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Las migraciones contribuyen al desarrollo de los pueblos si transformamos el miedo en acogida

Una reflexión hecha por un grupo de cristianos comprometidos.

Es de lamentar que, hasta hace poco, haya prevalecido la indiferencia ante un sufrimiento tan grande como el de las personas refugiadas y las inmigrantes. La sacudida que experimentamos nos obliga a reflexionar para adoptar un posicionamiento eficaz.

El ver por TV a gran número de personas huyendo, en condiciones penosas, de bombardeos y ataques indiscriminados nos impacta emocionalmente y nos mueve con mayor impulso a la misericordia, pero no debemos olvidar que, tanto las refugiadas reconocidas legalmente como las no reconocidas y cualquier otra inmigrante, tienen idénticos derechos, y nosotras y nosotros idéntica responsabilidad hacia todas ellas. No podemos hacer acepción de personas.

Que el afán de seguridad se anteponga en Europa a la dignidad y los derechos de la población migrante sólo puede explicarse si el interés económico y de bienestar lo justifica todo.

El avance de posturas racistas en ciertos países europeos en los que partidos xenófobos e islamófobos son los más votados, nos conduce a pensar que el problema no se resolvería solo con leyes sino gracias a la convicción ciudadana. De ahí la necesidad de sensibilizar a las comunidades en la defensa de los derechos de la gente migrante mediante el desarrollo de una cultura de la acogida inspirada en la hospitalidad, es decir, que genere prácticas además de leyes. Las personas intelectuales y las dirigentes de la política o la religión tienen la obligación permanente de recordarnos que la garantía de nuestros derechos en Europa radica en que sean universales, o sea, para todo el mundo.

Hay que superar las miradas del miedo ante el ser humano diferente; la de creerle inferior; la de la defensa de mi bienestar por encima de mi humanidad y mi ser persona; la de la impotencia que nos susurra no se puede hacer nada; la que dice que en España hay demasiada gente refugiada, cuando su número es bien escaso comparado con el de muchos otros países, sean ricos o pobres.

Hay que percatarse de que las leyes discriminatorias estimulan el grado de xenofobia y racismo de la ciudadanía y que, a mayor impedimento legal para acoger y regularizar a personas inmigrantes o refugiadas, mayor es el negocio de las mafias criminales.

Hay que pasar de la mirada de la hostilidad a la mirada de la hospitalidad, a la mirada inclusiva que se refleja en campañas como Migrantes con Derechos, a la mirada de quien sabe que compartiendo recibirá más de lo que da, a la mirada que permite ver a los otros seres humanos como los ve Dios, que no juzga el mérito ni la rentabilidad económica de la gente sino sus necesidades materiales y la de ser aceptada como parte del cuerpo social.

Siendo muchas y variadas las formas de comprometerse, pero nuestras acciones han de estar orientadas al servicio de las personas inmigrantes o refugiadas y ayudar a construir una sociedad acogedora y solidaria, que nos permita verificar que Dios se hace presente en ellas y nos llama siempre a la hospitalidad.

Si discernimos y decidimos colectivamente, confirmaremos que nuestra imagen de Dios y nuestra comunidad cristiana van por el camino de Jesús, inmigrante y refugiado cuyo abajamiento –cuya solidaridad– trajo la salvación al género humano.

Mayo de 2016
Grup de Seglars i Rectors del Dissabte

Un comentario

  • h.cadarso

    Vamos al grano, colegas, más grano que paja…Andamos algunos pensando en una campaña electoral que tenemos a las puertas, y rodedos de unos centenares o miles de inmigrantes que han obtenido la nacionalidad española y por lo tanto tienen derecho a votar. Y a buen seguro que el hecho de votar les daría un impulso importante en su conciencia de ciudadanos de este país.

    Les sugiero que intenten animar, empujar suavemente a nuestros  “compatriotas”recién llegados a la españolidad, a hacer uso y disfrute de ese derecho que han conseguido a pulso. Acabo de llevar a uno de ellos a una reunión de un grupo político español, tras haber recibido su petición de que le facilite las papeletas para votar a un partido concreto, de cuyo nombre no me quiero acordar.

    Ya me ocurrió con un marroquí el 20-D. Y me quedé con la pena de no haberrle sugerido que quiza su mujer podía haber venido también a votar. Porque supongo que a la mujer norteafricana el hacer uso del voto le supondrá un esfuerzo suplementario.

    A lo mejor entre todos podríamos generar una movida en favor de la plena integración de los emigrantes en la sociedad ene la que viven…

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