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Repensar la resurrección

Hace unos días una persona nos envió por correo electrónico el epílogo del libro de Andrés Torres Queiruga “Repensar la Resurrección” publicado por la Editorial Trotta. Con ningún otro texto podríamos conmemorar mejor este año en ATRIO el Domingo de Resurrección.

¡Feliz Pascua de Resurrección a todos!

Repensar la resurrección.
La fe en común en la diferencia de las interpretaciones

Andrés TORRES QUEIRUGA


Este texto es el epílogo del libro de Andrés TORRES QUEIRUGA, «Repensar la resurrección» (Trotta, Madrid 2003), que trata de hacer un resumen del propio libro. No hemos corregido las huellas de este su carácter de epílogo ni sus referencias a páginas anteriores del libro. Agradecemos al autor y a la editorial su gentileza, y recomendamos a los lectores su lectura completa

Llegados al final de un largo y sinuoso recorrido, no sobra intentar poner en claro su resultado fundamental. Un resultado que, como el enunciado del título trata de indicar, presenta un carácter claramente dialéctico. Por un lado, la reflexión ha procurado moverse siempre dentro de aquella precomprensión común de la que, de un  modo u otro, parten todos los que se ocupan de la resurrección (por eso dan por supuesto que tratan del mismo asunto). Por otro, ha sido en todo momento consciente de que lo en apariencia “común” está ya siempre —y por fuerza— traducido conforme a los patrones de las interpretaciones concretas. La presentada en este libro es una de ellas. Por eso se ha esforzado en todo momento por moverse dentro de la fe común y al mismo tiempo no ha ocultado nunca su libertad para elaborar su peculiar propuesta dentro de la diferencia teológica.

Hacerlo con la responsabilidad exigida por un tema tan serio ha complicado, no sé si más de lo necesario, la exposición, oscureciendo tal vez tanto la intención como el contenido preciso del mismo resultado. Ahora, con el conjunto a la vista, resulta más fácil percibir tanto la marcha del proceso reflexivo como su estructura global y sus líneas principales. De hecho, la impresión de conjunto, unida a un repaso del índice sistemático, sería tal vez suficiente, y conviene tenerlo delante. El epílogo trata únicamente de mostrar de manera todavía más simplificada las preocupaciones y los resultados fundamentales.

1. La tarea actual

1.1 Lo común de la fe

Preocupación básica ha sido en todo momento insistir en la comunidad e identidad fundamental de l referente común que las distintas teologías tratan de comprender y explicar, pues eso hace más evidente el carácter secundario y relativo de las diferencias teóricas[1]. Algo que puede aportar serenidad a la discusión de los resultados, reconociendo la legitimidad del pluralismo y limando posibles tentaciones de dogmatismo.

Fue ya una necesidad en las primeras comunidades cristianas. Porque, aunque, como bien reflejan los escritos paulinos, también en ellas había fuertes discusiones, no por eso deja de percibirse un amplio fondo común, presente tanto en las distintas formulaciones como en las expresiones litúrgicas y en las consecuencias prácticas. Esa necesidad se acentúa en la circunstancia actual, tan marcada por el cambio y el pluralismo , pues también hoy la comunidad cristiana vive, y necesita vivir, en la convicción de estar compartiendo la misma fe . Tal vez hoy por hoy, más que a una visión teológica unitaria, sólo sea posible aspirar a la comunidad de un “aire de familia”; pero, mantenido en el respeto dialogante, eso será suficiente para que las “muchas mansiones” teóricas no oculten la pertenencia a la casa común (cf. Jn 14, 2).

Hace tiempo lo había expresado insistiendo en la necesidad de “recuperar la experiencia de la resurrección”[2], ese humus común, rico y vivencial, previo a las distintas teorías en que desde sus comienzos la comunidad cristiana ha ido expresando su fe . Tal experiencia se manifestó fundamentalmente como una doble convicción de carácter vital, transformador y comprometido. Respecto de Jesús, significa que la muerte en la cruz no fue lo último, sino que a pesar de todo sigue vivo, él en persona; y que, aunque de un modo distinto, continúa presente y actuante en la comunidad cristiana y en la historia humana. Respecto de nosotros, significa que en su destino se ilumina el nuestro, de suerte que en su resurrección Dios se revela de manera plena y definitiva como “el Dios de vivos ”, que, igual que a Jesús, resucita a todos los muertos ; en consecuencia, la resurrección pide y posibilita un estilo específico de vida que, marcada por el seguimiento de Jesús, es ya “vida eterna”.

1.2 La inevitable diversidad de la teología

Afirmado esto, todo lo demás es secundario, pues lo dicho marca lo común de la fe . La teología viene luego, con sus diferencias inevitables y, en principio, legítimas, mientras se esfuercen por permanecer dentro de ese ámbito, versando sobre “lo mismo”, de manera que las diferencias teóricas no rompan la comunión de lo creído y vivido.

Eso sitúa y delimita la importancia del trabajo teológico, pero no lo anula en modo alguno ni, por tanto, lo exime de su responsabilidad. Porque toda experiencia es siempre experiencia interpretada en un contexto determinado, y sólo dentro de él resulta significativa y actualizable. La apuesta consiste en lograr una interpretación correcta, que recupere para hoy la experiencia válida para siempre. Pero el cambio puede hacerse mal , anulando la verdad o la integridad de la experiencia; o puede hacerse de modo insuficiente, dificultándola e incluso impidiéndola: no entrando ni dejando entrar — según la advertencia evangélica— en su comprensión y vivencia actual. Y lo cierto es que la ruptura moderna ha supuesto un cambio radical de paradigma , de suerte que obliga a una reinterpretación muy profunda. Esta situación aumenta lo delicado y aun arriesgado de la tarea; pero por lo mismo la hace también inesquivable, so pena de hacer absurdo e increíble el misterio de la resurrección.

El trabajo de reinterpretación precisa ir en tres direcciones distintas, aunque íntimamente solidarias: una apunta hacia la dilucidación histórico-crítica del origen, explicitación y consolidación de la experiencia ; otra, hacia el intento de lograr alguna comprensión de su contenido, es decir, del ser de la resurrección y del modo como se realiza; finalmente, otra intenta dilucidar las consecuencias, tanto para la vida en la historia como para el destino más allá de la muerte . De suyo, la última dirección es las más importante, pero, dado que la conmoción del cambio se produjo sobre todo en las dos primeras, ellas son las que han ocupado mayor espacio en la discusión teológica. Tampoco en este estudio ha sido posible escapar a ese “desequilibrio”, aunque se ha intentado compensarlo en lo posible.

2. La génesis de la fe en la resurrección

El cambio cultural se manifestó en dos fenómenos principales. El primero fue el fin de la lectura literal de los textos, que, haciendo imposible tomarlos como un protocolo notarial de lo acontecido, ha obligado a buscar su sentido detrás del tenor inmediato de la letra. El segundo consistió en el surgimiento de una nueva cosmovisión, que ha obligado a leer la resurrección en coordenadas radicalmente distintas a las presupuestas en su versión original.

En la nueva comprensión de la génesis influyó e influye sobre todo el primero. Porque el fin del fundamentalismo forzó un cambio profundo en la lectura y al mismo tiempo ha proporcionado los meDios para llevarlo a cabo. Los ha proporcionado no sólo porque, al romper la esclavitud de la letra, abría la posibilidad de nuevos significados, sino también porque, al introducirla en la dinámica viva de la historia de la revelación , la cargaba de un realismo concreto y vitalmente significativo. Lo cual vale tanto para el Antiguo como para el Nuevo Testamento.

2.1 La resurrección en el Antiguo Testamento

Ha sido, en efecto, importante recordar el Antiguo Testamento y remontarse de algún modo al duro aprendizaje que supuso. Con sus dos caminos principales. El primero (que tal vez debiera haber recibido una atención aun mayor) remite a la vivencia de la profunda comunión con Dios. Comunión que, sin negar la aspereza de la vida terrena y sin tener todavía claridad acerca del más allá de la misma, permitió intuir que su amor es “fuerte como la muerte ” (Cant 8, 6). Por eso la  conciencia de la fidelidad divina fue capaz de dar sentido a la terrible ambigüedad de la existencia, tal como aparece, por ejemplo, en el salmo 73: “Mi cuerpo y mi corazón se consumirán, pero Dios es para siempre mi roca y mi suerte” (v. 26). El segundo camino pasa por la aguda experiencia de contraste entre el sufrimiento del justo y la intolerable injusticia de su fracaso terreno. Como se anuncia con claridad ya en los Cantos del Siervo y se formula de manera impresionante con los mártires de la lucha macabea (cf. 2 Mac 7), sólo la idea de resurrección podía conciliar el amor fiel de Yavé con el incomprensible sufrimiento del justo.

Un fruto importante de este recuerdo es que los largos siglos sin creencia clara en el otro mundo enseñan, en vivo, que la auténtica fe en la resurrección no se consigue con una rápida evasión al más allá, sino que se forja en la fidelidad de la vida real y en la autenticidad de la relación con Dios. Además es muy probable que en esos textos encontrase Jesús un importante alimento para su propia experiencia ; y, con seguridad, ahí lo encontraron los primeros cristianos para su comprensión del destino del Crucificado.

2.2 La resurrección de Jesús en el Nuevo Testamento

Esa herencia preciosa pasó al Nuevo Testamento como presupuesto fundamental, que no debe olvidarse, porque constituía el marco de vivencia y comprensión tanto para Jesús como para la comunidad. La fe en la resurrección de los muertos estaba ya presente en la vida y en la predicación del Nazareno: la novedad que introduce la confesión de la suya, se realiza ya dentro de esta continuidad radical.

En este sentido , no es casual, y desde luego resulta esencial, la atención renovada a su vida para comprender la génesis y el sentido de la profunda reconfiguración que el Nuevo Testamento realiza en el concepto de resurrección heredado del Antiguo. La vida de Jesús y lo creído y vivido en su compañía constituyeron sin lugar a dudas una componente fundamental del suelo nutricio donde echó raíces lo novedoso y específico de la experiencia pascual.

Dos aspectos sobre todo tuvieron una enorme fuerza de revelación y convicción. En primer lugar, la conciencia del carácter “escatológico” de la misión de Jesús, que adelantaba y sintetizaba en su persona la presencia definitiva de la salvación de Dios en la historia : su destino tenía el carácter de lo único y definitivo. En estrecha dialéctica con él, está, en segundo lugar, el hecho terrible de la crucifixión , que parecía anular esa presencia. La durísima “experiencia de contraste ” entre, por un lado, la propuesta de Jesús, garantizada por su bondad, su predicación y su conducta, y, por otro, su incomprensible final en la mors turpissima crucis, constituía una “disonancia cognoscitiva ” de tal magnitud, que  sólo con la fe en la resurrección podía ser superada (un proceso que, a su manera, había adelantado ya el caso de los Macabeos ).

El hecho de la huída y ocultamiento de los discípulos fue, con toda probabilidad, históricamente cierto; pero su interpretación como traición o pérdida de la fe constituye una “dramatización” literaria, de carácter intuitivo y apologético, para demostrar la eficacia de la resurrección. En realidad, a parte de lo injusta que resulta esa visión con unos hombres que lo habían dejado todo en su entusiasmo por seguir a Jesús, resulta totalmente inverosímil. Algo que se confirma en la historia de los grandes líderes asesinados, que apunta justamente en la dirección contraria, pues el asesinato del líder auténtico confirma la fidelidad de los seguidores: la fe en la resurrección , que los discípulos ya tenían por tradición, encontró en el destino trágico de Jesús su máxima confirmación, así como su último y pleno significado. Lo expresó muy bien, por boca de Pedro, el kerygma primitivo: Jesús no podía ser presa definitiva de la muerte , porque Dios no podía consentir que su justo “viera la corrupción” (cf. Hch 2, 24-27).

2.3 Lo nuevo en la resurrección de Jesús

La conjunción de ambos factores —carácter definitivo y experiencia de contraste — hizo posible la revelación de lo nuevo en la resurrección de Jesús : él está ya vivo, sin tener que esperar al final de los tiempos (que en todo caso empezarían con él); y lo está en la plenitud de su persona, ya sin el menor asomo de una existencia disminuida o de sombra en el sheol . Lo que se esperaba para todos (al menos para los justos) al final de los tiempos, se ha realizado en él, que por eso está ya exaltado y plenificado en Dios. Y desde esa plenitud —única como único es su ser— sigue presente en la comunidad, reafirmando la fe y relanzando la historia .

Tal novedad no carecía, con todo, de ciertos antecedentes en el Antiguo Testamento y en el judaísmo intertestamentario (piénsese en las alusiones a los Patriarcas, a Elías o al mismo Bautista ); y, aunque menos, tampoco era totalmente ajena al entorno religioso medio-oriental y helenístico, con Dioses que mueren y resucitan o con personajes que se hacen presentes después de muertos . De todos modos, el carácter único de la persona y la misión de Jesús, hizo que, por la seguridad de su vivencia, por su concreción histórica y por su carácter plena e individualizadamente personal, la fe en su resurrección supusiese un avance definitivo en la historia de la revelación . De nadie se había hablado así: nunca, de ninguna persona se había proclamado con tal claridad e intensidad su estar ya vivo, plenamente “glorificado” en Dios y presente a la historia.

Los textos, leídos críticamente, no permiten una reconstrucción exacta del proceso concreto por el que se llegó a esta visión específica. Lo claro es el resultado. Y de los textos resulta que esa convicción firme, esa fe en la resurrección actual de Jesús y en la permanencia de su misión se gestó y se manifestó en vivencias extraordinarias de su nuevo modo de presencia real, que, en aquel ambiente cargado de una fortísima emotividad religiosa, los protagonistas interpretaron como “apariciones ”. En todo caso, como tales fueron narradas a posteriori en el Nuevo Testamento, en cuanto explicitación catequética y teológica del misterio que se intentaba transmitir. En ese mismo marco se forjaron también las narraciones acerca de la “tumba vacía ”.

El carácter teológico de las narraciones es lo decisivo: ahí se expresa su intención y radica su enseñanza; a través de ellas se nos entrega el objeto de la fe . Dada su composición por escritores que, fuera del caso de Pablo (tan peculiar en muchos aspectos), no habían sido testigos directos, sino que escriben basados en recuerdos y relatos ajenos, entre cuatro y siete décadas más tarde, no pueden considerarse sin más como descripciones de acontecimientos fácticos, tal como los narrarían, por ejemplo, un cronista o un historiador actuales. De suerte que la interpretación más concreta de lo sucedido fácticamente constituye una delicada y compleja tarea hermenéutica , que ha de tener en cuenta el distinto marco cultural y los nuevos instrumentos de lectura crítica . Circunstancia que resulta decisiva a la hora de interpretar el modo de la resurrección y del ser mismo del Resucitado.

3. El modo y el ser de la resurrección

3.1 Consideraciones previas

De entrada, conviene insistir una vez más en que el problema se mueve ahora en un nivel distinto del anterior: allí se describía lo fundamental de la experiencia , aquí se intenta una mayor clarificación conceptual. Como queda dicho y repetido a lo largo de toda la obra, lo intentado en este nivel no pretende nunca cuestionar la verdad del anterior, y las discrepancias en él no tienen por qué significar una ruptura de la unidad de fe expresada en el primero. Pertenecen más bien al inevitable y legítimo pluralismo teológico.

Si antes influía sobre todo la caída del fundamentalismo , ahora es el cambio cultural el que se deja sentir como prioritario. Cambio en la visión del mundo, que, desdivinizado, desmitificado y reconocido en el funcionamiento autónomo de sus leyes, obliga a una re-lectura de los datos. Piénsese de nuevo en el ejemplo de la Ascensión : tomada a la letra, hoy resulta simplemente absurda. Cambio también en la misma teología que, justamente por efecto de esos dos factores, se halla en una situación nueva, sobre todo —tal como queda indicado al principio (1.6)— por lo que respecta a la concepción de la creación , la revelación y la cristología . La acción de Dios no se concibe bajo un patrón intervencionista y “milagroso”, que no responde a la experiencia ni religiosa ni histórica y que amenazaría la trascendencia divina. La revelación no es un “dictado” milagroso y autoritario que deba tomarse a la letra. Y la cristología no busca lo peculiar de Jesús en su apartamiento sobre-naturalista, sino en su plena realización de lo humano: la cristología como realización plena de la antropología , la divinidad en la humanidad.

En este sentido , resulta hoy de suma importancia tomar en serio el carácter trascendente de la resurrección, que es incompatible, al revés de lo que hasta hace poco se pensaba con toda naturalidad, con datos o escenas sólo propios de una experiencia de tipo empírico: tocar con el dedo al Resucitado, verle venir sobre las nubes del cielo o imaginarle comiendo, son pinturas de innegable corte mitológico, que nos resultan sencillamente impensables.

Como resultado, no es la exégesis de detalle la que acaba decidiendo la interpretación final, sino la coherencia del conjunto. Esa exégesis es necesaria, y gracias a ella estamos donde estamos. Pero sus resultados llevan sólo al modo peculiar como los hagiógrafos interpretaban la resurrección con los meDios de su cultura. Ahora toca justamente hacer lo mismo con los meDios de la nuestra. Por eso no se trata únicamente de que las discusiones exegéticas de los puntos concretos acaben muchas veces en tablas: “no se puede refutar esto, pero tampoco se puede probar lo contrario”; sino que es la entera visión de conjunto la que se mueve en busca de una nueva “figura” de la comprensión. Esta figura es la que, en definitiva, convence o no convence, según resulte significativa y “realizable” en la cultura actual o aparezca como incomprensible desde sus legítimas preguntas o incompatible con sus justas exigencias.

Finalmente, también ahora conviene ir por pasos, de lo más claro a lo más discutible. Lo cual además tiene dos ventajas importantes: permite ver el avance ya realizado, que en realidad es enorme; y puede ayudar a descubrir la verdadera dirección del cambio que se está produciendo. El sentido histórico bien administrado no sólo aporta serenidad a la discusión, sino que de ordinario aumenta la lucidez para percibir el futuro.

3.2 El “sepulcro vacío

No es exageración optimista hablar de lo enorme del cambio ya acontecido. Entre un manual preconciliar y un tratamiento actual, incluso de los más conservadores, la distancia es astronómica, tanto en lo cuantitativo del espacio dedicado, como en lo cualitativo del modo de ver la resurrección.

Desde luego, ya nadie confunde la resurrección con la revivificación o vuelta a la vida de un cadáver . Ni por tanto se la pone en paralelo ni, menos, se la confunde con las “resurrecciones” narradas no sólo en la Biblia, atribuidas a Eliseo, a Jesús o a Pablo (que, por otra parte, casi nadie toma a la letra), sino también en la cultura del tiempo, como en el caso de Apolonio de Tiana. La resurrección de Jesús , la verdadera resurrección, significa un cambio radical en la existencia, en el modo mismo de ser: un modo trascendente, que supone la comunión plena con Dios y escapa por definición a las leyes que rigen las relaciones y las experiencias en el mundo empírico.

Por eso ya no se la comprende bajo la categoría de milagro , pues en sí misma no es perceptible ni verificable empíricamente. Hasta el punto de que, por esa misma razón, incluso se reconoce de manera casi unánime que no puede calificarse de hecho histórico . Lo cual no implica, claro está, negar su realidad, sino insistir en que es otra realidad: no mundana, no empírica, no apresable o verificable por los meDios de los sentidos, de la ciencia o de la historia ordinaria.

Puede afirmarse que estas ideas constituyen hoy un bien común de la teología . Pero sucede que el estado de “transición entre paradigmas” que caracteriza la situación actual no siempre permite ver con claridad las consecuencias: afirmado el principio nuevo, se sigue operando muchas veces con los conceptos y presupuestos viejos. Algo claro y hasta sorprendente cuando un mismo autor, después de reconocer de manera expresa que la resurrección no es un milagro , se aplica a matizarlo diciendo que no es un milagro “espectacular” (como si de alguien se dijese que está muerto, pero sólo “un poco” muerto). Pasa sobre todo con los problemas del sepulcro vacío y las apariciones . Con desigual intensidad, sin embargo.

En el caso del sepulcro vacío se han dado más pasos. Exegéticamente no es posible decidir la cuestión, pues, en puro análisis histórico, hay razones serias tanto para la afirmación como para la negación. Pero se ha producido un cambio importante, en el sentido de que son ya muchos los autores que no hacen depender la fe en la resurrección de la postura que se adopte al respecto: se reconoce que pueden creer en ella tanto los que piensan que el sepulcro ha quedado vacío como los que opinan lo contrario.

La opción por tanto depende, en definitiva, del marco teológico en que se encuadra. Y la verdad es que, superadas las adherencias imaginativas que representan al Resucitado como vuelto a una figura (más o menos) terrena, y tomado en toda su seriedad el carácter trascendente de la resurrección, la permanencia o no del cadáver pierde su relevancia. El resultado vivencial y religioso es el mismo en ambos casos. Una realidad personal tan identificada con Dios, cuya presencia se puede vivir simultáneamente en una aldea de África o en una metrópoli europea, que no es visible ni tangible: en una palabra, una realidad que está totalmente por encima de las leyes del espacio y del tiempo, no puede guardar ninguna relación material con un cuerpo espacio-temporal. Más aún, tal relación no parece resultar pensable, pues la desaparición del cadáver debería obedecer o a una aniquilación (lo cual anularía sin más la relación) o a una transformación tan cualitativamente diversa que parece anular igualmente toda posibilidad de relación (ninguna ley mundana vale para la persona resucitada). Tan invisible e intangible es el Resucitado para quien afirma que el sepulcro quedó vacío, como para quien afirma lo contrario.

Esto es importante, porque lo que, en el fondo y con toda legitimidad , pretende salvaguardar la afirmación de la tumba vacía es la identidad del Resucitado; que es también lo que se busca expresar con el simbolismo de la “resurrección de la carne ”. Pero, aparte de que ni siquiera en la vida mundana puede considerarse sin más el cuerpo como el verdadero soporte de la identidad, puesto que sus componentes se renuevan continuamente, parece claro que la preservación de la identidad ha de buscarse en el ámbito de categorías estrictamente personales. Aunque estamos en una de las más arduas cuestiones de la antropología , lo fundamental es que la identidad se construye en el cuerpo, pero no se identifica con él. Lo que el cuerpo vivo ha significado en esa construcción se conserva en la personalidad que en él y desde él se ha ido realizando; no se ve qué podría aportar ahí la transformación (?) del cuerpo muerto, del cadáver .

El cómo sucede esto constituye, sin duda —y para cualquier concepción—, un oscurísimo misterio, puesto que, por definición, está más allá de las leyes mundanas. Sólo cabe barruntarla mediante una “lógica de la simiente ”: ¿quién podría, de no comprobarlo a posteriori, ver como posible la continuidad entre la bellota y el roble? Ya lo dijera san Pablo: “se siembra corrupción, resucita incorrupción; se siembra vileza, resucita gloria; se siembra debilidad, resucita fortaleza; se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual ” (1 Cor 15, 42-44).

Por otra parte, rota la linealidad literal de las narraciones , resulta muy difícil, si no imposible, interpretar con un mínimo de coherencia el supuesto contrario. ¿Qué sentido podría tener el tiempo cronológico en que el cadáver permanecería en la tumba, para ser “revivificado” en un momento ulterior? ¿Qué tipo de identidad personal sería la del Resucitado mientras espera la “revivificación ” del cadáver ? ¿Qué significaría esa mezcla de vida trascendente y espera cronológico-mundana?

En cambio, dentro de la irreductible oscuridad del misterio, todo cobra coherencia cuando se piensa la muerte como un tránsito, como un “nuevo nacimiento ”, en el que la persona “muere hacia el interior de Dios”; algo así como si del “útero” mundano la persona se alumbrase hacia su vida definitiva: “llegado allí, seré verdaderamente persona”, dijo san Ignacio de Antioquía. Y el Cuarto Evangelio ve en la cruz la “hora” definitiva, en la que la “elevación” (hýpsosis ) es simultáneamente muerte física en lo alto de la cruz y “glorificación” en el seno del Padre. Morir es ya resucitar: resurrección-en-la-muerte.

3.4 Las apariciones

En realidad, al menos en la medida en que las apariciones se toman como percepción sensible (sea cual sea su tipo, su claridad o su intensidad) del cuerpo del Resucitado, el problema es estrictamente paralelo al anterior. Porque de ese modo no sólo se vuelve a interpretar necesariamente la resurrección como “milagro ”, sino que se presupone algo contradictorio: la experiencia empírica de una realidad trascendente. Pero aquí la percepción del problema no ha cambiado tanto como en el caso anterior; de suerte que muchos que no hacen depender la fe en la resurrección de la admisión del sepulcro vacío , sí lo hacen respecto de las apariciones. La razón es también distinta: si antes preocupaba la preservación de la identidad del Resucitado, ahora se cree ver en las apariciones el único medio de garantizar la objetividad y la realidad misma de la resurrección.

Pero esa impresión sólo es válida, si permanece prisionera de la antigua visión , sobre todo en dos puntos fundamentales. El primero, seguir tomando la actuación de las realidades trascendentes bajo la pauta de las actuaciones mundanas, que interferirían en el funcionamiento de la realidad empírica y que, por tanto, se podrían percibir mediante experiencias de tipo sensible. El segundo, conservar un concepto extrinsecista y autoritario de revelación , como verdades que se le “dictarían” al revelador y que los demás deben aceptar sólo porque “él dice que Dios se lo dijo”. Dado lo complejo y delicado de la cuestión, unha aclaración fundamentada debe remitir al detalle de lo explicado en el texto. Aquí es preciso limitarse a unas indicaciones someras.

La primera, recordar que la experiencia puede ser real sin ser empírica; o, mejor, sin que su objeto propio tenga sobre ella un efecto empírico directo. Se trata de experiencias cuyo objeto propio (no empírico) se experimenta en realidades empíricas. El caso mismo de Dios resulta paradigmático. Ya la Escritura dice que “nadie puede ver a Dios” (cf. Éx 33, 20), y, sin embargo, la humanidad lo ha descubierto desde siempre. Ese es el verdadero significado de las “pruebas” de su existencia: responden a un tipo de experiencias con realidades empíricas —sentimiento de contingencia, belleza del mundo, injusticia irreparable de las víctimas …— en las que se descubre la existencia de Dios, pues sólo contando con ella pueden ser comprendidas en toda su verdad .

Esto hace que tales experiencias resulten tan peculiares y difíciles. Pero ese es su modo de ser, y no cabe otra alternativa. Por eso son tan chocantes posturas como las de Hanson, pretendiendo que, para que él creyese en su existencia, Dios tendría que aparecérsele empíricamente, visible y hablando como un Júpiter tonante, registrable en vídeo y en magnetófono. Bien mirado, eso no sólo sería justamente la negación de su trascendencia , sino incluso, como ha argüido Kolakowski, constituiría una contradicción lógica. Y por lo mismo, pretender para Dios un tipo de experiencia empírica, como en el caso de la famosa “parábola del jardinero” de Anthony Flew, es el modo de hacer imposible la (de)mostración su existencia.

Muchos teólogos que se empeñan en exigir las apariciones sensibles para tener pruebas empíricas de la resurrección, no acaban de comprender que eso es justamente ceder a la mentalidad empirista , que no admite ningún otro tipo de experiencia significativa y verdadera. Paradójicamente, con su aparente defensa están haciendo imposible su aceptación para una conciencia actual y justamente crítica . Por lo demás el mismo sentido común, si supera la larga herencia imaginativa, puede comprender que “ver” u “oír” algo o a alguien que no es corpóreo sería sencillamente falso, igual que lo sería tocar con la mano un pensamiento. Y una piedad que tome en serio la fe en el Resucitado como presente en toda la historia y la geografía humana —“donde están dos o tres, reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20)—, no puede pensar para él un cuerpo circunscribible y perceptible sensorialmente.

(Y nótese que cuando se intenta afinar, hablando, por ejemplo, de “visiones intelectuales” o “influjos especiales” en el espíritu de los testigos , ya se ha reconocido que no hay apariciones sensibles. Y, una vez reconocido eso, seguir empeñados en mantener que por lo menos vieron “fenómenos luminosos” o “percepciones sonoras”, es entrar en un terreno ambiguo y teológicamente no fructífero, cuando no insano. Esto no niega la veracidad de los testigos —si fueron ellos quienes contaron eso, y no se trata de constructos simbólicos posteriores—, ni tampoco que el exegeta pueda discutir si histórico-críticamente se llega o no a ese dato. Lo que está en cuestión es si lo visto u oído empíricamente por ellos es el Resucitado o son sólo mediaciones psicológicas —semejantes, por ejemplo, a las producidas muchas veces en la experiencia mística o en el duelo por seres queridos— que en esas ocasiones y para ellos sirvieron para vivenciar su presencia trascendente, y tal vez incluso ayudaron a descubrir la verdad de la resurrección. Pero repito eso no es ver u oír al Resucitado; si se dieron, fueron experiencia sensibles en las que descubrieron o vivenciaron su realidad y su presencia).

Con esto enlaza la segunda indicación: la revelación puede descubrir la verdad sin ser un dictado milagroso. Basta pensar que tal fue el caso para la misma resurrección en el Antiguo Testamento : lejos de ser un dictado, obedeció a una durísima conquista, apoyada en la interpretación de experiencias concretas, como la desgracia del justo o el martirio de los fieles; experiencias que sólo contando con la resurrección podían ser comprendidas. Así se descubrió —se reveló— la resurrección que alimentó la fe de los (inmediatos) antepasados y de los contemporáneos de Jesús. Resurrección real, porque responde a una experiencia reveladora, que no por no ser empírica dejó de llevar a un descubrimiento objetivo.

Lo que sucede es que la novedad de la resurrección de Jesús , en lugar de ser vista como una profundización y revelación definitiva dentro de la fe bíblica, tiende a concebirse como algo aislado y sin conexión alguna con ella. Por eso se precisa lo “milagroso”, creyendo que sólo así se garantiza la novedad. Pero, repitámoslo, eso obedece a un reflejo inconsciente de corte empirista . No acaba de percibirse que, aunque no haya irrupciones milagrosas , existe realmente una experiencia nueva causada por una situación inédita, en la que los discípulos y discípulas lograron descubrir la realidad y la presencia del Resucitado. La revelación consistió justamente en que comprendieron y aceptaron que esa situación sólo era comprensible porque estaba realmente determinada por el hecho de que Dios había resucitado a Jesús, el cual estaba vivo y presente de una manera nueva y trascendente. Manera no empírica, pero no por menos sino por más real: presencia del Glorificado y Exaltado.

Si la resurrección no fuese real, todo perdería para ellos su sentido . Sin la resurrección, Cristo dejaría de ser él y su mensaje quedaría refutado. Dios permanecería en su lejanía y en su silencio frente a la terrible injusticia de su muerte . Y ellos se sentirían abandonados a sí mismos, perdidos entre su angustia real y una esperanza tal vez para siempre decepcionada. Todo cobró, en cambio, su sentido cuando descubrieron que Jesús había sido constituido en “Hijo de Dios con poder” (Rm 1, 4) y que Dios se revelaba definitivamente como “el que da vida a los muertos ” (1 Cor 15, 17-19).

Esto no pretende, claro está, ser un “retrato” exacto del proceso , sino únicamente desvelar su estructura radical. Estructura universalizable, que sigue siendo fundamentalmente la misma para nosotros y que por eso, cuando se nos desvela gracias a la ayuda “mayéutica ” de la interpretación apostólica, puede resultarnos significativa y —en su modo específico— “verificable”. Creemos porque “hemos oído” (fides ex auditu: Rm 10, 17); pero también porque, gracias a lo oído, nosotros mismos podemos “ver” (cf. Jn 4, 42, episodio de la Samaritana y sus paisanos). Tal es el realismo de la fe , cuando se toma en serio y no, según diría Kant, como algo puramente “estatutario”. No, por tanto, un mero aceptar “de memoria”, afirmando a, lo mismo que se podría afirmar b o c; sino afirmar porque la propia y entera vida se siente interpretada, interpelada, comprometida y salvada por eso que se cree.

3.5 “Primogénito de los muertos

Esto último, contextualizado por lo dicho en los puntos anteriores, permite un paso ulterior, creo que de suyo natural, pero que de entrada puede resultar sorprendente, puesto que se aparta de lo que espontáneamente se viene dando por supuesto. Como siempre sucede en la revelación , lo que se descubre estaba ya ahí. Se descubre gracias a que una circunstancia especial, por su “estrañeza” (oddness, en la terminología de I. T. Ramsey), despierta la atención del “profeta” o revelador, haciéndolo “caer en la cuenta”: “¡El Señor estaba en este lugar, y yo no lo sabía!” (Gén 18, 16).

Mostrémoslo con algún ejemplo, que no precisa ser literal en todos sus detalles. Dios ha estado siempre al lado de las víctimas contra la opresión injusta; pero fue la peculiar circunstancia de Egipto la que permitió a la genialidad y fidelidad religiosa de Moisés “caer en la cuenta” de esa presencia. Pero eso no significa que Dios haya empezado a ser liberador cuando lo descubrió Moisés. A pesar de eso, hubo un comienzo real, no un simple “como si” teórico, pues la nueva conciencia abrió nuevas posibilidades reales para la acogida humana y por tanto para la penetración de la acción liberadora del Señor en la historia ). Lo mismo —para acercarnos más a nuestro caso—sucede con la paternidad divina. Cuando Jesús en su peculiar experiencia (con todo lo que ella implicaba) logró verla, vivirla y proclamarla con definitiva e insuperable claridad, no es que esa paternidad “empezase” entonces: Dios era y es desde siempre “padre/madre” para todo hombre y mujer. Sucede únicamente que a partir de Jesús se revela con claridad, tansformando realmente la vida humana, puesto que desde entonces la filiación puede vivirse de manera más profunda y consecuente .

Con la resurrección sucede lo mismo. En Jesús se reveló en plenitud definitiva lo que Dios estaba siendo desde siempre: el “Dios de vivos ”, como dijo el mismo Jesús; “el que resucita a los muertos ”, como gracias a su destino re-formularon los discípulos la fe que ya tenían en la resurrección, confirmándola y profundizándola con fuerza definitiva.

Esta comprensión supone ciertamente un cambio en la visión teológica; pero resulta perfectamente coherente con el experimentado por la cristología en general, que, como queda dicho, ha aprendido a ver la singularidad de Jesús no en el apartamiento de lo humano, sino en su plena revelación y realización. Por eso con esta visión no se anula, sino que se confirma la confesión de la fe : Cristo sigue siendo “el primogénito de los muertos ” (Ap 1, 15), sólo que no en el sentido cronológico de primero en el tiempo, sino como el primero en gloria, plenitud y excelencia, como el revelador definitivo, el modelo fundante y el “pionero de la vida” (Hch 3, 15). De ahí esa reciprocidad íntima, auténtica perichoresis, que Pablo proclama entre su resurrección y la nuestra: si él no ha resucitado, tampoco nosotros; si nosotros no, tampoco él (1 Cor 15, 12-14).

Realmente, cuando se superan los innumerables clichés imaginativos con que una lectura literalista ha ido poblando la conciencia teológica, se comprende que esta visión es la más natural y, sobre todo, la más coherente con un Dios que, habiendo creado por amor, no ha dejado nunca a sus hijos e hijas entregados al poder de la muerte . Por eso la humanidad, aunque no haya podido descubrir esta plenitud de revelación hasta la llegada de Jesús, lo ha presentido y a su modo lo ha sabido siempre, expresándolo de mil maneras. Pero de esto hablaremos después.

4. Las consecuencias

Una de las maneras más eficaces de verificar la verdad de una teoría consiste en examinar sus consecuencias. En ellas se despliegan su verdadero significado y su fuerza de convicción. Respecto de la resurrección vale la pena mostrarlo brevemente en tres frentes principales.

4.1 Resurrección e inmortalidad

El aislamiento que el estudio de la resurrección ha sufrido respecto del proceso de la revelación bíblica fue todavía mayor respecto de la tradición religiosa en general. En gran medida se ha querido asegurar su especificidad, acentuando la diferencia. Pero realmente la resurrección pertenece por su propia naturaleza a un plexo religioso fundamental y en cierto modo común a todas las religiones : la idea de inmortalidad . Respecto de esta no es algo aparte, sino un modo específico de tematizarla y de vivirla.

Porque es natural que cada religión interprete la verdad común en el marco específico de su propia religiosidad. La bíblica, desde el Antiguo Testamento , la ve sobre todo dentro de su fundamental acento personalista: por un lado, desde la relación con un Dios cuyo amor fiel rescata del poder de la muerte , llamando a la comunión consigo y, por otro, desde una antropología unitaria, que no piensa en la salvación de sólo una parte de la persona. El Nuevo Testamento hereda esta tradición, llevándola a su culminación gracias al enorme impacto de la experiencia crística.

Ahí radica su originalidad, y es comprensible el énfasis que se ha puesto en ella. Sin embargo, el mejor camino para asegurarla y ofrecerla como aportación a los demás no es el de acentuar la diferencia hasta romper la continuidad fundamental. Tal ha sucedido sobre todo al insistir en su diferencia con la idea griega de inmortalidad . Diferencia real, puesto que los griegos configuraban el fondo común dentro de su propio marco religioso y filosófico. Pero no contraposición radical y totalmente incompatible, ni mucho menos. Ya históricamente sería falso, pues es bien sabido que en la etapa decisiva de la configuración de esta verdad la Biblia recibió un fuerte impulso del mundo helenístico (que por su mayor dualismo antropológico hacía más fácil vencer la apariencia de que todo acaba con la muerte ). Además, como hemos visto, en la misma Biblia no siempre era tan neta y abrupta la distinción, y hay en ella textos que hablan como los griegos o simplemente mezclan ambas concepciones.

Cuando se comprende la resurrección de Jesús como la revelación definitiva de lo que “el Dios de vivos ” hace con todas las personas de todos los tiempos, resulta más fácil ver la comunidad radical. La resurrección de Jesús de Nazaret representa algo específico y constituye una aportación irreductible; pero es así, sobre todo, gracias a que en él se nos ha revelado en plenitud lo ya se había revelado a su modo en las demás religiones : que Dios resucita ya, sin esperar a un fin del mundo, y resucita plenamente, es decir, en íntegra identidad personal (que ni es sólo el “alma ” ni está a la espera de ser completada con el “cuerpo ” rescatado de su estado de cadáver ).

Eso no vacía sin más de significado la expectación de una “resurrección al final de los tiempos”. Significado verdadero e importante, pero no en el sentido mitológico de una reunión final de la humanidad en el “valle de Josafat”, sino en el de una esperanza de comunión plena. La comunidad de los resucitados , en efecto, no está completa y clausurada en sí misma, desinteresada de la historia . Mientras esta no se cierre, mientras quede alguien en camino, hay una expectación e incompletud real, una comunión de presencia dinámica hasta que culmine el proceso por el que, con toda la humanidad reunida, “Dios será todo en todos” (1 Cor 15, 28).

Lo decisivo es que esta visión cristiana no tiene por qué ser presentada como algo aislado y excluyente, sino como una concreción de la verdad común. Esto es muy importante para un tiempo en el que el diálogo de las religiones ha cobrado una relevancia trascendental . La resurrección bíblica no renuncia a la propia riqueza, sino que la ofrece como aportación a la búsqueda común. Y, al mismo tiempo, comprende que hay aspectos en los que también ella puede enriquecerse con la aportación específica de las demás religiones. Se ha intentado muchas veces con la transmigración y existen intentos interesantes desde las religiones africanas y amerindias. En todo caso, lo decisivo es el reconocimiento de la fraternidad a través de la fe en este misterio y del diálogo en la búsqueda de su mejor comprensión.

4.2 Resucitados con Cristo

Hasta aquí hemos insistido sobre todo en la primera de las preguntas kantianas : qué podemos saber de la resurrección. Ahora cumple decir algo de la segunda: qué debemos hacer desde la fe en ella. Se trata de su dimensión más inmediatamente práctica, con dos aspectos  fundamentales.

1. El primero es el problema del mal . La cruz lo hace visible en todo su horror; la resurrección muestra la respuesta que desde Dios podemos vislumbrar.

La cruz , en efecto, permite ver de modo casi intuitivo que el mal resulta inevitable en un mundo finito, pues Dios sólo podría eliminarlo a costa de destruir su propia creación , interfiriendo continuamente en ella y anulándola en su funcionamiento: para librar a Jesús del patíbulo, tendría que suprimir la libertad de los que lo condenaron o suspender las leyes naturales para que los instrumentos no lo dañasen o las heridas no le causasen la muerte … Además, si lo hacía con él, ¿por qué no con las demás víctimas de la tortura, de la guerra, de las catástrofes, de las enfermedades…? Pero entonces ¿qué sería del mundo? Equivaldría simple y llanamente a su anulación. Comprender esta inevitabilidad fue tal vez la “última lección ” que Jesús tuvo que aprender en la cruz (cf. Hbr 5, 7), pues su tradición religiosa lo inclinaba seguramente a pensar que Dios intervendría en el último momento para librarlo.

La vivencia del Abbá y la fidelidad a la misión le permitieron comprender que Dios no nos abandona jamás y que —como había descubierto el libro de Job— la desgracia no es un signo de su ausencia, sino una forzosidad causada por la finitud del mundo o por la malicia de la libertad finita. Pero también —más allá de Job— que por eso mismo Dios está siempre a nuestro lado, acompañándonos cuando nos hiere el mal y apoyándonos en la lucha contra él; sobre todo, asegurando nuestra confianza en que el mal no tiene la última palabra, aunque no siempre resulte fácil verlo, principalmente cuando la muerte parece darle el triunfo definitivo. Los evangelistas intuyen esta dialéctica, cuando se atreven a poner en los labios de Jesús, por un lado, el grito de la interrogación angustiada: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34; Mt 27, 46); y, por otro, las palabras de la entrega confiada: “en tus manos pongo mi vida” (Lc 23, 46).

Por parte de Dios, la resurrección fue la respuesta: es la respuesta. Gracias a la fidelidad de Jesús, paradójicamente para nosotros resulta más fácil de comprender: lo que para él fue una dura conquista, nosotros podemos acogerlo ya en la claridad de la fe . Y también, sacar las consecuencias teológicas. Por un lado, el carácter trascendente de la resurrección no permite esperar “milagros ” divinos, sino que convoca a la praxis histórica, colaborando con Dios en su lucha contra el mal : es el único encargo —el “mandamiento nuevo”— que nos deja Cristo. Pero, por otro, su carácter real y definitivo es lo único que nos permite responder a la terrible pregunta por las víctimas , que, muertas, nada pueden esperar de soluciones desde la historia : sólo la resurrección puede ofrecer una salida a “la nostalgia de que el verdugo no triunfe definitivamente sobre su víctima”.

Basta con pensar en la importancia de este tema en la teología de la liberación y en su repercusión en el diálogo con la teoría crítica , de Horkheimer a Habermas, para percatarse de la importancia de esta consecuencia.

2. El segundo aspecto —la vida eterna— enlaza con este. Quien resucita es el Crucificado: su vida, la vida últimamente real y auténtica, no es rota por el terrible trauma de la muerte , sino que es acogida y potenciada —glorificada— por el Dios que resucita a los muertos . No se trata de una vida distinta y superpuesta, sino de su única vida, ahora revelada en la hondura de sus latencias y realizada en la plenitud de sus potencias (para usar la terminología de Ernst Bloch). La resurrección ni es una “segunda” vida ni una simple “prolongación” de la presente (lo cual, como muchos han visto, sería un verdadero horror, un auténtico infierno ), sino el florecimiento pleno de esta vida, gracias al amor poderoso de Dios.

Es importante insistir en esto, pues incluso algunos teólogos caen aquí en una interpretación reductora, arguyendo que la resurrección implicaría una devaluación de la vida terrena. Todo lo contrario, bien entendida, supone su máxima potenciación. La Escritura misma lo ve, sobre todo en el Cuarto Evangelio, hablando de vida eterna. Una vida que ya ahora, reconociéndose radicada de manera irrompible en el mismo ser divino, confiere un valor literalmente infinito a todo su ser y a todos sus logros: “ni siquiera un vaso de agua quedará sin recompensa” (cf. Mc 9,41; Mt 10, 42).

Por eso la esperanza de la resurrección no significa una escapada al más allá, sino una radical remisión al más acá, al cultivo auténtico de la vida y al compromiso del trabajo en la historia . Fue lo que, frente al abuso de los “entusiastas ” —que creyéndose ya resucitados despreciaban esta vida, sea en la renuncia ascética, sea en el abuso libertino—, comprendió la primera comunidad cristiana. Tal fue con seguridad el motivo principal por el que se escribieron los evangelios : recordar el que el Resucitado es el Crucificado, que su resurrección se gestó en su vida de amor, fidelidad y entrega. La vida eterna, la que se encontrará a sí misma plenamente realizada en la resurrección, es la misma que, igual que Cristo, se vive aquí y ahora en toda radicalidad, la que se gesta en el seguimiento . Por eso se retomó, como modelo y llamada, la concreción de su vida histórica: viviendo como él, resucitaremos como él.

4.3 Jesús, “el primogénito de los difuntos ”

Y queda la tercera pregunta: qué nos es dado esperar desde la fe en la resurrección . En realidad, ya queda dicho lo fundamental. Pero hay dos puntos que importa subrayar, pues la problemática tradicional suele dejarlos demasiado en la sombra. También en esta tercera pregunta sigue siendo Jesús el modelo para adentrarse en la respuesta.

En primer punto se refiere a él mismo. Hablar de Jesús como primogénito de los difuntos , en lugar de primogénito de los “muertos ”, puede sonar de entrada un tanto extraño, incluso fuerte. A pesar de que las palabras son sinónimas, el hábito apaga la radicalidad del significado en la primera, mientras que la variación puede avivarla en la segunda. Porque se trata de percibir que, efectivamente, Jesús, el Cristo, cumple la perfecta definición cristiana de un difunto: alguien que ha muerto biológicamente, pero que en la identidad radical de su ser vive plenamente en Dios. Lo cual nos lleva a la cuestión descuidada, no tanto en la práctica cuanto en la teoría teológica, de nuestra relación actual con él.

Su desaparición de la visibilidad mundana pone esa relación en una situación peculiar. No es como la que mantenían los discípulos , que podían verle, oírle y tocarle. Pero tampoco puede reducirse al mero recuerdo de un personaje histórico, ni a verlo como una figura imaginaria. La resurrección dice que Cristo está vivo hoy y que por tanto la suya es una presencia real, con la que sólo tiene sentido una relación actual. No le vemos, pero él nos ve; no le tocamos, pero le sabemos presente, afectando nuestras vidas y afectado por ellas. Por eso podemos hablar con él en la oración y colaborar con él en el amor y el servicio: “a mí me lo hacéis”. En este sentido, el recuerdo, cuidando de que no quede reducido a mero recuerdo, puede ayudar como mediación imaginativa para la presencia. Según el tópico kantiano: la presencia “llena” el recuerdo, que sin él pudiera parecer “ciega”.

No es una relación fácil, porque rompe los esquemas ordinarios de las relaciones humanas; pero es viva y eficaz, como muestra toda la historia de la vida cristiana. Problema importante, que preocupó de manera intensa a nuestros místicos clásicos[3], pero que sin duda debiera recibir una atención más expresa por parte de la teología actual .

Esto nos lleva al segundo punto: la relación con los difuntos . La visión que hemos tratado de elaborar muestra con toda claridad que lo decisivo para su comprensión es que encuentra su modelo fundante en la relación que tenemos con Jesús, el Cristo. Y eso significa que también con ellos existe una relación de presencia real y actual, de comunión e intercambio. A eso apunta el misterio, precioso, de la comunión de los santos —de todos, no sólo los que están en los altares. Un misterio que también precisa ser pensado teológicamente, para evitar deformaciones —por ejemplo, la de utilizarlos como “intercesores”, como si ellos nos fuesen más cercanos o favorables que Dios o Dios necesitase ser “convencido” por ellos— y, sobre todo, para situarlo en su verdadera fecundidad: como ánimo y compañía, como la presencia de múltiples espejos donde se refleja la infinita riqueza de los atributos divinos, como solidaridad con ellos en la historia .

Un caso de especial importancia es el repensamiento de la liturgia funeraria , muchas veces tan terriblemente deformada, y aun comercializada a causa de su instrumentalización como “sufragio”, cual si Dios necesitase que lo aplacásemos para que sea “piadoso” con los difuntos . Por fortuna, en Jesús, sobre todo en la celebración de la Eucarístía, tenemos el modelo luminoso. Igual que en su caso, salvada claro está el carácter específico y único de su ser, también respecto de ellos lo que ante todo hacemos es “celebrar su muerte y resurrección”: como acción de gracias al Dios de la vida, como ejercicio comunitario y especialmente intenso de la comunión viva y actual, como solidaridad con el dolor de los allegados, como ánimo para la vida y, de manera muy especial, como alimento de nuestra fe —siempre precaria, siempre amenazada— en la resurrección.

Hay incluso un aspecto que permite recuperar, ahora sin deformaciones, nuestra solidaridad efectiva con ellos. Toda muerte es una interrupción y por eso todo difunto deja inacabamientos en la tierra: sean positivos, de obras emprendidas y no terminadas, de iniciativas que esperan conntinuidad; sean negativos, de daños hechos y no reparados, de deudas no saldadas. Pues bien, aquí sí que puede existir un verdadero “ayudar” a los difuntos : prolongando con amor su obra auténtica o reparando en lo posible aquello que de defectuoso y negativo hayan dejado tras de sí.

Como se ve, hai aquí una riqueza enorme, que podría hacer de la celebración cristiana de la muerte una honda celebración de la Vida y una fuente extraordinaria de esperanza .

7. Consideración final

Al comienzo de la obra, valiéndome de unas palabras de Spinoza, rogaba al lector que esperase al final para hacerse un juicio sobre la misma. Ha llegado el momento, y en ese sentido quisiera hacer algunas advertencias importantes. Pienso sobre todo en aquellos lectores o lectoras que, tal vez poco habituados a los resultados de la exégesis crítica y de la hermenéutica teológica, hayan podido quedar inquietos o desconcertados ante ciertos resultados de los aquí propuestos.

La primera es recordar una vez más que se trata de un trabajo teológico, que, por lo tanto, se ofrece siempre con un confesado exponente de propuesta hipotética. El cantus firmus de la fe se difracta en variaciones que intentan expresarlo lo mejor posible, pero que no pueden pretender identificarse con él; conscientes incluso de que algunas veces pudieran deformarlo. Con distintos grados, claro está: por eso más de una vez he distinguido de manera expresa lo que me parecía común, o prácticamente común, y lo que era propuesta más minoritaria o novedosa. En todo caso, la presentación se ha hecho siempre exponiendo las razones en las que se apoyaba, ofreciéndose así al diálogo , abierta a la crítica e incluso a la posible refutación —siempre, naturalmente, que se haga también con razones— y desde luego, dispuesta a la colaboración en la búsqueda conjunta de la verdad .

Lo que así ha resultado es una visión global. El propósito, por tanto, no se ha reducido a la exposición aislada de puntos concretos, sino, como insinúa el título, a un repensamiento del conjunto. Como tal ha de considerarse, tratando de interpretar cada parte a la luz de la totalidad y dentro de la perspectiva global adoptada. Una perspectiva que, como reiteradamente se ha puesto de manifiesto, quiere tomar muy en serio el cambio de paradigma cultural introducido por la Modernidad —lo que en modo alguno significa someterse acríticamente a él— y que se ha esforzado por mantener con claridad y rigor la consecuencia de los supuestos adoptados. Todo resulta así discutible; pero, por lo mismo, todo tiene también derecho a ser entendido en su marco propio y en su intencionalidad específica.

Soy muy consciente, y lo he avisado desde el principio, de que, si esto no se tiene en cuenta, el libro puede dar la impresión de una teología demasiado “iDiosincrásica”, como dirían los anglosajones, o incluso de un apartarse del camino común en algunos puntos importantes. Pero también es cierto que, cuando se capta bien la perspectiva adoptada y el marco intelectual dentro del que se coloca, todo, o casi todo, adquiere una clara coherencia y una fuerza espontánea de convicción. Esa, aparte de mi propia experiencia , es al menos la impresión de muchas personas que han acompañado esta reflexión y de aquellas que, honrándome con su amistad, han leído el manuscrito. Al lector corresponde decidir, libre y críticamente, cuál de los dos campos le parece el más justo y acertado.

A esto ha de unirse una observación de hondo calado hermenéutico y que cada vez juzgo más importante. Pudiera parecer —y alguna vez se me ha achacado— que este tipo de tratamiento sigue demasiado el cliché de la crítica racionalista. Nada más lejos no sólo de mi intención , sino también de la realidad. La crítica racionalista, situándose fuera del trabajo propiamente teológico, tiende a identificar fe y teología ; de suerte que, al detectar los fallos o la inadecuación cultural de ésta, cree estar descalificando aquella. En cambio, lo que aquí se ha pretendido es una consideración desde dentro, que, distinguiendo con cuidado entre fe y teología, busca ciertamente el máximo rigor posible en la crítica de los conceptos teológicos , pero con el preciso propósito de lograr una mejor, más significativa y más actualizada comprensión y vivencia de la fe.

Se comprenderá mejor lo que intento decir, aludiendo a un problema más general, e incluso tal vez más hondo, de la relación entre la teología y la filosofía . Hace ya bastante tiempo lo he señalado hablando de la contraposición entre el “síndrome Morel ” y el “síndrome Galot ” (tomando, naturalmente, las expresiones en sentido objetivo, sin pretender en modo alguno entrar en juicios personales)[4]. Ambos señalan dos posibilidades en cierta manera extremas, que hacen imposible una verdadera interfecundación.

Georges Morel, desde el costado filosófico, ha confrontado una filosofía exquisitamente cultivada con una teología tradicional simplemente recibida y prácticamente aceptada como tal. El resultado fue la percepción de una incompatibilidad cultural que acabó llevándole al abandono del cristianismo: tal como interpretaba teológicamente algunos puntos fundamentales de la fe , le resultaron incomprensibles e inaceptables[5].

Jean Galot, por su parte, desde el costado teológico, ha orientado su dedicación a la teología sin una verdadera preocupación de actualización cultural y filosófica. El resultado fue una desconfianza exacerbada ante toda renovación, viendo herejías en (casi) cualquier intento de verdadera actualización[6].

Aunque resulta siempre osado emitir un juicio sobre problemas de este calibre, me atrevo a pensar que en ambos casos ha habido el mismo fallo de enfoque[7]. Han partido de una especie de “sacralización” de los conceptos teológicos recibidos, como si fuesen inamovibles y de ellos dependiese absolutamente la fe . No tuvieron en cuenta, al menos en medida suficiente, ni la maior dissimilitudo del Lateranense IV (cuando hablamos de Dios la desemejanza entre nuestros conceptos y su realidad es mayor que la desemejanza) ni el principio tomasiano de que “el término del acto de fe no es el concepto, sino la cosa misma” (actus autem credentis non terminatur ad enuntiabile sed ad rem: 2-2, q. 1. a. 2. ad 2).

Los conceptos teológicos son constructos que, sin dejar de ser verdaderos, no lo son nunca de manera adecuada, y por eso precisan estar en continua revisión, sobre todo cuando los cambios culturales dejan al descubierto su inadecuación especialmente fuerte en un nuevo contexto . Pero, si se los sacraliza, en lugar de poner los recursos filosóficos al servicio de su renovación y transformación, se propende o bien a abandonarlos (caso de Morel) o bien a fosilizarlos, sin posibilidad de actualización (caso de Galot). La realidad es que personalmente tengo la impresión de que en ambos casos se pierde toda oportunidad de renovación teológica.

No estoy seguro, desde luego, de lo acertado del diagnóstico. Pero al menos, aun en caso de que esté equivocado, sirve para expresar la intención de esta obra: en su modesta medida trata de poner sus modestísimos conocimientos filosóficos al servicio de la fe en la resurrección mediante el “repensamiento” de los conceptos teológicos en que se expresa. Ese servicio representa, en definitiva, la finalidad última de la teología y constituye por lo mismo un criterio decisivo de su acierto o desacierto. Ha sido una preocupación de la obra, y a la hora de emitir un juicio conviene que el lector lo tenga en cuenta, examinando si la visión así adquirida ayuda a hacer que la fe en la resurrección resulte hoy algo más culturalmente significativa  y más religiosamente vivenciable.


[1] A esta preocupación alude también W. Pannenberg, cuando afirma: “Después de que se ha descrito así de manera provisional la realidad (Sachverhalt) fundamental que tiene por contenido el anuncio cristiano de la resurrección, pueden ser tratados los problemas vinculados con ella y que precisan de mayor clarificación” (Systematische Theologie 2, Göttingen 1991, 387).

[2] Me refiero al cap. V de mi libro Repensar la Cristología, 157-178, que había sido adelantado en Recuperar la experiencia de la resurrección: Sal Terrae 70 (1982) 196-208. Naturalmente, el tiempo transcurrido desde la primera redacción no ha pasado en vano: ahora he introducido algunas modificaciones significativas. Pero, en definitiva, puedo afirmar que esta obra cumple lo allí anunciado.

[3] Cf. S. Castro, La experiencia de Jesucristo, foco central de la mística, en F. Ruiz (ed.), Experiencia y pensamiento en san Juan de la Cruz, Madrid 1990, 169-193; J. Martín Velasco, El fenómeno místico. Estudio comparado, Madrid 1999, 220-231, con la bibl. fundamental.

[4] Cf. A. Torres Queiruga, Problemática actual en torno a la encarnación: Communio 1 (1979), 45-65; también en Repensar la Cristología, 229-235; cf 70-72. 132.

[5] En La revelación de Dios en la realización del hombre, cit., 316-317 (orig. gall., 273-275), trato de mostarlo en un ejemplo concreto.

[6] En su artículo La filiation divine du Christ. Foi et interprétation: Greg 58 (1977) 239-275, en p. 257, descalifica como negando la divinidad de Cristo no sólo a la teología holandesa (de entonces), sino también a autores como J. I. González Faus, J. Sobrino y X. Pikaza; llega incluso a aplicar la sospecha a O. González de Cardedal.

[7] Merecería también la pena estudiar el caso, muy distinto, de Hans Urs von Balthasar. Su preocupación y su estudio fueron fundamentalmente teológicos, sólo que en su caso, acompañados de una enorme y reconocida competencia filosófica. Pero, a pesar del respeto que impone su obra, no puedo evitar la sospecha de que, de manera creciente, fue dando cada vez más por supuesta e indiscutible la validez de la teología tal como estaba formulada; de suerte que, en lugar de aplicar su genio a renovarla, propendió a poner su enorme saber filosófico a apuntalarla e inmunizarla frente a los desafíos de la historia. Eso explicaría su progresivo talante apologético  y su oposición, por veces claramente injusta, a importantes y muy responsables intentos de renovación teológica.

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82 comentarios

  • Javier Renobales Scheifler

    No hubo mucho enigma, a mi modesto modo de ver, Iñaki S.S.

    Jesús vio a sus congéneres, vio la bestialidad que era invadir un pueblo (el judío) y subyugarlo para esquilmarlo en beneficio de los invasores asesinos y ladrones, vio el expolio de los oprimidos a manos de los ricos, y se puso naturalmente en el lado de los oprimidos.
     
    Los opresores lo asesinaron en seguida, sin problemas, legalmente. Algunos discípulos de Jesús, percatados del enorme poder del Imperio Romano y de los ricos en general, siguieron a Pablo de Tarso, el cual en Romanos 13, 1-2 dejó patente su traición al planteamiento de Jesús, y descafeinó la figura de Jesús, utilizándola manipulada y descafeinada (redención sacrificio sangre derramada para perdón de los pecados, y esas cosas, tan falsas) para construir la comunidad paulina, que luego se dio en llamar cristiana –no nazarena ni jesusina- y fue lógicamente aprovechada por el emperador romano, tan divino él, para fortalecer su Imperio, para regocijo de los jerarcas católicos, regocijo que se mantiene incólume a lo largo ya de tantos siglos.
     
    http://www.redescristianas.net/2012/04/17/y-si-el-papa-renunciase-a-ser-jefe-de-estadojuan-arias/
     
    Si no quieres lanzar piedras contra nadie… no sé si llegarás a alguna conclusión válida; Jesús lanzaba insultos y correazos, e incluso condenas contra los autores del escándalo. Y por eso lo mataron, sin necesidad de enigmas de ninguna clase.
     
    Tampoco hay misterio en el amor de madres (y padres) a hijos: es ley de vida, en parte instinto de supervivencia de la especie, que se mezcla con voluntad, amor e inteligencia. Todo muy natural. La fortuna de las madres y padres son nuestros hijos. (el magisterio católico no lo puede experimentar, porque no se atreven a tener hijos, guarecidos en el celibato obligatorio, por eso sus doctrinas son tan desviadas: pero la moralidad sana es esa que digo, esa ley de vida)
     
    No hay por qué meter a Dios en esto, Iñaki: basta la vida para explicarlo así de sencillamente. Las confusiones y complicaciones en esto son trabajo de los sacerdotes, de los que necesitan hacer negocio eclesial, de la ICR, justo de los enemigos de Jesús, los que le llevaron a la muerte.
     
    En todo caso, no lo tenemos nada fácil: optar por los pobres y oprimidos es demasiado duro. Para evitar optar por los pobres se inventaron el llamado ‘cristo de la fe’, que se acomoda bien a la rica ICR y sus limosnas, y a su involución hacia Trento, ayudada de kikos, opusinos, legionarios y similares que corean a la jerarquía católica dirigente.
     
    NO creo que somos solidarios, sólo un poco de apariencia, pero nada más. Así tenemos el mundo. Así de injusto, tanto meter a Dios en todo los unos, y tanto no meterlo los otros: seguimos haciendo un mundo lleno de injusticia y desamor, sin que Dios tenga nada que ver en ello: una minoría rica (con una vida media de ochenta años) en el mundo y una mayoría de pobres (con una esperanza de vida que disminuye hasta los cuarenta años o menos, en los países más pobres).
     
    No hay ningún misterio en esto, ni hace falta meter a Dios por medio para nada: si la moral que nos construimos considera bueno despilfarrar inmensos medios en construir y mantener –además vendiendo indulgencias- lujos de riqueza como el Estado Vaticano con su basílica de San Pedro de Roma y su papado –son sólo un botón de muestra- necesariamente habrá miles de millones por debajo del umbral de la pobreza.
     
    Jesús es un buen ejemplo, pero no el único.
     
    ¿Qué resucitó, como tú y yo creemos? Bueno, eso no tiene nada que ver con lo que estamos hablando,  ni resuelve nada. Eso es cosa únicamente de cuando se nos acabe la vida terrena, no  es cosa que afecte aquí y ahora.

  • Iñaki S:S,



    Está tan animado el diálogo que se mantiene en este hilo que no he podido evitar el participar con mis reflexiones en Semana Santa.  Como hombre de la calle me  sorprendo a mi mismo al ser consciente de mi libertad, a la hora de elegir el camino hacia la felicidad.  Como a pesar de ser bastante privilegiado siempre me falta algo, no puedo dejar de volver la mirada hacia Jesús de Nazaret.  Gente dialogante como vosotros seguro que me ayuda a elegir el buen camino.

    En esta todavía reciente santa semana de vacaciones, diría que el mundo de nuestra penas y alegrías cotidianas arrinconó, en nuestro Bilbao al menos, al mundo visible y folclórico de la fe católica. La angustia de la crisis económico-financiera y los éxitos en diversos acontecimientos deportivos se llevaron gran parte del protagonismo reservado, en tan señalados días y hace no tantos años, al fervor religioso. Es un efecto que tendrá su causa, pero paso de entrar en semejante jardín. Cada Semana Santa, aceptando mis limitaciones para circular sin guía por el laberinto de la fe cristiana, intento acercarme un poco al enigma de amor-debilidad-sacrificio-felicidad que, veinte siglos después, sigue siendo para mi el hombre de Nazaret. Y trato de hacerlo como uno mas de los siete mil millones de terrícolas que, con mas o menos suerte, pululamos por el planeta. Por supuesto, sin lanzar piedras contra nadie y tratando de esforzarme en practicar un poquito mas y mejor lo que predico.
    Pues bien, desde mi humilde atalaya, me sorprendo al constatar que el tal enigma es enormemente humano. Se hace presente, por ejemplo, en cualquier rincón en el que un padre o una madre se encuentran con una criatura entre sus brazos. El amor hacia tan indefensa personita cambia sus vidas. Les hace débiles ante la responsabilidad adquirida y esclavos de las exigencias propias del diminuto ser incapaz de sobrevivir por su cuenta. Lo llamativo es que, en su propio sacrificio, ambos llegan encontrar una felicidad íntima e inigualable. Real como la vida misma, el fenómeno suele hacerse mas visible en la mujer y para cualquier observador externo siempre tiene su misterio.
    Pensando en estas cosas, se me hace mucho más fácil creer que Jesús de Nazaret es uno de los nuestros. Un auténtico hermano universal cuya trayectoria vital, en este nuestro mundo, tendríamos que intentar conocer con el máximo rigor histórico. No parece ser esta la prioridad de la Iglesia Católica. Sus querencias van mas bien por la pasión, muerte y resurrección del Nazareno, nunca suficientemente explicadas, pero que han servido de base para la creación teológica del Cristo de la Fe. A partir de esta mística mucho mas excluyente, Jesucristo empieza a ser mucho mas verdadero Dios y mucho menos verdadero hombre. ¿Qué ocurre?. Que a los pobres mortales se nos va de las manos. ¿Cuantos somos capaces de acercarnos a misterios como el de la Santísima Trinidad?. Así ocurre que dueñas de su propia libertad y capacidad de pensar, la inmensa mayoría de las personas acaban buscándose la vida como pueden. ¿Que pueden esperar de unas jerarquías que nada tienen de débiles y se dedican, entre otras cosas, a imponer sacrificios a los demás?. Quizá no poca confusión y bastante mal ejemplo. No puede sorprendernos que, en nuestro particular recorrido hacia la felicidad confundamos el camino, aferrándonos a cualquier forma de poder y tratando de escapar de todo lo que huela a sacrificio.
    Así que me quedo con lo poco que sé del Jesús histórico, a falta de una alternativa mejor. A él si que puedo sentirle como un auténtico hermano y eso me permite aspirar a todo. ¿Acaso por mis venas no puede llegar a correr el mismo flujo vital de un amor siempre dispuesto a ser libremente compartido?. Un hombre como este, capaz de enfrentarse solo con la armadura de su amor, a jerarquías idolatradas y crecidas en su soberbia, resulta siempre atractivo. Y eso a pesar de que acabó colgado en una cruz. Afortunadamente, según parece la historia no acabó allí. El hecho que a estas alturas sigamos admirándole y tratando de seguir su ejemplo, sugiere algún otro tipo de omnipotencia distinta a la de los poderes que nos agobian.. Perdió una batalla pero su mensaje, a la vez humano e inmortal, parece estar ganando la guerra..¿No es precisamente el misterio de la acción de un amor solidario y sin fronteras, al servicio de los mas necesitados, el que está impidiendo que la Humanidad estalle por sus cuatro costados?. Con este Jesús puedo llegar a sentirme interiormente libre por algo al alcance de todo el mundo. Me permite participar en la magia feliz de la cadena amorosa formada por unos eslabones tan humanos como el dar, el recibir y el devolver. ¿Hay alguien en el mundo que no se sienta lo suficientemente libre como para decidir ser o no ser solidario?. ¿Quien no tiene a su lado un prójimo, material o moralmente menesteroso, necesitado de su compasión?. A este amor compartido, tan cercano para cada uno de nosotros, cuesta menos considerarle un Dios universal.

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  • Javier Renobales Scheifler

    ¿Dices, Santiago, ‘hombres reclutados’?
     
    ¿Y qué sino reclutados ofreciéndoles un sueldo seguro son los destinatarios de la ‘oferta de empleo fijo’ que han hecho los obispos del papa en España?
     
    Razona un poco, Santiago: dices, refiriéndote a mí: ‘no dudo que un día retornes a ella (a la ICR)’. Es tan insensato como si yo dijera: ‘Santiago, no dudo que un día te darás de baja de la ICR’.  Es obvio que tú no puedes darte de baja de la ICR: quedarías desamparado como un niño pequeño sin mamá.
     
    Mucha ayuda de Dios, dices recibir, pero siempre desde dentro de la ICR, no sea que lo de recibir la ayuda de Dios (la famosa imaginaria gracia) sea una filfa imaginaria, y la ayuda sea realmente la relación con algunas personas de la ICR a las que obedecer. Si algunas de esas personas son sacerdotes, esos que se arrogan tener poderes mágicos, mejor que mejor.
     
    Yo no tengo ninguna esperanza en que a ti un día te baste con Jesús, Santiago: tu ICR te lo prohíbe y tu siempre, toda tu vida, le vas a obedecer, nunca podrás, con esa relación de sumisión que te imponen en tu ICR, tener suficiente con Jesús para relacionarte con las personas –es decir, para relacionarte con Dios-.
     
    Es como los del Opus de Escrivá, que necesitan la secta del Opus, no les basta siquiera con la de la ICR, ni menos aún les basta con Jesús. Así que puedes no dudar que un día retornaré a tu ICR: será otro ejemplo más de fe totalmente errada, que necesitas mantener.
     
    No se puede decir de esta agua no beberé, dice la sabiduría popular: pero sí de este veneno, que ya me dieron a probar abusones, no beberé.
     
    Dices que mis críticas a la ICR revelan mi interés por ella; bueno, critico las dictaduras, y a los nazis y a los poderosos y a la Monarquía española … Es un interés defensivo, Santiago, en legítima defensa. Si confundes eso con amor, es que lo tienes muy mal, amigo.

  • Santiago

    Reconozco, Javier, que no quise usa la palabra mercenario en su estricta etimología sino en su sentido mas genérico como hombres reclutados para una acción como que los kamikazes “creyeron obrar un bien que solo era en apariencia..en realidad en ninguna circunstancia está permitido matar la vida de víctimas inocentes” (aunque tengo entendido que en realidad no supieron su verdadera misión hasta poco antes de estrellarse)
    En cuanto a ti, tus grandes arrebatos en contra de la iglesia católica apostólica de Cristo revelan tu gran interes por ella…porque de lo contrario mostrarías indiferencia…No dudo que algún día retornes a ella..pero como “purista” y como un radical…puesto que de seguro los meros consejos los convertirías en obligatorios…Pero Cristo era mas flexible y escogió para su mas íntimos a los pecadores…no a los avanzados en santidad, sino a hombres con grandes defectos..como Pedro…que demostraba su fragilidad humana a cada paso…Sin embargo, Cristo lo transformó en un predicador que iba a morir, al fin, en la Roma imperial confesando al verdadero Mesías que el conoció profundamentre..La transformación la hace el mismo Cristo..el único capaz de cambiar los corazones para el amor, aunque tu lo niegues….POR OTRA PARTE, has entendido mal el catolicismo en general…no se trata a cada instante de dogmas y prohibiciones y de sentirte dentro o fuera de la comunion…Todo esto es una consecuencia y una una causa de la FE…porque la FE está en Jesucristo primero….y todo lo demás viene fácilmente y se desenvuelve suavemente..PERO claro está si nosotros somos seres inteligentes con poder de decidir toda clase de negocios humanos, con mas razón tenemos que poner nuestra parte para ver en que consiste el mensaje real que Cristo vino a traernos..Si, por otro lado, tampoco nosotros podemos hacer nada practicamente sin la ayuda de nuestros hermanos, los seres humanos que nos rodean, habrá tambien que dejar a actuar a la gracia..aunque no creas en ella…para que nos ayude a encontrar el camino verdadero…Por supuesto, Javier, no te alarmes…no trato de convertirte…ya se como piensas…pero nadie nunca puede decir que “de esta agua no beberé”…La vida me ha enseñado mucho…solo me siento seguro de la ayuda que Dios me proporciona a diario para continuar…De otra manera, no estaría hablando contigo en este momento….un saludo    de Santiago Hernández  

  • Javier Renobales Scheifler

    Santiago,
     
     
    Mira dónde lleva el pensamiento mágico milagrero, que tú sustentas, según el cual Dios interviene en el mundo –resucitando cuerpos o dando órdenes o mensajes (su santa voluntad) a Presidentes o Jefes de Estado (incluido el del Vaticano):
     
    http://www.redescristianas.net/2012/04/16/cuba-y-las-relaciones-vaticano-estados-unidossalvador-capote/
     
    Bush le aseguró (al enviado del papa) que Dios le había salvado del alcoholismo y le guiaba ahora para iniciar el conflicto. No había ya nada que hacer, todo estaba decidido por mandato divino, política y militarmente.
     
    Es lo mismo -en cuanto a pensamiento mágico- que dice el papa: es Dios quien le ha elegido papa y es Dios quien gobierna (guía) la ICR.
     
    Mentira todó mentiiira …
     
    Y luego, tan amigos los coleguis Jefazos de Estado o similares: “el Papa Juan Pablo II tomó partido en las elecciones presidenciales de 2004 a favor del protestante George W. Bush y en contra del católico John Kerry. Este hecho es de extrema importancia para entender las posiciones que asume el Vaticano.”
     
    La guerra de Irak, injusta, ilegal e inmoral (había dicho el papa Wojtyla) … pelillos a la mar.

    (A Aznar, que fomentó todo lo que pudo esa guerra, le han hecho catedrático de ética en una universidad de la ICR, la de Murcia creo recordar; sin que se ha desdicho Aznar de su apoyo y fomento públicos a la guerra de Irak, por supuesto).
     
    Cada uno a su negocio, el papa y Bush, tan amigos, que tienen elevados intereses comunes en sus respetivos negocios, tan cristianos ellos, sobre todo ultraconservadores, por encima del catolicismo vaticanesco.

  • Javier Renobales Scheifler

    ¿Kamikazes mercenarios, dices Santiago? Si mercenarios llamas a quienes mueren por defender sus ideas, su patria o a sus personas, a ‘los suyos’ … Pero mercenarios son los que van a luchar por dinero, en la guerra uno de cuyos bandos les compra por su profesionalidad bélica.
     
     
    Tus ‘testigos’ y/o los escribientes del NT estaban muy interesados en la versión de imaginarios hechos que han hecho figurar en el NT, justo la versión que favoreció sus intereses, en aquellos tiempo de fe noqueada por el asesinato como un perro de Jesús, ante el fracaso de Jesús.
     
    Jesús fracasó estrepitosamente en su causa de traer el Reino, aunque su ejemplo fue fructífero. La resurrección, con ser importante, no es lo más importante, ni en lo que pensaba Jesús, aunque prometiera que no moriríamos para siempre: lo importante es el mensaje, no la resurrección la cual, si ha de suceder, sucederá en todo caso, creamos en ella o no..
     
    Yo no tengo el más mínimo problema al respecto pues, como sabes, confío plenamente en Dios, así que no me preocupa lo que suceda una vez muerto yo o mi cuerpo.
     
    Si tú necesitas creer que el cuerpo resucitó y que eso es la prueba histórica de la exitencia de Dios y de la intervención de Dios en tu vida y en la de todos y en la Historia y en el Universo … pues muy bien, créelo. Pero nadie racionalmente ni para ser cristiano está obligado a creer eso y, sin creerlo, puede ser tan buen o mejor cristiano que tú.
     
    El mito continúa porque lo fomentáis vosotros coercitivamente con vuestro estúpido ‘fuera de la ICR no hay salvación’ de vuestro catecismo.
     
    Tú necesitas creer que todo es milagro porque necesitas que un imaginario Dios te ame y te espere porque de lo contrario te siente frustrado y sin esperanza y abandonado porque la vida que vives no te basta por sí misma, pues necesitas ser eterno para poder considerarte feliz.
     
     Yo simplemente constato la realidad, y racionalmente reconozco que aún no sabemos explicar el origen del universo, aunque veo que la vida de hecho surge de éste; y reconozco que esta vida humana me basta, que tiene sentido por sí misma, que puedo/podemos ser muy felices en ella, incluso sin necesidad de Dios, ni de los sacramentos ni de la dañina ICR ni de la resurrección.
     
    La que se ha hecho millonaria con tantos cuentos es tu ICR, Santiago: es un negocio fenomenal que vende parcelas en el cielo a cambio de obediencia y sumisión, herencias, diezmos y toda clase de ‘donativos’ y penitencias; y de indulgencias plenarias, y se inventa pecados y se arroga poder para perdonarlos: y arrogante tiene tal morro de pretender condenar eternamente al que, como yo, se coloca fuera de ella, de tu ICR. (somos los más los que estamos y estaremos fuera, Santiago, la minoría sois y seréis siempre vosotros)
     
    Figúrate si es mercenaria tu ICR, Santiago: nunca guerreros mercenarios que en la Historia han sido acumularon tantísimo patrimonio como el que ostenta tu ICR (a pesar de varias desamortizaciones, su naturaleza le hace seguir aumentando siempre su patrimonio, y no padecer ahora la crisis que padecemos los demás en España: por eso no le podéis tocar el pensamiento mágico = milagrero que sustenta el engaño a tantos que se dejan, de puro miedo a no obtener la famosa salvación que les vende cara tu ICR: porque ese pensamiento mágicomilagrero es la base de su negocio.
     
    Seguimos sintiendo el peso de las dictaduras, Santiago, de la ley del más fuerte –junto al que se coloca la ICR-, del pez grande que se come al chico, ley que es muy anterior a los evangelios, ley a la que tu ICR obedece, y así se ha hecho tan grande materialmente. Poco hemos avanzado desde Jesús: en vez del Reino nos han traido la ICR.
     
    Más gente ha estado y está más cerca de mis creencias que de las tuyas, Santiago, sobre todo respecto de la resurrección del cuerpo de Jesús: en eso hoy no cree casi nadie y, si apartamos a los niños que aún no pueden defenderse del adoctrinamiento de los jerarcas católicos, quedáis muy pocos, Santiago.
     
    Tú mismo tienes que creerte todos los dogmas y todo lo que se le ocurra al Magisterio para ti infalible. Por eso nunca me has dicho algo en lo que te hayas desviado de esas creencias, a pesar de que te lo he preguntado varias veces, siempre sin respuesta alguna.
     
    Así que menos mitos, amigo Santiago.

  • Santiago

    Javier,    la palabra clave es que esas personas que dan su vida por ideas que resultan falsas, estan CONVENCIDAS de que actúan en nombre del bien….porque el bien se identifica con el fin..Es imposible que un agente RACIONAL oriente o dirija su acción a consecuencia de un mal, PRECISAMENTE EN CUANTO ES MAL ya que como demuestra la filosofía el objeto propio de la voluntad el el BIEN. El error consiste en CONFUNDIR  y APRECIAR como bien lo que solo lo es APARENTEMENTE, siendo en realidad un mal…y asi los kamikazes mercenarios creyeron obrar un bien que solo era en apariencia..en realidad en ninguna circunstancia esta permitido matar la vida de víctimas inocentes…Por lo tanto, en este caso la voluntad siempre busca el bien subjetivamente, aunque objetivamente sea un mal..EN EL CASO DE LOS APOSTOLES no es ni remotamente probable una invención de la Resurreccion pues se trata de lo que ellos vieron y palparon, no de una simple idea..algo que los relatos afirman que fueron percibidos por ellos…y en donde no habia duda alguna..TODOS los 11 afirman lo mismo…lo que afirmaron llego  hasta no querer renunciar a la predicación aun que les quitaran la vida…Por eso, porque no es común dar la vida por una mentira a sabiendas de que es falso…y porque el testimonio de ellos y de la tradición es unánime en este sentido es porque ha tenido la fuerza suficiente para que nosotros podamos creerles..Si no hubiera habido ese convencimiento absoluto en ellos…no es lógico pensar que creyéramos en sus palabras…puesto que ese sentido de certeza no hubiera prevalecido en la iglesia primitiva..pero fue todo lo contrario…el KERYGMA principal de la iglesia es la Resurrección de Cristo…Empezo en la catequesis oral pocos despues de la muerte de Cristo..y San Pablo contemporaneo de los Apostoles ya lo escribía en sus cartas a corta distancia de la muerte de Cristo.No es                 humanamente posible sostener una mentira semejante pues la vida y muerte de Cristo fue pública….y los apostoles no tenian ni la personalidad ni los medios ni el ambiente para dedicarse a ese aparente absurdo complot…con el SOLO objeto de predicar al fracaso de un pobre judío clavado en una cruz…
    Nadie obliga a creer….pero los hechos estan presentes…y toda la crítica racionalista de los últimos siglos, incluyendo la tuya, no ha podido acabar con ese “mito”…y si despues de tantos siglos..el “mito” continua es lo mas probable que persista por muchos y muchos siglos mas…La historia tiene la palabra…y Cristo tambien
    En cuanto a los milagros, el primero es la existencia de todo lo creado…lo segundo, que el Universo( o universos) se mantengan constantemente en equilibrio inestable sin aparente causa y la tercero es que tu y yo mantengamos unas “constantes vitales” en tan estrechos límites sin nuestra intervencion y tampoco sin aparente causa…SI LA CREACION Y LA VIDA MISMA es un constante milagro ¿por que dudarde que pueda haber otros?..En Dios y para Dios supongo que no existen los milagros pues todo en EL en relacion a nosotros es puro desbordamiendo sobrenatural de su AMOR…En cuanto la Resurrección como dice T. Queiruga fue el mismo Dios que permitió a los Apóstoles ver “la nueva realidad gloriosa” del Hijo de Dios que se habia encarnado asumiendo nuestra humanidad y que se trasformó en la Resurrección….
    Las mentiras de Da Vinci Code y de los directores de Holiwood que se ha hecho millonarios a base de confundir al pueblo ya está mas que superado (te aconsejo leas el Da Vinci Hoax)…La mentira no aguanta muchos tiempo…menos siglos…La verdad de los evangelios ha persistido y aguantado por muchos siglos…El peso de esos simples escritos todavía los sentimos en el siglo XXI..Te deseo suerte para que tu nueva forma de religión persista al menos mientras tu estes vivo….Sabes bien que te aprecio de verdad….un abrazo   de Santiago Hernández
     

  • Javier Renobales Scheifler

    Resulta Santiago que también los perros, tan criaturas ‘de Dios’ como tú y como yo, dan su vida por lealtad a sus amos. Lealtad = amor …?
     
    Lo hacen a veces manipulados por sus amos, sí, pero la dan, sin necesidad de toelogías ni zarandajas de ese estilo, ni de otras. Los animales humanos no parece estamos a la altura de su fidelidad ni de su lealtad.

    El hombre, bueno, y la mujer, es lobo o loba, para otro hombre o mujer que no lo consiga evitar.
     
     ¿Sin saberlo, en el caso de los perros? No menospreciemos las capacidades de estos animales, que por algo los manipulamos a nuestro servicio: por algunas de sus capacidades superiores a las nuestras.
     
    Y para que mueran ellos en nuestro lugar, somos así de hijos de … Dios?
     
    Es nuestra naturaleza … humana, es decir, naturaleza animal más inteligente que los perros (y que los elefantes, como nos ha demostrado el vacilante –que (nos) vacila, y se cae de cadera- rey católico de España).
     
    http://www.elcorreo.com/vizcaya/rc/20120415/sociedad/inglaterra-sacrifica-perros-soldado-201204150002.html
     
    Ya antes de Jesús los militares y políticos, lobos para sus semejantes, habían descubierto el asunto: dulce et decorum es por patria mori, que recogía, escribano de la realidad, Horacio, anterior a Jesús.
     
    No es oro todo lo que reluce, amigo Santiago, en esto de dar la vida por …, y esas cosas.

    Assí que menos globos a la hora de sacar cuentos calificados de ‘históricos’ porque algunos fueron asesinados entonces: pues la cosa tiene su honda complejidad, como para que nos dejemos manipular tan fácilmente con ella.

  • Javier Renobales Scheifler

    Hermano Santiago,

    Como acertadamente dice Torres Queiruga

    Los teólogos actualizados no creemos en milagros

    Los cristianos actualizados tampoco creemos en los milagros, amigo Santiago

    http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/04/13/actualidad/1334346727_688826.html

    Los milagros no sirven más que para intentar someter a los fieles al poder mundano del dictador Jefe del Estado Vaticano y curias, conferencias episcopales o como quieran disfrazar a sus delegados o comisarios desde el corazón del poder católico

    http://www.redescristianas.net/2012/04/14/rebelion-sacerdotal-en-irlanda-contra-los-inquisidores-vaticanos/

  • Javier Renobales Scheifler

    Santiago,

    La mentira, lo mismo que el asesinato, puede ser para personas fanatizadas medio lícito para conseguir un fin que ellos consideran bueno. Perfectamente pudieron pues mentir, diciendo que habían visto pasearse al cuerpo vivo de Jesús resucitado, pensado que eso era bueno para fortalecer la débil fe de la incipiente comunidad, noqueada por el asesinato de Jesús.

    O perfectamente pudieron mentir los evangelistas diciendo que los testigos habían dicho lo que escribieron los evangelistas (que no los testigos). Te iría bien ver con detalle el film de Scorsese ‘la última tentación de Cristo’ (por el que creo recordar fue excomulgado Scorsese, por los fanáticos del Estado Vaticano)

    Que una vez esos ‘testigos’ de esos ‘milagros’ propios de la mentalidad de esa arcaica época plagada de pensamiento mágico, terminaran siendo asesinados y sus seguidores asesinando a tantas personas, no convierte en veraz lo que dijeron los ‘testigos’, o dijeron los evangelistas decenas de años después que habían dicho los ‘testigos’.

    La historia está plagada de personas que dan su vida por unas ideas falsas, por unas mentiras, o por unas personas, por ‘los suyos’. Los cruzados católicos iban a morir en las cruzadas por sus ideas, y hoy vemos que estaban plagadas de errores, tanto sus ideas como sus acciones asesinas dirigidas por los papas católicos (Urbano II creo que empezó, por intereses políticos).

    http://blogs.elpais.com/cronica-negra/2012/04/el-terrorista-de-noruega-en-el-banquillo.html

    Desde luego los kamikazes que secuestraron los aviones/misil que estrellaron ante las cámaras de video contra las simbólicas torres gemelas,  dieron su vida por sus ideas/creencias y por la libertad de ‘los suyos’. Cuántas mentiras no nos han contado al respecto, y eso hoy que tenemos medios técnicos que ni podían imaginar hace dos mil años.

    La muerte no acaba con Jesús, ni con nadie, pero sólo si queremos creer que resucitamos, Santiago, como así creemos -que no sabemos- los cristianos. Pero ello no es más que una cuestión de fe, nunca uno o muchos hechos históricos, por mucho que el catecismo católico de los papas diga que son históricos.

    Tú fe (débil por ello, a mi modesto modo de ver) necesita creer que tus testigos vieron pasearse vivito y coleando el cuerpo resucitado de Jesús asesinado: créetelo, si lo necesitas, es voluntario creerlo o no creerlo.

    ¿Para qué iba Dios a resucitar el cuerpo mortal de Jesús, me quieres decir, Santiago, para qué, sino por la pura exhibición, es decir para que lo vieran y creyeran los de débil fe?

    No es creíble que el Dios de todos exhibiera, para ayudar la fe de unos pocos ‘elegidos’, el cuerpo mortal de Jesús como si el cuerpo fuera inmortal, para que algunos de aquella época creyeran: porque entonces el Dios de todos lo habría exhibido a todos, para que todos creyeran, y no sólo a unos poquitos que unos hombres supusieron ‘elegidos’ por Dios.

    Claro, que era época/mentalidad de pueblo elegido por Dios -lo cual es falso, es mentira, Santiago,que el Dios de todos vaya por ahí elegiendo al pueblo judío y no eligiendo al resto-

    Lo mismo que es mentira que el Dios de todos elegiera a unos pocos, casualmente de los que escriben y se creen el NT -la pescadilla que se muerde la cola, Santiago-, para exhibirles el cuerpo mortal resucitado, y lo ocultara a los demás, cuya fe le habría importado a ese Dios exhibidor un comino, al lado de la de ‘los suyos’, casualmente los tuyos, Santiago. Un Dios así no sirve más que para el fanatismo y el error, Santiago.

    Hay que pensar un poco en los demás, hombre, para no obstaculizar su fe con dogmas y cuentos inútiles.

    Porque a lo que no tenéis derecho los dogmáticos es a poner trabas a la fe de otros, y las ponéis al hacer obligatoria la creencia de la resurrección del cuerpo de Jesús, e incluso la resurrección del espíritu de Jesús.

    Porque con ello espantáis de la fe en el mensaje de Jesús -monopolizado egoistamente por el cristanismo- a personas a las que su racionalidad les impide creer vuestro dogma.

    Deberían importaros más las personas: esas creencias, vuestros dogmas, las creencias dogmáticas que intenta imponer vuestro catecismo, son meramente opcionales, no son necesarias para seguir a Jesús ni para realizar su mensaje de amor, que es lo que debería importaros, y no el constructo dogmatico con el que espantáis a tanta gente a la que no conseguís someter.

  • Santiago

    CONFIRMAS mi tesis, hermano Javier, cuando dices que los kamikazes, los asesinos como Breivik, los nazarenos, las davidianos de Waco, los que seguían a Jim Jones en la Guayana etc. etc. etc. han dado la vida por sus ideas…Es decir, estaban convencidos COMPLETAMENTE de que estaban en la verdad y ejecutando un acto moralmente corrrecto..porque NADIE da su vida por una mentira, por una falsedad…TENGO que estar convencido totalmente de que aquello es verdadero, que NO es un engaño, no es una FARSA, no es una INVENCION, para entonces dar mi vida por la causa…PERO los Apóstoles de Cristo no solamente ofrendaron la vida por una IDEAS, sino por una PERSONA y sobre todo por predicar que VIERON Y TOCARON al Crucificado que era el Resucitado de la muerto….Ellos, como los kamikazes, como los davidianos, como los suicidas palestinos estaban CONVENCIDOS de que su CAUSA era verdadera y no una FALSEDAD…pero no solo la CAUSA sino que el Resucitado se identificaba como  el Crucificado…pero que ahora estaba “vivo y coleando”, como tu escribiste, y entre ellos…La diferencia principal es que aquéllos daban testimonio de una IDEA -de una ideología- que creyeron era CIERTA….Pero los discípulos mas íntimos de Cristo fueron los testigos de la realidad de un Cristo que volvía a “otra vida” completamente DISTINTA…porque ya Cristo estaba GLORIFICADO….Por supuesto, mi punto es que los Apóstoles no mintieron…ellos vieron como dice T. Queiruga algo real…pero de otra naturaleza que era difícil “expresar” SOLAMENTE con palabras…aunque el evangelio es escueto en la narrativa….QUE CREAMOS o NO en lo que ellos vieron y contaron es de OTRA ÍNDOLE porque entonces pertenece ya a la FE…Pero mi punto es que la BASE es real, hubo testigos de esa experiencia real…Los testigos TODOS vieron esa misma realidad y no mintieron, ni inventaron…y convencidos como estaban, TODOS,, valientemente lo proclamaron lo que constituyó el KERYGMA primitivo y mas importante de la iglesia primitiva…Y en ese signo vivieron y murieron..El signo de que la muerte no acabó con Cristo, no fue la última palabra, sino que EL con su Resurrección anunciaba a todos que la muerte no es era el final, por el contrario, el amor se fue mas alla de la tumba, la sobrepasó y trascendió hasta la otra vida, la vida eterna, que se ofrece a nosotros en la esperanza verdadera del cristiano
    No es cierto que los testigos afirman que uno se salva -como decía Lutero- solamente por la FE..Uno de ellos, mi tocayo, Santiago Apostol, en su importante, valiente y directa epístola dice que una FE sin OBRAS está muerta..porque tenemos intelecto y voluntad…y el amor de Cristo urge y ha de trascender hasta nuestras acciones pues “del corazón habla la boca”
    Que tu crees que todos los Papas se parece a Judas pues…no es exactamente asi-  pero si asi fuera…nada dice en contra de la iglesia que a ti tanto parece interesarte..Cristo mismo no solo tuvo que ver con la traición de Judas..sino con la cobardía de Pedro que negó que le conocía 3 veces, pero que EL mismo eligió para apacentar a su rebaño que somos nosotros…por lo tanto, Cristo ya contó con la fragilidad humana, con la de Juan XXIII, con la de Leon XIII, con la de Paulo VI, con la de Los Juan Pablos, con la del actual Benedicto..Lo que quiso fue que ese mensaje sacramental de amor no se perdiera a través de los siglos NO se diluyera y se perdiera entre la maldad humana…Para eso necesitaba dirección y continuidad en un ministerio vivo, que llegara hasta el fin de los tiempos…Y asi desde Lino hasta Benedicto XVI, nosotros mismos, los fieles, no hemos podido romper esa línea continua, a pesar de nuestros defectos y ataques…porque lo importante es que se salvaguardará el carisma del mensaje, no la persona, sino la identidad y el pensamiento de Cristo..Siempre que algunos han intentado salirse de esa continuidad, o sea, de la comunión, ha habido una desintegración de la doctrina…que no es genérica porque Cristo vino, no ha destruir la ley, sino a perfeccionarla hasta lo mas profundo, hasta llegar hasta el mismo centro del alma humana..Esos Papas, por supuesto, tendrán que aparecer ante el Juez y seran juzgados tambien…como cada uno de nosotros…de sus acciones y omisiones….puesto que hay una interaccion entre la misericordia y la justicia divina….Yo se quien eres y admiro tu generosidad…uno debe seguir por el camino mejor..El Señor nos ha dado libertad para escoger…Lo importante es escoger bien…Lo demas, como tu dices siempre, hay que dejarlo a la voluntad de Dios….un abrazo…que tengas un magnífico fin de la semana…..de Santiago Hernandez

  • Javier Renobales Scheifler

    Yo moriría, imagino Santiago –la realidad se ve en la realidad, no en la imaginación, sino cuando surge la ocasión, en ese momento- por las personas.
     
    Los llamados testigos pensaban que la salvación de las personas pasaba por aquellas creencias, y creían que sin ellas, las personas no se salvaban, ni ellos mismos. Pensaban que si renunciaban a esas creencias, no cumplirían los requisitos para la salvación.
     
     Hoy pocos creen que las creencias (esa fe) es lo que salva; los dogmáticos quizá lo crean. Pero no las personas de fe madura; éstas saben que no son las creencias lo que salva, sino el amor.
     
    Yo daría mi vida por mis personas amadas, naturalmente, sobre todo por las más jóvenes. Es ley de vida, Santiago. Los que ya hemos vivido es natural que muramos antes que los que aún no lo han hecho plenamente. Ellos tienen preferencia para vivir, nosotros tenemos preferencia para morir, en caso de tener que elegir entre los que no han vivido aún la vida, y los que ya hemos vivido la vida en lo esencial, y la felicidad.
     
    En todo caso, dar la vida lo hacían los kamikazes japoneses en la segunda guerra mundial, y los kamikazes que se inmolan con un cinturón de explosivos en la lucha por la libertad de su pueblo (palestino, por ejemplo), y los luchadores afganos, y montones de guerrilleros que luchan por la libertad y la justicia contra los Imperios. Lo que no significa que las ideas de esos kamikazes, luchadores y guerrilleros sean acertadas.
     
    El jovencísimo asesino en masa Anders Behring Breivik, de Noruega, que mató hace poco a cerca de ochenta personas en pocas horas, casi todas en la isla de Utoya, estaba convencido de que él moriría en su acción, por disparos de la policía noruega. Estaba dispuesto a dar su joven vida por sus desviadas creencias, aunque finalmente no la dio, porque la policía no lo abatió, sino que lo detuvo.
     
     Otros miembros de sectas religiosas (los nazarenos eran una secta religiosa, no lo olvidemos) han dado su vida en circunstancias similares; muchos o algunos de los davidianos de Waco (Texas) también estaban dispuestos morir por sus creencias -se enfrentaron con las armas a la policía-, y muchos murieron; como también muchos de los seguidores de la secta de Jim Jones en Guayana estaban dispuestos a morir, como el propio Jim Jones, y muchos de ellos murieron.
     
    Las guerras están plagadas de personas que dan su vida por sus ideas y por la vida de otras personas. Lo que no significa, ni de ninguna manera prueba, que esas ideas sean acertadas, ni que lo que digan sea verdad.
     
    NO así el papa Jefe de Estado Wojtyla, falso representante de Dios en la Tierra (con su falsa santidad católica) el cual, antes de que se iniciara la guerra de Irak, la declaró públicamente injusta, ilegal e inmoral, pero de ninguna manera viajó a Irak para tratar de parar el inicio de la guerra, poniéndose como escudo humano allá donde las bombas cristianas iban en seguida a asesinar a tantísimos inocentes en esa guerra propiciada por los cristianos Bush y Blair y por el católico Aznar.
     
    ¿Dices que Judas fue un traidor? Bueno, pues al apóstol que se parecen los papas, si fuera que se parecieran a alguno -que no se les parecen en nada-, es a Judas: no sólo por la traición a Jesús, sino también por la bolsa que se han autoconfiado, por el ingente mastodóntico negocio en que han convertido la bolsa de Judas, que servía para la supervivencia de Jesús y su seguidores.

  • Juanel

     
    Pues mi intención es seguir especulando. Llevo en esto bastantes años elucubrando en mis escritos personales sobre el tema y ahora lo creo bastante maduro como para que otros lo lean y si se tercia me den su opinión o quizás aporten nuevas posibilidades. Sin embargo, no estoy trascribiendo mis textos manuscritos sino que elaboro estos comentarios según mi memoria sobre ellos. Por tanto no es algo espontaneo, algo que me ha salido así de repente como una ocurrencia para salirme por la tangente en el tema de la resurrección, sino que son proposiciones que inciden incluso en mi comprensión de Jesús y por tanto de Dios.
     
     
    Nunca apelo a la intervención de Dios ni directa ni indirectamente para lo que ocurre en nuestro mundo natural y humano. Nunca. Yo por mi mentalidad científica no admito acción alguna de Dios que pueda saltarse las leyes naturales a su conveniencia. No existen datos para poder mostrar esa supuesta detención de las leyes naturales, que caen en la cerrazón irracional contra toda probabilidad. No hay nada en nuestro entorno ni en nosotros mismos que sea trascendente algo que se corresponda con el ámbito de Dios. Por ello de nada me sirve como explicación la hipótesis de la irrupción de la trascendencia o la del espíritu; estoy convencido que el hombre no posee una sustancia tan sutil como esa. No tenemos espíritu, sino que somos seres biológicos surgidos por evolución natural y punto. Es mi posición si quieres cientificista.
     
     

    Estoy de acuerdo contigo Javier, en que no podemos saber lo que Dios hará con nosotros más allá de nuestra vida común. Pero lo que trato de hacer es separar esa necesaria acción de Dios en el punto final hacia la eternidad, de nuestro objetivo o meta final como seres humanos previa a la acción final de Dios. Quizás la transformación en espíritus para alcanzar el ámbito de Dios sea necesaria, pero lo que intento introducir es que no se realizará ANTES del tiempo final de la Parusía. Y mi hipótesis es que hay un tiempo intermedio futuro en que la humanidad por sí misma sin intervención de Dios alcanzará la plenitud humana.
     
     
     
    Insisto. La plenitud humana es para mí la imagen de la meta y objetivo final de la humanidad al completo. Esa imagen se corresponde justamente con el Reino de Dios de Jesús de Nazaret. La formación de la comunidad humana unida por el amor, justa, pacífica, en abundancia…. Y esto se conseguirá cuando en la historia se logre vencer toda enfermedad y sufrimiento, y también el mal y la muerte. El triunfo final del bien, que es en lo que yo creo y la base fundamental de mi fe. Esta plenitud es humana y sólo humana no divina, será un logro del empeño y del esfuerzo de la humanidad en la que “todos” estamos implicados sin exclusiones. Pero no se trata de una cosa exclusiva de la última generación humana, sino que nos afectará a todos nosotros sin excluir a nadie por muy hijo de puta y pervertido que se haya sido. Y esto será posible por un tiempo intermedio de reconciliación y perdón entre todos, en una sociedad SIN SECRETOS. Si los hombres de la última generación han vencido o burlado a la muerte por sus conocimientos, entonces habrá llegado la hora de la resurrección para todos (si han aprendido a manejar el tiempo), y nos llevarán a su mundo en su tiempo del futuro tal y como somos, seres biológicos con nuestra biografía e identidad propia e insustituible, en un mundo nuevo completamente humano en plenitud.
     

    Pero la plenitud humana no es la eternidad. Nuestro entorno físico tiene fecha de caducidad y por tanto también la plenitud humana la tiene. El punto final sigue sin resolverse. Lo único que nos puede sacar del atasco es Dios, lo Absoluto-Eterno. De aquí que la religión siga teniendo sentido.
     
     
    Saludos cordiales

  • Santiago

    ¿MORIRÍAS tu, amigo Javier, por no renunciar a tus convicciones expresadas con tanta vehemencia en tus diatribas? Seguramente me responderías que SI..que por amor y honestidad lo harías…Pero estoy seguro que si inventaras una mentira o un complot, y ESA MENTIRA,y  ese fraude lo predicaras a diestra y siniestra, no te llevarían ellos a la extrema tosudez de no querer reconocerlo y retractarte ante  la amenaza de quitarte la vida por ello…Y eso aplícalo a 11 personas, los que vieron, oyeron y palparon al Resucitado…y no quisieron retractar su “supuesta mentira” y dieron su vida  defendiendo la verdad, sin que ninguno se echara para atras…No inventes tu mas y mas,  y reconoce que la probabilidad de un complot y una invencion en el caso de la Resurreccion no tiene posibilidad, ni lógica humana..Que aquellos pescadores y publicanos se les ocurra ponerse de acuerdo todo sobre “el mito” de Jesus, una religion toda ella basada en la divinidad de un artesano y de un crucificado, y que salgan de su aldea, crucen los mares, corran por el mundo y predicar algo que para sus compatriotas era un escándalo y para los griegos y romanos una locura, no era posible..SI ALGO podían esperar era la cárcel y la cruz…como sucedió.¿.Quien querría dar la vida por una CAUSA FALSA?….A menos de que estés enfermo mental, a nadie…Sería un absurdo…Ellos dijeron lo que vieron, y punto.
    En los cobardes apóstoles y “hombres de poca fe”, hubo una trasformacion completa despues de la Resurrección..De cobardes se volvieron subitamente valientes y asi Pedro, que negó a Cristo 3 veces, lo confesó de manera vehemente ante el Sanhedrín mismo diciendo: “Jefes del pueblo y ancianos de Israel, sea NOTORIO a todos vosotros y al pueblo de Israel que en el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos, en ESTE NOMBRE, esta ese aquí delante de vosotros, sano. “EL es la piedra desechada por vosotros los constructores, la que ha venido a ser la piedra angular (Sal 117,22)..Y HABIÉNDOLOS llamado, les intimaron que en absoluto no hablasen palabra ni enseñasen en el nombre de Jesus.  Mas Pedro y Juan, respondiendo, le dijeron: nosotros NO PODEMOS dejar de hablar lo que VIMOS y OÍMOS…Mas ELLOS profiriendo nuevas amenazas , los soltaron, no hallando manera de castigarlos a causa del pueblo, puesto que todos glorificaban a Dios con motivo de (la curación) lo acaecido. (Hechos 4, 8-21) (las mayúsculas son mías)
    El hecho de que Cristo se hubiera aparecido a sus apóstoles y a algunos discipulos no le quita TODA su relevancia…Si Dios se decidió a crear en vez de no hacerlo y nosotros lo hemos recibido todo de EL, de la manera que el quiso, ¿con que derecho vamos a pedirle a Cristo que se aparezca a todo el mundo? El si tenía derecho a mostrar “su realidad” a sus discipulos….Nosotros tenemos suficientes datos como para aceptarle o rechazarle…Aun en vida de EL, solo un ladrón creyó en El, Judas fue un traidor, sus discipulos no entendían del todo su mensaje, muchos le abandonaron al prometer la Eucaristía y muchos quisieron crucificarlo a pesar de haber visto sus milagros….Cristo sigue vivo y entre nosotros, y si queremos, podemos aceptarlo…No hace falta que se aparezca a cada instante….ni a las muchedumbres
    No hay ninguna objeccion a las apareciones del Resucitado, SI creemos en la vida del ESPIRITU. Dios es ESPIRITU y nosotros fuimos creados en ESPIRITU por el mismo Dios. Por eso nos asemejamos a EL.Esa vida es una realidad..Yo soy el mismo (la misma) desde que nazco hasta que muero….Mi unidad reside en la parte espiritual que constituye mi vida..y esa vida espiritual es la que Cristo permitió que apareciera CON CLARIDAD a sus discipulos mas intimos con el objeto de que predicaran la Buena Nueva por TODO EL MUNDO. Hasta nosotros ha llegado la noticia. Podemos aceptarla o rechazarla. Siempre tenemos la oportunidad de abrirnos a la libertad que nos de la FE o encerrarnos dentro de las escasas y cortas y efímeras  perpectivas que nos proporciona un mero materialismo terreno y existencial…Lamento, amigo que tu poca fe te encierre tus posibilidades, que son muy grandes…Sin embargo, tengo que respetar tambien tus opiniones..como tu haces con las mías, al leerme….con mis saludos cordiales    de Santiago Hernández
    Nota: S. Pablo no mintió tampoco…había suficiente espacio en Palestina para una reunion clandestina de 500 que vieron al Resucitado..Lee un poco mas el N. Testamento. Vale 

  • Javier Renobales Scheifler

    NO coincido, Juanel, lo veo diferente a como tú.
     
    Elucubrar sobre la resurrección es perder el tiempo, lo haga el evangelista, el visionario Pablo de Tarso, o el propio Jesús cuando creía equivocadamente que Dios intervendría en traer el Reino de Dios a Jerusalén y a Israel, y al final vio que Dios no intervendría: pues Dios tampoco puede saltarse las inexorables leyes del universo.
     
    Los datos de los evangelios o de las epístolas del NT son meros datos imaginados por personas, con los cuales datos Dios no tiene nada que ver. Sólo Dios sabe cómo será la resurrección de aquellas personas a las que Dios quiera resucitar cuando mueran (o cuando Dios quiera, si quiere).
     
    Jesús nació y vivió y murió siempre conforme a las leyes del universo, las leyes de la vida, sin intervención ninguna de Dios. Jesús nos dijo lo que se le ocurrió a él, lo que se le ocurrió a una persona, al hombre Jesús, con sus aciertos y errores. Tampoco Dios intervino en lo que nos dijo Jesús, ni en lo que hizo.
     
    Creemos, como Jesús creyó, que Dios nos resucita, a quienes él quiera resucitar. Jesús, cuando comprobó que Dios no intervenía en nuestras vidas (Padre, por qué me has abandonado?), confió en Dios y le encomendó su espíritu, para que Dios hiciera con el espíritu de Jesús lo que Dios quisiera.
     
    Creemos que Dios le resucitó a Jesús. Ya veremos, no nos falta mucho para saber que no nos hemos equivocado, o para dejar de saber nada de nada, si al morir no resucitamos.
     
    En todo caso, aunque no resucitemos, Juanel, el mensaje de amor de Jesús es de salvación para esta vida aquí y ahora.
     
    Se equivocaba Pablo de Tarso cuando decía que si no hay resurrección vana es nuestra fe. Nuestra fe en Jesús es fe en la vida (Jesús se definió como la vida, la verdad y el camino), por ahora en esta vida terrena, que es maravillosa por sí misma, sin necesidad ni de Dios ni de la resurrección ni de la vida eterna.
     
    Cuando muramos, ya veremos, o no veremos nada. Así que nuestra tarea ahora es esta vida, de la que cada día nos queda un día menos, cada día uno menos: aprovechémoslos con nuestra fe en Jesús, que en ningún caso es vana, ni aunque no haya resurrección (éste no es el problema ahora, si hay o deja de haber resurrección, Juanel)
     
    Bástele a cada día, su propio afán, carpe diem. El día de nuestra muerte, digamos a la muerte con una sonrisa: mañana, Dios dirá; porque una vez muertos, si aún existimos ya no estaremos en el universo, ni en el tiempo ni en el espacio, sino donde sólo Dios sabrá, si es que hay Dios, lo cual tú y yo creemos que sí lo hay.
     
    En cuanto a la doctrina que dices del Magisterio católico de los jerarcas Juanel ,  no sirve para nada (ni tratando de seguirlo de modo abierto ni de modo cerrado): está desviada de medio a medio. Lo que hay que hacer es no seguirla nunca de ninguna manera.
     
    No puede ser de otro modo, en un Magisterio que por principio excluye sistemática e irracionalmente de su seno a las mujeres por el mero hecho de ser mujeres, y excluye de su seno también irracionalmente cualquier comportamiento democrático, y exige que todos sus miembros, tan machos ellos, por obligación impuesta por el papa sean todos célibes (sistema de excluir, aún más si cabe, a la mujer por el mero hecho de ser mujer).
     
    De ese esperpento inhumano no puede salir nada aprovechable.
     
    Yo nunca me guiaré por semejante Magisterio de machos célibes obligatorios, y además para más inri, dictadores siervos del dictador Jefe del Estado Vaticano. Lo que digan esos no sirve más que para confundir.

  • Juanel

     
    Si Javier, estoy elucubrando sin los pies en la tierra sobre unos datos sobre resurrección escritos en los Evangelios, que en principio no pueden ser asumidos tal cual sino que requieren interpretación, porque se saltan las leyes naturales y nuestros conocimientos biológicos. Simplemente ¿los rechazamos? Entonces ¿por qué no otros escenarios del NT o todo él? Si esto se hace perdemos también a Jesús de Nazaret. Por tanto tenemos un problema de interpretación, sobre el cual podemos seguir punto a punto el Magisterio de la Iglesia sin entender nada por cerrazón irracional, o podemos seguir de modo abierto ese Magisterio pero con una hipótesis más entendible como ha hecho T. Queiruga entre otros. Pero si se quiere que se recoja esa interpretación el Magisterio, pues tendrá necesariamente que ajustarse a sus criterios y seguir intentándolo porque sigue siendo una cuestión abierta. Yo no tengo ese problema por que mis hipótesis están muy lejos de la dirección del Magisterio. Son sólo apuntes por si hay algún teólogo que le guste y la escriba en lenguaje teológico.
     
     
    A mi hipótesis le planteas la cuestión : sin duda, si resurrección fuese un hecho común y evidente para todos, el ser humano de la historia no sería el que es ni haría lo que hace sin el punto final de la muerte. ¿de dónde me lo saco? Bueno para mí es de cajón. Lo explicaré en otro escenario. Imagina que fuésemos seres virtuales algo así como en Matrix, aunque nos machacaran, nos descuartizaran, nos asesinaran, nos torturaran, saldríamos a continuación ilesos como en los dibujos animados. El miedo sería improcedente y por tanto el poder también. ¿es suficiente o necesitas una contestación más elaborada o filosófica?
     
     
    Luego me comentas que no pillas el último párrafo: Cuando el protocolo de resurrección comenzó no tendrían que ocultar nada puesto que lo emplearon con los más próximos a ellos conocidos y amigos. Pero cuando lo extendieron a las generaciones anteriores se dieron cuenta que lo trastocaban todo y por eso no les quedó otro remedio que ocultarlo.” Lo de la ocultación está evidentemente en relación con lo anterior, la resurrección lo trastoca todo. La resurrección si es un procedimiento técnico pues habrá que esperar a que la tecnología esté disponible. Sigo elucubrando ¿a quién aplicarán la nueva tecnología una vez comprobada su eficacia y que no presenta ningún daño sino todo lo contrario? Pues evidentemente a los que convivieron con ellos, fueron sus amigos y sobre todo a los que amaron y sufrieron la muerte. Con éstos no hay ningún problema de adaptación al resucitarlos porque han vivido en su mundo tan tecnológicamente avanzado y perfectamente asumible. Pero estos resucitados querrán a su vez resucitar a los suyos, y éstos últimos a los suyos y así sucesivamente hacia atrás generación tras generación. Por amor seremos resucitados unos a otros. Quizás Jesús dijera expresamente esto al decir que los últimos (en morir) serán los primeros (en resucitar), (interpretación libre y forzada por supuesto).
     
     
    Pero el problema comienza cuando se van alejando de la primera generación poseedora de la supuesta tecnología. No sólo la adaptación a la sociedad avanzada en donde resucitan sino que la vida de los resucitados tiene que cambiar necesariamente, no sólo de perspectivas y de comprensión de sí mismos y del entorno, también de actividad. Cuanto más lejos más profunda es la brecha. Pues si todo esto les pasaría a los resucitados ¿qué habría que esperar de los que aún no lo han sido pero saben expresamente que no van a morir? Toda la historia trastocada y su curso a partir de ese momento completamente distinto, que puede poner en peligro la meta final y exitosa de la historia. Por ello la ocultan.
     
     
    Saludos cordiales

  • Javier Renobales Scheifler

    Juanel,
     
    Lo primero agradecerte que estés de acuerdo conmigo en algo, como la tendenciosidad de los llamados evangelios del NT, el interés o espíritu teleológico con el que los desconocidos evangelistas redactaron esos escritos tan arcaicos.
     
    Pareciera como si fuera blasfemia decir que los llamados evangelios y el resto del NT mienten a veces. Como si fuera blasfemia decir que Jesús también se equivocó a veces, persona humana –y para colmo hombre- como fue, que nunca Dios.
     
    Sabemos que el amigo Santiago tiene que creerse a pies juntillas que la resurrección es hecho histórico, pues se lo manda vuestro Catecismo de vuestros papas. Debemos destruir ese mítico tinglado, tan dañino, que obliga a creerse un ladrillo (las dimensiones y peso son parecidos, en la primera edición española de 1992 del Catecismo, a un ladrillo rojizo de los que usan los albañiles –el ladrillo es algo más grande y pesado, pero el Catecismo es más ladrillo, incluso bastante más, y no porque sirva para construir, que sirve para lo contrario-).
     
    La Historia se hace con hechos constatados con la suficiente objetividad,  nunca con la sola subjetividad interesada de sólo unos pocos hermanados por los mismos concretos intereses, y menos aún si esos hechos penden exclusivamente de una llamada fe: que es lo que sucede con la resurrección de cuerpo sepultado de Jesús asesinado.
     
    Espero que tú no trates de quedar a bien con unos y otros, pues eso no sería propio de un científico, como entiendo eres tú. Como cristiano sabes que Jesús nunca trató de estar a bien con todos, y por eso lo mataron.
     
    ¿Pudo ocurrir en la realidad el hecho de que el cuerpo sepultado se paseara vivito y coleando resucitado? Como científico sabes bien que no pudo. Estás de acuerdo, dices, en que “no existen pruebas ni dato científico alguno que puedan confirmar la resurrección de ningún muerto.”
     
    Pero se te ocurre que ello puede deberse a una precisa y sofisticada planificación. Ahí estás elucubrando, y ya sin los pies en la tierra.
     
    Y sigues, ya revoloteando como tu imaginación: sin duda, si resurrección fuese un hecho común y evidente para todos, el ser humano de la historia no sería el que es ni haría lo que hace sin el punto final de la muerte.
     
    ¿De dónde te lo sacás eso, ché?
     
    Si la resurrección fuese un hecho evidente y común para todos, y no sólo un imaginario hecho de fe para algunos como Santiago tú y yo, e incluso si Dios se mostrara materializado en la forma que fuera ante todos los humanos para que pudiéramos verlo y tocarlo y charlar con él grabando en vídeo sus respuestas, yo sería lo mismo que soy, y haría lo mismo que hago: pues no hago lo que hago porque dudo o dejo de dudar de que haya Dios y otra vida: lo hago porque soy así, siguiendo, tratando de seguir, el modelo de otros que son así, al margen de si hay dios y otra vida o no los hay.
     
    La resurrección y la otra vida no son una zanahoria puesta delante del burro para que ande tras ella  y así se mueva y me lleve. Es falso e infantil lo del premio y el castigo.
     
    Aunque no hubiera cielo yo te amara (al prójimo, única y exclusiva forma de amar a Dios),
     
    no me tienes que dar porque te quiera (al prójimo = Dios, no me tienes que resucitar, ni por, ni para que te quiera aquí y ahora). Pues aunque lo que espero no esperara (la resurrección), lo mismo que te quiero te quisiera (al prójimo = Dios).
     
    Luego tratas e imaginarte cómo será la resurrección: vano intento, amigo Juanel; dejemos a Dios lo que es de Dios. No tenemos ni repajolera idea de cómo será la resurrección, si fuera que la hay –lo cual yo creo, pero sin pretender saber cómo será, pues hemos de dar a Dios lo que es de Dios-. Ya está bien de que andemos tomando su nombre en vano.
     
    El último párrafo de tu comentario último sencillamente no lo entiendo de ninguna forma, nada de nada, del principio al fin del párrafo:
     
    “Cuando el protocolo de resurrección comenzó no tendrían que ocultar nada puesto que lo emplearon con los más próximos a ellos conocidos y amigos. Pero cuando lo extendieron a las generaciones anteriores se dieron cuenta que lo trastocaban todo y por eso no les quedó otro remedio que ocultarlo.”

  • Javier Renobales Scheifler

    Los testigos que dices, Santiago, creían en la resurrección, lo mismo que Jesús y muchos otros de los contemporáneos de Jesús; no eran pues incrédulos, como tú los llamas, ni lo soy yo, que también he optado por creer que todos resucitamos, lo mismo que Jesús, una persona humana más.
     
    Otra cosa, que nada tiene que ver, es el interés en que resucitara también el cuerpo material de Jesús muerto, para poder decir que lo vieron, y tocaron resucitado, paseándose vivito y coleando: eso es lo que es invención teológica, Santiago, útil para reforzar en aquel entonces la fe en Jesús histórico, asesinado como lo más tirado y despreciado por los romanos y autoridades judías: para inventar una intervención de Dios contraria a las leyes de la naturaleza, del universo, con la cual intervención imaginaria pretendían reforzar su incipiente comunidad/ ecclesia, dotándola de intervención de Dios a su favor.
     
    Los relatos evangélicos se confeccionaron interesadamente, ad hoc, no angelicalmente con la pura verdad por delante, ni por inspiración divina ni nada por el estilo. Son relatos muy interesados, Santiago. Su historicidad es muy relativa, muy escasa. El historiador, los expertos especializados en ello, tratan de obtener de la forma más objetiva posible lo que se puede considerar histórico –sucedido realmente- y lo que no es sino mera construcción teológica interesada del evangelista o redactor del texto.
     
    Es una grave irresponsabilidad, pues dificulta la fe de la personas y las espanta de la fe en Jesús y en su mensaje, establecer como históricos relatos que no lo son, y obligar a creerlos en el Catecismo de vuestros papas.
     
    Y más irresponsable aún es esgrimir luego ese Catecismo jerarca contra teólogos como Torres Queiruga, que lo que tratan es de facilitar la fe a las personas de mentalidad madura y sencilla, a las cuales los mundanos intereses de los jerarcas católicos dificultan la fe en Jesús y en su mensaje: de ese gravísimo escándalo deberán responder.
     
    Cuando además, el jodido Catecismo sigue faltando al respeto –falto del imprescindible amor- estableciendo la estúpida vieja condena católica (condena que corresponde exclusivamente a Dios, no al necio católico interesado que ha escrito esa condena/marketing en vuestro Catecismo) que pretende que fuera de vuestra ICR no hay salvación. Vaya que sí la hay, Santiago: la salvación es cosa de cada uno con Dios, sin que tus jerarcas tengan nada que ver en ello ni puedan intervenir en ello de ninguna forma.
     
    Papel mojado pues, ese catecismo, hecho a la medida de los dictadores jerarcas católicos, a cuyo servicio se ha creado ese catecismo, útil sólo para ellos y para quienes sumisos les sirven a ellos (en comunión, lo llaman).
     
    En cuanto a lo que dices de que Jesús ‘se apareció’ en cuerpo vivito y coleando sólo a los íntimos ¿acaso te crees que resucitó Jesús sólo para los íntimos? Es absurdo, Santiago, se cae sólo, de puro interesado que es, lo que dices de ‘aparecerse’ sólo a los que llamas íntimos.
     
    Jesús resucitó para todos, Santiago, y toda su vida decía que no es la persona sana quien necesita al médico, sino la enferma. No cuela, amigo.
     
    ¿500 dices que lo vieron? ¿Los contó acaso el evangelista que escribía unos 40 años después de los imaginarios hechos, o los habían contado ya los famosos ‘testigos’ –como se cuenta hoy a los de una manifestación-, y boca a boca se fueron pasando el número exacto de 500 sin engordarlo ni variarlo hasta que le llegó esa cifra al evangelista?
     
    Exactamente 500, bonito número, medio millar, bien calculado para impactar, para tratar de evitar la espontánea idea de alucinación sufrida, pensando que 500 a la vez no iban a sufrir la misma alucinación de ver un cuerpo resucitado paseándose, todos a la vez.
     
    Demasiado preparado por el redactor de la interesada historieta: excusatio non petita, acusatio manifesta. El evangelista se estaba dando clara cuenta de que no era tragable el inventado relato, y por eso lo reforzó con un original lote especial de nada menos que 500 imaginarios ‘testigos presenciales’, para abrumar a quien lógicamente se atreviera a dudar.
     
    Se les aparecería a los 500 el cuerpo de Jesús en una plaza pública o ¿cabían todos en una sinagoga los 500? Porque en una casa de la época ¿cabían los 500?  500 no se reúnen clandestinamente así como así. ¿Se convocaron boca a boca, y con qué objetivo, acaso para rezar juntos los 500?
     
    ¿500 discípulos del sedicioso político Jesús, recién asesinado por demasiado peligroso para el Imperio invasor, se reunieron en una sinagoga o en una plaza pública, sin que los romanos los vigilaran, y Jesús aprovechó para exhibirse ante ellos, sin que nadie más que los 500 ‘íntimos’ que dices viera el cuerpo resucitado, sin que ningún romano ni judío fiel a las autoridades judías, confidente o submarino introducido entre los 500 lo viera?
     
    Aquello era una férrea dictadura, Santiago, los romanos no iban a dejar que los sediciosos ni sus discípulos reunieran un grupo de 500 íntimos del sedicioso rebelde Jesús, y menos sin que entre ellos hubiera chivatos, submarinos, confidentes y similares, que les fueran con el cuento de lo que veían tanto a las autoridades romanas como a las judías: estos chivatos, confidentes y similares habrían visto lo mismo que los 500.
     
    ¿Acaso los sobornaron también, como a los soldados del sepulcro vacío? Si la reunión de los 500 no era clandestina, razón de más para que las autoridades tuvieran sus confidentes, chivatos y similares, los cuales no vieron nada, pues si lo vieron resucitado, lo habrían dicho. No cuela, Santiago: poquísima gente (sólo los que os tenéis que creer a pies juntillas lo que os digan vuestros jerarcas) se cree lo de la resurrección del cuerpo sepultado de Jesús asesinado.
     
    Y todo ello inmediatamente después de haber asesinado los romanos al sedicioso rebelde Jesús en el escarmiento público terrorista ad hoc (dirigido precisamente a acojonar a los 500 íntimos que dices) que es la cruz romana, la de colgar personas (macabra manía, de pésimo gusto, la de los que se cuelgan en su uniforme jerarca una cruz de las de asesinar rebeldes insumisos.
     
    Si lo llegan a asesinar de un tiro en la nuca, como hacía ETA, se colgarían una pistolita? ¿O un puñal, una espada, si hubieran asesinado a Jesús con esas armas?-) Menudo tinglado de marketing en el negocio del mercado de la salvación.

  • Juanel

     
    Estoy de acuerdo con Javier cuando dice que los testimonios interesados pierden validez y esto sin duda lo tenemos en los Evangelios pues estaban en el momento crucial de la desaparición del líder de su comunidad o movimiento. Algo había que hacer si querían continuar y puede que las medias verdades, la tensión, las visiones, la llegada inminente del tiempo final y la creencia en la resurrección que correspondía a ese tiempo, …. forjaran la descabellada idea de la resurrección de Jesús, que fue tomando cuerpo, fuerza y siguió adelante. Pero también estoy de acuerdo con Santiago cuando dice que la historia se construye a base de la narrativa de los testigos de los hechos. Mi objetivo no es buscar la verdad de lo que ocurrió, pues a mí me parece que la única forma de comprobarlo es situarnos en el momento de los hechos y esto sin duda es imposible. Mi objetivo es tomar los hechos narrados como datos y hacer una lectura de los mismos en clave de interpretación y lenguaje científico-tecnológico, con el fin de saber si hay alguna posibilidad de que tales hechos ocurriesen.
     
     
    La objeción que plantea Javier a mis propuestas es que no existen pruebas ni dato científico alguno que puedan confirmar la resurrección de ningún muerto. Cierto. Pero yo continuo escapando porque si la resurrección ocurre y no deja ninguna huella tras de sí, puede deberse a una precisa y sofisticada planificación. ¿Por qué planificar un protocolo como ese de consecuencias tan terribles? Pues sin duda si resurrección fuese un hecho común y evidente para todos, el ser humano de la historia no sería el que es ni haría lo que hace sin el punto final de la muerte. Si los humanos de la plenitud quieren que la historia alcance su meta, tendrán necesariamente que ocultar la resurrección para que todo continúe tal y como fue.
     
     
    La tecnología para ocultar la resurrección en lenguaje científico-tecnológico puede ser muy variado. A mí me gusta especular posibilidades. Quizás hagan una copia orgánica exacta pero sin vida dejando que se pudra como cadáver y teletransportando a su mundo a la persona a punto de fallecer. Ninguna de las dos acciones contradice las leyes de la ciencia. Así que una vez la persona con un hálito aún de vida llegue allí la sanarán, recuperando todo su vigor y belleza.
     
     
    Cuando el protocolo de resurrección comenzó no tendrían que ocultar nada puesto que lo emplearon con los más próximos a ellos conocidos y amigos. Pero cuando lo extendieron a las generaciones anteriores se dieron cuenta que lo trastocaban todo y por eso no les quedó otro remedio que ocultarlo.
     
    Saludos cordiales

  • Santiago

    Javier,   gracias por leerme…yo también correspondo leyéndote…aunque yo no soy ni gnóstico, ni tampoco agnóstico..y si creo en testigos que mueren por defender en lo que creen…
    TE equivocas de nuevo al confundir el método científico para comprobar los hechos históricos…La historia puede pedir prestado a la ciencia su ayuda para llegar a la verdad…pero ni la historia, ni la medicina,son ciencia..sino artes..la historia no es objeto de un experimento científico para probar la verdad…sino que se basa en la narrativa  por personas que testifican las hechos como ocurrieron y que de alguna manera quedan grabados ya sea en la memoria, como en las palabras, como en la escritura, como en los moderna tecnología del “recording”..etc.  Por lo tanto son los testigos -somos nosotros tambien- los que hacen y hacemos la historia…por eso es de suma importancia “la credibilidad” de los testigos…La prueba testifical sigue siendo muy importante desde el punto de vista legal pues la unanimidad de los testigos constituye una gran fuerza para el caso, máxime si los testigos defienden TODOS la VERDAD ofrendando sus vidas..Por lo tanto, la historia no puede “probarse” científicamente..sino que el método que aproxima mas a la certeza es el CRÍTICO y comparativo…porque si hay 10 testimonios de la época que usando diferentes fuentes llegan a la “misma” conclusión no hay mucho espacio para la duda…LOS EVANGELIOS tienen gran valor histórico porque informan “realmente acerca de la existencia y de la enseñanza de Jesus de Nazaret” y nos permiten llegar “hasta las bases mas seguras de la historia de Jesus” (X. Leon -Dufour:  Les évangiles et l’histoire de Jésus” Paris, 1963, pp.19-33.104)..No solamente la historicidad y genuinidad de lo que narran los evangelistas se ha probado exhaustivamente por la crítica interna, externa, textual etc en los últimos siglos sino que modernamente se ha tenido en cuenta la “historia de las formas”, la “historia de la redacción” y la “reacción religiosa” del creyente que intenta profundicar mas y mas en la identidad de Jesus, objeto de su fe. A pesar de todos los ataques, la evangelios siguen de pie porque narran la verdad de Jesucristo…como fue visto por sus mas íntimos
    No hay ninguna invención por parte de los testigos…Ellos fueron siempre incrédulos, como tu…Cobardes,abandonaron a Jesus en su agonía con la excepcion de Juan.Eran toscos pescadores y publicanos…que tampoco creyeron al principio a las mujeres…y aun Tomas, a pesar del testimonio de sus amigos, no creyó hasta que “tocó” a Cristo….Si estaban mintiendo y confabulando ¿para que tendrían que constatar ante todos su cobardía e incredulidad? ¿Para que iban a inventar una doctrina absurda y blasfema de un hombre muerto crucificado y en la ignominia y el escandalo publico, y conocido de todo el pueblo? No era coherente la mentira..Si hubiera un complot de todos, se hubiera fraguado de otra manera…menos estúpida..Algo que les conduciría a TODOS a la muerte segura….¿Cabe eso en nuestra lógica humana?
    Cristo se reveló a los mas INTIMOS,  e   incluso a una gran multitud de 500, por la misma razón que tu y yo tenemos confianza suficiente para la intimidad solamente con los que están mas cercanos a nosotros…Cristo siguio siendo humano despues de la Resurrección a pesar de su cuerpo glorioso…Si tu y yo podemos decidir sobre nuestras amistades yo creo que Jesus divino pero tambien humano también pudo hacer lo mismo…EL, Cristo, solo llamó a doce, aunque libremente, ya que Judas le abandonó y lo rechazó..Los que le siguieron eran los naturalmente llamados a ver primero “esa otra realidad”….Dios quiere nuestra fe y nuestra libertad…El que me creó sin mi, tampoco me va a salvar sin mi…Dios siempre prueba nuestra fe y nuestro corazón…Esta FE ha de ser completamente libre…El nos da la pista,   pero NOSOTROS seres inteligentes con conciencia, intelecto y voluntad tenemos que descubrirle a EL     ESO nos corresponde a ti y a mi,  a todos nosotros…
    Gracias tambien por las estrofas del soneto a Jesus Crucificado…coincido contigo en su profundidad y belleza…yo le añadiría lo que antecede: “muéveme el verte clavado en una Cruz y escarnecido
    muévenme tus afrentas y tu muerte”      un abrazo….en la pascua del Señor……de Santiago Hernández

  • Javier Renobales Scheifler

    Santiago,
     
    Vengo de un funeral. Desgarradores llantos por el padre rapidísimamente muerto, de cáncer de pulmón inesperado y fulminante.
     
    Todos resucitamos, le he dicho a la hija llorosa; – De los muertos, me ha respondido llorando. Una música de fondo me evocaba animosa la resurrección (a mí que creo en ella, no a los que no creen en la resurrección). Jesús creía en la resurrección, como sus contemporáneos y como nosotros mismos.
     
    Ningún historiador ha dicho nunca que nadie, de las decenas y decenas de miles que mueren cada día, haya resucitado. Sólo es hecho histórico que han muerto, pero nunca lo es que resucitan. Es ley de vida, Santiago. Podemos creer o no que resucitamos, pero nunca es histórico que lo hagamos.
     
    Los testigos que dices, Santiago, son muy interesados: normalmente ningún juez les daría crédito -y necesitaría otras pruebas-, pues son testigos que tienen demasiado interés en que su versión de los hechos prevalezca como verdadera, porque necesitaban un hecho prodigioso para salir del difícil paso en que se encontraban y que sus fieles creyeran y fortalecieran su fe.
     
     Y así, sólo ellos –tus necesitados testigos- lo ‘vieron’ (efecto placebo), no los que no necesitaban ese prodigio, como los romanos o los judíos: a ellos no ‘se les apareció’ Jesús resucitado, qué casualidad. Porque no tenían fe.
     
    Para nada necesitamos que resuciten nuestros cuerpos, Santiago, ni el de Jesús, ni el de su madre ni el de nadie: todos se pudrieron en la Tierra, y se seguirán pudriendo. Eso no tiene nada que ver con la resurrección, ni menos aún la impide de ninguna forma.

    Sólo Dios sabe cómo nos resucita, si es que quiere hacerlo. ¿Te da miedo que Dios no quiera resucitarte, Santiago?

    Si Dios no quiere resucitarte, Santiago, (lo cual tú no sabes, aunque crees que querrá, pero es cosa de Dios y sólo de Dios, y tú no debes ser presuntuoso, ni menos aún exigente con Dios) será lo mejor que no te resucite, ésa será la voluntad de Dios, y tú debes aceptarla gustoso.

    A mí, ni a ti, Dios no me debe ninguna resurrección: que haga conmigo lo que mejor le parezca, no dudo de que eso, lo que sea, será lo mejor, y por eso yo también lo quiero, eso que Dios quiera hacer conmigo.

    Aunque no hubiera cielo yo te amara, y aunque no hubiera infierno te temiera, no me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera.

    Ya he sido y soy feliz, me basa con lo que he vivido, lo que venga, bienvenido sea, lo que sea. Confío en la vida, es decir, confío en Dios. Y si no lo hay, siempre confío en la vida.

    Necesitar que el cuerpo resucite y sea visto, oído y tocado con los sentidos, como prueba milagrosa de una resurrección, es signo poca o nula fe
    , Santiago, signo de la fe débil que necesita de milagros y prodigios similares para creer: justo lo que necesitaban tus testigos cuando murió Jesús: por eso unos, tus testigos, se inventaron/autoconvencieron que vieron el cuerpo resucitado de Jesús vivito y coleando.

    Son visiones, mitos, no realidades. Montones de personas, interesadas, dicen haber tenido visiones de mil cosas, vírgenes, ángeles, resucitados conocidos… etc.  Y de decirlo mil veces con gran convencimiento, hasta se lo pueden llegar a creer. Una mentira repetida mil veces se puede llegar a creer que es verdad …

    Hoy una fe madura no necesita esas ‘seguridades’ infantiles. El catecismo de los papas siguen proclamando esos falsos milagros y los califican de históricos, porque necesitan interesadamente mantener y expandir el pensamiento mágico para su negocio, como el bloque motor de explosión necesita el aceite y el combustible para que funcionen los cilindros y el cigüeñal.
     
    Es infantil decirle a Jesús: haz un milagro para que vea yo que eres Dios. Dicen que algo así le dijo alguna estúpida ‘autoridad’ a Jesús, como si Jesús fuera un mago del espectáculo.

    Negar que la ICR es un negocio es ir contra la verdad, Santiago. Construían una iglesia, y salieron del paso como mejor supieron, construyendo un mito: el cuerpo resucitado de Jesús paseándose vivito y coleando entre ellos (no entre los que no tenían fe, claro, esos no estaban interesados en ver el cuerpo resucitado: les sobornaron a los soldados para que dijeran que habían robado el cuerpo … jo, jo, qué camelo).

    Pero sólo ellos dicen que lo ‘vieron’, con su débil fe subjetiva ¿Por qué crees Santiago que no lo vieron los que no tenían esa fe lo s que no tenían interés en un milagro para fortalecer una comunidad creyente incipiente?:

    pues evidentemente porque no hubo de hecho ningún cuerpo resucitado que vieran, oyeran o tocaran. Fue una mera cuestión de fe, de asegurar un mito para apuntalar una fe incipiente, aún débil, una reducidísima comunidad noqueada por la muerte perruna de Jesús: necesitaban tanto ver su cuerpo resucitado que se lo inventaron. La fe mueve montañas, Santiago.

    Si hubiera sido real, lo habrían visto todos, y judíos y romanos habrían recogido el portentoso hecho objetivado en los libros de Historia. Pilato habría sido encarcelado, por asesinar al cuerpo que resucitó, y los judíos habrían incorporado a Jesús a su judaísmo ante el portento de la resurrección del cuerpo de Jesús … o lo habrían vuelto a asesinar, al haber seguido Jesús volviendo a las andadas …

  • M.Luisa

    Hola Oscar! 

    He reflexionado   sobre el párrafo que me  transcribes de Andres,  refiriéndote, creo entender  a que,  si la misericordia  y la salvación es tarea humana,   cuestión en la que gran parte de atrie@s   claramente convenimos  en el post. de S. Santos,  entonces la dialéctica que surge  expresada en  aquella secuencia evangélica  entre  el abandono y la entrega confiada,  sería pues,  la  interpretación  teológica que ves como remendada, ya que esta invocación a Dios  en el último momento es lo que chirría.
     
    Sin embargo,   pienso  que hay que tener en cuenta  que,  con anterioridad  a ese momento de  sufrimiento humano en el  cual ciertamente  podemos sentirnos abandonados, existe  y existió en Jesús   la vivencia dialéctica “donación-entrega”  con lo cual,   esta realidad ya experimentada,   hizo  de  aquella petición de auxilio no como si  de una moción extrinseca  se tratara,  sino de  una petición que Jesús  debió experimentar  en su propio fondo trascendente.
     
    En mi opinión  es en esta dialéctica en donde  se apoya por ejemplo   la frase inicial  del párrafo  que dice:
     
    “La vivencia del Abbá y la fidelidad a la misión le permitieron comprender  que Dios no nos abandona jamás…”
     
    No parece, pues,  que  tal vivencia  vaya en sentido contrario  de aquel según el  cual  Jesús rompiendo con la forma   de comprenderlo  a  modo de ciencia infusa   fue,  por el contrario,   madurando  en su realidad que poco a poco  la experimentaba   en  la suya  propia como persona    a medida  que se realizaba en la praxis  del  proyecto  (tarea humana).
     
    De modo que,  la vivencia del Abbá y la fidelidad a la misión, es decir lo que tiene ante sí, Jesús,  es a lo que responde con inmediatez.  Con lo cual esto   no es en un primer momento de carácter comprensivo  hacia un Dios, sino de carácter impresivo  de realidad  a la cual con su praxis le hace frente.  Es, pues,  en este sentido que conviene tener en cuenta que no son nuestros actos sino nuestra realidad  en acción la que nos permite seguir yendo.
     
    Esta visión se corresponde,  a mi entender,  con un párrafo de su  libro  que  en el apartado 2.2.  “La superación del  deismo intervencionista” dice:  La novedad y el progreso histórico se constituyen así en una posibilidad real y en un proceso siempre abierto(…)  En el camino de la creatura hacia su realización cada paso es la condición indispensable  para los pasos ulteriores. Así caminan la vida de los individuos y la historia de los pueblos: así avanzan igualmente la historia de la salvación y la conciencia de su revelación.

     
    ¿Habré  hecho los deberes? un cordial saludo!

  • Javier Renobales Scheifler

    Santiago,
     
    Voy a toda prisa, no tengo más tiempo ahora, pero señalo una cosa: científicamente es insostenible la historicidad de la resurrección de nadie, ni la de Jesús, ni la de Lázaro, ni ninguna resurrección. Del otro lado no ha vuelto nadie.
     
    Lo mismo que no se puede sostener que fueran históricas ni la virginidad sexual de la madre de Jesús, ni que Jesús o su madre subieron al cielo en cuerpo y espíritu, Jesús resucitado y su madre sin morir previamente (creo recordar, sería casi el colmo de la imaginación). Ni que desaparecieron hacia arriba entre las nubes del cielo. Ni que Jesús esté ahora sentado a la derecha de DiosPadre, ni que descendió a los infiernos, ni que los ángeles existen.
     
    La fe en el mensaje de salvación por el amor, la buena nueva de Jesús, ni siquiera la fe Jesús, no exigen creer que nada de eso fuera histórico, que pertenezca a la Historia de la Humanidad.
     
    Son cosas que necesitaron en su mentalidad de pensamiento mágico, tan arcaico, cuando necesitaban fortalecer la fe en un asesinado como un perro, Jesús, a manos del divino emperador romano (por delegación le hizo asesinar Pilato, mediante una ejecución legal, una más entre tantísimos sediciosos políticos crucificados por los romanos).
     
    Si saco un rato en otro momento, me meteré con el resto si es el caso, no creas que no te leo.

  • Juanel

     
    Gracias Santiago. Como has comprobado yo no niego los relatos de la resurrección ni del resto de los Evangelios, los tomo como datos y no me corresponde a mí comprobar su fidelidad pues carezco de conocimientos y método para hacerlo. Lo que si me preocupa es entenderlos, tratar de explicar su interpretación en un lenguaje y marco conceptual comprensible para mí. Ese lenguaje para mí no es ni trascendental, ni espiritual, ni metafísico,… sino científico-tecnológico. Si resulta que en unos datos a primera vista hay un misterio indescifrable, no lo dejo como misterio pensando que el misterio es la respuesta, sino que trato de lanzar alguna hipótesis más o menos razonable para descifrarlo.
     
     
    Al emplear un lenguaje y marco conceptual científico-tecnológico sé que me sitúo en una posición heterodoxa y si defendiera mis tesis desde una cátedra de teología me echarían de ella a patadas. Como ni estoy sentado en ninguna cátedra y ni siquiera soy teólogo, pues me siento libre para pensar y comunicar los relatos de la resurrección desde mi personal punto de vista, que quizás a alguno más le sirva e incluso aporte algo sugerente en este sentido a estas hipótesis.
     
     
    Lo que voy a decir suena a ciencia ficción, pero es que el lenguaje de la ciencia ficción me resulta muchísimo más asequible y fácil de entender que conceptos tales como cuerpo espiritual o realidad trascendente sobre los cuales no tengo ninguna base para llenarlos de fundamento o contenido. Si con ellos se trata de descifrar el misterio, yo al menos me quedo tan hundido en el misterio o peor que antes. ¿Me podrías explicar qué significa la irrupción de la realidad trascendente desplegada ante los atónitos ojos de los discípulos de Jesús? ¿qué es un cuerpo espiritual real? La batería de preguntas que abre una hipótesis como ésta, que a mí me parece muy improbable porque rompe las leyes naturales, sería interminable.
     
     
    La resurrección de Jesús para mí no fue más que una simple teletransportación al futuro en el tiempo histórico de la plenitud humana. ¿Por qué? Pues porque así fue planificada desde su tiempo, el de la plenitud, y aceptada por Jesús ya resucitado, de que él se clonaría a sí mismo, viviría su vida en el s.I, incluida su muerte y resurrección, para regresar otra vez a su mundo el de la plenitud. Se planificó porque era necesario cumplir con lo ocurrido en la historia y además comunicar a la humanidad su futuro sin distorsionar la historia para que siguiendo su curso se consiga llegar a la meta final de plenitud.
     
     
    ¿Soy un hereje? Tal vez, pero si los primeros cristianos supieron asimilar el lenguaje complicadísimo de la filosofía griega para explicarse, ¿no va siendo hora de que en nuestro tiempo hablemos con nuestro lenguaje científico-tecnológico para que la gente como yo pueda entender lo que se quiere decir?
     
    Saludos cordiales

  • Santiago

    Javier,  claro está que en tu cristianismo  existencial agnóstico todo está en duda para ti…Nada hay que pueda sostenerse en pie ante esa continua duda..por supuesto ninguna afirmación es válida para ti, ni aun de las personas mas predispuestas a ser creídas….Por lo tanto no es una sorpresa para mi que no creas en testigos…y creas firmemente en eso de las invenciones y fabulaciones y complots, particularmente dentro de la iglesia…Sin embargo, te equivocas tratando de desmantelar toda la tradicion y la historia de la iglesia, particularmente durante el primer siglo…porque exactamente no ocurrió como tu lo fabricas en tu imaginación, sino todo lo contrario…Sucedio como se relata en la historia.
    El caso de los testigos apostólicos es distinto completamente a la comparación que presentas….Primeramente, “ellos” vieron en vida a Jesus, vieron sus hechos y oyeron sus palabras….luego supieron de su juicio y crucifixion y Juan estaba junto a la cruz (a menos que tu creas que Cristo no murio tal y como lo relatan los evangelios) y por ultimo le vieron resucitado…Por eso, ellos son testigos fidedignos….ya que fueron los íntimos del Señor…Cada uno de ellos se encargó de predicar algo increíble y escandaloso..que era precisamente el principal “kerygma” de la iglesia: Cristo Resucitado…Esto constituía en aquella teocracia judía el delito mas grave y asi murió predicando a Cristo Santiago el Menor en Jerusalem..sus reliquias están en la iglesia de los Santos Apostoles en Roma..le siguieron Santiago el Mayor martirizado por Herodes Agripa…Andrés murió crucificado en Patros, Grecia…Pedro martir en Roma, crucificado boca abajo…Felipe, lapidado y crucificado en Hierapolis..Bartolomé, martir en Azerbayjan en el pueblo de Derbend…Tomás martirizado predicando a Cristo en Meliapore, Madras en la India….Mateo, martirizado en Egipto…Judas Tadeo, predico a Cristo en Siria y en Persia, su tumba en Kara Kalesia….Simon el Zelote, murio predicando a Cristo en Armenia, sus reliquias en la iglesia de St. Sermin, en Toulusse, France..Matías, murió martir en Judea..Pablo, martirizado en Roma…Juan, sobrevivió el martirio de Trajano y murio en Efeso, Grecia…
    Todos ellos murieron predicando al Cristo crucificado y resucitado…Excepto en el caso de los enfermos mentales y particularmente de los sociópatas no es común entre los SERES HUMANOS sostener una mentira hasta el final y morir defendiendo esa mentira a sabiendas y sin retractarse..NO TIENE SENTIDO humano…Pero no solamente uno, sino TODOS ellos MURIERON confesando esa verdad que era la esencia de su PREDICACION….Porque lo que ellos vieron y transmitieron sobre la Resurección fue la VERDAD…lo que acabamos de celebrar este Domingo que pasó..aunque no creas en todo eso, Javier, te deseo una semana de Pascua llena de paz y alegría…un abrazo….de Santiago Hernández   

  • Santiago

    Juanel,   me da mucho gusto conversar de nuevo contigo…aunque nuestro camino hacia esa Plenitud de que hablas no siempre sea el mismo, básicamente creemos en la vida verdadera que  ha de superar con mucho esta corta y azarosa existencia que tenemos en la tierra..Sobre lo que dices de los relatos de la Resurrección los evangelistas, al hablar de ella, no cambian nunca el tono sobrio, histórico, y narrativo…entre la anunciación, la crucifixión y la ascención no hay ninguna diferencia en la forma ni en el fondo de los textos..Los Canónicos no son los Apócrifos que embellecían los hechos y empleaban la hipérbole…Estos tendían a la fábula y aquéllos relatan escuetamente la esencia de los hechos y dichos que concernían a Cristo intentando solamente narrar…Como tu dices no hablan meramente del espíritu, ni de trascendencia…sino que transmiten algo que TODOS ellos “vieron” ..y lo constantan tangiblemente -porque era difícil creer que el crucificado estuviera otra vez vivo y aun entre ellos..Y por eso el Señor comió con ellos..porque no era un fantasma, y tambien que pudieran tocar sus manos y sus pies y su costado…Por eso es que las palabras que ellos usaron para describir la experiencia de “ver” al Resucitado no pueden expresar completamente el misterio..Somos nosotros los que ahora podemos juzgar que lo que vieron con tanta claridad y afirmaron todos con tanta certeza era “otra realidad”, nunca antes vista ni experimentada que consistía precisamente en la realidad de un cuerpo completamente invadido por el espíritu, una realidad espiritual y mística, pero real para ellos en aquellos momentos de la historia…Los evangelistas transmitieron exactamente y con detalle lo que los testigos comprobaron ellos mismos…Nosotros los que quedamos, los humanos, hemos visto y vemos esa trascendencia del Cristo vivo entre nosotros…Claro que la razón se queda atónita ante el misterio..Hace falta que ésta se ilumine por medio de la FE…para los Apóstoles y los discípulos y discípulas…la fe se convertió en la experiencia verdadera del Resucitado…En nosotros la fe consiste, primero, en creer lo que los testigos relatan como cierto, y despues que Cristo esta vivo y presente entre nosotros en la iglesia de muy diversas maneras…y actualmente….y que nos acompaña en esta ardua tarea hacia esa PLENITUD TOTAL…Eso es lo que Torres Queiruga ha tratado de explicar un poco en su ensayo teológico que amablemente Antonio Duato colocó hace unos días en Atrio…un abrazo…con mis mejores deseos en la Pascua de Resurrección  Santiago Hernández 

  • Juanel

     
    Javier, quizás me he explicado mal o tú no me has entendido o ambas cosas a la vez. La imagen de la plenitud humana no es sino sólo eso una imagen que ni siquiera podemos concretar en qué consiste más que a base de rasgos como libertad, justicia, salud, amor….. Pero concebir esa imagen sólo para unos cuantos santos o virtuosos me parece que no se corresponde con plenitud. En ella o estamos todos sin exclusiones de ningún tipo o no se dará plenitud. Es lo que Jesús decía, los pobres y humildes los primeros. Hablar de cielos o plenitud a los que están pasando necesidad es simplemente una desvergüenza. ¡Dales de comer, todo lo demás es secundario! Yo no encuentro disculpa alguna en lo que dices de que los que mueren de hambre disfrutarán después en el cielo. A mí ellos me pedirán cuentas y explicaciones de no haberme esforzado lo suficiente en ayudarles.
     

    Es evidente que la plenitud no la tenemos, queda un largo trecho para vencer el mal y la injusticia que padecen millones de personas, pero de ello no se deduce que nunca pueda lograrse cuando los humanos nos empeñemos en ello. Nosotros no Dios, que según dicen está puesto en ello desde el principio, pero es evidente que ni siquiera la fuerza de la resurrección de Jesús ni las gracias varias santificantes derramadas por el Espíritu han podido con ella, al menos por ahora y mira que lo hemos pedido con insistencia.
     
     
    Nadie te exige que te ocupes de la resurrección, de otra vida más allá de la de aquí y ahora, dices que tienes más que suficiente con la que tienes. Me parece bien, pero no entiendo la razón por la que no veas con buenos ojos que otros se ocupen de estos temas ¿Por qué? A mí me interesan y trato de conseguir proposiciones sugerentes que me sirvan en el modo de tomarme la vida. Que sean ciertas o no, no es importante y lo más probable es que sean erróneas, pero por ahora las mantengo hasta que alguien me las refute o me sugiera alguna mejor. Quizás a otros también le sirvan o al menos se lo piensen, y por ello me vale la pena comunicar mis “pajas” mentales como tú dices.
     
    Saludos cordiales

  • oscar varela

    Javier R. Sch!
     
    Des-cartar es des-cartar.
     
    Dios no está en el Mazo de la Vida.
     
    Pero vos todavía “contás con” él
    (no te das cuenta) te lo guardás “en la manga” del “si Dios quiere”.
     
    Ya te dije que no sólo vos; mucho más los Teólogos
    “perseguidos” por el Vati-fondo teológico del Vati-cano.
    Estos últimos están en la misma Pizza de muzzarella,
    sólo que en la otra mitad del lado de las anchoas.
     
    Como le pregunté a L. Boff por su “Carta de la Tierra”:
    ¿es la última o su Teología de la Liberación
    esconde (a sabiendas o no) la última en la manga?
     
    Y ¡la siguen escondiendo! (a sabiendas o no; con miedo o sin él).
    ···············
    Voy a poner el cuello en la guillotina, lo sé.
     
    En eso de “opción por los pobres”
    En eso de “lo que el prójimo necesita (imperiosamente)”
    Hay escondida una falacia; una trampita.
     
    La misma trampita escondida en los votos (o promesas; votos sólo hacen los “monjes”, no los de “congregación” ni los “seculares”) votos, te decía, de “pobreza”, obediencia” y “castidad”.
     
    En “Un paso, un mundo” hay siempre un latido de fondo y alertador,
    el del INCONFORMISTA que se pregunta:
    -“¿A quién le conviene esto?”-
     
    La POBREZA no es ningún “Valor”,
    Sino una desgracia y una acusación.
     
    El DERECHO del POBRE es hacerle cumplir el DEBER al RICO.
     
    ¿No es más fácil “darle al pobre” que “sacarle al rico”?
     
    ¡Ahí veo la falacia de “comodidad”!

    Tarde o temprano la burbuja “espiritualista” muestra su hilacha.
     
    ¿Quién le pone hoy el cascabel carcelario al gato financiero?
     
    No sé cuanto me logro explicar.
     
    Seguiré ¡Yendo todavía! – Sin apurar, pero yendo – Oscar.

  • Javier Renobales Scheifler

    Oscar Varela,
     
    Nadie sabemos lo que Dios quiere.
     
    Pero es fácil: sabemos lo que el prójimo quiere porque lo necesita imperiosamente
     
    De querer algo Dios, quiere que mi prójimo necesitado tenga lo que necesita imperiosamente
     
    Dios ES en la vida de mi prójimo (dice algún místicos) y por lo tanto sé que necesita/quiere lo que necesita mi prójimo (conmigo lo hicisteis, decía Jesús, el hombre que imaginamos reflejaba a Dios)
     
    ¿Voy bien así todavía? (bueno, si lo practico, pues teorizarlo es hablar no más, por hablar platicando, pero sin jugármela)

  • Javier Renobales Scheifler

    Juanel,
     
    Quizá tú vayas sobrado, pero yo (en mí mismo, no solito –como bien me explica Oscar, gracias Oscar-) siento que saber sí me ocupa lugar, y con amar me sucede lo mismo: todo lo que puedo amar es demasiado poco para llegar a las personas. No puedo dejar nada para nadie más.
     
    Con la otra vida me pasa lo mismo: mi capacidad de que me importen las personas, la vida, se termina, de limitada que es, con que me importe esta vida. Y aún así ando demasiado escaso, de saber, de amar y de que me importen personas y la vida misma.
     
    No puedo, ni debo, dejar ninguna importancia ni esfuerzo ni atención para la otra vida.
     
    Imaginarme el llamado cielo o paraíso celestial … es vano, pretencioso … e inútil.
     
     Incluso es pernicioso, pues ello me ahorraría, siquiera un poco, sufrir tanto dolor como producimos por aquí y ahora, disculpándome con un ‘ahora ya duermen el sueño eterno en los brazos de Dios’ los que dejamos morir de hambre y miseria –unas 60.000 personas cada día, cifras de abril 2012-.
     
    Éste es el fracaso, no la muerte, la cual forma parte natural de la vida: pero no los asesinatos por hamb
     
    No Juanel, no: es muy posible que para ellas no haya otra vida; no vale tranquilizarnos pensando que ya gozan del sueño eterno: ése es un invento de los verdugos para aquí y ahora, puro opio del pueblo, ésa que llamas esperanza:
     
    Pues por si acaso, yo no les saco del hambre con  mis bienes materiales, ni los curas y católicos que hablan de la plenitud humana tampoco, y mira tú si los dirigentes católicos no tienen montones de inmuebles de vuestra ICR que vender y dar lo que cobren por ellos a los que se mueren de hambre.
     
    Me recuerda a los capellanes de los fascistas, dando la absolución a los que asesinaban ellos mismos, entre capellanes y soldados fascistas; y a los asesinos de la SantaInquisición hoy SagradaCongregación de la chufa vaticana esa, quemando a los declarados por ellos ‘herejes’ en la hoguera, para purificarlos (y enviarlos así a la plenitud de vida en el cielo).
     
    ¿De qué plenitud humana podemos hablar mientras mantenemos voluntariamente 60.000 asesinados por hambre cada día? De ninguna, no tenemos derecho ni a hablar de plenitud humana, en estas impresentables condiciones.
     
    No tenemos derecho a pensar/soñar/imaginar –ni a alcanzar individualmente, sin ellos– ninguna plenitud humana en estas injustas condiciones, o es una filfa y es falsa esa llamada imaginaria plenitud humana: yo pensando en tener de todo, incluso la imaginaria plenitud humana, a la vez que tengo a millones de hermanos asesinándolos por hambre, sin nada, en la pura piel y los huesos, como animales inservibles para nada. 
     
    No encaja, no funciona, Juanel: si les hablo de plenitud humana, mientras dejo que los asesinemos por hambre en  masa un día y otro, y otro y otro y otro …, me mandan a la mierda con todo y mi falsa e imaginaria plenitud humana y mi Dios y mis Santosevangelios y mis elucubraciones y pajas mentales sobre la imaginaria vida eterna y la resurrección de mierda, con toda la razón del mundo.
     
    Saludos cordiales.

  • oscar varela

    Gracias Javier R Sch.!

    Vos también venís “clavando el clavo”.

    Sin embargo, aunque ya te lo he insinuado varias veces,
    has quedado atrapado en el “martilleo” que clava el clavo.

    Yo no tengo ningún apuro en que te des cuenta;
    pero sí en que te des cuenta “si Dios quiere“.
     
    Es, precisamente, ese “si Dios quiere“,
    que no terminas de des-cartar.
     
    Para Jesús (ese del que acá tratamos)
    en el “juego” de la vida en la que “nos la jugamos”
    Dios no está en el mazo de cartas.
     
    Y fuera del juego de la Vida
    no hay nada; absolutamente nada;
    porque en cuanto se insinuara que “pudiera haber algo”
    ya estaría en el mismo juego de la Vida.
     
    Hay que aprender que:
    * el clavo se clava a sí mismo
    * la patada en el culo se la da cada cual a sí mismo
    * que la vida te sostiene en la palma de TU mano.
     
    (NOTA: no confundir “sí mismo” con “yo solito”)
     
    ¿Te parece?
     
    Abrazo y ¡Vamos todavía! – Oscar.
    ·············
    PS.: Tampoco tengo apuro en que Andrés Q. me entienda; él está más comprometido que vos en ese Sistema cultural del “si Dios quiere”.
     
     

  • Juanel

     
    Javier, lo uno no quita lo otro. Quiero decir que la perspectiva de una segunda vida tras la muerte no lleva a eliminar el esfuerzo por mejorar la presente en la dirección a la plenitud. Esta bajo mi punto de vista no es obra de Dios sino nuestra. La vamos haciendo nosotros en la historia sin intervenciones mágicas de Dios. Si Dios nos transformase de un plumazo en seres espirituales y divinos ¿en qué queda el sentido de la historia? ¿para qué tanto esfuerzo humano?
     
     
    Nunca hablo de certezas ni siquiera cuando hay datos demostrables, sino que cualquier conclusión o afirmación que hago está expuesta siempre a revisión y refutación, siempre provisionales incluidas las de la ciencia. ¡Cuánto más! en este tema de la resurrección, de la posibilidad de una segunda vida, en donde los datos son unos vagos escritos de hace 20 siglos y las creencias de sus seguidores. No hablo de certezas sino de esperanzas.
     
     
    Pensar como tú que la perspectiva de una segunda vida es negativa para el ser humano por que puede cambiar sus objetivos humanizadores hacia otros derroteros, pues yo no lo veo así sino todo lo contrario. Si tenemos un objetivo claro de plenitud humana en nuestra historia aunque sea a largo plazo, ayuda a no tomarnos la vida con pesimismo frente a la perspectiva del fracaso total de la muerte. Y pienso que dejar todo ello en manos de Dios es como poco una dejación de nuestras responsabilidades.
     
    Saludos cordiales

  • Javier Renobales Scheifler

    Oscar Varela,
     
    En lo que te entiendo, creo que das certero en el clavo:
     

    Dices: “…, no quise exponer al ruedo a Salvador Santos acerca de su interpretación (con la que concuerdo totalmente) en torno a un Dios “poderoso” que no abandona.
     Según Santos, Jesús madura en la convicción de todo lo contrario:

    1.      No hay tal Dios misericordioso y que no abandona.
    2.      El ser humano está solo con su tarea comunitaria.
    3.      La misericordia y salvación es tarea humana.”

     
    Si no te entiendo mal:
     

    es tarea humana, no de Dios, no divina.

     

    es tarea nuestra, exclusivamente nuestra, no de Dios (que no es poderoso, no puede hacer nada al respecto, pues no interviene en nuestras vidas)

     

    es por tanto tarea de aquí y ahora (traer el Reino de Amor, de Dios aquí y ahora), no de una hipotética e imaginaria vida después de la muerte.

  • Javier Renobales Scheifler

    Juanel y Santiago
     
    Qué manía de pensar y repensar en cómo hará Dios que sea lo que sea después de la muerte. Nadie tenemos ni idea de cómo será. Ni tampoco Jesús la tenía, hombre que era.
     
    Hablar de certezas, en todo esto, no es de recibo, racionalmente hablando. Sería como pretender tener la certeza de que la madre de Jesús se apareció en Lourdes o en Fátima.
     
    O que a José se le apareció en sueños un ángel, que le dijo que no repudiara a la madre de Jesús. José pudo soñar lo que fuera y debió distinguir que lo que vio en sus sueños no era realidad (si confundió sus sueños con la realidad, el problema es psicológico o psiquiátrico), y el sueño pudo ser histórico en cuanto a que soñó, pero nunca pudo ser histórico que se le apareciera en la realidad ningún ángel.
     
    Cuando y donde tenemos que hacer que el mal no triunfe sobre el bien es aquí y ahora. Y por ahora la tarea está sin hacer (la vida de las personas por término medio en los países ricos ronda los 80 años, mientras que en los países pobres, que son la gran mayoría, ronda la mitad, los 40 años).
     
    Desgraciadamente son cristianos los países más ricos, que son los que más armas fabrican y más armas vende y más gastan en preparar y hacer la guerra, (USA es la imagen del actual Imperio Mamon) lo cual indica que la manía de pensar y repensar todo esto de la vida eterna, la resurrección y similares es una evasión del problema real: pensar y repensar la vida de los 7.000 millones de hijos de Dios que vivimos (malviven la mayoría) ahora mismo en el planeta.
     
    La esperanza de la Humanidad no es, Juanel y Santiago, la resurrección de Jesús, ni el cristianismo (todo lo contrario: las grandes religiones como el cristianismo y el islám no han aportado a la Humanidad más que atraso y más explotación del hombre por el hombre, son una rémora).
     
    La esperanza de la Humanidad sería que cumpliéramos el mensaje de Jesús, de salvación aquí y ahora por el amor. Pero eso está muy lejos de la realidad, cada vez más, por desgracia para todos; por eso la Humanidad no piensa en el cristianismo como solución de nada.
     
    Si Jesús no hubiera resucitado (nadie sabemos si resucitó o no, sólo creemos que sí lo hizo), el problema y la esperanza de la Humanidad serían lo mismo que ahora: que cumpliéramos el mensaje de Jesús, para conseguir en esta vida –que tiene pleno sentido por sí misma, sin necesidad de resurrecciones- la mejor felicidad para cuantos más, todos iguales en la realidad …
     
    Lo cual está muy lejos de la realidad, y no vamos a mejor, sino que cada vez hay más pobres, y más abismo entre ricos y pobres y los ricos son cada vez más ricos, sobre todo los más ricos …

  • Juanel

     
    Santiago, destacas de T. Queiruga lo siguiente: “no mundana, no empírica, no apresable o verificable (solamente) por los sentidos, ni de la ciencia o de la historia ordinaria”..lo cual de ninguna manera implica negar SU REALIDAD…pero una realidad que trascendía lo material hasta llegar a “lo espiritual”.. Sin embargo, al leer en los Evangelios los relatos de la resurrección, al menos a primera vista la impresión que dan es que no están hablando de cosas espirituales, ni de otra realidad, ni de trascendencia, sino de algo completamente empírico. El problema es creer que sucesos como los que se describen puedan darse. Bueno, yo no tengo capacidad hermenéutica para discutir con los especialistas la interpretación correcta de los textos, pero las explicaciones trascendentes que intentan dar no las veo nada claras, sino que me parecen tan complicadas que me huelen a manipulación. Quizás lo que vieron, oyeron, tocaron y compartieron en aquellos días los discípulos de Jesús, incluso algunos que no lo eran, pudiera ser el despliegue de una tecnología muy avanzada incluso para nuestros días, ante la cual no tenían ninguna explicación y sólo podían relatar los sucesos que estaban viviendo. No es difícil intuir con los conocimientos actuales cómo pudo suceder, aplicando tecnología avanzada a aquellos sucesos, tales como la invisibilidad, la realidad virtual, etc.
     
     
    Lo que en definitiva nos vino a comunicar Jesús de Nazaret en los relatos de la resurrección, sea cual sea el modo en que lo hizo, es que hay una segunda vida para todos, que la muerte no es el punto final definitivo. Si esa segunda vida es completamente humana, tal y como somos con nuestro propios cuerpos biológicos, y no en otra realidad espiritual o trascendente, puedo entender mejor la formación de la comunidad humana del futuro unida por el amor. Tendremos nuestra vida personal y la de todos completamente desplegada SIN SECRETOS, tal y como Jesús nos dijo. Con ello tendremos todo el tiempo necesario para comprendernos mutuamente, perdonarnos y reconciliarnos unos con otros. Las consecuencias de ello son en mi opinión formidables desde el punto de vista ético, pues si nos vamos a ver muy pronto (creo que lo percibiremos como inmediato tras nuestra muerte) nos guardaremos muy mucho de hacer daños a los demás, de negarles nuestra ayuda etc., pues tendremos que darles explicaciones de nuestra actitud y comportamiento. Por tanto será mejor que desde ya me esfuerce por vivir sin secretos, sin mentiras ni disimulos o falsedades, como decía Pablo irreprochable. Nuestro juez no es Dios ni Jesús de Nazaret, sino nuestros prójimos que nos pedirán cuentas como yo también se las pediré a más de uno. Y la medida de juicio será la ética de Jesús, casi nada.
     
    Para mí la Realidad Trascendente, el ámbito de Dios queda más allá de la formación de la comunidad humana en plenitud. Y es que la plenitud es condición previa para nuestra divinización, para nuestro paso o transformación por el Espíritu al seno de Dios en lo Eterno.
     
    Saludos cordiales

  • Santiago

    Antonio,    interesante este artículo en su densidad teológica…Mas que “repensar” la Resurrección, Torres Q. ha querido tratar de explicarla…Y asi aunque fue unánimamente proclamada como el kerygma principal de la predicación apostólica y paulina (“vana sería nuestra FE sin creer en en la Resurrección”) lo que los apóstoles “vieron” fue una realidad distinta de lo meramente físico…como dice el “no mundana, no empírica, no apresable o verificable (solamente) por los sentidos, ni de la ciencia o de la historia ordinaria”..lo cual de ninguna manera implica negar SU REALIDAD…pero una realidad que trascendia lo material hasta llegar a “lo espiritual”..Esta “realidad” la provocó los encuentros de los Apóstoles con Cristo vivo pero bajo “otra forma”…por supuesto, no “alucinatorias” y que le hizo tener la certeza de que “Jesus ha resucitado verdaderamente” (Lucas 24,34)  Por lo que la “nueva vida” de Cristo NO está sometida a las “categorías biológicas” de este mundo porque ha pesar de que Cristo comió y bebió con sus discipulos sin embargo su presencia sobrepasaba los límites fisicos de la existencia humana…entrando Jesus resucitado en el ámbito del misterio espiritual de la existencia..que el NOS VINO A MOSTRAR a traves de la experiencia de la Resurrección..Es pues una existencia CORPORAL totalmente diversa de la de este mundo..El lenguaje escatológico resulta INSUFICIENTE porque es humano y que no hay manera de sustituir…pues no encontramos la expresión adecuada..Pero sin la expresión RESURRECCION perderíamos la realidad que quiere expresar el NUEVO TESTAMENTO
    La Resurrección de Cristo no hace desaparecer el dramatismo de la existencia humana. Sin embargo, quiere decir que el triunfo final no sera el del mal..Desde entonces obra en la historia con mas ímpetu la fuerza divina, cuya fuente es Cristo vivo resucitado. Vivo en la iglesia y en el mundo actualmente. Esta fuerza libra al que cree de las garras del mal, del egoismo y enciende en el el amor y le hace escuchar el grito de los pobres y de los oprimidos y se empeña en su liberacion. A la violencia de las armas y de las instituciones opone la fuerza de la verdad y de la justicia. Asi, junto al mundo del mal crece un mundo nuevo de amor y de justicia. Por eso la Resurreccion de Cristo es la esperanza del ser humano y del mundo..Si Cristo no hubiera resucitado seria vana nuestra fe y tambien nuestra esperanza                    un saludo cordial de Santiago Hernández 

  • Juanel

     
    ¿Y si la cuestión de la resurrección de cada uno de nosotros no tiene que ver con una intervención directa y mágica de Dios, o con la trascendencia, o con la realidad o ámbito de Dios, sino con lo humano, con el futuro quizás no tan lejano de la historia humana? Las expectativas que se están abriendo para las ciencias en un próximo futuro son espectaculares, tanto que producen un fuerte temor y desconfianza. No tenemos aún la ética suficiente para impedir que nos lleve a un desastre o lo que es peor a un futuro espeluznante. Pero si logramos poner los avances a favor de “toda” la humanidad, entonces en lugar de temor lo que tenemos es una poderosa fuente de esperanza.
     
    Hoy conocemos los mecanismos básicos de la vida. Se tratan e investigan todo tipo de enfermedades con éxitos rotundos más que fracasos. El envejecimiento se trata como una enfermedad más y puede que en los próximos decenios se tenga una terapia eficaz para eliminarlo. Los esfuerzos apuntan como meta a terminar con la enfermedad y el sufrimiento. También la neurología ha avanzado incomparablemente más en el último decenio que en el resto de los siglos anteriores para la comprensión del cerebro y sus funciones mentales.
     
    Dicho esto, la Ciencia para mí NO es Dios en absoluto, sólo es el resultado del esfuerzo humano al acumular conocimientos en el tiempo. Pero si creo en el triunfo final del bien, de que la enfermedad y el sufrimiento serán vencidos, de que el mal y la muerte serán superados. (tendremos conocimientos suficientes para burlar la muerte si conseguimos manejar el tiempo).Y todo esto no por trascendencia en el ámbito de Dios, sino a lo largo de la historia humana que tiene para mí un futuro formidable. En ese futuro nos veremos todos tal y como somos, con nuestro propio cuerpo con todo su vigor, salud y belleza. En definitiva, alcanzaremos la plenitud humana porque creo que Dios mismo ha apostado por nosotros y nos sostiene en el esfuerzo por conseguirla.
     
    Saludos cordiales

  • Gabriel Sánchez

    Digamos que la realidad y en este caso la realidad de la Resurrección  es tan basta en hondura, profundidad, que posibilite infinitos modos de abordajes todos ellos correctos, pero incompletos, porque, por qué nuestra naturaleza no agota la inmensidad de ese acontecimiento que no cabe en nuestro entendimiento (por enormemente grande), es decir porque lo infinito, no es mensurable, ni capturable en lo finito… (metáfora de volumen)…
     
    Sin embargo con el maestro que es don Andrés me permito repetir, estas frases que son para mi, una verdadera oración… Hace tiempo lo había expresado insistiendo en la necesidad de “recuperar la experiencia de la resurrección”[2], ese humus común, rico y vivencial, previo a las distintas teorías en que desde sus comienzos la comunidad cristiana ha ido expresando su fe . Tal experiencia se manifestó fundamentalmente como una doble convicción de carácter vital, transformador y comprometido. Respecto de Jesús, significa que la muerte en la cruz no fue lo último, sino que a pesar de todo sigue vivo, él en persona; y que, aunque de un modo distinto, continúa presente y actuante en la comunidad cristiana y en la historia humana. Respecto de nosotros, significa que en su destino se ilumina el nuestro, de suerte que en su resurrección Dios se revela de manera plena y definitiva como “el Dios de vivos”, que, igual que a Jesús, resucita a todos los muertos ; en consecuencia, la resurrección pide y posibilita un estilo específico de vida que, marcada por el seguimiento de Jesús, es ya “vida eterna”.
         Con cariño desde un soleado Montevideo.- Gabriel

  • francisco javier peláez

    GRACIAS.Pepe.

  • oscar varela

    Hola M. Luisa!
     
    Dejo a un lado lo del SER como COSA (substancia).
     
    Puede ser que no se vea claro para quien no ha sorteado la valla del Modernismo cartesiano y su continuada inflación en los imperialismos de Hegel, “conciencia vaciada “ de Husserl y todo los Existencialismos (Heidegger, Sartre, etc.).
     
    Solo era para darle una pista a Andrés.
     
    Pero no quise exponer al ruedo a Salvador Santos acerca de su interpretación

    (con la que concuerdo totalmente)
    en torno a un Dios “poderoso” que no abandona.
     
    Según Santos, Jesús madura en la convicción de todo lo contrario:
    No hay tal Dios misericordioso y que no abandona.
     
    El ser humano está solo con su tarea comunitaria.

    La misericordia y salvación es tarea humana.
     
    Por otra parte, ya lo he dicho muchas veces con letra del Tango “Tormenta”,
    que es también experiencia vital del protagonista:
     
    “Lo que aprendí de tu mano
    no sirve para vivir”
    ···············
    Para que no te cueste andar buscando en el larguísimo y titubeante escrito de Queiruga,
    te pongo un botón de muestra acerca de la creencia en la que está y sustenta todo su discurso;
    que tiene todo el derecho; como yo el mío de no dejarme encerrar en el brete de viejo y “nuevo” Paradigma. Para mí esa “teología” no es vieja, pero sí, es remendada..
     
    Vaya el párrafo de Andrés:
     
    La vivencia del Abbá y la fidelidad a la misión le permitieron comprender que Dios no nos abandona jamás y que —como había descubierto el libro de Job— la desgracia no es un signo de su ausencia, sino una forzosidad causada por la finitud del mundo o por la malicia de la libertad finita. Pero también —más allá de Job— que por eso mismo Dios está siempre a nuestro lado, acompañándonos cuando nos hiere el mal y apoyándonos en la lucha contra él; sobre todo, asegurando nuestra confianza en que el mal no tiene la última palabra, aunque no siempre resulte fácil verlo, principalmente cuando la muerte parece darle el triunfo definitivo. Los evangelistas intuyen esta dialéctica, cuando se atreven a poner en los labios de Jesús, por un lado, el grito de la interrogación angustiada: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34; Mt 27, 46); y, por otro, las palabras de la entrega confiada: “en tus manos pongo mi vida” (Lc 23, 46).
     

  • M.Luisa

    He tomado al azar una página la 164 del libro  “Repensar La Resurrección”  de T. Queiruga y dice en ella en el tercer párrafo:  Por eso tener fe en la resurrección  de Jesús de Nazaret  no es proclamar la memoria  de un personaje del pasado, ni siquiera limitarse a anunciar su exaltación a la plenitud divina, sino también incluirse en su seguimiento. Es decir, entrar en el dinamismo  vivo del reino por él inaugurado, siguiendo sus pasos en una vida que, a pesar de todas las cruces, goza ya de idéntica esperanza de resurrección (…)
     
    Tal vez yo haga de esa lectura una interpretación  equivocada  pero   lo que  no veo en ella  es la idea de COSA en su tratamiento.
     
    Para mí, Oscar, que es posible que no  entienda lo que quieres decir,  no es que Queiruga  se limite a   re-formar  la Ontología,   es que de forma radical en su “repensar”   la trastoca  de arriba a bajo al anteponer   la “realidad” al “ser”.
     
    Queiruga para hablar de la resurrección parte de la realidad, es decir, desde el  mismo suelo  en donde pisa Jesús. La idea del ser se ha forjado siempre  al hilo del entendimiento, pero realidad no es algo entendido sino algo sentido sin que como,  para el  ser,  necesite  del  momento de la presencia en la que,  para afirmarse,  fijará  en ella sus conceptos.  En cambio partiendo de la realidad  tal como lo expresa el párrafo  que he transcrito,  se entra  en ella   y   se va penetrando en la  hondura de la presencia mediante la propia realización  personal en el seguimiento. Realidad y ser no coinciden, pero no se excluyen  ni se oponen, se trata de dos  dimensiones distintas.
     
    No sé, tal vez esté equivocada…habre de reflexionar un poco más y procurar entenderte
     
    Un abrazo


  • Antonio:

    Te agradezco tremendamente por habernos colgado: el epílogo del libro de Andrés Torres Queiruga “Repensar la Resurrección”.

    Ahora durante la Semana Santa acabo de leer el libro: THE LAST WEEK The Day-by-Day Account of Jesus’s Final Week in Jerusalem por Marcos J. Borg and John Dominic Crossan. EXCELENTE

    Me pone en mente la famosa cita “del antaño” del Cardinal Bellarmino al Padre Froscarini (1615): “Les digo, que en mi opinión, Ud. y el Señor Galileo deben actuar prudentemente y presentar las cosas simplemente en una manera hipotética en vez de una manera categórica.”

    Para Marcos J.Borg (quien no es católico) le importa un pito el “Santo Oficio” de hoy. Pero para Froscarini y Galilei Galieo el FUEGO de la “Santa Inquisición” NO ERA NI METAFORA NI PARABOLA.

    Felices Pascuas de la Resurrección a ATRIO.

    Justiniano de Managua

  • pepe sala

    “” ¿Tiene el percebe una semilla,por cierto?.A ver si algún gallego nos lo aclara.”
     
    ¿Por qué  ha de ser gallego quien aclare la cuestión MUY IMPORTANTE que pregunta un madrileño?
     
    Con la venia intentaré aclarar tu pregunta, a pesar de ser LEBANIEGU ( se dice que nacer lebaniegu es como tener media carrera hecha, si luego se pasa por Bilbo, la carrera ya se supone en un 75%).
     
    Los percebes ni tienen alas ni plumas. Están agarrados a las rocas de tal forma que, incluso sin el peligro de las olas machacándote o arrastrándote hacia la mar, son muy difíciles de arrancar de las rocas. Las MATAS de percebes son muy parecidas ( para que se comprenda de forma sencilla) a las matas de los arbustos o, si se quiera, a los corros de las setas. El buen percebero sabrá elegir los precebes adecuados y dejará los pequeños para poder coger percebes en las próximas mareas anuales. Si se arrasan las matas y se deja la roca limpia, el año que viene no habrá percebes y puede que en muchos años tampoco se recuperen.
     
    En Punta Galea hay unos bloques de hormigón que derrumbó un golpe de mar . (se llevó al arquitecto de la obra del muelle que intrentaba unirse con el suerpuerto de Santurce.) Nunca se ha vuelto a encontrar el Land-Rover ni a sus ocupantes que habían bajado a inspeccionar la resistencia de los bloques de hormigon. ( pesan varias toneladas cada uno)
     
    Pocos años después, los bloques descolocados y abandonada la obra, comenzaron a criar excelentes percebes. ¿ De donde llegaron?…nunca me interesó. Pero yo lo llamaba ” la huerta” de percebes. Era mucho más sencillo arrancarlos allí que cuando iba a San Juan de Gaztelugatxe, Cabo Matxichaco, Cabo de Ajo, etc, etc.
     
    Sólo tenía un problema: las peligrosísimas grietas que han quedado entre los bloques, añadido al musgo muy resbaloso , hacen muy peligroso llegar hasta donde se crian los percebes. Nunca debí enseñarle ” la huerta” a un señor que tenía 5 hijos y ningún trabajo. Se llevó a uno de sus hijos para conseguir más dinero con la venta de los percebes y aún tengo cargo de conciencia porque el muchacho ( de 16 años) tampoco ha vuelto a aparecer porque se cayo por una de las grietas.
     
    Aún recuerdo el MIEDO que yo pasaba cada vez que iba a percebes a la ” huerta”. Debajo de un bloque que había quedado en una posición favorable, estaba abarrotado de excelentes percebes. Había que entrar bajo el bloque arrastrándose de espaldas ( sin los trajes tan buenos que llevan los percebeiros gallegos) y trabajar lo más rápido posible, porque la mar no daba tregua.
    Había que trabajar al ritmo de las olas, Cuando el agua te inundaba había que aguantar la respiración y cuando bajaba había que arrancar los percebes a ritmo frenético. Malo era el agua machacándote e incrustándote en la grieta, pero a éso ya estábamos aconstumbrados quienes conocíamos los asuntos del percebe.
     
    Lo terrible que no me dejaba dormir era que, a la subida y bajada de la ola, el enorme bloque de hormigón se movía y hacía un tétrico sonido. Aún resuena en mis oidos y aún le doy gracias al percebero más valiente que he conocido cuando me dijo:
    — Pepín, estoy cogiendo miedu a los percebes de Punta Galea. Tenemos que buscar otros sitios.
     
    UFFFF!!!!…… Ahora se habla de una crisis y de una reforma laboral. Bueno, pues algunos conocemos otras circunstacias , otras crisis y otras reformas laborales, y sabemos que los percebes no son materia exclusiva de los gallegos .
     

  • oscar varela

    Hola!
     
    Leo en 7. Consideración final:
     
    Al lector corresponde decidir, libre y críticamente, cuál de los dos campos le parece el más justo y acertado
     
    I.- PREGUNTO (para poder interpretar correctamente a Andrés):
    ¿cuáles son esos DOS CAMPOS?
     
    1ª hipótesis: que sean los Campos:
    * uno: Global (visión de conjunto)
    * otro: Aislada (puntos concretos)
     
    2ª hipótesis: que los dos campos sean:
    * uno: visión teniendo en cuenta la Modernidad
    * otro: visión sin tener en cuenta la Modernidad
     
    II.- RESPONDO a “¿cuál de los dos campos me parece el más justo y acertado?
     
    Ninguno de los dos
     
    Porque hay un campo “extra”, que modifica radicalmente el “supuesto” Dios de Andrés.
     
    Ese Dios es solo una “reforma” (no-nuevo) del del A.T.
    dando al traste el NUEVO T. de Jesús.
     
    III.-Crítica:
    Porque ese Dios es también el de la Modernidad (Razón pensante)
     
    La Modernidad no ha modificado radicalmente la noción del SER (toda la Ontología)
    Sólo la ha “re-formado”: pasa de:
     
    RES extensa
    a
    RES cogitans
     
    Pero sigue en la RES (COSA).
     
    Y la vida humana (Jesús, c/u de nosotros) no es COSA alguna.
     
    ¿Se entiende? Tal vez no ¿no?
    ¿Qué le voy a hacer?
     
    ¡Seguir yendo todavía! – Oscar.
     

  • Carmen (Almendralejo)

    Creo que nos he más difícil creernos que podemos RESUCITAR CADA DÍA, que creer que algún días resucitaremos después de muert*s.
    Siempre he sentido que no obtendremos nada depués de muersto, sobre aquello que desconocemos… si no sé de alguna fruta de África y su sabor ¿cómo podré resucitarla en mi memoria cuando ya no esté con vida?
    El amor, quienes nunca han amado de verdad a una mujer, a un hombre como sabrán resucitar en ese Amor que te invita a Resucitar.
    De todas formas deseo y espero que seamos más generos*s y aunque otras personas puedan REsucitar en otra vida, nos agarren y tiren para ella.. Como también en esta vida otras personas Resucitan luchando para el bien de todas las demás.

  • francisco javier peláez

    Continuo.Leo cosa curiosísima en la wikipedia sobre los percebes.Al parecer hasta a la Edad Moderna se inventaron los cristianos que determinados gansos eran la metamorfosis del percebe patra salvar las prohibiciones de la cuaresma y pasar por pescados los gansos.Se trataba de gansos migratorios que no se conocían las crias y luego el percebe parece que tiene plumas.!Lo que no inventen para saltarse la cuaresma..!.Por otra parte,estoy de acuerdo con Queiruga que uno de los “fundamentos” de la creencia en la resurrección es el sinsentido de la historia para las víctimas….

  • francisco javier peláez

    Inteligentísimo este epílogo.Procuraré leer el libro.Parece mentira que un hombre que se expresa en términos de tanta modestia se le pueda tratar tan malamente.No puedo estar más de acuerdo con algunas de sus planteamientos,incluso algunos de sus planteamientos me son muy útiles.Es muy común entre gente no creyente en la resurrección expresar la idea de que,al fin y al cabo,todo “forma parte de la evolución:nacemos ,crecemos y morimos”,o como me dijo un vecino mayor y enfermo cansado de vivir “como el percebe se muere…”.Yo escuchaba atentamente mientras me decía “que a ver si se aprueba la eutanasia que me apunto el primero…”.En fin,si tenemos la suerte  en llegar a cierta edad esperemos no sea en un estado lamentable y,en todo caso,esperemos que la resurrección en la carne  no sea en esa misma carne lamentable.La visión de Queiruga me tranquiliza en ese sentido.También me parece inteligente la imagen de la resurrección como la “bellota” y el “roble”,la imagen de la semilla.¿Tiene el percebe una semilla,por cierto?.A ver si algún gallego nos lo aclara.

  • sarrionandia

    El Paso de la vida se da en el transcurso del tiempo y en la conquista de la libertad. Tiempo, Vida y Libertad es algo único, humano y divino que fluyendo por nuestas venas y temblando por nuestros nervios nos anuncia la Realidad de la que venimos y a la que vamos. La vida conocida es un paréntesis de la vida real, de la Vida que el nacimiento nos arranca y la muerte nos devuelve.El sentido de la resurrección  pasajera es reconocer y aceptar la libertad como responsabilidad.

  • Juanel

     
    Comparto con T. Queiruga el fondo común sobre la fe en la resurrección de Jesús como primogénito de la de todos los seres humanos. Sin embargo, su propuesta teológica como explicación y comprensión del tema en la cual dice que intenta respetar el paradigma modernista, no me parece que lo haya logrado. Y es que de entrada, la irrupción de la trascendencia divina en la vida humana choca frontalmente contra dicho paradigma. Si pretende suprimir lo mágico o lo milagroso de la resurrección, lo que hace es hundirse en él saltando al plano de la trascendencia. Yo le preguntaría ¿qué cualidad o capacidad humana permite al individuo o colectivo humano moverse en el plano trascendente con soltura, afirmando que en él sucede tal cosa o tal otra, que sea de una manera o de otra, …? ¿Basta como propone, apelar al conocimiento experencial que concreta como un “caer en la cuenta”? ¿Cuántas veces se “cae en la cuenta” de algo completamente erróneo? Sin datos que puedan refutarse de algún modo, sobre los cuales pueda elaborarse una hipótesis de trabajo para alcanzar conclusiones siempre provisionales y en revisión, mucho me temo que en lugar de conocimiento lo que tenemos es una proposición especulativa que no rebasa el ámbito de la fe. Quizá T. Queiruga no pretende rebasar este ámbito, pero sin salirnos de él en mi opinión no consigue poner la fe en sintonía con el paradigma modernista. Los que asumimos el paradigma modernista matizado por el postmodernismo y seguimos teniendo fe, no podemos saltar al plano trascendente sin que estallen todas las coherencias de nuestros planteamientos de base.
     
    Saludos cordiales

  • Antonio Vicedo

    – ¿Y por qué no aprovechar todo el empeño cultural de teólogos apoyados en su libertad investigadora y responsabilidad de creyentes para la valorar al máximo lo testimonial histórico de Jesús y lo testimonial histórico. fiducial del discipulado de Jesús, como soporte de la coherencia práctica de nuestro seguimiento a Jesús y nuestra fe en su trascendencia divina?
    ¿Acaso no es en la práctica y con las propias actitudes, hechos y comportamientos como se da prueba del verdadero seguimiento y de la condición de discípu*s del Maestro Mesías, Jesús de Nazaret, Crucificado, y Resucitado de modo que desborda nuestra relativa deficiencia?
    ¡QUE LA FE EN LA RESURRECCIÓN DEL CRUCIFICADO  ALIENTE LA ESPERANZA EN LA JUSTICIA DE TODAS LAS VÍCTIMAS HUMANAS! ¡ALEGRÍA!
     

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