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Espiritualidad sin templo

Gil de Zúñiga 1Antonio Gil de Zúñiga, pofesor de IES, poeta y filósofo, se estrena como autor en ATRIO, pero no es un desconocido aquí. Su libro sobre Blas de Otero ya fue recensionado en ATRIO por Juan José Tamayo: Blas de Otero, poeta vasco y místico laico.

Sostiene Antonio Machado que la poesía es palabra esencial en el tiempo; otro tanto hay que decir de la espiritualidad, en cuanto actitud radical y relacional del ser humano con el Ser trascendente. Se puede decir que la espiritualidad es ante todo palabra, diálogo óntico de un ser que se siente profundamente religado con un Tú trascendente. Para X. Zubiri Dios no es una “realidad-objeto”, sino una “realidad-fundamento”, a la que el hombre ha de estar re-ligado, ya que “el hombre encuentra a Dios en la plenitud de su ser”.

Pablo de Tarso expresa con vehemencia la religación en su discurso filosófico a los atenienses; en Dios “vivimos y nos movemos y existimos”(Hchos. 17,28). Este diálogo o palabra esencial implica una vivencia pletórica en el interior de la persona, que viene a ser el músculo cardíaco de la existencia. Pero creo que es importante añadir un tercer elemento que configura la espiritualidad humana y no es otro que la mirada; una mirada altiva de encarar de frente la historia; las “circunstancias” orteguianas que posibilitan el desarrollo y profundidad del yo. Escribe Laín Entralgo que ontológicamente el “ser de mi realidad individual se halla constitutivamente referido al ser de los otros”.

Estos son los ejes cartesianos de una espiritualidad sin templo; es decir, una espiritualidad laica. Jesús de Nazaret fue un judío laico, que vivió y murió como un judío laico. Llama poderosamente la atención que este dato nuclear en los evangelios apenas se enfatiza en la teología, en los tratados de espiritualidad o en los estudios sobre el Jesús histórico. John P. Meier en su voluminosa obra sobre el Jesús histórico apenas dedica unas líneas a Jesús como judío laico, centrándose, en cambio, en que es un judío marginal.

Ahora bien, Jesús, un judío laico, piadoso y cumplidor de la Torá, no necesita del templo para llevar a cabo su relación con el Tú trascendente; es más, tiene al templo en su punto de mira, porque para él su ideal como judío no es habitar en el templo, como recogen con frecuencia los poetas bíblicos: “Una cosa pido al Señor, y sólo eso es lo que busco: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida” (Sal. 27,4). Ese ideal no es otro que compartir la suerte y el privilegio del sacerdote: habitar en el recinto sacro. Su proyecto, sin embargo, es más radical: “la destrucción del templo”, como se evidencia en el diálogo intenso con la samaritana, en el que Jesús ante la interpelación de la samaritana revela una verdad profundamente laica: “pero se acerca la hora, dice Jesús, o mejor dicho, ha llegado” (Jn. 4,23) en que ni en aquel monte próximo a la ciudad samaritana de Sicar ni en Jerusalén se adorará a Dios; o lo que es lo mismo, no son lugares exclusivos para relacionarse con Dios.

Si ahondamos en esta actitud de animadversión hacia el templo, podemos descubrir varias razones: a) del templo sale la ley (Is. 2,3). Una ley opresora, que se materializa en un laberinto de normas y ritos, como se pone de manifiesto en la “ley del sábado”. La ley emanada del templo pretende la alienación y el sometimiento y no la liberación integral del hombre y de la mujer. Jesús propone y realiza la desobediencia civil con su “ellos os dicen, pero yo os digo”. Para Jesús de Nazaret el templo no ha de ser un lugar de sacrificios, sino de la misericordia, y ésta es su “nueva ley”; b) el templo se ha pervertido, hasta el punto de que se ha convertido en “cueva de ladrones”. Ya no es un lugar de oración, sino de intercambios y trapicheos comerciales, donde impera, pues, la cultura del dinero, que tanto se rechaza en los textos evangélicos; c) es la “vivienda del sacerdote”, un hombre que con su status social vive ajeno a las necesidades y penurias de los demás: “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo” (Lc. 10,30-31).

La espiritualidad de Jesús ahonda sus raíces fuera del templo, en un territorio, etimológicamente, profano; es, pues, una espiritualidad laica. Jesús de Nazaret se retira al desierto a orar y a otros lugares no oficiales, y no es miembro de la comunidad de los esenios. Siente profundamente su religación con el Padre, dialoga con él, se alimenta interiormente de esa relación íntima, pero vuelve al mundo, a la historia en la que se ha encarnado.

Sin embargo, esa espiritualidad laica ha sido secuestrada por el cenobio, por el “templo”, hasta el punto de que, cuando se habla de alguien que siente y vive la espiritualidad, se piensa automáticamente en que se trata de una persona que vive monacalmente o es miembro de alguna comunidad religiosa institucional. El monacato se impone de manera desmedida al proclamarse como paradigma único y excluyente de la espiritualidad y de la vida cristiana misma. Y así la vida del cristiano, toda entera, debe seguir las sendas monacales, incluida la sexualidad. El texto de san Anselmo lo ilustra por sí mismo: “La virginidad es oro, la continencia plata, el matrimonio cobre; la virginidad es opulencia, la continencia medicina, el matrimonio pobreza; la virginidad es paz, la continencia rescate, el matrimonio cautiverio…” El monacato, pues, ha impuesto sus reglas y sus ritos, en ocasiones asfixiantes para el espíritu; y como advertía H. Bergson ha desarrollado considerablemente la “mecánica”, pero no “la mística”, puesto que la espiritualidad viene a ser la mediación vehicular del hombre y de la mujer para ponerse en contacto con el Misterio.

Una espiritualidad basada en la “huida del mundo” no se puede considerar modélica para el cristiano (no ya para cualquier hombre y mujer). El diálogo con el Ser trascendente, que nos ha manifestado Jesús de Nazaret, empuja necesariamente a echar una mirada alrededor y una mirada compasiva y misericordiosa, como la del samaritano de la parábola. El diálogo trascendente, la fe, finaliza irremediablemente en la ética liberadora y compasiva. M. Fraijó, recordando que I. Ellacuría habla de la espiritualidad de hacerse cargo misericordiosamente de la realidad, nos deja este corolario: la mirada compasiva y misericordiosa es “un imperativo de la espiritualidad laica”.

8 comentarios

  • Antonio Rejas

    Las palabras de Jesús (Jn. 4,23) expresan una verdad meridiana: no es necesario estar en un lugar especial para adorar a Dios. La Iglesia ha hecho muy poca pedagogía sobre esta cuestión. Ha ido marcando el camino a seguir: que no falten iglesias consideradas como lugares sagrados para rendir culto a Dios. Ha sido un error porque cualquier lugar en el que se adore a ese Ser trascendente, a quien Jesús llamaba Padre, es sagrado. La sacralización no es necesariamente previa al acto de adoración, sino que es ésta la que hace sagrado cualquier rincón.
    Efectivamente, como dice el artículo, la espiritualidad humana es una característica muy personal porque el “yo y mis circunstancias” modelan la entidad individual. En principio, la espiritualidad siempre es laica, como fue la del profeta de Nazaret, lo cual no implica contradicción con otra espiritualidad adornada de religiosidad, como la manifestada por nuestros místicos más conocidos, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. Pienso que el misticismo es la mayor expresión de espiritualidad humana y que puede darse con y sin templo.
    Tanto el Templo de los tiempos de Jesús como el Vaticano tienen mucho en común, sobre todo en lo referente a la cultura del dinero, de tal manera que imagino al Nazareno partidario, también hoy, de la  “destrucción del templo” en su formato actual.
    El artículo pone a la consideración de sus lectores la necesidad de que la espiritualidad laica deje de estar secuestrada por el cenobio y , ya libre, nos empuje a echar una mirada compasiva y misericordiosa alrededor para hacernos cargo de la realidad.















  • Antonio Gil de Zúñiga y Muñoz

    Gracias, Santiago (y a todos los que habéis intervenido hasta ahora por vuestra sintonía con mi exposición). Ya tengo noticias por amigos comunes (Pedro, Emilio…) de tu buen hacer y “caminar al encuentro con Jesús de Nazaret”

  • Inmaculada Sans Tache

    Ya lo dije en otra ocasión y lo repito: No te quiero, Jesús, con báculo y mitra, te quiero dulce poeta y profeta, compasivo, anunciando por los verdes campos de Galilea la liberación, el amor, la confianza y la paz. Hoy añadiría no te quiero eclesiástico ni clerical ni pantocrátor.

  • M.Luisa

    Espiritualidad sin templo,  ¡Voila! esta es mi situación desde hace ya  muchos año , intentar vivirla  alejada de  los  templos.
     
    La vía o dirección no es, pues,   de las RELIGIONES A LA ESPIRITUALIDAD sino de la religación a la experiencia dimensional de la espiritualidad.   Si lo primero requiere una deconstrucción  teológica de la cual se han venido  sirviendo las religiones,    entonces al margen de tanta bruma, el ámbito de lo espiritual no deja de presentarse   también como materia objetiva que requiere    otras tantas elaboraciones mentales  aunque de   índole distinta.
     
    Contrariamente,  La vía inversa, la de la espiritualidad laica es un hecho constatable intramundano que   nos hunde  en esa dimensión de lo último  fundamentándonos  y  de la cual  nadie puede prescindir.
     
    Me contaba hace poco una señora que conocí  esperando sentada en un banco de una iglesia a que acabasen el sin fin de actos litúrgicos que empezaron a las cuatro de la tarde y acabaron casi a las diez de la noche,  que ella había acudido allí por los frutos de la reevangelización recibida  durante  el año tras frecuentar el grupo parroquial que la impartía. Me explicaba que anteriormente no había tomado conciencia  de estas cosas, refiriéndose a los actos religiosos  que  allí, en medio de tanta aglomeración pietista, se estaban realizando. Me decía que casi toda su vida la había dedicado a cuidar a sus padres enfermos y que no había  tenido ocasión ni tiempo  para pensar en Dios. Yo la escuchaba y como la vi muy convencida de lo que decía no sabía cómo hacérmelo venir bien para que comprendiera  que era justo al revés,  que Dios entonces  estaba en ella más íntimamente que ahora en medio de tantas imposiciones   clericales.   Yo, que había asistido allí armándome de valor y paciencia tan sólo para acompañar a mi hija, una de las organizadoras,   a ella se dirigió al final cuando nos despedíamos y sin rubor alguno, oí que le decía; a ver si convences a tu madre y la llevas al grupo parroquial para convertirla  ¡ironías de la vida!

  • Santiago Moreno Porqueras

    He leido  con mucho interes y cariño tu reflexion.No me encuentro con capacidad de valorarlo,pero me viene muy bien para caminar al encuentro con Jesus de Nazaret.

  • “la espiritualidad viene a ser la mediación vehicular del hombre y de la mujer para ponerse en contacto con el Misterio”
    Excelente máxima don Antonio Gil. Y estoy plenamente de acuerdo. Tal es así que me doy cuenta a mis 36 años que poco a poco, se deteriora mi relación con el templo, con el edificio. Le tengo mucho respeto como lugar de culto, como lugar en el que uno se puede sentir bien, tranquilo…etc. Pero creo que el templo como lugar de culto, no lo es tanto. Sino que en la actualidad al igual que en los tiempos de Jesús, las iglesias -los templos- son el centro del organigrama eclesiastico por excelencia; cual sol sobre el que giran las personas y todo ello gobernado -desde luego- por el sacerdote. Aun así creo que puede ser posible construir templos o más bien constituirnos nosotros como templos y personas donde habite el Espíritu de Jesús. Para no alargarme expongo el fundamento de mi convicción por medio de Mateo 25:35-45. “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recibisteis, 36 anduve sin ropa y me vestisteis, caí enfermo y me visitasteis, estuve en la cárcel y vinisteis a verme.”
    Un abrazo a tod@s desde Estepa, en el corazón de Andalucía.

  • m. pilar

    Gracias a Antonio gil… por este art.
    Nos pone ante el Jesús que anduvo por los parajes de Galilea.

    Para mí, es fundamental esta mirada, como dije hace algunos años en un pequeño aporte a Atrio:
    “Otra mirada es posible” no era tan rico y claro aquel deseo de cambio… y doy las gracias porque este sí lo es.

    Mí querida Olga:

    No podía ser de otra manera;  quiero darte las gracias por tu hermoso art. que Oscar nos ha regalado.
     
    Así siente mi entraña, e intenta vivir desde estos contundentes principios que Jesús nos entregó.
    Cuando logremos desnudar de tanto aparato su paso por este mundo la riqueza humana que nos dejó, quizá seamos capaces de caminar de otra manera, y este mundo caótico hoy, pueda comenzar otra andadura que le ayude a levantar las cabezas y las espaldas a toda persona de:
     

    ¡Buena voluntad… y deseo de paz desde la misericordia y la justicia!

    Porque el proyecto de Jesús, sirve para toda persona que lo asuma,  en todos los confines del planeta.

    ¡¡¡Gracias Olga querida… y Oscar!!!

    Pili-mª pilar

  • oscar varela

    Hola!

    Link “recomendable”
    (algunos dirán que “interesado”! … Bueno, también!):

    El humanismo de Jesús – por Olga Larrazabal S. (Chile) 25 julio, 2010

    http://piensachile.com/2010/07/el-humanismo-de-jesaos/
    ………………..

     
    ¡Voy todavía! – Oscar.

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