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Jesús para nuestro tiempo –y 5–

DiarmuidCompletamos  hoy todo lo que tenemos traducido al castellano del libro ‘Alcanzando a Jesús’ de Diarmuid O’Marchu. Es el segundo capítulo. Liberado Jesús de cadenas ideológicas en el capítulo 1º, ahora el autor intenta aplicarle el paradigma cuántico, sobre el que ha escrito un libro, Teología Cuántica, que pronto estará disponible en la colección Tiempo Acial de editorial Abya Yala (y probablemente también en ATRIO LIBROS). Mientras Francisco continúa su viaje a Brasil hablando de Jesús (ver Bienvenida al papa Chico de Frei Betto y crónicas en comentarios de entrada anterior) no está mal acompañar a O’Murchú en sus aventuras teológicas para una nueva comprensión del Jesús que trasciende el tiempo.

CAPÍTULO DOS. JESÚS Y LA COSMOVISIÓN CUÁNTICA.

Disfrutamos la conciencia creciente de nuestra identidad en relación con el todo cósmico al que pertenecemos.

Ivonne Gebara.

En la realidad cuántica, la relacionalidad es verdaderamente creativa. Es aquí, en el dominio de la relacionalidad, que la realidad cuántica es más alucinante y revolucionaria.

Danah Zohar.

En el primer capítulo jugué el papel deconstruccionista para apartar esas ideologías que se interponen en nuestro camino al intentar comprender a Jesús en el siglo XXI. Nos ha tomado dos mil años alcanzar a Jesús, algo que en términos evolutivos es un logro. Ahora que estamos en este umbral evolutivo de la fe cristiana y la búsqueda de sentido que evoca, enfrentamos un momento fresco de reconstrucción. Es una tarea apasionante, que trataré en dos niveles:

(1)  reclamar el contexto arquetípico del Jesús original –que es el tema de este capítulo; y

(2)  permitir que la historia de Jesús sea contada por el contexto del siglo XXI, que constituirá la tercera y última sección de este libro.

La visión y estrategia del Reino de Dios parece ser la manera más auténtica de acceso al sentido más profundo de Jesús para su tiempo y para el nuestro. Esta es la visión desde donde todo lo demás se desprende. Es la realidad de Jesús escrita extensamente, tan extensamente que de hecho ha tomado a los humanos dos mil años empezar a reclamar sus impresionantes y prácticas implicaciones. Jesús toca el centro de nuestro destino humano, pero lo hace en un contexto cósmico y planetario; y éstas son las dimensiones que deseo explorar en el presente capítulo.

  • Jesús y la Física Cuántica

La física cuántica provee un paisaje fértil para esta empresa. Nos libera a nosotros –y a Jesús–- de la disposición mental árida y congestionada del racionalismo patriarcal. Libera el Espíritu creativo para soñar e imaginar, intuir y discernir. Libera la historia, para que las historias específicas que Jesús dejó radicalmente abiertas puedan ser contadas nuevamente. En el paradigma previo estábamos condenados a seguir el principio mecanicista que proclama que el todo es igual a la suma de las partes. Ahora estamos al servicio de una nueva conciencia en donde el todo es más grande que la suma de las partes.

La física cuántica emergió de una desilusión creciente respecto de los horizontes estrechos de la ciencia clásica. La teoría es ampliamente reconocida entre los científicos y ha sido verificada por varios experimentos. También forma la base de algunas de las tecnologías más innovadoras que influyen nuestras vidas hoy, incluyendo la computación, las conexiones de información global, y la medicina láser, para mencionar algunas. A pesar de estas aplicaciones muy reales y exitosas, la mayoría de los científicos todavía buscan una estrategia por la cual la teoría cuántica pueda someterse a la cosmovisión clásica. Es muy difícil aceptar y vivir con algo tan evasivo y creativo como la visión cuántica[1]. Incluso las implicaciones filosóficas y místicas han sido raramente reconocidas, mucho menos afirmadas. Al adoptar la visión cuántica, abrazamos una manera diferente de relacionarnos con nuestro mundo y su sentido para nosotros:

La cara prolija, fija y no cambiante de la realidad cede el paso a los flujos fluidos y fluctuaciones cuánticas de energía creativa, impelidas por fuerzas que nosotros los humanos, en esta etapa de nuestra evolución, no entendemos, ni mucho menos controlamos.

Trascendemos el mundo del razonamiento racional deductivo; la causa y efecto ya no funcionan más como pensábamos, y todavía pensamos que deberían.

Encontramos un mundo donde cada todo es más grande que la suma de sus partes, y las partes individuales tienen poco o nada de sentido en su aislamiento solitario.

Estamos llamados a hacernos amigos de una creación orientada relacionalmente en donde la capacidad de relación es una característica indeleble.

Estamos vinculados a la dualidad partícula-onda como participadores cocreativos, siempre modificándola en mayor o menor grado.

Habitamos un cosmos de no-localidad (Nadeau y Kafatos 1999), en donde los efectos ocurren a velocidades más veloces que la velocidad de la luz y de acuerdo a la dinámica en que el aleteo del ala de una mariposa en un extremo del planeta tierra puede afectar el curso de un tornado en el otro extremo.

Encontramos una sabiduría mayor que la nuestra, una conciencia que pertenece primariamente a la creación cósmica y lateralmente al cerebro humano (explorado en O´Murchu, 2002, 169-81).

Deepak Chopra (2000, 39), brinda un resumen hábil y sucinto de la visión cuántica:

La Creación se manifiesta.
La Energía existe.
El tiempo comienza.
El espacio se expande de su fuente.
Los eventos son inciertos.
Las ondas y las partículas se alternan.
Sólo se pueden medir las probabilidades.
La causa y el efecto son fluidos.
El nacimiento y la muerte ocurren a la velocidad de la luz.
La información está fijada en la energía.

En esta nueva visión no hay poder sobre, sólo poder con. Jugar los juegos de poder de la dominación patriarcal es profundamente extraño a la naturaleza de la vida tal como está ejemplificada en la visión cuántica. Nuestro deseo insaciable de control no tiene sentido en un universo donde todo ejerce su propio sentido de control precisamente porque todo está fuera de nuestro control. Vivimos en universo auto-organizado, en donde nosotros los humanos necesitamos tener la humildad de someter nuestros planes a la gran sabiduría de los sistemas cósmico y planetario (ver Kauffman, 1995).

Cuando liberemos a Jesús de las cadenas de dos mil años de cristianismo… ¿cómo se nos aparecerá?

Tal vez San Pablo en la segunda carta a los corintios puede allanar el camino para nuestra reflexión:

De suerte que nosotros desde ahora no miramos a nadie con criterios humanos; incluso a Cristo, si antes lo conocimos personalmente, debemos mirarlo ahora de otra manera. Por esa misma razón, el que está en Cristo es una criatura nueva. Para él lo antiguo ha pasado; un mundo nuevo ha llegado. (2 Cor 5, 16-17)

Ya en vida, parece que Pablo invitaba a las personas a mirar a Jesús de una manera diferente a las normas existentes sobre la persona y la creación. La persona individual en vivo ya no era adecuada, pero tampoco lo era la “antigua creación.” La venida de Jesús a la tierra había alterado los términos de referencia existentes. La nueva creación, lo que los evangelios llaman el Reino de Dios, auguraba cambios tan originales y provocativos que ha tomado a los cristianos-y a los humanos en general- unos dos mil años alcanzarlos. ¡Ahora debemos reclamar el nuevo horizonte y vivir según él!

Los evangelios sugieren que los siguientes son algunos de los elementos contextuales que necesitan embellecer una historia de Jesús crítica y creíble para nuestro tiempo:

  • Relacionalidad

Todas las grandes religiones luchan con la relacionalidad de lo divino, pero ninguna de ellas parece llegar a lo correcto. El deseo de poder y control se pone en el camino. Sugiero que se puede comprobar la relacionalidad de lo divino de la mejor manera escrutando la capacidad de relación que está imbuida en toda la creación. Detectamos esto en la escala microcósmica, en los quarks y los leptones: prosperan al interrelacionarse, no por medio de la competencia de tipo darwiniano. Lo detectamos nuevamente en la escala macrocósmica. George Greenstein (1988) señala que las configuraciones de tres adornan las esferas galáctica y planetaria. No sorprende que los humanos comenzaron a imaginar la Trinidad como una declaración arquetípica por la cual discernimos la fuerza de vida divina como relacional fundamentalmente en la naturaleza.

Sospecho que el entendimiento de Dios como “el poder de la relación” es el más antiguo entendimiento de lo divino para los seres humanos, precediendo a la religión formal por miles, si no millones, de años. Es de esa conciencia primitiva, arquetípica, de donde evolucionaron las doctrinas y dogmas de la Trinidad.

La historia cristiana y la teología redujeron nuestro entendimiento de la Trinidad a un tipo de cenagal matemático, en donde la separación e individualidad de las tres “personas” se hicieron más significativas que su relacionalidad. Se tiende a ubicar a Jesús cerca del Dios Padre, aseverando sin ambigüedad, la dominación más que su relación interconectada. Así, terminamos relegando al Espíritu Creativo como subordinado a Jesús, a pesar del hecho de que el Nuevo Testamento nunca declara que ese sea el caso.

El Jesús de nuestro tiempo necesita ser introducido una vez más en la matriz trinitaria relacional. Jesús pertenece al dominio en donde el todo es más que la suma de las partes, y nunca debimos sacarlo de ahí. Similarmente, Jesús pertenece a toda la creación, que es la expresión primera y más antigua de la creatividad divina. Cómo difiere precisamente la relacionalidad de Jesús de la del Padre y el Espíritu, puede ser una de las preguntas sin sentido que se hayan hecho. La necesidad de una diferencia clara es una necesidad humana patriarcal, que sospecho es una gran barrera para nuestra tarea primaria de aprender a amigarnos con nuestro Dios relacional, esforzándonos por dar a luz una relacionalidad saludable a lo largo y ancho de la creación.

  • Dar a Luz.

La relacionalidad describe algo de la existencia de Dios y la de Dios en Jesús. ¿Cómo describimos la actividad de Dios? De nuevo, la historia de la creación sugiere que parir es una actividad primaria de lo divino y una de las metáforas más dinámicas para describir lo divino en acción en la creación. Meister Eckhart capturó esta noción hermosamente cuando hizo la pregunta: “¿Qué hace Dios todo el día?” a la que contestó: “Dios yace en un lecho de maternidad pariendo todo el día” (citado en Fox 2000, 41).

De nuevo, la creación es nuestra gran maestra. En el parir de Dios a lo largo de varios “bienios” vemos un universo de creatividad prodigiosa y elegante. Y no sin sus paradojas, nos recuerda que la paradoja, particularmente la de la copla creación-destrucción, está escrita en el tapiz de la creación en todos los niveles (ver O´Murchu 2002, 94-109). Sin embargo la voluntad de vivir, el potencial de dar a luz, siempre triunfa, y existe la razón de creer que siempre lo hará.

Esta capacidad divina de dar a luz nuevas posibilidades llevó a los pueblos del paleolítico a representar a Dios primariamente como una mujer erótica exuberante en su energía fértil. Fue conocida como la Gran Diosa Madre de la Tierra. Los restos de su otrora glorioso reino todavía permanecen en la cultura humana, especialmente entre los indígenas (ver Christ, 1997). A pesar de los esfuerzos implacables de la religión patriarcal para demonizarla y eliminarla, todavía tiene su lugar en la conciencia espiritual del alma humana y probablemente regresará triunfantemente en las primeras décadas del siglo XXI.

Se marcará el redescubrimiento de la gran Diosa por una renovada apreciación y entendimiento de lo sagrado de la tierra misma y su ingeniosa capacidad de sobrevivir y prosperar a pesar de la destrucción manipuladora de la especie humana. Ya los teólogos se están conectando con la energía sabia que infunde la creación, articulada metafóricamente en las sabias tradiciones de varias de las grandes religiones, y, para algunos, encarnada esencialmente en el Jesús del Cristianismo (por ej. Edwards 1995; Johnson 1992; Schüssler Fiorenza 1994).

Esto no es una cuestión de género, sobre si lo divino es masculino o femenino. Se trata de la capacidad y la necesidad humana de darle una imagen a Dios. Como nosotros también somos creación divina, nuestras imágenes probablemente reflejan algo de la realidad divina, asumiendo por supuesto que honramos lo divino en acción en la creación. El uso de imágenes acerca de la masculinidad de Dios, con la paternidad como su atribución primaria, y lo divino tendiente a ser reservado al mundo antropocéntrico, es poco probable que tenga algo que ver con la cuestión de Dios; está extensamente, si no totalmente, basado en las proyecciones de la cultura patriarcal dominante de los milenios recientes.

Es más fácil acceder al parir de Dios, entonces, por medio de lo femenino más que de lo masculino, aunque reconocemos que ambos géneros contribuyen al proceso creativo de la vida orgánica. Parir es mucho más una energía maternal, de ahí la imagen en varias tradiciones religiosas de mujeres protegiendo ferozmente la vida, ya sea en la tierra o en lo humano. Con esta misma finalidad, Grace Jantzen (1998) nos recuerda que la “redención” no viene por medio de la mortalidad, con el énfasis en la muerte y el sufrimiento, sino por medio de la natalidad, celebrando el dar a luz, el florecimiento, y el crecimiento de todo en la creación.

  • Tiempo Encarnacional

Porque la actividad primaria de lo divino es la de parir, entonces el universo está saturado de vida y dotado de abundancia. Esta ahí, en el nivel microscópico, cuántico, casi invisible al ojo humano y casi totalmente inaccesible al escrutinio científico. Se manifiesta por medio de varios canales de energía y movimiento y fundamentalmente se manifiesta en formas encarnadas de las cuales el mismo cosmos es el cuerpo primario y a su vez cocrea con lo divino para parir una vasta variedad de otras criaturas, incluso los seres humanos.

En consecuencia, la noción de encarnación no sólo se aplica a los seres humanos. La creación está repleta de una gran variedad de expresiones encarnadas, desde hace varios billones de años. Dios se ha ido encarnando en la creación por varios billones de años. Necesitamos rescatar la noción de encarnación del minimalismo espantoso al que la hemos condenado.

Usamos el concepto con un sentido estrecho y exclusivamente antropocéntrico, reservándolo no sólo para los humanos, sino para los pocos elegidos que han poblado el Planeta Tierra en estos últimos dos mil años. Pero nuestro Dios ha estado pariendo vida desde tiempo inmemorial, y la solidaridad divina con la especie humana data desde hace al menos seis millones de años. Entonces, ¿por qué el reduccionismo? ¿por qué la idolatría conspicua? ¿por qué no honrar a la escala de tiempo de Dios antes que al crudo reduccionismo de los milenios recientes?

Para Jesús, sugiero que el tiempo es arquetípico más que lineal. Tal vez, es por eso que las escrituras distinguen entre kairos (tiempo sagrado) y chronos (lineal, tiempo medible). En un sentido Jesús pertenece al dominio del no-tiempo; desde ese contexto, seguramente, se puede identificar con nuestro sentido de tiempo circunscrito, pero como la historia de Jesús declara sin ambigüedad, Jesús está por siempre invitándonos a trascender esos límites estrechos y ridículos. Desafortunadamente, el cristianismo ha identificado este horizonte atemporal con un “mundo más allá”, imponiendo así su cosmología disfuncional sobre la mirada global de Jesús, que era significativamente más elegante y abierta.

La mente humana racional considera real sólo lo que puede medir y cuantificar. La mente divina obviamente trabaja en variaciones de escala diferentes. Los humanos tienden a apegarse rígidamente a lo que es observable y cuantificable. En un extremo de ese espectro está la esfera microscópica, en donde el continuo espacio-tiempo de cuatro dimensiones se desmorona en aquellos umbrales en donde nosotros los humanos sospechamos que hay otras dimensiones de tiempo, pero en esta etapa de nuestra inteligencia no las podemos descifrar. Una forma tentativa de nombrarlas son las seis a siete dimensiones enroscadas propuestas por los teóricos del hilo (ver Green). En la amplia escala macro, el espectro espacio-tiempo de cuatro dimensiones prueba ser más útil, pero ahora con el descubrimiento de la no-localidad, en donde sabemos que las cosas suceden más rápido que la velocidad de la luz, este modelo también está probando ser inadecuado.

No estoy tratando de demostrar que las dimensiones de tiempo ausentes, que la intuición nos dice que existen, puedan ser usadas como prueba de la existencia de una “mente” divina. Los argumentos basados en la necesidad de evidencia racional pertenecen a una disposición mental patriarcal. Ese tipo de sabiduría pertenece al pasado. La sabiduría que nos compete ahora, para la cual Jesús sirve como modelo ejemplar, es algo mucho más relacionada con la visión de la cual nació la teoría cuántica. Es la sabiduría del gran cuadro que honra la diversidad, la paradoja, el final abierto, y el misterio. Este es el espacio en donde nuestra relación con lo divino, cristiano u otro, tiene la mejor esperanza de crecer en sabiduría y madurez.

  • Discipulado (el “Reino de Dios”)

Las tres nociones previas –relacionalidad, dar a luz y encarnación– se entrelazan en la síntesis original del enfoque primario sobre el que gira la vida y ministerio de Jesús. Los evangelios se refieren a esto como el “Reino de Dios”. Eruditos contemporáneos, particularmente mujeres, encuentran el lenguaje e imaginería de realeza de mal gusto y recuerdan la opresión y dominación patriarcal. Como Jesús buscó trascender tal poder manipulador, es asombroso que se haya apegado tan de cerca a estas nociones condescendientes.

Jesús pudo haber adoptado y usado deliberadamente la terminología de realeza como una estrategia de subversión. Todas las iglesias cristianas han adaptado a Jesús, domesticándolo en lo que puede ser ampliamente descrito como un adulto de buen comportamiento de clase media. El respeto a la convención, el orden y la autoridad son característicos en esa cultura. Esto no deja lugar al Jesús de las parábolas, que trastocaba todas las normas convencionales, rompía muchas de las reglas religiosas respetables, y transformaba a las personas hacia una inclusividad radical de asociación y reconciliación.

Éste era el Jesús molesto, profético. Éste era el Jesús que emprendió a renovar todas las cosas. Así por momentos demolió casi sin piedad las normas e instituciones que se le ponían en el camino. A medida que Jesús hacía caso omiso de todas las normas reales y soberanas, ¿es posible que se apropiara de su lenguaje e imágenes, pero que les diera la vuelta, de modo que efectivamente ya no se reconocerían más? Al retener el lenguaje regio, Jesús hace una parodia de la dispensación misma que procura demoler. Éste es el elemento poético que se usa frecuentemente en el debate profético (ver Funk, 2002).

El dominio de la realeza ahora pertenecía a un poder diferente, no al poder sobre, sino al poder con. John Dominic Crossan describe el Reino de Dios como una compañía de empoderamiento, en donde las personas eran liberadas y empoderadas para parir nuevas posibilidades creativas para esa misma creación, en donde la fuerza de vida divina ha estado pariendo desde el principio de los tiempos. No hay más clases dominantes, no más favoritos selectos para los recintos reales, no más tratamiento preferencial para aquellos que llegaron a primera hora. Reina supremamente la igualdad, en el nombre del amor que da incondicionalmente, e invita a todos a un desafío más grande al que cualquiera de nosotros pudo alguna vez enfrentar: amar incondicionalmente, como nosotros mismos hemos sido amados y liberados.

Ahora el discipulado se ve diferente. Ya no está modelado en la lealtad a alguna figura noble a la cabeza. Ya no es el caso de seguir humildemente desde atrás. Nace la misión en asociación, y no es sólo colaboración entre personas, sino con el todo y con todos, en la creación del Nuevo Reino de Dios. El amor es la cualidad clave, pero también lo es la justicia, porque el amor sin justicia se hace sentimental y condescendiente. La cultura cristiana gusta de la caridad y está pronta a admirar y reconocer a la persona caritativa.

Durante décadas hemos sido caritativos en partes del planeta, con gran generosidad. Sin embargo, los pobres permanecen pobres y sin posibilidad de escapar de esa pobreza. ¿Por qué? Porque no conocen la justicia que les asegura que ellos también tienen su parte legítima. Esto es lo que hace al Reino de Dios tan radicalmente diferente: es una estrategia para el cambio práctico, no para trivialidades pías. Es una visión para la transformación radical, no una panacea para alguna utopía engañosa que mantiene a las personas con una esperanza vana.

Hay un sentido enorme de ambigüedad acerca de esta visión de Jesús. ¿Entendió Jesús completamente de qué se trataba? Probablemente no en todos los detalles, y parece que no logró la sincronización correcta. Los Evangelios sugieren que esperaba que sucediera durante su vida o un poco más adelante, pero estaba equivocado. Lo que sí consiguió, sin embargo, es que su vida y misión marcaran una profunda transformación cultural, con implicaciones planetarias y globales. El futuro sería diferente, aceptando que el futuro radicalmente nuevo puede ser realizado sólo por aquellos que adoptan el discipulado de Jesús.

Los eruditos reconocen esta ambigüedad en la descripción del Reino en los Evangelios cristianos, y estoy de acuerdo con aquellos que ven esto como una característica positiva más que negativa. Honra la humanidad fundacional de Jesús, tan esencial al arraigamiento encarnacional, y confía a los cristianos con responsabilidades de peso para el futuro desarrollo y evolución de la visión de Jesús. Jesús provee un modelo, uno profundamente inspirador y desafiante, pero que permanece radicalmente incompleto fuera de la comunidad-Cristo (Brock 1992), que constituye la historia de Jesús en cada momento en la historia, incluso la presente. La historia de Jesús no está cerrada; permanece radicalmente abierta al compromiso y creatividad continuos de cada nueva generación cristiana. Entre los eruditos de las escrituras, Leander Keck (2000, esp. 88 y sig.,110 y sig.) provee una tratamiento experto de esta intrincada cuestión.

  • Singularidad Humana

En la visión global cuántica, todo toma su identidad del contexto de sus relaciones y no de su separación auto-referencial o soledad. Como ha sido indicado frecuentemente en el capítulo 1, incluso Jesús toma su identidad del contexto de su misión. En los Evangelios sinópticos nunca se señala a sí mismo, siempre apunta lejos de sí mismo hacia el Reino de Dios. El Reino es el nombre terrenal para la matriz relacional desde donde Jesús toma su identidad individual.

Y con esta aventura aparece una definición completamente nueva de lo que significa ser humano. Se ha marchado para siempre el individuo solitario, aislado, competitivo, una identidad que los hombres adoptan prestamente por el condicionamiento cultural de los últimos cinco mil años, pero que algunas mujeres encuentran que no las llena, aún en estos días. Como especie, ninguno de nosotros puede abrazar completamente esta identidad, porque no es lo que hemos conocido por más de los seis millones de años que hemos estado en esta tierra. En la mayor parte de ese tiempo fuimos una especie igualitaria, conectada genéricamente con la tierra misma y mucho más benignos y cooperativos en nuestra relación con todos los seres sensibles[2].

Hay una matriz relacional de donde se engendra todo en la creación, siendo una característica importante la convergencia elegantemente descrita por Simon Conway Morris (2003). Teológicamente la llamamos la Trinidad, no sólo las “tres personas en una” cristianas, sino una capacidad arquetípica primordial de cocrear, parir, empoderar. Los humanos nacen de esta matriz porque la tierra que nos pare también es parida por ésta. La matriz original es la fuente de toda la realidad viva, incluso la del Jesús terrenal. La diferencia entre Jesús y nosotros es que Jesús probablemente era más conciente de esta identidad relacional, mientras que los humanos hoy, adoctrinados en la estratificación patriarcal, no son concientes de su identidad verdadera.

Es por medio de nuestra capacidad para relacionarnos que nos convertimos en lo que Dios desea que nos convirtamos. Desde el punto de vista cristiano, Jesús sirve como un modelo arquetípico que guía e inspira nuestros esfuerzos. De la misma manera que nosotros hemos sucumbido a la disección de la manipulación patriarcal, Jesús también ha sido su víctima. Las iglesias cristianas moldearon a Jesús y su historia en una caricatura que validara y justificara su filosofía separatista. No es probable que la conversión a un modo más relacional de vivir sea iniciada por instituciones grandes (religiosas, políticas u otras). Es probable que esa nueva orientación vaya de abajo hacia arriba, desde las personas de abajo que gradualmente se van desencantando de la cultura fragmentaria del individualismo. A pesar de las probabilidades en contra, esta apertura puede suceder mucho más rápidamente de lo que cualquiera de nosotros podemos imaginar.

  • Salvados por la narrativa

En la historia de la raza humana, el relato de cuentos es uno de los métodos pedagógicos más antiguo y perdurable (ver capítulo 1). Aún antes de desarrollar el lenguaje articulado contábamos historias, usando las habilidades preverbales manuales y visuales, el gesto y el símbolo. Y contábamos historias para una gran variedad de razones, pero lo básico en todas es la búsqueda innata de sentido y propósito. Más que cualquier otra cosa, la narración de historias entreteje los aspectos fragmentarios de la existencia y moldea nuestra realidad en un todo comprensible.

Las historias son experiencias arquetípicas en donde se integran hebras de sentido. El que habla y el que escucha son los agentes colaborativos para un proceso que libera sentido. Las historias funcionan en una manera algo similar al atractor extraño en la ciencia, esas simulaciones de computadora desarrolladas por los científicos modernos para ilustrar cómo las experiencias de vida nos empujan hacia el sentido focalizado. Las historias generan su propia fuerza impulsora, para las cuales los narradores se convierten en el agente creativo, que está en interdependencia con la creatividad del que escucha la historia.

En cada etapa de la existencia humana la energía vital del cosmos y la dinámica del planeta Tierra entretejen la trama interna de nuestro ser. La historia libera lo que se está desplegando en ese panorama complejo, añadiendo coherencia a la búsqueda evolutiva de sentido. La historia honrará el cuadro más amplio y nos permitirá descubrir, una y otra vez, cómo nuestras vidas individuales se entremezclan con la matriz relacional de la realidad cósmica y planetaria.

¿Hay lugar para Dios, o lo divino, en este proceso? Todas las grandes religiones expresan sus verdades profundas en historias pasadas de mesías y profetas, de sagas y místicos, como por ejemplo, las parábolas de los Evangelios Cristianos. Sin embargo, cuando se trata de instituciones religiosas importantes como las iglesias, no se evalúa la fidelidad en términos de narración de historias o de escucha de historias, sino en términos de leyes, reglas, procedimientos, y observancias. Se describe frecuentemente a Dios como un señor antropocéntrico que gobierna por proceso racional como lo hacen los gobernantes de este mundo.

Las religiones han pasado colecciones de historias formalizadas que llamamos escrituras. Su propósito es iluminar lo divino y su impacto en nuestras vidas. Pero en varias situaciones contemporáneas, estas narrativas formalizadas esconden el atractivo espiritual de lo divino, más que revelar su verdadera naturaleza. Lo que aparece frecuentemente es las imágenes proyectadas de los mismos líderes religiosos, que tratan de intimidar a las personas para someterlas, robando a las personas su imaginación creativa y paralizándolas, en una pasividad que socava tanto la capacidad de contar como de escuchar historias liberadoras.

Un ejemplo me viene a la mente de las Escrituras Cristianas (Hc 16:25 y sig.): Pablo y Silas están presos, y como todos los otros internos, parecen estar amarrados con cadenas. En la oscuridad de la noche todo el edificio está movido como por un terremoto, la puerta de la prisión se abre de golpe y las cadenas de los prisioneros se sueltan de sus amarras. El gobernador de la prisión entra en pánico y está a punto de suicidarse cuando Pablo lo detiene, asegurándole que los prisioneros no han escapado. De hecho están bastante satisfechos de sólo estar en el medio de su libertad recién descubierta.

A partir de aquí (16:29), no volvemos a escuchar más acerca de los prisioneros. Lo que escuchamos es acerca del mismo Pablo y sus pruebas exitosas. Mientras tanto, se subvierte la riqueza y la gracia liberadora de una historia maravillosa, y se mina y erosiona el potencial del evangelio para la libertad. El escritor está tan metido en querer exonerar al héroe (Pablo) que pierde de vista la promesa de liberación de los oprimidos y presos. Se oblitera un momento único de evangelismo lleno de esperanza. Trágicamente, esto es lo que la cultura patriarcal tiende hacer con la praxis liberadora, cuya recuperación es una gran urgencia en los tiempos que ahora vivimos.

En la cultura occidental contemporánea, se tiende a subvertir la dinámica de la narración de historias. Los poderes que gobiernan nuestro mundo no pueden tolerar la naturaleza de final abierto de las historias. No pueden incluir aquellos que quieren participar en la historia que se va desplegando, que queda traducida en categorías retóricas vacías llamadas política, economía, las ciencias exactas y las ciencias sociales. Todo se reduce a una colección de silogismos, lo que Mark Jordan (2000) llama “tedio retórico” que sirve a una cultura petrificada y entumecida, en donde la imaginación y la creatividad están de baja todo el tiempo.

La historia de Jesús también necesita ser liberada de la prisión de la imaginación petrificada. Necesitamos articular de nuevo quién podría ser Cristo para nosotros hoy. No es Cristo el mismo ayer, el mismo hoy y para siempre, sino el que se hace amigo de nosotros como pueblo arraigado en la tierra y en casa en el cosmos. Necesitamos rescatar a Cristo de las fuerzas del reduccionismo religioso, cultural y político que han sido usadas extensivamente en los últimos dos mil años de cristianismo.

  • Postmodernismo

El reduccionismo continúa vigente, con una nueva apariencia para cada tiempo nuevo. Actualmente, uno de sus constructos más atrayentes es el del postmodernismo, elogiado por algunos como un nuevo movimiento liberador y condenado por otros por su volubilidad y superficialidad. El postmodernismo sostiene que hemos superado la era de la metanarrativa, historias generales gobernantes que guían nuestro camino e inspiran nuestras vidas. Se ven esas narrativas como imperialistas, que requieren que todos sigan un conjunto de miradas y conductas similares, extrañas al pluralismo y diversidad que se necesitan en la vida contemporánea. Por el otro lado, los críticos del postmodernismo lamentan la pérdida de valores definidos y centralizados, temiendo que crecientemente somos víctimas de la fragmentación cultural y el relativismo sin sentido.

Deseo sugerir que la mirada posmodernista es bastante distorsionada, y no está tan difundida como los occidentales frecuentemente asumimos. Tanto sus proponentes como sus adversarios parecen igualmente engañados. Se necesita observar algunos elementos cruciales:

Todos los defensores principales del postmodernismo son hombres occidentales de raza blanca, muchos de los cuales han pasado todas sus vidas en las instituciones académicas, separados de las cuestiones reales de la vida diaria. Las mujeres raramente destacan, y hay muy poca investigación intercultural.

La metanarrativa que se percibe bajo amenaza no es más que la mirada global occidental imperialista, que promovió el colonialismo en los siglos XIX y XX, y hoy es la fuerza impulsora detrás del mercadeo y publicidad beligerante de la globalización.

Me parece que este movimiento pertenece originalmente al surgimiento de la dominación patriarcal unos ocho mil años atrás, comprometido despiadadamente con la filosofía de “dividir y conquistar.”

Las religiones mayores adoptaron la misma estrategia básica, cada una reclamando ser la única metanarrativa válida, no sólo para su propio contexto cultural (por ej. el Hinduismo para el subcontinente indio) sino para toda la humanidad.

Intelectualmente, la cultura griega se hizo la norma gobernante cerca de tres mil años atrás, valorando el método racional, lógico, deductivo por encima del enfoque mitológico, que aprecia la imaginación y la intuición. El racionalismo y la prueba deductiva caracterizan la disposición mental patriarcal y la cultura dominante hasta nuestro tiempo.

El ataque por parte de los oponentes al postmodernismo está alimentado en gran medida por la nostalgia de un derecho al poder incuestionable que caracterizó a todas las instituciones dominantes hasta hace algunas décadas.

Entendida positivamente, la multiplicidad de ideas defendida por la mirada posmodernista ejercita un efecto purificador sobre todos los dogmas que han adquirido un estatus ideológico; esto incluye muchas de las religiones mayores que florecen hoy. (Más sobre este tópico en Gallagher 1997, 88-91).

Contrario a la contienda de los posmodernistas, me parece que varias metanarrativas prosperan en nuestro tiempo. Estas incluyen la nueva cosmología; la mirada científica de la teoría cuántica, una vasta variedad de información sobre tecnologías alternativas, por ej. la energía solar; el inconsciente colectivo de Jung; la filosofía de la red; enfoques alternativos sobre el cuidado de la salud; diálogo entre múltiples tradiciones religiosas. Junto con estas metanarrativas emergentes, necesitamos una historia de Jesús que sea congruente con el deseo de arquetipos en nuestro tiempo; que trataré en la sección final de este libro.

Estas metanarrativas contemporáneas son una amenaza a la cultura prevalente, mayormente por dos razones: 1) ofrecen comprensiones que son percibidas como tan nuevos que dejan poco lugar para lo viejo en cualquier forma; 2) incorporan niveles de diversidad y pluralismo considerados en desacuerdo con una metanarrativa auténtica y exclusiva. Hablando generalmente, las instituciones dominantes se asegurarán que los fondos no sean destinados a la investigación de estas innovaciones, porque entonces se haría transparente una verdad alternativa y podría conjurar la ruina para los poderes dominantes.

¿Cómo sería la historia de Jesús en el contexto de estas narrativas culturales que se van desplegando? Todas apuntan, en cierto grado, a rectificar las relaciones disfuncionales que los humanos han creado vis-à-vis frente a la red de vida cósmica y planetaria. Todos los movimientos mencionados anteriormente tienen el deseo de relaciones justas en el centro de sus demandas. Esto, también, es la verdad central del Reino que Jesús llegó a establecer, el Nuevo Reino de Dios en el corazón de la creación, al que los seguidores de Cristo de todas las eras se les pide comprometer su energía y creatividad.

  • Finalmente: ¡La Palabra se Hace Cuántica!

Este libro ofrece una nueva metanarrativa sobre la vida y ministerio de Jesús. Lo que la hace única y diferente de varias otras metanarrativas, es la forma en que nombra y revisa la cuestión del poder. Ubico la historia dentro del amplio marco de la mirada global cuántica. Una de las características más revolucionarias y confusas de la teoría cuántica es lo que sus proponentes llaman el colapso de la función de onda. En líneas generales es lo siguiente. El visionario cuántico trabaja primariamente con un mundo de posibilidades ilimitadas y cree que la realidad –en cualquier nivel– puede honrarse sólo cuando se toman en consideración todas las posibilidades. En vez del poder monolítico, busca honrar la diversidad creativa por la cual se da el empoderamiento.

Cuando elegimos una u otra consecuencia, o seleccionamos una posibilidad entre una variedad, hemos colapsado la función de onda. Según la ciencia clásica, nos hemos adentrado en el mundo de la realidad -el dominio de la verdad monolítica-, según la teoría cuántica hemos abandonado el mundo de la realidad, que florece en la diversidad creativa. En otras palabras, en el dominio cuántico, lo realmente real está donde todas las cosas son posibles; el mundo irreal se da cuando tenemos que elegir una opción a causa de ver limitadas nuestras opciones, y esa nos parece la mejor que podemos elegir, en cualquier situación.

Entonces, cada vez que colapsamos la función de onda –conferir realidad a uno u otro aspecto de nuestra experiencia– necesitamos recordar que es sólo una realización parcial de una sabiduría más grande, tal vez una de riqueza inagotable. Lo que nunca deberíamos hacer, entonces, es canonizar o inmortalizar algún aspecto de nuestra experiencia, hacer de ella una teoría, dogma, o conjunto de escrituras. Cada vez que hacemos esto, nos alienamos de nuestra fuente cósmica y planetaria; nos desempoderamos en una manera muy destructiva. Trágicamente, ¡esto es lo que la mirada clásica global nos alienta a hacer siempre!

El colapso de la función de onda es una metáfora para nuestro predicamento humano, un tipo de espada de doble filo de dolor agudo y veracidad penetrante. Podemos acceder a la verdad pero sólo en una manera limitada, al menos en esta etapa de nuestra evolución humana. La verdad más grande está siempre fuera de alcance y nos será revelada de acuerdo a nuestra habilidad para evocarla. Probablemente sólo los místicos pueden evocarla a mayor escala, aunque los teóricos clásicos equivocadamente piensen que es imposible.

Por lo tanto, cuando nos dedicamos a un aspecto particular de la religión formal, por ejemplo, la vida de Jesús, el Buda, o Krishna, hemos colapsado la función de onda. Estamos ocupándonos de una interpretación particular, limitada por el contexto cultural de un tiempo y un lugar particular. Si la dogmatizamos, somos automáticamente catapultados al mundo de la idolatría. Una interpretación cuántica de la historia tiene que ser diferente; y debe esforzarse por honrar el mundo en todas sus posibilidades. Esto también se aplica a las historias sagradas como Richard Rohr (2004, 107) nos recuerda cuando escribe: “Las historias sagradas pueden siempre y deben siempre ser leídas en muchos niveles para sacarles su poder transformador pleno.”

Jesús fue una criatura de abrazo cuántico. Habiendo roto las fronteras congestionadas de su tiempo, nos dejó un legado de trabajo sin terminar. Somos los privilegiados los que hemos heredado ese legado. De la misma manera que el gran trabajo de la creación continúa, lo hace el trabajo del Nuevo Reino que Jesús inauguró. ¿Cómo abrazamos este desafío en nuestro tiempo? ¿Cómo salvaguardamos la tradición del monopolio de control patriarcal? ¿Cómo retiramos las verdades perdurables de la rigidez del dogmatismo? ¿Cómo reclamamos al Jesús cuya historia nunca debimos haber encerrado en escrituras canonizadas o en una religión determinada?

Tal vez una manera de reclamar lo que se ha perdido o subvertido es invocando la imaginación creativa, precisamente lo que Jesús hizo en su vida y ministerio. Permitir que la historia de Jesús se cuente como nueva. Permitir que sea contada por un Jesús imaginario de nuestro tiempo. No nos desesperemos por no honrar la tradición porque todo lo mejor de lo que hemos heredado ya está en la tradición viva. En un sentido, las escrituras revelan a Jesús en el colapso de la función de onda: una interpretación particular, histórica, cultural. Por el otro lado, la tradición viva encarna al Jesús que es catalizador de nuevas posibilidades.

El Jesús que proclama y encarna la plenitud de la vida, trasciende todos los contextos estructurales de la historia, ya sea literario o institucional. Jesús vive primariamente en la organicidad de la creación misma, no sólo en el corazón humano sino en la pulsaciones del latido del corazón de la creación. Este es el entendimiento ampliado de Jesús que busca su expresión en la sección final de este libro, una narrativa que, esperamos, honre al Cristo de ayer, el de hoy, y el de todos los días, en el futuro con final abierto de la creación de Dios.


[1] El lector no científico encontrará varios textos contemporáneos que exploran la teoría cuántica de manera muy accesible. También recomiendo las páginas de Internet www.sfu.ca/chemical/quantum y www.directory.google.com/science/quantum. Mi preocupación en la obra actual, y en mi libro Teología Cuántica O’Murchu 1997, 2004) es acerca de la visión que sustenta la teoría, en lugar de la teoría en sí. Otros que escriben en esta línea son Capra (1976) Zohar y Marshal (1994); Laszlo (1993; 1998; 2004), y Roszak (1999).

[2] Lynn Margulis (1998) afirma que la capacidad de conducta igualitaria y de cooperación se puede rastrear hasta casi cuatro billones de años atrás a la conducta de la bacteria original – de ahí su concepto de simbiogénesis. En una línea similar, ver la obra pionera del paleobiólogo Simon Conway Morris (2003), y del evolucionista John Stewart (2000).

21 comentarios

  • Equipo Atrio

    Miguel Medina:

    No pasa nada, sino que hemos podido publicar en ATRIO sólo que teníamos disponible del libro. Por eso en esta última poníamos “y” 4.

    El resto del libro lo publica la editorial Abya Yala. Teóricamente debía estar desde Julio. Pero no lo veo en su página de Internet.

    Aquí tienes el índice y a dónde lo puedes pedir:

    http://tiempoaxial.org/textos/TA17Indice.pdf

     

  • pepe blanco

    Hola Mª Luisa,
     
    Si no me falla la memoria, en algún momento alguien habló -probablemente a cuento del principio de incertidumbre- de la interacción (o algo por el estilo) entre el observador y lo observado. Pensaba, equivocadamente según deduzco de lo que dices, que habías sido tú. Si no fuiste tú, fue otra persona que no recuerdo. Pero me alegro de haber intentado dejar esa cuestión clara.
     
    Será difícil que no se vuelvan a publicar en Atrio elucubraciones cuánticas pues, como apunta Rodrigo, parecen estar de moda. Si con los comentarios que he escrito aquí he conseguido que la próxima vez que se publique algo de esto, alguna o alguno de vosotros sea un poquito más crítico o, al menos, más escéptico, pues estos comentarios habrán valido la pena.

  • MIGUEL MEDINA EQUIHUA

    Me pregunto que pasara al ver que por segunda semana consecutiva se ha dejado de publicar en la página Web de Atrio, la Obra denominada Alcanzando a Jesús, unidad dos “Jesús y la Cosmovisión Cuántica”, me podrían informar que sucede y/o que hay que hacer para complementar dicha obra.

  • M.Luisa

    Hola Pepe,  entré hace unos días y  como no podía hacer uso  de mi ordenador saqué una copia  de tu último  comentario  el cual  me resultó agradablemente exhaustivo y  riguroso,   excepto  de,  cómo  tan erróneamente vi que te  tomaste   mi mención a la voluntad humana, por lo demás, como digo,  impecable.    Pensé que así con la copia impresa podía sosegadamente ir trabajando  en un borrador a mano mi respuesta.
     
    No me entretuve, en cambio,    a leer  el comentario jocoso  del amigo  Oscar  pues  ya de entrada  no me gustó,   lo vi  del  todo fuera de lugar Pienso que antes  de lanzar cualquier descrédito  y frivolizar  sobre el  contenido de  este tan provocativo  título    sería  conveniente, al menos,  entrar en  la introducción   del libro de O´Marchu, Teología Cuántica, cuyo índice temático   se puede ver pulsando tiempo axial,  que aparece en letras azules  en la presentación del artículo en portada. Nada más con  sus enunciados, algunos de los cueles  bien  pudieran  confundirse  con los clásicos y tradicionales, una puede intuir   lo que pueden  dar de sí sus contenidos  respecto a los antiguos  desde esta nueva perspectiva científica.
     
    Paso, pues, ahora que tengo un resquicio  a pegar  el borrador

    Vamos a ver, ,  querido Pepe, mi referencia a la voluntad fue tan sólo  para atenerme,  del párrafo  que seleccionaste  de Lozano,  a aquel elemento que echaba a perder el sentido    de la frase que supuestamente  su autor   le quería dar. Mencioné  a la voluntad como algo puesto ahí que chirriaba, pues a mi modo de ver le iba mejor referirse no a la voluntad  sino a la subjetividad humana  que a fin de cuentas  ésta  cobra su  verdadero sentido gracias, precisamente,  a   esta nueva concepción de naturaleza   innovada   por la física cuántica.
     
    No es lo mismo lo que se entiende hoy por subjetividad  que lo que  de ella se entendía en el viejo paradigma. Un punto muy importante en este asunto es  que según sea el modo de entender    la subjetividad humana  puede ésta decantarse  bien   por  un paradigma o por otro.
     
    La subjetividad humana precisamente y no la voluntad,  la cual  puede permanecer inalterable,  es la que   queda configurada   por  lo observado,  es lo observado lo que le hace entrar en su entidad propia
     
    Por tanto, Pepe,  cómo no voy a estar de acuerdo contigo cuando dices que a las partículas la voluntad del observador le importa un carajo. Naturalmente que  no les  importa   pero  la reciproca no es cierta  pues de no haber observador no podría haber   física. La física no tiene más que un sentido humano. Y por eso filosóficamente no se le puede dar la espalda a la ciencia. Plank por ejemplo y esto lo sabrás mucho mejor que yo  no se resignaba a renunciar a la determinación pues decía él que sería como    renunciar a la causalidad y, con ella,  a todo a lo que ha constituido el sentido de la ciencia desde  entonces.
     
    Por otra parte, y para ir acabando,  este desplazamiento del fotón como una honda que explicas en el experimento de Young  y que interacciona con la materia como una partícula,  me hace  a  entrar de nuevo en el terreno filosófico  en donde esta complementariedad  indeterminada entre corpúsculo y honda, pienso, que es a lo que   le llevó a  Zubiri   a elaborar  su original teoría sobre el conocimiento humano recuperando así la unidad que en la visión dualista y sustancial de la realidad  quedó escindida en sujeto y objeto.
     
    Lo dejo aquí porque estoy un poco  cansada  pues   todas estas ideas las  he ido escribiendo a trompicones y  fuera de mi lugar  de costumbre.  Necesito un poco de tranquilidad  cosa que  estos días me falta.  Gracias amigo!
     
     

  • pepe blanco

    Me alegra, X. Gundín, que mis breves explicaciones te tranquilicen. Creo que el universo es un universo ordenado. Otra cosa es que conozcamos todas las leyes que lo ordenan, que, lamentablemente, aún no es el caso. La misma Física Cuántica tienen aspectos “extraños”, que aún no se comprenden bien. Por ejemplo, sobre algo tan elemental como la función de onda, no hay acuerdo unánime acerca de qué es lo que representa exactamente (¿un estado del sistema? ¿Un conjunto estadístico de copias idénticas del sistema?) Pero lo cierto es que los resultados -y sus probabilidades- que se obtienen con la Cuántica, son verificables experimentalmente; es decir, aunque aún no se entienda muy bien por qué, el caso es que funciona.
     
    Y con esto, enlazo con lo que comentaba ayer, sobre lo que voy a contar algo más.
     
    Decía que la voluntad del observador no influye para nada en lo que le suceda a la partícula. Voy a poner un ejemplo hipotético y muy simplificado con fines ilustrativos.
     
    Imaginemos que queremos saber la energía de una partícula. A tal fin, hemos diseñado y construido un montaje experimental que nos permite medir esa energía.
     
    Previamente, y mediante las herramientas que nos ofrece la Cuántica, calculamos esa energía, Supongamos que el resultado que obtenemos nos asegura que la partícula puede estar en 4 estados energéticos distintos, 1, 2, 3 y 4. A continuación, calculamos sus probabilidades, también por un procedimiento rigurosamente definido. Pongamos que obtenemos que las probabilidades de los estados 1,2,3 y4 son, respectivamente, 0.1, 0.2, 0.3 y 0.4 (es decir, el 10%, 20%, 30% y 40%).
     
    Ahora nos vamos a nuestro montaje experimental y repetimos 1000 veces el experimento de medir la energía de la partícula. Sucederá que:
    – Unas 100 veces encontraremos la partícula en el estado 1
    – Unas 200 veces la encontraremos en el estado 2
    – Unas 300, en el 3
    – Unas 400, en el 4
     
    Si un señor en Tokio, o una señora en Los Angeles, repiten el mismo experimento de medir 1000 veces la energía de esa partícula, exactamente en las mismas condiciones, obtendrán los mismos resultados.
     
    Nuestra voluntad no influye para nada en la probabilidad de cada uno de los sucesos posibles. La probabilidad es una medida tan rigurosamente definida como la longitud, la superficie o el volumen, que no se ve afectada en ningún sentido por nuestra voluntad.

  • Xosé Gundín

    P. Blanco. Me devuelves la confianza en que el universo en el que vivo sigue ordenado según leyes.
    Confianza que perdía leyendo algunas versiones de la física cuántica, que yo no estudié.
    Me gusta vivir en un universo ordenado y previsible.
     

  • pepe blanco

    Hola Mª Luisa,
     
    Tú, tómate el tiempo que necesites, no te preocupes.
     
    Voy a incidir un poco en lo que comenté ayer y luego paso a hablar sobre eso que tanto te gusta: la voluntad del observador.
     
    Supongo que lo que comenté ayer sobre el modelo de partícula libre quedó claro. El quiz de la cuestión -como siempre en Cuántica- es la probabilidad. Si la probabilidad total de encontrar la partícula libre en alguna región del espacio es 1, entonces, si dividimos el espacio total en n partes iguales, la probabilidad de encontrar la partícula en cada una de las partes es 1 dividido entre n (1/n). Es impensable -ni para el sentido común ni para la física cuántica- que la probabilidad de encontrar la partícula en cada una de las n partes sea también 1, pues eso implicaría la ubicuidad, supuesto inaceptable.
     
    Sobre la voluntad del observador.
     
    Créeme, Mª Luisa: en Física Cuántica, a una partícula cualquiera le importa un carajo la voluntad del observador. Pero nada, nada, nada. No le importa nada. Y da igual que entiendas la voluntad en sentido clásico que en sentido cuántico (¿?) o que la entiendas en sentido platónico, aristotélico, kantiano o zubiriano: a una partícula, la voluntad de su observador le importa un pimiento.
     
    ¿Qué es lo que sucede en una observación de una partícula? La explicación más aceptada es que, para observar una partícula hay que hacerla interatuar con otras partículas, o con la propia materia del montaje experimental. Es en esa interactuación cuando la onda asociada a la partícula (o mejor aún, el paquete de ondas) “colapsa”, de una manera previsible sólo en términos de probabilidad. En el proceso, no interviene para nada la voluntad del observador.
     
    La voluntad del observador interviene solamente en el mismo sentido en que interviene tu voluntad si le das una patada a un balón. La patada es fruto de tu voluntad. Pero todo lo que suceda a partir de ese momento es pura física, en la que no interviene para nada tu voluntad. El balón saldrá en determinada dirección, girando o no, según dónde lo hayas golpeado; describirá determinada trayectoria según sea la densidad del aire, los vientos que soplen, el lugar exacto en dónde te encuentres (pues la aceleración gravitatoria es variable), etc., etc. Todo ello es pura física: tu voluntad no interviene para nada. Una vez que has propinado la patada, al balón le importa un carajo tu voluntad. Pues lo mismo con nuestra partícula: el investigador construye un montaje experimental y desencadena un proceso y, a partir de ahí, es todo pura física. A las partículas, la voluntad del observador les importa un carajo.
     
    Como decía ese otro día, ayuda a comprender lo que sucede durante la observación de una partícula, conocer los resultados del experimento de la doble rendija de Young. Comento muy brevemente una versión actual del experimento.
     
    Se trata de lanzar fotones individualmente (“uno a uno”) contra un plano vertical en el que se han practicado dos pequeñas rendijas paralelas, atravesadas las cuales, los fotones impactan contra una placa fotosensible colocada en un plano vertical paralelo al anterior y próximo a él. Se construye el montaje experimental, se introduce en una cámara oscura y uno se va de paseo. Al cabo de unos meses volvemos y vemos qué ha pasado.
     
    Y lo que ha pasado, es muy sorprendente. Vemos que la placa hay muchos puntitos, que manifiestan los impactos de los fotones contra ella. Como son puntitos y no son líneas ni superficies continuas, tenemos que pensar que los fotones son partículas y no ondas. Ahora bien, la distribución de puntitos en la placa solamente se puede explicar suponiendo que el fotón ha llegado hasta ella desplazándose como una onda. ¿Qué es lo que ha pasado? Que los fotones emitidos por la fuente de luz se han transmitido hasta la doble rendija como una onda. Al llegar a las rendijas, se producen dos ondas que interfieren entre sí siguiendo un patrón de interferencia que se puede calcular. Pues bien, los puntitos sobre la placa siguen exactamente ese patrón de interferencia.
     
    Conclusión: el fotón se desplaza como una onda, pero interactúa con la materia como una partícula. El experimento se puede realizar con electrones, evidenciando su doble carácter de onda y corpúsculo. El cómo es posible que suceda eso, permanece incomprendido.
     
    Volvamos ahora a la partícula que queremos observar. La explicación más aceptada es que, como decía, para observarla hay que hacerla interactuar con otra partícula. En ese momento, su onda asociada “colapsa” (igual que “colapsa” la onda asociada al fotón al empotrarse contra la pantalla en el experimento de Young). El cómo “colapsa” solamente se puede saber en términos de probabilidad (igual que en el experimento de Young solo podemos saber cuál es la probabilidad de que el fotón choque en uno o en otro sitio contra la placa). Y, todo lo que sucede, es absolutamente ajeno a la voluntad del observador que, probablemente, ni siquiera esté observando, sino que se habrá ido a hacer sus cosas, para no perder el tiempo mientras espera a que a la partícula le pase lo que le tenga que pasar (como en el experimento de Young).
     
    Créeme, Mª Luisa: a las partículas, les importa un pimiento la voluntad del observador.

  • oscar varela

    Hola!
     
    TEOLOGÍA CUÁNTICA
     
    Me faltaba en el Listado de “Teologías posibles”.
    Tomo nota y la agrego a la Colección.
    Pero ésta es “de risa”.
    ……………..
     
    Cuando purrete, solíamos juntarnos los pibes en la esquina del barrio.
    Entre otras idealizadas aventuras y bravatas, se daba la conversa sobre las peli:
    – ¿Fuiste a ver la “de tiros” de Red Barry?
    – No ¿qué tal es? Yo fui a ver la “de risa”, de Cantinflas: nos cagamos de la risa.
    – Yo acompañé a mi vieja a ver la “de llorar”, de …
    – En cambio, yo vi la “de aventuras” de Tarzán.
    – ¡No me digas que te perdiste la “de música”!
    – Te aseguro que no hay como la “de dibujos animados”, las de Disney.
    – Yo prefiero la “de miedo” ¡me agarra un cuiqui en el culito, que se me frunce.
    – Las que a mí me dan miedo también son las “de religión”; miedo y culpa.
    – ¿Y vos, ché, que estás callado?
    – A mí me alcanza con leer que el Drama de Jesús puede deberse:
    * no a una manga de hijos de puta
    * sino a una modificación de algunos electroncitos o “quantitos”!
    – ¿Y entonces …?
    – Entonces … Con eso me alcanza y sobra para cagarme “de risa” todo un mes, al menos!
    ………………
     
    ¡Qué des-bocados estos pebetes ¿no?!
     
     
    Y así fui ¡yendo todavía! – Oscar.

  • M.Luisa

    Hola amigos, Pepe y Rodrigo,  os agradezco mucho  la aportación de ayuda que me ofrecen vuestros   comentarios  pues me obligan a enfocar el problema  de la forma correcta, es decir,   no  a que me lleve  una determinada filosofía al  supuesto sustrato científico que la sustenta sino  a la inversa.
     
    De todas maneras  me di cuenta ayer que para una comprensión más  afín  sobre  la cuestión  hubiera tenido que completar un poco más el texto que transcribí, pues esta mañana muy de mañana me he detenido en él y he sacado mucho jugo,  el que quizá pudiera servirme para responder   a las  objeciones que luego más tarde he leído en vuestros  comentarios
     
    Lo explicado por ti, Pepe,  está muy claro y lo comprendo  pero yo diría  que  filosóficamente no se trata de localización. A mi se me hace muy difícil  el intento  de rebatiros y más siendo consciente de vuestros conocimientos que valoro tanto. Y esto porque,  como digo,  el problema está en que empecé por la filosofía y ésta me ha llevado inexorablemente a tener que pasar al menos de puntillas por la ciencia.
     
    Hoy tengo un día un poco complicado, es de aquellos en que  con la cabeza llena de cuestiones para plasmarlas pronto antes de que se me olviden he de ver  pasivamente cómo se me adueñan de mi ordenador. Pero si no es abusar de vuestra paciencia así que pueda  seguiré un poco más el texto de ayer. De verdad es muy jugoso!
     
    De nuevo, os agradezco a ambos vuestro interés.

  • Rodrigo Olvera

    Querida Ma Luisa
     
    No es sólo el tema de la voluntad del sujeto; sino la incomprensión misma del postulado de incertidumbre. Incomprensión también detectable en el texto de Zubiri. Por ejemplo ni Heisenberg ni la ciencia cuántica ha dicho nunca que Naturaleza = medición de observables.
     
    A Zubiri se le puede “perdonar” su incomprensión de la ciencia cuántica, porque escribe en 1934. Pero ya estamos en 2013.
     
    Saludos

  • pepe blanco

    Hola Mª Luisa,
     
    Lo que confunde y distorsiona en esos párrafos es… ¡TODO!
     
    Por ejemplo, dice: “En el campo de la física cuántica, una partícula, antes de ser observada, “ocupa” todos los espacios y todos los tiempos: es pura probabilidad de existir”

    No es necesario tener ningún conocimiento especial ni de matemáticas ni de física para darse cuenta de que esa afirmación no es que sea falsa, es que es una majadería. Si fuera cierta, entonces, todas las partículas que estructuran los átomos que forman tu cuerpo, que están regidas por la física cuántica y que no están siendo observadas por nadie, podrían estar ahora mismo, aquí en Ourense, conmigo. O en Valencia, con Antonio. O en Méjico, con Rodrigo. Pero no, las partículas que constituyen tu corazón o tus riñones, o tu bazo, están en donde tienen que estar, en el único sitio donde pueden estar: en Masnou, contigo (o donde sea que estés ahora mismo). Además, si esa afirmación fuera cierta, las partículas que te consituyen podrían estar aquí en Ourense ahora mismo, y hace 500 años, y hace un millón de años. Y también dentro de 5.000 millones de años estarías aquí en Ourense. Y en Valencia, y en Méjico. En fin, una locura. Una majadería.
     
    ¿Que por qué hace esa afirmación el autor de esa frase? Probablemente porque, como se suele decir, ha oído campanas y no sabe dónde.
     
    Un resultado elemental de la Física Cuántica, dice que, en un modelo teórico de partícula libre (es decir, una partícula que no está sometida a ningún potencial) se sigue que, en un instante cualquiera, podemos encontrarla en cualquier región del espacio con igual probabilidad. Lo puesto en negrita es fundamental: con igual probabilidad. Eso es lo que dice la cuántica. ¿Y qué quiere decir?
     
    Imagínate que el espacio es una esfera y tú la divides en ocho partes iguales (o en el número de partes que quieras, siempre que sean iguales). Si repites el experimento de buscar la partícula ocho millones de veces, un millón de veces la encontrarás en el octante nº1; otro millón de veces la encontrarás en el octante nº2, etc. Pero si, en una de las experiencias de búsqueda de la partícula, la encuentras en el octante nº4, es porque en ese instante estaba ahí. Y solamente ahí. No estaba en ese mismo instante en ninguno de los otros 7 octantes. Para eso tendría que gozar la partícula del don de la ubicuidad. Y eso, solamente Dios (en la teología tradicional).
     
    Ahora bien, este modelo es, en la práctica, bastante inútil, pues no hay ninguna partícula que, en rigor, no esté sometida a ningún potencial. Y si, en un momento dado, pudiéramos hacer la simplificación de considerarla en ausencia de potencial, pues, probablemente no tendría demasiado interés físico.
     
    Muy al contrario, todas las partículas que nos rodean está sometidas a fuertes potenciales que las mantienen confinadas en regiones bien definidas. Piensa en un electrón de un átomo de tu cuerpo. Puedes estar tranquila. Ese electrón está sometido a un fuerte potencial eléctrico que crean las cargas positivas del átomo al que pertenecen y que le obligan a permancer en su orbital denro de su átomo. Digo que puedes estar tranquila, pues tu electrón, que es una pequeña parte fundamental de ti, no se va a venir a vivir a Ourense. De ninguna manera pouede estar ahora aquí, acompañándome. Ni en Valencia. Ni en un rincón de la galaxia de Andrómeda. Ni ahora, ni hace un rato, ni mañana por la mañana.

  • Juanel

     
    Me ha gustado Pepe tu comentario. Filosofar o especular sobre la Física Cuántica se puede hacer tan extenso como se quiera, sobre todo en este campo que da mucho de sí, pero lo primero será como dices, conocer qué dice la Física Cuántica y no inventársela o dar como hechos las propias especulaciones. Algunos científicos especulan sobre futuribles o sobre lo real de modo desmadrado o poco riguroso sin separar lo que es su especulación propia, opiniones o creencias personales, de lo que es Ciencia. Entonces llega el listillo y toma como datos las opiniones de algún científico para su sistema, creyéndolo con bases sólidas científicas. Craso error. Este artículo sobre “Jesús y la Física Cuántica” es un ejemplo.
     
    Supongo cuál es la razón de que el autor busque apoyo en la Física Cuántica para exponer su sistema, basado en el principio de relación. Afirma que toda la realidad es relación. Como sabe que es un principio sacado de la manga, que puede seguir cierta lógica, busca el apoyo sólido en la Ciencia Física. Se equivoca cuando intenta sostener principios universales en la Ciencia. En Ciencia hay muchas cosas pero nada de universales absolutos.
     
    Saludos cordiales

  • M.Luisa

    Bien,  he repasado estos párrafos  (tan escandalosos ¿?) y a mi modo de ver lo que confunde  y distorsiona  la idea en su conjunto  es el uso del término “voluntad” la del observador se entiende,  porque  dejados llevar por esa voluntad que tanto puede servir para la nueva física como sirvió de antiguo para la vieja, entonces, claro  que se echa a perder todo  lo que el aporte científico  puede significar  para la filosofía actual.
     
    Me llevaría mucho  tiempo  liarme ahora con todo el texto  explicativo  que sobre la nueva física Zubiri expuso  en la revista Cruz y Raya   en 1934,  pero voy a intentar introducir unos párrafos que tal vez pudieran  servir para enderezar la cuestión.
     
    “La física de los quanta. También en ella la Naturaleza es mensurabilidad real. Bien, pero aquí real no significa simplemente cósmico como en Einstein sino observadle efectivamente. Medida no significa solamente existencia de una relación, sino  yo puedo hacer una medición. Naturaleza =  Mensurabilidad real = Medición de observables. ¿Qué quiere decir esto? He aquí lo que Heisenberg habría de aclararnos al enunciar el principio de indeterminación, si quiere, según parece, inagurar una nueva etapa en la historia de la física.

    Por lo pronto, observable significa,  para él, concretamente visible; los lugares y las velocidades  no pueden ser efectivamente medidos sin ser vistos. La visibilidad, no se refiere, pues, a las condiciones subjetivas, sino a la presencia de las cosas en la luz. Pero entonces se habla de la luz en dos sentidos radicalmente diferentes. En primer lugar, como algo que actúa sobre las cosas, En este sentido es una parte de lo que la Naturaleza es. pero si esta acción  ha de dar lugar a un principio de indeterminación, entonces considero la luz  desde un segundo punto de vista, no como algo que actúa sobre las cosas, sino como algo que permite verlas, que las hace visibles, es decir , las pone patentes. Son dos sentidos  totalmente distintos. En el primero la luz es una parte de la Naturaleza, un fenómeno electromagnético y fotónico  que en ella acontece. En el  segundo, la luz es simplemente claridad, y a fuer de tal, no es tanto un fenómeno, sino lo que constituye   la fenomenalidad en cuanto tal”
     
    El texto sigue pero lo voy a dejar aquí. Me he percatado transcribiendo este párrafo  que a partir de aquí, deduzco,  que fue  lo que  más tarde le dio pié a  Zubiri  para   fundamentar  un nuevo modo de conocimiento. Un punto muy importante de él   y que procede precisamente  de la exposición anterior es que  en lo observable es donde  se produce  el momento de la intelección,   donde en  esta intelección  no cabe ningún acto de voluntad  porque en esta nueva concepción  sobre el conocimiento la inteligencia no actúa,  se deja poseer en simultaneidad. Dicho en otras palabras,    es aquello que siempre repito  cansinamente de que la realidad y la inteligencia son congéneres. 

  • Rodrigo Olvera

    Agggggg… me arden los ojos de leer ese párrafo jajajaja.
     
    Es terrible el mito que se está creando alrededor del principio de que no se puede definir con precisión la ubicación y el momentum de una partícula subatómica al mismo tiempo (principio de incertidumbre). Ahora resulta que es el observador quien hace que las posibilidades de existir colapsen en partículas!!!!!!  Si no fuera tan terrible el daño que se hace el conocimiento social, sería divertidísimo.
     
    Hay un estudio reciente que puede interesarle a quien sí le interese lo que dice la mecánica cuántica. La gente de PhDComics ha realizado una síntesis del estudio de forma didáctica. Lamentablemente está sólo en inglés. Yo siempre tengo mi duda de subir información en inglés que no esté subtitulada, por no saber (y no querer asumir) si las personas que lo lean o escuchen comprenden ese idioma. Pero hago una excepción, porque este video es muy bueno, y para quien comprenda inglés puede ponerles en evidencia que sí se está discutiendo como ciencia y qué es mera fantasía basada en incomprensión científica
     

     

  • pepe blanco

    Gracias, Rodrigo. Me alegro de que, al menos a ti, te haya gustado mi comentario. No estaba muy seguro de colgarlo. Hacía mucho tiempo que lo tenía en mente y hoy, por fin, me he decidido a colgarlo.
     
    Estoy de acuerdo contigo las dos ideas importantes de tu último comentario: es legítima la elucubración filosófica a partir de la Física Cuántica.  Incluso quizás sea necesaria. Pero para poder hacer esa reflexión es necesario conocer, primero, qué dice la Física Cuántica.
     
    Y eso, es muy difícil. Pero mucho, mucho. Yo llevo dos años estudiándola y aún no me atrevo a elucubrar a partir de ella. Más que nada para no decir, por ejemplo, la sarta de barbaridades que escribía en otro artículo Enrique Martínez Lozano:
     
    En la realidad subatómica, no existen “objetos” –partículas delimitadas-, sino pura y simple relación entre probabilidades de existir que, en un momento dado, debido a la intervención del “observador”, colapsan, ahora sí, en partículas objetivas.

    Puede decirse de otro modo: La cognición no-dual se parece en todo a la ecuación de onda de Schrödinger: la voluntad del observador fracciona la simultaneidad no-dual, al igual que la voluntad del observador colapsa la función de onda que define la expresión energética de una partícula subatómica.

    En el campo de la física cuántica, una partícula, antes de ser observada, “ocupa” todos los espacios y todos los tiempos: es pura probabilidad de existir. Es el investigador (observador) quien, al observarla, provoca el colapso de la función de onda, haciendo que aquella adopte solo una forma y una posición determinadas.”
     
    Cualquier parecido de este texto con la Física Cuántica, es pura coincidencia.

  • Rodrigo Olvera

    Chapeau, Pepe
     
    Ya me sentía yo muy solo en hablar del tema. Y lo haces mucho mejor que yo.
     
    La siguiente dificultad, que dejas ya apuntada en el final de tu comentario, es esta metafísica que se presenta como física cuántica. Que es legítimo el ejercicio de sacar consecuencias filosóficas, antropológicas y metafísicas cuando hay un avance en la comprensión del universo, por supuesto que sí. Pero para que valga la pena, requiere comprenderse bien esa nueva comprensión del universo.
     
    Autores como Chopra y otros citados, toman conceptos aislados, descontextualizados y mal comprendidos, para de ahí decir que la ciencia ya aceptó los postulados metafísicos que tenían previamente a que empezaran a leer sobre la ciencia cuántica.
     
    Pero así como en una época fue la era de acuario, y acabamos de pasar el cambio de calendario maya, ahora está de moda presentar los temás clásicos de ciertas metafísicas con el discurso cuántico.

  • pepe blanco

    La física cuántica emergió de una desilusión creciente respecto de los horizontes estrechos de la ciencia clásica.”
     
    Para nada. La física cuántica nació de la idea genial de Planck de suponer que la transmisión de la energía no es continua sino que se hace en forma de pequeñas cantidades o “cuantos” de energía.  A partir de esa hipótesis, estableció la llamada “Ley de Planck”, que describe la radiación electromagnética de un cuerpo negro, explicando adecuadamente su espectro de emisión y resolviendo el problema de la llamada ” catástrofe del ultravioleta” que se deducía de la teoría hasta entonces vigente. Y, a partir de ahí, toda la física cuántica.
     
    Hablar sobre Física Cuántica (y, por ende,  elucubrar a partir de ella) entraña una triple dificultad:
     
    Primera dificultad: el aparato matemático.
     
    La cultural general matemática media de la gente llega hasta el concepto de derivada y, en la mayor parte de los casos, hasta el concepto de integral y el manejo de las técnicas más comunes de integración, que es lo que llega a conocer un estudiante que acabe el Bachillerato satisfactoriamente.
     
    Esta cultura matemática general media es absolutamente insuficiente para empezar a hablar de física cuántica.  Si no se sabe qué es un espacio de Hilbert, o si no se entiende que una función perteneciente a un espacio de Hilbert se puede poner como combinación lineal de una base ortonormal de infinitas funciones, o si no se sabe qué es la delta de Dirac o la transformada de Fourier, o el significado matemático de un operador y sus autofunciones y sus autovalores, o… ; en fin, que si no se conocen todas esas cosas, cuyo repaso, pues se dan por sabidas, ocupa las primeras 100 páginas de un tratado de mecánica cuántica  -cuyo desarrollo empieza a partir de la página 100-,  pues es muy difícil empezar a hablar de física cuántica con un poco de sentido.
     
    Segunda dificultad: los conceptos físicos.
     
    El concepto, relativamente intuitivo, de “cuanto” de energía es, a nada que se profundice en él, tremendamente problemático. (Y, sin embargo, funciona.)
     
    Mucho menos intuitiva es la dualidad onda-corpúsculo. Respecto a ella, es imprescindible entender la interpretación clásica del experimento de la doble rendija de Young, si queremos, si no entenderla, al menos hacerla mínimamente inteligible. Es la aproximación a la dualidad onda-corpúsculo más fácil y que permite empezar a entender eso que el autor de este artículo llama “colapso de la función de onda”, expresión que solamente es válida si se entiende metafóricamente, pues la función de onda no colapsa. Difícilmente puede colapsar la función de onda, que no es una onda ni la ecuación de una onda, sino un ente matemático al que se le atribuye cierta utilidad en el cálculo de probabilidades.
     
    El problema es que, para entender cabalmente los resultados del experimento de Young, es necesario conocer cuando menos los rudimentos de la teoría de ondas electromagnéticas.
     
    Y, hablando de probabilidades, es necesario entender que la probabilidad es una medida, igual que la longitud, la superficie o el volumen. Exactamente igual.
     
    Tercera dificultad: el acoplamiento matemáticas-física.
     
    O de cómo las matemáticas expresan la física, el universo. Aquí aparecen los postulados de la Fisica Cuántica. Si no se entiende que, por ejemplo y en dererminados casos, al medir la energía de una partícula podemos obtener como resultado de la medida, alguno de los autovalores de las autofunciones de su Hamiltoniano, pues no podemos ponernos a hablar en serio ni de física cuántica ni mucho menos podremos ponernos a elucubrar filosóficamente a partir de ella.
     
    Pero, de verdad, ¿alguien por aquí tendría el menor interés en que, en un momento dado, contara más cosas al respecto de todo esto?

  • Rodrigo Olvera

    Muy interesante pregunta, querida amiga
     
    Creo que puede subsanarse mucho de ese pasado (o de esas cadenas para seguir al autor) sin necesidad de recurrir al discurso “cuántico”.
     
    Un abrazo

  • M.Luisa

    Amigo Rodrigo,  pudiera ser  muy bien esto que tú dices,  que el autor usara para sus propósitos inadecuadamente la ciencia cuántica. Sin embargo trayendo a colación lo que de ella dice Heisenberg,  que,  quien diga que   ha entendido la física cuántica  es la prueba más clara de que no la ha entendido,   entonces y   considerando  por parte de O´Murchu    su  intento   de  subsanar los errores del pasado  anclados  éstos, a mi modo de ver, como siempre hago hincapié,  en una cuestión  de carácter epistemológico,  cómo se podría  entonces, repito, llevar a acabo esta tarea si no es poniendo sobre la mesa la nueva física contrastándola con la vieja   y  diferenciando el modo de comprender la naturaleza del mundo que nos rodea? Claro, en principio sólo  a modo de contraste  abierto  o   éste  necesitado de  posteriores  perfeccionamientos, pero empezando por ahí, contrastando  ambas   físicas aunque   una resulte equívoca  y  la otra todavía  ininteligible.
     
    Me ha alegrado mucho esta mañana,  a pesar de tu escepticismo, de pronto ver tu comentario! veremos lo que da de sí las próximas entregas.
     
    Un abrazo

  • Rodrigo Olvera

    Querida Ma Luisa
     
    En mi caso, el silencio es porque este capítulo confirma el temor que anuncié en mi primer comentario: uso descontextualizado y erróneo de la ciencia cuántica.  Por ejemplo, la forma en que explica el principio del colapso de la función de onda y las consecuencias que deriva de su comprensión.
     
    Un abrazo

  • M.Luisa

    No es que me sorprenda  demasiado  encontrarme hoy, al abrir este portal , con la ausencia  total de comentarios,   lo vi  venir  desde    la primera entrega.  Y yo me pregunto ¿será porque  en el fondo  nos cuesta romper   con la  lógica tradicional resistiéndonos  a entrar en esta nueva cosmovisión que nos ofrece O’Murchu a través de la física cuántica? ¡Tanto que nos convendría!

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