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A Jesucristo lo crucificó la derecha… y siguen

      A Jesucristo lo crucificó la derecha, y parece que esa gente no ha cambiado mucho en estos dos mil años. Ha cambiado, sí, de nombre. Propiamente ese bloque social entonces no tenía nombre. Pero existía desde tiempo inmemorial. Ya en el antiguo Egipto a la sombra del Faraón una minoría formada por  altos funcionarios, jefes militares, sumos sacerdotes y escribas concentraba el poder y la riqueza. Por otra parte estaba el pueblo: campesinos, artesanos y esclavos, entre otros.

      No era muy distinta la estructura de la sociedad en la Palestina que recorrió Jesús: un poder político y militar encabezado por el gobernador romano,  una élite local con un rey vasallo, funcionarios, ricos propietarios y un poder religioso formado por sacerdotes, escribas y fariseos. Eso era la derecha de entonces. En aquel tiempo no se puede decir que hubiera una izquierda más o menos constituida. Cuando la situación se hacía insostenible podían estallar revueltas populares que eran rápida y violentamente reprimidas.

      Esa derecha se sintió atacada por el mensaje de Jesús, y todos colaboraron, cada uno a su manera, para eliminarle. Incluso los sumos sacerdotes y ancianos manipularon al pueblo –vamos que eso de manipular a la gente viene de antiguo– para que pidiera su muerte. Lo consiguieron, Jesús fue crucificado. Sin embargo sus discípulos sintieron que el Maestro seguía vivo, y se lanzaron  a extender su mensaje. Un mensaje de fraternidad, amor al prójimo, desprecio de la riqueza, solidaridad con los más pobres…  Algo diametralmente  opuesto  la mentalidad de la derecha. De ninguna manera trataron de constituir un movimiento político, pero, de alguna forma, se fueron gestando los valores más positivos de esa corriente de pensamiento que hoy conocemos como Izquierda.

      El Imperio Romano pronto vio a ese creciente grupo de discípulos –los cristianos– como un peligro y se desató la represión. Durante casi trescientos años los cristianos sufrieron una persecución tras otra. Hasta que el Imperio tuvo que darse por vencido y decretó la libertad religiosa. Pero a continuación dio a los cristianos unas prerrogativas que resultaron una trampa mortal: el emperador Teodosio proclamó al cristianismo religión oficial del Imperio. Con el edicto de Tesalónica prohibió totalmente el paganismo e impuso el cristianismo. Los cristianos pasaron de perseguidos a perseguidores. Los encargados de prestar servicios a la comunidad, que es lo que significan las palabras ministros o diáconos, pasaron a ser parte de la Jerarquía Religiosa y esta Jerarquía, en vez de criticar al Imperio entró a formar parte de los poderes del Imperio. Es decir, a ser parte de la derecha de aquellos tiempos.

      La religión  que decía seguir al profeta ejecutado por subversivo, se convirtió durante largos siglos, junto al poder político y la riqueza, en uno de los pilares de la estructura de dominación.  En esos tiempos obscuros siempre hubo un pueblo sometido,  pero no se puede decir que surgiera un movimiento amplio que aspirara a un cambio de estructuras. El poder político y económico no lo permitían en absoluto, y la Jerarquía eclesiástica bendecía un orden social “querido por Dios”. No era posible la existencia ni siquiera de una corriente de pensamiento que, de alguna manera, pudiéramos considerar de izquierdas. Los hombres y mujeres que dentro de la Iglesia vivían con espíritu evangélico y aspiraban a una renovación profunda, tenían que andarse con mucho cuidado, porque la Inquisición –a la que llamaban “santa”– no permitía veleidades, y se podía acabar en la hoguera.

      La cosa empieza a cambiar con la Ilustración. Los privilegios de la monarquía, la aristocracia y la Jerarquía eclesiástica resultaban tan abusivos que el pueblo, alentado por pensadores ilustrados, acaba sublevándose en la Revolución Francesa. En la Asamblea de 1789 los diputados se colocaron según su ideología, los más conservadores a la derecha y los más progresistas a la izquierda. De ahí viene la denominación de derecha e izquierda que se ha extendido a todo el mundo.

      La Revolución barrió “el antiguo régimen”, se abolió la monarquía absoluta y la aristocracia perdió sus privilegios. Pero su espacio no quedó vacío, lo ocupó la naciente burguesía. Desaparecieron las prerrogativas  que se tenían por nacimiento, ahora la situación dominante la otorgaba la riqueza.  Y los antiguos y nuevos propietarios –los que constituían la nueva derecha– abrazaron con calor la ideología capitalista. Esto llevó a situaciones de desigualdad tan brutales o más que las padecidas con el “antiguo régimen”. La Jerarquía eclesiástica, que perdió su estatus privilegiado junto a la monarquía, no tardó en entablar cordiales relaciones con la burguesía. Transcurrió el siglo XIX sin que levantara la voz para criticar la feroz explotación de la clase obrera.

      Pero la aspiración a un mundo de libertad, igualdad y fraternidad, que había sembrado la Revolución Francesa, se extiende por el mundo. A esto se suma la terrible situación de la clase obrera en el naciente capitalismo y da origen a la actual izquierda. Surge la confrontación en la que hoy todavía estamos envueltos. En esta lucha la derecha lo tiene más fácil, no tiene que inventar nada, se trata simplemente de conservar una situación de privilegio que le permita aumentar sus beneficios de una manera siempre creciente.

      La izquierda lo tiene más difícil, debe caminar hacia un mundo nuevo que no está claramente definido. Se presentan muy variadas opciones: desde el socialismo utópico al anarquismo y el marxismo. Y en el camino se pueden tener aciertos y cometer errores. A mi modo de ver uno de los errores que tienen consecuencias más graves es el tratamiento de la cuestión religiosa. La izquierda, en general, identifica el mensaje cristiano con la postura de la Jerarquía eclesiástica, y lógicamente se da un rechazo y un enfrentamiento total.

      Esto tiene un coste político muy serio. Centrándonos en nuestro país, desde luego fue un error la feroz persecución religiosa emprendida por el Frente Popular en 1936. En palabras del profesor de filosofía Carlos Fernández Liria “Habría que haber plantado cara en el interior mismo de la Iglesia. Es una insensatez haber regalado al enemigo la mayor organización de masas de la historia de la humanidad occidental”. Ciertamente en esa época no era fácil lo de luchar en el interior de la Iglesia, pero no cabe duda de que la persecución echó en manos de los sublevados a muchos millones de españoles. Hoy la situación es distinta, desaparecida la Inquisición va renaciendo un cristianismo más fiel al espíritu de Jesús, un espíritu que últimamente ha llegado al Vaticano.

      Esta nueva corriente del pensamiento cristiano, que el filósofo marxista Michael Löwy denomina Cristianismo de Liberación, ha alarmado profundamente a la derecha de hoy, y el imperio actual, el poder económico, ha recurrido a la estrategia de los emperadores romanos: fomentar y apoyar económicamente unas iglesias llamadas evangélicas pero en las que el mensaje de Jesús es totalmente deformado. Fomentan una Teología de la Prosperidad según la cual es licito y bueno aspirar al éxito, a la riqueza, y para eso es bueno pedir la ayuda de Dios. Vamos, la versión neoliberal, americana de la religión de derechas de siempre. Esta historia explica que mucha gente de izquierdas no quiera saber nada del cristianismo, y que muchos cristianos, personas de buena voluntad, sigan apoyando a la derecha.

      En este contexto se presenta la pandemia del coronavirus. Y la reacción de la derecha es la previsible: poner la economía, su economía, por encima de las vidas humanas que haga falta. Trump  es el más claro exponente de esa postura. Esto no es nada extraño, la economía capitalista es una economía criminal. El Papa Francisco ha escrito: “Esta economía mata”. Mata de hambre y miseria a millones de seres humanos y mata con pequeñas guerras, interminables y crueles, para apoderarse de los recursos naturales de países pobres o imponerles los gobernantes que le interesan al capital.

      ¿Logrará la derecha su propósito de mantener su economía, incluso aumentar sus beneficios a costa de todas las vidas que sea necesario, sobre todo de las vidas más vulnerables? ¿Acabará la pandemia abriéndonos los ojos para que comprendamos cuál es la economía realmente necesaria, y cuál la que sólo busca el beneficio del capital? Todos nosotros tenemos la palabra

3 comentarios

  • Inmaculada Sans Tache

    No deja de sorprenderme Sr. Zugasti su profundo análisis sobre la muerte de Jesús Me he quedado sorprendida de su sagacidad y no para de sorprenderme cómo no se le había ocurrido a nadie antes.

    Ahora que ha despertado en mí la curiosidad he pensado en considerar si no seria también la derecha quien asesinó a Manolete o a Kennedy y ¿ Por qué no a John Lennon o a los millones de asesinados por los jemeres rojos en Camboya o los inocentes de los Gulag o los protestones chinos de Mao?. Muchas gracias por motivarme en este intento.

    • Carmen

      A Kennedy no. Fijo. Era católico.
      Diría que a Manolete tampoco. Me suena algo de Islero, pero tengo una cabeza horrible para los nombres.
      A Jonh Lennon fue un locarias que había leído El guardián entre el centeno. O fue a otro? Nunca quise aprenderme su nombre.
      En cuanto a los demás, supongo que serían esos comunistas que , sin duda, arderán por siempre en el infierno. Son ateos.

      Salud os.

  • Santiago

    Es claro que a Jesús no lo crucificaron ni el ciego de nacimiento a quien Jesus había revelado su Mesianidad divina, ni al paralitico descolgado por el techo a quien El le había perdonado sus pecados antes de curarle, ni Lázaro a quien Jesus había vuelto a la vida después de estar 4 días en el sepulcro.

    El Pueblo “derechista” de Israel fue llamado a ser “teocrático” desde la alianza de Abram con EL QUE SOY (YAWE)  ..EL QUE ES sacó a Abram de UR Casdim y lo llevó a la tierra de Canán. Es en ese pueblo y de el,donde nació y vivió Jesús de Nazaret. El vino  NO a destruir la FE de aquel pueblo sino a enseñar el amor de Yawe escondido dentro de la Ley y a “darle cumplimiento” a esa misma Ley porque se había perdido el sentido de la Ley.

    Los judíos querían apedrear a Jesús en las calles “por blasfemia y porque Tú, siendo hombre, te haces Dios” (Juan 10:33) Porque solo Dios puede dar “vida eterna” y el interés de Jesus no estaba “en lo temporal” sino en lo que perdura para siempre puesto que de “nada vale ganar todo el mundo” si perdemos esa misma vida eterna. Jesus dijo que el que creyera en El tendría vida eterna. Y esa es la salvación y la misión de Jesús a través de nosotros Su Iglesia: que alcancemos la vida eterna a través de Sus mandamientos.

    No es extraño que el Sumo Sacerdote Caifás decretara la muerte de Jesus por blasfemo puesto que El se declaró Hijo del Bendito, Hijo directo de YAWE y que El dijo que volvería de nuevo a la tierra entre las nubes del cielo (Marcos 14:61-64)

    El poder de la Verdad de Jesús de Nazaret es que El ha vencido a la derecha y a la izquierda porque Jesús no pertenece a ninguna de las dos. El se encuentra en el CENTRO de la Historia. El no es un político ni un revolucionario vengativo. No se encuentra en el poder temporal ni en las dictaduras de una u otra tendencia. Ha sobrevivido las graves traiciones de sus propios seguidores y los encarnizados ataques de sus enemigos a través de los siglos y Su Iglesia no ha podido ser destruída ni de dentro ni de fuera, puesto que El mismo vive en Ella, la misma que el edificó con nosotros y que prevalecerá hasta el fin de los siglos puesto que tiene Su mismo carisma de santidad y nos redime de la verdadera liberacion que es la del mal del pecado ya que solo El es el que “quita el pecado del mundo”

    Un saludo cordial

    Santiago Hernández

     

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