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Jesús para nuestro tiempo —1—

DiarmuidDiarmuid O’Murchú es un religioso irlandés, psicólogo y animador de grupos, que se esfuerza, en sus libros e intervenciones por diversos países, en traducir el mensaje de Evangelio de Jesús a los hombres y mujeres de hoy. Una de nuestras preocupaciones. en ATRIO Ha escrito varios libros, pero ninguno ha sido aún publicado en español, aunque en EEUU hayan tenido gran difusión. Sobre todo su Teología del quantum. Un grupo intercongregacional de religiosas Beguinas de Argentina (¡bravo por resoger herencias vivas de la edad media subterránea!), nos ha facilitado una traducción al español del primer capítulo de Alcanzando a Jesús, que vamos a ir publicando en ATRIO en diferentes entregas semanales.

ALCANZANDO A JESÚS. UNA HISTORIA DEL EVANGELIO PARA NUESTRO TIEMPO.

Por Diarmuid O’Murchú.

(Título original: Catching up with Jesus. An invigorating story, New York, Crossroad, 2005)

  • INTRODUCCIÓN.

Durante mucho tiempo, diferentes personas me han preguntado sobre el lugar de Jesús en nuestra actual forma de entender el mundo. Pienso en lo que me piden, y lo expreso de tres formas diferentes y superpuestas:

  • ¿Hay lugar para Jesús en esta nueva cosmología?
  • ¿Qué forma tomaría la Cristología en el contexto de la Teología Cuántica?
  • ¿Cómo nos reapropiamos de la fe cristiana en el contexto de la Historia más grande de la evolución?

Estas preguntas teológicas profundas no son fáciles de abordar en el mundo específico de la teología Cristiana. Superan todos nuestros paradigmas convencionales, tanto de nuestra fe como de nuestra comprensión del mundo que habitamos. Sospecho que las preguntas sólo se pueden responder desde una perspectiva multidisciplinar. Y no estoy muy seguro de que las preguntas puedan responderse conceptualmente con certezas. La sabiduría podría estar más en las preguntas que en las respuestas que los “catedráticos” tratarán de darnos.

Aunque las preguntas son geniales, es obvio que son millones en el mundo los que están buscando respuestas inteligentes. Desde una aproximación cristiana, quienes más desean hallar nuevas verdades no suelen ser ni los que más van a la Iglesia ni los teólogos profesionales. Más bien son un grupo indefinido que conoce la historia cristiana, pero que sospecha que las Iglesias no la revelan totalmente, ni la viven en una forma creativa y liberadora.

Por más de diez años he caminado con esta gente, he escuchado sus historias y me he enganchado con sus preguntas. Como científico social, me he sentido privilegiado de haberme ganado la confianza de los que lanzan las preguntas y de tener una visión más amplia de la realidad. Puedo contextualizar las preguntas en una forma nueva. No me hace esto superior, ni espiritual ni humanamente. Es una perspectiva fundamental que la enseñanza formal tiende a ignorar. Idealmente, me gustaría enfocarlo como un compendio complementario para los estudiosos del mundo intelectual. Digo “idealmente”, porque mi experiencia sugiere que los catedráticos no están muy abiertos a estas ideas, y muchas veces muestran hostilidad a aquellos de nosotros que tratamos de expresarlas.

Desde esa perspectiva, la historia de Jesús es para los que estudian la Biblia, para los teólogos o para los que están inmersos en la vida espiritual. Formalmente yo no pertenezco a ninguna de estas categorías, ni tampoco la gente que me ha inspirado a escribir este libro. Pero Jesús también pertenece a aquellos de nosotros que hemos trabajado nuestra fe (y hemos crecido gracias a ello), y que nos hacemos preguntas a la vez que seguimos sus enseñanzas. Para mucha gente de la periferia o quizás más allá de ella, Jesús es una figura arquetípica de una gran fascinación. Tengo amigos agnósticos y ateos que viven una serie de valores mucho más congruentes con los Evangelios que lo que hacen algunos cristianos practicantes (o por lo menos a mí me lo parece).

Hay algo sobre Jesús que es más grande y comprometedor que la historia cristiana formal. Jesús desafía la imaginación creativa humana hasta hacer que el dogma cristiano se torne insípido y reduccionista. La historia de Jesús despierta sentido en el alma humana y anima a un compromiso con la historia viva, distinta de los dogmas establecidos.

Este libro consiste principalmente en una historia. Es la historia de Jesús narrada por un Jesús imaginario de nuestro tiempo. Es una historia que incorpora algunos hechos bien conocidos de la tradición heredada, pero ensancha el sentido de los hechos incorporando la imaginación contemporánea.

Jesús era un gran profeta con una imaginación creativa, echaba por tierra lo asumido e invitaba a la gente a vivir radicalmente valores nuevos, creando así nuevos horizontes de visión y esperanza.

El libro está escrito principalmente para los que tienen sed de lo espiritual en nuestra cultura o tradición cristiana. Está destinado a gente adulta que puede confiar en su intuición, que se anima a arriesgarse y a ampliar continuamente sus horizontes de comprensión. Respetando el adulto en cada lector, no he adoptado argumentos para justificar o defender la aproximación que uso; ésta puede ser explorada más adelante, honrando el principio de que en cada etapa de la educación adulta aprendemos principalmente de la experiencia y del diálogo mutuo que nace de esa experiencia.

Mi esperanza es que este libro, aunque sea de una forma humilde, nos abra hacia nuevos horizontes y nos dé un nuevo sentido, honrando los cuestionamientos de la gente de nuestro tiempo.

  • CAPÍTULO 1.

LIBERANDO A JESÚS DE SU CAUTIVERIO.

El Cristianismo ha fosilizado una historia poderosa… La lista de cristologías de la opresión es larga.

Lisa Isherwood.

“Liberen a mi pueblo” es la petición clara y sonora del Evangelio cristiano. El Jesús que vino para que tengamos vida y vida en abundancia (Jn 10, 10) muchas veces ha sido la víctima de aquellas fuerzas que disminuyen el sentido y el potencial de la vida. Antes de que podamos reclamar una versión más liberadora de la Historia de Jesús, necesitamos podar la historia actual de las limitaciones del tiempo y de las calcificaciones de la cultura. Necesitamos permitir al Jesús verdadero que sea real una vez más.

La historia de Jesús desafía todos nuestros esfuerzos de comprensión. Se abre paso por las rendijas de cada nueva generación. Seguramente hay elementos perdurables, y quizás cosas que nunca cambian. Pero nuestra comprensión cambia. Sin duda, necesita cambiar continuamente, si no caemos en la ideología y la idolatría.

Jesús también ha sido el objeto de un reduccionismo ideológico. Ha caído preso en las ideologías del poder y la dominación humanas, y ese mismo proceso destructivo probablemente continúe hasta que las fuerzas del cautiverio sean nombradas y explicitadas. Esto es lo que espero hacer—aunque sea de una forma breve—en el primer capítulo de este libro.

Mi aproximación es similar a la de la teóloga feminista Anne Clifford (2001), cuya reflexión teológica se desenvuelve alrededor de las tareas principales de la crítica, recuperación y reconstrucción.

Por una buena parte del siglo XX, los teólogos limpiaron los restos culturales que se habían acumulado alrededor de la historia de Jesús. Ofrecieron análisis críticos de los contextos religiosos y de las atribuciones religiosas ideadas en el nombre del Cristianismo. Pero hay un aspecto que todavía requiere mayor atención: la cultura del patriarcado —el monopolio racional, imperial y mayoritariamente masculino de cómo Jesús debe ser comprendido, honrado y reverenciado—. Éste es el bastión final que debe caer. Espero que el trabajo presente sea un pequeño paso hacia este objetivo tan largamente esperado.

Al movernos más allá de las limitaciones de la dominación patriarcal, adquirimos una visión más amplia que el patriarcado nunca nos permitió considerar: el reino arquetípico que es fundacional y preexistente al Jesús histórico. Es el terreno en el cual Jesús puede ser realmente Jesús, y en el que nuestra fe en Jesús es ampliada hacia horizontes nuevos e inspiradores (como reviso someramente en el capítulo 2).

Muchos teólogos contemporáneos están moviendo la historia de Jesús en esa dirección de buscar el aequetipo fundacional. (Nota 1: Etimológicamente, arquetípico denota lo más básico y lo más original. Un concepto prestado por la antropología y psicología jungiana, sugiere que la conciencia de la creación está infundida con patrones de energía psíquica que influencian cada aspecto de la vida incluyendo la conducta humana. El concepto del vacío creativo en la física moderna tiene un significado muy similar [ver Laszlo 2004; Swimme 1996, 91]) Éste es el comienzo del proceso de recuperación, que nos lleva inevitablemente a la fase de la reconstrucción.

Como científico social, me gusta reconstruir alrededor de preguntas genéricas, más que con respuestas bien conocidas y convencionales. En el mundo complejo de nuestro tiempo, comprometernos con las preguntas correctas tiende a ser el secreto hacia posibilidades sin precedentes. Respuestas fáciles de predecir no tienen mucho significado en nuestro tiempo. En la historia de Jesús, la pregunta a la cual quisiera volver una vez más es: “¿Quién dicen que soy yo?” (Mc 8, 29).

Desde el punto de vista cristiano, sugiero que ésta es la pregunta más importante que se ha hecho jamás y el Cristianismo permanecerá con vida en la medida que nos la hagamos continuamente. El día que ofrezcamos una respuesta dogmática, habremos sucumbido al reino de la idolatría.

La reconstrucción de la historia de Jesús en el capítulo 3 de este libro se hace alrededor de la gran pregunta sobre su identidad. Jesús nunca contesta a la pregunta, pero la usa como un catalizador en el que nosotros, los humanos, individual y colectivamente, somos invitados a preguntarnos cuál es nuestro rol en el mundo de Dios en cada nuevo momento cultural. No hay conclusiones específicas, pero sí hay una historia —siempre vieja y siempre nueva— y nosotros somos los que la contamos hoy. El mundo continúa creciendo en estos tiempos que se caracterizan por las búsquedas y los cuestionamientos.

Al ir profundizando en este asunto, un dicho de Desmond Tutu viene a mi mente: “No queremos que aflojen nuestras cadenas, queremos que nos las quiten”. La cadena que sujeta y encarcela es la metáfora que yo quiero adoptar para las consideraciones de éste primer capítulo, al repasar doce formas de cautiverio que hemos impuesto sobre Jesús a través de los dos mil años de cristianismo.

  • Primera Cadena: El cautiverio de dos milenios de reduccionismo de la Encarnación.

La pregunta sobre la verdad del mensaje Cristiano tiene que ver con si puede aún desvelarnos la unidad de la realidad en la cual vivimos.

-Wolfhart Pannenberg.

Que Dios no puede encarnarse, excepto en el evento histórico y eclesiásticamente controlado de un individuo varón de Nazaret es arrogancia de primer grado.

-Laurel C. Schneider.

Los cristianos creemos que Dios ha estado trabajando en la creación desde siempre. Nunca ha habido un lugar en que Dios no estuviera presente. El relato de la Creación en el libro del Génesis indica cómo Dios se involucra, ilusionado, en el proceso de la creación. Todo es bueno, porque todo es de Dios.

Si Dios ha estado comprometido con cada etapa del proceso de la evolución, se presume que incluye la primera aparición de la especie humana, esto es hace 6 millones de años. (Not: 2) Alrededor de ese tiempo nos separamos de nuestros ancestros y nos convertimos en una especie en sí misma. La creatividad divina había añadido una nueva dimensión a la diversidad y elegancia de la creación.

Uno no necesita ser paleontólogo o teólogo para apreciar el significado de ese momento. Fue otro salto cuántico en la historia evolutiva de la creación. Fue otra manifestación y confirmación de la creatividad divina, otorgada con la abundancia típica con que la fuerza vital se desarrolla.

La Encarnación.

Sucedió hace 6 millones de años. Asumiendo que Dios estuvo presente en ese momento cumbre, único en su especie, entonces, es ahí donde se da la encarnación de Dios en nuestra humanidad por primera vez. La encarnación quiere decir que Dios entró de lleno y se identificó con la raza humana. (Not.: 3) Y Dios se encarnó en nuestra especie hace 6 millones de años. Inequívocamente, sin reservas o arrepentimiento, lo divino se manifestó en la creación en una forma totalmente nueva, es decir, en forma humana.

La Encarnación, como un concepto cristiano, no comienza hace 2000 años con Jesús de Nazaret. Comienza hace 6 millones de años, cuando los humanos se desarrollaron por primera vez. El Dios que afirmó de lleno nuestra humanidad hace millones de años, no estaba contemplando la línea de la evolución y pensando: “Estoy creando estas criaturas ahora, pero esperaré 6 millones de años hasta que nazca Jesús de Nazaret, y después los declararé salvados”. Este argumento suena distorsionado, rebuscado y ridículo. Sin embargo, ése es el argumento básico en el cual se asienta la fe cristiana durante los 2000 años de cristianismo.

La civilización global contemporánea -cristiana y no cristiana- usa los 2000 años como un hito, una línea divisoria cultural. Lo usamos como punto de partida de lo que se desarrolla después. Los cristianos la consideramos la fecha antes de la cual nada tuvo importancia. Ésta es una forma de reduccionismo con efectos ridículos de una proporción terrible. Contraria a la percepción tan ampliamente aceptada del evolucionismo, es una comprensión muy limitada que empequeñece la grandeza de Dios seriamente y empalidece la elegancia de la historia de la humanidad.

Como un hito adoptado en todas las áreas del conocimiento humano, aumenta notablemente la voluntad patriarcal de dominar y controlar. Eso que ocurrió dos mil años atrás podemos sujetarlo a nuestro dominio y control. Podemos moldearlo y adaptarlo a nuestra satisfacción antropocéntrica. Podemos crear la realidad para servir a nuestros fines y propósitos, como gobernadores del resto de la creación.

De forma confusa, proclamamos Dios del cristianismo a aquel que valida nuestro deseo de dominación, al Jesús que hemos construido a nuestra imagen y semejanza. Desde una perspectiva cristiana, lo que hemos sujetado a nuestro control y manejo, ha sido la persona de Jesús, su historia, su visión, y su sueño radical de renovar la humanidad.

Jesús y la Historia de la Creación.

Para cualquier intento de liberar a Jesús de su cautiverio es necesario empezar desde el principio de la creación. (Not.: 4) Somos sólo una de los miles de millones de especies que habitan el planeta, seguramente únicas y especiales, pero con ningún derecho divino (o humano) de conquistar y controlar todo nuestro alrededor.

Nuestro deseo insaciable de dominación puede apreciarse por lo que realmente es cuando miramos el contexto más amplio de la creación a la cual pertenecemos. De hecho, todo lo que necesitamos hacer es honrar la historia de nuestra evolución en un espacio de tiempo de 6 millones de años.

La revelación de la encarnación de nuestro Dios pertenece fundamentalmente al ciclo de 6 millones de años. Jesús de Nazaret marca, no el comienzo de una iniciativa divina única, sino más bien su conclusión. La historia de Jesús es sobre algo que concluye y no que comienza. La revelación de Dios en Jesús es una celebración y afirmación de todo lo que los humanos hemos adquirido en nuestra historia de 6 millones de años. Quizás es lo que Richard Rohr (2004, 118) tiene en mente cuando escribe: “Somos todos parte de un gran desfile del que sabemos poco. El evangelio esencial no ha sido muy bien proclamado. Preferimos dudar tanto de la encarnación de Jesús como de la nuestra. Es, francamente, demasiado…”

El jesuita paleontólogo Pierre Teilhard de Chardin es uno de los pocos que parece haber captado el contexto más amplio. Escribiendo a principios del siglo XX, él discernió que nuestra evolución humana biológica estaba cerca de su fin. Biológica y físicamente, no podíamos evolucionar más. En la dimensión biológica de nuestra existencia Dios había alcanzado lo que se propuso. La venida de Dios entre nosotros en la encarnación biológica de Jesús fue una afirmación radical de ese logro.

Pero Jesús fue más que esa criatura biológicamente encarnada. Su presencia fue también caracterizada por diversas capacidades transpersonales, todas muy fácilmente explicadas por su atribución divina. Jesús también representó el estado transbiológico que los humanos ahora comenzaríamos a desarrollar. Teilhard lo llamó “evolución psíquica”. (Not.:5) Se caracterizaría primero por la adquisición y desarrollo de nuevas capacidades mentales y espirituales. El epítome de esta nueva humanidad es lo que los cristianos llaman el Cristo Resucitado.

La venida de Jesús en nuestra historia humana espiritual marca dos momentos en lo que Grace Jantzen llama el proceso de “natilidad” (traducido como deviniendo o florecimiento). El primer momento fue y es uno de afirmación -más correctamente- de confirmación de todo lo que los humanos han adquirido como co-creadores con Dios en el período de 6 millones de años. El segundo momento está marcado por un nuevo umbral evolutivo, apuntando a un futuro crecimiento y desarrollo humanos, principalmente en el área de la mente y del espíritu.

Sugiero que miremos los 2.000 años pasados de forma creativa, como un espacio liminal, como un tiempo intermedio, como un nuevo punto de partida para nuestra especie, con la invitación, una vez más, a convertirnos en co-creadores con nuestro Dios. Nos ha llevado 2000 años alcanzar a Jesús y despertar a lo que nos está realmente sucediendo a nosotros como cristianos. Para nuestras mentes, funcionalmente limitadas, 2.000 años nos parece mucho tiempo. En la escala evolutiva -que es la perspectiva de Dios en el tiempo- son meramente unos pocos segundos.

Ahora que nos estamos despertando, afrontamos grandes adaptaciones. La cultura patriarcal del control y del reduccionismo está comenzando a decaer. No es algo que inspire, y gradualmente, va perdiendo el control. Como especie estamos saliendo del cautiverio y empezando a darnos cuenta de que no sólo fuimos nosotros cautivos del patriarcado encadenador, sino que también lo fue nuestro Dios. Para dar credibilidad a este orden, lo bautizamos y ratificamos con la Iglesia cristiana.

“Liberen a mi pueblo” aún resuena en el mundo sufriente y oprimido de mujeres y hombres cristianos. Es la llamada de Jesús a todos aquellos que están privados de esa plenitud de potencial humano, ilustrado gráficamente en nuestra historia evolutiva. Pero, ¿cómo puede el pueblo ser libre cuándo su Dios está cautivo? Ahora, que podemos liberar a Jesús de su vendaje reduccionista de 2000 años atrás, hay una nueva esperanza y una nueva promesa para aquellos que ansían una libertad verdadera y permanente.

  • La próxima entrega comprenderá los siguientes dos puntos:
  • Segunda Cadena. Del Cautiverio de la Supremacía Divina.
  • Tercera Cadena. El Cautiverio del racionalismo académico.
  • Cuarta Cadena. El Cautiverio de los Dogmas Absolutos.
  • Hasta acabar con la explicación de las doce cadenas…

8 comentarios

  • Juanel

     
    Me gusta lo que dice el autor Diarmuid sobre la encarnación que hace coincidir con la aparición de la especie humana entre los grupos de primates. No estoy de acuerdo en que esa aparición sea un enorme salto cualitativo y menos aún cuántico. Se trata de un proceso evolutivo bastante acelerado pero de ninguna manera fuera de lo común en el conjunto de la Biosfera. Hay cambios morfológicos y funcionales mucho más contundentes en la aparición de nuevas especies que la sucedida en nuestros ancestros primates. Sin embargo, la idea de encarnación de Dios en el mundo extendida a toda la humanidad desde su origen, me parece que encaja muy bien en mis elucubraciones teológicas y pienso adoptarla.
     
     
    Si nuestro futuro humano es la Plenitud del Reino, el de los hijos de Dios, que nos espera a todos sin exclusiones, pues en este sentido el Reino se inicia en la Tierra con el origen de nuestra especie. Podríamos decir que cada ser humano es una encarnación de Dios en el mundo. Pero en mi opinión hay una diferencia fundamental con Jesús de Nazaret. Éste vive su vida instalado en el Reino en plenitud de vida humana y el resto no. Jesús conoce el Reino como ninguno/a antes ni después de él. Si esto es así ¿cómo puede ser posible? Pues en mi opinión la única repuesta posible es que él procede de allí, del Reino, y los demás no. Nosotros heredamos el Reino, en Jesús es de su propiedad, lo propio y característico de él. Por tanto, hay para mí un diferencial importante entre la encarnación de Jesús y la del resto de los humanos. No obstante esta diferencial no saca a Jesús del mundo humano sino todo lo contrario, lo hace plenamente humano.
     
     
    Por otra parte no me gusta diluir la divinidad de Jesús y menos reducirlo solamente a un revolucionario contra las estructuras religiosas y sociales de su tiempo, que sin duda lo fue, pero no sólo eso. Sin tener en cuenta su divinidad, hablar de Jesús no pasaría del recuerdo de un activista y maestro más como otros muchos de la historia. Y en Jesús hay mucho más que eso. Con él está en juego no sólo nuestra actitud y actividad del hoy sino nuestro futuro y esperanza.
     
     
    Saludos cordiales

  • M.Luisa

    El potencial humano en nuestra historia evolutiva se va desplegando estructuralmente  por momentos 
    Por eso el autor al ir al encuentro de estos 6000 años con el fin de  obtener una mirada más amplia,  se sitúa en el nivel más bajo evolutivamente   hablando,   la cual cosa  es lo que a mí,  respecto  a la cognición humana,  me resulta  del todo satisfactorio  establecer ahí una reciprocidad a nivel  también bajo no perceptivo   sino  aprehensivo. A este nivel la realidad es dada unitariamente, inmediatamente y directamente, no hay en ella presencia  a la que le convenga    una explicación, sólo hay atomización , captación… pero como ya dije tiempo atrás  por las ansias de saber constreñimos conceptualmente la realidad

  • oscar varela

    Hola!
     
    El Autor está “embalado” en la tarea “apologética” de “prologar la fe”.
    No hace ni teología ni, menos aun, filosofía. Es una “mezcla rara”.
    …………..
     
    La filosofía habla de cosas distintas de las que habla la teología.
     
    La teo-logía, es hablar de Dios y desde Dios, desde la palabra divina que es revelación, apokalypsis, por tanto, todos sus conceptos son pensados y entendi­dos en función de esa palabra.
     
    La filosofía, en cambio, habla de lo que es y de lo que no es, conforme a los criterios de la razón humana y es lo contrario que la apocalipsis; es teoría, por tanto, visión y evidencia.
    ……………….
    La religión cristiana es una doctrina de salvación.
    La filosofía, una teoría de problemas.
    ……………….
    En la religión propiamente tal, no hay problemas sino que
    toda ella quiere ser, y ser sólo, solución.
     
    La teoría, en cambio, es ante todo y sobre todo, presencia de problemas, choque de la mente con ellos. La filosofía es conciencia aguda de problemas ineludibles.
    La fuerza de la filosofía no está en el acierto de sus soluciones, sino en la inevitabilidad de sus problemas.
    ………………
     
    Por ejemplo:
     
    La “inmortalidad” pertenece a la idea que la teología se hace de la natura humana integra (donum superadditum praeternaturale);
     
    Para la filosofía la posibilidad más constitutiva del ser humano es precisamente el que puede morir corporalmente y de hecho ha muerto siempre.
     
    El primer ser humano según el dogma, Adán, que era, antes del pecado, inmortal, es un personaje por completo distinto de
    el primer ser humano que se parecía tanto a un orangután, porque era desde luego mortal.
    …………………….
    ¿Qué le vamos a hacer? – Oscar.

  • M.Luisa

    Si algo caracteriza o da sentido a la existencia de Atrio es precisamente  esta  búsqueda  continua de  comprensión a la realidad histórica de Jesús a la que,   como dice el autor, a esta realidad  se le ha reducido a objeto ideológico.
     
    Fiel, pues,  al modo de expresarme normalmente,    lo primero  a lo cual acude mi pensamiento  es  recurrir de nuevo al término de aprehensión  pues  si no hubiera aprehensión de esta realidad no habría posibilidad de cuestionarnos un modo nuevo de comprenderla.

    Dice el auto; “Pero nuestra comprensión cambia. Sin duda, necesita cambiar continuamente, si no caemos en la ideología y la idolatría”

    En rigor no es que sea un nuevo modo, se trata simplemente, pienso, de comprender lo  anteriormente aprehendido, Lo que ocurre es que en el impas ideológico no la ha podido haber esta comprensión, porque  ahí sólo ha habido  adicción  (gusto). La comprensión como modo de saber (saborear) hace referencia a la realidad
     
    A mi modo de ver  también en esta ocasión puedo recurrir a mi habitual planteamiento de base porque sospecho que esta  consideración a lo fundacional que es el reino arquetípico del Jesús histórico  preexistente al que hay que ir   no es otra cosa (al menos yo lo entiendo así) y el mismo prefijo re- de la   recuperación y reconstrucción lo indica,  que lo que se impone es ir a  la realidad con lo cual es ésta la que se  antepone a cualquier juicio esencialista.
     
    Pienso que puede ser muy interesante este curso

  • Gonzalo Haya

    Quizás en este capítulo haya más de visión poética -o profética- que de lógica científica, pero yo diría que la visión poética descubre, y trata de expresar, una más profunda relación de Dios con el mundo. Creo que es un acierto importante lo del reduccionismo de la encarnación, aunque quizás se pueda intentar otras maneras de explicarlo. Espero que este libro nos abra caminos de reflexión. Es un buen aporte de ATRIO.


  • Gracias Rodrigo por deshilachar para mi humilde persona algo que miro honestamente que va llevándome mucho más allá de los 3 kilómetros que puedo nadar; no obstante me encanta leerlo e imaginarme “entendiendo” algo sobre adonde va llevándonos ese maje de Irlanda.
    Justiniano de Managua

  • Rodrigo Olvera

    hay un error en mi punto 3… debe decir “me parece mucho más honesto, QUE pretender que las resignificaciones ….”

  • Rodrigo Olvera

     
    1.- Me da miedo imaginar qué es lo que entiende por “teología cuántica”. En casi la totalidad de esfuerzos que he visto de vincular teología con las ciencias cuánticas, hay poco de verdadero conocimiento de las ciencias cuánticas y muchas interpretaciones erroneas de postulados aislados y sacados de contexto. Por supuesto, no puedo saberlo en el caso de este autor hasta leerlo. Pero después de 8 años dedicado a estudiar esta tendencia, tengo un temor fundado al respecto.
     
    2.- Cada vez me produce mayor urticaria la expresión de “las periferias” y mucho más cuando se identifica a sus habitantes como ateos y agnósticos. ¿Y si la periferia realmente es el mundo que mantiene una cosmovisión basada en fe religiosa? No lo afirmo (de hecho, estadísticamente podría afirmarse que todavía es una mayoría; aunque tendencialmente y como tiempo cultural es una mayoría estadística que ha perdido ya su hegemonía).
     
    3.- Me parece genial y muy honesto que presente la historia como una historia (historia como narración, no como hechos acontecidos); y una historia de un Jesús imaginario y que las resignificaciones son producto de la imaginación contemporánea. Me parece mucho más honesto,  pretender que las resignificaciones de hoy eran la intención original de los narradores del siglo I.  Genial y honesto que diga explícitamente que no pretende justificar o defender su aproximación.
     
    4.- Muy poderosa la expresión de Lisa Isherwood que cita: “cristologías de la opresión”. Esta sólo expresión da para mucha exploración.
     
    5.- Fundamental poner en el centro de la deconstrucción-reconstrucción el tema del patriarcado, como lo hace el autor.
     
    6.- László como referencia para la parte cuántica? mmmm  mal comienzo, mal comienzo. El concepto de “vacío creativo” no pertenece a la física moderna, pertenece a cierta corriente de la filosofía moderna que quiere rearticular concepciones filosóficas con discurso de ciencia cuántica. Son dos cosas muy diferentes
     
    7.- Me ha gustado como expresa “el reduccionismo de la encarnación”. Claro, con ésto queda claro que en la mente de Francisco, este autor es “del anticristo”. Por otro lado, el salto evolutivo que da origen a la especie humana no es un salto cuántico. El salto cuántico es un salto en el nivel de energía de un electrón, debido a la emisión o absorción de un fotón.  Claro, podría utilizarse la expresión “salto cuántico” como una mera metáfora de cambio radical. Pero como se expresa que ésto es teología cuántica, y que está basada en la ciencia cuántica, no hay indicación de que sea una metáfora, llevando al error de considerar una verdad científica que la evolución que da origen a la especie humana es literalmente un salto cuántico. Que ésto sea confirmación de “creatividad divina” es insostenible desde la ciencia, sea tradicional o sea cuántica. Justamente Laszlo es criticado en la comunidad científica por no ser más que un caso más (más sofisticado en el discurso) de “diseño inteligente” que no es más que un intento de darle una cara científica a la lucha contra la evolución autónoma del universo.
     
    8.-  Hay un problema lógico importante. Si es ridículo afirmar la encarnación como que Dios piensa en crear la humanidad y dejará pasar miles de años hasta que nazca Jesús y declara a toda la humanidad salvada; se podría decir igualmente que es ridículo pensar que Dios piensa en crear toda la diversidad de especies del planeta tierra y después de millones de años decide crear y encarnarse en una especie con tal instinto de dominar y de control que pone en riesgo la supervivencia de todas las especies del planeta.
    9.- Otro problema lógico. Si afirmar que Jesús marca el inicio de la iniciativa divina de la encarnación lleva al absurdo de considerar que nada antes de Jesús vale la pena; afirmar como lo hace el autor que Jesús marca el final de tal iniciativa lleva al absurdo de considerar que nada posterior a Jesús vale la pena. Lo cual por supuesto el autor no cree, porque afirma con Teilhard una evolución posterio aún por manifestarse.
     
    Me gusta su estilo, su honradez intelectual, y la finalidad. Sus contenidos me parecen problemáticos.
     
     

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