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De intocables e indignados

IñakiHay noticias que le dejan a uno con cara de bobo. Veamos un par de ejemplos de actualidad. El Rey renuncia al yate Fortuna…, ahora que no puede ni andar, ni juntar armoniosamente a la familia. Un banquero, casualmente amigo del ex -presidente Aznar, sale de la cárcel en veinticuatro horas, tras pagar una fianza de dos millones y medio de euros. ¡Caramba con los intocables y su calderilla! Vaya forma de provocar a tanto indignado, víctima de la cruel avaricia de unos pocos.

¿Qué clase de personajes son esos intocables que, sin dinero ni poder, no serían nada de nada? ¿Tan alejados están de la realidad como para no hacerse eco de la sabiduría popular y saber que el dinero no acaba de dar la felicidad? ¿Merece la pena acumular tanto para, al final del camino, chapotear en el desprestigio y con el orgullo herido? ¿Qué tal un poco de filosofía china?

El dinero puede comprar…..

Una casa; pero nunca un hogar. Una cama; pero nunca el sueño. Un reloj; pero nunca el tiempo. Un libro; pero nunca la sabiduría. Una buena posición; pero nunca el respeto. Sangre; pero no la vida. Sexo; pero no el amor. A un médico; pero no la salud.

¿Y si tienen razón? Por si acaso buscaría alternativas que nos permitan comprar todo eso que el dinero no puede darnos. ¿Qué tal un “prueba y compara”, volviendo la mirada hacia el amplio abanico de posibilidades que nos ofrece el mundo de la solidaridad? Igual descubríamos que es posible vivir mejor con menos. Al margen de la moralina, intentarlo puede ser algo hasta atractivo y muy práctico, en situaciones de crisis como la actual. Y no se trata ni de un chiste, ni de un intento de vender “opio” al pueblo sufridor.

Llevamos ya años siendo bombardeados por medidas de austeridad que, de un modo u otro, están afectando a nuestros ingresos. Querámoslo o no, a unos más que a otros, nos toca vivir con menos. Pues bien, la épica de una lucha por la supervivencia, en las clases medias y bajas, nos descubre en el día a día la gran calidad humana de mucha gente solidaria. ¿Qué pasa con las clases altas? Sería bueno poder animarles a que abran las puertas, de sus blindadas casas, al aire fresco que emana de la solidaridad. Hecho esto, podrían abrir las ventanas para dejar salir la carcoma del egoísmo. Tendría sus ventajas para ellos. Concretamente, podrían aprender a comprar los mejor que hay en este mundo. Por ejemplo, un auténtico hogar; el poder dormir a pierna suelta; tiempo para vivir; sabiduría no encorsetada por el afán de tener; el respeto de la buena gente; la salud que pierden persiguiendo al becerro de oro y sobre todo mucho amor, pero del bueno.

Pues mira que bien, ya tenemos la idea básica para una pastoral anti-crisis, en pleno siglo XXI, válida para la “aldea global”. Si funciona se consiguen resultados inmediatos. Un consejo, no quedarse en “parole, parole, parole” y que se palpe la solidaridad. Nos toca a todos, en la medida de nuestras posibilidades, poner manos a la obra desprendiéndonos poquito poco de todo lo que acaba esclavizándonos.

Un comentario

  • roman diaz ayala

    que las cosas funcionan mal en España hacia cualquier parte que miremos porque no existe elemento de nuestra vida común que no haya sido alterado por la inoperancia, la mala fe o las crisis sobrevenidas, resulta ya muy sobrecogedor.
    Pero a diferencia del pesimismo reinante en la vuelta del siglo XIX con la llegada del XX, hay motivos para la esperanza, porque nos sentimos todos inmerso en un procesode cambios muy profundos que altera nuestros convencimientos más íntimos.
    Iñaki San Sebastián nos da muestra de lo mismos con sus crónicas desde Euskadi. La España periférica con sus luchas de identidad y sus contradicciones asoma de vez en cuando, pasando por Cataluña, Galicia, Andalucía y hasta nuestras ( por mi origen) Islas Afortunadas,
    La pregunta que nos hacemos: ¿Podemos en justicia ser objeto pasivo en este proceso cambiante? La respuesta es que no en lo absoluto.
    Empezando porque esa búsqueda incesante de la verdad y el diálogo entre quienes aparentemente somos diferentes y con intereses contrapuestos está abriendo el camino para una nueva realidad más justa.
    Siguiendo, porque todo diálogo auna voluntades que nos hacen ver que todos formamos parte de lo mismo, con indiferencia de los modos en que querramos organizarnos y construir la convivencia en paz.
    Nadie nos puede arrebatar, ni siquiera las circunstancias negativas, ese profundo anhelo que se hospeda en nuestros corazones.
    La mitad del trabajo ya está hecha. Plantearse bien un problema, ya encierra en sí la solución al mismo.
    roman

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