Aristóteles nos plantea los grandes interrogantes de la persona humana: el entorno que nos rodea y nuestro papel en él, el deseo de conocer, pensar, debatir, simbolizar…la capacidad de reflexión ético-política para la consecución de la dignidad humana frente a la esclavitud.

Y de la capacidad de pensar, desde la metafísica, a los interrogantes “científicos” sobre la física, el universo, la clasificación de las especies….Con la penuria de instrumentos de su época, se atrevió a pensar y equivocarse, incluso con errores tan gruesos como la teoría de la tierra como centro, o la inmutabilidad de las especies.

Un sustrato riquísimo de pensamiento, de filosofía, que se ha ido enriqueciendo durante siglos con la aportación de otros muchos pensadores, que, en cierto modo culmina en la filosofía de la Ilustración y se sigue enriqueciendo. Tan importante que ya se empieza a hablar de su XXIV centenario, con años de antelación a lo que nosotros nos sumamos en estas líneas.

Porque valoramos nuestra civilización, queremos valorar y celebrar las raíces profundas de pensamiento que la conforman,   de su “núcleo duro”, que lo son, a su vez, del pensamiento humano, el más preciado “patrimonio de la humanidad”, en el que se incluyen otros pensamientos humanos, otras civilizaciones.

Hasta hace poco, y quizá todavía es así para muchos, hemos considerado que la única civilización, el único “núcleo duro” de pensamiento, la única forma de entender y organizar las sociedad era la nuestra o, por lo menos, era la mejor. Hoy empezamos a entender y aceptar, en una perspectiva global, que coexisten diversas civilizaciones, diversas formas de pensar y de entender la persona humana en sociedad.

Y, entre las diversas civilizaciones dominantes por su número de seguidores, emerge, o, mejor, reemerge la civilización china, que influyó durante muchos siglos en un amplio abanico de pueblos y países, con una gran población. Aunque su peso milenario y sus grandes pensadores y filósofos hayan sido ignorados en la civilización occidental, tanto en Grecia como en Roma o Bizancio, o en el Renacimiento humanista europeo, y muy ignorados aún hoy día, hasta hace pocos años.

Hay una excepción importante y significativa en esa ignorancia: la mayor parte de los grandes filósofos de la Ilustración recibieron información sobre China, curiosamente, a través de algunos “ilustrados”, jesuitas científicos y filósofos, que habían llegado a China para transmitir su fe religiosa, profundamente occidental y, contradictoriamente, narraron maravillas del Estado, la civilización y la filosofía chinas, hasta con entusiasmo: empatizaron tanto con ellas que fueron condenados por el Papa, con la prohibición de sus ritos de asimilación.

Pero muchos de los grandes filósofos de la Ilustración, desde Montesquieu, a Voltaire, a Leibnitz (que valoró la civilización china como superior) o Kant (que fue apodado por sus colegas “el chino”… ) no se plegaron a tal condena y siguieron ese mismo proceso de empatía y admiración, incluso excesiva, con los pocos datos que tenían.

Para muchos intelectuales y pensadores chinos fue el mayor esfuerzo de diálogo que se ha realizado entre nuestras dos civilizaciones, personalizado en ese grupo de intelectuales y sobre todo, en la figura más conocida de ellos: Mateo Ricci, o “Li Ma Dou”. Buena parte del acervo de estudios, traducciones y escritos suyos y de sus compañeros se encuentra en la Biblioteca de Shanghai, “Xu Jiahui”, nombre de su antigua residencia: unos 600.000 volúmenes, en 20 idiomas, acumulados durante 200 años y, sorprendentemente, salvados de guerras e incendios.

Aquella experiencia de diálogo, tan amplia en el tiempo y profunda, se interrumpió, en gran medida, por el veto de un Papa y la reacción airada del Emperador Jianlong que consideró esa prohibición como un insulto a la cultura china. Como consecuencia, los “sabios extranjeros” perdieron parte de sus privilegios e influencia.

Evidentemente, son muchos los occidentales que han seguido esa tradición de estudio y diálogo con la civilización china en los últimos dos siglos: infinidad de libros, traducciones, Congresos, debates… Y seguimos en ese empeño desde muchos foros: modestamente lo intentamos desde Cátedra China, como Centro de Pensamiento multidisciplinar. Esfuerzo que tropieza con no pocas dificultades por la resistencia, los estereotipos….

Ahora surge una nueva esperanza de encuentro, de posibilidad de diálogo, de aproximación: la Nueva Ruta de la Seda es esa nueva esperanza, la oportunidad de repetir aquel intento. Hoy con grandes ventajas históricas: la reemergencia de China se consolida, la globalización ofrece nuevas perspectivas, los intercambios turísticos crecen, la internacionalización de la ciencia y la tecnología, la extensión de las infraestructuras y la comunicación…. En el espacio el espacio euroasiático de la Ruta dela Seda conviven las cuatros civilizaciones principales, con sus grandes conflictos no resueltos, con la necesidad imperiosa de diálogo, con múltiples plataformas de cooperación…, que confluyen en el proyecto global de la Nueva Ruta de la Seda, que incluye entre sus objetivos básicos el intercambio cultural, el diálogo entre pueblos, naciones y civilizaciones.

El siglo XXI puede ser, tiene que ser el del diálogo entre civilizaciones para resolver todos los conflictos que nos enfrentan, reconociendo nuestras diferencias y buscando   los puntos fundamentales que nos pueden aproximar, y los principios ético-políticos de la convivencia global. Nosotros, en nuestra modesta aportación, apostamos por ello.