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La ternura de la Magna Mater

El domingo pasado fue el día de las madres. Por problemas técnicos no pude escribir un mensaje a mi madre Regina, que partió hace muchos años para la casa que Dios Padre-y-Madre de ternura preparó para ella y para cada uno de nosotros. Porque le pertenecemos a Él, “al soberano amante de la vida” (Sab 11,26).

Esta es una foto de ella a los 64 años, que parecen 80, en un gesto de Magna Mater sosteniendo a su pequeña nieta Juliana con visible ternura y amor.

Una vez, en plena selva amazónica en Acre, la percibí tan viva que llegué a sentir el olor típico de su piel, olor que nunca olvidamos porque es incomparable, un aroma mezcla de sudor y de ternura, olor de madre.

Había hecho con Chico Mendes una incursión por la selva durante 22 días ininterrumpidos, pasando de “colocación en colocación” de seringas, visitando y discutiendo con los seringueros cómo organizar los “empates”, la forma de como enfrentar la deforestación feroz hecha por los “paulistas” (a todos los que venían de afuera les llamaban paulistas).

De repente mis ojos se llenaron de lágrimas. Chico Mendes al verme con las manos en la cara, me preguntó qué me pasaba. Yo sencillamente le dije: “Estoy sintiendo aquí, viva, a mi madre, fallecida hace más de 40 años y tengo mucha saudade de ella”. Y él respondió: “Así es, mi hermano. La selva es nuestra madre que nos da todo y también nos hace presente todo lo que más amamos. Como madre, la selva te trajo presente a tu querida madre. Es así siempre. Puedes llorar tranquilo porque una madre llamó a otra madre. Ambas están vivas y se citaron contigo aquí y ahora”.

Nunca olvidé aquel momento tan dulce y aquellas palabras tan verdaderas. Ahora entiendo mejor lo que los antiguos decían: la Tierra es la Gran Madre, la Magna Mater de los romanos, la Pachamama de los andinos, la Tonantzin de Nicaragua y la Gaia de los modernos. Ella es madre de verdad, no metafóricamente. No solo nos da todo lo que necesitamos para vivir; nos da también el sentido sagrado de la vida, la reverencia ante su majestad y el encantamiento por su indescriptible belleza.

Hoy ella se muestra enferma, porque hace decenas de años que no hemos sabido amarla y respetarla como debíamos. Para que volviésemos a sentirla como madre generosa, ella nos ha mandado una señal y nos ha querido dar una lección. Nos envió un virus invisible, el coronavirus, parte de su cuerpo que ha alcanzado a todos y a toda la Tierra. No quiere castigarnos sino pedirnos que paremos todo, nos recojamos en nuestras casas o apartamentos y descubramos dónde nos hemos equivocado y cómo recuperar nuestro amor y cuidado hacia ella. Y, solo entonces, renovados, retomar otro camino, más amigable y respetuoso con ella y con todos los seres de la naturaleza, nuestros hermanos y hermanas. De esta forma renovamos el pacto natural que siempre ha existido entre ella y todos nosotros, pacto que nosotros unilateralmente hemos roto pero que ella mantuvo siempre activo.

En la estampa recordatorio con esta misma foto que distribuimos entre los familiares y amigos, escribimos, conmovidos, las siguientes palabras:

“Sus días fueron de mucho trabajo
Pero llenos de la gracia de Dios.
Sus manos eran duras y callosas
Pero su espíritu despierto y fino.
Su cara llena de arrugas
Pero sus ojos llenos de vida.
Ella fue madre generosa
De 6 hijas y 5 hijos, dados al mundo y a Dios.
Pasó por la tierra engendrando y haciendo el bien.
Ahora en la gloria con su esposo y padre nuestro Mansueto
Es para todos nosotros mucho más REGINA
E infinitamente más Madre”.

(Los hijos e hijas agradecidos de la familia Fontana Boff)

Aquí va la saudade y el cariño de un hijo en el atardecer de la existencia, en la alegría de un interminable encuentro futuro en el seno de la Trinidad Santa.

Así lo quiera Dios.

*Leonardo Boff es teólogo, filósofo y escritor.

Traducción de Mª José Gavito Milano

2 comentarios

  • Asun Poudereux

    La ternura, la bravura, la tenacidad y entrega sin descanso de la madre que hemos sentido y seguimos sintiendo a nuestro lado, es lo más entrañable que nos atraviesa y Nos asalta por doquier.

     

  • Carmen

    Lo mío es mucho más sencillo. Sencillamente se quedó conmigo.

    Y en los momentos duros, sencillamente, está.

    Y eso es así. Porque no tengo ni idea de que pueda haber después de la muerte.  vamos, ni idea. Pero ella, su esencia, su espíritu, su cuarta dimensión o la séptima, me da igual la que sea, se quedó conmigo.

    Así de sencillo.

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