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Espiritualidad y politica

Carlos BarberáHace tiempo, en un diálogo entre Iñaki Gabilondo y Alain Touraine, el entrevistador planteó la siguiente pregunta: En su opinión ¿cuál sería el eje central de su pensamiento? Para mi sorpresa, Touraine respondió: Yo lo expresaría con una sola palabra: espiritualidad.

Y lo cierto es que se trata de una palabra en auge. Aunque de modo minoritario, proliferan las reuniones, los encuentros, los grupos centrados en la espiritualidad. Y un fenómeno nuevo, el encuentro entre la espiritualidad y la política que ha sacado a la luz el recién inaugurado Círculo de Podemos de espiritualidad progresista.

Confieso que de entrada ese matrimonio me produce muchísimas dudas e interrogantes y a resolverlas no me ayudan precisamente las declaraciones un tanto dispersas de los integrantes de ese círculo. Por ejemplo, las de su fundador, José Antonio Vázquez: “La espiritualidad no está al margen de la política; las últimas concepciones políticas son cada vez más conscientes de la importancia de la transformación personal, ética y psicológica, para lograr ese bien común que la política busca. Se habla de la necesidad de una Política Integral, que atienda a lo individual y lo colectivo, lo interior y lo exterior de las personas y que siendo eficaz no se reduzca al uso de una mera razón instrumental sino que tenga principios éticos claros, que tenga corazón también”. No me parece que frases de ese estilo contribuyan a poner claridad en la cuestión. La música es sugestiva pero la letra aclara bastante poco. Por destacar un solo aspecto: sin duda la “transformación personal, ética y psicológica” es importante pero no hay que hacerla equivalente a espiritualidad.

Por otra parte parece que, por definición, a lo político corresponde el dominio de lo público, mientras la espiritualidad se asienta en lo más privado. La política es organización, decisiones, alternativas. La espiritualidad sugiere ensimismamiento, recogimiento y silencio.

Más aun: el ejercicio político incluye la lucha por el poder y la espiritualidad se propone renunciar a él. La política se mueve en un mundo de enfrentamientos y tensiones. El dominio del poder le es connatural. Por el contrario toda espiritualidad es renuncia, al poder en primer lugar. En cualquier escuela espiritual, el que quiera ganar su vida la perderá.

Seguiré con mis objeciones. Se habla de política y espiritualidad y la última palabra se utiliza sin hacer distinción alguna. Comparemos sin embargo estas dos declaraciones: “No esclavizado por nada, es posible desprenderse de todo el anhelo. El resultado es una vida llena de alegría y paz”. “He venido a traer fuego a la tierra y ojalá estuviera ya ardiendo”. La primera es de Buda, la segunda de Jesús. ¿Es la misma la espiritualidad que sustenta cada una de ellas? No lo parece.

Y una objeción última. La política parece gestionar el dominio de la convivencia y necesita buenos ciudadanos, no necesariamente santos. A una política de corte humano le agradará que haya santos pero no contará con ellos. Puede que en ocasiones, como a Thomas Becket o a monseñor Romero, los condene a muerte pero lo normal es que los considere un adorno agradable aunque inocuo. Thomas Jefferson, hombre de sentido común y de gran humanidad, declaraba: “Los poderes legítimos del gobierno se extienden solamente a aquellos actos que sean perjudiciales para otros. Pero a mí no me hace ningún daño que mi vecino diga que haya veinte dioses o ningún Dios. Eso no me roba el bolsillo ni me rompe una pierna.”. Sin duda valoraba las creencias pero no contaba con ellas en sus planes de estratega político. De igual modo, en Myanmar (antigua Birmania) hay 400.000 monjes y 75.000 monjas budistas. No parece que esa abundancia de espiritualidad haya influido en la vida política de la dictadura militar (salvo cuando, excepcionalmente, los monjes se convirtieron en opositores políticos)

Estas son entre otras mis cavilaciones sobre ese maridaje de espiritualidad y política pero no quiero que se conviertan en una enmienda a la totalidad. Creo, pues, que, para salir del atasco, me es necesario afinar el concepto de espiritualidad. Espiritualidad dice trascendencia, habla de un más allá de lo tangible. Para salir a su encuentro hay muchas vías distintas, coincidentes en algunos acentos, divergentes en otros. La espiritualidad cristiana viene de una tradición profética que culmina en Jesús y que tiene como punto de referencia a los pobres. Es ahí, a mi modo de ver, donde es tangencial con la política. Al egoísmo ilustrado (Savater) que ejerce la política le molesta que haya pobres y reacciona de distintas maneras ante ese hecho desagradable y poco edificante. Por el contrario, la espiritualidad cristiana tiene en los pobres un punto de referencia, quiere reivindicar la autoridad de las víctimas (Metz) porque en ellas encuentra una experiencia privilegiada de Dios. Habla, pues, de El con la mirada puesta en los sujetos de la pasión, es una espiritualidad de com-pasión.

Se objetará que no es así en general, que hay muchos “espirituales que hacen pasar fácilmente a los ricos por el ojo de una aguja” (Ellacuría). Pues justamente un grupo de espiritualidad política debería ser una fuente de protestas, un grupo de aguafiestas que pretende aumentar el volumen de sus voces porque, como decía Wiesel en su conocido relato, han descubierto que “Dios está ahí, en la horca”.

Ahora bien; en todo caso –y con ello vuelvo un tanto al principio– ese encuentro con la trascendencia es una experiencia personal, aunque pueda vivirse en grupo. Sólo puedo imaginarme un grupo de espiritualidad política como el lugar de poner en común experiencias individuales. Como decía san Juan, “lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que han tocado nuestras manos… os lo contamos, para que vuestra alegría sea completa”. ¿Sólo para eso? Ciertamente que no. También para una acción que ponga en primer plano el rostro de las víctimas. Pero entonces estamos ya hablando de un trabajo político, de una acción en una sociedad para la que los pobres no son nunca lo prioritario.

En definitiva, en mi opinión un grupo de espiritualidad política es por una parte un grupo de espiritualidad (con dimensión política) y después, como consecuencia, un grupo de acción política integrado por gentes que viven una espiritualidad. Pero ¿esa acción política será sólo de denuncia? ¿desembocará en una acción directa? Y en ese caso ¿en la misma acción política para todos los del grupo? ¿en cada partido o movimiento deberían surgir grupos de espiritualidad? Parece que vuelven los interrogantes.

3 comentarios

  • ELOY

     
    Leyendo esta reflexión de Carlos F. Barberá,  no he podido dejar de pensar en las reflexiones similares, “mutatis mutandis” ( es decir con los cambios oportunos de fechas , escenarios , circunstancias e incluso lenguaje) que se tenían en  los Movimientos Especializados de Acción Católica —  por ejemplo, la JEC o la JOC — a mediados y finales de la década de los sesenta del pasado siglo, que propiciaron el paso de la reflexión evangélica sobre las estructuras político- económicas, a la acción política. 

  • Román Díaz Ayala

    A veces para llegar a convencerse de cuál es el camino “bueno”, y así no equivocar el destino. conviene desandar parte de lo recorrido  hasta entonces para encontrar una referencia fiable.
    No podemos transitar por  la “espiritualidad”, sin antes tratar de comprender por qué Alain Touraine focaliza su pensamiento ( tan vasto y profundo, que más que sociólogo parece filósofo) en al espiritualidad.
    Es una consecuencia de la gran crisis de la Modernidad. Trescientos años absolutizando la razón nos llevaron al paroxismo de la misma destrucción humana. Los juicios de Nueremberg y el establecimiento de una jusrisprudencia universal de los Derechos Humanos,  significaron  la puerta de salida. En España se nos escatimó ( a causa de una dictadura anclada en el fascismo de los años 30) la catharsis del pensamiento europeo de post-guerra, mientras el arte se anclaba en “el absurdo” contagiado de existencialismo)
    Mentes conscientes, como por ejemplo entre muchos,  un joven Hans Küng, aleman-suizo, comprendieron ante la revelación del Holocausto que la Modernidad había llegado a su fin y que el ser humano tenía que refugiarse en la espiritualidad abandonada en nombre de la “verdad tangible”.
    Se inauguraba la época Postmoderna buscando al ser espiritual que es el humano.
    Alain Touraine habla “de las tres crisis”, y cree que habiendo fallado la casta de los economistas, luego la de los políticos, le había llegado la hora a la sociología y al encuentro de la universalidad del ser humano, porque cuanto más elementales son los derechos que tenemos que atender más universal se hacen.
    Nuestra generación está llegando a la fe (cristiana, para no apartarme del pensamiento del autor de este post) por dos caminos. O bien por una revelación misma de Dios ( que nos revela lo divino que yace en nosotros) o bien por la tradición de una doctrina que ha llegado hasta nosotros.
    Y ahí están las cuestiones que se plantean en uno u otro campo.

  • Antonio Vicedo

    Demasiados interrogantes para algo mas simple que, ni coincide con carencia de importancia, ni de profundidad humanas expresado en ese “Primero VIVIR y después reflexionar”, porque ambas realidades van insoslayantemente unidas en los seres humanos y constituyen la base específica del HUMANISMO, que se  concreta en vivencia libre y responsable, tanto  a nivel individual como relacional.
     
    La dicotomía en el ser humano equivale o se reduce a su real alienación hacia el polo de lo mental o idealismo, o hacia un materialismo animal.
     
    Ambas actitudes  se apartan de la coherencia de nuestra realidad específica  de ANIMALES RACIONALES.
     
    No por más espiritualidad desencarnada y abstracta alcanza el ser humano mayor plenitud si ella no cobra realidad en una práctica que exprese la compleja e inalienable condición humana.
     
    Dicho de otro modo. sería colocar la plenitud del YO, no en el nódulo individual reflexivo de las ideas y propias sensaciones, sino en el NOSOTROS,  para lo que es indispensable la proyección práctica hacia l*s otr*s,  apuntando a un NOSOTR*S UNIVERSAL.

    La frase arquetípica -“¿Caín, dónde esta tu hermano?, sublimada por la demanda de Jesús, “-AMAOS como Yo os he amado, son coordenadas humanistas de toda vivencia espiritual y política humana, y marco o base de LA JUSTICIA, cuya renta sería LA PAZ

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