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Construyendo la sinodalidad en las bases

 Aportación al sínodo eclesial universal

          Supuestos: Doy por aceptado que estamos convencidos el que la Iglesia del futuro será sinodal, o no será la Iglesia que deseó Jesús de Nazaret. El camino de la Iglesia es sinodal, ha dicho el papa Francisco. Y para esto ha convocado a todo el Pueblo de Dios a que se enganche a esta tarea utópica.

          Pero va a tardar dos años en que se concreten las líneas precisas de actuación, suponiendo que todo salga bien, que exista mucha participación en todos los niveles eclesiales, y que haya un discernimiento y decisión valiente en llevar a cabo las diversas sugerencias que lleguen a los que van a tener la autoridad para decidir.

          Pongo como base fundamental, que somos personas que deseamos ser creyentes cristianos y, por lo mismo, seguidores de Jesús de Nazaret. Y que estamos en la Iglesia como camino de compromiso de fe y de ser útiles en la construcción de un mundo más humano y fraternal. Y que por lo mismo, queremos estar siempre en actitud de búsqueda y cambio para ser más fieles en esta sociedad cambiante.

          Supongo que también aceptamos la doctrina del Vaticano II, que el Pueblo de Dios es la base fundamental del toda la estructura eclesial, y que la Jerarquía está a su servicio. Por tanto que el Pueblo de Dios es, deber ser, consciente y responsable del ser y de la marcha de la Iglesia. La responsabilidad nos la da el sacramento del bautismo y confirmación. La Jerarquía tiene la gran misión de acompañar y formar a los laicos para que éstos se vayan haciendo responsables, en profundidad humana y espiritual, de la marcha y dirección de la Iglesia en todos los niveles de la misma.

          Grandes temas a debatir y dilucidar:

          –Que se lleve a cabo la subsidiaridad en todos los niveles de la estructura eclesial. Que todas las grandes decisiones eclesiales no tengan que depender necesariamente de lo que diga Roma o su Curia. Que ésta no esté por encima de las Conferencias episcopales, sino a su servicio. Si en la Doctrina Social de la Iglesia se insiste en esta cualidad, la subsidiaridad, ella misma debe dar testimonio de que lo cumple.

          -Igualmente que esta subsidiaridad se lleve a cabo también a los niveles nacionales, diocesanos y parroquiales. Que se vaya educando y logrando a que los laicos vayan asumiendo responsabilidades en todos los puestos de dirección. Esto supone que se tiene que ir cambiando paulatinamente las estructuras de la Iglesia para que esta subsidiaridad y sinodalidad se puedan llevar a efecto.

          La Iglesia es para el Reino de Dios, no para ella misma. Por tanto, que toda la Institución se esfuerce en que la evangelización y actuación debe tener como prioridad el Reino de Dios, no el engrandecimiento de ella misma. Es la Iglesia en salida, que promueve el papa Francisco, o como se decía antes, Iglesia misionera. Y esto se tiene que notar especialmente en el compromiso real con los pobres, los excluidos de la sociedad, en las mil formas proféticas de realizarlo. Por eso las comunidades parroquiales y movimientos apostólicos deben ser escuela y testimonio de esa Iglesia en salida o misionera; que formen personas que sepan ser, en sus ambientes de vida, testigos y fermentos de evangelización integral. Que no se les forme solo para las tareas al interior de las comunidades, sino para ser fermento de evangelio en los ambientes y estructuras de la sociedad.

          -Que haya una profunda revisión die los sacramentos, especialmente de la Eucaristía: que no se hable tanto de sacrificio, sino de Cena del Señor; que se revisen las lecturas, y en lugar de tres, más el salmo responsorial, se utilicen solo dos lecturas para que el pueblo las pueda entender mejor y asimilarlas.

          -Que se revise urgentemente la ordenación de hombres casados, y mujeres. Todo ello con la debida preparación intelectual, humana y espiritual. Teológicamente no hay impedimento para que esto se lleve a cabo. Igualmente, con las debidas condiciones, que se readmitan en el ministerio a los sacerdotes secularizados que lo deseen, pero no solo para hacer actos litúrgicos, sino también para acompañar movimientos y comunidades.

          -También veo urgente que se revise y se cambie la cantidad e vestimentas, tanto litúrgicas como de presentación en sociedad, como mitras, solideos, capas o ropajes de colorines. Son contrasignos del Jesús pobre y humilde.

          -Mientras tanto, en las parroquias y movimientos cristianos, creo que se debe avanzar en una sinodalidad real: Que todos los temas o problemas existentes o planteados de cara a la evangelización actual, a la organización de las estructuras o decisiones a tomar, se hagan en sinodalidad, en el consenso de las mayorías. Profundizando previamente en el discernimiento a la luz del evangelio, para escuchar al Espíritu y no estar condicionados por criterios ajenos a él. No hay que esperar que todo venga de Roma para encarnar el Evangelio en el mundo de hoy.

          -Resalto como imprescindible en trabajo pastoral en las bases eclesiales la línea sinodal del papa Francisco. Por eso, veo imprescindible tanto el trabajo de concienciación y formación de los laicos, como el que vayan asumiendo responsabilidades en el conjunto de la Iglesia, empezando por las comunidades de base o parroquias. El futuro de la Iglesia no está solo en manos del papa, sino en que todos asumamos las responsabilidades en el caminar de la misma. De lo contrario, pasará como con el Vaticano II: creo que no llegó a asumirse por el conjunto de los fieles todo el mensaje renovador que trajo, porque no se procuró que el clero y fieles lo asimilaran y llevaran a la práctica. Solo se valoró el cambio en el lenguaje litúrgico. Hoy nadie ya se acuerda de él.

          -Y como estilo básico imprescindible es la actitud de escucha en profundidad en todos los niveles eclesiales. El Espíritu está en todo el Pueblo de Dios, incluso en la sociedad a través de los signos de los tiempos. Dios puede hablar a través de ellos. Pero hace falta una actitud de escucha acogedora. Y unido a ello, creo imprescindible la humildad, el no creernos que tenemos la verdad total en nada, o que lo hemos hecho o lo seguimos haciendo todo bien

          -Como modo de caminar en las bases veo hoy imprescindible el que se formen grupos o comunidades de talla humana, en el que todos se conozcan, se ayuden y se exijan en el seguimiento de Jesucristo, siempre en conexión con los problemas personales y de sus ambientes sociológicos. Es la forma de unir la fe y la vida, cuya separación ya dijo el Vaticano II era uno de los errores más graves de la época moderna. De la maduración y formación en estos grupos saldrán los futuros responsables laicos en las diversas escalas eclesiales.

          -Otro aspecto de suma importancia para la renovación de la Iglesia es la formación teológica y bíblica actualizada de sacerdotes y laicos comprometidos. Que sepan dar razón de lo que significa una iglesia sinodal hoy y para el futuro; que hayan asumido vitalmente la actualización teológica de los grandes temas de la fe, para poder iluminar al hombre actual. De lo contrario, seguirá progresivamente el abandono de la Iglesia al no encontrar respuesta y luz a los problemas del mundo de hoy.

          -Respecto de lo que se llama religiosidad popular, creo que no hay que intentar eliminarla, pero sí ayudar a profundizar en el porqué de esos signos. Ayudar igualmente a purificarla para motivarla desde el evangelio y lo fundamental de la fe en el seguimiento de Jesús de Nazaret. Ayudar igualmente a desidolatrizar imágenes de cristos y vírgenes, que se han convertido muchas veces en algo mágico o vice-dioses.

2 comentarios

  • Gonzalo Haya

    Totalmente de acuerdo, y creo que lo has sintetizado muy bien con la palabra subsidiaridad, que la responsabilidad, la decisión, la iniciativa, esté en la base; la “autoridad” está para apoyar, coordinar, y suplir en casos excepcionales.

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