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Vocaciones religiosas, ¿un anacronismo?

          Que la sequía de vocaciones religiosas, en general, es un dato irrefutable y que las instituciones eclesiásticas, sobre todo Roma, no mueven un dedo para buscar posibles soluciones considerando que es responsabilidad divina enviar “obreros a la mies” son hechos también irrefutables y desconcertantes. En cierto modo la XXIV Asamblea de la CONFER del pasado noviembre tuvo que ver con este asunto. La Asamblea estuvo presidida por Jesús Catalá, obispo de Málaga y presidente de la Comisión para la Vida Consagrada de la CEE, y por María Rosario Ríos, presidenta de la CONFER. El tema central de esta Asamblea era las vocaciones religiosas y “cómo acompañar a los jóvenes para que se sientan atraídos por la vida consagrada”. El obispo malagueño en su intervención, como es costumbre en él, buscaba un título periodístico de impacto y lo consiguió: la sequía de vocaciones se debe a que los curas dedican muy poco tiempo al confesionario, pues es ahí donde se puede acompañar a los jóvenes de manera individualizada y así se evitaría el “proceso de clonación”.

          Para el obispo malagueño el “método grupal o de clonación” no elimina el “desierto vocacional” en España. Así de fácil: a más tiempo en el confesionario más vocaciones religiosas. Parece ser que a monseñor Catalá le importa más un título de prensa llamativo, como cuando dijo que “el matrimonio gay es como la unión entre un hombre y un perro o un bebé y un anciano”, que el verdadero problema de la escasez de vocaciones religiosas. Más acertada, a mi modo de ver, estuvo María Rosario Ríos, presidenta de la CONFER. Para ella los jóvenes necesitan “figuras de referencia cercanas, creíbles y coherentes”, pues hay que atreverse “a hacer camino con los jóvenes, camino nuevo, no desde nuestros esquemas, sino desde donde están, desde lo que son”.

          Aquí está el verdadero meollo de la cuestión. Hay que explorar caminos nuevos y desde paradigmas actuales de unas sociedades laicizadas, que buscan su religación con la Trascendencia de otros modos muy distintos a los modelos medievales, que son los que imperan en las diferentes estructuras de vida consagrada. Para la institución jerárquica es un asunto que está en manos de Dios: “Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9,38); o más bien se aplican el dicho del liberalismo económico: “laissez fair, laissez passer”. Me consta que hace unos meses en una diócesis española, con una geografía empobrecida y de pueblos semiabandonados, los curas con el obispo dedicaron una jornada a evaluar la falta de sacerdotes en la diócesis, sacerdotes con edad avanzada y muchos pueblos que atender; y la conclusión no fue otra que esperar a las directrices de la Conferencia Episcopal sobre este asunto; o lo que es lo mismo, dejar la iniciativa en mano de otros; y estos “otros”, a su vez, no parece que estén por la labor a la espera de lo que diga Roma.

          El dato incuestionable es que los curas son pocos y de edad avanzada, los conventos se cierran, las comunidades religiosas están disminuidas y con unos miembros envejecidos… Y por otra parte, nuestra sociedad es laica y concibe lo religioso desde un paradigma laico, que no tiene nada que ver con los paradigmas medievales, que son los modelos actuales para encauzar las vocaciones religiosas tanto al sacerdocio como a los monacatos y comunidades religiosas. Las instituciones eclesiásticas, léase papado, curia romana, conferencias episcopales, obispos… son realidades históricas y, por lo tanto, no pueden comportarse como instituciones ahistóricas. Si el ser humano, según Ortega y Gasset, no es naturaleza, sino historia, quiere decir que el ser humano evoluciona, cambia, se adapta a nuevas realidades. Las instituciones eclesiásticas, pues, tienen por delante un gran desafío, no sólo en lo que respecta a las vocaciones religiosas, sino en otros campos: derechos humanos, administración de recursos económicos, democratización de las instituciones, clericalismo… El sustrato ideológico-teológico en lo referente a las vocaciones religiosas es una escatología ahistórica, del más allá trascendente, sin tener en cuenta el presente y, sobre todo, el futuro esperanzador y liberador propio de un pueblo de Dios, la Iglesia, que está en ruta.

          Propio de esta escatología ahistórica es el sacrificio, el conseguir méritos para la otra vida, esto suena a pelagianismo, y mientras estemos en “este valle de lágrimas” hay que mortificar el cuerpo y los sentidos, para que lleguemos al “juicio final” con las alforjas repletas de méritos. De ahí que las vocaciones religiosas se tienen que edificar sobre estos cimientos y así surge el paradigma vocacional, los llamados votos religiosos, que aún perdura, basado en

  1. Huida del mundo. El aquí y el ahora no interesa. El mundo con sus tareas propuestas por el Creador no interesa, pues, al parecer, entorpece la religación con Dios y nos aparta del verdadero camino. Hay que huir de este mundo y de sus preocupaciones y retirarse a lugares apartados (vida monástica); o si se vive en el mundo, hay que estar “separados, segregados” del resto de los vivientes (sacerdotes, congragaciones religiosas contemplativas y de vida activa, vírgenes consagradas). ¿Dónde está la responsabilidad del cristiano, hombres y mujeres, para que el mundo, la historia se vaya configurando según los valores que propuso Jesús de Nazaret? Jesús de Nazaret era urbanita, no se fue a vivir al desierto con los esenios, sino que iba de pueblo en pueblo predicando el Reino de Dios y con frecuencia se retiraba al monte o a un descampado para orar. Se puede orar y ser contemplativo en medio del mundo, en medio del sufrimiento y de las alegrías de los seres humanos. Él no rehúye su responsabilidad para con los pobres, marginados y desvalidos; es más, comparte esa responsabilidad con sus discípulos y envía a los setenta y dos (número simbólico de las doce tribus de Israel multiplicado por los seis días de trabajo de Dios en la creación) a predicar el Reino de Dios, compartiendo y sanando el sufrimiento humano (Lc 10, 1-12). Los jóvenes de hoy son sensibles a las realidades de su entorno y no pueden entender que para relacionarse con Dios tengan que “huir” de su mundo y de sus vivencias.
  2. Virginidad y celibato, desprecio del cuerpo. Es consecuencia de esa “huida”, donde no hay posibilidad de disfrute alguno. Es conocido el axioma de Anselmo de Canterbury: “La virginidad es oro, la continencia plata, el matrimonio cobre; la virginidad es opulencia, la continencia medicina, el matrimonio pobreza; la virginidad es paz, la continencia rescate, el matrimonio cautiverio; la virginidad es sol, la continencia luna, el matrimonio tinieblas…” Entonces ¿para qué el cuerpo? No tenemos otra ventana para relacionarnos con la Trascendencia ni con lo que nos rodea. Entonces ¿para qué la encarnación del Hijo de Dios? Para Juan de la Cruz no podemos llegar a Dios sino a través de su Hijo encarnado. Desde esta perspectiva teológica no se puede despreciar el cuerpo, si el cuerpo es “el templo del Espíritu Santo” (1Cor 6,19). El celibato o la virginidad no se pueden establecer como factor de exclusividad del sacerdocio o la vida religiosa. La sequía de vocaciones sacerdotales se saciaría con la abundante agua del celibato opcional y del acceso de las mujeres al sacerdocio. ¿Dónde está ese texto de derecho divino por el que las mujeres no puedan ser sacerdotes? Hay que añadir que lo dicho por Tertuliano respecto a la mujer sigue en vigor, y de qué manera: “La maldición que Dios pronunció sobre tu sexo todavía pesa en el mundo. Tú eres la puerta del diablo”. No menos a la zaga se queda el texto de Clemente de Alejandría: “Le es vergonzoso a una mujer pensar sobre la naturaleza que tiene… Toda mujer debería enrojecer de vergüenza sólo de pensar que es mujer”. El patriarcado, fuertemente afincado en las instituciones clericales, domina el día a día de la Iglesia, oponiéndose frontalmente a la igualdad entre hombres y mujeres, un derecho conquistado por nuestras sociedades. En definitiva, el celibato o la virginidad no pueden considerarse como mérito en la espiritualidad, pues Dios es “gratuito, aunque no superfluo”.
  3. Obediencia, sumisión absoluta a la autoridad o al poder establecido. Lejos está de esta práctica el significado de la palabra “obediencia”, salir al encuentro del otro y compartir desde la igualdad óntica del ser humano. Este tipo de obediencia esclaviza al hombre y a la mujer hasta extremos insospechados, como me comentaba cierto día una chica perteneciente a una congregación religiosa relativamente moderna. El control de la superiora llegaba hasta comprobar diariamente cómo estaban colocadas las perchas del armario. Se puede argumentar que el voto de obediencia es libre, pero es desde “un tomas o lo dejas”. Esta sumisión a la autoridad o al poder anula la autonomía y las iniciativas personales para convertirse en un autómata. ¿Dónde está la libertad, esa libertad de los “hijos de Dios”, el bien más preciado del hombre y de la mujer? No parece muy atractiva para los jóvenes de hoy la obediencia así entendida; chicos y chicas que se mueven en un paradigma social e histórico situado en las antípodas. La obediencia tiene que compartirse, no cumplir el mandato a rajatabla, sin más.

          Habría que analizar otros parámetros de la vocación religiosa, pero se alargaría esta reflexión. El hecho es que la vocación religiosa no es atractiva hoy por hoy a una espiritualidad de chicos y chicas deseosos, anhelantes de vivir hondamente su experiencia espiritual. Conviene recordar de nuevo las palabras de la Presidenta de la CONFER: hay que atreverse “a hacer camino con los jóvenes, camino nuevo, no desde nuestros esquemas, sino desde donde están, desde lo que son”.

14 febrero 2018

25 comentarios

  • Antonio Gil de Zúñiga

    Me alegra que esta reflexión haya suscitado apasionantes comentarios. El tema de la sexualidad vs virginidad está ahí vivito y coleando, todo ello por las posiciones maniqueas de los llamados santos Padres, como san Agustín, para quien las relaciones sexuales dentro del matrimonio canónico eran al menos pecado venial. La moral sexual es una moral que procede del monacato, de los monjes ¡y así nos luce el pelo! Después del concilio un dominico publicó en la BAC dos tomos sobre “Moral para seglares” (???), donde se da primacía a la moral sexual, sobre todo femenina, pues el dominico las recomienda hasta cómo deben ir vestidas; y el baile “agarrado” es pecado mortal a no ser que se cumplan ocho condiciones, p. e., que entre las parejas haya una separación visible para que los cuerpos no lleguen a rozarse, que el local esté bien ventilado y luminoso, que haya espectadores controlando los movimientos… La pregunta es ¿por qué la jerarquía católica, sobre todo la española, tiene obsesión por la sexualidad y sus manifestaciones y no por la perversidad del dinero, de la corrupción, de las políticas antisociales…, que es más antievangélico?

    • Carmen

      Quizás que en España sea mucho más acentuado tenga relación con el franquismo.
      El señor éste, Franco, era un señor extraño. Uf. Y no lo digo desde el punto de vista político, eso está claro lo que es.
      Es que era personalmente extraño. Daba un poco como de repelús, que se dice en mi tierra. No sé.

  • Jorge

    El celibato es una cuestión distinta de la castidad, de la abstinencia sexual voluntaria. No tengo nada claro en dónde puede estar la virtud en la abstinencia sexual, en querer ser una persona A-SEXUADA, una cosa que es a las claras anti-natural. Antinatural es ponerse encima pesadas cargas, mortificarse, forjarse una voluntad de hierro de corte estoico o ascético, y con un fuerte acento masoquista, una vida en lucha continua contra los propios instintos naturales, contra todo lo que produzca placer. Están enganchados al dolor y al sufrimiento autoinflingido. Y a esto, que me parece un tremendo despropósito, lo consideran de alto valor ético y se sienten recompensados/as por sus victorias labradas con esfuerzo contra sí mismos. A todas luces esto es contrario a lo natural que desprecian, contrario a la vida humana, contrario a la Plenitud.

    No dudo de que haya personas realmente asexuadas, que el sexo les es indiferente, que ni les interesa ni les preocupa ni forma parte de sus vidas, más bien les estorba en sus ocupaciones. Es más, hay un curioso movimiento de tribu urbana que manifiesta como bandera su asexualidad. ¿Son gentes virtuosas o más bien, si es cierto lo que manifiestan, un claro defecto de las hormonas sexuales, una disfunción que deberían hacérselo mirar por especialistas? Tampoco dudo de que haya personas naturalmente sexuadas que han decidido la abstinencia sexual, que la tienen bien asumida y controlada sin causarles problemas, aunque en mi opinión son pocas. Les ayuda que la falta de uso sexual disminuye la producción de hormonas y el deseo; pero esto es como el dejar de fumar como se te ocurra decir que por un cigarrillo no pasa nada pues volvemos a empezar. Lo común es que las personas que se sienten obligadas a la castidad, por su condición religiosa, la tengan muy mal asumida y vivan una vida lastimosa de contradicción e hipocresía.

    El celibato consiste en no casarse, y claro esto si no va añadido a la abstinencia sexual, si no va unido a una castidad impuesta, las personas quedan expuestas a una vida escandalosa o al común disimulo hipócrita. Como a los monjes/as y al clero se les impone la castidad, que la consideran en el mejor de los casos una virtud ética, la han extendido al conjunto de los fieles. Vamos si yo estoy jodido éstos también. Así se ha llegado a los reiterados pronunciamientos de la Iglesia a declarar como pecado durante siglos y siglos cualquier placer sexual incluso en el matrimonio. Algo tan antinatural, tan antivida, tan antiplenitud, …, no puede ser una virtud sino todo lo contrario.

    Se dice que el celibato tiene la ventaja de la dedicación en exclusiva en los asuntos de Dios y de la Iglesia. Y también podría considerarse como medida del compromiso que se asume. Pero estas supuestas ventajas no compensan los gravísimos problemas que suscita. ¿Para cuándo el celibato y la castidad opcionales? ¿dónde se encuentra la virtud en estas opciones de vida? Si algunas personas se sienten bien, cómodas y satisfechas con estas opciones de vida, no tengo nada que objetar, cada cual es libre para decidir qué hacer con su vida, pero que no me vengan a decir que tienen un nivel ético superior al resto justo por haber elegido estas opciones.

    ¡Ah! Estoy de acuerdo con Carmen en que el celibato es una cuestión de patrimonio, tal como explica.
    Gracias Pilar por tu apoyo, y sí me extraña el silencio de Atrio en estos temas.

    • Carmen

      Sé que son cosas distintas. Un alumno nuestro, hijo de un compañero, estuvo trabajando en mi centro. Cuando acabó el diaconado decidió estudiar Arte antes de cantar misa. Era superdivertido. Lo volvíamos loco. Hasta hicimos una porra para apostar si acababa siendo cura o no.
      Tiene siete días más que mi hijo mayor, o menos, nunca me he aclarado. Adoro a su padre y al crío.
      Superconservador. Qué risa. Teníamos unas discusiones geniales. El muchacho tenía encaje. Me enteré que no iba a tener voto ni de castidad ni de pobreza, solamente de obediencia. El peor,le dije. Le hice prometer que nunca sería obispo de los de Rolex.
      Un día, discutiendo a grito límpio en la sala de profesores, porque el nenico se las trae también, le arrojé una profecía de extremo a extremo de la sala: no iré a tu boda porque ya habré muerto, pero ese dia te acordarás de mí

      Es superfamiliar. Necesita una familia. Pero será cura toda su vida. La única solución es que le permitan vivir en familia. Estoy segura de que así será.
      Amén.

  • Jorge

    La castidad, la virginidad ¿son virtudes? A mí no me lo parecen. ¿Una persona casta y virgen es una persona virtuosa por haberse mantenido así? Pues depende, si no se le añade nada más, pues difícilmente se podría decir de ellas que lleven una vida plena, más bien lo contrario. La castidad y la virginidad no forman parte ni son caracteres de la Plenitud Humana. Lo son la justicia, la paz, la libertad, la igualdad, la fraternidad, la abundancia, el conocimiento, la alegría, el placer, … en definitiva el amor, …, pero ¿la virginidad o la castidad? Es que no consigo ver ninguna relación.

    Ejercer una sexualidad placentera y plenamente satisfactoria dentro de lo posible de cada persona, de sus compromisos y responsabilidades, ¿acaso va contra la plenitud de vida, contra la Plenitud Humana? Es que a mí me parece todo lo contrario. La sexualidad tiene mucho de compartir no solo lo genital, sino también la sensualidad corporal y lo personal, y por supuesto con el amor, “hacer el amor”. Y lo más grande de la Plenitud es el amor. No solo el amor como ágape sino también y sobre todo como eros. Sexualidad erótica y pasional que lleva la relación personal a la fusión íntima y profunda, en un estado anímico y fisiológico como un arrebato o éxtasis místico que no se consigue en ninguna otra circunstancia. Claro que muchas veces no es así, pero cuando ocurre … la vida en plenitud agarrada con ambas manos.

    Cierto que la sexualidad hay que tenerla bien controlada, cosa que no siempre es fácil, pues si no es así la pasión sexual puede aparecer en cualquier momento y hacer daño, mucho daño. Las infidelidades en las parejas pueden causar conflictos y dolor y culpas y tragedias, … Además, una sexualidad descontrolada dificulta las relaciones personales. Es difícil tratar con personas sexualmente obsesivas, de mirada siempre lasciva, lujuriosas en exceso, …, claro que también lo es el trato con personas rígidas, siempre con alerta sexual, reprimidas y represoras, que no admiten ningún comentario, ni broma, ni chiste, … de tema sexual. Y esto se da con cierta frecuencia en aquellos/as que intentan una abstinencia sexual mal asumida. Esto no es control sino represión, una lucha contra sí mismos que más pronto que tarde la pierden, entrando en una espiral de pecado-culpa-arrepentimiento, que carece de salida. ¡Cómo les gustaba a nuestros confesores el 6º mandamiento! La tentación y el pecado siempre eran una cuestión del sexo. ¡Qué mentalidad más turbia! ¡Qué lejos de la plenitud de vida!

    • Carmen

      Esto del jaleeeeeeo que tiene la iglesia con la sexualidad, para mí que tiene su origen en Agustín de Hipona. Él sabrá cuál fué su experiencia personal y cuál era su visión de la mujer, por muy cristiano que fuese.
      Pero es que, a la iglesia viene muy bien eso del celibato de los sacerdotes. No hay herederos legales , salvo la iglesia. Porque no hay hijos.
      Pero las comunidades religiosas, tres cuartos de lo mismo. Se pide la dote y además la herencia. Cómo se pertece a una comunidad, con voto de pobreza aparente, pues beneficios de venta de libros y
      actividades profesionales y…pues todo va a parar a la congregación, porque claro, no vas a tener más dinero que los pobres y ya se administrará todo de acuerdo al evangelio, dicen. A los autores o profesores o profesionales en general, pues se le pasa un sueldo y andando.
      Y por último está la célebre frase: obedece,y no te equivocarás.

      Y yo me pregunto. Cómo hay personas que se preguntan por qué la gente joven no está por la labor?

      Mi cabecita de mujer, que después del día ocho aspira a pasar a cabeza, lo tiene clarísimo.
      Un saludo cordial.

    • Mª Pilar

      ¡¡¡Gracias amigo Jorge!!!

      Es la única persona que ha sido generosa, clara, y poniendo los puntos sobre las íes al responder.

      ¡Gracias de todo corazón!

      Como puedes ver por el silencio reinante… menos ¡Carmen…siempre valiente y clara, gracias amiga!

      Este tema parece ser que sigue siendo “tabú”, por lo tanto, no se debe hablar de ello, y descubrir lo que se “mueve” en su entorno.

      ¡Gracias de verdad querido Jorge!

      Abrazos entrañables.
      mª pilar

      • Carmen

        No, no es que sea valiente. La iglesia no tiene poder sobre mí. Ni la ha tenido nunca. Aunque sí me haya fastidiado a veces, nunca ha tenido poder sobre mí.
        Pero, si es cierta la idea que tengo sobre los que aquí escribís,es posible que sobre vosotros si la haya tenido. Haya.
        Lo que sucede es que cuando algo te deja huella, es muy difícil borrarla. A veces es imposible. Al menos para mí resulta difícil.
        Vosotros sois los valientes.

  • Jorge

    Incorporar la obediencia como voto religioso al proyecto de vida me parece un error, pues no encuentro razones para ello ni tampoco relación alguna con el Reino, la causa de Jesús. Es cierto que Jesús obedecía al Padre y si le seguimos por coherencia le imitamos. Pero una cosa es esto y otra bien distinta es sustituir al Padre, a Jesús, por el superior o la superiora de la congregación, el sacerdote, el obispo, o el Papa de turno. Aspirar a ser obediente y sumiso no le encuentro ningún valor ético, ningún valor para el Reino de Plenitud. Renunciar a nuestra libertad, a nuestra capacidad de decisión, es buscar como si fuese un bien la esclavitud, y esta es contraria a la plenitud humana. Soy muy celoso de mi libertad, no permito que nadie decida por mí. Y creo que cuanta más libertad haya, y también cuanto más consciente sea de mi autonomía personal, cuanto más consciente sea de mis responsabilidades sin delegarlas en nadie, …, y ajuste mi vida por coherencia al proyecto del Reino de Plenitud, más cerca estaré de él y podré comunicarlo, trasmitirlo y compartirlo mejor.

    No sé encontrar ningún valor positivo a la sumisión y la obediencia. Los hijos y los discípulos no tienen que aprender sumisión y obediencia, sino el respeto a los demás y en dónde están los límites, y dentro de ellos ser lo más libre e independiente posible, incluso hay límites insostenibles por injustos que hay que derribar. Ser libre e independiente sí es una virtud y no lo contrario. Entiendo que hay circunstancias en las que obedecer ciegamente las órdenes es importante, como las militares, policiales …, y esto es una de las razones en otras muchas por lo que me considero antimilitarista. Una comunidad religiosa no debería tener nunca una estructura militar. Incluso pienso que un jefe o jefa de empresa que intente la sumisión de sus subordinados/as en lugar de formar equipos de colaboración, lo encuentro un pésimo jefe o jefa.

    La obediencia, la sumisión, la esclavitud, …, no están en la línea del bien, de la Plenitud Humana. ¿Qué razones habría para tratar de asumirlas como virtudes?

  • Antonio Rejas

    Comparto totalmente los comentarios de Ana Rodrigo y Honorio Cadarso con un análisis muy concreto del tema tratado.

    “Las instituciones eclesiásticas tienen por delante un gran desafío”. Pienso que las vocaciones religiosas (sic) no tienen que ser el principal objetivo de ese desafío. Ciertamente, “la mies es mucha, los obreros pocos” lo decía Jesús recorriendo las ciudades y aldeas. Si se hubiera retirado al desierto o a un monasterio, no hubiera podido realizar su predicación a pie de calle en contacto directo con la gente sencilla que acudía a escuchar su palabra. O sea, los obreros al servicio del Evangelio son imprescindibles, pero no necesariamente sometidos a una organización  religiosa, sino simplemente laicos como era el mismo Jesús.

    Las ideas de cualquier tipo deben ser actualizadas al compás de los tiempos. Las vocaciones religiosas con sus votos provienen de una concepción cristiana  propia de la época, mas la evolución del ser humano obliga a adaptarse a las situaciones históricas del momento.

    Como se dice en la reciente Carta “Placuit Deo” de la Congregación para la Doctrina de la Fe (un documento muy aceptable a mi modo de ver) “tanto el individualismo neo-pelagiano como el desprecio neo-gnóstico  del cuerpo deforman la confesión de fe en Cristo, el Salvador único y universal”…….”El indivíduo pretende salvarse a sí mismo, sin reconocer que depende de Dios y de los demás”. Por ello, surgió la tendencia a huir del mundo, a la virginidad y celibato con desprecio del cuerpo y la obediencia absoluta que impide ejercer la libertad de los hijos de Dios, que es el documento de identidad” para los cristianos en palabras del Papa Francisco.

  • Jorge

    La falta de vocaciones religiosas en mi opinión no se debe al anticlericalismo, a la gente que se posicionan contra lo religioso, las religiones, o contra Iglesia, que progresa aceleradamente en nuestro mundo laico, ni tampoco al desprestigio, o los escándalos, …, de la Iglesia. Esto no puede ser la causa porque la vocación religiosa no se dirige a los de fuera de la Iglesia, sino a quienes son miembros de ella y que participan activamente. Por tanto, el problema si lo es, tendría que buscarse en los propios católicos. Que haya menos católicos “practicantes” o “activos” que en el pasado reciente, pues es un problema diferente.

    ¿Qué es lo que nos pasa a los católicos que hemos asumido ser parte activa de la Iglesia y sin embargo no sentimos ningún interés ni atracción ni vocación, ni queremos ser sacerdotes ni pertenecer al clero ni profesar los votos de una orden o congregación religiosa? Esto que nos pasa a los que tenemos muchos decenios de vida, pues tiene poca importancia pero el problema sigue siendo el mismo para los jóvenes que sí supuestamente la tiene. ¿Acaso esto es un fallo ético, una falta de compromiso, valores, coherencia, …, de la praxis de la fe? ¿Quizás no será porque pensamos que el seguimiento a Jesús y el servicio a la comunidad eclesial es MEJOR hacerlo de un modo laico, más de acuerdo con los signos de los tiempos? ¿Son los votos o consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia), valores éticos defendibles y asumibles para la extensión del Reino de Plenitud, la causa de Jesús, o por el contrario resultan una carga, que pueden desviarnos de este objetivo?

    • Mª Pilar

      Querido Jorge:
      Respondo al último párrafo que nos presentas como pregunta.

      El celibato es posible dentro de la iglesia o congregaciones y fuera de ellas; he conocido matrimonios con hijos que han decidido servir en lugares muy problemáticos.

      El problema creo sinceramente que reside, en la manera de vivir dentro de… porque se anula por completo (si eso es posible… por lo que sucede con algunas personas que están dentro, parece ser que no) la capacidad de ¡ser! Se les educa haciéndoles totalmente dependientes de unas normas-reglas, sin evaluar la personalidad de cada cual.

      Si entras, asumes totalmente lo que allá se ordene.
      Se valoran “cosas” que en si mismas, no tienen valor alguno.

      En mi comentario primero deje en el aire unas preguntas, que me parecen muy interesantes:

      ¿Que es la virginidad…corporal?

      ¿Por qué tiene tanto valor a los ojos de quienes se integran en las distintas congregaciones?
      ¿No es más importante, tener una mente educada correctamente, un corazón limpio, que rija todas sus acciones?

      Ello conlleva, un comportamiento sano, respetuoso. decidido, con las normas a las que se compromete.

      El principio y fundamento de nuestro vivir, no debería de ser:

      Por encima de todas las cosas, y por amor a un proyecto de vida, procurar por todos los medios:

      ¡No hacer a ninguna persona, el mal que no quiero para mí, ni en el mundo!

      No debería haber ninguna promesa, premio, esperanza en un más allá… por una decisión que tomo libremente llamada/do por un Proyecto concreto.

      Mi experiencia fue muy dolorosa… ¡por injusta y banal!

      ¿Sabes cual fue la razón, de que al finalizar mi periodo de preparación, de casi tres años, decidieran decirme… no.
      Que me preocupaba en demasía, por el devenir de las hermanas legas, eso… se trata desde la cabeza.

      Bueno me estoy alargando demasiado, pero hay fines… que la juventud de hoy, no les da ningún valor.

      Y sobre todo, exigiría, una formación completa (si ingresan sin tenerla) de las emociones, la sexualidad, el compromiso, la justicia.

      Para mí, era fundamental leer los evangelios, eran mi alimento constante, y como entré… por voluntad propia como hermana… se me negó y me despojaron de ellos.

      Leer las Palabra de Jesús, puede despertar conciencias y trabajar, por un mundo mejor… dentro de las congregaciones.
      Creo que me he despistado de lo central.Me encantaría, que alguna persona contestara las preguntas que dejé en el aire.
      Ahí se vería cuan lejos estamos de una vida sana, y comprendida por quienes decidieran entrar en alguna congregación.

      Cuando me casé, dejé de ser “virgen”… y me fui convirtiendo en compañera y madre…

      ¡Entonces comprendí la falacia que encierra el mito de la “virginidad”!
      mª pilar

  • Honorio Cadarso

    Sugiero a los atrieros que lean en el diario digital Público un artículo en el que una novicia hermana de la caridad se declara feminista y huelguista y denuncia el machismo vigente en la iglesia católica. Está firmado por Navarro…Y quizá viene a cuento con lo que dice aquí Ana Rodrigo.

    Me sorprende, porque en los años 60, fuimos sometidos a un careo en el juzgado una monja de la caridad con sus hábitos y yo con mi sotana. Habíamos caído como testigos en una flagrante contradicción delante del Santo Cristo. Pero aquellos eran otros tiempos…¿o no?

  • ana rodrigo

     
    Creo que la vida religiosa, por un lado, es un anacronismo, y por otro lado no añade nada al seguimiento de Jesús. Me explico, los votos, tal como están institucionalizados, son una pauta de vida que no se corresponde con valores evangélicos.
     
    El voto de pobreza consiste en que a nivel individual las personas no pueden disponer de lo que sería su sueldo, pero eso no quiere decir que sean pobres, porque saben que nunca les va a faltar de nada, ni casa, ni estudios, ni alimentación ni los mejores médicos que necesiten. Los pobres no tienen nada de esto o lo tienen en una mínima parte. Además las instituciones son inmensamente ricas en inmuebles y en capital almacenado.
     
    El voto de castidad, pienso que es antinatura y por ello hay un montón de frustraciones personales y neurosis inaguantables. Ahí están la pederastia y la pedofilia como escándalo monumental. Además ¿qué tiene de malo no ser castos?
     
    Y el voto de obediencia es un absurdo que atenta directamente al crecimiento personal en tanto en cuanto no pueden tomar decisiones a nivel personal y tiene que obedecer como seres infantilizados.
     

  • Julián Díaz Lucio

    Creo que no hay crisis de vocaciones religiosas, sino crisis de cristianos, que en su vidad de cada día traten de seguir a Jesús de Nazaret con todas las consecuencias. Pero para para eso hacen falta testigos de verdad de la fe. Y además diferene manera de presentar la personas de Jesús y su mensaje y, por consiguiente, diferente  forma de vivir y presentar la misma Iglesia, para que sea de verdad pobre y de los pobres, más comprometida con todo lo que supone el Reino o Reinado de Dios. Julián Díaz

  • Mª Pilar

    Lanzo una pregunta:

    ¿Qué es la virginidad?

    ¿Por qué la iglesia le da tanto valor?

    Ya van dos… ¡los siento!

    ¿Por qué les abrirán las puertas del “cielo” y cantaran todas las “vírgenes”siguiendo al “cordero?

    ¿Por qué la mujer, para ser “bien vista” o mirada… en el reino de los cielos tiene que parir cuantos más hijos mejor?

    ¿Quien decide estas cuestiones en la iglesia?

    Tristemente… unos hombres célibes… no siempre ejemplares en estos temas, más bien… muy perversos y retorcidos.

    mª pilar

    • Carmen

      Pues porque la mujer está considerada como un objeto al que se puede poseer. Pero la realidad es otra. No somos objetos, somos personas y además la naturaleza pone unas reglas de mutua atracción entre hombres y mujeres para asegurar la especie. Eso es así, a nivel de especie, no de individuos que cada cual sentirá las atracciones que sienta

      Y claro, somos un problema porque saben que siempre se sentirán atraídos. Eso lo sabía Agustín de Hipona muy bien. Pues a demonizarlas se ha dicho
      Eso al menos acaba de decir un obispo en el siglo XXI y bajo el papado del Papa actual.
      No he oído a otro obispo decir: pero bueeeeeeno! Al Papa tampoco.
      Pero, querida amiga Pilar,la realidad se impone, porque somos seres racionales, porque la educación ha llegado a las mujeres y a los hombres por igual. Y muchos y muchas pensamos que esa postura es sencillamente de locos. Leí hace unos años un libro que se llama psicoanálisis del cristianismo. Superinteresante.
      Los tiempos cambian, los hombres y las mujeres también, pero para la jerarquía de la iglesia no pasa. Pues bueno, a ver quién tiene el problema entonces.
      Besos
      carmen

  • Honorio Cadarso

    Amigo Zúñiga: Tu alegato es muy bueno, muy justo.  Jamás entenderé que los sacerdotes y las monjas formen parte de un cuerpo de creyentes aparte, con una categoría y unas normas diferentes del resto de los fieles. Es como si aplicásemos en la Iglesia el esquema organizativo del Antiguo Testamento y de la Ley de Moisés en la versión de los fariseos del tiempo de Jesús. ¿Por qué los curas o monjas no pueden intervenir en la vida política como un ciudadano cualquiera? Tanto más cuanto que muchos de ellos hacen política de derechas o de extrema derecha, y el Vaticano es un Estado, y el Papa tiene derecho de participar en la vida de las naciones y en la ONU, y…

    Para mí que el celibato marca dentro de la iglesia una como supervaloración de la virginidad y menosprecio de la vida sexual y del matrimonio como de cristianos de segunda categoría. Demasiados elogios en la literatura religiosa a la abstinencia de la vida sexual…demasiados ascos a las prostitutas al estilo de lo que se hacía con los leprosos en tiempso de Jesús…

    Testigo soy de cómo las monjas que se dedican a la educación, aparte de negociar con los niños arrebatándoselos a su madre o a sus padres, educaron en otros tiempos a las jóvenes “proletarias” como a carne de servicio doméstico y del trabajo de peonas y mediopersonas destinadas a vivir en el último escalón de la sociedad.

    Ante todo y en primerísimo lugar, todo cristiano, y mucho más si aspira a ser guía de otros cristianos, debe ser un ciudadano ejemplar. Y la iglesia debe dar ejemplo de cumplimiento de sus obligaciones ciudadanas, sobre todo de las fiscales, y de declarar todos sus bienes y ganancias o donativos, igual que se lo exigimos al PP y a toda entidad respetable.

    Nuestro siglo, nuestra naturaleza, nuestro origen divino de hijos de Dios, nos exige convivir en regímenes democráticos auténticos, en los que ni el dinero ni el egoísmo den pie a situaciones de privilegio. Y a estructurar la convivencia dentro de la Iglesia en esa misma fórmula.

    Amigo Zúñiga, quizá deberíamos todos ser más audaces al tratar este tema que tú planteas. Gracias, y un abrazo. Y gracias a las y los que habéis comentado este tema.

  • Miren Josune

    He escuchado historias donde la mujer se llevó la peor parte, es decir, “los palos” de una condena inhumana, ¡por ser mujer!.

    Qué “valientes” algunos, pasa que no soportan que la mujer tenga el más mínimo desempeño dentro de la Iglesia y pueda participar “codo a codo” con el hombre, en la construcción del Reino del Amor.

    Les importa cero el celibato opcional, ya se arreglan por su cuenta y sin que nadie “se entere”. Lo que no soportan es que la mujer pueda expresar las verdades de su fe y hacer un seguimiento en igualdad de derechos.

    Afortunadamente, tenemos al Papa Francisco que no está porque todo siga como hasta ahora: no más “doble vida”, no más machismo eclesial, no más estigmas sobre la mujer. Está trabajando en ello, dedicando energías y tiempo.

    Que no tengan miedo, no vamos a ir “a la caza” de nadie, ni falta que nos hace, eso sí, si surge el AMOR profundo,honesto y verdadero, que nadie tenga que “rasgarse las vestiduras”. ¡¡CELIBATO OPCIONAL!. Tener la certeza todos y todas: Jesús nos acompañará siempre, pues tenemos mucho que decir-hacer, dentro de la Iglesia.

    Miren Josune

    Y lo dice una mujer que ni es feminista ni vive la castidad como si fuera un trauma lleno de actitud represiva, sino con plena libertad e integridad, sin importarme si se lleva, está de moda o no.

    Insisto, es urgente un cambio de actitud frente a la mujer, ya es hora de que deje de ser para muchos, “el oscuro y sucio objeto de deseo”.

    Es hoy como ayer la “Mirófora” que fue a embalsamar a Jesús y se encontró con el primer anuncio del Resucitado:”ID A MIS HERMANOS-AMIGOS, DECIDLES QUE VAYAN A GALILEA, ALLÍ ME VERÁN”. Este mandato a las mujeres, debe ser hoy, en pleno Siglo XXI, prioridad urgente dentro de la Iglesia.

    En octubre se celebrará el Sínodo de los jóvenes, será el momento de escucharles, llevan mucho tiempo “cargando pilas” y debatiendo los temas objeto de discernimiento y cambio.

  • Carmen

    El artículo es magnífico.

    No, no es únicamente el celibato. Qué va.

    Va de que los jóvenes, que es el futuro de la iglesia piensan de otra manera. Y ahí está la señora de esa organización que no conozco, diciéndolo alto y claro. No atrae en absoluto la vida religiosa tal y como está. Lo de la obediencia ,eso ya no se va a aceptar. Otra cosa muy distinta es aceptar una serie de normas voluntariamente.

    La sociedad ha cambiado y esto empieza ahora.

    Mi manera de pensar es superconservadora en relación a las cosas que se oyen decir.

    Dile tú a una joven ahora las cosas que nos decían a nosotras sobre, pues sobre todo. Y a los varones diles que tienen que abtenerse de relaciones sexuales toda su vida. Te dirán auténticas barbaridades y muchas de ellas con razón.

    Explícales las excelencias de la vida religiosa cuando la iglesia está inmersa en escándalos . Diles que el sufrimiento es mágico. Diles que el plan de pensiones se lo tienen que hacer para la vida futura.

    Ellos ven la realidad con mente del siglo XXI.

    Ven que la sociedad es tremendamente injusta, pero no relacionan la filosofía de Jesús con la iglesia. Les gusta Jesús, pues como a todos, pero la iglesia no. Buscan otras opciones para echar una mano. Es tremendo. Llevan a cabo lo que decía Jesús, pero no se fían de la iglesia.

    Menuda paradoja.

    En fin.

    Un saludo cordial.

  • Isidoro García

        “Nuestra sociedad es laica y concibe lo religioso desde un paradigma laico, que no tiene nada que ver con los paradigmas medievales, que son los modelos actuales para encauzar las vocaciones religiosas tanto al sacerdocio como a los monacatos y comunidades religiosas”. (Antonio Z.)

     

    Aprovechando el relax del domingo, os contaré los recuerdos reminiscentes que me ha traído este artículo de Antonio.

    Yo en los mismos tiempos en que el amigo Alberto, era jefazo de la JOC, era un modesto  miembro del Aspirantado de Acción Católica en Segovia, (1958-62). Y todos los años la Acción Católica sacaba en Viernes Santo en procesión al Cristo yacente de Gregorio Hernández, junto con otros muchas otras “estaciones”. (En Castilla la procesión es en grupo, no como en Andalucía).

    Y los mayores, que tenían uniforme, y que no iban a ir en la procesión ese año, nos lo dejaban, para los que quisieran ir. Yo fui dos años, y mi madre me arreglaba la ropa y me hacía el cucurucho con cartón.

    En una procesión, yo iba encabezando una de las dos filas laterales de procesionantes, (porque iban de estatura menor a mayor- luego crecí). Y en un momento, de la misma, el coordinador del paso, para que me adelantara un poco, me llamó: ¡Penitente…!

    Yo tardé en reaccionar, porque no me esperaba que eso, que para mí era un hondo espectáculo socio-religioso, pero espectáculo al fin y al cabo, era un acto de penitencia: para mí, (con doce o 13 años), eran unas experiencias muy gozosas.

    Viene esto a cuento, porque creo que la Iglesia se ha “procesionalizado”, y ya las cosas no son lo que debían ser. Sucede como cuando en una película, se des-sincroniza el audio, y lo que se oye no corresponde con lo que se ve. Acaba cansando  se deja.

    No es una cuestión del celibato de los sacerdotes, es la cuestión que el amigo Antonio, expone y que yo cito en el inicio del comentario.

    Yo tengo como uno de mis referencias personales a Thomas Merton, por su gran capacidad análisis de la realidad del hombre y de la religión. Además su biografía es toda una metáfora de la realidad de la Iglesia Católica.

    Es de 1915 y murió en 1968. Era casi del mismo año que mi padre y lo he adoptado como padre espiritual. Vivió y muy intensamente el catolicismo preconciliar, e ingresó es los trapenses, (más medieval imposible).

    Pero era un hombre extraordinariamente creativo y abierto a todo el conocimiento, y por ello muy moderno: no renunció a aceptar ningún conocimiento, por imposiciones religiosas. Y además escribió muchísimo, diarios artículos y libros. Y se nota mucho su evolución personal.

    Al ser muy famosos y vender muchos libros, se le permitió una libertad en su orden que en otras circunstancias no habría tenido, lo que prolongó su estancia en ella.

    Es verdad que al final de su vida, tuvo algún problemilla de enamoramiento-soledad, pero en sus escritos se nota a la legua, que no era esa la causa, sino uno de los múltiples efectos del tema.

    Murió en 1968, (con 53 años), pero estoy convencidísimo que si no hubiera murto, habría abandonado la Trapa, y se hubiera ido con Cardenal a su fundación en Nicaragua, o quizás habría acabado laico. No se sabrá nunca.

    Era un espíritu moderno y laico, y ya le pesaba todo el ritualismo vacío, que exige para llenarlo, un abandono de la conciencia expandida, de todo humano maduro, limitándose solo a un rinconcito clerical-sacral.

    Dos años antes de su muerte, (1966), escribió:

            “No quiero escribir sobre cosas espirituales… Poco a poco he llegado a sentir náuseas al hablar de la contemplación. Bueno, excepto cuando necesito hacerlo.

            Las palabras parecen demasiado vacías y triviales. No me siento como para hilvanar cantidad de palabras sobre Dios y la oración. De hecho me siento inmensamente pobre e inseguro; más no me preocupo, me conformo con vivir”. (Thomas Merton)

     

  • Miren Josune

    A estas alturas de mi vida, ni debo ni puedo hacer ver “que no me entero”; las realidades están ahí, la verdad aunque a algunos les pese, incluso se “rasguen las vestiduras”, es algo que debe la Iglesia tener la honestidad de afrontar y mirar de frente. SE IMPONE LA REVISIÓN DEL CELIBATO LIBRE Y OPCIONAL. Condición que evite una realidad “castrante” del Amor en la naturaleza humana.

    Dios no creó nuestro SER, el cuerpo y espíritu, para negar la grandeza del AMOR que nos habita y brota en lo profundo del corazón. Jesús, al llamar a sus discípulos, a compartir su Misión en la construcción del Reino del Amor, no pidió el DNI: casado, soltero viudo.

    El seguimiento y vocación no niega el Amor que puede surgir entre un hombre y mujer. Atrás han quedado historias de gran sufrimiento, incomprensión, el estigma y etiqueta que nunca debió existir. Hemos de dejar el pasado con sus errores, ver la realidad humana como un SER integrado en la vida dispuesto a hacer la voluntad de Dios,

    Esta ha de ser la actitud que permita el seguimiento fiel y la fecundidad espiritual. Son muchos los pecados arrastrados por la Iglesia, haciendo de la sana y loable castidad objeto de morbosidad y pecado.

    El Amor no ofende a Dios-Padre ni mancha la memoria de Jesús. Vivir la integridad, radica en ser coherentes en nuestra vida y no negar la realidad humana.

    Sin duda, son encomiables los hombres y mujeres que por Amor han guardado la castidad, más yo les pediría que no hicieran el papel de “hermanos mayores”

    La soledad es pandemia de este siglo, la Iglesia ha de saber comprender, la dificultad que hoy supone, seguir la llamada en solitario, sin una buena y fiel compañera de camino, que viva y comparta la vocación.

    Desde mi condición libre de mujer célibe, pido no cerrar la llamada al seguimiento, por una rígida incomprensión, que ha quedado obsoleta. Seguir a Jesús es lo que importa, y por supuesto con AMOR. Me produce tristeza ver a tantos-as con cara de “amargados” y aquellos que llevan una “doble vida”.

    La mentira y apariencia nunca acompañó a Jesús, sino la fiel Verdad de su Amor.

    Miren Josune.

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