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La urgencia de refundar la ética y la moral

BoffActualmente una de las mayores demandas en los grupos, en las escuelas, en las universidades, en las empresas, en los seminarios de distinto orden es la cuestión de la ética. Las peticiones que más recibo son justamente para abordar este tema.

Hoy es especialmente difícil, pues no podemos imponer a toda la humanidad la ética elaborada por Occidente siguiendo a los grandes maestros como Aristóteles, Tomás de Aquino, Kant y Habermas. En el encuentro de las culturas por la globalización nos vemos confrontados con otros paradigmas de ética. ¿Cómo encontrar más allá de las diversidades un consenso ético mínimo, válido para todos?

La salida es buscar en la propia esencia humana, de la cual todos somos portadores, su fundamento: cómo nos debemos relacionar entre nosotros, seres personales y sociales, con la naturaleza y con la Madre Tierra. La ética es de orden práctico, aunque se base en una visión teórica. Si no actuamos en los límites de un consenso mínimo en cuestiones éticas, podemos producir catástrofes socioambientales de magnitud nunca antes vista.

Es valiosa la observación del apreciado psicoanalista norteamericano Rollo May, que escribió: «En la actual confusión de episodios racionalistas y técnicos perdemos de vista y nos despreocupamos del ser humano; ahora necesitamos volver humildemente al simple cuidado; muchas veces creo que solamente el cuidado nos permite resistir al cinismo y a la apatía que son las enfermedades psicológicas de nuestro tiempo» (Eros e Repressão, Vozes 1973 p.  318-340).

Me he dedicado intensamente al tema del cuidado (Saber Cuidar, 1999; El cuidado necesario, 2013). Según el famoso mito del esclavo romano Higinio sobre el cuidado, el dios Cuidado tuvo la feliz idea de hacer un muñeco con forma de ser humano. Llamó a Júpiter para que le infundiera el espíritu, y éste lo hizo. Pero cuando quiso ponerle un nombre, se levantó la diosa Tierra diciendo que tal figura estaba hecha de materia suya y por lo tanto ella tenía más derecho a darle un nombre. No llegaron a ningún acuerdo y llamaron a Saturno, padre de los dioses, quien decidió la cuestión llamándole hombre, que viene de humus, tierra fértil. Y ordenó al dios Cuidado: «tú que tuviste la idea cuidarás del ser humano todos los días de su vida». Por lo que se ve, la concepción del ser humano como compuesto de espíritu y cuerpo no es originaria. El mito dice: «El cuidado fue lo primero que modeló al ser humano».

El cuidado, por tanto, es un a priori ontológico, está en el origen de la existencia del ser humano. Ese origen no debe entenderse temporalmente, sino filosóficamente, como la fuente de donde brota permanentemente la existencia del ser humano. Estamos hablando de una energía amorosa que brota ininterrumpidamente en cada momento y en cada circunstancia. Sin el cuidado el ser humano seguiría siendo una porción de arcilla como cualquier otra a la orilla del río, o un espíritu angelical desencarnado y fuera del tiempo histórico.

Cuando se dice que el dios Cuidado moldeó, el primero, al ser humano, se pretende enfatizar que empeñó en ello dedicación, amor, ternura, sentimiento y corazón. Con eso asumió la responsabilidad de hacer que estas virtudes constituyesen la naturaleza del ser humano, sin las cuales perdería su estatura humana. El cuidado debe transformarse en carne y sangre de nuestra existencia.

El propio universo se rige por el cuidado. Si en los primeros momentos después del big bang no hubiese habido un sutilísimo cuidado para que las energías fundamentales se equilibrasen adecuadamente, no habrían surgido la materia, las galaxias, el Sol, la Tierra y nosotros mismos. Todos nosotros somos hijos e hijas del cuidado. Si nuestras madres no hubiesen tenido infinito cuidado al recibirnos y alimentarnos, no habríamos sabido cómo salir de la cuna a buscar nuestro alimento. Habríamos muerto en poco tiempo.

Todo lo que cuidamos también lo amamos y todo lo que amamos también lo cuidamos.

Junto con el cuidado nace naturalmente la responsabilidad, otro principio fundador de la ética universal. Ser responsable es cuidar de que nuestras accionen no hagan daño ni a nosotros ni a los demás, sino al contrario, que sean benéficas y promuevan la vida.

Todo necesita ser cuidado. En caso contrario se deteriora y lentamente desaparece. El cuidado es la mayor fuerza que se opone a la entropía universal: hace que las cosas duren mucho más tiempo.

Como somos seres sociales, no vivimos sino que convivimos, necesitamos la colaboración de todos para que el cuidado y la responsabilidad se conviertan en fuerzas plasmadoras del ser humano.

Cuando nuestros antepasados antropoides iban en busca de alimento, no lo comían al momento como hacen, en general, los animales. Lo recogían y lo llevaban a su grupo y cooperativa y solidariamente comían juntos, empezando por los más jóvenes y los mayores, y después todos los demás. Fue esta cooperación la que nos permitió dar el salto de la animalidad a la humanidad. Lo que fue verdadero ayer, también sigue siendo verdadero hoy. Es lo que más falta hace en este mundo que se rige más por la competición que por la cooperación. Por eso somos insensibles ante el sufrimiento de millones y millones de personas y dejamos de cuidar y de responsabilizarnos del futuro común, el de nuestra especie y el de la vida en el planeta Tierra.

Es importante reinventar ese consenso mínimo alrededor de estos principios y valores si queremos garantizar nuestra supervivencia y la de nuestra de civilización.

Traducción de Mª José Gavito Milano

3 comentarios

  • Pascual

    Ética, moral, sentido común, ensayos de la filosofía griega, saberes sociofilosóficos orientales, libros sacros mitológicos, libros sacros neotestamentarios, filosofías occidentales, tratados como el de derechos humanos…todo eso y más se ha hecho en la búsqueda de unas normas de convivencia, pero el hombre, el pobre, sigue con su afán de dominio, como si la vida fuese un río interminable…, el pobre; no se trata de buscar un origen objetivo para la llamada ética o la moral sino un convencimiento sujetivo de que no vale la pena forzar lo que no da más de sí. Nuestra vida es humo: dejémonos llevar por su inercia sencillamente en paz y armonía. Y aunque el fenómeno Gandhi costó una pasta gansa, sin embargo nos legó algo muy simple, implícito o explícito en Jesús: la no-violencia, el sentido común citado arriba, el “no quieras para otros lo que para ti no quieres”. Pero el hombre, el pobre, sigue sin apearse del burro buscando un principio matemático que justifique una ética universal. a lo mejor resulta que ese principio está dentro de cada uno; lo malo es poder armonizarlo con el de los demas. Mientras tanto el hombre, el pobre, sigue afanando o padeciendo.

  • Isidoro García

    Como muy bien dice Boff, la ética tiene que tener un fundamento teórico en el que debe basarse. Si no alcanzamos ese fundamento, esos cimientos, la construcción de la ética quedará en el aire de los buenismos, los buenos deseos, y el albur de todo tipo de ideas sui géneris personales, mas o menos acertadas, pero siempre sujetas a la diversidad de opiniones e ideologías.
     
    ¿Y cuál debe ser ese fundamento, esos cimientos?. En mi opinión tiene que estar en el conocimiento que alcancemos sobre la naturaleza del hombre y del mundo en el que está. Por eso la ciencia tiene mucho que decir en este, como en casi todos los temas. Es preciso aumentar el nivel de nuestros conocimientos, y disminuir el de nuestras creencias de cada tema. (Las creencias sustituyen a los conocimientos que no tenemos, tapan el hueco mental que nos producen nuestras carencias cognitivas).
     
    Por eso el proceso hacia una ética universal, se inscribe dentro de la dinámica imparable de universalización de la humanidad, que explica muy bien la dinámica evolucionaria hacia la emergencia de un modelo nuevo de humanidad: el hombre nuevo, el “homo perfectus”, con unos fuertes lazos interhumanos, que se traducen en lo que Rollo llama “cuidado”, (“una energía amorosa que brota ininterrumpidamente en cada momento y en cada circunstancia”), y que yo en otro momento denominé como “simpatía universal”, en el sentido etimológico del término.
    (Según la Wikipedia, del griego simpatía, palabra compuesta de “sufrir juntos”, “tratar con emociones…”. Se define como la capacidad de percibir y sentir directamente, de manera que se experimenta cómo siente las emociones otra persona. La simpatía implica afinidad, inclinación mutua y amabilidad. La esencia de la solidaridad son similares emociones a otra persona, las emociones como la alegría, el sufrimiento, la libido. La solidaridad nace cuando los sentimientos o emociones de una persona causan sentimientos similares en otro, la creación de un estado de sentimiento compartido).
     
    Todo esto no es una utopía idealista. La hipótesis evolucionaria, estima que esta “simpatía”, que se traduce en el “cuidado mutuo universal”, es la expresión dentro del reino de la Inteligencia, (en el que acabamos de entrar en este planeta), de una de las Leyes generales el Universo, que en el reino de la materia inanimada se traduce en la ley de la gravedad y otras fuerzas, y en el reino de la vida se traduce en las leyes de atracción sexual general y la líbido animal en particular.
     
    Por eso esta “simpatía universal” en el mundo de los seres inteligentes, acabará imponiéndose, pues acabará venciendo a las fuerzas centrífugas de repulsión. Es como cuando tiramos un objeto hacia arriba: al principio sube y se aleja, pero más tarde o más temprano acaba bajando, porque la gravedad sigue actuando indefinidamente.
     
    Y este proceso universal, (para los creyentes), confirma plenamente la visión cristiana-teilhardiana del proceso de la Cristogénesis, de la formación paulatina del Cuerpo místico de Cristo, en el que todos nos incorporaremos  como individuos plenamente creativos y autónomos, pero ligados todos entre sí, por ese “cuidado” o “simpatía universal”.

  • Gonzalo Haya

    La crisis que vivimos proviene de una extendida falta de ética social. La sociedad está relegando a las religiones que sostenían la moral, pero no ha sabio formar a sus miembros en una ética sólida. Para una Ética universal habría que distinguir entre Principios y Aplicaciones. Para los Principios habría que explorar la experiencia ética común de todas las culturas; pero más que su modo concreto de manifestarse -poligamia, monogamia- lo importante es cómo lo justifica. Ya conocemos la universalidad de la llamada “Regla de oro”: querer o no querer par mi prójimo lo que para mí quiero o no quiero; éste es el espíritu de toda ética y podría ser la prueba del algodón, si se quiere valorarlas con toda sinceridad. La dificultad está en bajar a aplicaciones concretas; para ello habría que buscar el consenso dentro de cada sociedad o grupo cultural.  La Declaración Universal de los Derechos Humanos es un intento práctico de la aplicación de la Ética al Derecho, aunque resulta ser un acuerdo bastante político, y sesgado hacia el derecho reconocido en países dominantes. También están en marcha otros proyectos de una ética de mínimos, que buscan un equilibrio entre los principios abstractos (que se prestan a interpretaciones divergentes) y las aplicaciones concretas (que difícilmente se adaptan a situaciones muy distintas). Tomar el “cuidado” como un principio orientador parece estar de acuerdo con el sentimiento ético  que está surgiendo en nuestra cultura occidental, y que se ha mantenido desde hace tiempo en otras culturas. Renovar las orientaciones y las palabras puede servir para descubrir y hacer aflorar la conciencia ética inscrita en todo ser humano.

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