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El Evangelio en España

Castillo

Nos dice el autor al enviar el artículo: Está escrito con pasión. Pero hay temas, que como los escribas con “serenidad”, te salen ya castrados por ti mismo.

¿Sigue siendo España un país cristiano? Si nos atenemos a lo que dice la vigente Constitución Española (art. 16, 3), la Iglesia Católica merece un tratamiento preferencial sobre las demás confesiones religiosas. Un tratamiento de privilegio con el que muchos ciudadanos no estamos de acuerdo. Porque, entre otras razones, resulta cada día más problemático afirmar tranquilamente que España es un país mayoritariamente católico. Y conste que, al decir esto, no me fijo en el creciente descenso de las prácticas religiosas.

Lo que más me motiva para afirmar que España no es ya un país católico, ni cristiano, es la abrumadora corrupción que ha invadido el tejido social de nuestro país. En España somos legión los corruptos. En unos casos, por los escándalos de los que nos enteramos cada día. Y en otras muchas (muchísimas) ocasiones, por el silencio, la pasividad y la consiguiente complicidad de quienes sabemos lo que está ocurriendo y nos callamos ante tanta desvergüenza. En España, ahora mismo, si no robas, por lo menos no te compliques la vida. Esta convicción es más frecuente de lo que imaginamos. Los “corruptos directos” han hecho sus fabulosos negocios con la indispensable ayuda que han recibido de los “corruptos indirectos”, los chupones de turno en cada caso, los que también han sacado tajada del mutismo desvergonzado que ha sido el arma más eficaz que han tenido los grandes sinvergüenzas de guante blanco, los que están en los puestos más altos del ranking mundial de la riqueza, es decir, de la desvergüenza. En un mundo donde hay más de mil millones de seres humanos abocados a morir de hambre pronto, acumular las fortunas que se han acumulado –y se siguen acumulando– es desvergüenza pura y dura.

Pero todo esto no es nada más que la introducción de lo que intento explicar a continuación. Vuelve mi pregunta: ¿Sigue siendo España un país cristiano? Si planteo esta pregunta, no es por el hecho de que cada día sea menor el número de personas que van a misa o reciben los sacramentos. Lo que define a un cristiano no es la práctica ritual de la Religión, sino el hecho de llevar una vida de acuerdo con el Evangelio. Ahora bien, se ha dicho con toda razón que la “obra maestra” (“chef-d’oeuvre”) del Evangelio (S. Légasse, L. J. Frahier) es la “descripción del juicio” (K. Berger) que hace el evangelio de Mateo al final de la vida de Jesús, antes de la pasión (Mt 25, 31-46). Ahí describe Jesús lo que será y cómo será el juicio último y definitivo de las naciones. Como ha explicado muy bien Ulrich Luz, al decir el Evangelio que así será el juicio de “todos los pueblos” (Mt 25, 32), en definitiva, lo que está afirmando, ante todo, es que en eso va a consistir el juicio que Dios hará de la historia. Más aún, la descripción de este juicio es tan fuerte, que en ella se nos viene a decir que lo que a Dios le interesa y le importa no es la observancia de la Religión, sino la bondad con todos los que sufren. Y es que, como bien dijo K. Kitamori, “Dios se hace inmanente en la realidad histórica”.

Concretando más. La realidad histórica que, según Jesús, le interesa a Dios es la dura realidad que viven quienes peor lo pasan en la vida. Por eso insisto en mi pregunta: ¿Sigue siendo España un país cristiano? A juicio del Evangelio, cristiano es el que se preocupa y se esmera por los que peor viven, por los que pasan hambre, por los enfermos, por los inmigrantes, por los que se ven solos y desamparados. Esa preocupación y ese esmero es lo que define al cristiano. No es el templo, ni la misa, ni la peregrinación, ni la cofradía. Que no. Que no es nada de eso. Solamente la bondad es digna de fe. Por eso, cuando el Señor de la Gloria nos diga a tantos españoles: “fui forastero y no me acogisteis” (Mt 25, 35), ¿qué le vamos a responder? ¿qué escapatoria van a tener los que han levantado las vallas con las concertinas cortantes? Y cuando el mismo Señor nos diga: “estuve enfermo y no me visitasteis” (Mt 25, 36), ¿qué van a responder los que han privatizado la sanidad, han impuesto el copago de las medicinas, han reducido los consultorios y así sucesivamente?

El fondo de la cuestión está en algo que no nos entra en la cabeza. Lo ha dicho muy bien J. Moltmann: “Los más pequeños pueden decirnos dónde está la Iglesia”. Sí, que lo digan. Vamos a dejarles hablar. Que digan los más desamparados si la Iglesia está en muchos de los que decimos que somos los entendidos teólogos de la Iglesia. Que digan si está en los que han jurado sus cargos poniendo la mano sobre un libro (la Biblia) que prohíbe jurar (Mt 5, 34-37). Que digan los obispos que viven en palacios, si los pobres, los lisiados y los pecadores encuentran en esos palacios la casa en la que siempre hay acogida o cobijo. Vamos ya a quitarnos la careta. Y digamos, con decisión y honestidad, si un país en el que se está haciendo enorme la desigualdad entre ricos y pobres, semejante país puede ser cristiano. Entonces, ¿a qué vienen los “Acuerdos con la Santa Sede?” Que se acaben ya los privilegios, de los que muchos sacamos ventaja, y vamos a vivir de acuerdo con el Evangelio.

Llevo años dándole vueltas a todo esto en mi cabeza. Y cada día veo más claro que el Evangelio no es un libro de Religión. Porque es un libro en el que el protagonista entró en conflicto con la Religión hasta el extremo de que los responsables del Templo (sacerdotes y maestros de la Ley) vieron que tenían que matar al personaje central del Evangelio. No. El Evangelio es un proyecto de vida. Un proyecto que tiene como finalidad humanizarnos, para que superemos la brutal inhumanidad que nos rompe a cada uno. Y rompe las relaciones de cada uno con los demás. Así, ¿qué Iglesia y que Cristianismo vamos a construir? Es más, ¿cómo tenemos cara para seguir diciendo que España es tan católica que merece una distinción y unos privilegios que se justifican nada menos que por nuestra Constitución? Ya está bien de engañarnos a nosotros mismos. Y, lo que es peor, pretender a toda costa engañar a medio mundo.

5 comentarios

  • Leído el artículo de José María, no sé si lamenta que España sea o no cristiana o que la corrupción la ha carcomido. Veo que el cristianismo aquí es de escenario y vacuo, es retórico y sobrenaturalista, no hay redeaños para denunciar con nombres y apellidos, y sí para filosofar en los trámites de las denuncias, lo haga la Conferencia episcopal o el simple tertuliano de Atrio. Aquí nunca se ha sido cristiano sino clerical, que es muy otra cosa que está a la vista. La inmensa mayoría de los políticos han pasado por catequesis. ¿Y qué? Pues nada. Para todos el evangelio es un libro de Historia con milagros incluídos. Por lo que opino que hay que empezar por denunciar no sólo a los rateros sino a cómo se ha entendido el estudio del Nuevo Testamento sin mondarlo como se monda una mazorca. Y luego atreverse a tocar todo el sobrenaturalismo que ha venido muy bien para tirar balones fuera en tiempos de cataclismos como el presente, porque los antiguos alumnos de tales o cuales frailes, o lo feligreses de tales o cuales parroquias nos han tirado al precipicio porque en ellos no hay razones sino devociones, que es lo único que han asimilado. Creo que es el momento de hablar sin tapujos, sin perífrasis teológicas, sin fraternidades sino con hombres y mujeres sufrientes, sin prójimos sino vecinos y paisanos. Somos la zurrapa de un café desestabilizador intestinal que nos han dado durante siglos y estamos presentes en todos los estamentos civiles y clericales de España. Y no tenemos más recursos que invocar a los Santos de nuestras devociones, sin mencionar que la vida diaria está corrompida en lo vital, porque aquello y no otra cosa nos han enseñado. Menos mal que brotan voces nuevas. Así que dejémonos de elucubraciones exegéticas y vayamos al grano:denunciar con nombres y apellidos. Empecemos por la juditatura, por ejemplo. Y dejémos de humanos o no humanos sino justo o no justo, punible o no punible, ladrón o no ladrón. Ya hablaremos -y hay que hablar- de deshojar los llamados Escritos sagrados.

  • Lola Cabezudo

    Querido amigo: No se si lo que voy a mencionar son las mayores causas de lo que comentas o no, pero  son motivo al menos parcial, de que España no se vea como país católico, ni cristiano, ni siquiera honrado. La ignorancia de los  cristianos oficiales, incluso practicantes, es abrumadora.  He sido catequista en un área urbana-rural, y durante 3 años que duraba la preparación para la Confirmación, la asistencia media de los interesados era de 29 sesiones de catequesis, es decir 10 al año. Las homilías a las que podían asistir los catequizados, cuando asistían, no tenían ningún valor cuando no confusión. Al día siguiente de la Confirmación los jóvenes renunciaban a cualquier participación. El resto ya lo sabemos, los que siguen en contacto son pocos y probablemente tan mal formados, como los míos.  Y alguno de ellos es ahora catequista. Hay ahora muchos medios pedagógicamente   logrados,  pero aún así la catequesis es  pasiva en muchos casos. A mi juicio, habría que empezar despertando el entusiasmo por una vida evangélica, caritativa, etc… y que al llegar a un punto, sean los jóvenes los que preguntan/desean los sacramentos.  Empezar por los sacramentos, por el meollo de la fe, es difícil porque les  quedan tantas lagunas sin comprender que no se adhieren y acaban en huída. Tampoco sería malo que los ambientes cristianos irradiaran más impulso para vivir vidas ciudadanas caritativas y honradas, que -mejor- si  cristalizan en vidas creyentes, pero que si no ocurre no hay que rasgarse las vestiduras.

  • Antonio Vicedo

    Disculpad y leed corregido:…. incluida la amenaza, que no la ejecución, de la  penalización..
    Por aquello de que la justicia divina no es absolutamente vengativa según se deduce de las parábolas de la misericordia divina.

  • Antonio Vicedo

    José Mª, tu y otr*s mucho*s, de l*s que me considero compañero, sabemos que algo de lo que a Jesús le pasó, nos está pasando, por plantear así su testimonio y mensaje: como LA BUENA NOTICIA para la Humanidad, pues le supondría la posibilidad de llegar a ser humana, si l*s humn*s nos humanizamos como Él.
     
    Por eso no hace falta mucha teología para dar con la verdad de la fe en Jesús, y para considerarla cristiana, católica (universal) y fundamentalmente religiosa.
     
    El pasaje de Mt. XXV, como código de actitudes y comportamientos para que sean considerados religiosos y sobre todo cristianos, es,  como cualquier advertencia de proyecto práctico, incluida la penalización por no adecuación a él de la conducta , una entrañable orientación que da Jesús para nuestro vivir en la tierra, admitiendo su continuada presencia en lós más pequeñ*s de sus herman*s human*s.
     
    En otra parte Ju XIII, 35, califica la condición de reconocimiento de su discipulado: “Quienes se aman l*s un*s a l*s otr*s.”
    Y más radical y profundamente lo aduce la IªJuan V. 19-21:“El que diga:- Yo amo a Dios, mientras odia (no ama) a su herman*, es un*  mentiros*, porque  quien no ama a su herman* a quien está viendo, a Dios, a quien no ve, NO PUEDE AMARLO.Y este es precisamente el mandamiento que recibimos de Él: quien ama a Dios. ame también a su herman*.
     
    Acaso la invocación cristiana: ¡PADRE NUESTRO! no se convierte en objetiva blasfemia, o clara profesión de ateismo cuando teórica y, sobre todo, prácticamente falseamos el nuestro recortando su UNIVERSALIDAD HUMANA?
     
    ¿Cómo puede ser verdadero cristianismo o  catolicismo español (También el  universal), si no queremos aceptar (Y aún satanizamos) la HERMANDAD verdadera  y real por la  IGUAL FILIACIÓN DIVINA?
     
    Pero no nos debemos arredrar en nuestra autocrítica eclesial:
    ¿Es acaso cristiana y católica  la estructura eclesial en la que no se vive la HERMANDAD IGUALITARIA con  todas sus consecuencias?
    Y el aviso dado por Jesús está claro  y es fácil de entender:“- Si camino del altar con tus ofrendas te acuerdas de que TU HERMAN* TIENE ALGO CONTRA TI; deja allí tu ofrenda y ve a reconciliarte con tu HERMAN*; y después…”
    “En un mundo donde hay más de mil millones de seres humanos abocados a morir de hambre pronto, acumular las fortunas que se han acumulado –y se siguen acumulando– es desvergüenza pura y dura.”
     
    ¿Y por qué no, desde el ambiente de fe cristiana decir alto y claro que es DEICIDIO, si aceptamos lo que dicho por Jesús: “-CONMIGO hacéis, o no, LO QUE con un* cualquiera de mis mas pequeñ*s HERMAN*S?

  • ana rodrigo

    Efectivamente, Castillo expone con pasión verdades contundentes e irrebatibles. Quizá es por esa pasión por lo que opino que hay un problema metodológico en su exposición, como es hablar indistintamente y mezclándolas conductas personas anónimas, conductas personales de personajes con responsabilidades pública y capacidad legislativa, y el problema de un país que desde su constitución ya prioriza a la Iglesia católica sobre otras religiones y que la Iglesia católica amarra esta situación con Acuerdos con el estado Vaticano sacando privilegios inmensos con una activa jerarquía eclesiástica que no deja pasar ni una.
     
    Si España fuese un país laico, no enfocaríamos la situación social desde el evangelio, sino desde la justicia a la que tienen derecho cada ser humano. Y en este caso, es cuando cada persona que se confiesa cristiana deberá ponerse la mano en su coherencia o incoherencia con aquel compromiso como proyecto de vida real.
     
    Este es el lío que tenemos en España, que la cosa religiosa va por unos derroteros, y la cuestión estructural que debería velar por valores laicos y universales, va por otros caminos.

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