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La fuerza histórica de los pobres y oprimidos

A mi siempre me ha impresionado una pequeña historia relatada en el libro del Eclesiastés del Primer Testamento (o Antiguo). Se asume que el Eclesiastés es obra del sabio rey Salomón. Sería lo que hoy llamaríamos un académico o un profesor universitario (en hebreo Qohelet). Es conocido por la expresión “vanidad de vanidades; todo es vanidad” (1,2). Algunas versiones modernas traducen: “ilusión, pura ilusión; todo es ilusión”.

Todo el libro es una búsqueda incansable de la felicidad, pero se enfrenta con la muerte inevitable que vuelve todas las búsquedas, ilusiones, puras ilusiones. No por eso deja de ser temeroso de Dios y ético al indignarse frente a las opresiones: “cuántas son las lágrimas de los oprimidos sin nadie que los consuele cuando están bajo el poder de los opresores… feliz aquel que no llegó a nacer porque no ha visto la maldad que se comete bajo el sol” (4,1.3).

La pequeña historia reza así: ”Había una ciudad de pocos habitantes. Un rey poderoso marchó sobre ella, la sitió y levantó contra ella grandes rampas de ataque. En la ciudad había un hombre pobre, y sabio, que podría haberla salvado con su sabiduría. Pero nadie se acordó de aquel hombre pobre. La sabiduría del pobre es despreciada y sus palabras nunca se escuchan”(9,14-16).

Esta constatación me conduce a la teología latinoamericana de la liberación. Es una teología cuyo eje articulador es “la opción no excluyente por los pobres y por su liberación”. Ella da centralidad a los pobres como lo hace el evangelio del Jesús histórico: ”felices vosotros los pobres porque vuestro es el Reino de Dios” (Lucas 6,20). Pero hay algo inédito en la Teología de la Liberación que supera el asistencialismo y el paternalismo tradicionales que practicaban la caridad con los pobres pero los dejaban en su situación de pobres.

La Teología de la Liberación aportó algo singular: reconocer la fuerza histórica de los pobres. Ellos comenzaron a tomar conciencia de que su pobreza no es querida por Dios, ni es natural, sino consecuencia de fuerzas sociales y políticas que los explotan para enriquecerse a costa de ellos, haciéndolos así pobres. Entonces, no son simplemente pobres, son oprimidos.

Contra toda opresión aparece la liberación. Concientizados de este hecho y organizados, constituyen fuerzas sociales capaces, junto con otras fuerzas, de cambiar la sociedad para que sea mejor, no tan injusta, opresora y desigual.

Los cristianos se inspiraron en la tradición del Éxodo (“oí el clamor de mi pueblo oprimido, y bajé a liberarlo”, Ex 3,7), en la de los profetas que, contra los opresores de los pobres y de las viudas, denunciaban a las élites dominantes y a los reyes (Isaías, Amós, Oseas, Jeremías), haciendo decir a Dios: “misericordia quiero y no sacrificios; buscad el derecho, corregid al opresor, haced justicia al huérfano y a la viuda” (Isaías, 1,17), pero principalmente en la práctica del Jesús histórico que estaba siempre claramente del lado de la vida sufriente, especialmente de los pobres, de los enfermos, de los marginados, de las mujeres, ejerciendo una práctica verdaderamente liberadora de los padecimientos humanos. Les anunciaba el proyecto de Dios, una revolución absoluta: un Reino de amor, de paz, de perdón, de compasión y también de dominio sobre la naturaleza rebelada.

Esta es la base de la teología de la liberación. Marx no fue nunca padre ni padrino de este tipo de teología, como muchos la acusan todavía hoy. La teología de la liberación se fundamenta en la tradición profética y en la práctica del Jesús histórico. No olvidemos que él fue juzgado, condenado y levantado en una cruz por los religiosos de su tiempo, asociados con el poder político romano, a causa de la libertad que se tomaba ante las leyes opresoras y la imagen de un Dios vengador. Puso todo bajo la criba del amor y de la misericordia. Si no servían al amor y no llevaban a la misericordia él rompía con costumbres y tradiciones que pesaban sobre la vida de todo el pueblo.

La Teología de la Liberación dio un voto de confianza a los pobres, considerándolos protagonistas de su propia liberación y actores en una sociedad como la nuestra que crea más y más pobres y vergonzosamente los desprecia y los relega a la marginalidad. Ella se funda sobre la explotación de las personas, sobre la competición y no sobre la solidaridad, y sobre la depredación irresponsable de la naturaleza y no sobre su cuidado.

La experiencia que hicimos es exactamente la narrada en el libro del Eclesiastés: los pobres son sabios, nos enseñan, pues su saber está hecho de experiencias; hacemos un intercambio de saberes, entre el nuestro científico y el experiencial de ellos y así sumamos fuerzas. Descubrimos que cuando se organizan en comunidades, en movimientos, y participan como ciudadanos en partidos que buscan la justicia social, revelan su capacidad de presión y hasta de imponer trasformaciones sociales.

¿Pero cuáles son los políticos en los parlamentos y los pocos gobiernos que los escuchan y atienden sus reivindicaciones? Generalmente sólo se cuenta con ellos cuando hay elecciones, para seducirlos para sus proyectos, por lo general ficticios.

Voy a contar, no sin cierto apuro, lo que pasó conmigo. El gran filósofo y jurista Norberto Bobbio de la Universidad “degli Studi” de Turín quiso honrar a la Teología de la Liberación, concediéndome el título de “doctor honoris causa” en política. Sectores del Vaticano y el cardenal de Turín ejercieron una fuerte presión para que ese evento no se realizase, lo que irritó sobremanera al filósofo-jurista Bobbio. El evento se realizó con su presencia, ya mayor y enfermo. En el diploma universitario se leía: “La personalidad del franciscano Leonardo Boff se destaca tanto en la investigación en ciencias políticas y teológicas, como en el compromiso ético y social. Sus escritos y su reflexión, altamente originales y movidos por una pasión cívica, están en el centro de un debate político y eclesiástico fervoroso en el mundo contemporáneo”. El 27 de noviembre de 1990 me fue concedido el título mencionado.

Noberto Bobbio quedó tan impresionado con el discurso que pronuncié como agradecimiento al título, que comentó: “Nosotros, los de la izquierda, teníamos que esperar a un teólogo para recordarnos que los pobres son sujetos de la historia” (cf.M.Losano, Norberto Bobbio: uma biografia cultural, E. Unesp 2022, pp 460-463).

Para mi era la confirmación de la verdad de la historia del Eclesiastés: tenemos que oír a los pobres (por su causa me honraron con el título) que antes de leer las letras, leen el mundo con acierto. Sin la sabiduría de ellos y la de los pueblos originarios no salvaremos nuestras sociedades ni tampoco evitaremos las catástrofes de nuestra civilización.

*Leonardo Boff ha escrito Brasil: concluir la refundación o prolongar la dependencia,Vozes 2018; La búsqueda de la justa medida: cómo equilibrar el planeta Tierra, Vozes 2023.

Traducción de MªJosé Gavito Milano

4 comentarios

  • Juan A. Vinagre

    Unas reflexiones al hilo del artículo de L. Boff. Reflexiones -y datos reales muy lamentables- como los que frecuentemente aporta Leonardo, que por mucho que se repitan siempre será necesario recordar, a fin de que “calen” y no se “pasen por el forro” o en el forro del olvido se queden.

    -Desde hace un tiempo vengo considerando que el Cohelet es un libro que refleja reflexión y CIERTA madurez humana -no es un libro superficial-. Y digo “cierta”, porque el pesimismo que traspira no debe quedarse ahí, en el mero lamento. El pesimismo no es constructivo. Y el hombre-mujer, si quieren serlo, deben mirar a más largo plazo, con ojos de esperanza, porque son capaces de reconocer y corregir sus propios errores; son capaces de humanizarse, aunque necesitemos más tiempo y más poda para concienciarnos de ello; más tiempo (histórico) de lo que hemos creído…  No sea que el pesimismo nos lleve a ver las estructuras sociales como irreformables y a matar los sueños y utopías que humanizan.  El pesimismo excesivo es más propio de un “sapiens” con poco sentido de la historia y de lo que significa el proceso evolutivo del hombre concreto y de la sociedad. Esta sociedad, si no comete errores gravísimos -dictados por descerebrados psicópatas-, no es el fin de la Historia.  Y esto -hablo siempre “a mi juicio”- tal vez porque nuestra escala de seres humanos es muy corta, lo que nos lleva a perder perspectivas y a devaluar nuestras posibilidades reales. El tiempo -que tanto valoran hoy los físicos- es un factor muy importante para saber evaluarnos como humanos…

    -Esta reflexión es aplicable a las estructuras sociales -creaciones humanas inmaduras cuando no crueles- y a nuestro modo de pensar y de valorar…  Los pobres son reflejo y sujetos y ¡protagonistas “encubiertos”! de la Historia. Los pobres y sometidos y explotados, en algunos aspectos, saben más de la vida que los “instruidos”…  Pero mientras no nos humanicemos más…

  • Antonio Llaguno

    Cuando Boff deja de ser Eco-Boff y se viste de teólogo yo me quito el sombrero y reconozco que, no solo dice lo que hay que decir, sino que sabe como decirlo.

    stas son las reflexiones que hicieron que, en mi juventud, tuviera enorme admiracion por el autor de “Los Sacramentos de la Vida” 

  • carmen

    Porque, claro.Según tengo entendido, el emperador Constantino algo vio en el cristianismo. Si nos creemos la historia de con esta cruz vencerás, pues hasta aquí hemos llegado. Y así seguimos. Venciendo como iglesia. Estupendo.Supongamos que no fue así. Que algo vio. Algo que los hacía Fuertes. Luego el mensaje de Jesús de Nazaret, prendió. Si no, cómo se hicieron fuertes? Si en principio eran como las personas de murcia, gente de mal vivir…no sé si me explico. Pero es que los murcianos no somos así. Y los primeros cristianos, pues tampoco. Algo vio. Lo tengo clarísimo porque, personalmente, lo del sueño, como que no.. pero es que si fuese así, suponiendo que tuviese el sueño, que aquí todos hemos soñado cosas raras, fijaos en el mensaje. Con la cruz , vencerás.. vencerás.Y eso, justo eso sucedió. Porque se los llevó a su terreno. Tendría que haber sido al revés. Los cristianos llevarse a su terreno a este señor.Y si no hubiese sucedido así? Y si la idea del cristianismo hubiese prendido en todo el imperio romano? Porque los romanos, a ver, lo mismo les daba Zeus que Júpiter, y luego a luego que Ra y Aton o quienes fuesen.No tenían problemas.

    Pero no. No sucedió eso. No. Y ahora le echamos la culpa al poder político? No. Responsables, el político y el religioso.Luego lo que habría que hacer es retomar desde la época de Constantino. Antes de todo ese jaleo del concilio de , no me acuerdo el nombre. Ahí empezó el Poder del cristianismo. Pues , pienso, opino, creo, estoy convencida de que lo que hay que hacer es convencer al Poder para que, dentro de todos los dentros, cambie el chip.

    Pero claro. Interesa? Diría que no. Sale a cuenta el eterno lamento como en Babilonia y echarle la culpa a los poderosos. Pero es que la iglesia Es Poderosa.Entonces?

    Pues un nudo de esos gordianos, como no se coja una espada y se corte…Y hasta aquí llega el análisis de una murciana que vive con gente de mal vivir. Eso dicen.. 

  • carmen

    Con todo mi respeto, que es enooooorme.
    Jesús no hablaba solo para pobres. Ni para enfermos. No. Jesús hablaba de liberación personal. Para todos. Para la gente con Poder, también. Porque sin el Poder, es imposible que la pobreza desaparezca. El Poder se basa en la riqueza, todo tipo de riqueza. No únicamente económica.

    No se puede luchar contra los poderosos. Siempre se pierde. Te los tienes que llevar a tu terreno. Por eso Jesús tenía amigos de todas clases. Se trata de convencer.Pero…se sacraliza la pobreza. Pues bueno. Así siempre se perderá. Porque hay que convencer. No hay que demonizar a nadie. Sobre todo si esos alguienes son los poderosos. Conquístalos.

    Pero es inútil. Esto que digo parece contrario a algo. No sé exactamente a qué. Supongo que a todo.

    Pues bueno.Un saludo cordial, con todo mi respeto, que es mucho.

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