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El rostro ‘demoledor’ de la limpieza étnica israelí

Landi 2

Es verdad lo que dice María, que vuelve a ATRIO para reavivar nuestras conciencias. La crisis de DAESH y de los refugiados nos han ocultado rl drama de los palestinos víctimas del Apartheid israelí. Demoler casas para castigar y escarmentar fue ya política de los ingleses con los palestinos. A pesar de que solo sirve para inflamar intifadas, el gobierno israelí a reiniciado esa práctica que había suprimido hace unos años. ¡Todos los palestinos al gran campo de concentración que es Jafa! AD.

El rostro ‘demoledor’ de la limpieza étnica

En apenas 6 semanas, Israel demolió casi 300 estructuras y dejó sin techo a unas 500 personas.

 

Las cifras de la tragedia humanitaria creada por la guerra de Siria tienden a opacar otras más antiguas que tienen lugar en la convulsa región de Medio Oriente.

Uno de los dramas que se han vuelto casi invisibles –el más antiguo de ellos– es la continua limpieza étnica que Israel practica en Palestina. El historiador Ilan Pappé la llama “genocidio incremental”. Son distintos nombres del proyecto sionista que busca ‘limpiar’ todo el territorio de la Palestina histórica –desde el Mediterráneo hasta el Jordán– de su población nativa árabe y sustituirla por población judía traída de todas partes del mundo.

Ese proyecto se lleva a cabo a través de una infinidad de medidas legislativas, jurídicas, económicas y militares. Las demoliciones –y el desplazamiento forzado resultante– es una de las más crueles e inhumanas.

Recientemente el principal representante de la ONU en Palestina consideró “alarmante” el dramático aumento de demoliciones de hogares palestinos en 2016: en las primeras seis semanas del año, Israel destruyó 293 viviendas (49 por semana), en comparación con las 447 que fueron demolidas en todo 2015. Casi 500 seres humanos quedaron sin hogar en pleno invierno; 220 son niñas y niños. Otras 1.500 personas resultaron afectadas al perder sus medios de vida.

Además, varios miles de propiedades han recibido “órdenes de demolición”; significa que si el dueño no destruye por sí mismo la propiedad, lo hará el ejército de ocupación. La mayor crueldad se da en Jerusalén, donde las autoridades cobran enormes sumas por el ‘servicio’ de demolición; para evitarlo, muchos palestinos optan por destruir su propia vivienda.

Organizaciones de derechos humanos, de mujeres y de protección a la niñez han investigado los impactos sicológicos devastadores que las demoliciones tienen en las familias, particularmente las mujeres (para quienes el hogar es el centro de su vida), las niñas y niños. Durante la segunda intifada, un estudio reveló que un importante porcentaje de los autores de atentados suicidas habían vivido de niños la destrucción de su hogar. La demolición convierte en ruinas en pocos minutos el esfuerzo de muchos años, ya que los palestinos construyen sus casas con sus propias manos, a lo largo del tiempo. Para un jefe de familia es una doble violencia no poder proteger a su familia ni la vivienda que la cobija y que levantó con enorme sacrificio.

Las demoliciones son de dos tipos: punitivas y administrativas. En el primer caso, Israel destruye la vivienda de palestinos que cometieron ataques violentos contra israelíes. Sin mediar juicio, las fuerzas de ocupación –generalmente después de ejecutar al atacante en el acto– proceden a destruir su vivienda, castigando así a una familia entera por la conducta de un individuo (y las familias palestinas son numerosas, con muchos niños y niñas, pues en un mismo edificio suelen vivir tres generaciones).

Esta práctica despiadada fue heredada del Mandato Británico: los ingleses también destruían las viviendas de los palestinos que resistían la invasión sionista propiciada por ellos. Israel las intensificó durante la segunda intifada, al multiplicarse los ataques suicidas palestinos. La justificación es el supuesto efecto de disuasión. Sin embargo la realidad ha probado que, lejos de disuadir, las demoliciones disparan la espiral de violencia en venganza. Por eso los mismos israelíes les pusieron fin hace una década. La ola de violencia que se vive en Palestina desde octubre pasado les ha llevado a reanudarlas, a pesar de su probada ineficacia.

Pero la inmensa mayoría de las demoliciones (de viviendas, refugios, escuelas, mezquitas, corrales de animales, depósitos de agua y otros medios de vida) son “administrativas”, y la razón alegada es “construcción sin permiso”. Hay que saber que los palestinos tienen que pedir permiso a las autoridades de ocupación para construir, reformar o reparar sus instalaciones en Jerusalén Este y en más del 60 por cierto del territorio de Cisjordania (calificado como “Área C” en los Acuerdos de Oslo y controlado totalmente por el ejército israelí). Y ese permiso rara vez o nunca es otorgado –mientras las colonias se expanden permanentemente en las tierras robadas. Por eso a la gente no le queda más remedio que construir sin permiso. Situación similar viven las localidades palestinas dentro del territorio de Israel, que también son objeto de demoliciones por ‘construcción sin permiso’. La razón de fondo es la misma: la limpieza étnica y el afán sionista de judaizar toda la bíblica “tierra de Israel”.

 

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