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Casarse y divorciarse ante la Iglesia

Juan-Masia La importancia de este artículo de Juan Masiá reside en que defiende la disolubilidad del matrimonio, con estilo riguroso y no rompedor, un jesuita profesor de Teología Moral de la Universidad Católica en Tokio. Puede iluminar, por tanto, a muchos obispos que tendrán que votar sobre ello en el Sínodo.

Doctrina y tradición deben evolucionar en en favor de la dignidad de las personas

Por JUAN MASIÁ CLAVEL, El País, 25 de Diciembre 2014

En el reciente sínodo de obispos contrastaban dos posturas: unos, en nombre de la indisolubilidad matrimonial, negaban el “acceso a los sacramentos a personas divorciadas y casadas de nuevo civilmente”; otros, apostaban por “acogerlas pastoralmente, pero sin cuestionar la indisolubilidad”. El consenso entre ambos parece pagarse no tocando la indisolubilidad. Otra alternativa minoritaria repiensa el sentido de la unión matrimonial, admitiendo evolución en la doctrina: la indisolubilidad no sería principio abstracto y punto de partida, sino meta de llegada del proyecto concreto de unión de los esposos. Esta propuesta integra lo existencial, lo jurídico y lo religioso, apoyando la promesa desde la conciencia, la legalidad y la fe.

Casarse es verbo intransitivo. Nadie “los casa”. Se casan los cónyuges, protagonistas del compromiso de amor para hacer de dos personas una. Formalizan su promesa ante la sociedad, ante la Iglesia, o ante ambas. El consentimiento mutuo tiene un aspecto personal, como promesa; una expresión legal, como contrato; y, en el ámbito religioso, un rostro sacramental, como símbolo de trascendencia en el amor.

La ética protege la promesa. El Derecho ampara el contrato. La Iglesia testifica la gracia del sacramento. La ética personal protege la promesa, interpelando desde la conciencia e impulsando con el amor para animar a su cumplimiento. El Derecho interviene para garantizar el contrato y proteger la seguridad jurídica de cónyuges y familia. La Iglesia da fe de la gracia divina para que el símbolo sacramental arraigue y fructifique.

La Iglesia da fe de la gracia divina para que el símbolo sacramental arraigue y fructifique

En caso de fallo irreversible, tanto la ética como el Derecho y la Iglesia desempeñarían las respectivas funciones para confirmar el cese de la unión y la posibilidad de un comienzo nuevo tras un divorcio responsable. Si se exige responsabilidad en las uniones de hecho y en los matrimonios civiles o religiosos, también será necesaria en separaciones de hecho, y en los divorcios civiles o religiosos. Expresiones prudentemente cercanas a este último caso —aunque tímida y cuidadosamente diplomáticas en su expresión para evitar la persecución de los inquisidores— serían el camino de rehabilitación sugerido por el cardenal Kasper (El evangelio de la familia, 2014) antes de una posible bendición de segundas nupcias tras un divorcio.

Reconocer así un divorcio, a la vez civil y religioso, pondrá en guardia a teólogos y canonistas defensores de la indisolubilidad como doctrina tradicional de fe vinculante para la Iglesia. Pero doctrinas o tradiciones pueden y deben evolucionar en favor de la dignidad de las personas. Si san Pablo admitía una disolución “en favor de la fe”, ¿por qué no admitirla “en favor de la dignidad de los cónyuges”?

La boda es momento, pero el matrimonio es proceso. La unión indisoluble es la verificación vivida y convivida, que no siempre se logra, de una promesa personal, reconocible civilmente como contrato y religiosamente como símbolo sacramental. Una reflexión antropológica, como la filosofía de Ricoeur, iluminaría la cuádruple característica de la promesa esponsal: responsable, vulnerable, reconciliable y —en caso de fallo irreversible— rehabilitable.

La sociedad, que testimonia y protege civilmente la unión, formaliza el divorcio con seguridad jurídica para los cónyuges y familia. También la Iglesia, que acompaña desde la fe el camino de la pareja, debería acoger los procesos de reconciliación y sanación, así como los de rehabilitación y nuevo comienzo.

La “comunidad de vida y amor” requiere tiempo y a veces no se logra

En los telefilmes, las cámaras cuidan el dramatismo del “sí, quiero”, sobre todo si el guion exige un “no” de la novia, con récords de audiencia por su espantada. Pero ni el “sí” de la pareja es un abracadabra productor del vínculo, ni el coito de una noche basta para dar el matrimonio por consumado. La consumación “de manera humana”, dice el Código Canónico (n. 1061), requiere toda una vida. En vez de usar la metáfora del yugo, más propia para bueyes que para personas, o la imagen del vínculo catenario que aprisiona, el Concilio Vaticano II(Gaudium et spes, n. 48) calificó al matrimonio como “comunidad de vida y amor”. “Serán una sola carne” (Génesis 2, 24) si se unen a lo largo de la vida. Tal comunión no se logra por mera declaración legal o fusión corporal, ni siquiera por bendición religiosa. Requiere tiempo y, a veces, no se logra, se vulnera o se deshace. Unas veces por causa de uno de los cónyuges, con o sin culpa; otras, por causa de ambos; o de ninguno, sino por circunstancias externas.

Si la ruptura es reparable, se buscará la recomposición posible del proceso de unión vulnerado. Si es irreversible, habrá que buscar recursos de sanación para ambas partes y apoyos rehabilitadores para rehacer el camino de la vida. No debería extrañar que, así como hay matrimonio civil y religioso, pueda haber también divorcio civil y religioso. Casarse y divorciarse responsablemente son comportamientos humanos, civil y religiosamente confirmables; son atestación de compromisos personales, afianzables y protegibles, tanto por la sociedad civil como por la comunidad creyente.

Juan Masiá Clavel es jesuita, profesor de Bioética de la Universidad católica Sophia, de Tokio.

14 comentarios

  • María Isabel Bajac Queirolo

    Cómo divorciada y vuelta acasar, me reconforta todo lo que he leído. Aunque  quizá les parezca incomprensible siempre fui y seré antidivorcista , por el mal y el desequilibrio que crea en la sociedad la disolución más que del matrimonio, de la familia. En mi caso mi separación y divorcio sucedió hace hace 43 años.( Estuve cinco años casada con el padre de mis tres hijos mayores).
    Hace 31 años me casé civilmente con mi esposo actual. El verdadero compañero de camino que siendo soltero tomó bajo su responsabilidad coeducar a mis tres hijos adolescentes y a la cuarta niña (hoy una joven de 30 años) que nació de nuestra unión en el Amor según los valores cristianos.
    Vivimos dentro de los cánones que la Iglesia Católica nos permite y con la Esperanza puesta en que en algun momento se revisaran algunas características del Derecho Canónico que hoy veo se está haciendo. Con el mismo Amor del que habla S. Pablo me gustaría expresarles que el asunto no es nada sencillo y tampoco se trata que la Iglesia se vuelva por decirlo de alguna manera ” divorcista”. Creo que hay situaciones en que la dignidad humana no sólo del cónyuge sino también de los hijos de la pareja en cuestión está en juego y es peor permanecer en un pseudo matrimonio cristiano que enfrentar la realidad de no ser amado ni respetado como  persona. Cuando tuvimos que  tomar la dura decisión con mi esposo de casarnos por el profundo amor que nos unía formar una familia con valores cristianos  y alejarnos del Gran Sacramento (laEucaristía) y de la Reconciliación confiasmos plenamente en el Amor sin medida de DiosPadre y de su Hijo y decidimos unirmos para siempre por civil. En eso estamos. Sufrimos mucho,muchísimo. Miesposo y yo. De corazón desearíamos poder sacramentalizar nuestra unión y poder recibir en buena ley laEucaristía y los otros Sacramentos. A veces dentro de algunas comunidades católicas que con amor nos acogieron,llegó algún momento que nos  hicieron sentor parias aunque sabíamos que nuestro mutuo amor superaba en mucho al de  otras parejas. Sinceramente, aunque suene sacrílega, nunca me sentí ni estuvimos abandonados por Dios. Jamás su Misericordia nos dejó de cobijar.Ni a nosotros ni a nuestros hijos y nietos. Nos sucedieron enfermedades y muertes como en todas las familias y la Fe nos reconfortó siempre. Porque la Fe está más allá de hombres y de Instituciones. La Fe en Cristo Jesús y en todo lo que atañe al católico en mi caso está inamovible… está más allá porque Dios me ha hecho grande en su Amor. La Virgen me protege siempre por eso mi rezo diario del Santo Rosario, en acción de gracias. SIGO SIENDO CATÓLICA,APOSTÓLICA Y ROMANA como lo declararon en mi Bautismo y lo confirmé a los 8 años.Dios bendiga a todos los que están trabajando para tan importante Sínodo. Dios conceda larga vida a Francisco, nuestroPapa. Gracias por todo lo recibido.

  • Asun Poudereux

     
    Si la dignidad de la persona  es el centro de donde va surgiendo todo lo demás, tendremos que convenir,  que las instituciones para un supuesto mejor control  de los pueblos y comunidades  han ido enmarañando lo nuclear de ella irrumpiendo en su conciencia y anulando su esencia, imponiendo y perdiéndose en normas y detalles prescritos y proscritos por ellas.
     
    Y cuesta decir que “nos hemos equivocado”,  “seguimos teniendo  tanto miedo”  en que la persona pueda actuar por propia autonomía, tal como es, con luces y sombras, y que, en cualquier caso nunca, nunca es  perfecta, pero sí rotundamente completa en su finitud.
     
     Y cuesta por tanto decir que desde las mismas instituciones no se ha reconocido ni se reconoce este intrusismo irrespetuoso,  pretendiendo enmarcar la verdad de todo lo que es. Descuida así por principio, desconfiando de eso mismo a lo que insiste en apuntar y sin embargo lo contradice en su práctica. La formación y la educación se llenan de sospechas y prejuicios ante algo tan hermoso como la vida en plenitud de amor y libertad inseparables en toda persona .
     
    La primera tarea descuidada, o más bien desenfocada, antes que nada, por tanto, es quererse, amarse en quien somos,  en eso que es y somos cada uno, cada una,  esto  podrá facilitarnos o al menos ir superando una vida en convivencia con proyectos de futuro que siempre serán los presentes y cotidianos.  
     
    No cabe duda que sólo se aprende  caminando, pues nada como la experiencia enseña y ayuda al crecimiento de pareja y familiar, al sentirse  apoyados en la libertad y el amor conjuntos. En la escucha, la ternura y en el propio reconocimiento  en el otro, en los otros, incluyéndose en ello una actitud de respeto mutuo y  perdón, ante los sucesos más inesperados o no deseados.
     
    Por lo que casarse y divorciarse por la Iglesia, con todos mis respetos y cariño al título y al autor, así como también a las personas que no conciben otro modo de vida que dentro de la Iglesia institución, creo que es perpetuar la no realización de lo dicho anteriormente, no querer ver que la consciencia o conciencia no se puede meter en un marco maximalista.  Confiemos más en lo que es y no perdamos más tiempo en lo que creemos y deseamos que sea. La fecha de caducidad legalista dual hace tiempo que se cumplió. 
     
    Optemos felices por la inclusión, por el espacio abierto común, por la libertad y el amor conjuntos  que nos enseña Jesús en torno a la persona en toda su hondura y que ninguna norma o ley puede lograr sustituirlos de fondo.
     
    Conozco parejas, familias numerosas que conviven en plena armonía, por lo que son y construyen conjuntamente cada día, independientemente que hayan  hecho  antes un compromiso personal responsable y privado, sellado o no,  y  habiendo pasado o no por el ayuntamiento,  el juzgado o la Iglesia. Las bendiciones para una vida en plenitud son para cualquiera de estas actitudes u opciones burocráticas y sacramentales.
     
    En lo que llamamos  Dios, La Consciencia de la que todo emerge y es,  no hay nadie excluido, ni nada proscrito. Seamos,  pues,  serios. ¿No, Oscar? En la medida que podamos cada vez más coherentes  en  el amor y la libertad en todos los sentidos y facetas de la vida. Incluyendo no excluyendo.

    Gracias a todos.

  • Román Díaz Ayala

    George,
    muchas personas tienen fe, pero ignoran que la tienen,
    porque la expresión de su fe está vinculada a la negación de sus anteriores creencias. y tan negativas han sido para sus vidas ( no me circunscribo al problema moral, de un código inalcanzable o incumplible),
    sino, porque se llega al convencimiento  de ” ¿Quién podrá alcanzar la mente de Dios?”
    Para nuestra mentalidad formada en el Catolicismo esto es insufrible.
    Pero si Dios se hizo presente ha sido para cambiar la mente humana
    ¿Dónde está el comienzo del problema?
    “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.” (Lo dijo Jesús de Nazaret)

  • George R Porta

    Me alegra que haya quienes puedan mirar a través de la carne de Jesús y un tanto me gustaría poder, pero yo solo puedo imaginármela y le creo aquello de que solo “Dios”pueda leer en el fondo de los corazones. Por mi parte debo tener algún problema oftalmológico que solo puedo ver el pellejo, mío o de los demás, y preguntarles para entenderles. Me gustaría poder preguntar a Jesús tantas cosas…pero bueno, esperaré y quizás pueda, que certidumbre de ello tampoco tengo…solo la Esperanza que os aseguro que sea inmensa…(yo soy bastante hermoso, por eso lo digo).

  • Román Díaz Ayala

    Pascual se hace preguntas,
    quiere tener constancia de que no nos estamos hablando (leyendo) “para nosotros mismos”,
    se presume  de que estamos todos, todas, en un común acuerdo.
    yo, más bien diría que se tiene un concepto muy lineal, una manera muy determinada, de abordar los temas.
    nuestro Catolicismo, incluso nuestra particular cultura, nos tienen muy encasillados. hasta nuestra trayectoria biológica.
    El tema de la familia, del matrimonio, de la sexualidad que conlleva, con toda las casuísticas de nuestras vidas…
    Pero que abordamos o bien dentro de un doctrina teológica, a nivel académico, o de catecismo, con el Magisterio y sus dogmas ( aparentemente inamovibles, que hay que reinterpretar). O por el contrario, la vida que se abre camino y nos obliga a aceptar una moral/ética impuesta de nuestro entorno social, y por lo cual pedimos “una sensibilidad pastoral” ( de cura, o sanación)
    ¿Pero no se estarán conduciendo tales personas por unas vías, cuyos carriles no conducen a ninguna parte?
    Tendríamos que considerar con un poco más de atención a lo que nos dice Antonio Vicedo.
    No se trata de ver todo lo humano que hay en Jesús, sino de comprender,
    que Dios nos ama con un amor profundamente humano.(en Jesús)

  • h.cadarso

    Yo no me atrevía a expresar mis reservas ante el tema de la indisolubilidad del matrimonio. Expuse, creo, mis dudas ante el alcance de las expresiones de Jesús en el evangelio sobre el matrimonio tal como lo presenta la ley de Moisés…dejando  entrever que quizá no era intención de Jesús establecer principios intocables sobre el matrimonio. En todo caso, debo admitir que el rollo macabeo del divorcio, de la comunión espiritual de los divorciados, de la exclusión de los sacramentos etcetera me resulta un tanto extraño, como si estuviésemos cogiendo el rábano por las hojas.
    Los razonamientos de José María Valderas me resultan también un tanto banales…No sé a qué viene recurrir al conflicto del modernismo de principios del siglo XX; ha llovido mucho desde entonces, amigo Valderas…Si encima ahora me sacan lo de San Pablo de que el matrimonio puede romperse  “en favor de la fe”.
    Me acojo al “sensus fidelium” que se expresa aquí en palabras de Olga Larrazabal, de Ana Rodrigo, de Porta,  de Varela…Bájense un poco de sus pedestales, escuchen, reflexionen sobre lo que dice el sensus fidelium, Excelsos Jerarcas…Déjen se de tribunales de la Rota, o denles otro enfoque, partiendo siempre de aquel principio que ese sí que es evangélico. “no está hecho el ser humano para el sábado, sino el sábado para el ser humano”. Desde que el mundo es mundo, incluído el transcurso del siglo I de la era cristiana al XXI, el personal ha interpretado y vivido el don divino del matrimonio, de la sexualidad, de la fecundidad, de una manera humana, no de la manera que han pretendido imponer jerarcas en su mayoría célibes…(!teóricamente célibes!).
    O sea que, gracias, amigo Masiá. Y amigo Porta, creo que tuviste demasiadas contemplaciones con la Jerarquía a la hora de tomar tus decisiones personales. En un caso parecido al tuyo, yo me atuve a lo qde que “el ser humano no está hecho para el sábado” sino todo lo contrario. En aquellos tiempos, los Jerarcas preferían volvernos locos y mongolitos; no sé en estos…

  • Pascual

    ¿Tenemos alguna constancia de que todas estas razones arriba expuestas, razones muy humanas, sensatas, comprensibles,corteses, llegan a los ojos de las personas enfrentadas contra la problemática de lo que se cuestiona? ¿Tiene Atrio la certeza de que no estamos hablando para nosotros mismos en lo que estamos todos de común acuerdo? ¿Hay ecos en algunas webs de lo que aquí se construye entre todos los “atrieros”?

  • olga larrazabal

    Los jóvenes actualmente, incluso los de familias religiosas, parten primero conviviendo sin matrimonio religioso ni civil. Después de un par de años, cuando la convivencia ha resultado satisfactoria y ambos tienen sus títulos universitarios, las mujeres suelen querer tener hijos.  Entonces viene la primera crisis, y muchísimas parejas naufragan.  Las que sobreviven suelen casarse por el civil, si es que necesitan del papelito para los servicios de salud, u otros beneficios sociales. Y muchos se casan por la iglesia, por presión familiar o femenina de verse vestida con traje de novia, ramo y fiesta.  Y sea casados por el civil o por la iglesia, con el transcurso del tiempo, la rutina, las cuotas de la compra de la casa, la poca tolerancia al aburrimiento o la aparición de los defectillos intolerables, la mezquindad o el narcisismo, o la evolución natural de los yoes por caminos divergentes, hacen que un 50% de los matrimonios naufrague.  Y no es que sean malas personas, es la naturaleza humana que no calza en idealizaciones que no están inscritas en su biología.  Y como bien dice George, por qué el divorcio va a ser peor que la ruptura de votos por parte de los clérigos, y por qué éstos se ensañan con los divorciados mientras encubren los desbordes de la naturaleza de los consagrados,que suelen ser bastante peores.
    Los judíos tenían una posibilidad de repudiar a sus cónyuges.  Seguramente en tiempos de Jesús eran los hombres los que ejercían este derecho, ya que las mujeres, a menos que fueran princesas, no se podían mantener solas. Y las repudiadas estaban condenadas a una vida indigna y por eso Jesús condenó el repudio.  Pero tengo entendido que actualmente los judíos ejercen esta posibilidad por ambos lados, y las mujeres pueden solicitar el divorcio y nadie se espanta porque las reglas que regulan las relaciones entre humanos evolucionan junto con las costumbres y la cultura, ya que el paisaje humano no es una foto que podamos colgar en la pared, sino un eterno mutar en nuevas formas de relación.  Y el no aceptar que  la vida es un proceso y no un dogma, puede producir una gran infelicidad.  Y así en vez de traer el evangelio una buena nueva, es interpretado de tal modo que nos trae una tremenda pesadumbre.
     

  • José María Valderas Gallardo

    Desde un óptica distinta de Masiá, la que funda la ética en  la biología que me enseñaron en la facultad del mismo nombre en la Universidad de Barcelona, el término evolución que él emplea disuena. No es científico. Evolución es siempre a partir de algo, cuando, ante una recombinación interior o mero azar, se produce una modificación en el genoma. No existe una evolución dirigida hacia nada. Esa evolución hacia la perfección matrimonial de la que habla carece de base. He discutido en alguna ocasión con Masiá sobre los temas antropológicos que él supone de base científico. Y no la tienen. Salvo que quitemos del término evolución toda connotación biológica. 

    Desde el punto de vista ético, una ética de mínimos si se quiere la resumida en el librito de Adela Cortina, la dignidad es propiedad innata del hombre, constitutiva de su ser inteligente. La dignidad la tenían los oyentes de Jesús cuando habló de la indisolubilidad y la tiene el vecino que acaba de divorciarse. No hay progresión de la dignidad ética. Los principios fueron ayer válidos y lo serán hoy. No existe una mayor dignidad en nuestro tiempo. Si acaso mayor indignidad generalizada, pero esa es otra historia.
     
    Desde el punto de vista teológico, la tesis de Masiá es ¿puedo decirlo? absolutamente disparatada. Sobre la evolución de la doctrina (dogma y moral) hubo una investigación sistemática instada en el contexto de la condena del Modernismo.  No sé por qué Masiá no recuerda el origen de esos conceptos modernistas que él emplea. La investigación sistemática de Marín Sola y otros aludía a una evolución del dogma (o de la moral) homogénea. Es decir, sin contravenir lo hasta entonces establecido a través de la Escritura, Padres, Tradición Conciliar, Magisterio y sensus fidelium . Sin renegar del concepto de santidad de la Iglesia, Congar, por ejemplo, hablaría más tarde, de verdaderas y falsas reformas.

    Hablar de la indisolubilidad del matrimonio como un desiderátum es como hablar del respeto al otro como un desiderátum, no como un datum. 

    Otra cosa es que la legislación positiva arbitre medidas para los ciudadanos que mantengan la estabilidad social. La legislación positiva regula el respeto al bien ajeno (crimen, robo), poniendo sordina con amnistías (penales y fiscales). No tiene eso nada que ver con la dignidad. La dignidad, como la autonomía no es objeto de evolución. 

    Me encanta que Masia responda aunque sea a algunas opiniones. Puede hacer el uso que crea de nuestra correspondencia hasta que él cortó  

  • George R Porta

    Tengo que admitir y lo hago con alegría y gratitud que Atrio.org me sorprende, me aclara, y me deja perplejo, pero infrecuentemente, me deja todo enrollado.

    Reproduzco un párrafo del artículo que origina este hilo: “La Ética protege la promesa. El Derecho ampara el contrato. La Iglesia testifica la gracia del sacramento. La ética personal protege la promesa, interpelando desde la conciencia e impulsando con el amor para animar a su cumplimiento. El Derecho interviene para garantizar el contrato y proteger la seguridad jurídica de cónyuges y familia. La Iglesia da fe de la gracia divina para que el símbolo sacramental arraigue y fructifique.”

    Comienzo por decir que siendo soltero y lamentando no haber podido permanecer en el “estado célibe y con sinceras intenciones de castidad y pobreza como fraile” no doy lecciones sino las pido. La dispensa de mis votos fue debidamente concedida aunque durante la ceremonia yo entraba en un matrimonio espiritual (expresión infeliz) con algún cónyuge invisible.

    Mis votos fueron hechos válida y lícitamente, canónicamente de forma similar que los de cualquier matrimonio, ante la Iglesia (estaban no solo mis superiores sino un buen número de seglares de toda ralea, y no requisito fue quebrantado en la forma de mis votos. Mis intenciones eran para toda la vida que me quedase por vivir, sinceramente “hasta donde yo pude examinarme y saber”. Además pedí la gracia y el acompañamiento de mis hermanos y mis superiores me aseguraron que contaba con ambas cosas.

    Pedí la dispensa e incomprensiblemente me insistieron para que me quedara o regresara, lo que me hace pensar que no fuera yo el desleal (que no está bien llamar a la parte que falla en el matrimonio infiel, porque inconstantes en la fe seguramente somos todos).

    Como terapeuta, en cambio, habiendo servido a varios Tribunales Eclesiásticos en causas de solicitud de anulación del vínculo matrimonial y habiendo trabajado con parejas cerca de treinta años cuando yo mismo era inmaduro (ahora lo soy de manera diferente pero lo soy) y no conozco a nadie con derecho a llamarse absolutamente maduro porque la perfección nunca se alcanza excepto cuando la imaginación narcisista hace presa de la persona y como los de Dorian Gray sus ojos miran solo lo que desean ver o al revé, ven lo que desean mirar.

    Muy probablemente nadie sabe a ciencia cierta lo que hace cuando entra en el contrato-proyecto matrimonial y eso es una causa de invalidez y de nulidad suficiente, sobre todo en cuanto a su deseo de permanecer a pesar de la deslealtad del otro/a cónyuge. El cura da testimonio de lo que cree pero no sabe, y la Gracia es un supuesto pero solo puede ser una realidad intangible e imaginaria porque a ciencia cierta no hay modo de saber en qué consiste. (Seguramente los ladrones reciben la gracia para no robar y roban y los curas pederastas la de su celibato y no les fue suficiente como sus encubridores episcopales la tenían para ser Testigos de la Verdad y mintieron recurrentemente con el mayor descaro y soberbia incluyendo algunos que la practicaron habiendo recibido el grado mayor de sacerdocio como Obispos de Roma y que conste que la lista es larga).

    ¿Qué será necesario para que la Iglesia (no solamente los curas, sino la comunidad de seguidores de Jesús cada uno a su nivel de Esperanza) acabe de comprender que la fertilidad para que el Proyecto matrimonial pueda ser “para el bien de los cónyuges como para el de su prole” ocurre y termina cuando aún se es muy joven para comprender con suficiente claridad que cosa implica en la inmensa complejidad de la vida de hoy día (después de la llamada “Revolución Sexual”) “para toda la vida” si la deslealtad del cónyuge ocurre? Que una cosa escucha el cura y otra pueden estar diciendo los contrayentes y que de buenas intenciones sigue siendo empedrado el mal camino.

    ¿Por qué el divorcio tiene que causar más daño que la pederastia de quienes se comprometieron a dar ejemplo y pudo ser mil veces encubierta por los mismos que se atribuyen el poder de Apoderados Divinos para dar testimonio y proteger la Verdad? Quizás el divorcio pueda ser a menudo oportunidad para una especie de sanación de la vida familiar que fracasó al poder recomenzar con mejor conocimiento de causa otra vida familiar nueva.

    Como la presencia de la vida en el momento de la fecundación, tan a menudo accidental o sin una intención clara de procrear, el matrimonio solo puede ser una realidad en estado de realización, renovable cada día, en presente continuo como el que cierra la promesa en el evangelio Mateo.

    Nadie ha dicho o dijo si Jesús invitó a la Última Cena a la mujer que le amaba al punto de derramar nardos sobre él, lo cual me parece un gesto que en lenguaje actual―quizás lenguaje de siempre―pudiera tener un significado erótico y romántico extraordinario a sus ojos también (no a los de los machistas que le rodeaban en la casa del Fariseo Simón o como se llamara el señor aquel) y quizás al Hombre del Cántaro que parece que fuera gay y le amase al punto de que Jesús le escogiese para guardar su secreto sobre el escondite del “Aposento Alto” y la seguridad personal de sus otros amigos que irían a acondicionarlo.

     
    ¡Hum! Todo este rollo me parece lleno de promesa.

  • ana rodrigo

    Poniéndonos a pie de calle, podríamos admitir que todo el mundo se “casa para toda la vida”, es decir con responsabilidad suficiente como para no frivolizar el juicio sobre los divorcios. En segundo lugar, creo que la base de cualquier matrimonio es el amor mutuo,  cuestión ésta tan vulnerable por una o por ambas partes que, una vez herida de muerte, no hay posibilidad alguna de resucitarla. Sin amor, primero, no tiene sentido la unión de dos personas, y, en segundo lugar, sin amor la convivencia puede convertirse en un  auténtico infierno.
    Aunque estas cuestiones parezcan de inferior categoría teórica, filosófica o canónica, no obstante y a pesar de ello, es lo que lleva efectivamente al divorcio. Las razones legales,  sociales o religiosas no impediràn nunca una decisión libre y responsable cuando la situación se ha hecho irreversible. Todas las normativas coactivas a los sujetos en cuestión resultan atentatorias a los derechos humanos individuales.
    Y, por tanto, las sanciones religiosas, como dice Masiá, atentan contra la dignidad humana. Ya va siendo hora de que la Iglesia se actualice conforme a los nuevos referentes éticos de la sociedad actual.
    Feliz año a la comunidad atriera y buena salud para este entrañable blog, al que personalmente tengo tento que agradecer.

  • oscar varela

    Hola!
     
    Leo:
    Una reflexión antropológica, como la filosofía de Ricoeur, iluminaría la cuádruple característica de la promesa esponsal: responsable, vulnerable, reconciliable y —en caso de fallo irreversible— rehabilitable.”-
     
    Me parece excelente!
     
    A este tipo de “reflexiones antropológicas” suelo llamar (en ciertos ambientes) una “Teología Profana”; e.d. “seria”.
     
    NOTA: llamo “seriedad” al momento en que la “religiosidad” madura al abandonar su “cuna”.
     
    ¡Voy todavía! – Oscar.

     

  • Juan Masiá

    Gracias al comentario de Antonio Vicedo se aclara la fundamentación del primero de los tres aspectos ( personal, social, religioso) del proceso de unión en el camino matrimonial. Si desarrollásemos en una monografía la antropología filosófca de la promesa mutua (de la que esas dos líneas del artículo en que se cita a Paul Ricoeur no son más que un prólogo), el primer capítulo tendría que ocuparse precisamente del tema indicado por Antonio Vicedo: la capacidad del ser humano para hacer, desde su libertad condicionada y en situación, opciones responsables, vulnerables, mutables y, sgeún los casos, reconciliables o habilitables.     Cordialmente, Juan Masiá

  • Antonio Vicedo

    -Valiente la exposición de Juan y de peso las razones con las que la desarrolla acompañando vivencias y actitudes humanas relacionales entre dos personas y entre ellas y las comunidades socio-religiosas de las que forman parte y a las que puede afectar  esa primera relación estructural, tanto por el público compromiso entre dos sujetos, como el de ellos con los restantes de las comunidades.
     
    Pero noto una carencia  según mi personal opinión, al no cimentar esos por qués que intenta resolver en la base fundamental y real primaria que es la LIBERTAD CONTINGENTE de los seres humanos de la que coheréntemente se deduce la posibilidad de opción mutable que permanentemente la acompaña, si de tal calidad de LIBERTAD se trata.
     
    Y esto, creo que de tal modo cualifica el carácter inalienable (Don divino en el paquete de imagen y semejanza suya) de SUJETO, que el no reconocimiento de esa capacidad intrínseca y cualquier oposición externo a ella que la invalidara o negara, debía ser considerado como una ataque a la esencia misma del ser humano tal y como, por la naturaleza, Dios lo crea y mantiene.
     
    Vale todo ese proceso de interrelaciones mutuas entre los derechos y deberes entre sujetos, pero en el terreno personal, a diferencia de las relaciones con los objetos, he de predominar siempre el respeto al propio sujeto “medida patrón” para considerar con igualdad de categoría y valor a los otros sujetos.
     
    La propia identidad no es objetivable ni, en consecuencia ofertable o aceptable como POSESION, rasgo que tiene que ver , y mucho, con la otra cara de la LIBERTAD que es la RESPONSABILIDAD.
     
    De ello se deduce que los ACTOS RELACIONALES de alto calado opcional como son la VIDA EN y DE PAREJA; o las COMPROMISOS PUBLICOS CELIBATARIOS solo dejan a las estructuras sociales laicas o religiosas, el papel de instrumentales garantes de lo que en un momento determinado es opción de unos sujetos en cuanto atañe a sus propias e inalienables vivencias, y por lo mismo. siempre pendientes de las VOLUNTADES LIBRES DE LOS SUJETOS DE AQUELLAS OPCIONES que permanecen, por su humanidad, siempre LIBRES.
     
    Se recurrió desde el poder patriarcal a la fijación de la posesión marital de la mujer, desde la previsión de futuros matrimonios, hasta el acto del mismo y hasta la totalidad de la vida, como si de una posesión objetivada se tratara.
     
    Y desde las religiones a respaldar, con mas o menos, agudeza o rudeza, esa misma posesión patriarcal, o dulcificada  por un mutuo amor obligado,anulada la libertad, con la autoridad de Dios que se pone tal cual en boca del mismo Jesús que proclama: Pero el SABADO es para la HUMANIDAD y no esta para aquel, por que la única LEY por la que se rige el REINO DEL PADRE  es el AMOR y el AMOR tiene condicionada su realidad existencial en la LIBERTAD.
     
    Igual voy muy desorientado, pero parece que el avance de la madurez personal, el descubrimiento del carácter inalienable de SUJETOS de los seres humanos; y el ir descubriendo que aquí esta la base inconmovible de lo que llamamos deberes y derechos, nos está pidiendo coherencia congruente teórica y práctica hasta las últimas consecuencias, ya que, si los remiendos de poco valen, en el terreno personal carecen de valor y no pueden suplantar a aquel RENACER que revaloró Jesús.
     
    A quienes tenéis mas “vuelos”, os pediría una valiente aportación crítica o valorativa de rsto que expongo y que tan definitivo puede ser para esa HUMANIZACIÓN DE LA HUMANIDAD que urge acometer y conseguir. Gracias

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