no en que esto se hizo mal o bien, pero las constituciones se votan por el pueblo.Y hay que respetarla. Si, el Sr. Zapatero quiere cambiarla, que lo diga, tiene todo el derecho del mundo, lo pone en su programa y lo publicita y luego nos llama a votar(Si gana claro).
Paz para todos
Querida M. Luis, te contesto en post abierto al efecto para no dividirnos en dos sitios diferente hablando de lo mismo.
Yo lo que a estas alturas veo, querida Ana, es que ahora, a mi modo de ver lo que toca es volcarnos a intentar comprender cómo es posible que en medio de tanto despropósito al que precisamente con nuestras protesta lo que queremos es hacer justicia al mensaje de Jesús, se produzcan simultaneamente sin fisión alguna estas situaciones de poder y sumisión. Pienso que haciendo el análisis previo de este fenómeno, aportaría, aunque tristes y complejos, ciertamente, nuevos datos que reforzarían los argumentos de nuestras quejas o bien las enfocarían en otro sentido.
No recuerdo si en este o en otro hilo yo misma hacía referencia a la triste escena del limpiado del Altar. En aquel instante, de repente me encontré terriblemente tensa sentada frente al televisor diciéndome a mi misma, lo fácil que hubiera sido de acorde con los tiempos, que algún seminarista por ejemplo al menos uno, estuviera ahí mezclado entre las monjitas. Si la cosa sigue exactamente igual quiere decir que se está muy lejos todavía de que los ritos representen la Realidad que invocan y por tanto a lo que deriva, en efecto, todo ello es en magia.
Pero yo insisto, sería interesante profundizar en lo que tiene de ventajoso el sometimiento, pues al final de aquel día ante los comentarios todos ellos enaltecedores que a mi alrededor se produjeron me dejaron totalmente descolocada.
Querida M. Luisa, ante el pequeño-gran y poderoso estado vaticano, con su jefe a la cabeza y ante quien se rinden todos los potentados del mundo, poco podemos hacer si no es manifestar desde los cuatro puntos cardinales nuestra protesta. Lo que yo he resumido, es un síntesis de lo que han dicho todos los medios de comunicación que tienen influencia social. Ayer leía que en este viaje ya no aparecía el humillante y sumiso (esto lo digo yo) totus tuus.
Para quienes seguimos empeñados en tener a Jesús el nazareno como referente vital y religioso, es un deber denunciar (esta fue mi primera idea en mi último comentario), acusar y protestar, porque, alguien que se dice ser el representante de Jesús, no nos lo secuestre, lo meta en el cuarto oscuro de sus calenturientos afanes de grandeza y se ponga él en el centro de la idolatría popular.
En estos días nadie ha hablado del mensaje subversivo del evangelio pidiendo justicia para las víctimas de nuestra sociedad, y sí todo el mundo ha hablado exclusivamente del Papa, unos para adorarlo y otros para denunciarlo. Pero Jesús no aparece ni en la boca del Papa, ni en la de los obispos, ni en la de los políticos y en la prensa. Si no ponemos blanco sobre negro, las cosas irán a peor. Si es que esto es posible.
¿Qué ha quedado de evangelización en España tras su visita? Nada, porque la moral sexual la seguirán quienes ya estaban convencidos. Ayer escuchaba a una monja hablar en la televisión con qué desparpajo hablaba de cómo los virus del VH traspasaban las paredes del preservativo asegurando que eso lo decía la ciencia. ¿Necesitaba esta monja la visita del Papa?
Pues eso, como diría Pepe Sala.