Aunque a los viejos cristianos recitadores del Ripalda antes de hacer la primera comunión, en los comienzos del Neolítico, nos cueste entenderlo, captarlo y aceptarlo, parece ser que nuestra Tierra no es sino un planeta más del sistema solar y el propio sol – el que sale cual esposo del tálamo al amanecer para recorrerla y calentarla e iluminarla en su belleza y esplendor – no es más que uno de tantos millones de estrellas, de las que ya están contando quienes se dedican a ello mil quinientos exoplanetas. Saben, o dicen que saben, que serán trillones y muchos de ellos capaces de albergar vida. Para un monaguillo de don Fausto, o don Ginés, algo que ver como los tronos, las dominaciones, las potestades y el resto de las jerarquías celestiales, inventadas por los persas, los medos y otros inteligentes adoradores del Sol con mayúscula, que se colaron con Esdras en las Santas Escrituras y, de allí al Te Deum dominical.

        Explica esa gente sabia que la materia no es propiamente materia, sino más bien uno de los estados de la energía en la que todo consiste. Ella se auto organiza, cosa que no somos capaces de hacer los demás por mucha agenda que tengamos, y se transforma, cosa que solo son capaces de hacer los políticos y la Santa Madre Iglesia.

        Pues resulta que un exoplaneta de los que hay trillones, africano y negro como un tito es cliente mío en la abogacía pro bono, desde hace unos meses. Y he comprobado como las propiedades de auto organización de la energía se dan de modo eminente en él, así como la capacidad intrínseca de transformación, incluso en vía contencioso administrativa, que ya es tener.

        Llegó en patera a la costa andaluza en un viaje iniciado casi un año antes en su país, uno de los del Sahel, caminando primero por la zona desértica, más tarde en camiones de la segunda guerra mundial trabajando en las etapas de parada para pagar a los transportistas de personas. En Argelia hubo de permanecer varios meses en trabajos de semiesclavitud hasta conseguir pasar a Marruecos, por Ouxda, y de allí a la costa marroqí frente a España. Hace seis años que está aquí. Indocumentado y, por tanto, en situación administrativamente irregular y con la precariedad y los abusos imaginables y los inimaginables.

        Entre los pañolitos en  los semáforos, la recogida de cítricos y olivas para propietarios que se arriesgan a ser detenidos por la guardia civil acusados de delitos contra los trabajadores, algunas vigilancias de noche en fincas rurales para que los georgianos y búlgaros no roben las cortijadas o se lleven los animales y las cosechas y chapuces intermitentes en trastiendas de bares de carretera, ha ido pudiendo enviar a su mujer en su pueblo de origen, vía Wells & Fargo, doscientos euros mensuales para ella y sus tres hijos, de 15, 12 y 8 años. Como he tenido en mis manos los justificantes de los envíos de los tres últimos años para estructurar el expediente que íbamos a presentar a las autoridades de inmigración, doy fe de la constancia en el cuidado de la casa, los hijos y su mujer.

        Pero en su situación no hay forma normativa, estamos en un Estado de derecho que dice todo parlante en este país, de obtener la resolución favorable al permiso de residencia y trabajo. Hemos hechos todos los simulacros sobre el papel de los diversos caminos, recovecos y pasadizos que las leyes españolas y las directivas comunitarias ofrecen. No hay ni un resquicio. ¿Seguro?

        Mi cliente sin un euro y ya amigo por el roce, las cavilaciones, las carcajadas ante los obstáculos de los inventos creativos que hemos diseñado sin ningún éxito me propuso una ocurrencia que le había contado una compañera de trabajo, ella con contrato y seguridad social. Podemos hacernos pareja de hecho y nos registramos en la Junta y luego tu pides la tarjeta verde de familiar de ciudadano comunitario, fue la propuesta. Pero sin tener relaciones sexuales porque yo ahora tengo un compañero y no lo voy a dejar y mi compañero no puede registrar ni matrimonio ni pareja de hecho porque en su pais tiene mujer e hijos y no la quiere dejar, pues volverá alli cuando ahorre.

        Así se ha hecho. No hemos infringido ninguna ley. Es pareja de hecho, inscrita como manda la ley, de una española que no desea tener relaciones íntimas con él, porque las tiene con otro hombre. Pero ninguna ley obliga a los matrimonios civiles, religiosos u onomatopéyicos a mantener relaciones sexuales. Ni tampoco la ley y el reglamento de parejas de hecho normado por la Junta pide que los inscritos se relacionen sexualmente. Ya tiene permiso de residencia y trabajo. ¿Que si se lo ha contado a su mujer en Africa? De internis, neque ecclesia.

        Dice un refrán castellano que “en diciembre no hay valiente que no tiemble”.