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Jesús para nuestro tiempo —4—

Diarmuid Concluye hoy el primer capítulo de ‘Alcanzando a Jesús’ de Diarmuid O’Marchu. El proximo martes publicaremos el capítulo segundo que se titula Jesús y la cosmovisión cuántica. Hoy va a describir las cinco últimas cadenas con las que las iglesias han apresado a Jesús:

  • Octava Cadena. El Cautiverio de la domesticación Eclesial.
  • Novena Cadena. El Cautiverio de la respetabilidad de la Clase Media.
  • Décima Cadena. El Cautiverio del personalismo distorsionado.
  • Undécima Cadena. El Cautiverio de la religiosidad insípida.
  • Duodécima Cadena. El Cautiverio de la dominación negra.

Octava Cadena. El Cautiverio de la domesticación Eclesial.

El modelo que nos conduce a buscar el fundamento de este mundo en algún lugar fuera de él, buscando apoyo de ciertas divinidades, parece que está destinado al olvido.

-Ivonne Gebara

Si la Iglesia no pide justicia a las autoridades gobernantes que practican la injusticia hacia el pueblo, la Iglesia ha optado por apartarse de la política de Dios.

-C.S.Song

Los cristianos tienden a ver a Jesús como el fundador de la Iglesia, sin la cual sienten que no pueden seguir a Jesús de forma auténtica. El seguimiento de Jesús no se concibe sin una adhesión a una u otra denominación cristiana. Todas las Iglesias cristianas pertenecen esencialmente a la cultura de la primera sociedad romana, y en el tiempo, han sido fuertemente domesticadas por el culto de la colonización europea.

Consecuentemente, se ha concebido a Jesús como un Señor, un rey todopoderoso y conocedor de todo, el pantocrátor de Constantino. Como Easterbrook (1998) gráficamente ha ilustrado, éstas son proyecciones humanas que distorsionan y enmascaran el Cristo servidor, cuya liberación pertenece más a un empoderamiento igualitario que a un gobierno soberano.

  • Un Nuevo Reino de Dios.

En ningún lado la domesticación ha sido tan corrosiva como en el impacto que ha tenido en lo que los Evangelios describen como el “Reino de Dios.” (Not.: 10) Esta es la estrategia subversiva paradójica que hace a Jesús verdaderamente único entre todos los sistemas de fe conocidos por la raza humana. Para el tiempo de Constantino, el proyecto del “Reino de Dios” ya estaba bien reflejado en el sistema imperial romano. Hasta nuestros días, la fe cristiana ha estado comprometida y acomodada por esa realidad cultural y política.

La estrategia de Jesús ha sido tanto paradójica como subversiva. Fue paradójica en el sentido de que la liberación por la cual los judíos luchaban sería dada no por una intervención imperial sino por un empoderamiento de abajo hacia arriba; de modo que en el tiempo tal liberación subvertiría la misma necesidad de una clase gobernante. Los logros del pasado no garantizarían su cumplimiento; más bien sería una nueva forma de concebirlo lo que daría esperanza e inspiración; es lo que Haught (2000,96-104) describe como la promesa del futuro.

Fue subversivo en un sentido religioso y político. Políticamente, Jesús parecía haber adoptado la imagen de la realeza de la cultura, pero desafió y socavó la comprensión de lo “real” de ese entonces. La única vez que Jesús aprobó que sus seguidores lo llamaran rey (en los evangelios sinópticos), eligió montar un burro mientras que los reyes siempre montaban un caballo. Abrazó el culto de la “realeza”, pero invirtió totalmente su significado.

En lo religioso, el comportamiento de Jesús debe haber sorprendido y confundido a la gente de su pueblo. Los estudiosos de las Escrituras se inclinan a asumir que Jesús estaba muy a gusto en su contexto judío, y estimaba su fe judía. Me parece a mí que la evidencia de esta asunción es muy circunstancial y podría ser una proyección de la misma necesidad de los académicos de tener una fe enraizada en la tradición religiosa.

En las parábolas y milagros Jesús está siempre rompiendo las leyes religiosas y burlándose de la tradición religiosa. Claramente infringía las leyes religiosas que observaban la pureza ritual y nunca ofrecía una explicación o disculpa por su comportamiento tan audaz. Acudía al templo (o sinagoga) para rezar y alabar, pero muchas veces acompañado por los más desechados, cuya misma inclusión se convertía en un acto de profanación del lugar sagrado.

Como un predicador popular, invitaba al pueblo a hacer alianza con Dios, no abandonando su lugar en el mundo sino abrazándolo en el nombre del amor y la justicia. De acuerdo con el Evangelio de Juan, Jesús estaba comprometido con la plenitud de vida -mucho más allá de lo que podía pedir cualquier sistema-.

Me siento atraído por lo que encontré por primera vez en un trabajo provocativo de Tomas Sheehan (1986) donde dice que Jesús al promulgar la visión del REINO DE DIOS, no sólo trascendía su propia religión judía, sino las religiones en general. Boff (1980, 98) se hace eco de los mismos sentimientos en las siguientes palabras:

Jesús no teologiza la religión, haciendo que el pueblo busque la voluntad de Dios, no sólo en libros sagrados, sino principalmente en la vida diaria; desmitologiza el lenguaje religioso, usando las expresiones de nuestras experiencias comunes; desritualiza la piedad insistiendo que uno está siempre ante Dios y no sólo cuando va al templo a rezar; Él emancipa el mensaje de Dios de su conexión con una comunidad religiosa y lo dirige a toda la gente de buena voluntad; y, finalmente seculariza los medios de salvación, haciendo del sacramento “del otro” un elemento determinante para entrar al Reino de Dios.

  • La Visión Domesticada.

Me parece a mí que los Doce Apóstoles en general nunca captaron de qué se trataba el REINO. Querían que Jesús fuera un “Mesías Heroico”, y se desilusionaron mucho cuando Jesús se negó a cumplir sus expectativas. La eclesiología básica de San Pablo, encapsulada en grupos pequeños y flexibles, centrada en la Palabra y en el servicio a la comunidad, de muchas maneras honra lo inclusivo, liberando la visión de Jesús. Con la incorporación del cristianismo en el mundo romano en el siglo IV, la visión de Jesús del Reino fue totalmente demolida. De ahí en adelante se impuso la domesticación eclesiástica.

La Cristiandad nunca olvidó totalmente la visión del Reino, y yo sospecho que nunca lo hará. La verdad arquetípica siempre sobrevivió, y más allá de todos los esfuerzos de domesticación, eventualmente triunfa. Por muchos años de la Edad Media, los frutos del Reino parecían extenderse en distintos y varios movimientos místicos, feministas y algunos orientados hacia la justicia. La Iglesia oficial estaba desorientada por lo que pasaba y tenía mucha dificultad en controlarla. Consecuentemente, los historiadores eclesiales -que tienden a ser varones y clérigos- describen este período como la noche oscura de la Iglesia. Desde la perspectiva del espíritu creador de Dios, yo sospecho que fue una época gloriosa de creatividad y crecimiento espiritual.

Hoy, la domesticación sufre un período de confusión. La Iglesia lucha por movilizar la credibilidad de sus seguidores desilusionados. La mano firme del control está perdiendo su fuerza, al tiempo que la gente crece y se compromete con su fe, no como hijos pasivos sino como adultos cuestionadores. Paradójicamente, la visión del Reino está floreciendo una vez más después de varios siglos de subversión. La gente adulta está comenzando a reclamar una fe adulta en un Dios adulto.

La llamada a la adultez fue precisamente lo que los primeros seguidores de Jesús encontraron difícil de apropiar. Habían sido adoctrinados en un tipo de sumisión y “obediencia mediante el sufrimiento” que inculcaba una actitud infantil. Jesús rompió con todo eso y llamó a sus seguidores a hacer lo mismo. Pero la mayoría no pudieron vivir el desafío. Nos ha llevado a nosotros, los cristianos, 2000 años alcanzar a este Jesús adulto que nos conduce por un camino de fe adulta. Ahora, quizás por primera vez en la historia de la cristiandad, podemos renunciar a este infantilismo. No será una tarea fácil, probablemente cause no sólo una sino varias rupturas o cismas en las Iglesias domesticadas contemporáneas.

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Novena Cadena. El Cautiverio de la Respetabilidad de la Clase Media.

Llevó mucho esfuerzo mitigar el escándalo de la revelación de dios en un pobre carpintero. Su vida y dichos fueron reinterpretados para hacerlos más agradables a los ricos y poderosos. Se tejieron innumerables leyendas alrededor de él, generalmente tratando de elevarlo a un nivel de súper emperador.

-Justo L. González

Es la tarea de la eclesiología asiática liberar a Jesús para la gente común.

-Bying-MuAhn

Los evangelios sugieren que la vida de Jesús concluyó con una procesión triunfal a la ciudad de Jerusalén. Generalmente se dice que era el tiempo de la Pascua. Seguro que la ciudad albergaría mucha gente, la atmósfera sería tensa y expectante y los militares estarían alerta.

Aparentemente era también la ocasión en que figuras mesiánicas buscaban atención y notoriedad. Lo que parece también razonablemente claro es que las autoridades se manejaban sutilmente con tales competidores mesiánicos. En este caso, Jesús hubiera sido rápidamente arrestado -dependiendo de la fuerza de sus reclamos subversivos- y hubiera sido sofocado, seguramente con la muerte.

  • Cuando Honrar es un Error.

Los evangelios proveen un esquema detallado de juicios y supuestas acusaciones. Siguiendo el proceso establecido, la crucifixión era la pena decretada. En la narración de la Pasión en los evangelios, Jesús es tratado como una persona de importancia y estatus. Sus juicios son eventos de perfil alto en los que la justicia máxima es buscada para alguien muy especial. Éste es un Jesús de clase media, de estatus, dignidad y honor.

Pero, ¿fue éste el Jesús real? ¿Es así como se dieron los hechos realmente? ¿Es éste el revolucionario radical del nuevo Reino de Dios? ¿O es ésta una proyección de la respetabilidad de la clase media, con una historia que se embelleció a medida que la tradición oral se fue desarrollando?

Como un gran visionario del Nuevo Reino de Dios, Jesús hizo tambalear los fundamentos de la cultura heredada. Sospecho que muchas de sus historias hicieron que la gente la cuestionara por semanas, por no decir meses. Seguramente atrajo a muchos seguidores y, como suele pasar con los profetas, pocos fueron los que estuvieron con él al final. Se convirtió en algo demasiado grande, abrazar no sólo al mensaje sino también al mensajero.

Por lo que toca a las autoridades en Jerusalén, las que eran religiosas ciertamente habían escuchado hablar de Jesús. Una y otra vez habían tratado de eliminarlo, ahora tenían una gran oportunidad y la tomaron. Sospecho que lo hicieron sin tomar en cuenta lo legal o social. Para ellos Jesús era una peste, eligieron librarse de él tan pronto como podían.

  • Es Prudente Ser Respetable.

2.000 años más tarde, Jesús todavía es cautivo de la respetabilidad de la clase media. Se espera que los cristianos se comporten de acuerdo a las normas culturalmente sancionadas de adhesión, fidelidad y respeto. Se espera que los cristianos obedezcan las leyes de la Iglesia como del Estado, que no cuestionen lo que las autoridades legítimas dicen y que no perturben el equilibrio de los sistemas humanos. Se espera que los cristianos se adhieran a las estructuras jerárquicas que prevalecen en sociedades jerárquicas y que denuncien a aquellos que cuestionen tales paradigmas. Se espera que los cristianos sean buenos y caritativos. El hablar de derechos humanos y justicia tiene una connotación de “izquierda”, y eso se percibe como extraño al cristianismo.

Ello está en las antípodas de la figura profética de Nazaret que escandalizó y perturbó las convenciones de su época en el nombre de la justicia y la liberación. Nuestra respetabilidad se ha cobrado muy caro el auténtico sentido de la vida cristiana. Hemos perdido de vista la visión más profunda, y hemos apagado la pasión y el entusiasmo por el Nuevo Reino de Dios.

El seguimiento de Jesús no es una religión respetable, y sospecho que nunca quiso serlo. Es una llamada a la verdad, justicia y liberación para los que están oprimidos, excluidos y desapoderados. No es para aquellas personas que buscan aceptación y amor a través de la brutalidad y la exclusión, muchas veces invocadas en nombre de la respetabilidad del poder patriarcal.

Los cristianos están llamados a ser diferentes y deben ser reconocidos por ser diferentes. Cuando nos hacemos uno con las normas y procedimientos de la sociedad, hemos perdido la capacidad de ser sal de la tierra y luz para el mundo. Continuamos afianzando el legado de domesticar el mensaje de Jesús.

En la espiritualidad cristiana convencional, se considera que el sufrimiento hasta el martirio es la marca singular de la dedicación cristiana. Mientras no intento subestimar el potencial de cambio que ese testimonio heroico puede hacer posible, la opción del martirio está basada en una retórica que nace de la violencia redentora. En el presente, por lo menos, la opción de vivir por Jesús, más que morir por Él, es lo realmente heroico.

Esto se traduce en un compromiso radical por los valores de la visión del Nuevo Reino de Dios, buscando construir en todo el mundo la justicia, la inclusión y la igualdad que busca un lugar para todos, particularmente para los pobres y marginados en la mesa de la abundancia de Dios. Ésta es la visión subversiva por la cual Jesús entregó toda su vida hasta llegar a la muerte misma. No hay amor más grande que aquel que deja una marca indeleble al construir un mundo mejor para aquellos relegados al margen.

Cuando caminamos la vida como lo hizo Jesús, quizás el martirio más grande no sea el derramamiento de sangre, sino la incomprensión, el rechazo, y el ridículo que experimentamos dentro de nuestra familia, país, iglesia y amigos. El discipulado cristiano no es una opción popular, pero para los que son llamados tiene un valor tan grande que sostiene al discípulo en el que puede ser un camino difícil y solitario.

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Décima Cadena. El Cautiverio del Personalismo Distorsionado.

Las personas no están aisladas sino que existen únicamente en relación. Por tanto, lo significativo no es el cuerpo aislado de Jesús, sino su cuerpo interactuando con otros cuerpos. El cuerpo corporativo generado por Jesús en su interacción con sus contemporáneos y con nosotros es la encarnación de la gestalt de Cristo.

– Meter C. Hodgson

Jesús emerge en la existencia a través de Cristo/Comunidad y participa en su co-creación… Por tanto, lo verdaderamente cristológico, lo realmente revelador de la encarnación divina y del poder salvífico en la vida humana, debe residir en la conectividad y no en individuos separados.

-Rita Nakashima Brock

La espiritualidad cristiana atesora la noción de una relación personal con Jesús. En general se la considera la señal de una vida espiritual bien madura. Esta aspiración bien intencionada conlleva una cantidad de presunciones no examinadas, de las cuales la más básica es la posible proyección en Jesús de lo que nosotros entendemos que significa ser persona, en el contexto de la cultura occidental contemporánea.

  • El Ser Separado.

En occidente, el paradigma valioso respecto a ser persona es el de ser independiente, individualizado, racional. Es un concepto desarrollado originalmente en la Grecia antigua, y detallada en los sistemas filosóficos de Platón y Aristóteles. En general, éste es el concepto de persona que adoptan los concilios eclesiásticos (por ej. Nicea y Calcedonia) al formular las primeras doctrinas cristológicas. Es el concepto de persona adoptado ampliamente en culturas occidentales contemporáneas, y en aquellas influenciadas fuertemente por valores occidentales. Pero está particularmente ausente en las culturas nativas del África, Asia, América Central y América del Sur.

Se da por descontada la validez de la versión griega/occidentalizada de la persona humana, y se valora hasta tal punto que a la mayoría nunca se le ocurre cuestionar su hegemonía. Sin embargo, hay un concepto alternativo que está mucho más generalizado de lo que suponemos y que es mucho más congruente con nuestra historia evolutiva como especie humana. Frecuentemente se lo encapsula en la frase: “En todo momento soy la suma de mis relaciones, y eso es lo que constituye mi identidad.” Esto es lo que en adelante llamaré concepto relacional; el otro enfoque lo denominaré concepto autónomo.

En la descripción autónoma, el énfasis está mayormente en la singularidad humana por encima y en contra de todo lo demás en la creación. No sólo es ésta una orientación de confrontación, también habla de la especie humana como algo superior a todo lo demás que existe. El matiz más fuerte es que cada persona es independiente y separada de todas las demás personas y toda otra cosa en la creación. La separación probablemente sea el rasgo singular más distintivo del punto de vista autónomo.

Antropológicamente tiende a estar basado en la opinión de que nosotros, los humanos, estuvimos enlazados con la naturaleza durante la mayor parte de nuestro desarrollo evolutivo, y que al llegar a la madurez requirió que nos diferenciásemos claramente de todo lo demás. De ahí la noción de separación. Ésta es la base de la alienación severa que los humanos experimentamos hoy, especialmente en las así llamadas naciones desarrolladas de occidente. Al separarnos de la naturaleza y establecernos por encima de ella, muchas veces con la bendición y validación de la religión formal, nos aislamos efectivamente de la matriz sustentadora a la que pertenecemos íntima e integralmente.

Nuestro concepto de persona autónoma probablemente sea la ilusión más grande que sufrimos los seres humanos. Se contrapone a lo que hemos sido durante gran parte de los seis millones de años que hemos poblado la tierra. Es producto de los milenios recientes, mayormente, cuando no totalmente. Es otro corolario de la necesidad compulsiva de los seres humanos de estar totalmente al cargo. Cuanto más nos ponemos al cargo, tanto más nos distanciamos de la matriz relacional cósmica a la que pertenece todo en la creación.

El concepto relacional del ser humano lucha por honrar la red relacional de la vida a través del cual todo se concibe, crece y prospera. Nosotros los humanos somos una dimensión integral de esa red, pero nos convertimos en pestes amenazadoras a medida que profanamos y explotamos parte de la red de la vida. La verdad dolorosa, naturalmente, es que no destruiremos la creación, porque todo lo demás en la creación tiende a respetar la red relacional. No es la creación la que destruiremos, sino a nosotros mismos.

  • ¿Qué Tipo de Persona era Jesús?

Los apologistas cristianos supusieron desde el principio de los tiempos cristianos que Jesús pertenecía al mundo de personas autónomas. (Not.: 11) De ahí el deseo de los apóstoles de exaltar a Jesús en un trono como una figura soberana, algo que él siempre resistió según los Evangelios Sinópticos. En esta senda de ignorancia, una de las más persistentes de cualquier tradición religiosa conocida por la humanidad, los cristianos nunca parecen haber cuestionado esta presunción básica acerca de la persona de Jesús. Invocamos mucha retórica acerca de ser moldeados a imagen y semejanza de Dios, pero, en verdad, dedicamos una cantidad de energía enorme moldeando a Dios a nuestra imagen y semejanza, y con Jesús hemos hecho lo mismo de la manera más descabellada. Como dijo Richard Rohr (2004, 122):

Jesús vino para hacer una declaración desconcertante acerca de nosotros, y hemos evitado ese mensaje tratando de hacer declaraciones profundas acerca de él – afirmaciones acerca de las cuales nunca estamos todos de acuerdo y nunca lo estaremos, sino que simplemente las discutimos.

Tal vez una de las pistas más claras dadas en los Evangelios está en Lucas 7, 18-22, donde Jesús insinúa una comprensión de sí mismo muy diferente en la respuesta a los discípulos de Juan el Bautista. Los discípulos enfrentaron directamente a Jesús con la cuestión de su identidad. Resulta interesante que él no responde con lo que la Iglesia ha proclamado que es la gran afirmación de fe, supuestamente dicho por Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente”. Jesús no responde directamente a los discípulos de Juan el Bautista, él contesta de manera extrañamente desconcertante: “Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído…” (v.22).

En mi opinión, la pista vital es inequívoca. Jesús sugiere que vayan y miren su matriz relacional, el contexto en que su vida es vivida liberando lo relacional, el compromiso con su cultura de la que Jesús mismo obtiene su identidad personal e individual. Aparte de ese contexto, de esa red relacional, Jesús no tiene una identidad personal, como se sugiere en las citas de apertura de Brock (1992) y Hodgson (1994).

Por extensión, ahora vislumbramos un significado más profundo acerca de la noción del Reino de Dios, el enfoque principal de la vida y misión de Jesús. El trabajo del Reino no es algo que Jesús esté activando en el mundo de su época. La visión del Reino es una extensión de la persona de Jesús a través del cual Jesús se convierte en una identidad personal única. El Nuevo Reino de Dios es la matriz relacional de Jesús en su sentido más grande y más integral. Por lo tanto, Jesús, cuando habla de sí mismo, señala al Reino que es la plenitud de su ser relacional. Como dijo Robert W. Funk (1996, 305):

Jesús se refirió a algo que él llamó dominio de Dios, algo que él no creó, algo que él no controló. Yo quiero descubrir qué fue lo que Jesús vio, o escuchó o sintió que le resultaba tan encantador, tan cautivante, tan estimulante que lo mantuvo en su asombro. Yo no quiero que lo que hicieron sus seguidores me engañe: en lugar de mirar para ver qué fue lo que él vio, sus discípulos tendieron a clavar su mirada en su dedo índice. Jesús mismo no debería ser, no debe ser, el objeto de la fe. Eso sería repetir la idolatría de los primeros creyentes.

Jesús pertenece, total e inequívocamente, a la dimensión relacional del ser humano y nunca tendría que haber sido aprisionado en el molde del ser autónomo. Este es el reduccionismo que a la larga creó una preocupación voyeurista con la divinidad de Jesús, y se convirtió en una distracción burda de la manera radicalmente nueva de ser humano que Jesús nos manifestó. Esta iniciativa de comprometerse con la revelación relacional liberadora de Dios en Jesús sigue siendo uno de los desafíos más grandes para la fe cristiana que todavía espera una respuesta auténtica del pueblo cristiano.

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Undécima Cadena. El Cautiverio de la Religiosidad Insípida.

La sensación de impotencia es la forma más profunda de separación que la civilización produce.

-Dorothee Soelle

El mundo está lleno de cristianos, y sin embargo nada cambia. Tal vez sea hora de cambiar. Bailemos con Eva y vayamos en busca de Lilith, la primera de nuestros ancestros en rechazar la encarnación de la jerarquía destructiva.

-Lisa Isherwood.

Las culturas patriarcales tienden a generar un clima de codependencia. Algunos están al cargo y otros son sumisos, y para mantener a la mayoría en un rol “obediente”, es predecible que surja una retórica de la paternidad. Vemos esto en toda cultura religiosa importante, porque toda la religión formal está fuertemente influenciada por la hegemonía patriarcal. En el cristianismo, se manifiesta en nuestra designación de Dios como Padre, la iglesia como madre, nuestra relación con Dios como hijos, y la adopción de la familia como el icono principal de cómo la fe ha de ser vivida.

En este contexto, hay poca esperanza de que se honre un discipulado de iguales. El adulto como adulto siempre luchará para encontrar un lugar auténtico. La adultez se relega a aquellos que gobiernan, es decir, a aquellos que controlan. Debido a que el control es básicamente el de una relación disfuncional que falla de una manera u otra, el común de la gente tiende a ser tratada como “niños”.

  • Una Espiritualidad de Lugares Comunes.

Aquí se desarrollan varios rasgos de comportamiento. En esta coyuntura quiero destacar el de la religiosidad insípida. La gente tiende a alimentarse con una espiritualidad del tipo devocional en que los poderes que gobiernan tratan de calmar todos sus miedos, responder a todas sus preguntas, y asegurarles que a la larga está garantizado el rescate divino si permanecen leales a los requisitos del grupo que gobierna. La mayor parte del tiempo, la gente se siente no merecedora, y así es precisamente como la elite reinante prefiere que sea. La gente recurre a las prácticas devocionales para ganar el favor de la deidad reinante. Su compromiso con Dios y con la vida es materia de preparación para que se cumpla en una vida por llegar.

Jesús y la historia cristiana han sido condenadas a la misma espiritualidad de tipo infantil. Jesús es descrito popularmente como un niño amable y obediente en un sistema de familia que honra la prioridad del varón como jefe, y Jesús mismo es designado el primogénito. Sin cuestionar el hecho, se presume que es fiel a su fe judía nativa, aunque varios factores en los Evangelios sinópticos, especialmente en las parábolas, muestran a Jesús criticando e ignorando algunos principios centrales de su propia fe. La Iglesia, hasta el día de hoy, continúa afirmando que Jesús quería una nueva religión en su nombre, una proclamación que deja fríos a los expertos serios y a un bloque creciente de cristianos iluminados intelectualmente.

La literatura espiritual tiende a adoptar el Evangelio de Juan con fervor excesivo, proclamando que Jesús continuamente sostenía una relación de oración con el Dios al que se dirigía y al que honraba como padre. Por lo tanto, en la vida cristiana se considera fundamental la relación espiritual “personal” con Dios, quedando redundante e irrelevante el compromiso con las esferas sociales, políticas o incluso interpersonales. Es en este nivel que la visión del Reino de Dios queda comprometida de una manera más seria. La salvación llega a verse como algo singularmente individual, y se descarta toda responsabilidad por la creación de Dios, aduciendo que es una distracción que interrumpe el verdadero trabajo de la salvación.

La cultura de la religiosidad insípida no se desmantelará fácilmente. Reconozco respetuosamente que este tipo de esperanza espiritualizada es lo que sostiene y nutre a millones de personas en las partes más pobres del planeta. Les ayuda a mantener algo de sentido y esperanza frente a la horrenda opresión e injusticia que sufren. La ironía cruel es que no ofrece ninguna solución a su suerte. Los mantiene resignados ante algo que deberían combatir y resistir, como Jesús querría que lo hicieran. En su lugar se les hace pensar que ésta es la voluntad de Dios para ellos, y muchas veces es la óptica que avalan los predicadores evangélicos proclamando una fe complicada y transigida que poco tiene que ver con el Jesús liberador de los Evangelios.

  • Compasión para la Liberación.

Si verdaderamente honramos el Jesús del Reino de Dios, lo que encontramos es un visionario espiritual encendido con el Espíritu viviente de Dios, animado con la intensa pasión del profeta, iluminado con la profunda percepción del místico, y enraizado en el fango y textura de la tierra viviente. Verdaderamente esto es Dios con la gente, el Emmanuel de una manera ferozmente real. Éste no es un Dios para un aislamiento devocional, para una retórica evangélica, o para un análisis académico. Éste es un Dios de compromiso, participación, liberación y compasión.

La compasión es una cualidad interesante de Jesús. La palabra griega splanchnizomai es un verbo, no un sustantivo, como en su traducción al inglés. La domesticación cultural frecuentemente adopta la estrategia de reducir los verbos a sustantivos. Tiene consecuencias alarmantes para la visión de Jesús. Honrando el verbo original griego splanchnizomai, “compasión” significa una empatía visceral intensa con el sufrimiento del otro. Jesús siente la agonía del dolor del otro en lo profundo de su propio estómago, una experiencia de conexión con el sufrimiento. “Compasión” es una palabra llena de fuerza, vitalidad, enojo justificado, y un deseo insaciable de ver que se haga justicia. No tiene nada que ver con lástima o piedad, las palabras insípidas que muchas veces se usan para traducir ese término fogoso. (Not.: 12)

De todas las necesidades urgentes que tiene la iglesia cristiana hoy, ninguna es más importante que la necesidad de recuperar la faz profética de Jesús. Cualquier otra cosa es sólo otra forma de perpetuar el culto del espiritualismo insípido y la ideología de la obediencia. Hará tambalear la credibilidad misma de la iglesia según ha existido durante los últimos dos mil años, pero Jesús es más grande que el contexto; y al final es la visión de Jesús la que importa. Sea que la iglesia opte por la reforma o no, la historia de Jesús se seguirá contando, seguirá creciendo y floreciendo con su audaz originalidad.

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Duodécima Cadena. El Cautiverio de la Dominación Negra.

Los colonizadores le arrebataron al África su cultura, religiones y sistemas económicos, pero la cristiandad mantuvo intacto el poder patriarcal, es más, lo reforzó.

-Marcella Althaus-Reid

Muchas cristologías africanas están preocupadas con las culturas antiguas del África que se vuelven irrelevantes para nuestras necesidades y asuntos africanos contemporáneos.

-John Onatyekan

La cristiandad se convierte rápidamente en la religión del Hemisferio Sur. En 1966 el 66% de los católicos vivían en el mundo blanco occidentalizado; hoy el 75% vive en el Hemisferio Sur, y otras denominaciones cristianas siguen un patrón similar. Esto nos presenta con un potencial desafío espiritual fascinante. Requiere una redefinición fundamental del modo en que comprendemos nuestra herencia cristiana y la manera en que lo vivimos en el mundo contemporáneo.

A medida que trascendemos progresivamente la etnicidad blanca que millones de personas suponen que es endémica a la identidad cristiana, nos encontraremos con algunas preguntas sobrecogedoras pero liberadoras. El nuevo contexto cultural expeditará la reapropiación de una comprensión diferente de encarnación. Históricamente, la encarnación de Dios en nuestra especie es una solidaridad con la raza negra más que con ninguna otra identidad étnica. La solidaridad de Dios con la humanidad a través de los seis millones de años de evolución humana ha sido predominantemente un reconocimiento de la etnicidad negra en el Hemisferio Sur.

  • La Falsa Ilusión del Poder.

Sin embargo las culturas negras de hoy son precisamente las que traicionan más a Jesús. Las iglesias negras perpetúan una religiosidad devocional que difiere en gran medida con las realidades de la vida diaria y son muy débiles para confrontar las grandes cuestiones de la justicia en el mundo. La masa creciente de clero negro tiende a perpetuar el poder y el control a un grado que hace que el imperialismo occidental parezca insulso y benigno.

La lógica es trágicamente miope. Los obispos y curas africanos adoptan la filosofía de inculturación, concepto presentado más que nada por misioneros occidentales, y buscan como modelos principales a sus jefes locales. En las culturas africanas, el jefe ostenta el poder absoluto y autoridad sin cuestión. Es respetado y honrado como si fuera una deidad por mérito propio. El clero africano proclama que éste es un aspecto único de su cultura y que pertenece profundamente a su historia y tradiciones.

Ésta es su gran ilusión. No pertenece a sus tradiciones, y un poco de historia indica fácilmente que no es así. Pertenece a la era del colonialismo europeo, cuando los colonos elevaron a los jefes, de su condición de animadores sociales y espirituales de sus comunidades para convertirlos en tiranos despiadados que cobrarían impuestos e impondrían la voluntad de los colonos en otros aspectos. Aquí es dónde el gran jefe obtuvo su prerrogativa poderosa, no del África misma, sino del occidente patriarcal.

  • Opresión Internalizada.

Este monopolio patriarcal se ha infiltrado en cada dominio de la cultura humana, y aunque los occidentales están desencantados con su hegemonía, en varias partes de los dos tercios del mundo de África, sudeste de Asia y Sudamérica, todavía cautiva a la gente con una atracción mortífera. Éste es el encanto de la opresión internalizada. Aquellos que alguna vez fueron víctimas de la opresión todavía llevan el dolor y el trauma de esa opresión en el subconsciente profundo. Tiene que salir de una manera u otra, y para aquellos que no comprenden cómo funcionan los procesos internos, los propios parientes, el propio pueblo y cultura pueden convertirse fácilmente en víctimas de las proyecciones subconscientes.

En nuestro deseo de estar a la altura de los opresores, repetimos subconscientemente la estrategia de los opresores. Se pueden haber eliminado las estructuras externas y sistemas de las fuerzas opresoras, no obstante, se tarda mucho más tiempo en liberar las cadenas internas que nos aprisionan. (Not.: 13) Bajo el gobierno colonial internalizamos la necesidad de ser sumisos y obedientes, se nos entrenó para pensar que esta dispensación hecha por el hombre provino de Dios en realidad. Sin saberlo podemos perpetuar esta ideología mortífera, que no tiene nada que ver con un Dios de encarnación y todo que ver con la encarnación del colonialismo.

En varias culturas del Hemisferio Sur -cristiano y no cristiano- hay una expectativa cultural para que las mujeres se vistan de una manera que exponga lo menos posible sus atributos corporales. Ésta es otra imposición cultural alimentada por el deseo patriarcal de hacer y mantener invisibles a las mujeres. Está fuertemente reforzado y protegido por la religión dominante. Las mujeres mismas la defienden ferozmente para ser respetadas y respetarse entre ellas. Esta explicación no resiste análisis y sirve como un ejemplo clásico de la clase de racionalización que se vuelve demasiado común cuando la opresión internalizada ni se nombra ni se reconoce. (Not.: 14)

Para los cristianos en el Hemisferio Sur, éste es el momento de la suprema comprensión. La opresión puede durar siglos, precisamente cuando ha sido normalizada e incluso exonerada como un estándar cultural. Esto nunca puede justificarse diciendo que es la voluntad de Jesús. Esto es comprometer la visión liberadora de Jesús y su aversión total al sistema de valores patriarcales en todas sus formas.

Demográficamente el futuro de la cristiandad está en las tierras del sur, pero la cuestión formidable es si el sur cristiano puede honrar la visión radicalmente liberadora de su fundador, y las perspectivas no son buenas. Sin embargo, la historia de Jesús tiene una indomable resiliencia, y cabe la esperanza de que el Sur, infundido con la sabiduría decisiva del Gran Espíritu, aceptará el desafío profético, y podrá hacerlo antes de lo que se supone.

Un comentario

  • Juanel

     
    ¿Qué es lo que pretende Diarmuid? En mi opinión no trata de acercarnos la figura histórica ni religiosa de Jesús de Nazaret a nuestro tiempo, sino más bien desmantelarla. Rechaza todas las interpretaciones que sobre Jesús se han dado desde sus inmediatos seguidores, pasando por las dadas a lo largo de las historias de todas la Iglesias cristianas, incluso de las de la historia de las sociedades civiles, hasta nuestros días. Todos se han equivocado y han atado con fuertes cadenas el mensaje de Jesús. Y es que la característica fundamental de Jesús para el autor es la SUBVERSIÓN de todo y frente a todo, desde el ámbito colectivo las instituciones sociales, políticas y religiosas, pasando por en ámbito individual en cuanto al sentido de persona, y alcanzando el ámbito divino puesto que resulta irrelevante la relación personal entre Jesús y Dios su Padre, puesto que la relevancia está en la subversión, en la inversión de los valores comunes. Y esto, como no podía ser de otro modo, le lleva a la incomprensión generalizada, un Jesús molesto e incordio, que necesariamente se queda completamente solo, lo cual conduce a la imposibilidad de seguimiento. ¿Es esto lo que pretende?
     
     
    No veo a Jesús de Nazaret por ningún lado en lo que escribe Diarmuid, sino un arquetipo humano subversivo, que según parce es el máximo ideal humano para el autor. Se ha hecho una idea previa sobre Jesús y la quiere hacer valer no sólo contra el magisterio de la Iglesia de hoy, que sería lo de menos, sino contra las Iglesias primeras, los Evangelios y los seguidores inmediatos de Jesús que no lo entendieron. Sólo el autor es el que tiene la clave de su comprensión y por tanto todos los demás somos esclavos, encadenados a un sin fin de prejuicios históricos que han desvirtuado según él la esencia de Jesús.
     
     
    Bueno, pues allá él, pero su trabajo no me sirve para acercarnos a Jesús hoy, por que este Jesús no es el de los evangelios, ni el de sus inmediatos seguidores, ni el de la Iglesia, sino el Jesús de Diarmuid que en definitiva no me interesa.
     
    Saludos cordiales
     

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