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Maranatha

ArregiTras la muerte de Jesús, el atrevido profeta judío de la compasión subversiva, las primeras comunidades cristianas de Palestina lo invocaban con esa palabra aramea formada de dos: “Marana, tha. Ven, Señor”. Y mientras repetían con ardor esta sencilla invocación, se les llenaba el pecho de consuelo y fortaleza para seguir esperando, practicando la esperanza, anticipando su cumplimiento.

Pensaban que Jesús, mártir de su bondad rebelde y sanadora, había sido arrebatado por Dios hasta el cielo junto a sí –esas cosas pensaban entonces– y que pronto, muy pronto, volvería del cielo a la tierra para cumplir de una vez para siempre aquella esperanza que había anunciado y que había sido la razón de su condena: el “reino de Dios” o la liberación de todos los seres, el fin de toda opresión, el levantamiento de todas las condenas, y una gran mesa compartida llena de pan y de vino.

Al retorno esperado de Jesús lo llamaron en griego Parusía o Epifanía, en latín Adventus. Son los términos –presencia, manifestación, venida– con que en el imperio romano designaban las raras visitas del emperador a alguna ciudad o rincón del imperio. Pero los cristianos invocaban a Jesús como el anti-emperador. Lo invocaban con el corazón y lo hacían presente en la vida. Todo se llenaba de luz y de presencia, transformándolo todo.

Nosotros no esperamos que Jesús vuelva, pues nunca se fue. Ni que venga del cielo, pues el cielo es en todas partes. Ni que Dios lo envíe, porque Dios es Todo en todo, o está en camino de serlo. Ya no podemos creer como ellos, pero amamos y confiamos como ellos. Su mismo ardor nos inspira, su misma esperanza nos alienta. No habrá fin del mundo, pues el universo puede ser eterno. Pero hay un mundo que debe acabar: este mundo aplastado por Mamón, el Capital o el Mercado. Hay una eternidad que debemos inaugurar cada día, en cada instante: la eternidad de la vida buena, justa y dichosa. No es  verdad que “hay lo que hay” . No nos harán creer que otro mundo no es posible. Esperar es transformar este mundo en otro mundo humano, fraterno, y mucho más feliz. Esperar es reformar lo que impide vivir, como respirar es nutrir todas las células del cuerpo. Si esperamos, podemos. Maranatha.

Todo es permanente Adviento, transformación, movimiento. Espacio en expansión, galaxias inmensas, estrellas que parecen tan quietas, planetas, aire y fuego, nubes y mares, moléculas, átomos y electrones, partículas y ondas y todo lo que no conocemos, que es casi todo… ¿Qué es lo que mueve esa energía que lo mueve todo, sino el santo Espíritu, impulso viviente de toda la santa materia espiritual? ¿Qué es Dios sino este Adviento y Presencia que es y que viene, Calma viviente, Corazón latiente en el que somos y respiramos?

Respiremos. Maranatha. Hoy empezamos los cristianos cuatro semanas que llamamos de “Adviento”. Hacemos nuestros los anuncios y figuras de los profetas de Israel. Más allá de creencias y ritos, vamos en busca del glorioso advenimiento de un mundo nuevo. Que todos los seres humanos, del norte y del sur, caminemos unidos, sintiéndonos hermanos de todos los seres. Que ningún ser humano sea aplastado, tampoco un gusanillo. Que no alce la espada pueblo contra pueblo, que nadie se adiestre para la guerra. Que la tierra sea lavada de la sangre inocente derramada, y habite el lobo con el cordero. Que la justicia sea el árbitro de las naciones, que ningún pobre sea vendido por un par de sandalias, que no haya daño ni estrago en la tierra. Que la bondad nos conmueva más que ninguna amenaza, que miremos la herida más que la culpe, y la mirada cure al herido, transforme al violento, convierta al corrupto. Que la justicie llene la tierra como las aguas colman el mar. Que la justicia y la paz se besen.

El tiempo urge, pero la paz nos sostiene, a la vez que nos empuja. La paz contigo, hermana. Y contigo, hermano. Maranatha. El mundo que esperamos está viniendo, es adviento. Paso a paso, latido a latido lo hacemos llegar.

José Arregi

(Publicado el 30-11-2014 en DEIA y los Diarios del Grupo Noticias)

3 comentarios

  • h.cadarso

    Bellísima lectura del Adviento, de la esperanza cristiana, de lo que fue, hasido y será. ¿Quizá demasiado “contemplativa”, como de quien espera que las nubes lluevan al Justo y los cielos derramen chaparradas de maná sobre el desierto?
    Me alegra que el colectivo de la humanidad camine hacia un Paraíso seguro, pero me siento defrudado si ese Paraíso llega cuando yo ya me haya ido…No me gustaría llegar tarde, perder el autobús.
    Por favor, Joxé, ponle a tu Adviento un poco más de tensión, de angustia, de urgencia, de compromiso, de militancia. El cristiano quiere que Jesús se haga presente con todo el peso de su presencia y su poder !YA!, sin demora, y sufre dolores de parto alumbrando ese día, y desespera al mismo tiempo que espera. La vida no es pura tragedia, pero casi…la vida es drama, un drama que roza la tragedia. Un paisano nuestro escribió un libro titulado la AGONIA del cristianismo. No será que Adviento-Epifanía son sinónimos de la AGONÍA-LUCHA A MUERTE de la que escribía don Miguel? Me refiero al de Unamuno, por supuesto, el que se la jugó en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca y perdió…Esos periódicos que te publican no parecen muy propensos a lecturas así…Pero tienes razón, hay que predicar en el desierto, como el Bautista…

  • George R Porta

    Admiro las ilusiones aunque carezcan de fundamento material. Lo cierto es que los evangelios dicen que Jesús vendría y no vino. Marcos sobre todo es bien sobrio acerca de la resurrección. Pablo erró cuando sujetó la validez de la esperanza a que Jesús hubiese resucitado. Resucitara o no, yo creo que puedo desear y esperar que las promesas que le atribuye la tradición se puedan cumplir. Siempre será mejor esperar vanamente que vivir sin esperanza.
     
    Todo lo demás, quien se ve obligado a recorrer parroquias para encontrar siempre estas liturgias decepcionantes del Primer MUndo difícilmente puede reconocer la Eucaristía como una cena de familia o de solidaridad.
     
    Seguimos utilizando un lenguaje litúrgico que está diseñado como en el tiempo del exilio baboiilónico para justificar la mediación levítica o sacerdotal versus la solidaridad gratuita de persona a persona, aquí y ahora, haya resurrección o no, si no por otra razón porque hay otras personas que necesitan el sweater que me sobra o el pan que se podrá duro en mi panera si no entrego cuando aún esté tierno.

  • Antonio Vicedo

    A la proclamación que sigue a la consagración en el Memorial: “Este es el Sacramento de nuestra fe”, respondo por mi cuenta: -“Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección ¡YA ESTAS AQUI, JESÚS! en vez de ¡VEN,SEÑOR JESÚS!
     
    Creo y estoy convencido, por fe, que es más real, si aceptamos la presencia de Jesús eucarística y amorosa, donde dos o más estamos reunidos en su Nombre.
     
    Porque no solo en el Sacramento está Jesús presente, sino también en un* mism*  y en tod*s l*s demás, especialmente en L*S mas pequeñ*s HERMAN*S.
     
    ¿No sería ya hora, y con mucho retraso en la Iglesia, de que la esperanza, la pusiéramos en ir identificándonos cada vez más con Jesús y descubriéndolo y tratándolo como mejor sepamos y podamos  en L*S  DEMAS?
     
    ¿Cómo proclamamos nuestra fe en la VIDA ETERNA sin aceptar que nuestro vivir  Jesús en y con nosotr*s,  ya es y continuará siendo la MISMA VIDA. de diferentes modos?
     
    Gracias José por desentrañarnos el concepto y la palabra ADVIENTO que no es ninguna llegada de QUIEN YA ESTA PRESENTE en l*s HUMAN*S

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