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Animales… ¿racionales?

jbadaLa víspera de celebrarse el Día Internacional de la Lengua Materna –en Zaragoza, por cierto, con un acto entrañable en el Paraninfo de la Universidad presidido por el rector y la consejera de Educación, Cultura y Deportes–, supongo que los animalistas celebrarían el Día Internacional del Gato. Aunque no figure entre las declaradas por la Asamblea General de las Naciones Unidas, esa fiesta se viene celebrando el día 20 de febrero en memoria y homenaje del que fuera inquilino de la Casa Blanca: un gato llamado Socks.

Solo los animales racionales somos capaces de hablar y pensar inseparablemente. Aunque a veces – esa es otra – utilicemos a medias dicha capacidad; ya sea porque hablamos a tontas y a locas sin pensar lo que decimos, o pensamos sin hablar con nadie o hablando con la pared. Los gatos en cambio no dicen nada como todos los animales, ni piensan nada que sepamos. Y hay que ser muy animal para creerlo. No obstante y respetando cualquier opinión o creencia, yo pienso y creo que solo los hombres se entienden hablando y las mujeres también, por supuesto; aunque haya que decirlo para que no se olvide en un mundo donde aumentan los gritos, se escucha poco y los machistas matan a las mujeres. Eso es lo que pienso, lo que creo y lo único que pretendo. Aborrezco todos los “-ismos” y hasta el humanismo me viene grande y lo rechazo en cierto sentido. No pretendo pasar por humanista, si por ello se entiende ser individuo de una especie que no va a más. Tampoco soy animalista, me contento con ser un animal…racional. Y es por eso que escribo lo que pienso, para entenderme y entendernos: para darme a entender, no sin prestar atención a los demás y tratar de comprender.

 

Hablar de las lenguas minoritarias o no, vernáculas o maternas, nacionales u oficiales, es en cualquier caso hablar de la lengua que solo existe cuando se escucha. La lengua es la palabra y la palabra cabal es el diálogo. En un mundo en el que los seres humanos se entienden hablando, en el que ejercen como animales racionales, se advierte la diferencia frente a los animales, sean gatos o perros, mascotas, animales de compañía, o animales salvajes sin domicilio. Pero cuando la lengua se degrada en herramienta para hacer cualquier cosa que no sea entenderse las personas y se abusa de ella, el mundo se embrutece y los hombres terminan matándose como unas bestias. No hay posverdad para quien busca la Verdad, lo que viene cuando ya no se busca ni se escucha es la “poshumanidad”.

Se llamaba “res” en latín a lo que nosotros “cosa” en castellano, pero también a una oveja y a una vaca; es decir, al individuo o cabeza de un ganado. Siendo éste el total de cabezas o capital propiamente dicho en origen: el conjunto de bienes muebles que se diferencian de las cosas que no se mueven como la casa o la tierra que llamamos inmuebles. En el artículo 333 de nuestro Código Civil se considera a las mascotas bienes muebles. Los animalistas, que defienden los derechos de los animales, piden la abolición de ese artículo. Borrada la diferencia entre animales racionales e irracionales, no hay por qué discriminar a los segundos. Pero eso es confundir el tocino con la velocidad: el cuidado que debemos tener de los animales y aún de todas las cosas con el deber de respetar unos derechos que los animales no tienen, no echan en falta, ni reivindican.

No es el gato el que pide un homenaje, ni la mascota la que exige un respeto a sus derechos. Los que sí piden que se les escuche son las personas que hablan, incluso los catalanes o los aragoneses que hablan catalán. No hay lenguas prohibidas y todos tienen derecho a hablar en la que aprendieron también a escuchar. No escuchar a otras personas nos hace más brutos que los animales, que son lo que son sin que esto justifique ningún maltrato. Pero cuidar a los animales no los hace más humanos, hace mejores a las personas que los cuidan. Las mascotas mejor cuidadas no dejan de ser unos animales. Los cuidadores también son unos animales… racionales, pero menos que animales si no escuchan a los otros. La razón es un valor añadido que se paga: el que puede y no escucha contrae una culpa que no puede contraer un animal.

En esta sociedad de mercado donde todos gritan –no solo en los mercados sino en los medios de comunicación y en el parlamento, sede de la palabra para más inri– lo que se echa en falta es la audiencia y la atención debida. ¿De qué sirve la libertad de expresión si no hay quien escuche? En este mundo las lenguas maternas más que reliquias son el residuo y todas se convierten en basura con el mal uso que se hace de ellas, apenas se salva el inglés cuando da para comer a pedir de boca. Aunque para eso solo basta con decir miau como los gatos… siempre y cuando sean de la familia.

José Bada

22-2-2017

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