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Lo que necesita ser incluido en el proceso educativo

BoffGeneralmente el proceso educativo de la sociedad y sus instituciones como la red de escuelas y de universidades están siempre atrasadas en relación a los cambios que se producen. No anticipan eventuales procesos y les cuesta hacer los cambios necesarios para estar a la altura de ellos.

Entre otros, los grandes cambios que están ocurriendo en la Tierra son dos: la aparición de la comunicación global vía internet y redes sociales, y la gran crisis ecológica que pone en peligro el sistema-vida y el sistema-Tierra. Eventualmente podemos desaparecer de la Tierra. Para impedir ese apocalipsis la educación debe ser otra, distinta de la que ha dominado hasta ahora.

No basta el conocimiento. Necesitamos conciencia, una nueva mente y un nuevo corazón. Necesitamos también una nueva práctica. Urge reinventarnos como humanos, en el sentido de inaugurar una nueva forma de habitar el planeta con otro tipo de civilización. Como decía muy bien Hannah Arendt: «podemos informarnos la vida entera sin educarnos nunca». Hoy tenemos que reeducarnos.

Por eso, a las dimensiones referidas añado estas dos: aprender a cuidar y aprender a espiritualizarse.

Pero previamente es necesario rescatar la inteligencia cordial, sensible o emocional. Sin ella, hablar del cuidado o de la espiritualidad tiene poco sentido. La causa está en que el sistema de enseñanza moderno se funda en la razón intelectual, instrumental y analítica. Esta es una forma de conocer y de dominar la realidad, haciéndola un mero objeto. Con el pretexto de que impediría la objetividad del conocimiento, la razón sensible fue reprimida. Con esto surgió una visión fría del mundo. Se dio una especie de lobotomía que nos impide sentirnos parte de la naturaleza y de percibir el dolor de los otros.

Sabemos que la razón intelectual, tal como la tenemos hoy, es reciente, tiene cerca de 200 mil años, momento en que surgió el homo sapiens con su cerebro neocortical. Pero antes, hace  cerca de 200 millones de años, surgió el cerebro límbico, cuando aparecieron los mamíferos. Con ellos entró en el mundo el amor, el cuidado, el sentimiento que dedican a su cría. Nosotros los humanos hemos olvidado que somos mamíferos intelectuales, por tanto, somos fundamentalmente portadores de emociones, pasiones y afectos. En el cerebro límbico reside el nicho de la ética, de los sentimientos oceánicos, como son los religiosos. Todavía antes, hace 300 millones de años, irrumpió el cerebro reptil que responde de nuestras reacciones  instintivas; pero no es el caso de abordarlo aquí.

Lo que importa es que hoy tenemos que enriquecer nuestra razón intelectual con la razón cordial, mucho más ancestral, si queremos realizar el cuidado y la espiritualidad.

Sin estas dos dimensiones no nos movilizaremos para cuidar de la Tierra, del agua, del clima, de las relaciones inclusivas. Necesitamos cuidar de todo, sin lo cual las cosas se deterioran y perecen. Y entonces iríamos al encuentro de un escenario dramático.

Otra tarea es rescatar la dimensión de espiritualidad. Esta no debe ser identificada con la religión. Subyace a la religión porque es anterior a ella. La espiritualidad es una dimensión inherente al ser humano como la razón, la voluntad y la sexualidad. Es el lado profundo, de donde surgen las cuestiones del sentido terminal de la vida y del mundo. Lamentablemente estas cuestiones han sido consideradas como algo privado y sin gran valor. Pero sin incorporarlas, la vida pierde irradiación y alegría. Además hay un dato nuevo: los neurólogos concluyeron que siempre que el ser humano aborda estas cuestiones del sentido, de lo sagrado y de Dios, hay una aceleración sensible de las neuronas del lóbulo frontal. Llamaron a esto «punto Dios» en el cerebro, una especie de órgano interior por el cual captamos la Presencia de una Energía poderosa y amorosa que liga y re-liga todas las cosas.

Alimentar ese «punto Dios» nos hace más solidarios, amorosos y cuidadosos. Él se opone al consumismo y al materialismo de nuestra cultura. Todos, especialmente los que están en la escuela, deben ser iniciados en esta espiritualidad, pues nos vuelve más sensibles a los otros, más ligados a la madre Tierra, a la naturaleza y al cuidado, valores sin los cuales no garantizaremos un futuro bueno para nosotros.

Inteligencia cordial y espiritualidad son las exigencias más urgentes que nos plantea la amenazadora situación actual.

Leonardo Boff es columnista del JBonline y ha escrito: Saber cuidar, 2000 y El cuidado necesario, 2013.

Traducción de M. J. Gavito

Un comentario

  • George R Porta

    Copio a Boff: “Generalmente el proceso educativo de la sociedad y sus instituciones como la red de escuelas y de universidades están siempre atrasadas en relación a los cambios que se producen. No anticipan eventuales procesos y les cuesta hacer los cambios necesarios para estar a la altura de ellos.”
     
    La función de la “red de escuelas y de universidades” es la de iniciar y fundar el amor por el conocimiento y promover la curiosidad.
     
    La formación humana o humanización ocurría y ocurre en la familia primero (cualquier clase de familia) y en la escuela después porque la humanización de los niños y niñas ocurre en las relaciones humanas que tengan, en una especie de sistema de retroalimentación que se mueve con el tiempo. Elizabeth Roudinesco ha hablado extensamente de “La familia en desorden” y las sociedades reflejan ese desorden. La familia y la escuela ya no sirven a los hijos/as o a los/las jóvenes, sino que los equipan para triunfar y sobrevivir.
     
    La educación escolástica no puede ir delante de la historia. ¿Qué hace delirar a Boff? Todo lo contrario, el conocimiento y la humanización debieran empujar la historia en la dirección del “bien común” pero los y las jóvenes se gradúan para vivir de su trabajo y para ello han de rastrear los salarios y éstos pueden ser encontrados donde las corporaciones obtengan dividendos.
     
    Lo mismo ocurre con la filosofía y las artes. Todo es mercancía. La escuela y la familia han de proveer el espacio en el que los y las jóvenes aprendan pronto y bien a rastrear salarios, competir por ellos, lograr éxito y satisfacción inmediatos o tempranamente en la vida. Esa es la función práctica de la escuela y ese es el desastre del mundo.
     
    Boff parece delirar cuando sugiere que el sistema de escolarización pueda encaminar a los jóvenes en la dirección de “la comunicación global vía internet y redes sociales, y la gran crisis ecológica que pone en peligro el sistema-vida y el sistema-Tierra”.  Es el mercado laboral quien los dirige a la búsqueda de éxito personal y profesional. Desafortunadamente los recursos financieros no son invertidos para los fines que quisiera Boff porque no suelen ser capaces de generar ganancias inmediatas.

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