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Confusión en la Espiritualidad: las tautologías

Isidoro

El rincón de soñar (6)

“Los primeros serán los últimos, y los últimos, los del final”.

En la gran confusión que prolifera en el campo de la espiritualidad, uno de sus mecanismos estrella es la tautología que tanto abundó en Oriente, y que aquí en los ambientes orientalizantes vuelve a proliferar.

El tautólogo suele ser un sofista, pero de menos categoría, algo así como un litro de gaseosa metido en una botella de Moet Chandon. Pues en vez de molestarse en exprimirse el cerebro, en encontrar razones para la sinrazón y así, por ejemplo, demostrar que nunca una liebre alcanzará a una tortuga, o que el movimiento no existe, atacan a su víctima con la táctica del “rey desnudo”, acomplejándolos de tal manera que si no aceptan sus fruslerías es que no son lo bastante “profundos”.

Son los que te dice que entre el ser y el no ser existe una tercera posición y se quedan tan panchos, dejándote con la duda de cómo será uno tan tonto que no lo comprende.

Las tautologías son frases del tipo de “todo tiempo pasado fue anterior” o “de cada diez personas que miran televisión, cinco son la mitad”. Pueden sonar a chistes y de hecho lo son, pero si eso se dice después de haber estado diez horas haciendo zazen, es verdad que suenan de otro modo.

Es como crear una nueva metarrealidad. Algo como la última novedad del equipo del Restaurante Bulli, que tras arduos esfuerzos ha creado una nueva agua mineral con sabor de agua del grifo. (Según “El Jueves”).

Y todo esto siempre bien acompañado de una buena verborrea. Como dicen en un blog: “En sus comienzos la señal de estar lleno del Espíritu fue el don de lenguas. Hoy, la señal de que el siervo de Dios porta la plenitud del Espíritu es, en muchos casos, la verborrea”.

Porque como coartada ante tanta patochada, se suele argüir que hay cosas que son inefables, indefinibles, que solo se pueden expresar con tautologías, como las experiencias místicas, las iluminaciones totales, las realidades de otra dimensión. Puede ser, pero en esos casos lo que hay que hacer, y lo que hacen los que saben, es practicar el silencio. “El que sabe no habla, el que habla no sabe”.

El mismo Panikkar decía que el amor sin conocimiento adecuado engendra sentimentalismo. Y este se expresa a través de la venenosa prosa poética, que hipnotiza la mente con su cantinela de bellos conceptos y nos parece que nos muestra el camino iniciático, y en realidad no nos dicen nada útil y práctico.

Porque el gran peligro de estas expresiones poético-sentimentales, es que si se entienden de verdad, suelen ser muy certeras y profundas, pero la floritura en que vienen envueltas, suelen atraer y dejar tirados en la superficie a muchos buscadores poco avezados.

Expresiones como la de que cuando estemos en una bifurcación de caminos, escuchemos a nuestro corazón y vayamos hacia donde “el corazón nos lleve”, que antes que Susana Tamaro, utilizó Castaneda poniéndolo en boca de su Don Juan de palo, pueden ser muy útiles o muy peligrosas según como se utilicen.

El honrado lector que lo lee con la boca abierta ante tanta sabiduría, debería ser conscientes de que nunca hay atajos, que nunca hay garantías de nada, que no hay camino. Que se hace camino al andar.

Soy consciente de que algunas intuiciones muy profundas tienen muy mala expresión lingüísticas y que por ello a veces la tautología puede ser inevitable, pero siempre será involuntaria. Lo malo es que luego hay muchos que adoran el santo por la peana, pues no alcanzan más alto, y repiten como loritos esos fracasos en la expresión de la experiencia, pero ellos lo hacen de forma deliberada e incluso torticera.

Decía T.S. Elliot que “el poeta obscuro es aquel que no se entiende a sí mismo”. Por eso de poeta místico, desconfiad. Dicen que Santo Tomás cuando recibió la iluminación, dejó la pluma en el tintero, y no volvió a escribir una palabra: ¿para qué?

“Lo bueno, si breve: es bueno, breve y una gran faena”.

4 comentarios

  • Isidoro García

    Amiga M.Luisa: Yo creo que la frase de Pannikar significa que si no se conoce lo que se ama, se deja uno llevar por una emoción genérica, que de alguna forma se ha establecido en ciertos ambientes, que es buena por sí misma.

    Yo utilizo la frase, justo para denunciar la prosa poética, que es la expresión literaria de una estética insulsa, artificial, facilona y ventajista.

    Yo no soy especialista en estas cosas, pero a mí me parece que justo cuando no disponemos de una moral bien fundamentada en realidades profundas, (la ciencia, el conocimiento y la reflexión), ante el temor innato al vacío, se echa mano de la estética, que para mí, no es más que un sucedáneo arbitrario de la ética.

    La estética es un abandonarse a las emociones, y eso es muy peligroso, sobre todo cuando no hemos conseguido sanear y equilibrar nuestra psique, mediante el proceso de maduración y autorrealización. Porque entonces quedamos en manos de nuestras pulsiones subconscientes, para lo bueno y para lo malo.

    Yo reconozco que estoy poco dotado para lo emocional, y por eso soy alérgico a los llamamientos sentimentales per se, porque eso es lo bueno, y lo que se debe hacer. Frasecitas como hay que ir donde tu corazón te lleve, me parece muy bien si traducimos corazón por mente-espíritu subconsciente, pero no si es un llamamiento a la sentimentalidad como algo siempre oportuno en nuestra vida.

    La gente excesivamente sentimental, suele renunciar a reflexionar, y eso es muy peligroso, tanto en la vida sentimental personal, como en la política como incluso en la religión. Ejemplos hay a patadas todos los días.

    Pero no me hagas caso, porque en estos temas soy un lego teórico y además como en realidad soy hipersensible, me autorreprimo férreamente, para seguir manteniéndome en pie de una pieza.

    Dice Gregor Von Rezzori: “Hay quien atesora como una joya secreta los momentos hermosos del pasado. Otros los van arrastrando como un presidiario su bola de hierro. Y en las naturalezas sensibles, se juntan ambas cosas”. Por eso odio la prosa poética y la sentimentalidad desatada.

     

  • M.Luisa

    Leo del artículo lo siguiente: el mismo Panikkar decía que el amor sin conocimiento (adecuado?) engendra sentimentalismo.

    De acuerdo, pero de lo que no estoy tan de acuerdo es que luego para su interpretación, qué querrá decir Panikker con ello?,  se confunda sentimientos por sentimentalismo.

    El amor   y conocimiento se implican mutuamente, es decir,  no hay amor sin conocimiento y no hay conocimiento sin amor. Pero entonces será la realidad de ambos la que los adecuará, no la de una mera adecuación al estilo de adecuar cosas   que por serlo bien podría consistir   tan sólo en un acto de mera intención sentimental.

    En mi modesta opinión sería entonces,  en este segundo caso, donde de todo ello se buscaría  una  poética  de  utilidad. Pero, acaso la poesía es útil para algo?

    De todos modos,  dejando por un momento la poética a un lado, en mi opinión,  ha sido  precisamente   el concepto de “conocimiento adecuado” el que, en gran parte, en la historia,  ha producido estas  mentes hipnotizadas de las que habla el escrito.

    Por tanto, esta unidad de conocimiento y amor  al que se refiere Panikkar  emerge de una actividad cuyo  fondo es metafísico que al no poderse explicar conceptualmente   se expresa poéticamente.

  • mª pilar

    ¡Gracias, me ha encantado!

    La admiración de cuanto nos rodea primero.

    Luego llega el silencio profundo… como luz que ayuda nuestra natural ceguedad.

    mª pilar

  • oscar varela

    Hola!

    Si se “sueña” en un “rincón”

    ¿Cómo se sale de él?

    y en este lindo caso de Isidoro

    ¿Cómo se sale de la “explicar lo mismo por lo mismo”?

    ¡Vamos todavía! – Óscar.

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