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Consuelo y salvación

        Escribo estas líneas cuando un amigo mío muy querido me anuncia que le acaban de descubrir un carcinoma en el páncreas, el hígado y el pulmón con una afectación ya avanzada.

        En alguna ocasión relató Fernando Savater la anécdota siguiente: se encontraba en la editorial Taurus, en el despacho de Jesús Aguirre, entonces su editor, en ocasión en que éste se hallaba hablando por teléfono. En un momento oyó que decía a su interlocutor: “Pero la religión no es consuelo sino salvación”.

        He recordado esta frase que he utilizado a veces, con algunos matices, en la homilía de funerales, y me parece que ahora se revela llena de sentido.

        No es necesario recordar que, en un mundo tan plagado de sufrimiento, los humanos necesitamos del consuelo. “Consolad, consolad a mi pueblo”, así comienza el capítulo 40 de Isaías, animando a esa consolación que tanto hemos menester. Y no es necesario tampoco señalar que la religión ha asumido a lo largo de los siglos esa tarea consoladora. El mismo Marx lo reconocía así en su conocido diagnóstico: “La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación carente de espíritu”. Cierto que para él se trataba de un consuelo ilusorio porque la religión equivale a las rosas con las que se pretende tapar las cadenas: “es el opio del pueblo”.

        Agudo analista de la sociedad, Marx reconocía que la religión llevaba a cabo en su época esa tarea de consuelo. Pero llegan tiempos, y ya están aquí, en que se ha multiplicado el número de oficios y procedimientos para lograr el consuelo. Consejeros, psicólogos, gurus, leedores del tarot o de las manos, analgésicos, sedantes, consejos y recetas varias pueden contribuir eficazmente al alivio de una pena, de un dolor o un sufrimiento.

        No hay que lamentarse de ello. En una de esas páginas de internet que aportan críticas de poco fuste se ironizaba alegando que los antibióticos son mucho más eficaces contra la fiebre o el dolor de garganta que santa Bárbara o san Blas. Y sin duda un psicólogo eficiente dará mas resultados en determinadas situaciones que un confesor. Son otros tiempos y no hay por qué lechar de menos los antiguos. Al contrario, ello dejará a la religión su papel auténtico, que es el de la salvación.

        Hay que reconocer que todo consuelo tiene algo de placebo. Se aporta en situaciones en que es imposible acabar con las causas del sufrimiento porque, a pesar de ello,  trae consigo alivio, sosiego, confortación, respiro. Al igual que otras instancias, la religión puede cumplir a veces ese papel pero su tarea verdadera y definitiva es ofrecer salvación. Gracias a ella la culpa, la menestaerosidad de la existencia y en definitiva la muerte se cargan de sentido. Ya san Pablo reconoció que la creación entera sufre con dolores de parto y necesita, por tanto, del consuelo. Pero postula a la vez que, si así lo aceptamos, ya estamos salvados Por eso en las peores circunstancias de nuestras entrañas pueden salir torrentes de agua viva que llegan hasta la vida eterna.

        Voy a hacer algo que nunca no había hecho hasta ahora: viajar lejos para dar un abrazo de despedida a mi amigo. Creo que ya no hay lugar para el consuelo. Ojalá pueda anunciarle, sencilla pero firmemente, la salvación.

        PD.- Finalmente mi viaje no ha tenido lugar. Antes  de tomar el avión ya contratado, mi amigo murió, dejando ese gran vacío de lo insospechado, de lo no previsto, del abrazo no dado, de la palabra no pronunciada. El tiempo traerá sin duda su consuelo pero la esperanza confía en que no se trataba de un adiós sino de un hasta luego. Porque confía en Aquél capaz de regalarnos la salvación.

8 comentarios

  • Carlos

    Gracias, gracias a todos por vuestra solidaridad y afecto

  • Asun Poudereux

    Un ser querido se mantiene vivo en el corazón, pues nunca abandonó la Vida. Nos acompaña y nos hace guiños de apoyo y esperanza. Aprende a amarnos tal como somos.

    Y nunca deja de abrazarnos.

  • ana rodrigo

    La muerte es un hecho seguro en nuestras vidas, ineludible y que deja mucho dolor en quienes seguimos vivos y hemos querido tanto a ese ser querido la muerte nos arrebata. Siempre es rechazado e inexplicable, si no es por las leyes de la naturaleza y su aceptación resignada. Para quienes tienen fe en que hay otra vida después de ésta, es un gran consuelo que les da mucha paz, pero cuando no existe esa fe, resulta muy difícil ese trance.

    Hoy hace dos meses que enterramos a una de las tres hermanas que tenía, querida, queridísima por todo el mundo que la conoció, y que yo sigo esperando verla cuando me sea posible, no me creo que haya desaparecido de nuestras vidas. Pero la realidad es que tienes que vivirla en el recuerdo, y ahí se acaba todo. Mi hermana era una mujer de fe, pero ella no era consciente de que la muerte la acechaba, cada día decía, mañana estaré mejor, y, afortunadamente, la sedación le permitió no sufrir en el momento de su muerte.

    No es éste el momento de hacer elucubraciones de cualquier tipo relacionadas con la muerte, la salvación o la otra vida.

    Carlos, no puedo hacer otra cosa que comprender tu dolor y acompañarte en ese sentimiento tan doloroso. Un abrazo

    • Carmen

      Ana. Estás en lo peor del luto. Estás tomando conciencia de su ausencia. Te quedan unos meses duros. Pero al año que viene, por febrero, las cosas empezarán a calmarse. Al final , todo se calma.
      Besos.

  • Carmen

    Lo siento. La muerte de un amigo es demoledora . El no llegar a tiempo para despedirte , brutal.  Pero ya está en paz.

    Un abrazo.

     

  • Mi abrazo sincero, acogedor, entrañable… Sin palabras, pero lleno de afecto ante un momento de dolor y soledad.

    m;* pilar

  • Rodrigo Olvera

    Mi solidaridad y pésame para ti, Carlos; y para todas las personas que quieren a tu amigo.

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