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La sinrazón de un impostor

XIMO2A raíz del 4º Aniversario de la elección de Francisco se han publicado una serie de artículos en varios medios. ATRIO ha ido dando razón de ellos en su columna central y en algunos comentarios. Cabe destacar, entre estos, los escritos de Eduardo Valdés, resumido por Oscar Valera, y el de Ignacio Calleja. Pero merece especialmente ser leído éste de Ximo García Roca, publicado ayer en iviva.org.  No dejes de leer en el fin de semana todo lo efrecido ella, incluido el interesante análisis seriado de vaticainsider, para formarse una opinión personal. No es bueno ante un hecho así quedarse con estereotipos. AD.

A los cuatro años de su elección como obispo de Roma y pontífice de la Iglesia católica, Francisco ha cosechado todas las máscaras imaginables y los ataques arbitrarios e irracionales de los conservadores tras afirmar que él “nunca había sido conservador”, atreverse a “descalificar al capitalismo como un sistema injusto” y desear “una Iglesia pobre para con los pobres”. Rubén Amón, brillante e inteligente articulista de El País, ofrecía un artículo con el título ¿Y si Francisco fuera un impostor?, en el que le atribuye el oficio de “impostor”, sustentado sobre el incumplimiento de su cargo; de “prestidigitador”, en una sociedad crédula y sensiblera; “papulista” por ser la suya una revolución de las formas y apariencias; “cosmético” por no abordar las trasformaciones de fondo, y “telepredicador” a causa de su excesivo carisma en la comunicación. Nos preguntamos si poseen algún significado real y objetivo, o responden a una época que el autor llama de “percepciones y sensaciones” frente al tiempo de las verdades.

Las dudas, reproches y sospechas que a Rubén Amón le merece Francisco no deberían ignorarse no sólo porque están formuladas correcta e inteligentemente, sino también porque muestra que la oposición a Francisco se cultiva igualmente en el universo ilustrado y progresista; quizá sirva para despertar del sueño progresista que llevó a algunos a creer en el carácter inevitable e irreversible de las reformas eclesiales. Es un espejismo que se puede convertir en catástrofe, si llegan a hacer un frente común las retóricas reaccionarias y las progresistas.

Los alegatos contra Francisco se apoyan en algunos mantras del pensamiento progresista que no son susceptibles de comprobación. El primer mantra consiste en afirmar que Francisco “cambia algo para no cambiar nada”. En su primera exhortación programática, La alegría del evangelio, sin engaños y encubrimientos, afirmó que “el tiempo es superior al espacio” para indicar que los cambios son procesos, que se inician y no tanto espacios que se conquistan, transformaciones en onda larga y procesual. A nadie se le ocurre decir que la transición española no cambió nada porque no trajo de golpe la democracia plena, ni acabó con las prácticas y prejuicios franquistas. Si a los 50 años de la muerte del General nadie está seguro que se hayan superado sus huellas ni eliminado sus marcas, ¿por qué exigirlo tras cuatro años de “legislatura”?

Un segundo mantra consiste en sostener que “o se cambia todo o ningún cambio sirve para nada”. No cabe duda que se podía empezar por acometer morales y costumbres, que no tienen arraigo evangélico, y sería inexcusable que –más bien pronto que tarde– no se aborden. Francisco entendió legítimamente que el tamaño de la reconstrucción de la Iglesia tenía que remover los cimientos, sensibilidades e imaginarios colectivos en línea con la tarea interrumpida del Concilio Vaticano II. A un enfermo terminal, que le fallan las constantes vitales, no se le debe preguntar por el colesterol, dice gráficamente Francisco al ser interrogado por las cuestiones morales que preocupan al articulista: el divorcio, la homosexualidad, el aborto. Lo previo, consiste en declarar itinerante al pueblo cristiano y a las iglesias en permanente reforma. Solo si el cristianismo descubre la dimensión histórica de la fe y el valor de los signos del tiempo  podrán legitimarse las reformas. El articulista tiene dificultades para entender la naturaleza histórica de la Iglesia a la que supone con  “leyes escritas en piedra”, lo que le condena a “insinuaciones cosméticas” Por el contrario, incorporar la historia a la comprensión del evangelio explica ese elemento retardatario de una institución milenaria que ha crecido en los últimos siglos de manera auto-referencial.

Un tercer mantra, que comparten progresistas y reaccionarios, consiste en identificar erróneamente el poder con la fuerza, el privilegio con la gloria, el primado con la ostentación. Esta confusión está tan arraigada en el imaginario colectivo que se postula que la seguridad se construye con medios militares, las migraciones se controlan con la marina de guerra. A Rubén Amón no le gusta que Francisco haya decidido “hacerse hombre” porque ello “sacrifica el primado” y “deteriora su poder sagrado”. Tiene razón si no fuera porque Francisco pretende “renovarse desde la frescura original del Evangelio”, “vivir el Evangelio sin glosa, sin comentario”. Considerarse un pecador falible necesitado de la misericordia de Dios chirría a una cierta forma de entender el poder sagrado, que no se ha liberado de la representación histórica de un Papa justiciero, distante en tiara y silla gestatoria. Sin embargo, es una consecuencia coherente de someterse a una ola evangélica, que en sus orígenes tiene a cuatro pescadores. Son conocidas las prácticas franciscanas  en franca oposición a jerarcas que construyen pisos ostentosos y viven como príncipes. La cultura posmoderna no ha soportado con gusto la renuncia al espectáculo de mitras y ornamentos, rojos y morados, tiaras y sillas gestatorias. El articulista no soporta bien “un papa cercano, próximo, al que se le puede tutear” que hace tambalear al Pontifex maximus.

Una cierta sensibilidad progresista cree que sólo los cambios legislativos producen buenos resultados; basta legislar para superar la violencia de género, o desarrollar un decreto para reducir los accidentes de tráfico; mientras tanto, crecen los asesinatos a mujeres y las muertes en carretera. Este espejismo le reprocha a Francisco que renuncie a la vía autoritaria e impositiva a favor de la convicción, del diálogo, de la tolerancia y de la misericordia, cuyo tiempo no sólo es largo, sino que requiere de la cooperación y participación de múltiples y variados actores, ya que superan con creces a un pontífice. Basta observar las recientes elecciones en la Conferencia Episcopal Española para constatar que el diseño de Francisco no ha calado en muchos dirigentes El propio Francisco ha identificado en su reciente discurso a la Curia Romana las “resistencias maliciosas” y el “gatopardismo espiritual” que esperan que pase como una enfermedad estacional. Mientras esta deslealtad exista, tendrá razón Ramón Amón al considerar cosméticos los cambio promovidos por Francisco. Pero esto no se le puede imputar al papa y hacerlo es equivocar el objetivo.

Rubén Amón reprocha a Francisco mostrar más simpatías por Cristo que por Dios. Creo que acierta en su diagnóstico pero sería interesante mostrar lo que supone. Ciertamente, Francisco sólo está legitimado magisterialmente para hablar del Dios manifestado en Cristo. Y de este modo se  abre la posibilidad misma de inaugurar el encuentro entre religiones, ya que junto a la vía cristiana de acceder a Dios –ni única ni excluyente– se reconocen múltiples y plurales vías legítimas de acceso religioso a Dios, propio de las religiones del mundo. Asimismo, se distancia de las funciones sociales de la religión, más interesadas por mantener el orden que la justicia,  la insuficiencia humana que la alegría del evangelio. Me lo recordaba mi amigo de estricta ortodoxia católica al reconocer que dejó de interesarse por el papa cuando empezó a hablar de economía en lugar de hablar de Dios. Mi amigo buscaba un Dios invisible e indoloro y Francisco le ofrecía un Dios comprometido con el sufrimiento humano.

El autor se siente comprensivo ante el desconcierto que causa Francisco en los católicos “ortodoxos” (sic) pero olvida la gran liberación en la gente corriente que por fin puede dice “a este papa lo entiendo y me interesa cuando nombra a los migrantes o invita a abrir las casa y bienes de la Iglesia a los refugiados”. Ignora igualmente la ampliación de la base social de la Iglesia hacia las periferias, tradicionalmente indiferentes u hostiles. Para quién es Francisco un impostor. Que la Iglesia católica recupere su conversión misionera y abra sus muros, defrauda sólo a aquellos que la consideraban su propiedad y sufren el síndrome del hermano mayor del evangelio que no celebra el abrazo del hijo menor. También lo pueden considerar impostor quienes consideran que el estado natural de la sociedad es el laicismo y no consienten, que ese espacio presuntamente ocupado por propuestas laicistas, se sientan amenazados por propuestas de vida justa y feliz. Los amos del mundo se sienten defraudados por todos aquellos que se posicionan críticamente ante el capitalismo, reclaman la centralidad de los pobres y procuran por el cuidado de la tierra. El artículo se cierra con una afirmación que marca la índole del argumentario. “Francisco es el papa de Podemos, de Maduro y de Kirchner, una correlación bolivariana de la Iglesia”. ¡Acabáramos! Por fin se ha entendido algo.

8 comentarios

  • José Ignacio Calleja Sáenz de Navarrete

    Yo he valorado mucho esta reflexión de García-Roca provocada por la de Rubén Amón (El País), pero precisamente, la última frase, donde varios veis la explicación más rotunda del artículo de origen, no es mi caso. Me parece equivocado determinar (o casi) el conjunto de los argumentos de Amón, del hecho de que dé cuenta de algunas filias y fobias políticas personales. Creo que no me equivoco si digo que me suena a un cierto argumento ad hominem, y que me han aplicado algunas veces. Es el “¡ah, bueno, eres católico! Ya se explica todo!; o ¡ah, bueno, eres creyente, ahora entiendo todo!”, etc. Como si pertenecer a un grupo “x” determinara con obediencia militar mis razonamientos. No lo asumo bien y, por tanto, no lo aplico a otros. Sólo era este matiz. El argumentario de Rubén Amón se tiene de pie, a mi juicio, piense lo que piense de con quien simpatiza Francisco, o con quien simpatiza él mismo.

  • Ramón Gascó

             Yo tengo un argumento bien fundado de que este Papa tiene el éxito(?) bien garantizado. Mi único argumento es que yo confieso que su “mantra” es el Sermón de la Montaña. Vengo siguiendo apasionadamente su proceso y he comprobado que en todas las dificultades y ataques no tiene otro recurso y, tanto si entra como si le meten -amigos ó enemigos- siempre sale airoso con el
    recurso de su único guía; el del Sermón de la Montaña.

  • olga larrazabal

    Leí muy rápidamente el artículo de El País y lo encontré sumamente rebuscado. Esta crítica me aclara la mala sensación que me dejó, ya que no me di el tiempo de leerlo de nuevo. Y me queda claro que la frase final sobre Podemos, Maduro y Kichner, refleja exactamente de donde viene tanta prestidigitación y rebuscamiento.

    El País, muestra exactamente su posición ideológica.

    Con lo único que difiero de Joaquín García R. es su referencia al laicismo y la búsqueda de la felicidad.  Justamente el laicismo es una posición que descarta el sufrimiento como modo de vida y su justificación como vehículo para irse al Cielo. A un laico no se le ocurriría usar un silicio, ni arrodillarse aunque duelan las rodillas, ni ofrecerle estos sufrimientos a ninguna divinidad.

  • Isidoro García

    No seré yo quien critique a Francisco, que el pobre hace lo que puede que no es mucho, dadas las graves y complejas dificultades de su labor. Pero si que voy a criticar a sus defensores. A lo papistas.

    El actual Papa, sufre la cruz de la moneda del superculto a la personalidad papal endémico en la Iglesia.

    Desde que soy niño, vengo oyendo en los medios de comunicación afectos, los ditirambos y admiraciones de todos los Papas que estaban en ejercicio. Todos los Papas, eran el “ViceDios” en la Tierra, pero de verdad, no de broma.

    Todavía Juan XXIII, el bueno, en 1960, iba encima de unas parihuelas, (silla gestatoria), transportado a hombros de unos costaleros, como las imágenes de Semana Santa. Y era normal. Eso se modernizó y se eliminó, pero los viajes papales, son un baño de masas, una orgía de culto a la personalidad, con movilizaciones de cientos de miles de personas, hasta millones, y recibimientos mucho mayor que a las estrellas del rock o a los futbolistas más cotizados.

    Y claro, luego la gente, espera el “concierto”. Espera que esa “estrella mediática” solucione sus problemas, no sólo los eclesiásticos, sino los generales.

    Y Francisco no puede decir que su reino no es de este mundo. Reivindica un rol de guía moral mundial, que la sociedad general le otorga con reticencias, (¡médico, cúrate a tí mismo!), y asume en los medios, una autoridad moral, no solo como persona sabia, sino como líder de la Iglesia, que aunque formalmente no tiene el don de la infalibilidad, en la práctica se reviste de ella, y la toma por asalto, (como otros el cielo), abusando del Espíritu Santo, que para muchos es un argumento definitivo de autoridad de sus pensamientos: Lo dice el Papa, palabra de Dios. 

    Y Francisco, o el Papa de turno, cuenta con un aparato propagandístico, aún inmenso y poderoso. No en balde la I.C. es la multinacional de la cultura más poderosa del mundo. La Unesco, es la segunda, a años luz de la I.C. Por ello lo que diga el Papa importa mucho, y tiene mucho eco en los medios.

    ¿Y quiénes son los papólatras?. Los hay de dos tipos. Los que están con el Papa a muerte, por el cargo, sea quien sea, y los que lo son con el Papa que opina como ellos. Los primeros, que son la mayoría, son los del “¡Juan Pablo segundo, te quiere todo el mundo!, rima que ahora habrán cambiado con Francisco, que podría ser algo así: ¡Amigo, Francisco, a los capitalistas, hazles cisco!.

    Les da lo mismo arre que so. Son fieles, y con esa fidelidad canina, esperan  ganarse la vida eterna, (porque se lo han inculcado de niños en la catequesis, claro).

    Los segundos son distintos. Entre estos, se da la circunstancia de que ahora con Francisco, muchos de los que le jalean, ni son practicantes, ni bautizados, y son declarados enemigos de la Iglesia y sus privilegios. Pero coincide con sus ideas sociopolíticas y ya sabemos que la política hace extraños compañeros de cama. Pero yo en esa cama dormiría con un ojo abierto, y me pondría de espalda a la pared.

    Total que Francisco está en un buen lío. No puede cambiar nada verdaderamente importante para actualizar el mensaje de Jesús, porque él es conservador religiosamente hablando, y encima los hay mucho más conservadores que él.

    Y encima se mete en territorios muy políticos. Una cosa es advertir de los excesos y abusos del capitalismo, y otra dar a entender que el capitalismo es intrínsecamente perverso. Ahí, lo quiera o no, se ha lanzado al barro de la política de partidos, alineándose con los partidos antisistema, que hoy por hoy, son minoritarios en Europa, y que lógicamente lo cuentan entre sus aliados políticos.

    Con lo que se ha ganado muchas más antipatías.

    El terreno político, es muy diferente del terrero cultural y religioso, donde las diferencias de opiniones suelen ser respetuosas, y tolerantes. En el debate político reina el sectarismo. El conmigo o contra mí. Es terreno, donde junto con personas sensatas medran los desequilibrados y los trolls, que consideran que tienen razón y que vale todo para defender su razón.

    Por eso considero que Francisco está metido en un buen lío, porque ya no sabe de verdad quienes son los suyos y quienes los otros: “¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!”.

  • pepe blanco

    A la espera de poder escribir un comentario más sesudo, querría ahora comentar que sorprende que se destaquen en la entradilla tres artículos y no se destaque el que ha motivado directamente dos de ellos.

  • ELOY

     
    Argumentario endeble el de Rubén Amón, como bien dice el articulista:  
     
    El artículo se cierra con una afirmación que marca la índole del argumentario. “Francisco es el papa de Podemos, de Maduro y de Kirchner, una correlación bolivariana de la Iglesia”. ¡Acabáramos! Por fin se ha entendido algo.”
     

  • Antonio Toston De la Calle

    Yo había leído el artículo de Amón y esperaba……esperaba que alguien se diera cuenta de que en  el final del mismo aparece la motivación real y última del montaje del mismo. Ahí estaba escondido el aguijón de los  “mantras”.¡¡Y por fín ha salido la postverdad, es decir la buscada mentira para asestar a todos los que ven en Francisco un rayo de esperanza. Y de paso “nada más” que colgarle lo del populismo.Enhorabuen JOAQUÍN GARCÍA ROCA.

  • Gonzal Haya

    Muy acertado lo de los cuatro mantras

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