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2 de Febrero: Día de la Religiosas y Consagradas en la Iglesia católica.

Fray Angélico. Presentación en el Tlempo. Convento de San Marcos. Florencia

Las fiestas del calendario litúrgico discurren siempre con fidelidad a los tiempos biológicos o rituales. [8 diciembre. Concepción de María -> 9 meses: 8 septiembre: Nacimiento de María -> 40 días: 21 noviembre: Presentacción de María. |||  25 Marzo. Concepción de Jesús -> 9 meses: 25 diciembre: Nacimiento de Jesús  -> 40 días: 2 de febrero: Presentación de Jesús en el Templo]. Los 40 días es periodo de purificación de la nueva madre, según la ley mosaica. Hoy pues fiesta de la Presentación de Jesús, borrada por la Purificación de María. Y, últimamente, pasando de ritos a reaidad actual, Día de la Religiosas y Consagradas en la Iglesia católica. Todo un mundo de diversas congregaciones. Pero sobre todo de mujeres fieles al Evangelio que siguieron con entrega el Espíritu del Concilio y hoy siguen el mismo Espíritu en su inmersión en las nuevas fronteras. Olga nos dice cómo se vive hoy ese proceso de profunda renovación. Considero que esa marcha adelante de las monjas en la Católica es algo muy serio. AD.

Por una vida consagrada más simple, más libre, más de Dios

Juan Pablo II, en 1997, instituyó las Jornadas Mundiales de la Vida Consagrada, a celebrarse cada 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor, con el objetivo, según lo expresó en su mensaje para la primera jornada, de “valorar cada vez más el testimonio de quienes han elegido seguir a Cristo de cerca mediante la práctica de los consejos evangélicos y, al mismo tiempo, una ocasión para que las personas consagradas renueven los propósitos y sentimientos que han de inspirar su entrega al Señor”.

Este año será la XXVII Jornada Mundial y en el Vaticano no será presidida por el Papa Francisco ya que está en la República Democrática del Congo y en Sudán del Sur, en su cuarto viaje apostólico al continente africano, sino por el Prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, el cardenal João Braz de Aviz quien en una carta que firma junto con el arzobispo secretario, José Rodríguez Carballo, invitan a la vida consagrada a “ensanchar la tienda”, con el estilo de Dios que es “cercanía, compasión y ternura” y preguntándose, entre otras cosas, “si se invoca al Espíritu con fuerza y perseverancia para que reavive en el corazón de cada persona consagrada el fuego misionero, el celo apostólico, la pasión por Cristo y por la humanidad” (Vatican News, 27-01-2023).

Por su parte la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR) ha ofrecido un recurso orante con el lema “Desde el amanecer hasta el ocaso caminamos en esperanza”. La vida consagrada del continente quiere mantener la escucha al Espíritu para oír los clamores de nuestros pueblos y responder a ellos.

Efectivamente, la vida consagrada entendida como un don de Dios para el mundo es una riqueza para el mundo. Muchas son las personas que a lo largo de la historia han sentido ese llamado fuerte a dedicar su vida al servicio de los demás, desde diversos carismas, y hay miles de testimonios que edifican, animan, interpelan, convocan, impulsan a seguir esos mismos caminos. Sin embargo, en estos tiempos las vocaciones disminuyen y no dicen tanto a los contemporáneos. Muchos estudios se hacen para entender el fenómeno y muchos esfuerzos se consolidan para buscar atraer a más jóvenes.

Personalmente considero que varias cosas hay que tener en cuenta. Los tiempos cambian y eso es una realidad irreversible. Por tanto, no es de extrañar que los signos de un tiempo no significan lo mismo para otro tiempo. Y no porque el Espíritu se vaya de nuestra historia sino porque tal vez no sabemos buscarlo allí donde hoy se manifiesta con más fuerza. Y, en ese sentido, las estructuras de la vida religiosa -especialmente la femenina- cada vez dicen menos a jóvenes que en este tiempo valoran mucho más la autonomía, la globalización, la tecnología, la pluralidad, la ciencia, los derechos humanos, la justicia social, la dignidad humana. No es que el tiempo pasado sea mejor, simplemente, es distinto. De ahí que no hay que extrañar que haya cada vez menos jóvenes que se ciñen a estructuras de autoridad, a una disponibilidad entendida como renuncia a desarrollos propios, a una afectividad inmadura o a una visión del mundo uniforme. Y esto no significa que no tengan fe o no sientan un llamado al servicio de los demás. Simplemente esa llamada no logra realizarse en ese tipo de estructuras. Y aunque hay esfuerzos y algunas comunidades lo hayan conseguido, en muchos casos no acaban de transformarse. Y por eso, las tensiones comunitarias son bastantes, hay movimientos de apertura, pero también muchos miedos que producen nuevas involuciones.

Ni todo carisma puede perdurar en el tiempo sin actualizarse, ni los modelos de vida religiosa que tuvieron tanto éxito en un tiempo, permanecen vigentes para siempre. Posiblemente hay que reconocer con humildad que algunas comunidades cumplieron su ciclo y han de fusionarse (esto lo está pidiendo el Papa a varias comunidades) y que las que perduran han de centrarse más en la misión a realizar que en la autopreservación de la comunidad. Y la misión convoca a todo el pueblo de Dios -laicado, vida consagrada, clero- uniendo fuerzas para hacer presente el Reino y no gastándolas en la salvaguarda de estructuras cada vez más anquilosadas.

Por supuesto servir al Reino de Dios ha de hacerse “ligero de equipaje”, pero lamentablemente, el paso de los años ha dado tantos bienes a las comunidades religiosas que ya no se sabe si se trabaja para preservarlos o para la misión y, por otra parte, muchas veces el criterio para el trabajo pastoral de la comunidad no es la necesidad de la gente sino los intereses de la comunidad que tiene sus planes preconcebidos.

Creo que estos tiempos reclaman esa vuelta a los orígenes -de lo que ya se habló con Vaticano II- donde las comunidades pequeñas surgían respondiendo a las necesidades concretas del momento y se hacían con la frescura, libertad y disposición que da la libertad de estructuras y las relaciones interpersonales que son posibles en grupos pequeños, que confluyen en similares sentires ante los clamores que escuchan.

Muchas otras cosas es necesario seguir pensando para la renovación de la vida consagrada. Pero digamos una más: la vida consagrada femenina si no camina al ritmo de la conciencia que hoy tienen las mujeres sobre ellas mismas, sus demandas y sus búsquedas, no creo que tenga demasiado futuro. Feminismo y vida consagrada han de ir de la mano porque esas “Mujeres del Alba” (como ha denominado la CLAR su horizonte inspirador 2022-2025) han de ser mujeres de este presente, con esa conciencia clara de su dignidad, de sus derechos, de su liberación frente a los estereotipos que la sociedad patriarcal les ha atribuido y que también están presentes en la iglesia clerical de la que forman parte.

“El dueño de la mies” (Lc 10,2) sigue presente en cada persona que trabaja por el bien común y en tantos jóvenes que en nuestros países latinoamericanos están comprometidos con el cambio y la justicia social. Tal vez son tiempos en que la vida consagrada camine más de cerca de los movimientos sociales que, a fin de cuentas, son los que hacen posible que saboreemos el reino de Dios en el aquí y ahora de nuestra historia. Una espiritualidad de ojos abiertos es imprescindible y la dedicación al reino, lo único esencial. Tal vez desde allí se transformen las estructuras y la vida consagrada se haga más simple, más libre, más de Dios.

Un comentario

  • Antonio Duato

    Pido excusas por si mi nota de entradilla ha salido demasiado larga y entrando en un detalle sobre situación de fiestas en el calendario, con relación a duración de embarazos y purificaciones legales extrañas hoy, aunque conservemos en medicina y leyes la práctica de “cuarentenas” aunque sean de una semana. Me parecía interesante para unir la fiesta de hoy que pasa de ser de la Presentación, con una candela (Jesús) entrando en el templo (“La Candelaria”, patrona de Canarias, ¿no?) a la Purificación de María (santo de las Puris también) y después el Dïa (¡cuantos días anuales en la ONU y en la Iglesia! Necesidad de nuevos calendarios para recoger todas esas celebraciones recordatorios) de las religiosas y mujeres consagradas en la Iglesia.

    Eso último, al que refiere el artículo de nuestra Olga Vélez sí que es algo real y no meramente simbólico y sobre lo que debería ser el diálogo en esta  entrada. Cuando se hizo el Vaticano II yo soy testigo de los esfuerzos que hicieron muchas congregaciones para transformarse a fondo. Algunas tenían colegios de niñas burguesas, con enormes posesiones, heredadas de los dos siglos pasados y quisieron descapitalizarse, dejar sus propiedades a cooperativas o asociones de ciudadanos y ponerse al servicio de la gente más necesitada.

    Aunque tuvieron desde el principio resistencias de algunos grupos de hermanas tradicionalista en su interior y, con los nuevos papas desde 1978, imposiciones de Roma para moderar sus impulsos renovadores. En EEUU las pugnas entre monjas renovadoras y reformistas, sobre todo en educación, sanidad y asistencia, ha sido portada de periódicos. Y ahí hay que encajar ese compromiso libre y bien encarnado en contexto colombiano al que se refiere Olga.

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