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El proyecto de Jesús, madurando en el tiempo, 13

 EL CIEGO, LA PUERTA Y EL MODELO DE PASTOR 3/6

A los dirigentes se les vino abajo el plan basado en sospechas. Ha quedado demostrado que no hubo fraude; el hombre liberado había sufrido la desgracia de ser ciego desde su nacimiento. Lo corroboraron los padres en su declaración. Respondieron, eso sí, con el miedo metido en el cuerpo, pero salieron del atolladero acogiéndose escuetamente a lo que sabían y no sabían acerca de su hijo. Derivaron a él la información y la responsabilidad de los hechos relacionados con su liberación. Los guardianes de la ortodoxia y administradores de la institución religiosa andan perdidos. Ya no saben por dónde tirar

3. Tercero de los seis Actos

      Con el telón de nuevo arriba se observa el mismo decorado. Permanecen los mismos adornos propios de la sala donde se juzgan los hechos. Los padres del hombre liberado han desaparecido de esa estancia donde fueron interrogados. Sobre el tablado, quedan únicamente los miembros del tribunal.

      El comienzo de este tercer Acto presenta a los dirigentes algo aturdidos. Se apiñan en el escenario tocándose y retocándose el adminículo en pico ceñido a sus cabezas. Hay quienes los llevan torcidos; alguno, bajo el brazo. No parecen ya tan altos ni tan infalibles. Han perdido una buena parte de su jactancia. Pero, obsesionados por reafirmarse en sus posiciones, no han encontrado mejor manera para conseguirlo que reclamar de nuevo ante su presencia al hombre que decidió salir de la ceguera. Lo esperan con impaciencia. Miran, inquietos, una y otra vez hacia el lugar por donde él ha de entrar. Aprietan los labios. Unos gestos contraídos revelan su mal humor. Están enfurruñados; se les notan las caras descompuestas. Ellos procuran dar impresión de calma, pero les resulta imposible disimular la excitación. Aguardan, sí, pero atacados de los nervios.

“Llamaron entonces por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron:
Reconócelo tú ante Dios. A nosotros nos consta que ese hombre es un pecador.
25 Replicó entonces él:
Si es pecador o no, no lo sé; una cosa sé, que yo era ciego y ahora veo.
26 Insistieron:
      –¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?
27 Les replicó:
      – Ya os lo he dicho y no me habéis hecho caso. ¿Para qué queréis oírlo otra vez? ¿Es que queréis haceros discípulos suyos también vosotros?
28 Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:
      – Discípulo de ese lo serás tú, nosotros somos discípulos de Moisés. 29 A nosotros nos consta que a Moisés le habló Dios; ese, en cambio, no sabemos de dónde procede.
30 Les replicó el hombre:
      – Pues eso es lo raro, que vosotros no sepáis de dónde procede cuando me ha abierto los ojos. 31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que al que lo respeta y realiza su designio a ese lo escucha. 32 Jamás se ha oído decir que nadie haya abierto los ojos a uno que nació ciego; 33 si este no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada.
34 Le replicaron:
      – Empecatado naciste tú de arriba abajo, ¡y vas tú a darnos lecciones a nosotros!
Y lo echaron fuera”
(Jn 9, 24-34).

   

       1 Escena primera

      En el primer interrogatorio los dirigentes demostraron no dar pie con bola. Habían rechazado la realidad puesta de manifiesto ante sus ojos y saltaron de un personaje a otro cegados por su empecinamiento de ver las cosas en sentido contrario al que tenían. Al final quedaron embarrancados en un terreno pantanoso. Y cuanto más se agitaban, más se hundían. Al no encontrar una salida, decidieron interrogar de nuevo al testigo principal y beneficiario de los hechos. El ahora libre entra ahora por segunda vez en el escenario con paso firme y mirando de frente. En esta ocasión se presenta solo. Camina sin miedo. Tal vez se observa en su rostro una leve e insinuante sonrisa.

      El narrador insiste en subrayar que el hombre había sido ciego. Los dirigentes no dudarán ya respecto a esa cuestión. Su investigación tomará un nuevo rumbo. Irán a tiro hecho a por el Galileo:

      Llamaron entonces por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron:
            Reconócelo tú ante Dios. A nosotros nos consta que ese hombre es un pecador” (v. 24).

      En esta ocasión, los dirigentes prescinden de usar preguntas suaves y colocan sobre el terreno su armamento pesado: ¡Dios! Obligan al testigo a una declaración jurada. Lo ponen en un brete. El declarante tendrá que medir sus palabras. La solemnidad de la fórmula: “Reconócelo tú ante Dios” refleja su importancia y el desasosiego que invade a los líderes religiosos. Los dirigentes utilizan a Dios, como saben y tienen por costumbre: para intensificar el miedo del testigo. Para ellos, Dios es el coco.

      Elevan el tono de sus voces buscando intimidar al hombre. Las respuestas que este dé entrarán en un cerco de extrema gravedad. Declarar contra el criterio oficial supondrá separarse de Dios y lo que ello representa. La ilación Dios – Nosotros (“…tú ante DIOS. A NOSOTROS nos consta…”) se muestra harto elocuente.

      Los espectadores pegan sus espaldas a los asientos. Identificados con el que fue ciego, se sienten afectados por la tensión del momento.

      Los dirigentes, como representantes oficiales de Dios, han llegado a un acuerdo unánime: el Galileo es un pecador porque ha transgredido la ley más importante. Persiguen a toda costa su condena. Pretenden quitárselo de en medio, sea como sea y cueste lo que cueste. Para ello, necesitan acreditar su gravísima infracción mediante una prueba testifical. La gran transformación del que tienen delante, el único testigo de los hechos, les importa un bledo. O tal vez, depende como se mire, más de la cuenta. Lo cierto es que conceden máximo valor a la Ley y no, al hombre libre. La función de fiel de la balanza corresponde a la Ley. La Ley, como norma suprema, se alza para ellos por encima del ser humano.

      Desde ese presupuesto, utilizarán su argumentación de siempre: un razonamiento peregrino que no hay por dónde cogerlo. Andan escasos de inteligencia. Se percibe a la legua que la autoridad que ostentan no arranca de su capacidad de liderazgo y el reconocimiento de su valía por parte del pueblo, sino de su autoproclamación como guardianes y representantes de la Ley. La trampa usada por los cabecillas resulta perversa. Se articula sobre la base de que ellos son la Ley y los únicos apoderados divinos. No estar de su parte, significa posicionarse contra Dios. Gestionan a Dios a su antojo. Lo manejan con soltura de profesional: como una marioneta en manos de titiriteros. A la gente la mangonean mediante el temor y la angustia. De ahí que se muestren muy envalentonados y gallitos buscando sembrar el pánico en el testigo, al que dirigen una advertencia con tintes amenazantes: “A nosotros nos consta que ese hombres es un pecador”.

       2 Escena segunda

      Los espectadores abren los ojos de par en par. El hombre está acorralado. Le han dejado pocas opciones. A ver cómo sale de esta. O se alinea con el criterio oficial o se perfila como cómplice del pecador. El camino fácil será reconocer que el de Galilea infringió la sagrada Ley (infracción = pecado). Le basta prestar su testimonio contra él para salir airoso de la difícil situación.

      Pero a los dirigentes le salió el tiro por la culata. Habían olvidado lo más esencial: que tenían delante a un hombre libre. Desconocen su grandeza. La respuesta del hombre certificará su condición:

      “Replicó entonces él:
            Si es pecador o no, no lo sé; una cosa sé, que yo era ciego y ahora veo” (v. 25).

      El hombre ha abandonado su sometimiento. No testifica condicionado por retorcidas intenciones ni rebuscados e infundados razonamientos, sino desde la libertad. Se saltará el ultimátum a la piola. Declarará sencillamente lo que conoce y lo que ignora. Está fuera de su alcance determinar si el Galileo incumplió o no la Ley. Esa tarea atañe a la exclusiva responsabilidad de los del gorro alto. Lo que puede garantizar con plena seguridad es el cambio radical con el que ha logrado adquirir una dignidad humana nunca antes conocida ni disfrutada por él. Nadie podrá negar una realidad que, sobrepasando la Ley, él experimenta ahora de continuo.

       3 Escena tercera

      La respuesta del hombre enerva aún más a los religiosos. No han obtenido el resultado que esperaban. Pero no ceden y le dan una vuelta de tuerca al testigo: En esta ocasión van derechos a que explique con pormenores las acciones realizadas por el Galileo. Se acercan a un palmo del testigo estimando que aún disponen de margen para la intimidación. Piensan que buscando el detalle, obtendrán lo que desean:

      “Insistieron:
            – ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?” (v. 26).

      Los dos interrogantes apuntan en la misma dirección.

      El primero, más general, persigue acotar los hechos para encontrar el dato susceptible de condena. El hombre evitó decir en su primera declaración (v. 15) que el Galileo había hecho barro. Esa acción, sancionable por prohibida en el día de precepto, solo la aportó a los vecinos y conocidos (v. 11). El que fuera mendigo sabía con quién se jugaba los cuartos.

      El segundo, referido al procedimiento seguido en la transformación del hombre, busca encontrar algún hecho punible en el modo en que se produjo la liberación. La pregunta confirma implícitamente la aceptación por parte de los dirigentes del cambio radical en el hombre (“…te abrió los ojos”) y persiste en la idea de que el Galileo fue el autor de que hubiera conseguido semejante hazaña. Sin embargo el hombre siempre admitió que alcanzó su nueva condición porque ÉL DECIDIÓ ir a lavarse (vv. 11 y 15).

       4 Escena cuarta

      El hombre se mantuvo en su posición y no se achicó. Eso sí, demostró estar ya hasta las narices de interrogatorios. Y se puso serio. Intervino como no se lo esperaban: con decisión, dejando los interrogantes sin respuesta y tomando la iniciativa. Ahora era él quien hacía las preguntas y los cargantes del picudo sombrero, los acorralados:

      “Les replicó:
            Ya os lo he dicho y no me habéis hecho caso. ¿Para qué queréis oírlo otra vez?” “¿Es que queréis haceros discípulos suyos también vosotros?” (v. 27a).

      El hombre conoce a la perfección las malas intenciones de los dirigentes. No va a cambiar su primera declaración. A qué seguir con la misma historia. Él ha puesto ante los dirigentes la evidencia de los hechos y ellos se empecinan en no aceptarla. Demuestran estar ciegos. Su ceguera requiere tratamiento. El hombre, que ya tiene experiencia de ese tránsito de la oscuridad a la luz, les interpelará con retintín que no necesitan empujar a la muerte al Galileo, sino que el Galileo les dé un empujón animándolos a ver:

                   “¿Es que queréis haceros discípulos suyos también vosotros?” (v. 27b).

       5 Escena quinta

      La actitud del hombre supo a los dirigentes a cuerno quemado; torcieron el morro, se emberrenchinaron y lo pusieron de vuelta y media:

      “Ellos lo llenaron de improperios” (v. 28a).

      En su ataque al hombre, consideran insultante ser discípulo del Galileo. Y le devuelven la pelota en forma de ofensa. El que ahora ve se ha situado al margen de la Ley, ¡Una vergüenza y una desdicha! Ellos, los faroleros del gorro puntiagudo, se reconocen como los auténticos seguidores del legislador del AT, Moisés. Contemplan el proyecto liberador del Galileo como antagónico a la Ley dada por él:

      “Y le dijeron:
            Discípulo de ese lo serás tú, nosotros somos discípulos de Moisés” (v.28b).

      Sobresale, en contraste con el nombre propio: Moisés, la forma despectiva (“ese”) referida al Galileo. El argumento que emplean distingue el saber y la ignorancia, pero poniendo a Dios siempre a su favor:

            “A nosotros nos consta que a Moisés le habló Dios; ese, en cambio, no sabemos de donde procede” (v. 29).

      Desdeñan de nuevo al Galileo repitiendo el pronombre (“ese”). Reconocen el origen divino de la Ley y a Moisés como intermediario. Sin embargo, parecen haber olvidado la procedencia de la liberación de la esclavitud de Egipto. Solo tienen ojos para la Ley. Ignoran la fuente de la libertad y, en consecuencia, de donde emana la actividad del Galileo. Los líderes religiosos viven en el oscurantismo ¡a sabiendas! Se han arrogado el papel de maestros, guías y directores espirituales del pueblo:

                  – “En la cátedra de Moisés han tomado asiento los letrados y fariseos” (Mt 23, 2).

      Su enseñanza y el camino por donde conducen a la gente resultan extremadamente peligrosos:

            – “…son ciegos y guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo” (Mt 15,14).

       6 Escena sexta

      El desconocimiento manifestado por los religiosos respecto al fundamento dónde se asienta la actividad del Galileo les descubre. El hombre libre capta que la autoridad que se arrogan tiene goteras y les echa en cara su ineptitud. Si son los maestros y seguidores de Moisés, ¿cómo pueden ignorar la procedencia de la libertad humana?:

      “Les replicó el hombre:
            Pues eso es lo raro, que vosotros no sepáis de dónde procede cuando me ha abierto los ojos” (v. 30).

      Ahora, al final del interrogatorio, cuando el hombre tiene a los líderes contra las cuerdas, admitirá que fue gracias al Galileo cómo alcanzó su dignidad (“me ha abierto los ojos”).

      Y para demostrarles que el Galileo interviene en connivencia con Dios, utilizará un argumento indiscutible basado en un principio religioso que los dirigentes sostienen como un dogma:

            – “Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que al que lo respeta y realiza su designio a ese lo escucha. Jamás se ha oído decir que nadie haya abierto los ojos a uno que nació ciego; si este no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada” (vv. 31-33).

      El razonamiento que presenta el hombre libre comienza por una idea generalmente aceptada. No pueden rebatirla y, mucho menos, ignorarla: “Sabemos”. El hombre a quien ellos pretenden condenar no puede ser un pecador, un ser alejado de Dios, como sostienen con desmedida testarudez. Su terquedad solo consigue reafirmar su ostensible contradicción. La razón religiosa que ellos siempre han defendido y todos los religiosos conocen (“Sabemos”) es que Dios no escucha a los pecadores. En consecuencia, el hombre aquel, habiendo conseguido esa proeza solo atribuible a la divinidad, tiene a Dios de su lado. No puede ser de otra manera. Dios está por la libertad. Se trata de una acción tenida por imposible: “Jamás se ha oído decir que nadie haya abierto los ojos a uno que nació ciego”.

       7 Escena séptima

      La argumentación inesperada del hombre ha dejado colgados a los líderes religiosos. Se le han visto sus vergüenzas. Se quitan, manosean y recolocan nerviosos el casco en pico ya algo arrugado. Se les nota su bajeza. No tendrán más remedio que recoger velas. Han cogido una irritación de aúpa. Están enrojecidos y con las narices infladas. No reconocerán la evidencia. Ante la realidad irrefutable se agarran al inmovilismo; y, al quedarse sin razones, exhiben su endiosamiento, recurren al insulto y tachan también de pecador al que fue ciego de nacimiento:

      “Le replicaron:
            Empecatado naciste tú de arriba abajo, ¡y vas tú a darnos lecciones a nosotros” (v. 34a).

      Acuden a la idea tradicional, la que manejaban también los discípulos en el inicio del relato, que la ceguera del hombre fue originada por su pecado. Un argumento sin pies ni cabeza.

      Y lo excomulgaron:

      “Y lo echaron fuera” (v.34b).

      Al hombre libre solo le ampara ahora su libertad. Está fuera de la protección institucional, la que, según los líderes religiosos le garantiza la acogida de Dios. ¿Qué podrá hacer? ¿Qué camino tomar? ¿Será posible vivir sin la garantía del refugio divino?

     8 Fin del Acto tercero

      La expectación ha crecido y se extiende por el patio de butacas mientras baja silenciosamente el telón para cerrar este tercer acto.

10 comentarios

  • Santiago

    La atadura NO es de la religión…sino de Cristo..Es El,…el que nos ata cuando creemos en El..sí no creemos entonces está demás pensar en una religión que es de por sí contracultural, que no consiente en la alegoría del mundo, en el hedonismo, en la satisfacción de cualquier deseo que nos satisfaga los sentidos, en la acción deseada aunque sea inmoral e ilícita puesto que me siento libre…Pero el cristianismo se opone a todo lo que es desordenado y anti-vida humana..Es una religión de aceptación de la inevitabilidad del sufrimiento para transformarlo en la misma vida de Cristo Jesús, ya que es imposible en esta vida la “felicidad completa”..Jesús nos viene a decir que El mismo es “la puerta de escape” hacia esa felicidad que TODOS buscamos ansiosamente y a toda costa…

    Es por eso que que Jesús, sabiendo que al ciego los judíos “le habían echado fuera” del estamento religioso le pregunta si creía en “el Hijo de Dios”. Una pregunta crucial puesto que no tenía caso SI Jesús NO era el verdadero Mesías, o sea, de la misma naturaleza que el Padre…porque de otro modo nunca hubiera podido dar la “vista” súbitamente a “uno” que sabía a ciencia cierta que NUNCA había tenido el don de la visión.

    Pero aquí, Jesús fue más allá del milagro “físico” pues se trataba de dar a este pobre hombre un don mucho más importante que la vista natural…Se trataba del don trascendente de la FE por el cual penetramos misteriosamente en la Verdad trascendente por la que alcanzamos -no la felicidad efímera de esta vida con los dones naturales- sino que nos hace partícipes  de la misma vida divina que es eternamente feliz.

    Jesús quiere revelar su propia identidad a este ser humano que fue “ciego de nacimiento”  pero que ahora ve. Y quiere que vea mucho más, con los ojos de la FE. Y por eso le invita -ojo, NO lo fuerza- a creer en El como Hijo de Dios, no como un hijo cualquiera por supuesto. “¿Quien es Señor…”.  Jesús le dice: “Le has visto y es el que habla contigo”

    Al fin, el hombre se abre ante quien es capaz de devolverle la vista en un solo instante: “CREO, SEÑOR” .Y le ADORÓ. Sin duda, el que había sido ciego recibe el don de la fe sobrenaturalmente. El, como judìo, jamás hubiera podido adorar a otro ser que no fuera el Dios de Abraham, El YAWE, Adonai, El Bendito…El supo en aquel momento la verdadera identidad de Jesús, el Cristo, el Hijo verdadero del Padre eterno que se REVELÓ a el personalmente. Y por eso “le adoró”.

    Esta es la historia de la FE que se repite desde que el Mesías prometido se hizo presente en este mundo y SE REVELÓ en Jesucristo, el Señor.

    Un saludo cordial

    Santiago Hernández

     

  • José Ignacio Calleja Sáenz de Navarrete

    ¿Qué podemos decir, qué puedo decir? Que nos importas y es un contrapunto necesario. La divinización de alguien-algo nos ronda de mil modos y todos son equívocos. Eso entiendo. Paz y bien.

  • mª pilar

    ¡Gracias Salvador desde mi corazón agradecido!

    El Proyecto del Galileo, necesita esta forma de explicarlo desde los textos, tal y como fueron expuestos por quienes lo siguieron hasta dar su vida por ello.

    Salvador nos lo explica, como decir:

    “Un paso, un mundo” 

    Su hermoso libro, donde nos expone la lucha, el descubrir, el compartir.

    Y es cierto, así va sucediendo en la vida de quienes lo aceptan y lo hacen la piedra angular de ella; al menos es mi sencillo caso:

    “Llamó a mi “puerta” me subyugó, y fui descubriendo nuevas miradas cada día, respecto a lo que me enseñaban; y un mundo nuevo se fue abriendo dentro de mí; porque hacia afuera…tenía que guardar las formas…era demasiado joven para comprender, lo que supone, estar en desacuerdo con muchas de las normas que nos mantenían atad@s y bien atad@s a la religión; porque ahí está el problema:

    ¡La religiosidad…que… ata y esclaviza!

    Los pasos que fui dando, necesitaba compartirlos para no creer que estaba desbarrando, y así lo hacía; tuve el gozo de encontrar personas, que no se “asustaban” y me animaban a seguir adelante en mi manera de proceder…sin ruido…para no despertar al “enemigo”.

    Y poco a poco, fui teniendo más experiencias desde la misma vida; esas cuestiones, que comprendes que no son justas, que van por otros caminos muy diferentes a desear que las personas tengan esperanza, luchen por salir del hoyo, que lo establecido, les obligaba hacer como natural y sobre todo…como:

    ¡Voluntad de Dios!

    La vida me llevo muy cerca de donde se hablaba otro lenguaje, otra experiencia de vida; y allí, escuché por primera vez este… lenguaje … que nos regala Salvador Santos; y ahí comenzó una nueva andadura en mi vida, una fuerza interior, que me superaba…sobre todo en gozo…no daba clases, no hablaba para convencer a nadie:

    ¡Vivía una nueva experiencia!

    Y desde ese momento, empezó de alguna manera el rechazo a ciertas leyes, normas, devociones etc. Lo que de verdad intentaba es:

    ¡Hacerlo Vida en mi vivir cotidiano!

    Y en estos momentos, me siento libre y en paz; nunca hago “proselitismo” sencillamente, me alejo de aquello que para mí, esta lejos del hermoso Proyecto del Galileo, que su base es:

    ¡Dar Vida y esta abundante!

    De nuevo, te doy las gracias Salvador por tanto esfuerzo como realizas, por el convencimiento que tienes del Proyecto, y la necesidad de ayudarnos a quienes también ansiamos hacerlo Vida. Es un arduo camino..:

    ¡Siempre lo fue!

    Para quienes decidieron seguirlo; pero algún día, se hará realidad como lo dijo Jesús, y admiro tu fidelidad y entrega, y estoy contigo, porque de manera definitiva:

    ¡¡¡Merece la pena hacerlo Vida!!!

    Cada persona, encontrará su manera de caminar, y cuando lo abrace de verdad, también se sentirá libre y lo hará:

    ¡Vida!

    Un abrazo entrañable y muy agradecido.

     

  • ana rodrigo

    Cuánto tiempo han perdido las religiones, en concreto, la cristiana, en su lucha contra las distintas heterodoxias. con su ortodoxia atada y bien atada por dogmas, tradiciones “sacralizadas”. códigos de leyes y normas, ritos y costumbres que se le han ido adhiriendo con el paso de los tiempos, al igual que el polvo se adhiere a un retablo ocultando la auténtica belleza del mismo.

    Así que desde herejes hasta víctimas de la Inquisición, más los sancionados, como Hans Küng y tantos otros teólogos, yo no sé aún porqué, o a JM Castillo y otros profesores de la facultad de teología de Granada, y un sin fin de sancionados, son sancionados sólo porque “Moisés” (la jerarquía) tienen contacto directo con Dios.

    En fin, la historia se repite. ¿Os imagináis que el Papa se quitase la mitra o prescindiese de un báculo de plata? ¿Os imagináis que a los cardenales, como hablábamos el otro día, se les dijese que podían ir vestidos, si no como paisanos, sí más normalitos? ¿En qué sitio del evangelio se dice que las mujeres tienen que ser discriminadas en la Iglesia? El miedo nos desactiva, a costa de la libertad. Y así sucesivamente.

  • carmen

    Es que el católico es muy intransigente con eso de la zona de sombra. Jack London la describió genial. Decía que existe una zona, no una línea, una zona de sombra en la que a veces nos introducimos, y si la atraviesas del todo, es posible que te quedes atrapado en el otro lado, en el oscuro. Pero , y esto me lo estoy inventando, creo que muchas veces entramos y salimos de esa zona sin llegar a quedarnos atrapados. Porque no es una delgada línea roja, como dicen algunos, es una zona, que no es lo mismo. Algo así como un huso horario. Como la corteza de una tajada de melón.

    Entonces si se descubre que en algún momento una persona ha estado dentro de esa zona, nos convertimos en jueces implacables. Se ha pasado al lado oscuro, decimos. Pero no tiene porqué ser así. Ha podido entrar y salir. No ha tenido porqué llegar al otro lado de la zona  y mucho menos quedarse allí. Creo que me estoy haciendo un buen jaleeeeeeo. Haz un esfuerzo por entenderme, por fa.

  • carmen

    Super bonito.

    Y un bálsamo sobre todos estos jaleos que tenemos ahora en este blog o lo que sea esto.

    Eso de sentirse libre es muy hermoso. Lo que sucede es que se paga un precio muy alto. Bueno, libre…es una expresión. Tampoco hay que exagerar porque entonces te caen encima los teóricos de la libertad y al final no sabes ni lo que es libertad. Así que he llegado a la conclusión de que la libertad es un sentimiento y como tal no hay quien lo pueda explicar. Bueno, siempre habrá quien lo explique.

    Sabes que estoy pensando? Que en los evangelios  no hay una sola de la parte de las sombras que tuvo que tener Jesús, si es que de verdad existió. Porque un ser humano siempre tiene una parte de sombra. Claro, supongo que se trataba justo de construir un hombre ideal, como los gases ideales. Pero , entonces, de alguna manera se te hace un personaje inalcanzable.

    No sé. Es que estoy pensando que salvo alguna vez que otra que dicen que lloró o se conmovió, es que sentimientos humanos, de esos humanos, casi ninguno. Ya sé que tuvo un proyecto liberador para la humanidad entera. No estoy hablando de eso. Me refiero a su persona. No a su proyecto.

    Por qué? Qué quieren exactamente contar o transmitir los evangelios? Únicamente su proyecto? Es que han construido un hombre sin sombras. Y eso , digo yo, que quizás, ha contribuido a la profunda intransigencia que a veces mostramos con las sombras de las personas normales.

    No sé.

    Un abrazo

    • Salvador Santos Pacheco

      Hola Carmen

      Jesús, como uno más, tuvo su parte de sombras. Pero como el personaje de esta narración, supo abrir los ojos a la luz y aprendió de quienes parecía que no tenían nada que enseñar. Tienes un ejemplo en la explicación del relato de LA SIROFENICIA publicado en ATRIO hace diez años (https://www.atrio.org/2010/10/la-semilla-de-la-igualdad-10/).

      Un abrazo

      • carmen

        He leído el texto y los comentarios.
        Tengo una sensación extraña. Este texto hace diez años que se escribió. En esa época empecé a leer cosas relacionadas con esto de la biblia, teølogía y tal. He dicho mil veces que empecé a leer estas cosas en un blog que se llamaba Lamiarrita. Creí que había descubierto un mundo nuevo, donde las personas normales, sin estar metidas en ningún tipo de asociación relacionada de cerca o de lejos con la iglesia, teníamos cabida, únicamente por el hecho de estar educados en una sociedad cristiana, porque nos gusta lo que cuentan los evangelios. Porque creemos a pies juntillas que todos somos iguales al margen de lo que sepas de todas estas cosas. Creí que mi opinión, mayoritaria entre la gente que conozco y hablaba de estas cosas, importa.

        Creo que me equivoqué. Creo que no importamos en absoluto a nadie que está metido en estos jaleos. A nadie es a nadie. Lo único que interesa de nosotros es lo de siempre, el que apoyemos una postura u otra. No porque sea interesante lo que decimos, sino porque un apoyo siempre viene bien para aprobar los presupuestos.

        Empiezo a dudar de que los evangelios estén dedicados a personas como yo. Empiezo a pensar que absolutamente todo es una historia de la que muchísimas personas han sacado un tipo de provecho u otro
        Me he sentido totalmente identificada con esta señora. Desconcertada. Qué me estás diciendo? También nosotros, los de abajo tenemos derecho a pensar.

        Y entonces va Jesús y le dice: por eso que has dicho te has liberado. No le dice: perdona, tienes razón.

        No sé cómo explicarlo.

        Solamente sé que al final estamos a solas con nosotros mismos. Porque hasta los referentes fallan. Y entonces se arma la marimorena. Porque si aceptas a alguien como referente tienes que aceptar que todo lo que hace es bueno. Si tiene fallos, no se vale

        En realidad buscamos a dioses en la tierra. Seres sin sombras, seres divinos.
        Pues entonces ahí en los evangelios está el ser humano que nunca se equivoca. Es decir. Ahí tenemos a un dios.
        No sé. A lo mejor lo mejor es que se le siga considerando dios.

        Yo me quedo con los de mi especie, los seres humanos. Con Luces del alba, con luces cegadoras de media mañana en mi tierra, con esa media luz del atardecer y con las sombras oscura de la noche. Porque en realidad en lo que yo creo es en nosotros, en nosotras.

        No sé.
        No sé cómo explicarlo.

        Soy una auténtica imbécil.
        Pues bueno.

        • carmen

          Gracias .
          Pero el problema no es como me sienta en este momento, fatal por cierto. Pero enseguida me duermo y me levanto nueva. Tengo esa suerte. Creo, me parece que está muy relacionado con esa capacidad que he desarrollado de decir lo que pienso, lo que siento. Aunque aquel psicoanalista me dijese que , en fin, que traía muchos problemas ese tipo de personalidad. A lo mejor es cierto. Pero también lo es que te trae una paz infinita, después de la tormenta, claro. Pero las tormentas pasan . Y el llanto es sanador. Mucho más que la saliva.

          La lástima es que se haya perdido un referente humano. Humano. De esa talla personal. Porque me he dado cuenta del daño que puede hacer el esperar que un ser humano
          no tenga sombras. Entonces no sería humano. Sería dios. Y no me gustan los dioses. Lo mismo se elevan al Olimpo que se bajan al Hades. Pura demagogia.
          Si supiésemos aceptar la grandeza del ser humano y su capacidad de hacer daño,si desde el principio de los tiempos nos hubiésemos aceptado como somos, el mundo sería otro. Hubiésemos potenciado nuestra grandeza y hubiésemos tratado de achicar esa capacidad destructiva que tenemos.
          Pero no ha sido así.
          Ya está.
          En otro universo será. Quién sabe.

          Me voy a dormir.

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