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Las democracias también mueren democráticamente

El sociólogo portugués Sousa Santos y el problable presidente de Brasil Bolsonaro

Un artículo de Boaventura Sousa Santos, publicado el 21 de octubre de 2018 en Brasil274.com y recomendado por Manolo Santos, que sigue siendo para ATRIO un válido mentor: “Su contenido enormemente esclarecedor bien merece hacer un esfuerzo de lectura”. Efectivamente. a mí me ha resultado muy esclarecedor el artículo de Boaventura en esta espera de la segunda ronda en Brasil. Y esa pregunta, de cómo puede perder en los votos una revolución cuajada desde el pueblo, me lo estoy preguntando desde que el FSLN, tras su costosa victoria, perdiera la primera elección presidencial en 1990. AD.

        Nos hemos habituado a pensar que los regímenes políticos se dividen en dos grandes tipos: democracia y dictadura. Después de la caída del Muro de Berlín en 1989, la democracia (liberal) pasó a ser casi consensualmente considerada como el único régimen político legítimo. A pesar de la diversidad interna de cada uno, son dos tipos antagónicos, no pueden coexistir en la misma sociedad y la opción por uno u otro implica siempre lucha política que implica la ruptura con la legalidad existente.

        A lo largo del siglo pasado se fue consolidando la idea de que las democracias sólo colapsaban por la interrupción brusca y casi siempre violenta de la legalidad constitucional, a través de golpes de Estado dirigidos por militares o civiles con el objetivo de imponer la dictadura. Esta narración, era en gran medida, verdadera. Ya no lo es. Siguen siendo posibles rupturas violentas y golpes de Estado, pero es cada vez más evidente que los peligros que la democracia hoy corre son otros, y se desprenden paradójicamente del normal funcionamiento de las instituciones democráticas. Las fuerzas políticas antidemocráticas se van infiltrando dentro del régimen democrático, lo van capturando, descaracterizando, de manera más o menos disfrazada y gradual, dentro de la legalidad y sin alteraciones constitucionales, hasta que en un momento dado el régimen político vigente, sin haber formalmente dejado de ser una democracia, surge como totalmente vaciado de contenido democrático, tanto en lo que se refiere a la vida de las personas como de las organizaciones políticas. Unas y otras pasan a comportarse como si estuvieran en dictadura. Menciono a continuación los cuatro componentes principales de este proceso.

  • La elección de autócratas.

        De los Estados Unidos a Filipinas, de Turquía a Rusia, de Hungría a Polonia se han elegido democráticamente políticos autoritarios que, aunque son producto del establecimiento político y económico, se presentan como anti-sistema y anti-política, insultan a los adversarios que consideran corruptos y ven como enemigos a eliminar, rechazan las reglas de juego democrático, hacen llamamientos intimidatorios a la resolución de los problemas sociales por la violencia, muestran desprecio por la libertad de prensa y se proponen revocar las leyes que garantizan los derechos sociales de los trabajadores y de las poblaciones discriminadas por vía etno-racial, sexual, o religión. En suma, se presentan a elecciones con una ideología anti-democrática y, aún así, consiguen obtener la mayoría de los votos. Los políticos autocráticos siempre existieron.

  • El virus plutocrata.

        La forma en que el dinero ha venido a descartar los procesos electorales y las deliberaciones democráticas es alarmante. Al punto de preguntarse si, en muchas situaciones, las elecciones son libres y limpias y si los responsables políticos son movidos por convicciones o por el dinero que reciben. La democracia liberal se basa en la idea de que los ciudadanos tienen acceso a una opinión pública informada y, sobre la base de ella, elegir libremente a los gobernantes y evaluar su rendimiento. Para que esto sea mínimamente posible, es necesario que el mercado de las ideas políticas (es decir, de los valores que no tienen precio, porque son convicciones) esté totalmente separado del mercado de los bienes económicos (es decir, de los valores que tienen precio y sobre esta base se compran y venden). En tiempos recientes, estos dos mercados se han fundido bajo la égida del mercado económico, a tal punto que hoy, en política, todo se compra y todo se vende. La corrupción se volvió endémica. La financiación de las campañas electorales de partidos o de candidatos, los grupos de presión (o lobbies) ante los parlamentos y los gobiernos tienen hoy en muchos países un poder decisivo en la vida política. En 2010, el Tribunal Supremo de Estados Unidos, en la decisión Citizens United v. Federal Election Commission, dio un golpe faltal en la democracia norteamericana al permitir el financiamiento irrestricto y privado de las elecciones y decisiones políticas por parte de grandes empresas y de super ricos. Se desarrolló así el llamado “Dark Money”, que no es otra cosa que corrupción legalizada.

  • Los fake news y los algoritmos.

        La Internet y las redes sociales que ella ha hecho posible han sido durante algún tiempo vistas como posibilitando una expansión sin precedentes de la participación ciudadana en la democracia. Hoy, a la luz de lo que pasa en los Estados Unidos y en Brasil, podemos decir que ellas serán las coveiras de la democracia, si no se regulan. Me refiero en particular a dos instrumentos. Las noticias falsas siempre existieron en sociedades atravesadas por fuertes clivajes y, sobre todo, en períodos de rivalidad política. Hoy, sin embargo, es alarmante su potencial destructivo a través de la desinformación y la mentira que se esparcen. Esto es especialmente grave en países como la India y Brasil, en que las redes sociales, sobre todo el Whatsapp (el contenido menos controlable por ser encriptado), son ampliamente usadas, a punto de ser la grande, o incluso la única, fuente de información de los ciudadanos (en Brasil, 120 millones usan el Whatsapp). Los grupos de investigación brasileños denunciaron en el New York Times (17 de octubre) que de las 50 imágenes más difundidas (virales) de los 347 grupos públicos del Whatsapp en apoyo de Bolsonaro sólo 4 eran verdaderas. Una de ellas era una foto de Dilma Rousseff, candidata al Senado, con el Fidel Castro en la Revolución Cubana. Se trata, de hecho, de un montaje hecho a partir del registro de John Duprey para el diario NY Daily News en 1959. En ese año Dilma Rousseff era un niño de 11 años. Apoyado por grandes empresas internacionales y por servicios de contra-inteligencia militar nacionales y extranjeros, la campaña de Bolsonaro constituye un monstruoso montaje de mentiras a las que difícilmente sobrevivirá la democracia brasileña. Los grupos de investigación brasileños denunciaron en el New York Times (17 de octubre) que de las 50 imágenes más difundidas (virales) de los 347 grupos públicos del Whatsapp en apoyo de Bolsonaro sólo 4 eran verdaderas. Una de ellas era una foto de Dilma Rousseff, candidata al Senado, con el Fidel Castro en la Revolución Cubana. Se trata, de hecho, de un montaje hecho a partir del registro de John Duprey para el diario NY Daily News en 1959. En ese año Dilma Rousseff era un niño de 11 años. Apoyado por grandes empresas internacionales y por servicios de contra-inteligencia militar nacionales y extranjeros, la campaña de Bolsonaro constituye un monstruoso montaje de mentiras a las que difícilmente sobrevivirá la democracia brasileña. Los grupos de investigación brasileños denunciaron en el New York Times (17 de octubre) que de las 50 imágenes más difundidas (virales) de los 347 grupos públicos del Whatsapp en apoyo de Bolsonaro sólo 4 eran verdaderas. Una de ellas era una foto de Dilma Rousseff, candidata al Senado, con el Fidel Castro en la Revolución Cubana. Se trata, de hecho, de un montaje hecho a partir del registro de John Duprey para el diario NY Daily News en 1959. En ese año Dilma Rousseff era un niño de 11 años. Apoyado por grandes empresas internacionales y por servicios de contra-inteligencia militar nacionales y extranjeros, la campaña de Bolsonaro constituye un monstruoso montaje de mentiras a las que difícilmente sobrevivirá la democracia brasileña.

        Este efecto destructivo es potenciado por otro instrumento: el algoritmo. Este término, de origen árabe, designa el cálculo matemático que permite definir prioridades y tomar decisiones rápidas a partir de grandes series de datos (big data) y de variables teniendo en cuenta ciertos resultados (el éxito en una empresa o en una elección). A pesar de su apariencia neutra y objetiva, el algoritmo contiene opiniones subjetivas (¿qué es tener éxito? ¿Cómo se define el mejor candidato?) Que permanecen ocultas en los cálculos. Cuando las empresas se ven obligadas a revelar los criterios, se defienden con el secreto empresarial. En el campo político, el algoritmo permite retroalimentar y ampliar la divulgación de un tema que está en alza en las redes y que, por eso, el algoritmo considera ser relevante porque popular. Acontece que lo que está en alza puede ser producto de una gigantesca manipulación informacional llevada a cabo por redes de robots y de perfiles automatizados que difunden a millones de personas noticias falsas y comentarios a favor o contra un candidato, haciendo el tema artificialmente popular y así en el caso de que se produzca un error. Este no tiene condiciones para distinguir lo verdadero de lo falso y el efecto es tanto más destructivo cuanto más vulnerable es la población a la mentira. Fue así que en 17 países se manipular recientemente las preferencias electorales, entre ellos Estados Unidos (a favor de Trump) y ahora, en Brasil (a favor de Bolsonaro) en una proporción que puede ser fatal para la democracia. ¿Sobrevivirá la opinión pública a este tóxico informacional? ¿Tendrá la información verdadera alguna oportunidad de resistir a esta avalancha de falsedades? He defendido que en situaciones de inundación lo que hace más falta es el agua potable. Con la preocupación paralela acerca de la extensión de la manipulación informática de nuestras opiniones, gustos y decisiones, la científica de computación Cathy O’Neil designa los big data y los algoritmos como armas de destrucción matemática (Weapons of Math Destruction, 2016).

  • La captura de las instituciones.

        El impacto de las prácticas autoritarias y anti-democráticas en las instituciones ocurre paulatinamente. Presidentes y parlamentos elegidos por los nuevos tipos de fraude (fraude 2.0) a que acabo de aludir tienen el camino abierto para instrumentalizar las instituciones democráticas, y pueden hacerlo supuestamente dentro de la legalidad, por más evidentes que sean los atropellos e interpretaciones sesgadas de la ley o de la Constitución. En tiempos recientes, Brasil se ha convertido en un laboratorio inmenso de manipulación autoritaria de la legalidad. Fue esta captura que hizo posible la llegada a la segunda vuelta del neo-fascista Bolsonaro y su eventual elección. Como ha ocurrido en otros países, la primera institución que se va a capturar es el sistema judicial. Por dos razones: por ser la institución con poder político más distante de la política electoral y por constitucionalmente ser el órgano de soberanía concebido como “árbitro neutro”. En otra ocasión analizaré este proceso de captura. ¿Qué será la democracia brasileña si esta captura se concreta, seguida de las otras que ella haga posible? ¿Será todavía una democracia?

 

8 comentarios

  • oscar varela

    Mientras los de abajo soñaban…
    Por Jorge Majfud
    https://www.pagina12.com.ar/151052-mientras-los-de-abajo-sonaban
     
    Cuando los partidos progresistas llegaron al poder a principios del siglo,
                – estaban demasiado ocupados en revertir una situación económica y social
                            – de plena y brutal catástrofe.
    * A pesar de que América latina estaba acostumbrada
                – a las desigualdades obscenas,
                – a las hambrunas,
                – a la corrupción masiva,
                – al robo de guante blanco, y
                – a todo tipo de injusticia,
    – los gobiernos progresistas no se centraron en promover el brazo judicial
                – para poner en la cárcel a una plétora de políticos
                            – que no sólo habían sido culpables de fundir países enteros
                            – sino de corrupción tradicional.
    ………………………….
    * La izquierda fue terriblemente ingenua
                – asumiendo que todas aquellas fuerzas reaccionarias, formadas en una mentalidad de siglos, iba a rendirse a la popularidad de los nuevos gobiernos.
    * La ingenuidad de la izquierda en América latina,
                – salvo poquísimas excepciones,
                – no hizo lo que están haciendo las fuerzas conservadoras:
                            – estimulando y aprovechándose del brazo judicial
                            – como antes lo hacían del ejército,
                            – para acusar y promover procesos y juicios
                            – a los presidentes progresistas
                            – como Rousseff, Lula, Correa, Cristina Fernández.
    ………………………….
    * La lección es clara:
                – nunca subestimes a las fuerzas conservadoras,
                – a los asumidos dueños de los países,
                            – por moralina y por poder económico,
                – por la simple razón que es esa facción de la sociedad
                            – la que tiene el poder económico y mediático.
                – Y no van a renunciar a él tan fácilmente.

    • Mª Pilar

      Leyendo atentamente tus dos comentarios..:

      Siento que el panorama, dada la fuerza que están teniendo todas las fuerzas conservadoras y tiránicas, es:

      ¡¡¡Desolador!!!

      ¿Nunca nos levantaremos alzando la voz y luchando para poder… de alguna manera… poner fin a esta fuerza arrolladora, que no tiene respeto a nadie ni a nada?

      ¡La esclavitud… toda clase de ella… está cada día más fuerte!
      pili

  • oscar varela

    DEMOCRACIA MORBOSA (OCT2, 135-139- año 1917)

    Las cosas buenas que por el mundo acontecen obtienen en España sólo un pálido reflejo. En cambio, las malas repercuten con increíble eficacia y adquieren entre nosotros mayor intensidad que en parte alguna.
     
    En los últimos tiempos ha padecido Europa un grave descenso de la cor­tesía, y coetáneamente hemos llegado en España al imperio indiviso de la descortesía. Nuestra raza valetudinaria se siente halagada cuando alguien la invita a adoptar una postura plebeya, de la misma suerte que el cuerpo enfer­mo agradece que se le permita tenderse a su sabor. El plebeyismo, triunfante en todo el mundo, tiraniza en España. Y como toda tiranía es insufrible, convie­ne que vayamos preparando la revolución contra el plebeyismo, el más insu­frible de los tiranos.
     
    Tenemos que agradecer el adviento de tan enojosa monarquía al triunfo de la democracia. Al amparo de esta noble idea se ha desligado en la ron ciencia pública la perversa afirmación de todo lo bajo y ruin.
     
    ¡Cuántas veces acontece esto! La bondad de una cosa arrebata a los hombres, y puestos a su servicio olvidan fácilmente que hay otras muchas cosas buenas con quienes es forzoso compaginar aquélla, so pena de convertirla en una cosa pésima y funesta. La democracia, como democracia, es decir, estricta y exclusivamente como norma del derecho político, parece una cosa óptima. Pero la democracia exasperada y fuera de sí, la            democracia en religión o en arte, la democracia en el pensamiento y en el gesto, la democracia en el corazón y en la costumbre es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad.
     
    Cuanto más reducida sea la esfera de acción propia a una idea, más per­turbadora será su influencia si se pretende proyectarla sobre la totalidad de la vida. Imagínese lo que sería un vegetariano en frenesí que aspire a mirar el mundo desde lo alto de su vegetarianismo culinario: en arte censuraría cuanto no fuese el paisaje hortelano; en economía nacional sería eminentemente agrícola; en religión no admitiría sino las arcaicas divinidades cereales; en indumentaria sólo vacilaría entre el cáñamo, el lino y el esparto, y como filósofo se obstinaría en propagar una botánica trascendental. Pues no parece menos absurdo el hombre que, como tantos hoy, se llega a nosotros y nos dice: ¡Yo, ante todo, soy demócrata!
     
    En tales ocasiones suelo recordar el cuento de aquel monaguillo que no sabía su papel y a cuanto decía el oficiante, según la liturgia, respondía: «¡Benditoy alabado sea el Santísimo Sacramento!» Hasta que harto de la insistencia el sacerdote se volvió y le dijo: «¡Hijo mío, eso es muy bueno; pero no viene al caso!»
     
    No es lícito ser ante todo demócrata, porque el plano a que la idea demo­crática se refiere no es un primer plano, no es un «ante todo». La política es un orden instrumental y adjetivo de la vida, una de las muchas cosas que necesitamos atender y perfeccionar para que nuestra vida personal sufra menos fracasos y logre más fácil expansión. Podrá la política, en algún momento agudo, significar la brecha donde debemos movilizar nuestras mejores ener­gías, a fin de conquistar o asegurar un vital aumento; pero nunca puede ser normal esa situación.
     
    Es uno de los puntos en que más resueltamente urge corregir al siglo XIX. Ha padecido éste una grave perversión en el instinto ordenador de la pers­pectiva, que le condujo a situar en el plano último y definitivo de su preocu­pación lo que por naturaleza sólo penúltimo y previo puede ser. La perfección de la técnica es la perfección de los medios externos que favorecen la vitalidad. Nada más discreto, pues, que ocuparse de las mejores técnicas. Pero hacer de ello la empresa decisiva de nuestra existencia, dedicarle los más delicados y constantes esfuerzos nuestros, es evidentemente una aberración. Lo propio acontece con la política que intenta la articulación de la sociedad, como la técnica de la naturaleza, a fin de que quede al individuo un margen cada vez más amplio donde dilatar su poder personal.
     
    Como la democracia es una pura forma jurídica, incapaz de proporcio­narnos orientación alguna para todas aquellas funciones vitales que no son derecho público, es decir, para casi toda nuestra vida, al hacer de ella principio integral de la existencia se engendran las mayores extravagancias. Por lo pronto, la contradicción del sentimiento mismo que motivó la democracia. Nace ésta como noble deseo de salvar a la plebe de su baja condición. Pues bien, el demócrata ha acabado por simpatizar con la plebe, precisamente en cuanto plebe, con sus costumbres, con sus maneras, con su giro intelectual. La forma extrema de esto puede hallarse en el credo socialista —¡porque se trata, naturalmente, de un credo religioso!—, donde hay un artículo que declara la cabeza del proletario única apta para la verdadera ciencia y la debida moral. En el orden de los hábitos, puedo decir que mi vida ha coin­cidido con el proceso de conquista de las clases superiores por los modales chulescos. Lo cual indica que no ha elegido uno la mejor época para nacer. Porque antes de entregarse los círculos selectos a los ademanes y léxico del Avapiés, claro es que ha adoptado más profundas y graves características de la plebe.
     
    Toda interpretación soi-disant democrática de un orden vital que no sea el derecho público es fatalmente plebeyismo.
     
    En el triunfo del movimiento democrático contra la legislación de pri­vilegios, la constitución de castas, etc., ha intervenido no poco esta perversión moral que llamo plebeyismo; pero más fuerte que ella ha sido el noble motivo de romper la desigualdad jurídica. En el antiguo régimen son los derechos quienes hacen desiguales a los hombres, prejuzgando su situación antes de que nazcan. Con razón hemos negado a esos derechos el título de derechos y dando a la palabra un sentido peyorativo los llamamos privilegios. El nervio salu­dable de la democracia es, pues, la nivelación de privilegios, no propiamente de derechos. Nótese que los «derechos del hombre» tienen un contenido nega­tivo, son la barbacana que la nueva organización social, más rigorosamente jurídica que las anteriores, presenta a la posible reviviscencia del privilegio (/). A los «derechos del hombre» ya conocidos y conquistados habrá que acumular otros y otros, hasta que desaparezcan los últimos restos de mitología política. Porque los privilegios que, como digo, no son derechos, consisten en perdura­ciones residuales de tabús religiosos.
     
    Sin embargo, no acertamos a prever que los futuros «derechos del hombre», cuya invención y triunfo ponemos en manos de las próximas generaciones, tengan tan vasto alcance y modifiquen la faz de la sociedad tanto como los ya logrados o en vías de lograrse (2). De modo que si hay empeño en redu­cir el significado de la democracia a esta obra niveladora de privilegios, puede decirse que han pasado sus horas gloriosas.
     
    Si, en efecto, la organización jurídica de la sociedad se quedara en este estadio negativo y polémico, meramente destructor de la organización “religiosa” de la sociedad; si no mira el hombre su obra de democracia tan solo como el primer esfuerzo de la justicia, aquel en que abrimos un ancho margen de equidad, dentro del cual crear una nueva estructura social justa —que sea justa, pero que sea estructura—, los temperamentos de delicada moralidad maldecirán la democracia y volverán sus corazones al pretérito, organizado, es cierto, por la superstición; mas, al fin y al cabo, organizado. Vivir es esencialmente, y antes que toda otra cosa, estructura: una pésima estructura es mejor que ninguna.
     
    Y si antes decía que no es lícito ser «ante todo» demócrata, añado ahora que tampoco es lícito ser «sólo» demócrata. El amigo de la justicia no puede detenerse en la nivelación de privilegios, en asegurar igualdad de derechos para lo que en todos los hombres hay de igualdad. Siente la misma urgencia por legislar, por legitimar lo que hay de desigualdad entre los hombres.
     
    Aquí tenemos el criterio para discernir dónde el sentimiento democrático degenera en plebeyismo. Quien se irrita al ver tratados desigualmente a los iguales, pero no se inmuta al ver tratados igualmente a los desiguales no es demócrata, es plebeyo.
     
    La época en que la democracia era un sentimiento saludable y de impulso ascendente, pasó. Lo que hoy se llama democracia es una degeneración de los corazones.
     
    A Nietzsche debemos el descubrimiento del mecanismo que funciona en la conciencia pública degenerada: le llamó «ressentiment». Cuando un hombre se siente a sí mismo inferior por carecer de ciertas calidades —inteligencia o valor o elegancia— procura indirectamente afirmarse ante su propia vista negando la excelencia de esas cualidades. Como ha indicado finamente un glo­sador de Nietzsche, no se trata del caso de la zorra y las uvas. La zorra sigue estimando como lo mejor la madurez en el fruto, y se contenta con negar esa estimable condición de las uvas demasiado altas. El «resentido» va más allá: odia la madurez y prefiere lo agraz. Es la total inversión de los valores: lo superior, precisamente por serlo, padece una «capitis diminutio», y en su lugar triunfa lo inferior.
     
    El hombre del pueblo suele o solía tener una sana capacidad admirativa. Cuando veía pasar una duquesa en su carrosa se extasiaba, y le era grato cavar la tierra de un planeta donde se ven, por veces, tan lindos espectáculos transeúntes. Admira y goza el lujo, la prestancia, la belleza, como admira­mos los oros y los rubíes con que solemniza su ocaso el Sol moribundo. ¿Quién es capaz envidiar el áureo lujo del atardecer? El hombre del pueblo no se despreciaba a sí mismo: se sabía distinto y menor que la clase noble; pero no mordía su pecho el venenoso «resentimiento». En los comienzos de la Revo­lución francesa una carbonera decía a una marquesa: «Señora, ahora las cosas van a andar al revés: yo iré en silla de manos y la señora llevará el carbón». Un abogadete «resentido» de los que hostigaban al pueblo hacia la revolución, hubiera corregido: «No, ciudadana: ahora vamos a ser lodos car­boneros».
     
    Vivimos rodeados de gentes que no se estiman a sí mismos, y casi siempre con razón. Quisieran los tales que a toda prisa fuese decretada la igualdad entre los hombres; la igualdad ante la ley no les basta; ambicionan la decla­ración de que todos los hombres somos iguales en talento, sensibilidad, deli­cadeza y altura cordial. Cada día que tarda en realizarse esta irrealizable nivelación es una cruel jornada para esas criaturas «resentidas», que se saben fatalmente condenadas a formar la plebe moral e intelectual de nuestra especie. Cuando se quedan solas les llegan del propio corazón bocanadas de desdén para sí mismas. Es inútil que por medio de astucias inferiores consigan hacer pape­les vistosos en la sociedad. El aparente triunfo social envenena más su interior, revelándoles el desequilibrio inestable de su vida, a toda hora amenazada de un justiciero derrumbamiento. Aparecen ante sus propios ojos como falsifi­cadores de sí mismos, como monederos falsos de trágica especie, donde la mo­neda defraudada es la persona misma defraudadora.
     
    Este estado de espíritu, empapado de ácidos corrosivos, se manifiesta tanto más en aquellos oficios donde la ficción de las cualidades ausentes es menos posible. ¿Hay nada tan triste como un escritor, un profesor o un político sin talento, sin finura sensitiva, sin prócer carácter? ¿Cómo han de mirar esos hombres, mordidos por el íntimo fracaso, a cuanto cruza ante ellos irradiando perfección y sana estima de sí mismo?
     
    Periodistas, profesores y políticos sin talento componen, por tal razón, el Estado Mayor de la envidia, que, como dice Quevedo, va tan flaca y ama­rilla porque muerde y no come. Lo que hoy llamamos “opinión pública” y «democracia» no es en grande parte sino la purulenta secreción de esas almas rencorosas.
    …………………….
    (1) Este carácter negativo, defensivo, polémico de los derechos del hombre aparece bien claro cuando se asiste a su germinación en la revolución inglesa.
    (2) Así el «derecho económico del hombre», por el cual combaten los partidos obreros.

  • Alberto Revuelta

    Mie gustaría conocer la opinión de Oscar sobre el descenso al infierno político y carcelario y a la pérdida del poder de Lula y su gente. Pese a que he tratado de estar informado con cierta regularidad de lo que iba ocurriendo, tengo lagunas extensas y no un dibujo creíble de lo sucedido. Saludos. Gracias.

    • oscar varela

      Está bien, tocayo en segunda instancia! Te Arrimo lo siguiente:
      1- Brasil es Casa Grande” y “Senzala”; “Patrón” y “Esclavo”.
      – desde y por el Imperio lusitano,
      – hasta nuestros días.
      2- Las “Tecnologías aplicadas”, científicamente inocentes nunca lo son
      porque NADA, absolutamente NADA, es inocente en la Vida humana.
      El “Quehacer” humano solo es humano
      – por una “ilusión”, un “entusiasmo”, un “cristal con que se mira”.
      – La “ilusión” del Conquistador es “i-limitada” “todo lo que pueda”.
      – El “Confort” compra, compra y compra ¡dale nomás! Si revienta ¡que reviente!
      – Al Esclavo (migrado) le venden Confort, que paga con “¡Ajo- y Agua-¡”
      – El “espejito” en que se mira, no es él, sino lo que le vendieron.
      3- Desconozco cuánto “avanzó” el “afro-descendiente” si es que “avanzó”
      – En todo caso “muy poco” comparado con el “Confort” que le venden
      4- Esas “Masas” necesitan asegurarse el Confort, y el máximo es el garantizado por el Patrón y Dios.
      5- Los Estados-Naciones se asientan en “razones”, que ya no las hay “seguras” (¡todos son corruptos! es el slogans mentiroso)
      6- En el VACÍO de razones se recurre al Patrón: Dios por sobre el Derecho.
      7- Todo este Circo está producido y manipulado por los MEDIOS.
      8- Los MEDIOS juzgan todo; usan las Leyes y los Jueces.
      9-10 – 11 etc y así sucesivamente.
      Estamos equivocados si queremos “entender” con las razones al uso habitual.
      ……………………
      Entiendo, sin embargo, que sos vos, por Profesión, quien estaría en mejores condiciones de hilar algo más coherente, que lo que es la JUSTICIA hoy, y no solo en Brasil!
      Pero sigamos p’alante.

  • oscar varela

    La esclavitud. Una reflexión histórica con ocasión de la elección presidencial en Brasil el 28 de octubre de 2018. – Eduardo Hoornaert.
    http://eduardohoornaert.blogspot.com/2018/10/a-escravidao-uma-reflexao-historica-por.html
     
    En su libro ‘La elite del atraso, de la esclavitud a la Lava Jato’ (2017), el sociólogo e historiador Jessé Sousa analiza el pacto de los dueños del poder para perpetuar una sociedad cruel, forjada en la esclavitud.
    ……………..
    1. Se basa en una seria investigación histórica.
    Durante cuatro siglos, los colonizadores portugueses se apoderaron de aprox. 4 millones de habitantes de África y los transportaron a Brasil.
    – para aprovecharse de sus servicios en varios proyectos económicos (caña de azúcar, minas de oro, café, etc.) y servicios caseros.
    – La ‘esclavitud’ se volvió constitutiva del modo brasileño de vivir en sociedad.
    – Se perpetúa hasta hoy, de los más variados modos,
    – La vida diaria muestra esa herencia de la esclavitud en la formación del país.
    – Las empleadas domésticas, por ejemplo, muy temprano por la mañana, llenan los autobuses en las ciudades brasileñas.
    – Estamos ante una esclavitud comúnmente ocultada y silenciada.
    – Se puede decir que sigue siendo la marca registrada de Brasil.
    ……………..
    2. Espíritus que, en el pasado, se destacaron por su inteligencia, experimentaban dificultades en visualizar la esclavitud con objetividad.
    – Platón se limita a escribir que ‘unos nacen libres, otros esclavos’,
    – Aristóteles habla en ‘esclavos por naturaleza’,
    – El teólogo cristiano Agustín afirma que la esclavitud es ‘fruto del pecado’.
    – En textos antiguos la inferioridad ‘congénita’ del esclavo aparece invariablemente.
    – Llamo la atención la originalidad de Jesús de Nazaret que,
                – viviendo en una sociedad esclavócrata,
                – no sólo toma partido por los esclavos
                – más los exhorta a luchar por sus derechos (Las ‘bienaventuranzas’).
    ……………..
    3. Es en esta historia de larga duración que Brasil se inserta.
    – Los “explicadores de Brasil” abordan la temática de la esclavitud:
                – desde los pioneros de los años 1930 (Gilberto Freyre)
                – hasta los maestros de los años 1950 (Caio Prado Júnior, Sérgio Buarque de Holanda, Paulo Prado y otros):
    ……………..
    – Freyre explica un Brasil binario confrontado polarizadamente entre
                – la “Casa Grande”  de los Amos, y
                – el “Alojamiento de esclavos” (la Senzala)
                – No hay medio.
    – El sistema sólo se sustenta por una sutil combinación entre ‘bondad’ y crueldad.
    – La paz está garantizada cuando el Señor de la Casa Grande logra,
                – ostentar bondad y tranquilidad y
                – reprimir despiadadamente cualquier signo de revuelta de la Senzala.
    – La revuelta en la Senzala amenaza el derrumbe del sistema todo.
    –  ‘la bondad de los señores no es otra cosa que la sumisión de los esclavos’.
    – El odio al esclavo es constitutivo de la estructura política y social de Brasil.
    ……………..
    – La Universidad de São Paulo parte de un ‘desarrollo’ descolonizador con do premisas:
                – Por un lado tranquiliza a los antiguos colonizadores (los europeos), y
                – del otro lado presenta una salida plausible a los países que se liberaron de la colonización y que ahora se vuelven ‘subdesarrollados’ o, en un lenguaje más elegante, ‘en vías de desarrollo’.
    ……………..
    – Sérgio Buarque de Holanda avanza la imagen del ‘hombre cordial’,
                – reedición y adaptación del tema de la ‘democracia racial’ de Gilberto Freyre:
                – el brasileño es ‘cordial’, supera los” problemas por su capacidad de comunicación más allá de fronteras sociales, económicas y culturales, su empatía y simpatía.
    – Sérgio Buarque (1950-1960)
                – barre el problema debajo de la alfombra,
                – tapa el agujero por medio de una expresión que no dice nada: ‘el hombre cordial’.
    ……………..
    4. La actual agitación demuestra que el brasileño
                – no es tan ‘cordial’,
                – ni tan ‘demócrata’.
                – No hay cómo barrer debajo de la alfombra los problemas no resueltos.
                – Es el sentido histórico de esta elección.
    ……………..
    – El historiador alemán Eugen Rosenstock-Huessi (1888-1973, ver Internet) sacó una importante conclusión de los sufrimientos que afectó a innumerables personas en la época del surgimiento del nazismo en los años 1930.
    – afirma que el sufrimiento constituye un componente fundamental del aprendizaje humano.
                – El sufrimiento es la única fuente de sabiduría, no el cerebro.
    – Inglaterra se convirtió en un país donde era bueno vivir a partir del momento en que los señores de las tierras comenzaron a dialogar con sus trabajadores.
    – Francia hizo su revolución (s. XVIII) cuando
                – el ‘tiers état’ rompió la tradicional hegemonía de la nobleza aliada al clero.
    – En Alemania, la inmensa catarsis provocada por la Segunda Guerra Mundial hizo que el lema ‘Deutschland über alles’ (Alemania por encima de todo) fuera sustituido por ‘resolvimos eso’: palabras recientes de Angela Merckel ante el problema de la inmigración.
    – Hoy, Alemania es uno de los países más democráticos del mundo.
    – En Bélgica, los flamencos, de lengua y cultura germánica, tienen que convivir con los valones, de lengua y cultura latina. Quieren o no quieran, pues no hay otra manera.
    – En España, vascos y catalanes pasan actualmente por la dura prueba de una convivencia nacional en torno a Madrid, pues saben que el separatismo no resuelve nada.
    – Etcétera.
    ……………..
    – Cada país tiene sus problemas
                – sólo se convierte en un lugar bueno para vivir
                – cuando enfrenta honestamente sus problemas y
                – encamina racionalmente una solución,
                – aunque sea de carácter provisional.

    • Mª Pilar

      ¿Cómo es posible hoy… que perdura la dura realidad de la esclavitud, por el poder de los que se hacen ricos, precisamente esclavizando a quienes trabajan para que ellos y gracias a su arduo trabajo… crezcan?

      ¡No lo puedo asumir!

      ¿No hay otro camino?
      ¿Por qué callan los esclavizados? ¿por qué se sienten solos?

      Terrible… no puedo con esa vieja e interminable carga… me supera; no se puede acallar por el resto de los países, que han logrado levantarse de esa losa que supone la vergonzosa esclavitud.
      pili

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