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La religión y la muerte

por Daniel Innerarity, Universidad del País Vasco e Instituto Universitario Europeo.

Mis dos reflexiones sobre la muerte para mi amigo y maestro Andrés Ortiz-Osés de Tardienta en Aragón:

  •  TODO lo relativo a la religión o a lo que haya después de la muerte reconforta e inquieta a la vez. Si en la idea que nos hemos hecho de ello falta alguna de esas dimensiones (consuelo e inquietud), podemos estar seguro de que se trata de superchería o banalización.
  • EN el mercado religioso hay muchos tranquilizantes que domestican el misterio en terapias de grupo y rituales; en el mercado antirreligioso se nos invita a no preocuparnos, que no hay enigma que no pueda resolverse.

ME pregunto qué pensará la verdadera novia de algún legionario muerto, que se consideraba el novio de la muerte.

 

9 comentarios

  • oscar varela

    Hola!

    Leo:

    -“para mi amigo y maestro Andrés”-

    ¿Será?

  • Rodrigo Olvera

    Me entero gracias a Atrio que mi forma de estar en el mundo es superchería o banalización. Porque no busco ni encuentro consuelo ni inquietud en especular sobre lo que haya o no haya después de la muerte, pero me inquieta y consuela tratar de que mi vida mientras viva aporte un grano de maíz a la mesa común de la humanidad.

     

    • Alberto Revuelta

      Dos grano nada. Tienes pendiente almorzar con un servidor en Abades, en Sevilla, frente a la Torre del Oro.

    • Rodrigo Olvera

      Mi estimado Alberto. Confío en que la vida sea tan generosa conmigo que un día pueda concretar esta esperanza de abrazarte en persona y disfrutar una larga platicada contigo.

    • mª pilar

      De eso nada de nada.

      Ya somos dos, caminando sin mirar…lo que se recibirá…según dicen los “entendidos en “dios”.

      Es el aquí y el ahora, lo necesario; y un buen corazón y una mente limpia de polvo y paja, que tanto enreda los caminos por los que hay que transitar.

      Abrazo entrañable…lleno de esperanzas.

      • Alberto Revuelta

        Mª Pilar, sin mirar, desde luego….porque solo podemos mirar lo que nos rodea y, hoy al leer los maitines del oficio, me he topado con Agustín que dice que solo en el silencio y nada más, silencioso en cuanto palabras pero gritando desde el fondo del corazón. Por si vale. Saludos

    • Iñaki SS

      Yo le doy vueltas al “tratar de”. ¿A lo largo de mis ochenta y pico años, habré puesto y sigo poniendo el máximo empeño en aportar, no sé si mi granito de cal, de arena o de maíz, a la casa común de la humanidad. Ya sabes…”el no sé hasta que punto inquietante….. “pecado de omisión” ¿ Puede servir de consuelo el pensar en las curaciones selectivas de nuestro Jesús de Nazaret?.

    • Carmen

      Pues a mí sí me interesa el tema de la muerte. No entiendo ni cómo empieza la vida ni cómo acaba. Me refiero al momento de que un ser nuevo empiece a vivir con vida independiente y el momento de la muerte. No entiendo que sucede. Me intriga.
      Y luego está la vida. Por supuesto. No creo que el hecho de preguntarse o no por estas cuestiones esté relacionado con ser mejor o peor persona. Son maneras de ser.

  • Carmen

    Hola, no soy el señor Ortin Oses, le pido perdip perdón a los dos  pero no me puedo resistir a contarles este poema que descubrí ayer.

    Salgo solo al camino;

    En la bruma brilla el sendero luminoso;

    La noche es silenciosa.

    El desierto escucha a Dios y las estrellas hablan entre ellas.

    Todo es solemne y silencioso en los cielos.

    La tierra duerme en un resplandor azul.

    Qué es lo que me resulta tan doloroso y difícil?

    Quizás espero algo? Lamento algo quizás?

    Yo ya de la vida nada espero,

    Nada lamento del pasado en absoluto;

    Busco libertad y tranquilidad.

    Quisiera olvidar y dormir.

    Pero no con ese frío sueño sepulcral.

    Quisiera dormir eternamente, de tal forma

    Que mi pecho guarde el poder de la vida,

    Y se alce tranquilo al respirar…

    Que una dulce voz acaricie mi oído

    Cantando noche y día sobre el amor,

    Y que sobre mí reverdezca el roble oscuro

    Eternamente, y se incline, y susurre.

     

    El autor es un señor totalmente desconocido para mí, Mikhail Lermontov. 1814 – 1841. Vivió 27 años. Se lo oí recitar ayer a Gorbachov. Le preguntaron qué le gustaría que le pusieran en su epitafio. Y acabó recitando este poema. Me quedé sobrecogida.

    Perdón otra vez.

     

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