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El ocaso de los intelectuales y el extravío de la razón

De otro colaborador de ATRIO (este aporte de textos importantes ajenos es fundamental para lo que quiere ser este lugar de encuentro) nos llega hoy un artículo del mexicano Isaac Enríquez Pérez, de la Universidad Autónoma de Zacatecas, publicado en Tercera Información.es. Creo que en él se expone muy bien uno de los objetivos esenciales que han estado y estarán en nuestro Proyecto Atrio 2022 en elaboración: la búsqueda del sentido profundo de la realidad de la persona humana y su responsabilidad en la historia y la evolución del Universo. AD.

Quizás una de las ausencias más palpables en la vida pública sea la de los intelectuales. Eclipsados por la comentocracia y sus corifeos bufonescos, dejaron de plantearse las preguntas en torno a los problemas fundamentales de la humanidad, así como los argumentos de peso revestidos de un aura de filósofos y estadistas. La comentocracia les suplantó aupados en el poder y en el alcance de los mass media y las redes sociodigitales; e hicieron de la trivialización de la palabra y de la praxis política –en tanto espectáculo y parodia– el argumento central de su teatralidad mediática.

Provenientes de la ciencia, la literatura, la filosofía o el cultivo del pensamiento, los intelectuales clásicos (recordemos a Raymond Aron, Pierre Teilhard de Chardin, José Ortega y Gasset, Jean Paul Sartre, Albert Camus, George Orwell, Michel Foucault, Gore Vidal, Frantz Fanon, Carl Sagan, Umberto Eco, Norberto Bobbio, Giovanni Sartori, Edgar Morin, Octavio Paz, Juan María Alponte, Noam Chomsky, entre muchos otros) gozaban de amplios círculos de lectores y audiencias. Dispuestos a ejercer un uso público de la razón, por lo regular gozaban de un sofisticado juicio político y no pocos se identificaban con causas sociales en pro de la justicia y en contra de la opresión. Aunque los hubo –a lo largo del siglo XX– que se identificaron con los fascismos y el nazismo, como fue el caso de Martin Heidegger. De tal forma que la calidad académica e intelectual no es sinónimo, en automático, de coherencia y sagacidad en el juicio político/histórico.

Al ejercicio del pensamiento crítico, estos intelectuales clásicos aunaban la pretensión de mover y refrescar la conciencia y provocar a sus lectores y audiencias, abriendo con ello nuevas perspectivas sobre los  problemas públicos y evidenciando las contradicciones y sentido de los mismos. Posicionados más allá de falsas dicotomías o dilemas, su mensaje o argumentos abrevan de ciertas dosis de paciencia y sabiduría; aunque también algunos, a lo largo del siglo XX, reincidieron en exageraciones e, incluso, en arrogancias y jactanciosidades.

Su proclividad a la vanguardia hizo de este intelectual clásico un perspicaz agente que incentivaba el cambio social y despertaba respeto a sus ideas; aunque también existieron aquellos que reivindicaron el statu quo –el caso más emblemático en el mundo de haba hispana sería Mario Vargas Llosa– y se mostraron partidarios o seguidores de alguna corriente ideológica. En esa lógica de las vanguardias fueron capaces de identificar los problemas trascendentales de la humanidad, abrir y difundir argumentos estructurados y orientados a detonar debates públicos, no pocas veces dotados de análisis histórico y de una perspectiva estratégica que pretendía incidir en el curso de los acontecimientos y en la formación de la opinión pública y de la cultura política.

Sin embargo, el ocaso de los intelectuales se presentó a la par del marchitamiento de la cultura ciudadana y de la desciudadanización de la política. Una especie de anestesiamiento e individualismo a ultranza se cierne sobre la racionalidad de las sociedades contemporáneas, y ese adormecimiento inhibe la posibilidad de ejercer el pensamiento crítico. Ese entorno social, que lo mismo incluye a sujetos, organizaciones como los sindicatos, gremios y universidades, los movimientos sociales y las comunidades de base, constriñe toda posibilidad de razonamiento y de despliegue de procesos cognitivos de largo aliento. En buena medida, ello explica la muerte de la clase intelectual y la entronización de la racionalidad tecnocrática, que privilegia el despliegue de supuestos expertos o especialistas en los mass media y en las redes sociodigitales.

La dimensión filosófico/histórico/ética que manejaba la clase intelectual fue suplantada por una voz que comenta el acontecer coyuntural pero que no penetra en las raíces profundas de las problemáticas sociales. El comentócrata es un avezado especialista que, si bien puede ofrecer un discurso cuasi técnico –y no pocas veces circular–, no provoca una agitación radical de las conciencias ni forma ciudadanía. Recurre más a un discurso descriptivo y superficial que apela más a las emociones de los sujetos que al pensamiento y la razón, contribuyendo con ello a hacer del espacio público un espectáculo y una arena para el despliegue de la polarización. Este especialista no hace más que acompañar las noticias del día, tras realizar cierto encuadre, pero su análisis no suele escapar de lo coyuntural, ni ofrecer siquiera una perspectiva de conjunto de la realidad. Entonces la especialización se impone a la mirada omniabarcadora del intelectual y se socava toda posibilidad de análisis amplio y reposado. Con ello tiende a ascender la mercantilización de las ideas y de la palabra, en tanto que los intereses creados definen lo que se comenta o difunde o no en los mass media a partir de ciertas agendas de temáticas mediadas por esos intereses y por la forma particular en que esos comentócratas y think tanks observan y conciben los problemas públicos.

Se comenta sobre la personalidad de Donald Trump, el conflicto ruso/ucraniano, la caída de las Torres Gemelas, la pandemia del Covid-19, etc., pero no se analizan las causas profundas y el sentido histórico de esos acontecimientos, sino que se aborda cierta apariencia de los mismos y se establece desde esos poderes fácticos que controlan los mass media y las redes sociodigitales lo que es verdad o lo que no lo es. En estos discursos de los especialistas se entrecruzan también los rasgos de la era de la post-verdad con una narrativa hegemónica que encauza unos temas y no otros, que apela a los sentimientos del homo videns o del homo digitalis y no a sus procesos cognitivos y a las perspectivas de larga duración. Entre esos expertos comentaristas destacan Yuval Noah Harari, ­Niall Ferguson, Paul Krugman, Moisés Naím, Michel Houellebecq, Samuel P. Huntington, Francis Fukuyama, Fernando Savater, Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, Jorge G. Castañeda, entre otros. Varios de ellos más cercanos al histrionismo, la política-ficción, el maniquismo y la descalificación respecto a aquello que les inspira fobia o ira. Es de destacar que sus planteamientos no soportan el fuego de la contrastación histórico/empírica a que llama la deliberación pública regida por el pluralismo.

En el extremo, algunos representantes de la comentocracia rayan en lugares comunes y en actitudes de bufones que lapidan a aquel que piensa diferente. Se erigen en todólogos que suponen contar con el elixir ante los problemas públicos sin siquiera lograr diagnósticos certeros y dotados de rigor metodológico. Más preocupados por el teléfono móvil y los trending topics del Twitter, su obscenidad llega a los set de televisión, comentando casi de todo sin pudor y sin temor a equivocarse. Fungen más como voceros de algún partido político o de los intereses corporativos y financieros del gran capital. Con la pandemia del Covid-19 lo mismo opinaban –sin respeto ni rigor alguno– de sus orígenes, que de epidemiología, vacunas, omisiones de los Estados, el uso de la mascarilla, etc.

La sociedad de los extremos regida por la polarización ideológica pulsiva cancela toda posibilidad de reinvención del intelectual, y hace de los comentócratas simples ideólogos que abogan por una u otra causas. Se impone, entonces, un discurso faccioso que apela a la división y a la ausencia de posibilidades de conciliación. No hacen más que poner en palabras intereses creados de distinto signo para inundar las redes sociodigitales y apelar a las emociones pulsivas de los internautas, sin reparar siquiera en la posibilidad de ejercicio del pensamiento autónomo y en la articulación de una narrativa mínimamente coherente.

 

El ocaso de los intelectuales marcha a la par de la pérdida de sentido en las sociedades contemporáneas, así como de la erosión de la función orientadora que éstos desplegaban respecto a los grandes problemas mundiales y nacionales. Si bien existen intelectuales de peso hoy día (Jürgen Habermas, o el mismo Noam Chomsky, por ejemplo), su influencia tiende a ser menor y a diluirse en medio de la industria mediática de la mentira y de la tergiversación semántica. Esta pérdida de valor del intelectual y de sus funciones, también son experimentadas por organizaciones como las universidades, las editoriales, los periódicos, las revistas de análisis, etc. Arrasa, entonces, un pensamiento rapaz y socavador que fortalece consignas ideológicas al ritmo no de argumentos y sí de opiniones sin sustento y de golpes de voz que opacan a quien piensa y actúa diferente.

Salir de las prisiones de este pensamiento hegemónico que diezma y lastra el oficio intelectual es una urgencia en las sociedades contemporáneas ante el constante asedio mediático de trogloditas de la palabra que pretenden espectacularidad y no la construcción de argumentos razonados. Solo el ejercicio del pensamiento crítico y la diversidad de ideas salvarán de esa lógica implacable impuesta por la comentocracia y los fastuosos intereses que reivindican. Lo contrario nos conduciría a un nuevo oscurantismo y a la definitiva pérdida de rumbo y proyecto en el curso del colapso civilizatorio contemporáneo.

Académico en la Universidad Autónoma de Zacatecas, escritor,  y autor del libro La gran reclusión y los vericuetos sociohistóricos del coronavirus. Miedo, dispositivos de poder, tergiversación  semántica y escenarios prospectivos.

Twitter: @isaacepunam

 

16 comentarios

  • Luis Troyano Cobo

    “El oscurantismo fue una práctica medieval del clero y los altos estamentos que consistía en bloquear la difusión del conocimiento, la razón y la cultura al resto del pueblo.”

    (De Google)

    Esto es de dominio publico, y va desde el concilio de Nicea en el siglo IV hasta el Renacimiento. Averigüe quien tenia la hegemonía social entonces…

    Creo que Vd. Sr. A. Llaguno demuestra ser inteligente. Pero con una inteligencia mal dirigida. En mi humilde opinión…

    • Luis Troyano Cobo

      Otra “perla” del mismo sitio:

      Otras preguntas de los usuarios

      ¿Qué papel jugó la Iglesia en la época del oscurantismo?

      Según varios historiadores, durante la época medieval, la iglesia se propuso abolir y suprimir todo tipo de pensamiento e ideología que no le proporcionaba beneficio alguno, y la población europea al verse privado de cuestionar los dogmas religiosos, adoptó esas “verdades reveladas” las cuales no admitían crítica, ya …

  • Antonio Llaguno

    A mi el término “intelectual” no me aporta casi nada, o más bien nada.

    Lo que me interesa de los “intelectuales” es que, los buenos, casi nunca se denominan “intelectuales” se denominan a si mismos, escritores, antropólogos, filósofos, psicólogos o agentes de seguros, en función de donde sea que desarrollan su pensamiento.

    El problema es que la palabra “intelectual” se ha prostituido y hay muchas personas que van de la vida de “intelectuales” (generalmente porque no pueden ir de otra cosa).

    Me quedo con la frase que sobre sí mismo dijo Arturo Pérez-Reverte: “Yo no soy un intelectual, sólo soy un hombre que escribe historias” (y en mi modesta opinión bastante bien)

    No veo la necesidad de reivindicar al “intelectual”.

    Si veo la necesidad de reivindicar la “inteligencia”, que últimamente escasea mucho, con tanto móvil, tanta  app y tanto ordenador… pero eso es otra historia y no es de lo que va el rollo.

  • oscar varela

    (siguiendo)
    1- Ahora importa afirmar cuan estúpido parece suponer
    – que el intelectual es quien deshace la fe compacta y común tradicional de un pueblo,
    – por la sencilla advertencia de que la intelectualidad misma,
    – esto es, la inteligencia en el sentido estricto de razón y racionalismo,
    – nace en un pueblo precisamente porque ese pueblo ha perdido antes la fe,
     
    2- y no disponiendo de medio mejor, algunos acuden a reparar el daño
    – con lo único que les queda, con lo único que tienen y con que cuentan:
    – con su pobre razón.
     
    3- Así nació la filosofía en Grecia en torno al año 500 antes de Cristo.
    – Hace mucho escribí:
    “desde este punto de vista, la razón, y especialmente la filosofía, es el entablillado que se pone a una fe quebrada”.
     
    4- A la invasión de nuevas religiones que Tito Livio nos describe y va a dislocar definitivamente la unidad de la creencia,
    – respon­den los partidarios de la tradición como siempre han hecho,
    – inten­tando resucitar artificialmente los más vetustos ritos itálicos,
    – como el ver sacrum y otros.
     
    5- Es el eterno intento, eternamente fracasado, de retornar al mos maiorum,
    a los usos de los antepasados.
    – El resul­tado es que la religión deja de ser base unitaria y común
    – y se convierte en campo de batalla,
    – y concretamente de batalla electoral entre los reaccionarios y los revolucionarios.
    – Pero harto se comprende que tan pronto como se hace de la religión,
    – real o tácitamente, cuestión de votos,
    – deja de ser la sustancia conjuntiva que unifica macizamente la vida de un pueblo.

  • oscar varela

    (siguiendo)
    1- El «intelectualismo» es la ido­latría de la inteligencia,
    – que aísla el pensamiento de su función en la economía general de la vida humana.
    – ¡Como si el pensamiento pu­diese despertar y funcionar por sus propios resortes!,
    – como si em­pezase y acabase en sí mismo,
    – y no engendrado por la acción y teniendo en ella sus raíces y su término.
     
    2- Innumerables cosas del más alto rango debemos a los griegos,
    – pero también les debemos cadenas.
    – El hombre de Occidente vive aún, en no escasa medida, esclavizado por preferencias que tuvieron los hombres de Grecia, las cuales, operando en el subsuelo de muestra cultura, nos desvían desde hace ocho siglos de nuestra propia y auténtica voca­ción occidental.
    – La más pesada de esas cadenas es el «intelectualismo»
    – e importa mucho que en esta hora en que es preciso rectificar la ruta, iniciar nuevos caminos —en suma, acertar—,
    – importa mucho deshacerse resueltamente de esa arcaica actitud que ha sido llevada al extremo en estas dos últimas centurias.
     
    3- Bajo el nombre primero de raison, luego ilustración, y, por fin, de cultura,
    – se ejecutó la más radical tergiversación de los términos
    – y la más indiscreta divinización de la inteligencia.
    – En la mayor par­te de casi todos los pensadores de la época,
    – sobre todo en los ale­manes, por ejemplo, vino la cultura, el pensamiento,
    – a ocupar el puesto vacante de un dios en fuga.
    – Toda mi obra, desde sus primeros balbuceos, ha sido una lucha contra esta actitud, que hace muchos años llamé «beatería de la cultura».
     
    4- Beatería de la cultura, porque en ella se nos presentaba la cultura, el pensamiento,
    – como algo que se justifica a sí mismo, es decir, que no necesitaba justificación,
    – sino que es valioso por su propia esencia,
    – cualesquiera sean su concreta ocu­pación y su contenido.
    – La vida humana debía ponerse al servicio de la cultura
    – porque sólo así se cargaba de sustancia estimable.
    – Según lo cual, ella, la vida humana, nuestra pura existencia, sería por sí cosa baladí y sin aprecio.

  • oscar varela

    Hola!
    Ayer preguntaba yo: ¿Qué es “ser INTELECTUAL”?
    ……………………………………
    En 1940 Ortega andaba por Buenos Aires –de 1939 a 1941- y se cuestionaba lo mismo en su relación con “EL OTRO”, e.d., en la Sociedad.
    Me contaba su ‘Virgilio’ de paseos y triple Embajador argentino (Máximo Etchecopar-, que al ir a buscarlo al Hotel lo encontró escribiendo ‘de un tirón’ el Artículo “EL INTELECTUAL Y EL OTRO”
    …..
     
    1- “EL intelectual de que aquí se habla
    – no es el «escritor» ni el «hombre de ciencia», ni el «profesor», ni el «filósofo».
    – Son todos estos nombres de oficios o profesiones, es decir,
    – figuras sociales, perfiles públicos que el individuo adopta y que no garantizan lo más mínimo la autenticidad de una incoercible vocación intelectual en el hombre que los ejerce.
     
    2- Mas aquí se trata sólo del Intelectual que lo es de verdad,
    – cualquiera que sea su aparente y notoria ocupación.
    Ser intelectual no es cosa que tenga que ver con el yo social del hombre.
    – No se es intelectual para los demás, con este o el otro propósito, a fin de ganar dinero, de lucir, de sostenerse en el piélago proceloso de la colectividad.
    Se es intelectual para sí mismo, a pesar de sí mismo, contra sí mismo, irremediablemente

     
    3- El mundo con que el Intelectual se encuentra le parece estar ahí
    – precisamente para ponerlo él en cuestión.
    – Las cosas no le son por sí mismas plenamente, porque no las deja tranquilamente estar ahí, sino que al punto las analiza, las descompone, las mira por dentro, busca su espalda, en suma, las convierte de presuntas cosas en problemas.
    A primera vista parece que es un destructor y se le ve siempre con vísceras de cosas entre las manos, como un matarife.
    Pero es todo lo contrario. El Intelectual no puede, aunque quiera, ser egoísta respecto a las cosas. Se hace cuestión de ellas. Y esto es el síntoma máximo del amor.
    – No están ahí para aprovecharlas sin más, como hace el Otro, sino que su vida es servicio a las cosas, culto a su ser.
    – El culto, como lo fueron todos los fuertes cultos, es cruento; es deshacerlas, desmenuzarlas para rehacerlas en su supremo esplendor. Sabe que las cosas no son plenamente si el hombre no descubre su maravilloso ser que llevan tapado por un velo y una tiniebla.
    – De aquí que para el Intelectual vivir significa andar frenéticamente afanado en que cada cosa llegue de verdad a ser lo que es, exaltarla hasta la plenitud de sí misma.
    – He ahí cómo y por qué resulta que las cosas sólo son lo que ellas son cuando le son al Intelectual.
     
    4- Ahora que el Intelectual,
    – como tantas veces en la historia, va a desaparecer o poco menos, en lo profundo.
    – Lo profundo, por excelencia, es el silencio.
    – Van ustedes a ver cómo lo maravilloso va desapareciendo de sobre el haz de la tierra y la vida, incluso la del Otro, pierde gracia tensión y frenesí.
     
    5- Para que las cosas sean, quiérase o no, hace falta el Intelectual.
    – Lo que el Otro usa como realidades no es sino un montón de viejas ideas del Intelectual, vetustos petrefactos de sus fantasías.
    – Si sólo el Otro habitase en el planeta nada sería eso que es.
    – En su verdad toda cosa es leyenda, axioma, verso y mito.
    – Por eso también al Intelectual acaba por irritarle el Otro. Le irrita que éste no deje ser a las cosas, no se ocupe de ellas, sino que aprovecha vilmente, despiadadamente, irreligiosamente, sus apariencias.
    – Para el Intelectual el Otro es un ateo, el ateo de todo.
    – Es el hombre sin temblor ante lo divino, que es todo.
    – Vivir en el mundo sin hacerse cuestión de él parecería al Intelectual parasitismo.
     
    6- Convenía decir esto ahora que el Intelectual no existe ya socialmente,
    – que es un paria y un malhechor.
     
    7- Para el Otro sólo existe lo suyo.
    – Antes no acontecía esto.
     No pretendía tener ideas.
    – Vivía de tradiciones, de creencias, de fervores y de rencores, que es su régimen natural de vida.
    – Pero ahora pretende opinar, cosa para la cual no está hecho.
    – Es penoso observar cómo su mano de mental chimpancé se esfuerza en agarrar la aguja de la idea.
    – El resultado es inevitable.
     
    8- Al entrar en el Otro una idea se convierte automáticamente en lo contrario, en un dogma.
    – Dogma es lo que queda de una idea cuando la ha aplastado un martillo pilón. Y es la escena universal a que asistimos.
    – El Otro, que en su existencia espontánea era, a su modo, admirable, puesto a pensar es un martillo pilón que aplasta las ideas, y como éstas van en las cabezas de los Intelectuales, aplasta, de paso, las cabezas de los Intelectuales.
     
    9- Yo comprendo muy bien la periódica estrangulación del Intelectual que se produce en la historia.
    – Comprendo que enoje e inquiete al Otro este hombre que anda siempre por detrás de las cosas y que él mismo no es cosa, sino algo fluido, ígneo, magnético.
    …………………..
    La Nación, de Buenos Aires, diciembre 1940

  • oscar varela

    Hola!

    Don Perogrullo pregunta:

    ¿Qué es “ser INTELECTUAL”?

    Solo así podríamos saber QUIÉNES serían

    y que papel juegan en la Sociedad

  • Santiago

    La decadencia de intelectuales verdaderos es paralela a la decadencia global de la sociedad humana..y por supuesto al retroceso de ella a niveles que preceden en muchos aspectos a la historia la civilizada del ser humano…Nuestra civilización atraviesa una crisis intrínseca existencial que pone en peligros todos los valores humanos

    Estamos viendo una vuelta a la violencia sin freno, al crimen que se justifica y la reafirmación del egotismo como base vital.Es esa industria mediática de la mentira y de la tergiversación semántica el arma que están usando los detractores y destructores de la presente civilización para desmantelarla totalmente con la esperanza utópica de crear el paraíso terrenal indefinido.

    Tal y como afirma el académico mexicano Isaac Enríquez autor de este ensayo son los trogloditas de la palabra los que han sido entrenados específicamente en las universidades occidentales para cambiar y sustituir el orden de la razón en un nuevo paradigma, un nuevo orden universal que se tergiversa para que aparezca como eficaz y posible y normal.

    Esto es lo que estamos presenciando a diario con las fallas judiciales en favor de criminales y malhechores de todo tipo ya que se está generalizando la idea la ley es irrelevante y que la autonomía del ser humano no puede ser cuestionada en ningún aspecto y que no existe la responsabilidad e imputabilidad de los actos humanos. Estamos ante la corrupción de la palabra y del pensamiento y que el relativismo pleno será la norma suprema de la sociedad futura.

    Un saludo cordial

    Sabtiago Hernández

  • oscar varela

    1- En el orden social las reformas suelen tener un carácter cruento
    – y se llaman revoluciones.
    – Caen las cabezas de los reyes, se anulan los privilegios, se barren las antiguas aristocracias en nombre de la razón.
    – Fue entonces cuando en su lugar y en las plazas públicas aparecen los intelectuales.
    – No han sabido renunciar a la tentación: Querían mandar.
     
    2- De 1800 a 1900 la inteligencia ha hecho su ensayo de imperialismo
    – y los intelectuales han ascendido a los puestos más elevados de la sociedad.
    – Nunca habían sido tanto;
    – es de prever que nunca volverán a ser tanto.
     
    3- El fracaso que a este ensayo imperial de la inteligencia ha seguido es evidente.
    – No ha logrado hacer felices a los hombres, y, en cambio,
    – ha perdido en la empresa su poder de inspiración.
     
    4- Cuando se quiere mandar es forzoso violentar el propio pensamiento
    – y adaptarlo al temperamento de las muchedumbres.
    – Poco a poco las ideas pierden rigor y transparencia,
    – se empañan de patética.
    – El mayor daño de una ideología es el afán de convencer a los demás de ella.
    – En esta labor de apóstol se va alejando el pensador de su doctrina inicial,
    – y al cabo se encuentra entre las manos una caricatura de ella.
     
    5- Entretenida la inteligencia en esa faena,
    – tan impropia de su destino cósmico,
    – ha dejado de cumplir su auténtico menester:
    – forjar las nuevas normas que pudieran en la hora de declinar las antiguas
    – elevarse sobre el horizonte.
    – De aquí la grave crisis del presente, que se caracteriza
    – no tanto porque no se obedezca a principios superiores,
    – sino por la ausencia de éstos.
     
    6- Tal situación impone a la inteligencia una retirada de las alturas sociales,
    – un recogimiento sobre sí misma.
    – Esta retirada no podrá hacerse sino lentamente, paso a paso.
    – Ha intervenido en demasiadas cosas el intelecto para que pueda súbitamente desertar.
    – Pero la nueva trayectoria no puede ofrecer duda.
    – Es preciso tender a que las minorías intelectuales desalojen de su obra
    – todo pathos político y humanitario y renuncien a ser tomadas en serio
    – por las masas sociales.
     
    7- La inteligencia humana es un azar —no está en nuestra mano.
    – No sabemos nunca si en un caso dado seremos inteligentes,
    – ni si el problema que nos urge resolver será soluble para la inteligencia.
    – No debe pedirse que la humanidad ponga su destino a un naipe tan azaroso.
     
    8- Pero esta invitación a que la inteligencia se retire progresivamente,
    – en etapas y sin deserción de servir a la vida en cuanto “vida colectiva”,
    – equivale a invitar al intelectual a que se quede solo, sin los otros,
    – a que viva en soledad radical.
    – Y he aquí que entonces, al quedarse solitario,
    – la inteligencia adquiere un cariz por completo diferente.
     
    9- La atención de lo demás nos seduce a que pensemos para ellos,
    – y como la colectividad no tiene más vida que la de sus intereses externos,
    – la inteligencia puesta a su servicio se hace utilitaria en el mal sentido de la palabra.
    – Frente a ese “servilismo” de la inteligencia a la falsa vida,
    – su uso auténtico adquiere el carácter “inutilitario” de pura contemplación.
     
    10- Mas cuando el hombre se queda solo,
    – descubre que su inteligencia empieza a funcionar para él,
    – en servicio de su vida solitaria, que es una vida sin intereses externos,
    – pero cargada hasta la borda, con riesgo de naufragio, con intereses íntimos.
    – Entonces se advierte que la “pura contemplación”, el uso desinteresado del intelecto,
    – era una ilusión óptica;
    – que la “pura inteligencia” es también práctica y técnica
    – técnica de y para la vida auténtica, que es la “soledad sonora” de la vida,
    – como decía San Juan de la Cruz.
    – Ésta será la reforma radical de la inteligencia.
     
    Revista de Occidente, enero 1926

  • Román Díaz Ayala

    Un país, una nación, una sociedad cualquiera tiene entre sus parámetros de comparación el estado de salud de la clase rectora de su  pensamiento,  su clase intelectual que la ilumina, más dentro de los círculos académicos. Así ha sido en el Occidente cristiano. Todo esto es anterior a que falten leyes, o que se aspire a períodos constituyentes, sino a la sólida formación  de sus universidades. Somos los hijos aventajados de la antigua cultura latina a la que acompaña un vigoroso anclaje jurídico y que hemos dejando en herencia a las naciones americanas.

    El texto abigarrado del autor nos impide ver con claridad la tesis principal del artículo: el estado enfermizo de la  sociedad o la claudicación de su clase intelectual. ¿Está señalando cuál es nuestra decadencia? Esto último sobre el supuesto de que hablamos de valores y de que la decadencia es la pérdida evidente de los valores sociales.

    • Roman:

      Es la tercera vez en poco tiempo que saco a paseo aquí en Atrio este texto de Ken Wilber. Se nota que me encanta.
      “Contamos con críticas al capitalismo, el consumismo, el sexismo, el racismo, el patriarcado, los negocios impulsados por la codicia, la energía derivada de los combustibles fósiles, la economía global, la explotación del medio ambiente, el calentamiento global, el militarismo, la pobreza mundial, la brecha entre ricos y pobres, el tráfico de seres humanos, la epidemia del uso y tráfico de drogas, el hambre, la sequía, las epidemias globales, la escasez de alimentos, etcétera. Casi todas estas críticas me parecen muy adecuadas, pero hay una que, aunque nunca se mencione, probablemente sea la más importante de todas: que la cultura occidental ha perdido el acceso a las fuentes del despertar. Pues, al carecer de Verdad última que guíe, a modo de Estrella Polar, nuestras acciones globales, no sabemos muy bien hacia dónde nos dirigimos. Por ello nuestra cultura suele tirar la toalla y espera a que los avances tecnológicos resuelvan todos los problemas que nos aquejan. ¿No es ese acaso el objetivo al que apunta nuestra tecnología? Confiamos en que la tecnología solucione nuestros problemas, incluidos aquellos problemas tan difíciles que ignoramos que tenemos, pero que confiamos que los ordenadores acaben desmenuzando, identificando y resolviendo, acercándonos a un cielo transhumano en la tierra. ¡Aleluya!
      Con ello no quiero decir que esté en desacuerdo con esas visiones, lo único que pasa es que son verdades relativas, realidades relativas y soluciones relativas. Todavía carecemos de una Verdad última, un despertar a una Realidad última que, como Fundamento sin fundamento del Ser, ancle y dé sentido a todas nuestras tareas relativas. Estamos lanzándonos de cabeza a la parte honda de la piscina y alentando a todo el mundo a hacer lo mismo en una especie de suicidio colectivo. ¡Y, para empeorar las cosas, estamos orgullosos de ello! Orgullosos de estar perdidos entre verdades relativas e insistiendo en la inexistencia de toda Verdad última.”

      Al margen de que ha sido justo o no. y al margen de nuestros errores ignorantes. ¿Qué hacer en el futuro?

      Wilber nos habla de un despertar. Y que no es precisamente ir fervoroso el domingo a recibir la comunión…
      Despertar para Wilber significa trascender el ego racional y entonces personalmente seremos felices aunque nos corten a cachitos, y entonces también sabremos orientar ciencia y tecnología para conseguir simple y llanamente ser felices colectivamente y consecuentemente para ello cuidaremos naturalmente porque nos sale de dentro, el Planeta.
      La inteligencia artificial dentro de 10 o 20 años ya nos dará todo el conocimiento que queramos. Como los bancos que prácticamente desaparecerán. Las fabricas de “conocedores” las universidades perderán bastante relevancia o enseñaran según que on line.
      Ahora es el momento en Occidente de hacer lo que no hicimos en su momento adecuado. Por culpa del cristianismo romano. Además de conocimiento, buscar lucidez y claridad mental, con practicas introspectivas. La claridad que nos puede dar, el morar en aquello que muchos denominamos “morar en el Testigo” el estadio consciencial mas allá del ego racional. Es lo que nos permitirá domar a la inteligencia artificial y los robots, y utilizarlos como “bueyes en un carro…”

      Tengo claro que es perentorio el buscar eso que digo: claridad mental porque de conocimiento nos podremos bañar en ello. Y sobre todo es perentorio ganar tiempo porque todo requiere su proceso. Para ganar tiempo. Hemos de frenar a unos necios estúpidos que endiosados desde la torre de marfil de sus petrodolares pretenden robotizarnos e hibridarnos con la inteligencia artificial para ser nosotros los que tiremos del carro, y ellos al mando con el látigo…

      • Román Díaz Ayala

        Amigo Luis:

        Estás presentando un ejemplo (con el contenido de tus afirmaciones más que con tu reiterada cita) de lo que el autor denomina la comentocracia ( es muy pródigo en la invención de vocablos que a continuación explica)

        Hace una distinción entre los intelectuales clásicos,  y los otros a los que no llama “nuevos” intelectuales, ni seudointelectuales de última hora, pero a quienes descalifica, porque reconoce muy explícitamente que la clase intelectual de todos los tiempos es como una red llena de peces buenos y peces malos. La intelectualidad llevó a la crisis profunda y el colapso de la Modernidad, al nazismo y los fascismos y los otros totalitarismos como el comunismo.

        En cuanto  a la comentocracia , lo pone como una instancia de poder (mediático y político). Es como si existiera el principio de “dame influencia y obtendré poder” y que según este autor es producto del  marchitamiento de la cultura ciudadana y de la desciudadanización  de la política. ¡Ahí no más!

        Hasta hace pocos años, y siguiendo nuestra tradición latinas hablábamos en términos de  virtudes, que tenía la gracia de poder ser aplicado tanto en la vida civil, su origen, como en sus connotaciones religiosas. Con la secularización del lenguaje se suplantó el vocablo por valores, que no daba lugar a equívocos ( de quién y qué estaba hablando)  Pero esto no le ha parecido suficiente al autor y le ha querido dar otro contexto, el del despliegue de supuestos expertos o especialistas en las mass media y en las redes sociodigitales.

        • Amigo Roman:

          Viniendo de ti no me debe de extrañar la respuesta te has dignado darme y que por otra parte sinceramente te agradezco. Así parece ser según el autor y tu, que yo debo ser. ¿Que? “comentocrata” o “comentologo”.
          Y cuando tu comentas en este espacio común. ¿Qué eres?
          La clase intelectual y los “comentocratas” que “habemos”, y el mundo mundial esta lleno de “peces buenos y malos”. Prefiero ser un “comentocrata” bueno que un intelectual malo.

          • Román Díaz Ayala

            Yo mismo, por desgracia, pertenezco al gremio de los comentócratas, pero no como corifeo según las categorías que establece el autor, sino como desciudadanizado. Carezco de títulos académicos y no se me puede  nombrar como “intelectual”.

            Así que estamos en el mismo gremio.

  • El maestro Zen Taisen Deshimaru, en un libro autobiográfico cuenta que estudio la filosofía occidental y llegado un momento, la vomitó toda…

    Hay quien dice que toda esta filosofía occidental son apuntes de Platón. En general la base filosófica occidental sabemos hay que buscarla principalmente en la Grecia antigua. Y eso se puede entender. Porque lo principal de los sabios griegos era una gnosis que trascendía la mera razón. La misma palabra griega Kosmos definía el mundo físico y el metafísico. Practicaban la introspección metafísica, por eso eran sabios lucidos y su filosofía procedía de un espíritu virtuoso y depurado. Pensemos nada mas que en un ejemplo nítido, Pitágoras. Lo que escribían o le escribieron eran virutas de un tronco gnóstico e insisto su filosofía procedía de la lucidez propia del gnosticismo.

    (A “vuelapluma”) Sabemos que el cristianismo romano propició siglos muchos de oscurantismo donde se prohibió simple y llanamente el pensamiento libre. Cuando Occidente recupero la libertad de pensamiento, fue renegando de la religión castrante (“recordad las crueldades” decía Voltaire al respecto… y decía mas… Decía que el cristianismo romano era “un monstruo que desgarra al género humano y que embrutece a los hombres cuando no los devora.”).

    Pues bien comenzamos a sacarnos de encima al leviatán que nos legó el emperador Constantino, ahora en nuestros días creo que será el momento definitivo de sacudirnos el peso muerto. Como digo comenzamos a zafarnos de la religión romana y con el Renacimiento comenzamos a hurgar en la historia de nuestra cultura. Nos encontramos con las sabios griegos y vueltos hacia el exterior, fruto de una castración de nuestro interior introspectivo, a consecuencia de una religión opresora del espíritu y meramente exotérica luego solo fachada… Olvidamos la parte introspectiva de los sabios griegos su gnosis. Su “conócete a ti mismo” Así el pensamiento todo de Occidente es todo chato y gris carente de espíritu y así se entiende que lo vomitara Deshimaru.
    ¿De que os ufanáis intelectuales y académicos? Estáis incapacitados para poder observar la Realidad tal cual es. Todo no es la razón. Esta razón está “lisiada” sin el desarrollo de la introspección espiritual. Sacáis paridas de vuestras neuronas que son “tochos” sin alma que “duermen a una oveja…”

    Hay quien dijo. “Líbrenos Dios de los intelectuales en la política”. Claro, porque no están en contacto con la Realidad y no se saben desenvolver en ella.

    Los jóvenes:

    La vida siempre sigue adelante, o avanza con algún retroceso limitado, pero al final la evolución siempre continua. Veo alarmado yo también que muchos jóvenes incluso universitarios parecen zombis que los han puesto aquí en el mundo sin saber porque y para que. Parecen despistados autistas. Abreviando solo diré que estoy alarmado porque mido con parámetros del viejo que soy. Pero me aferro a una esperanza, Me aferro a la fuerza de la vida y los jóvenes son vida nueva. Estaré expectante mientras viva a ver que curso sigue el rio de la vida.

    Para finalizar: Todos padecemos el cerco que se estrecha cada día mas sobre la vida humana en libertad. Hay cuatro o cinco medios de difusión que dictan “la verdad” a difundir “urbi et orbi”. Ya no necesitan ni de intelectuales pagados ni de religiones. Son ellos, los perversos, los que dictan “la verdad” hay muchos oficios que desaparecerán. Intelectuales y periodistas críticos lo que les provoca es un estorbo. Faltan “escribidores” de lo conveniente en cada caso para las elites diabólicas.

    En este mundo distópico. Forzosamente hemos de nadas entre mierda. Pero al menos “guardemos la ropa” en la orilla. Y esa ropa. Son los libros de sabiduría que nos enseñan La Verdad y esta Verdad es la que peligra. ¿O no?

    • Antonio Llaguno

      El Sr. troyano “sabe” que el cristianismo romano propició siglos de oscurantismo….

      Debe ser que como tuvo que aprender en las trincheras en vez de la Universidad, desconoce que Mendel (descubridor de las leyes de la genética) era clérigo agustino, Copernico era canónigo del cabildo de Fronwork (Polonia), Mersenne (monje de la Congregación de los Mínimos) que estudió el sonido y lo números primos y se carteaba con Descartes y era monje, Nicolas Steno, geólogo, anatomista, biomecánico no es que fuera clérigo ¡¡Es que es beato!!; Boskovic, gran astrónomo y creador de la primera teoría atómica con cierto fundamento, era jesuita; Georges Lemaitre (Creador de la teoría del Big Bang) era jesuita también, como Teilhard de Chardin paleontóloga, antropólogo, evolucionista y sacerdote miembro de “Les amis de Jesus”.

      O que desconoce que grandes científicos como Schröedinger, Pasteur, Lejeunne, Lavoisier, Flemming, Marconi, nuestro Ramón y Cajal, Becquerel, Molina (Nobel mexicano que descubrió la causa del agujero de ozono), Taylor (mira que me costó a mi entender los polinomios de Taylor), von Newmann (padre de la teoría de juegos en matemáticas), Gregorio Marañón, María Montessori, psicóloga de enorme prestigio, o Francisco Xavier Balmis (Responsable de la expedición de la vacuna que llevó por primera vez vacunas a América), eran todos católicos, muchos de ellos devotos.

      El propio Galileo, era católico devoto y la historia de su “rechazo” por la Iglesia se tergiversa siempre. La Iglesia de la época acepto sin problemas las teorías de Galileo, lo que hizo es obligarle a matizar que no tenía pruebas y que solo era una hipótesis cosa que Galileo aceptó (y nunca dijo eso de “Eppour si muove”) y que con los conocimientos del momento era cierta (se demostró más tarde que tenía razón pero en ese momento no tenía pruebas).

      La Iglesia católica Romana fue quien soportó la conservación y transmisión de la ciencia y la filosofía en los oscuros años de la Edad Media.

      Y sí. La Iglesia Católica Romana tiene muchas cosas que corregir, ha cometido muchos errores y tiene mucho de lo que arrepentirse; pero nadie con buena fe y salvo ignorancia superior, puede discutir que ha proporcionado a la Humanidad una importante cantidad de avances científicos, filosóficos, y sobre todo de justicia social.

      Yo aún estoy esperando conocer un premio Nobel budista o Zen.

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