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El quid de la cuestión

Otro debate político, pero de más trascendencia. Muy recomenable leer antes los dos artículos referidos. AD.

En el País del 16-9 han salido dos artículos de Lasalle y de Errejón sobre un libro del primero, donde plantean el problema político actual en Occidente, pero no abordan el problema actual de la humanidad.

Para mí Lasalle y Errejón, son dos intelectuales discutiendo razonablemente (lo que es de agradecer), encima de la vía férrea, sin ver que se acerca hacia ellos un tren a toda velocidad.

Lo que no quieren poner encima de la mesa es el tema de la crisis sistémica tecnológica-demográfica, que es la fuente de todos los problemas.

Es el grave problema de la complejidad del conocimiento actual. Intervienen tantos factores en todo, que aunque los conocemos uno a uno, nos negamos a interrelacionarlos en un análisis global, porque hacer malabares con tres pelotas en el aire, es mucho más fácil que con quince.

Errejón, habla de que fue a raíz de la crisis financiera del 2007, cuando empieza el desasosiego social y la falta de confianza en las instituciones y gobiernos. Pero no es así. La crisis se viene incubando desde mucho antes, lo que pasa es que no sentimos el tren hasta que nos empuja el aire en el cogote.

Hasta 1989, estuvimos entretenidos por una amenaza catastrófica que podía ser inminente: la guerra nuclear entre USA-URSS. Por eso no era cuestión de andar mirando a cuarenta años vista.

Pero la cuestión ya se venía incubando desde el inicio de la revolución industrial, y desde 1945, se vino acelerando gracias al gran progreso científico fruto de la inercia natural de la investigación, acelerada en parte por la guerra.

El inicio de la informática y la electrónica, y los grandes progresos en sanidad, antibióticos y técnicas quirúrgicas, dieron el pistoletazo de aceleración de dos grandes tendencias globales y contradictorias.

Por una parte, se iniciaba el proceso de automatización del trabajo, y por otra se iniciaba un gran crecimiento demográfico fruto de las mejoras en sanidad y producción de alimentos.

Esa doble pinza se fue acelerando y en la última década del milenio se empezó a poner de manifiesto mediante el inicio de fuertes, crecientes  e imparables migraciones desde los países superpoblados a las zonas más industrializadas, y el consiguiente aumento de mano de obra barata y desesperada que desequilibró la oferta y la demanda del mercado de trabajo, hundiendo las condiciones laborales.

Se aduce que es debido a la liberalización del comercio, pero en el sector servicios donde casi no influye esa liberalización de aranceles, sucede igualmente.

La crisis del 2007 fue una crisis más de la vida financiera, pero no fue el origen del problema social, sino la puntilla que hizo cada vez más visible una crisis sistémica que la gente sentía inconscientemente aunque no quería explicitar conscientemente.

Cuando le decía a mi médica (yo tengo una hija médico) que, dentro de treinta años o antes, meteremos el dedo en una máquina y nos saldrá el diagnóstico y el medicamento por otro lado de la máquina, sonrió, asintió, y debió pensar: a mí ya no me pilla. (Pero a sus hijos y a mis hijos y nietos sí que les va a pillar, como está pillando ya a taxistas, montadores de coches, etc., etc.).

Dice Errejón: “Lassalle diagnostica la discusión fundamental de nuestros días: para sectores cada vez más amplios de nuestras sociedades, las certezas de antaño, las promesas de seguridad y prosperidad están hoy rotas y se han llevado por delante con ellas la confianza de los gobernados en las élites políticas y económicas. (…) El autor acierta en su lectura de la sensación generalizada de fin de ciclo, de pacto social y político resquebrajado”.

El problema está en que Errejón ve esta crisis como una crisis de sistema económico, y que por ello se resolvería cambiando las relaciones socioeconómicas de producción, cuando en realidad es una crisis de sistema de estructura tecnológica.

Y por ello, la única solución a esta crisis tecnológica, sería una moratoria total de investigación científica y tecnológica, lo cual es totalmente imposible sin un gobierno mundializado, y además sería algo retrógrado y contrario a los impulsos de creatividad de la inteligencia humana.

Porque además eso se complementa, como una tenaza, con la enorme explosión demográfica actual (cien millones anuales), de la que nadie habla, como si en un quebrado, el resultado no dependiera tanto del numerador como del divisor.

Si domináramos el control de la población, el enorme aumento de la productividad tecnológica sería una bendición largamente soñada. Pero en estas circunstancias nos va a producir una catástrofe social y económica para una inmensa parte de la humanidad.

Se podrá contemplar, hipotéticamente, una moratoria tecnológica temporal, mientras se pone en macha una rígida moratoria de nacimientos, para ir reduciendo la población adecuadamente. Pero eso hoy día es algo prácticamente impensable.

Total, que si galgos, que si podencos, y nos va a comer el lobo a todos, conservadores y populistas.

 

4 comentarios

  • Román Díaz Ayala

    Yo creo que tanto Errejón como Lacalle hablan en clave política, y Isidoro García, con su singular prolijidad de mente y pensamiento  y la  plasticidad de su discurso nos lleva por donde quiere.Es cierto que con gusto nos dejamos llevar, no solo por el encanto de su estilo, cuando está versado en muchos saberes.

     

    Es muy cierto que el calibre más grueso de la propaganda de quienes manejan los hilos de la ofensiva independentista ( que ha dejado de ser meramente nacionalista ) va dirigido contra las ofensas del Partido Popular, pero ya bien quisiéramos que tan solo se tratase de  lo mismo. Entonces se cumpliría colectivamente lo que Oriol Junqueras ha repetido en muchísimas ocasiones:  aunque España fuese la más perfectas de las democracias, yo  seguiría prefiriendo una Catalunya independiente. De ahí la teoría de la emancipación, que no tiene que ser ajustada a presuntos agravios comparativos.

    Parece aconsejable que también se haga referencia a los errores que colectivamente, en términos de política, en el conjunto de España hemos cometido con Catalunya.

    Que el mundo actual comporte grandes desafíos, de enorme envergadura e insospechadas en el pasado, no quiere decir que vivamos tan condicionados hasta perder el optimismo. Aunque en su momento hayan parecido apocalípticas las muchas crisis que ha sufrido la humanidad a lo largo de la historia hasta el colapso de civilizaciones enteras, todas ellas en su conjunto se nos han sido reveladas como crisis de crecimiento. Ni siquiera la biología nos ha determinado ni es posible que pensemos que lo haga, salvo que seamos presos de alguna ideología determinada en tal sentido.

  • olga larrazabal

    Cualquier especie que aumenta desenfrenadamente cae en el desequilibrio, porque comienza a dañar el nicho ecológico que le permitió crecer.

    Muchos dicen que gracias a la tecnología eso no le pasaría al ser humano.  Pero esa misma tecnología que le permite sobrepasar los límites del nicho ecológico, alienta a la especie a seguir reproduciéndose descontroladamente. Y los seres humanos no solo nacen, comen y mueren cada vez más viejos, también tienen más tiempo de ocio que hay que llenar con esperanzas y quizás con guerras y disputas; necesitan trabajar para vivir, y no conciben repartir la torta de modo de todos trabajar menos.Si así fuera, quizás vendría el aburrimiento, generador de descontento …. y así sucesivamente.

    Moraleja:No se ve un punto de equilibrio estable.

    Quizás los catalanes andan en post de una utopía que les da un mayor grado de felicidad y tendrán que experimentarla para ver como les va. Puede ser una buena idea que la experimenten solos.

  • Isidoro García

    Muchas gracias Oscar, por tu buena mirada. Pero yo quería hacer una “extensión” del artículo, y aprovecharlo para relacionarlo con el tema de Cataluña.

    He reconocer que cuando leí el magnífico análisis de Iñigo Errejón, sobre la situación política actual mundial, (no es un tema solo de España), además de que pensé en las verdaderas causas de esa situación, (tema del artículo publicado), pensé primeramente, que esa innegable desazón sociopolítica que cunde por doquier, es debida por un deslizamiento paulatino hacia la desconfianza en las instituciones y lo que es peor, por la desconfianza en el futuro, lo cual genera sin dudarlo una auténtica psicosis colectiva, que luego sale por donde sale, en función de las personas y los ambientes locales.

    A unos les da por las drogas, a otros por el consumismo ciego, a otros por poner bombas, a otros por la independencia y a otros por una huída hacia adelante sin saber a donde se va.

    Estas psicosis colectivas antes se resolvían con una buena guerra de trincheras, donde la gente aprendía, que aunque uno esté mal, hay soluciones que son mucho peor que la enfermedad.

    Y centrándonos en lo de Cataluña, yo se que el catalanismo existe desde el siglo XIX. Pero esos eran tiempos para ello, era el auge de los nacionalismos, que constituían el gran aglutinador y la mayor fuente emocional del “arraigo”, ese arquetipo-memoria ancestral de los millones de años que hemos vivido dentro del caldo nutricio-protector de la tribu. Un “arraigo” que todos necesitamos para no sentirnos “huérfanos”.

    A mí lo que me extrañaba del actual e innegable fervor popular de millones de catalanes, era que a ojos externos y analíticos, parece algo extemporáneo, fuera de los vientos de la historia del momento, que es a todas luces unionista.

    Se está clamando como si les fuera la vida en ello, que quieren emanciparse, tomar sus propias decisiones, y al tiempo se está clamando por entrar en Europa, donde todas las decisiones vienen de Bruselas, y donde además, la dinámica franco alemana actual, después del Brexit, va hacia una unificación aún mayor.

    Entiéndaseme, no me extraña que política e intelectualmente uno piense que sería bonito, oír su himno antes de un partido de su selección de fútbol, o tener un sillón en la Onu, o Europa, a mí lo que me extrañaba es el enorme fervor nacionalista general, que se está agudizando y acelerando desde hace quince años. Se ponen excusas de ofensas recibidas del PP, pero a mí esa explicación me parece artificial, válida solo para una minoría muy politizada, no para la masa generl.

    Lo que es evidente es que existe un fenómeno psíquico colectivo, que afecta a una gran masa de catalanes, y eso quizás el análisis de Errejón, sobre la situación socio-político-anímica de la situación social, podría explicarlo.

    El innegable auge del populismo, en Europa y América, no es casual, responde a una situación psicológica colectiva, a la que nos ha traído la dinámica estructural humana actual. Vivimos en tempos “líquidos”.

    Mi padre, en tiempos mucho peores que los actuales, trabajaba de sol a sol, con la confianza de que sus hijos estudiasen, y tuviéramos una vida mucho mejor.

    Hoy, aún teniendo una vida mejor, ya solo hemos dado estudios a nuestros hijos, con la esperanza de que tuvieran trabajo. Y tememos por nuestros nietos. Somos conscientes de que algo se ha quebrado en esa confianza.

    Dice Errejón una frase crucial: “No existen sociedades sin mitos, relatos y metas compartidas en torno a las cuales construir orden y anticipar soluciones a los principales problemas del momento”.

    Pero hoy nos hemos desarmado de mitos. Primero dejamos de creer en Dios, y adoramos al Progreso. Ahora “entre los escombros de la fe en el progreso”, ya no sabemos en que creer.

    Y nos agarramos a lo que sea, el consumismo, el hedonismo, el activismo ciego político, o el independentismo, que nos va a resolver todos los problemas de la vida. Cuando no algunos vuelven atrás y se agarran de nuevo a un integrismo religioso fanático, como un ahogado se aferra a un madero.

    Acabo. En una serie de tv, “Turn”, se dice una frase, que viene como anillo al dedo, a todas las polémicas políticas actuales:

       “Debemos crear un mundo nuevo desde el viejo. Y nuestra actual disputa es del viejo”.

  • oscar varela

    Hola!

    CRECIMIENTO

    * demofráfico

    * tecnológico

    Dos factores de primera magnitud para el porvenir.

    ¡Bien y Gracias Isidoro!

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