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Ciencia y  fe

Precisamente el anterior post-conferencia en audio de José Ramón Jiménez, suscitó que Alfredo nos enviase este artículo con esta nota: “Estimado Antonio: He visto la última aportación de Leandro Sequeiros / José Ramón Jiménez. Es un tema que me interesa mucho y al que dedico un capítulo en un libro que estoy terminando: “El devenir de una ilusión”. Te envío ese capítulo por si quieres colgarlo en Atrio. Te lo agradeceré, pues me gustaría tener críticas al mismo, que ahí no faltarán. Un abrazo. Alfredo”. Pues ahí queda abierto el diálogo, hoy martes, día especial de reflexión aquí. (Y desde aquí le pido, que sea él quien indroduzca unos subtítulos con el esquema que ayuden a la lectura). AD

Desde el nacimiento de la ciencia moderna tema tópico en la agenda de debates entre filósofos y teólogos es el de “ciencia y religión”. Enunciado así el tema, resulta, sin embargo, demasiado general, cuando precisamente no cabe generalizar sobre una y otra. La cuestión habría de plantearse atendiendo a la variedad de las ciencias y de las religiones, la cristiana u otras, examinando cómo se relacionan o no entre sí. En el lado de las ciencias suele pensarse en las de la naturaleza: de la física y la biología a la astrofísica y la neurociencia; pero en la ecuación han de incluirse también las antroposociales: de la paleontología y la psicología evolucionista hasta la sociología y la historia.

Algunos teólogos hablan de ciencia y religión como de “dos disciplinas” distintas y complementarias. La denominación “disciplinas”, supuestamente común a ambas, es equívoca y, en consecuencia, engañosa. Lo son ambas en cuanto prácticas disciplinadas, en cuanto conjuntos ordenados de actividades; pero la religión no es una disciplina de conocimiento. Los teólogos hablan asimismo del necesario diálogo entre ciencia y religión. También esto es equívoco mientras no se especifique quiénes dialogan. Para ese, como para cualquier diálogo, hace falta antes de nada identificar bien a las partes dialogantes. Una cosa es el diálogo entre científicos y teólogos, tan recomendable como cualquier otro diálogo. Otra es el careo de los respectivos discursos; y entonces, de nuevo, hay que precisar de qué ciencias y de qué teologías se trata.

Ha habido científicos creyentes y no solo en tiempos de Newton. También los hay en la actualidad, aunque no muchos y con una religiosidad bastante heterodoxa, como la de Newton, poco pertinente para una fe específicamente cristiana. Su existencia muestra ciertamente que el cerebro humano es capaz no sólo de tolerar, sino de admitir al mismo tiempo distintos órdenes de ideas, pero no muestra que creencias religiosas y ciencias empíricas sean objetivamente compatibles.

De suyo, ninguna ciencia está contra la religión, no hay enfrentamiento con ella, pero sí se enfrenta a las creencias que contradicen evidencias científicas. Está en general contra los dogmas en tanto en que, al contrario de estos, la ciencia nunca está quieta, inmóvil, sino en continuo cambio. Ya en eso no puede haber sino colisión entre ciencias y doctrinas –no tanto actitudes o prácticas– religiosas. La colisión inicial y mayor, antes que de contenidos concretos, viene de la propia naturaleza de unas y otras. El método científico de acercamiento a la realidad —por observación, experimentación e hi­pótesis racional— es diametralmente opuesto al proceder doctrinal religioso, que sólo esgrime argumen­tos de autoridad o de tradición o ni siquiera argumentos, nada más sentimientos o barruntos. La ciencia empieza por cuestionar  e investigar; por eso, es cambiante, en permanente curso de rectificación, de corrección. Las creencias –presuntas “verdades”– religiosas, petrificadas, además, en inamovibles dogmas son, por el contrario, en extremo conservadoras, difícilmente corregibles. Lo propio de la ciencia es buscar, a veces fracasar, pero siempre revisar, corregir, matizar, algo que el creyente atado a una ortodoxia jamás hace, pues él ya lo ha encontrado todo desde el principio y no necesita buscar más ni revisar.

Ninguna religión ha tenido tan altas pretensiones cognoscitivas como el cristianismo. Ninguna ha mantenido como obligatorio tanto volumen de doctrina, de teología. Ese volumen se mantuvo rocoso, sin fisuras, a lo largo de la Edad Media. Hubo entonces un amistoso pacto de concordia o compromiso en virtud del cual las ciencias propiamente tales –poco desarrolladas, además, en el Medievo cristiano– y la soberana teología se repartían el conocimiento respectivamente de la naturaleza y de lo sobrenatural. Ahora bien, ese pacto se rompió con la ciencia moderna y lo que era firmeza dogmática del credo cristiano vino a ser su debilidad.

La disolución del saber medieval, y con ella la destrucción de las pretensiones cognoscitivas de la religión, son resultado de la ciencia moderna. A medida que esta exhibe con mejores pruebas la validez de sus métodos en el conocimiento tanto de la naturaleza, del cosmos, de la vida, cuanto del organismo humano, de la sociedad, las formas no científicas de representación del mundo y del ser humano quedan fuera del área del saber propiamen­te dicho y retroceden a posiciones tan inseguras como la del conocimiento vulgar y, peor aún, la de la ideología.

Tras el delicado equilibrio medieval entre credo y ciencias, con el conocimiento científico siempre en progresión desde el Renacimiento, la balanza acabó inclinándose pesadamente del lado de la razón y de las ciencia, quedando suspenso en el vacío el presunto saber teológico, en adelante discutido en su pretensión de constituir conocimiento acerca de supuestas realidades superiores.

A diferencia de la plataforma ideológica medieval, donde Dios encontraba su lugar aproximadamente a igual título que las cosas del mundo, la ciencia moderna prac­tica un ateísmo metodológico, en el que no hay necesidad de la hipótesis–Dios, no hay hueco para ella. El conocimien­to empírico no es piadoso.

Episodio emblemático del choque entre ciencia y cosmovisión cristiana fue el proceso romano contra Galileo en 1633. El heliocentrismo había sido sostenido ya un siglo antes, en 1543, por Copérnico, en una obra que él no quiso publicar en vida y que fue incluida por Roma en el Indice de libros prohibidos. También Kepler (1571–1630) lo había sostenido. Pero sólo con Galileo se produce el encontronazo de la ciencia con la enseñanza eclesiástica. Quizá no sucede así por casualidad o solo por hallarse él más cercano a Roma. Principalmente con Galileo, aunque no solo con él, el método científico se hace práctica habitual del investigador de la naturaleza; se adquiere clara conciencia del proceder de la ciencia en su doble componente de observación empírica y de formalización cuantificada y exacta. Del conocimiento por aproximación, y solo cualitativo, se pasa a una ciencia con matemática precisión. Mediante las matemáticas se intenta racionalizar la observación de la naturaleza. Seguramente esto también, y no solo, o no tanto, el heliocentrismo, alcanza y hiere en la raíz a la creencia religiosa –prorrumpida a bulto, expresada vagamente– sobre lo no observable.

El heliocentrismo no parecía contradecir de plano ningún dogma; contradecía simplemente a la concepción tradicional del universo. Pero en verdad –y quienes lo condenaron se lo olieron– desmontar el geocentrismo era el modo más peligroso de amenazar el antropocentrismo, el lugar central excepcional de la humanidad en los planes creadores y salvadores de Dios.

Descartado el geocentrismo, el cosmos no gira en torno a la humanidad, puesto que no gira el Sol en torno a la Tierra, así como tampoco las estrellas, las galaxias. Ahora bien, desde el momento en que nuestro planeta no constituye el centro del universo, ¿cómo pensar que Dios haya escogido precisamente este astro insignificante para llevar a cabo, primero, la creación del hombre, luego una historia salvífica y, en colmo, en plenitud de los tiempos, la encarnación de su Hijo unigénito? Toda la historia bíblica con su cadena de mitos se tambalea improbable y la cristología del Nuevo Testamento aparece propia de una cosmología arcaica y provinciana, sólo galáctica en las dimensiones de lo que ignora. El mito de Cristo Jesús se hace inverosímil en un planeta y un sistema solar que, cuanto mejor se va conociendo el universo, pasa a la periferia de un cosmos en expansión y sin centro. ¿Cómo creer que un Cristo cósmico o un Verbo–Hijo de Dios haya venido a encarnarse en una raza humana residente en el suburbio de un planeta de un sistema solar en un rincón de las galaxias?

Quizá ni siquiera Galileo fue del todo consciente de las graves consecuencias del heliocentrismo para el credo cristológico: no tuvo conciencia de las contradicciones entre sus creencias todavía cristianas y su ciencia o, mucho menos, el futuro de la ciencia que él impulsaba. Puede, en cambio, que de ello fueran más conscientes los jueces romanos que le condenaron, entre ellos, el muy prestigioso Roberto Belarmino, luego canonizado, ya anciano en 1633, pero con la cabeza despejada para comprender mejor lo que se hallaba en juego.

Desde Copérnico y Galileo, los humanos sabemos que no ocupamos el centro del sistema solar, ni mucho menos del universo. La Tierra es un planeta entre otros del sistema en torno a una estrella entre muchísimas otras. La investigación del cosmos, además, no se ha quedado en eso, que hoy conoce cualquier ciudadano. Tampoco el Sol o la Vía Láctea es centro.  La humanidad queda desplazada, arrinconada en los espacios infinitos. Con ello también queda descolocado el gran relato bíblico de una historia de salvación con el ser humano en el glorioso rango de privilegiado objeto de la atención de Dios.

Resulta difícil imaginar a un Cristo, hijo del Dios único, viniendo ex profeso a un planeta de una estrella menor en la periferia de una galaxia con millones de estrellas entre millones de galaxias. Se hace increíble un Cristo centro del cosmos. La eliminación del geocentrismo lo es a la vez del cristocentrismo. El cielo estrellado testimonia la bien exigua presencia humana en un cosmos que hace inverosímil cualquier providencia divina, que se ocupe lo más mínimo de lo que aquí suceda.

La historia de las hostiles relaciones entre las ciencias y las creencias cristianas no concluye en el proceso a Galileo. Desde luego, la astrofísica newtoniana no llega a afectar a fondo a las creencias. El propio Newton (1642–1727), fue no solo teísta, sino incluso teólogo a su modo –heterodoxo, por negar la Trinidad–; escribió de teología casi tanto como de física e incluyó la mano rectora o correctora de Dios en alguna de sus hipótesis de astronomía, una inclusión innecesaria para Laplace  (1749–1827) en su Tratado de mecánica celeste.

Un siglo después de Newton había cambiado del todo el panorama. Es conocida la anécdota de Laplace en conversación con Napoleón. Cuando el Bonaparte le comenta: “Me dicen que habéis escrito un grueso libro sobre el sistema del universo y que nunca mencionáis siquiera a su Creador”, Laplace responde: “Señor, yo no tengo necesidad de esa hipótesis”. Se abandona la hipótesis–Dios cuando se sabe, con conocimiento de ciencia, que todo ocurre en el universo como si Dios no existiera. Se deja de tener necesidad de un Creador para dar razón del origen y de las leyes del cosmos.

Las ciencias de la naturaleza descartan cualquier entidad sobrenatural: la de los milagros, la de una resurrección corporal o la de una creación* divina del universo. Desde Lyell (1797–1875) se sabe que nuestro planeta no ha sido siempre así: que se ha formado, transformado. Desde Darwin (1809–1882)  rige la concepción evolucionista de los seres vivos, que alcanza, según la paleoantropología, al propio Homo, que ha dejado de ser un animal de excepción al margen de las leyes biológicas. La astrofísica señala un Big Bang en los inicios del cosmos y luego una evolución expansiva de miles de millones de años hasta el momento actual.  Eso pone cabeza abajo no solo la tradicional visión estática de la naturaleza, sino cualquier idea y discusión acerca de Dios y de la religión. Buena parte de los Diálogos sobre la religión natural de David Hume, tan ilustrativos de planteamientos filosóficos a mediados del siglo XVIII, llenos de agudeza en las diferentes posiciones allí sostenidas por los dialogantes bajo el supuesto de un universo estático, carecerá de sentido en poco más de un siglo. Lo que se sabe por ciencia, y a ciencia cierta, de la cosmogénesis, muestra que en el universo todo ocurre como si no hubiera un Dios personal, innecesario, desde luego, para entender la realidad cósmica y la humana.

Desde Laplace y Darwin, si hay un Dios es un “Dios ocioso”, que no actúa en el mundo. A esa divinidad, desde luego, nada puede refutarla, mientras que a cualquier otra que no sea ociosa, tiende a refutarla por un lado la ciencia y por otro el horror del Mal.

Para científicos que han especulado acerca de Dios este es una gran equis sobre la última barrera de los conocimientos. A medida que la ciencia avanza la barrera retrocede. De la barrera acá todo se explica sin él; de la barrera allá ni con él ni sin él se explica. Dios está de más (idea de Unamuno, El sentimiento trágico de la vida, capítulo 8).

En el enfoque evolucionista universal hay engranaje y continuidad de lo cósmico a lo planetario, de lo físico a lo biológico y de esto a lo antropológico. En todos sus momentos y modalidades la evolución, tanto del cosmos y de la vida como del Homo, se compadece mal con la creencia en un Dios creador o simple relojero y encargado del buen funcionamiento del universo.

En otra línea investigadora, la que desde la anatomía renacentista ha progresado hasta la moderna neurociencia, se ha ido disipando paulatinamente el alma como entidad presuntamente diferente del cuerpo.  La neurociencia ve el “espíritu”, la mente, la conciencia, como una propiedad y función de un organismo, de un cerebro de alta complejidad. Con la disipación del alma o del espíritu se evapora asimismo la creencia en lo sobrenatural y lo sagrado.

Ciencias, en fin, las hay también antroposociales. Desde ellas, en particular desde la sociología, se han propuesto teorías sobre la naturaleza y origen de la religión. Algunos de los mayores y más influyentes estudiosos de comienzos del siglo XX[1] han consagrado a eso alguna obra relevante. Lo que de sus indagaciones se desprende no son tanto certidumbres contrarias a las creencias religiosas, cuanto señalamiento de los factores humanos, harto humanos, de donde emanan los conglomerados llamados religiones. Son estudios no infalibles, obviamente, y susceptibles de crítica, pero que, desde luego, desmontan no pocas pretensiones del credo cristiano, en especial su presunto origen en una revelación sobrenatural.

No hace falta asignarle a la ciencia el monopolio de la racionalidad –que no lo tiene– para la siguiente doble constatación: 1) Las ciencias de la naturaleza cuestionan importantes contenidos de la creencia religiosa en Dios o dioses, en la creación del mundo, en lo sobrenatural. 2) Las antroposociales cuestionan la religión misma como hecho antropológico singular; la rebajan al nivel de un hecho humano entre otros.

Ante el acoso de la ciencia, desde el lado religioso ha habido dos reacciones por otra parte compatibles entre sí: una es retirarle a la fe cualquier valor de conocimiento, hacerla consistir en sentimiento; la otra es intentar argumentar que la ciencia no llega a refutar la existencia del Dios creador.

 

[1] William James, Las variedades de la experiencia religiosa (1902); Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905) y otros estudios de sociología de religiones como confucianismo y taoísmo; Émile Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa (1912); Sigmund Freud, desde Totem y tabú (1913) hasta El porvenir de una ilusión (1927) y Moisés y la religión monoteísta (ensayos de 1934 a 1938).

46 comentarios

  • Alfredo Fierro:

    A esta ciencia y tecnología que proclama el Gran yogui Sadhguru, me refiero cuando digo que no hay diferencia entre ciencia y espiritualidad o fe.
    Hay una ciencia subjetiva que da paso a métodos o tecnologías objetivas. Es urgente practicar lo que Sadhguru denomina ingeniería interior. O de lo contrario posiblemente nos vayamos todos a la mierda.

    https://www.youtube.com/watch?v=PyYWIoGl_eM

  • ¿”Que la ciencia ha hecho poco creíble a Cristo y a Dios”?
    ¿Quiere decir que Cristo y Dios de alguna forma entran en el campo de la ciencia?
    Pues, entonces: Cuánto más ciencia: menos cristo, menos Dios. De esta forma, llegará la poderosa ciencia a sepultar en la nada a Cristo y a Dios juntos.
    Soy un cristiano de a pie: Mi fe es muy “simple”: Creo en Dios Padre, creo en Dios Amor y en Cristo que me enseña como Dios es Padre y Amor. Que la física cuántica, algún día  va a descubrir a este Dios, en buena hora, pero no lo creo.

    • M. Luisa

      Si me permite, Nicolás,   le diré que se equivoca en su apreciación. Pienso que su escepticismo proviene de que su punto de partida o referencia no es la ciencia, sino el cientificismo, el cual,  a diferencia de la ciencia estricta, se relaciona significativamente con la filosofía del positivismo, pero a la vez también  con un racionalismo fundamentalista. Por otro lado, ni la ciencia  ni la física cuántica en ella incluida tienen como pretensión descubrir a ningún Dios, todo lo más mostrar la realidad  como último objetivo suyo  de estudio.  Siendo este susceptible de que   las diversas culturas doten a esta realidad  con una u otra acepción conceptual concreta.

      • Amiga M.Luisa, gracias por tu esclarecimiento. Me gustaría, entonces saber tu interpretación de esa frase que dice el autor del artículo: “Que la ciencia ha hecho poco creíble a Cristo y a Dios”. De qué ciencia habla.

        • M. Luisa

          Ya me gustaría acertar con la  interpretación que yo te diera , Nicolás,  pero  habrás  visto que también días atrás  mi deseo de aclaración quedó  frustrado. Te digo esto porque no quisiera  añadir más controversia al tema. Lo único que te puedo decir es que ni Cristo ni Dios entran en el campo científico.  Son términos de contenido doctrinario, por tanto, tampoco será justo  atribuirle a la ciencia la desaparición conceptual de aquellos términos , más bien puede suceder lo contrario que la ciencia  pueda llenarlos con el tiempo  de  contenido que no sea ni doctrinario ni dogmático,  sino de un contenido  real y efectivo.

          Decirte por último que al pulsar mi comentario he visto que el propio autor te había respondido.

          Un cordial saludo

           

  • Alberto Revuelta Lucerga

    El Dios cristiano es el que muere en una cruz  como cualquier desgraciado a quien sacrifica el poder. Nos reconocemos en Jesús muerto en la cruz ante quien guarda silencio, como siempre, Dios. Rilke en su primera elegía: “ escucha el soplo y el mensaje incesante que se forma del silencio”. El crucificado, y resucitado, siempre ha sido poco creíble. Poquísimo. Y seguimos igual. Quizá porque como avisó T.S. Eliot “el hombre no puede soportar demasiada realidad”.

     

     

    • Amistosamente para Alberto Revuelta y Nicolás:
      Lo poco creíble no es que Jesús haya muerto; sí lo es que haya resucitado. Poco creíble, inverosímil, sobre todo, es que Jesús haya sido el Hijo de Dios venido a esta mota de polvo, al planeta Tierra, para salvar a la humanidad. ¿De qué y a quienes ha salvado? Me temo que solo ha “salvado”-aunque ¿de qué?-  a algunas almas sensibles, nacidas y educadas en una familia cristiana, y que ahora se reconocen en ese Jesús. ¿De qué ha salvado a los Homo del paleolítico?, ¿de qué a los judíos exterminados en los campos nazis?, ¿de qué a los que mueren en las hambrunas?, ¿de qué a las víctimas de tsunamis y terremotos, como ahora el de Turquía/Siria? Digo todo esto sin arrogancia alguna, sin “cientificismo”  o racionalismo, solamente desde la herida no cerrada de quien en su juventud temprana y tardía se reconoció en ese Jesús Dios o Cristo para sentirse luego defraudado. Me duele mucho decirlo. Ya me gustaría que Jesús salvara de algo, pero …  Y esta sí que es una realidad difícil de soportar para algunos creyentes.  

      • (Con permiso).

        Que haya una inteligencia que mantiene al Universo y la vida tan como la conocemos, solo no lo ve, el que es miope. Que el cemento de todo el mundo, al menos, es el gana-gana y la interdependencia es otra verdad de muy difícil discusión.
        Ocurre que seres autónomos como hemos sido creados capaces del autoempoderamiento estamos viviendo y llorándole a Dios siempre. Si no le tuviésemos un miedo cerval a la muerte, tendríamos mas alegría de vivir y nuestra mente sin miedo alguno porque hemos superado el principal, nos llevaría por la senda de la vida, donde se divisa siempre un buen paisaje. Hasta si hemos de morir… porque no hay muerte, hay cambios de estados de consciencia. Hay vida y otra vida y otra vida. Un pordiosero puede sentir trinos de pájaros en su pecho. Porque moraría en su Ser, no en su mente.

        (Jesús, es un tema largo, para otro día…)

         

        • Santiago

          Pero contra toda probabilidad el Universo fue creado por un Ser que nos trasciende en todo. Y no es una imposibilidad que se fijara en este infinitesimal planeta con vida racional y se encarnara y muriera por los que El creo, que somos nosotros mismos.

          Porque Dios no se puede reducir a simple matemática determinista. Sino que su esencia es libertad y amor, y para El -no para nosotros- no existe mínimo o maximo, o lo más grande o lo más pequeño.

          En Dios estas categorías no aplican en Su decisión de amar TODA Su Creación a la que es inmanente y que por tanto penetra en toda su realidad fundamental. Cae en el Dios trascendente amar los más pequeño y lo más insignificante y eso fue lo que nos fue otorgado a los humanos en la Revelación de Cristo, en Su vida, Muerte y Resurrección. No es una imposibilidad

          Un saludo cordial

          Santiago Hernández

          • Amistosamente para Santiago y acaso otros:
            La creencia en que Dios se encarnó y murió por “nosotros mismos” requiere puntualizar quiénes son o somos ese “nosotros”:  ¿también los humanos del paleolítico?, a esto nadie me contesta. Me parece fatuidad etnocéntrica creer que algunos humanos modernos –los cristianos, no los judíos de Auschwitz – son amados y salvados por un Dios misericordioso. Por otra parte, ¿de dónde sale esa creencia?, ¿qué autoriza a creer en la encarnación de Dios?, ¿una corazonada o intuición?

          • Santiago

            Muchas gracias Alfredo por tu comentario y por tu artículo…Si, hay que adentrarse en el cristianismo para poder entender la Encarnación, y la Vida, Muerte y Resurrección de Cristo que forman parte de la Revelación…porque el cristianismo se basa en una Persona histórica que nació y vivió en el tiempo…que es la Persona de Cristo..y su FE en El.

            No se podría entender el cristianismo sin creer en Dios Padre y en Jesucristo, Hijo de Dios verdadero que asumió nuestra naturaleza en la Encarnación y murió voluntariamente por TODOS los seres humanos..Esa es parte fundamental de la teología católica y así El mismo Jesús nos dice que “entregó Su Cuerpo” y derramó Su Sangre” por “vosotros” (sus discípulos) y por “la multitud” que en arameo-hebreo equivale a TODOS los seres humanos…Por supuesto también incluye a  los del “paleolítico” porque los méritos de Cristo son infinitos y atemporales…La Misericordia de Dios nos cubre a todos si cooperamos con Su gracia..SE salvan por misericordia los que precedieron a Jesucristo, los que vivieron con El en su tiempo y nosotros mismos los que vivimos post-resurrección…si seguimos el camino del bien y nos apartamos del mal…

            Es claro, Alfredo, que esta teología trascendente que es la FE de la Iglesia en Jesús tiene que iluminar la razón que por si sola sería incapaz de aceptar el Misterio de Cristo…

            Mientras tanto te mando un saludo cordial desde aquí.

            Santiago Hernández

      • Amigo Alfredo necesitábamos esas precisiones y aclaraciones a nuestras dudas. Le hablo en plural porque somos un grupo de docentes y alumnos que tenemos y procuramos mantener una fe, libre, no aprendida, no impuesta, y  cada uno a nuestro modo. Una fe  en plena lucha para liberarnos de esas estulticias y engañifas de pecado original, de salvación, de Cristo víctima sacrificial por nuestros pecados etc, etc. La alumna María del Carmen  acaba de decirnos que ella cree en un “Dios absolutamente inmanente y absolutamente trascendente” y Como es eso le preguntamos y nos responde: “No lo se, pero intuyo, presiento, me imagino” y nos hizo reír. Pero, a mi humilde modo de ver, no deja de tener su profundidad que yo tambien intuyo, presiento, no sabría explicar. Muchas gracias amigo.

        Desde aquí, desde el rincón del mundo, allende los mares, amigo Alfredo, reciba nuestro abrazo muy cordial

      • M. Luisa

        No sabe usted cuánto le comprendo D. Alfredo, también yo he experimentado parecidas vivencias. Unas vivencias que nos llegan a perturbar en lo más hondo. Si bien individualmente ante ellas para hacerles frente pueden presentársenos distintas oportunidades y posibilidades. Las mías, por ejemplo, tras haber sido fiel al Evangelio (modo parecido al de Enrique Castro) en su simplicidad que para mí era más que suficiente, fuerzas externas a mí llegaron trastocando  esta placidez de tal forma que hube de lanzarme a buscar las razones de esta maldita fuerza, de esta  voluntad  perversa y perturbadora.

         

        La respuesta que ha sido larga, solitaria, sangrante y sudorosa,  la he hallado  de forma generalizada a través del estudio, pero en particular dedicándole mucho tiempo, como ya aquí conocen, al de la Trilogía sobre la inteligencia de X. Zubiri.

         

        Con todo, intuyo que aquí se piensa en que en el primer volumen está dicho todo y no es así. Para comprender toda su integridad y poder  superar así la idea usual que se ha tenido de  la inteligencia  hay que leerse los tres volúmenes de “Inteligencia Sentiente”. Entonces es cuando el hecho de haber invertido ese orden, es decir, haber  sensibilizado la inteligencia  privándole de su verdadera función real,  es entonces, repito,  concluyente pensar en el daño causado al ser  humano, pues no es sino aquella  la que le otorga  su propia singularidad y dignidad.

         

        Un saludo  lleno de afecto!

         

  • ana rodrigo

    En ocasiones confundimos conceptos, por eso copio y pego algunas definiciones:
    Algunas definiciones:
    CIENCIA: Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente.
     
     
     
    FE 1. FE 1. f. Conjunto de creencias de una religión. 2. f. Conjunto de creencias de alguien, de un grupo o de una multitud de personas. 
     
     
     
    FENOMENOLOGIA. SegúnHusserl (como se cita en Brennan, 1999), define la fenomenología como el “estudio de los fenómenos tal como los experimenta el individuo, con el acento en la manera exacta que un fenómeno se revela en sí a la persona que lo está experimentando, en toda su especificidad y concreción” (p. 295

  • M. Luisa

    Bien, usted dice, D. Alfredo: “No afirmo que la ciencia refute la existencia de un Ser supremo: solo digo que ha hecho poco creíble al Cristo y al Dios cristiano, aserto que no he visto contradicho por ninguno de los comentarios”. Sin embargo, desde la perspectiva no del Ser supremo (algo impropio de los cientificos)  sino de la realidad absoluta  se podría decir que quienes han hecho poco creíble al Cristo y al Dios cristiano  han sido los ontólogos eclesiásticos. Y es ahora desde una metafísica intramundana la que  puede llevarnos  a esta unidad que usted nos comparte en su artículo entre ciencia y fe.

  • Veo que los comentarios están derivando hacia temas que no he abordado en mis páginas, por lo que no tengo nada que replicar o decir. Por eso vuelvo a mi escrito para alguna puntualización. Allí hablo de ciencia(s) y fe cristiana, no otra religión o religiosidad. No entro en si son muchos o pocos los científicos teístas o deístas. Desde luego la divinidad que algunos de ellos conjeturan nada tiene que ver con el Dios del Nuevo Testamento. No afirmo que la ciencia refute la existencia de un Ser supremo: solo digo que ha hecho poco creíble al Cristo y al Dios cristiano, aserto que no he visto contradicho por ninguno de los comentarios. 

    • M. Luisa

      Disculpe, D. Alfredo, mi último comentario, que es precisamente una refutación de otro en el que sobre su título  cambiaba fe por religión,  ¿no le parece a usted que va en su misma línea?

      Un saludo agradecido!

    • Antonio Llaguno

      El mío también Maria Luisa.

      Otra cosa es que solo se quiera ocnsiderar como cristiano la parte de la cristiandad que a uno le convenga.

      • M. Luisa

        Sí, Antonio, te comprendo, pero no creo que este sea el caso, el autor se lo ha trabajado a fondo, lo que ocurre es que en la medida que se van quedando atrás los nudos que nosotros mismos vamos dejando sueltos por ahí en nuestros comentarios no facilita nada las coincidencias que se podrían derivar de ellos.  Y esto da pie a una  repetición  cansina de toda temática, sea la que sea…

  • M. Luisa

    Disiento de  esa sustitución que se comenta sobre el propio título del artículo, Ciencia y fe, por el de ciencia y religión. Yo me pregunto si la religión se basa en la fe o se basa en  creencias que la representan? Me inclino por lo segundo y en este sentido las categorías son cambiantes en el seno mismo doctrinal de toda religión. Y, por tanto, no veo cómo si en ella no existe tal asimilación entre las categorías, puedan estas libre y religiosamente  competir  con las categorías  fijadas en la ciencia por la experimentación.  A mi modo de ver  esta ruta hay que abandonarla. Tanto la ciencia como la fe  investigan sobre lo real, de ahí que sea la intelección humana la que de apoyo a tal primaria justificación.  Son  muchos  los cientificos que según estadistica actual confiesan que el objeto de su investigación es la realidad  como ultimidad   y ahí está la coincidencia porque la fe como ultimidad va implícita también en esa inquiriente búsqueda por la ultimidad de lo real.

  • José María Valderas

    Si llega a ser biólogo… Libros sobre invertebrados, sobre plantas, sobre el hombre y sus orígenes, amén del clásico sobre el mecanismo de la evolución, y un sinfín de cartas publicados en gruesos volúmenes por Cambridge University Press, en su mayoría sobre asuntos naturalistas. Más que biólogo fue naturalista, si consideramos sus escritos geológicos.

    Aunque se formó para “Vicar” que dicen los ingleses, no profundizó en ninguna cuestión teológica, ni publicó nada reseñable sobre el particular.

    No entro en su peculiar visión de la teoría de la evolución y su confesada adhesión a la teoría larmarckista de herencia de los caracteres adquiridos. Uno creía que con la contundente demostración del experimento sobre ratones con la cola cortada, ya hace más de un siglo, había quedado rechazada. Cierto es que ha habido ejemplos de herencia de caracteres adquiridos, pero, amén de esporádicos, no son consistentes. Puede discutirse la gradualidad de la evolución, que defiende en célebre debate Ayala, o inclinarse más por los saltos puntuados de otros biólogos no menos célebres. Pero el mecanismo darwiniano no lo discuten. Pero ya dije que no voy a entrar.

    La ciencia se basa, verdad, en la experimentación y en la matemática (sea metamatématica o lógica, sea, más frecuentemente en el cálculo) y la fe en la adhesión. Pero ésta no debe ser ciega para una persona formada. Existe lo que se llama preambula fidei, es decir, una serie de criterios que te razonan tu adhesión a la palabra de Dios.

    Por fin, alegre de que el Santo Oficio de la Inquisición dejara de existir, no parece conforme con la realidad de los hechos que persiguiera a todo alquimista o astrónomo. Y no le voy a excusar que las autoridades eclesiásticas se refugiaran en la declaración de “meras hipótesis” para permitir las lucubraciones sobre los movimientos celestes.

    He tenido en mis manos muchos libros “expurgados” por los Oficiales de la Inquisición. La curiosidad siempre pica y muerde. Con una suerte de parrilla de barbacoa quemaban, destrozaban, las páginas “peligrosas”. ¿Sabe usted de qué trataban la mayoría? De asuntos de brujería y de sexualidad. Nada que ver con la ciencia.

    Por fin, no atribuya usted el fin trágico del descubridor de la circulación menor, nuestro Miguel Servet, a la Iglesia católica, sino a la Confesión Calvinista.

    Hasta en Nature han salido en defensa de la Iglesia por el caso Giordano Bruno, otro “mártir” de la ciencia para la leyenda negra. No tenía nada que ver con la ciencia.

  • Jose Antonio

    Buen titulo, yo lo sustituyo por ciencia y religión. La ciencia se basa en evidencia, experimentación y la lógica matemática, y la religión en la fe. Difícil unión pues son dos categorías muy diferentes. Y no lo digo porque la inquisición (también llamada el SANTO OFICIO) persiguiera a todo ser viviente que se dedicara a mezclar sustancias o a observar la trayectoria de los planetas cual herejes, como Galileo u otros que salieron peor parados que este, como le ocurrió a Servet.

    Pero dicho esto se puede ver desde otro punto de vista donde se puede dar esta tan difícil unión, pues desde el nacimiento de la ciencia, y voy a hablar de la ciencia que conozco que es la biología, como digo desde su fundación, no ha dejado de tener argumentos basados en creencias ósea dogmas de fe, no demostrados, como es la teoría Darwinista donde se cimenta la ciencia llamada biología. Lo voy a explicar con un simple argumento, Darwin era teólogo Cristiano Anglicano, no era biólogo como si lo fue el caballero de Lamarck del que copio gran parte de su teoría evolucionista que no negamos, pero no se sustenta el azar ni la selección natural, y hay miles de científicos y miles de datos paleontológicos y genéticos actuales, que destrozan estas dos afirmaciones del naturalista. Y no me tachen de creacionista, pues cuando alguien desmonta el Darwinismo pronto lo tachan de creacionista o negacionista. No, yo si creo en la evolución pero no como la describe este teólogo. El teórico del dominio de las razas favorecidas Victorianas (lean el titulo original del libro por favor, leanlo) que a la postre fue un mero juguete en manos de los que manejaban el cotarro los Eugenistas de las familias más acomodadas de la Bristih Victoriana sus amiguetes del  X-Club, Los Huxley y los Herbert Spencer, William Spottiswoode y John Tyndall. Se hicieron con el poder de prestigiosas sociedades científicas y fundaron la revista Nature, a fin de controlar la información científica. Y de aquellas arenas estos lodos…como dice el dicho. El Darwinismo convirtió la biología en una visión sórdida y cruel de la vida. No en vano inspiro a Hitler y a otros muchos Eugenistas de todas las épocas, incluso actuales no se crean. Recuerden el libro se titulaba “Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural o el mantenimiento de las razas favorecidas en la lucha por la existencia”.

    El titulo lo dice todo.

    Y no voy a hablar del monje Mendel y sus leyes sobre sus guisantes, pues es muy largo de explicar las sospechas creadas sobre los datos según Gregory Radick y otros muchos, para casar sus estudios para que cuadraran al milímetro. Lo dejo para otro día.

    • Jose Antonio

      Pueden visitar estas paginas donde encontraran información al respecto.

      tejiendo la red de la vida

      somosbacteriasyvirus.com

      https://somosbacteriasyvirus.com/

       

       

    • Antonio Llaguno

      Yo no soy biólogo y no tengo demasiado conocimiento sobre la cincia de la biología; pero hay 2 ó 3 cosirtas a matizar, creo.

      La primera es que a Miguel Servet no lo mató el Santo Oficio. Es verdad que fue detenido por la Onquisición de Liob, y que fue condenado a muerte y “ejecutado en ausencia” pero loigró escapar y se libró de la ejecución real. Miguel Servet fue detendio , juzgado, condenado y ajusticiado por el cconsejo de cantones de Suiza y las Iglesias Reformadas de influencia Calvinista e incluso se postula que el propio Calvino estuvo detrás de la condena.

      Fue condenado por teologo, no por médico o fisólogo. Fundamentalmente por haber negado el dogma de la Trinidad, hacer una teología cercana al panteismo y haber tenido la “osadía” de haber corregido y criticado un texto de Calvino.

      Nada tuvo que ver su descubrimiento científico (Que en su época paso un tanto desapercibido) sino su condición principal de teólogo y polemista religioso.

      Servet es una de mis figuras favoritas de la Historia. Fue un verdadero pensador libre y no se sometió a ninguna Iglesia establecida tuviera el poder que tuviera.

      Gracias a su obra y a su muerte, muchos podemos hoy pensar y publicar libremente sin que nos lleven a la hoguera.

      No tengo ni idea de cuales fueron las irregularidades en los datos de Mendel, pero parece que aunque sin pruebas contundentes llevaba razón (Exactamente igual que Galileo, que no tenía pruebas científicas en su momento del heliocentrismo), luego debieron tener una intuición muy poiderosa (Ambos dos los dos) y como dicen en italia “se non è vero è ben trovato”

      Y en cuanto al darwinismo, es evidente para cualquier persona con ojso críticos que era una persona religiosa, que nunca se desdijo de su “religiosidad” y siempre trató de que sus conclusiones fueran acordes con su fe. Es evidente que su pensamiento fue manipuado por miembros de ambos extremos de la discusión. Pero parecece que el consenso científico actual (Y en terminos de “Ciencia” no se puede pedir más que un nivel elevado de consenso. Nunca hay certezas absolutas. Estas son propias d ela fe, no de la ciencia), es que la selección natural, es decir “el proceso a través del cuál, los organismos mejor adaptados desplazan a los menos adaptados mediante la acumulación lenta de cambios genéticos favorables en la población a lo largo de las generaciones”, tiene un nivel de inidencia elevado en la evolución de los sistemas vivos (independiemntemente de que haya otros procesos que intervengan).

      Cuando el nivel de consenso es tan elevado, la carga de la prueba es de quien defiende el contrario.

      Y no le estoy considerando creacionista. Si usted planteara un creacionismo lo consideraría una más de las pseudociencias y/o pseudoreligiones que está poniendo de moda el mundo hiper conservador de origen gringo y estoy seguro que no es usted de esos.

      • Jose Antonio

        Si lleva razón, pero no he dicho que a Servet le matara el catolicismo, si es verdad que le juzgo el santo oficio que de santo no tenia nada y desconocía que se libro, pero luego lo que añade lo desconocía, pero si sabia que ambos habían sido juzgados por iglesias cristianas, uno con peor suerte que el otro. En cuanto al consenso, es un termino muy político y es el mal detrás de las dictaduras silenciosas. La ciencia no se basa en consenso, si en evidencia científica, datos comprobables y cuantificables. Y del Darwinismo, pues decir que Darwin el pobre al final de su vida reconoció que estaba totalmente equivocado…pero ha llegado hasta nuestros días como una religión, la ultima de las religiones, el Darwinismo no se cuestiona por que hay consenso, por eso se basa en dogmas y creencias, léanse el libro y alucinaran. La teoría de Darwin es un amasijo de supremacismo Eugenésico y doctrina Calvinista Victoriana pero de la rancia oiga…los cimientos del dominio Anglosajón de su época que ha llegado hasta nuestros días en clara descomposición.

        • Jose Antonio

          Presuntamente.

        • Antonio Llaguno

          La ciencia, Jose Antonio, nunca da certezas.

          Siempre sabe que lo que hoy postula como cierto, mañana puede no serlo tanto.

          Es condición “Sine Qua Non” para que sea ciencia.

          Por eso lo máximo que puede hacer es decir que la mayoría de la clase científica piensa de una manera concreta.

          Y por eso está siempre en cuestión porque el consenso nunca garantiza la certeza.

          A eso es a lo que me refiero, no a lo que cualquier dictadura pueda proponer.

          Es confundir la velocidad con el tocino.

  • M. Luisa

    Según dice el autor, D. Alfredo Fierro, este artículo forma parte del libro que está terminando “ el devenir de una ilusión” un título que me retrotrae a reafirmarme  en lo que ya expresé días atrás: Que la realidad no es objetiva. Haber creído lo contrario es, a mi modo de ver, lo que hace que la realidad al final del camino devenga ilusoria.

     

    Esto ha sido lo propio de la ontología tradicional anclada en el racionalismo, identificando intelección con  conocimiento, lo cual es erróneo porque conocimiento es tan solo un momento; el racional, de toda la estructura cognitiva. Por tanto, ni intelección es conocer  ni la estructura del conocimiento está reservada a la ciencia.

     

    Al hablar de intelección, con ese envolvente término, se ha dejado ya atrás la clásica filosofía de la inteligencia según la cual, como es sabido ésta ya facultada, siempre  se le ha visto suficientemente  lista y acabada para ir  a la caza de su objeto. De ahí la desilusión!

    Un cordial saludo

  • Isidoro García

    La mente humana, es muy difícil de cambiar. Tenemos una ventana de aprendizaje, hasta los veinte años, aproximadamente, en los que paulatinamente, la capacidad de incorporar nuevos elementos cognitivos, y sobre todo convicciones, va disminuyendo aceleradamente.

    Perro viejo, no aprende trucos nuevos. Y lo malo, es que necesitamos crecer y cambiar durante toda la vida, para intentar alcanzar un mínimo grad0 de madurez humana.

    Advierte el psiquiatra Antoni Bolinches que “hay personas que no revisan sus creencias, por miedo a quedarse sin ninguna”.

    Y el amigo y maestro Salvador Santos Pacheco, lo explicó muy bien:

    1. La gran mayoría de creencias (cristianas), que tenemos por verdades, no han salido directamente del evangelio, sino de una ideología religiosa.

    2. Tales creencias son fuertemente resistentes e incluso agresivas frente a una lectura analítica del texto original de los evangelios. El episodio de la sinagoga de Cafarnaún es un ejemplo de esa resistencia (Mc, 1,21ss.).

    3. Esa resistencia se produce por un temor agónico a que se vengan abajo ideas instaladas como muros de carga de la propia existencia.

    4. A mi juicio, la insistencia tratando de convencer a quienes han convivido largo tiempo con dichas creencias resulta extenuante e inútil.

    Lo expresaba muy bien el cardenal Bueno Monreal, que había participado en el Concilio Vaticano II, cuando al volver decía:

     “Al encontrarme frente a esos nuevos planteamientos que presentó el Concilio, ciertamente que se produce, qué sé yo, como un sentimiento extraño y algo doloroso (…)

          Todo lo que yo he aprendido y he estudiado y he vivido, ¿ha sido inútil? ¿Es que no sirve ya? ¿Dónde están, entonces, la verdad y la certidumbre?”.

     

    Yo lo único que quiero señalar, que aquí, la dialéctica no está solo, entre la religión o el ateísmo materialista rampante.

    Por el contrario la cuestión también está, entre una religión “sencilla”, lineal, (verdadero vs. falso), y una espiritualidad “compleja”, con muchos matices, con muchos conocimientos científicos que la enmarcan, no solo de las ciencias físicas, sino sobre todo de la naturaleza y la antropología humana.

    Hoy por hoy, todavía es más popular, mas accesible, y mas sencilla de transmitir, la religión tradicional, “sencilla”. (Aunque en las zonas mas culturizadas, se nota ya la crisis).

    Pero el tiempo, nos lleva a la universalización del conocimiento moderno, a la disminución del analfabetismo, y de la escasa culturización.

    Con la aparición reciente de los medios modernos de comunicación, y la asistencia intelectual que nos prestarán los nuevos sistemas informáticos, el humano se irá haciendo paulatinamente mas sofisticados y accesibles a la complejidad del mundo y de la vida.

    Los teléfonos móviles, que son ordenadores personales portables, están al alcance de todo el mundo, (incluso en África, el “paraíso” de las religiones). Y caminamos a toda velocidad hacia un punto de no retorno cognitivo.

    Mark Engel, (colaborador de Bateson), decía:

    Para que una persona cambie sus percepciones básicas, las que determinan sus creencias —lo que Bateson denomina sus premisas epistemológicas— tiene que tomar primero conciencia, de que la realidad no es necesariamente lo que él cree que es. 

           Esto no es algo fácil o cómodo de aprender, y probablemente la mayor parte de los hombres que han existido en la historia se las ha arreglado para evitar pensar sobre ello.

            Puede ser que la vida no reflexionada, merezca la pena de vivirse. Pero algunas veces la disonancia entre la realidad y las falsas creencias llega hasta un punto, en que resulta imposible evitar la conciencia de que el mundo ha dejado de tener sentido.

            Sólo entonces le es posible a la mente considerar ideas y percepciones radicalmente diferentes”.

     

    La sensación generalizada de falta de sentido vital y de crisis existencial grave, se generaliza día a día. Todos los problemas de la humanidad, son síntomas y consecuencias de esta crisis existencial endémica.

    Y hay personas, que son conservadoras que miran solo al presente, con la disculpa de los  problemas concretos de los humanos, muy reales, como diciendo: “Cuando acabemos con el último pobre, nos pondremos a pensar”.

    Y mientras, todos en el manicomio, empastillados, o tirándonos por el balcón.

    Y hay otros que miran al futuro complejo.

    • Juan A. Vinagre

      Amigo Isidoro: Solo decir que comparto lo que dices cuando citas a S. Santos sobre la base de muchas creencias cristianas, con poca base evangélica. La Tradición “sacralizada” en muchos casos se impuso con sus ideas previas…, que por sacralizadas las presentan como irrevisables. A partir de aquí, se entiende que esa Tradición sacralizada sea inmune a los valores e ideas de los tiempos…,  y por lo mismo, de hecho, se priorice a los Evangelios, especialmente a los sinópticos.  (Juan en gran parte (no todo) es fruto de una elaboración teológica del autor (que no es muy muy probablemente Juan Cebedeo), sino de algún discípulo…  Como algunas epístolas atribuidas a Pablo no son de Pablo: las “pastorales”, por ejemplo.) Estos datos que conocemos hoy, no los conocían los cristianos de los primeros siglos…   Y con esa desinformación (de buena fe) se fue desarrollando la Tradición, también la teológica, la jerárquica y la sacramental. Los nuevos datos de hoy -que parecen bien fundados y que muchos se resisten a admitir-, cuestionan algunos aspectos de la Tradición… Y quienes no lo admiten -parece-, es porque revisar la tradición equivale a cambiar de ideas y/o de interpretaciones…, sin tomar conciencia de que con ideas “fijas”, irrevisables, no es posible “renacer”, como enseñaba Jesús.  Los Evangelios sinópticos son más abiertos… (Piénsese -y no me cansaré de repetirlo, porque es un texto fundamental que, en su parte más importante, ha sido  marginado en la Iglesia-, piénsese, digo, en la bendita parábola del “Venid, benditos”, que se centra en las obras, no en las ideas ni en las creencias…)  En suma, ¿la idea de RENACER, de que habla Jesús, no conlleva un cambio de paradigma?  Paradigma innovador, no tradicionalista.

      Por eso se entiende la perplejidad de Bueno Monreal y de tantos otros, y de los que bloquearon el Vat. II.  Ahora bien, si el Vat. II se puede bloquear, si el papa Francisco se equivoca gravemente -según los tradicionalistas…-,  ¿se puede mantener la Tradición y la doctrina de la Iglesia como incuestionables y para todos los tiempos?  Si queremos ser coherentes…, tenemos que expurgar lo humano que hay en la Tradición y en las doctrinas, influidas, en parte, por sus circunstancias…  Es decir, si cuestionamos a un concilio o a un papa, tenemos que desacralizar la Tradición y otros concilios y a otros papas que definieron… o que se opusieron a los Derechos Humanos… Todo lo humano, al menos en su formulación, es revisable. Solo la ESENCIA del Mensaje del Reino perdura intacta.  Y -en mi fe (me mojo)- pertenece a la esencia del Mensaje del Reino, Dios Padre-Madre Abbá, el Espíritu que renueva y santifica, Jesús y sus palabras que no pasan…  Para ello, la referencia fundamental, prioritaria, es el Evangelio -que puede y debe estudiarse-, y que en su esencia no pasa. Lo que hay de humano en la Iglesia es revisable. Y esto es hacer un bien a la iglesia de Jesús y a la sociedad que necesita fermento transformador…

  • Alberto Revuelta Lucerga

    En la noria de los paradigmas a la que asistimos últimamente por estos lares  y a la se nos quiere uncir – no solo por las religiones organizadas – creo que viene bien recordar la letra de un verdial, que cantado por Paco Toronjo, dice: “ El cartero de mi pueblo tus cartitas ya conoce. No llores cuando me escribas tu dirección en el sobre”.

  • Carlos

    En el libro de Eduardo Battaner Los físicos y dios se pasa revista a una serie de científicos y entrar en los Rosali creyentes y no creyentes, y los primeros no ven contradicción entre su creencia y su ciencia

    De modo que no todo es como dice Alfredo Fierro

  • Isidoro García

    Este comentario sirve igual para el presente hilo, y para el de hace unos días, “¿Es posible ser científico y cristiano hoy?”.

     

    Lo primero querría señalar, la confusión, (seguro que no desinteresada, en todos), entre “ser religioso o cristiano”, y creer en la hipótesis “Dios”.

    Creer en la posible existencia de un “Dios” del naturalismo, deísta -sustrato, razón última y sustentador del orden Cósmico, el conocido como “Dios de Espinoza”- tan grato a Einstein, por ejemplo, es muy distinto de ser “religioso” = practicante e integrante de una Organización humana, a la que se debe obediencia y lealtad, de miembro orgánico, apoyado en una supuesta asistencia exclusiva divina a dicha Organización, para decidir la “cosmovisión verdadera”.

    En ese sentido, en este dilema, no valen los argumentos cósmicos, sobre la posible existencia de un origen del Universo, por parte de un “Ente”, o de “Algo”.

    En la pregunta, ¿Cómo un científico puede ser “religioso”?, se entiende religioso como: “miembro orgánico” de una Organización, que cree en un Dios personal, teísta y que interviene en el Cosmos, habitualmente, y que nos ha dado una “revelación” sobre las verdades del Universo, que desgraciadamente cada uno interpreta como puede.

     

    Uno de los grandes problemas de la mente humana, es que con el pensamiento cartesiano, pensamos con el lenguaje, y este es de naturaleza lineal, y por eso casi siempre unicausal. Una Causa – un efecto.

    Pero eso sabemos hoy día que no es así. La complejidad nos abruma, y por eso recurrimos al reduccionismo generalizado en el pensar, que se convierte así en un penar.

    Por eso, habrá casos de científicos practicantes religiosos, muy diversos, y por múltiples causas. Ya sabemos que “las familias felices lo son todas de la misma forma, pero las desgraciadas, lo son, cada una de una forma distinta”. 

    Insisto en practicantes religiosos, porque sentirse o declararse cristianos “culturales”, puede ser solo un efecto tribal-cultural, e “ir a la iglesia no te convierte en un cristiano, más de lo que ir a un garaje, te convierte en un automóvil”.

    Las religiones, y partidos políticos, funcionan cognitivamente, como unas gigantescas “cámaras de eco’, que produce en sus miembros, el archiconocido como “Efecto cámara de eco”, que se produce cuando la repetición de una misma idea en un sistema reverberante, acaba produciendo en sus miembros un sentimiento de realidad, y “disonancias cognitivas” endémicas.

    La “disonancia cognitiva”, es un claro delirio cognitivo, que la razón induce en el humano, para evitar la gran y dolorosa ansiedad, crisis existencial y desarmonía interna, de arrastrar fuertes contradicciones en el sistema de ideas, creencias y emociones, (cogniciones), que percibe una persona al mantener al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto, o por un comportamiento que entra en conflicto con sus creencias.

    (“El delirio es un error, necesario”, para evitar el fuerte dolor psicológico. Es como la pomada = no cura, pero calma).

    Por eso alguien decía en Twitter que “La verdad no convence a quien no está dispuesto a negarse a sí mismo. En este siglo de vanidad, la gente cree mentiras, por puro orgullo”, (de poseer la razón en exclusiva), o más aún por pura supervivencia.

     

    Un científico, debería tener la capacidad de abstracción suficiente, para ante sus pensamientos, eludir cualquier apriorismo cultural. Y por ello, debería ser capaz de “olvidarse” de su cultura y eventual educación cristiana.

    Y entonces vería de una forma clarísima, que todos sus apriorismos religiosos, no son más que mitos culturales, que probablemente contengan un núcleo de verdad-realidad auténtica, rodeado de ingentes cantidades de adiciones culturales primitivas.

    El “científico”, si no quiere auto-degradarse a “carbonero”, o peor aún, a “oveja”-pelele, tiene que negarse a decir que las cosas son blancas, si lo dice el Papa, aunque él las vea negras.

    (Yo creo que esa perversión de la obediencia y humildad, es el verdadero “pecado contra el Espíritu Santo”, porque pone a “Dios” a los pies de los caballos, exigiéndonos absurdamente, que no utilicemos las dotes intelectuales de las que nos ha dotado).

    El auténtico científico tiene que entrar en los mitos y principios dictados por su Organización, con una inmensa tijera de podar, sin obediencias previas, ni respetos nostálgicos a la tradición aprendida de sus padres, y tirar sin miramientos ni remordimientos, las hojas duras de la alcachofa, y conservar el “cogollo”.

    Un científico puro, nunca puede ser integrante de una organización que le marca por donde deben ir sus investigaciones, con la excusa de que su “organización” dispone de la visión cultural correcta de la realidad.

    Lo que sucede es que nos pierde el querer matar dos pájaros de un tiro, (queremos ser científicos, pero queremos “salvar” nuestra alma), olvidando que el que asa dos conejos a la vez, uno de ellos siempre se le quema.

    • Muy de acuerdo contigo Isidoro.

      Un científico en los años de su infancia absorbe la tónica cultural de su entorno familiar y social. Después en la Universidad sigue estudiando en una especialidad y sigue absorbiendo aquello que le inculcan.
      Se puede ser un científico brillante y en lo referente a autentica sabiduría ser un cero a la izquierda. Y la sabiduría siempre es científica.

      Debes conocer el famoso cuadrante de Ken Wilber. tenemos lo objetivo una raya vertical y lo subjetivo. Para todo lo que sea… luego tenemos la sabiduría que lo engloba todo y ahí podemos señalar la ciencia objetiva o material y lo cultural y espiritual. Quedamos que la sabiduría o es científica o no es ciencia es error y dogmatismo.
      Me hace gracia porque en lo referente a mencionar el cristianismo, muchas, muchas veces se utiliza el eufemismo “religión”. Cuando hay religiones y “religiones”. Cuidado que hay religiones que no son tal, sino métodos para alcanzar la sabiduría mas excelsa. Que no es el caso del cristianismo, ni de lejos.
      Esas pretendidas “religiones” no tienen problema alguno con la ciencia. Porque en si misma son ciencia. del campo subjetivo u metafísico. Se dan la mano la ciencia objetiva con la subjetiva como las dos caras de la misma moneda. El cuadrante de Wilber…

      La ciencia subjetiva por excelencia que conozco es el hinduismo. Y le da “sopas con honda” a las religiones todas, sean estas las que sean. Porque si buscamos su esencia separando el oro de la ganga. Nos eleva consciencialmente. Que de eso se trata ¿no?. ¿O que?. Otra cosa es un sucedáneo barato que nos hace ovejas de pastores. Nos atonta en lugar de despertarnos.

      Hay un dicho Zen. “Podemos ser como el dragón en el mar, o el tigre cuando se adentra en la montaña”.

      La gente rechaza la religión que las hace ovejas. Aun desconociendo la espiritualidad que nos hace tigres…

      Estamos aún perdidos en Occidente, hace siglos que estamos perdidos, porque al cristianismo hasta los ilustrados la denominaban. “La religión”. La opción a “la religión” no es el ateísmo. Son los métodos o tecnologías espirituales científico- transformativas.

      Reitero: La autentica ciencia es objetiva y subjetiva. ¿Donde está el problema? Si todo es lo mismo…

      • Antonio Llaguno

        “Quedamos que la sabiduría o es científica o no es ciencia es error y dogmatismo.”

        Joder, Luis. Esto ya es rizar el rizo. (Si es que entiendo la frase porque sintaxis en lengua española “mucha no tener”)

        A ver si lo entiendo…

        Creo que quisiste escribir que consideras (Tú evidentemente, dudo mucho que nadie coincida con este axioma) que la afirmación que dice  que  “La Sabiduría o es científica o no es ciencia” es falsa…

        Es decir que, usando una analogía simple (Mi mente no es muy compleja), decir que una cosa es blanca… o no lo es, es falso.

        Haciendo un análisis semántico un poco más preciso. Veamos que dice la Real Academia de la Lengua sobre el palabro “cientifico/a”:

        De la RAE:

        CIENTÍFICO
        1. adj. Perteneciente o relativo a la ciencia.
        2. adj. Que se dedica a una o más ciencias. Apl. a pers., u. t. c. s. En la expedición se incluyen varios científicos.
        3. adj. Que tiene que ver con las exigencias de precisión y objetividad propias de la metodología de las ciencias (Luego hablaremos de esto)
        En mi cuadriculada mente de persona alienada por las perniciosas, peligrosas y asesinas religiones occidentales, no temirna de cuadrar    ese axioma tan fundamental en tu reflexión.

        Quizás debería ser un iniciado en el conocimiento profundo de la realidad místico – holónica del mundo meta humano al estilo de algún gurú gringo con ascendencia bramhánico – gautámica para entender el significado exacto de ese axioma tan importante, pero es que yo, aunque hablo 3 idiomas, me cuesta entender las reflexiones profundas en un lenguaje que no sea el español moderno.

        Debes disculpar mi torpeza. Estoy deseando recibir tu sabia explicación sobre lo que pretende establecer el postulado señalado.

        “La ciencia subjetiva por excelencia que conozco es el hinduismo”

        Para poder obtener el conocimento que con toda seguridad se encuentra en el significado de este nuevo axioma, voy a recurrir de nuevo a la RAE (Y es que en el cole, en la clase de lengua, me enseñaron de pequeñito que los diccionarios son libros muy útiles).

        De la RAE:

        CIENCIA
        1. f. Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente.
        2. f. Saber o erudición. Tener mucha, o poca, ciencia. Ser un pozo de ciencia. Hombre de ciencia y virtud.
        3. f. Habilidad, maestría, conjunto de conocimientos en cualquier cosa. La ciencia del caco, del palaciego, del hombre vividor.
        4. f. pl. Conjunto de conocimientos relativos a las ciencias  exactas, físicas, químicas y naturales.
        Y fíjate que curioso, luego en uno de sus añadidos indica:
        ciencia infusa
        1. f. Conocimiento no adquirido mediante el estudio, sino atribuido en algunas tradiciones a factores sobrenaturales.
        Entiendo que con ese saber tan profundo que te caracteriza, cuando llamas al Hindusismo “Ciencia subjetiva” te refieres a este tipo de “Ciencia”, la “Ciencia Infusa”, porque afirmar que existe algo llamado “Ciencia subjetiva” es sencillamente un oxímoron (Figura retórica de pensamiento que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto).

        La ciencia subjetiva no existe.

        La ciencia no es subjetiva porque se basa en varios principios algunos de los cuales son que la propuesta descrita, para ser “ciencia” debe estar basada en (cito a la RAE) la observación y el razonamiento (Que son por definición objetivos), debe estar sistemáticamente estructurada (Es decir de forma objetiva) y se deben deducir principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables esxperimentalmente (es decir, de manera inobjetable, objetivamente hablando).

        Es decir la “ciencia subjetiva” o no es ciencia o no es subjetiva.

        Otra cosa es que sea cierta. Eso la ciencia de verdad nunca lo afirmará. Lo máximo que hará es decir que hay un consenso importante en la comunidad científica sobre que una cosa es probablemente cierta y deducir de esos axiomas predicciones comprobables, algunas veces en forma de aplicaciones técnicas y/o tecnlógicas o incluso médicas o fisiológicas.

        Llamar al Hinduismo ciencia es lo que los argentinos llaman “Charlatanería” y los gringos “Bullshit” y contra lo que ya en 1892 (Ya llovió un rato en La Pampa, e incluso aquí) el Instituto Psicológico Argentino, advertía a sus gobernantes hasta el punto de sacar una norma previniendo las estafas que este tipo de doctrinas pueden, en ocasiones, cometer ante incautos e ignorantes receptores de tal “Sabiduría”.

        Estoy seguro, Luis, de que tú no eres un “Charlatan”; pero por decoro intelectual creo pertinente hacer estas pequeñas e intrascendentes precisiones, en la intención de centrar un debate que me parece muy interesante y pertinente.

        Un saludo, con afecto, de un dogmático que vive permanentemente en el error transformativo.

        • Sr. Antonio Llaguno:

          Ofende quien puede, no quien quiere…

          Aclárese, con el “cacao mental” que tiene pretendiendo ser un “hereje” devoto…, eso es esquizofrenia “amigo”. Le recomiendo que se lo haga mirar…

          • Antonio Llaguno

            Yo no quiero ofenderte Luis.

            Dios me libre.

            Solo quiero poner de manifiesto lo irracional de tu pensamiento y lo hago con bastante éxito.

            He de decir que no me lo pones difícil pero algún esfuerzo requiere.

            Que te ofendas o no me trae completamente sin cuidado.

            En cuanto al cacao mental, debes saber que absolutamente todos los herejes que en la historia hubo eran “devotos” y por eso murieron en la hoguera.

            Busca en la RAE la definición de “devoto” y comprobará la tontería que acaba de decir.

            Claro que soy devoto, pero no de lo que tú pretendes que sea devoto.

            Mi pretensión no es esquizofrenia. La tuya sí es ignorancia, pero la mía esquizofrenia no.

    • Antonio Llaguno

      Isidoro

      lo malo de tu razonamiento es que parte de una prmies aerrónea a mi juiciio y por ello, todo lo que concluyes después queda en cuestión.

      ¿Cuál es la premisa?

      “Se entiende religioso como: “miembro orgánico” de una Organización, que cree en un Dios personal, teísta y que interviene en el Cosmos, habitualmente, y que nos ha dado una “revelación” sobre las verdades del Universo, que desgraciadamente cada uno interpreta como puede.”

      y luego apostillas

      “El “científico”, si no quiere auto-degradarse a “carbonero”, o peor aún, a “oveja”-pelele, tiene que negarse a decir que las cosas son blancas, si lo dice el Papa, aunque él las vea negras.”

      Las dos cosas no son ciertas.

      La primera porque se puede ser religioso deista, es decir creer en un Dios incluso personal sin pertenecer o sentirse miembro de ninguna organización.

      Y la segunda porque existimos los herejes que queremos cambiar la Iglesia en la que nos educamos y de la que nos sentimos paret. Y existimos desde el origen de la Iglesia

      Y es que la prueba de que se pueden asar dos (Y tres y cuatro) conejos a la vez es que existen los restaurantes (Y las familias numerosas, pregúntale a mi abuela cuantos conejos asaba al mismo tiempo, y le quedaban de cine)

      • Isidoro García

        Amigo Antonio, no se si ha sido un error mecanográfico, o un despiste. Pero yo hablo de que el cristiano practicante, casi siempre es teísta, no deísta.

        O sea que se interrelaciona personalmente y de forma habitual con el creyente. Y para dicha comunicación siempre nos lo imaginamos como persona, (es mas raro pensar en el Dios teísta, como un asistente personal, tipo Siri, o menos aún, que te habla y te escucha un campo de fuerzas, o un ente inimaginable.

        (De ahí el chiste de que si te habla un pajarito y te dice que estás loco, hazle caso, porque los pájaros no hablan).

        El deísta, cree en el Dios ausente, y que no interviene directamente, sino solo a través del Universo, su creación. Y esta Dios creador, es mas asumible que sea algo inimaginable.

        • Antonio Llaguno

          No Isidoro, no es un error tipográfico.

          Escribí “Deista” con intención de poner “Deista”.

          Porque lo que reivindico es que cada vez hay una corriente mayor de cristianos (Y muchos de ellos católicos) que cuestionan la imagen del Dios intervencionista en el mundo.

          Yo soy uno de ellos.

          Obviamente no los encontrarás entre los defensores de la doctrina tradicional, aunque si encontrarás muchos clérigos (Algunos de relumbrón, es decir con solideo púrpura o colorado) que piensan así.

          Aquí mismo, en ATRIO, se han cuestionado cosas que tienen que ver con la figura de un Dios intervencionista como la oración de petición, o la interpretación tradicional de las Bienaventuranzas o el Padrenuestro.

          Y me encuadro entre las personas, cristianos de a pie (No necesariamente católicos y menos aún tradicionales o tradicionalistas) que demandamos una Iglesia que se vaya encajando en el “signo de los tiempos”, por ejemplo en este concepto de Dios.

          A fin de cuentas, hace poco he leído (No recuerdo donde, probablemente aquí mismo en Atrio) que la verdad de Jesucristo no es una e inmutable, sino que es lo suficientemente “generica” como para poder intepretarse a la luz, tanto de las nuevas verdades, como de las nuevas preguntas que irán surgiendo en el devenir de la Humanidad.

          A fin de cuentas, me juego pincho de otrilla y una caña a que no encuentras ninguna alusión específica de Jesucristo a, por ejemplo, la fecundación in vitro; y no por ello la Iglesia debe callar al respecto sino que debe tratar de evaluarla confrontándola con el “sentido del mensaje de Jesús”, aun a riesgo de equivocarse porque como personas que somos quienes integramos la Iglesia (Incluso los herejes la integramos) somos inevitablemente falibles.

          Un abrazo

          • Antonio Llaguno

            O mejor dicho, Isidoro, matizaré mi propio comentario.

            En mi opinión, Dios no interviene en el mundo… más que a través de sus criaturas, que Dios no puede hacer nada que no hagamos nosotros en su nombre y que por eso Cristo se define como “Camino, verdad y vida”.

            Que es esta determinación de Jesús lo que lo convierte en Hijo de Dios y que esa misma determinación es la que nos hace a nosotros, de tenerla, ostentadores de la misma condición que Cristo, es decir “Hijos de Dios” y por ello herederos de su misma “Resurrección”, que es el “regalo final” que el Padre le proporciona tras una vida de coherencia amorosa con la voluntad su voluntad (La del Padre).

            Por eso entiendo como totalmente cristiano ese Dios “No intervencionista”, porque sí que interviene. cada vez que tú o yo (O incluso Vladimir Putin) realiza una cato de amor a su prójimo en nombre de Dios.

          • Antonio Llaguno

            Sorry

            “un acto” no “una cato”

  • Antonio Llaguno

    Tengo que reconocer que estoy más de acuerdo con Valderas que con Fierro, lo cual es lógico puesto que Valderas es un divulgador cientifico de verdadero relumbrón (Otra cosa es que en algunas cosas no coincidamos).

    Es bastante tópico entre quienes desacreditan a la religión por su dizque enfrentamiento con la ciencia hacer reflexiones que en ocasiones son falaces y en otras son simplemente erroneas.

    Por ejemplo.

     “la religión no es una disciplina de conocimiento”

    ¿Por qué? ¿Por que lo diga el señor Fierro? Yo afirmo absolutamente lo contrario.

    No es disciplina de conocimiento científico pero  es que no todo el conocimiento es científico. Se que el ejemplo es muy tópico (Casi tanto como referirse al caso Galileo y hacerlo mal) pero yo se que amo a mi mujer y a mis perretes y ese conocimeinto no es cientifico porque no puede medirse. De esa manera cada ser humano tiene un “conocimiento de Dios” propio y particular y ese conocimeinto es “SU” verdad aunque, de ningún modo sea “LA” verdad.

    Proceso a Galileo

    El empleo del caso Galileo para ejemplarizar las divergencias entre Ciencia y Religión es como mínimo erroneo, cuando no falaz.

    No esta nada claro nque Galileo pronunciara la famosa frase “epur si muove” pero es que la controversia entre Galileo y Belarmino no es sobre si el heliocentrismo era o no real (De hecho belarmino admitió que lo era, más tarde) sino en que las pruebas que aducía Galileo sobre él, no eran concluyentes… y llevaba razón Belarmino.

    Hace poco recomendé un libro de descarga gratuita de la Fundación Ramón Areces “Ciencia y religión en el siglo XXI: Recuperar el diálogo” que se puede descargar gratuitamente aquí

    https://www.fundacionareces.es/fundacionareces/es/publicaciones/listado-de-publicaciones/ciencia-y-religion-en-el-siglo-xxi-recuperar-el-dialogo.html

    que tiene un artículo de Ignacio Sols muy esclarecedor para quien quiera conocer ese asunto con perspectiva neutral y de realidad.

    “Las ciencias de la naturaleza descartan […] una creación* divina del universo” 

    Eso, sencillamente es falso (No he querido decir que es mentira para no hacerlo peyorativo).

    Las ciencias de la naturaleza, son absolutamente compatibles con la “Hipotesis Dios”, sencillamente porque no pueden demostrar su No Existencia luego el único camino que tienen es demostrar que hay una manera de que el Universo tal y como lo conocemos surgiera y que esa manera prescinda de una inteligencia primordial y creadora.

    No es así. Y reto a quien afirme lo contrario a que presente una hipótesis que demuestre eso.

    El que más se acrecó fue Stepehn Hawkings al afirmar que el Universo puede surgir de una fluctuación del vacío cuántico, por puro azar. Pero para eliminar la “Hipótesis Dios”, el Universo debería haber surgido de “la nada” y el vacío cuántico y la nada son cosas muy distintas. Stephen Hawkings lo sabía. La razón por la cual mantuvo que su hipótesis eliminaba a Dios del juego, me temo que tiene más que ver con los derechos de autor (O su volumen) que con el rigor científico. Por algo, nunca recibió el Nobel.

    Y como esto con más cosas. No me quiero extender. Plantear que este debate está cerrado y en favor de las posiciones del cientificismo ateo no es ciencia, es ideología, no es verdad, es fe y puestos a tener fe, perfiero quedarme con la buena.

  • ana rodrigo

    No todos los seres humanos son científicos ni intelectuales, pero tampoco todos los seres humanos somos tontos. De lo contrario, el presente y el futuro de la humanidad estaría solamente en una pocas manos de seres y cerebros privilegiados  en su coeficiente intelectual lo que les hace creerse superiores y rectores del resto de la humanidad, mientras ese coeficiente intelectual no les garantiza el sentido común para trepar por la vida cotidiana en cuanto a otros valores de convivencia con sus semejantes, que para ellos no existen, porque solamente ellos son poseedores de la verdad, ¡ay, los limpios de corazón….! Qué importantes son en la vida de los y las demás.

    Afortunadamente existe la lógica, el sentido común y la capacidad de discernimiento en la inmensa mayoría de la humanidad.

    Partiendo de este principio, yo, desde mis capacidades mentales, las que son, aseguro que este artículo de Alfredo Fierro, siguiendo sus conocimientos y solidarizándose con quienes también sabemos pensar a nuestro nivel, me parece un magnífico artículo. Por mi parte nada que objetar y mucho que compartir.

    Destaco los siguientes párrafos: El método científico de acercamiento a la realidad —por observación, experimentación e hi­pótesis racional— es diametralmente opuesto al proceder doctrinal religioso, que sólo esgrime argumen­tos de autoridad o de tradición o ni siquiera argumentos, nada más sentimientos o barruntos.

     
     “La ciencia empieza por cuestionar  e investigar; por eso, es cambiante, en permanente curso de rectificación, de corrección. Las creencias –presuntas “verdades”– religiosas, petrificadas, además, en inamovibles dogmas son, por el contrario, en extremo conservadoras, difícilmente corregibles.”
     

    “El cielo estrellado testimonia la bien exigua presencia humana en un cosmos”

     
    A medida que la ciencia avanza la barrera retrocede. De la barrera acá todo se explica sin él; de la barrera allá ni con él ni sin él se explica.”
     

    Y finalmente: “Las antroposociales cuestionan la religión misma como hecho antropológico singular; la rebajan al nivel de un hecho humano entre otros.”

     

    Para terminar, aporto mi reflexión. Dejando al lado la incompatibilidad entre la ciencia y lo divino, hay que reconocer que la fenomenología de las religiones es bien interesante, ya que, desde que tenemos noticias del homo sapiens, siempre ha habido ese barrunto de que hay un misterio en el por qué de la vida, de la muerte, del mal, y el ser humano se ha agarrado a una tabla de salvación, que han sido los dioses y las religiones. Y yo reconozco que estas creencias han salvado en esta vida muchas existencias humanas. De la otra nada sabemos.

     

    Y termino con la frase de la mística Margarita Porete de siglo XIII, quemada viva por la Inquisición: “No hay otro Dios que aquel del que nada puede conocerse”

     

     

     

  • José María Valderas

    Resulta desolador observar, cuándo tanto se ha trabajado por conseguir una plataforma de estudio e investigación sólidamente fundada, cómo se repiten tópicos a modo de noria cansina.

    Algunos tópicos, cierto, tienen base, como el de los sucesivos desplazamientos del centro, la Tierra del centro del cosmos, el hombre del centro del mundo orgánico, etcétera.

    Pero otros hastían. Ya sabemos que Newton fue creyente a su manera, como fue químico a su manera, como fue numerólogo a su manera. Citamos a Newton pero ignoramos a Boyle. E ignoramos a todo un sanedrín, el de la Royal Society donde los dos genios, y varios más, encuentran su sentido. El desarrollo de la ciencia moderna empezó en esa institución con una voluntad de demostrar la extraordinaria grandeza del Creador. Eso fue lo nuclear. Pero vemos que se ignora.

    Repetimos frases más o menos descontextualizadas creyendo ver una intención religiosa, o atea, donde sólo hay una voluntad de asentimiento de la ciencia. Y aupamos a un plano teológico lo que sólo es el primer tratado serio de geología, los Principles of Geology de Charles Lyell. Por cierto, en esta obra magna, de tres tomos, cuyo primer volumen recibió su amigo Darwin mientras estaba con el Beagle en América del Sur, se expone la teoría uniformitarista de la formación de la Tierra, frente a la tesis cataclísmica. Lyell fue el que avisó a Darwin de que un tal Wallace se le iba a adelantar en la publicación de la teoría de la evolución de las especies. A diferencia de Darwin, otros geólogos –Darwin lo fue también– eran profundamente creyentes. Y no sólo creyentes, en varios casos, miembros de la Iglesia Anglicana.

    Las relaciones entre ciencia y fe, los distintos planos y enfoques, contenidos, historiografía, etcétera, no está en manos de dilettantes, gracias a Dios. Es asunto muy serio. Y produce una profunda desazón este “begin the begine”. En su forma más agresiva y menos consistente ha provocado casos tan chuscos como pedir que la revista Science no reciba dinero de la Fundación Templeton. O que para algunos recibir el premio que lleva ese nombre sea considerado un demérito.

    Con Juan Pablo II y Benedicto XVI la Academia de Ciencias del Vaticano alentó un impulso excepcional, que se ha hundido con la desastrosa intervención de Francisco y su disparatada dirección del Dicasterio sobre la Vida. Merced a ese impulso mencionado nació la Fides et Ratio, donde encontramos puntos cruciales de la metodología de la ciencia y la religión, los volúmenes sobre investigación científica (en física teórica, astrofísica, neurología, termodinámica, etcétera) y acción divina, publicados por la Specola Vaticana y la Universidad de Berkeley.

    ¿Por qué caer en muletillas cuando no se ha superado todavía el “When Science and Christianity Meet”?

     

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