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Perdón

Se perdonan las deudas y las ofensas. Ahora bien, ¿qué sucede cuando el deudor o el ofensor no sabe lo que hace? La deuda impagada es una ofensa y la ofensa no reconocida es una deuda. Al pagar la deuda ésta desaparece y, al reconocer la ofensa como ofensa, la misma desaparece.

Condicionar el perdón a la justicia es desconocer el perdón. De hecho, perdonar es justicia ya que el perdonar reconoce el desconocimiento de lo que se está haciendo. Es curioso: si perdonamos, no perdonamos la ofensa que no existe por desconocimiento de la misma. Claro que si el perdonado desconoce la ofensa igualmente desconocerá el perdón y, entonces, no hay ni perdón ni ofensa. Pero si el perdonador conoce la ofensa se incapacita para perdonar, en cuyo caso, si hay ofensa y no hay perdón.

Esta confusión se aclara por la etimología de la palabra «perdonar». (Espero que Oscar esté de acuerdo). El prefijo “per” de per-donar indica continuidad, continuidad en el don. Si el pecado rompe el don, la gracia vuelve a reinstalar el don. El perdón demuestra que es imposible vivir en pecado, porque nadie puede “querer el mal como tal” y necesita disfrazarlo como bien de cualquier manera. Lo cual muestra que cuando pecamos no sabemos lo que hacemos y, por lo mismo, somos acreedores de per-don.

***                                ***                                ***

Se me ocurre, y pido perdón por ello, que Munilla podría perdonar la resilencia de ETA y que podría perdonar las denuncias de Arregi, como Arregi le perdona a él el destierro al que lo enviaba.

Si están en desacuerdo con lo que digo protesten, pero perdonen.

15 comentarios

  • Javier Renobales Scheifler

    Gracias Jesús Ollora por tu amable respuesta, que me sorprende.
     
    Me atreví a preguntarte porque lo calificaste como ministro de Dios tan rotundamente, que me pregunté de dónde salía tal calificación.
     
    No se me había ocurrido que se pudiera considerar ministro de Dios a una persona por el hecho de que otros le consideren ministro de Dios o lo acepten como tal. Entiendo que para que eso no sea un razonamiento circular, tiene que haber alguien que lo haya nombrado o establecido como ministro de Dios en un momento anterior.
     
    Pero ¿dónde, cuándo y cómo Dios habría intervenido en el mundo para facultar a alguna persona a nombrar ministros de Dios o para nombrarlos Dios mismo?
     
    Y diría que para que sea verdaderamente aceptado por la comunidad, ésta tendría que tener la posibilidad de no aceptarlo y aceptar a otro, tendría que tener alguna posibilidad de elección, lo cual me parece que no existe en el catolicismo -al menos el que se vive en España-.
     
    Aceptar porque no te queda otro remedio se expresa mejor con los términos ‘recibir algo impuesto’.
     
    La verdad es que no creo que Dios necesite ministros humanos en el planeta.  No veo para qué podría Dios necesitar tener ministros suyos por el mundo. Mejor, menos engañoso, sería llamarlos ministros del papa, o de los jerarcas, a mi modesto modo de ver, pues arrogarse que son de Dios es como cuando Escrivá de Balaguer atribuye su Opus a Dios, y lo llama Opus Dei, obra de Dios (pensamiento mágico y manipulación de Dios, del Dios de todos).
     
    Al llamarlos ministros de Dios se da la impresión de que Dios ha tenido algo que ver con su nombramiento o con sus funciones o con sus actos, y eso no es verdad: Dios no ha tenido nada que ver (salvo que eso de la fe que dices se lleve hasta este extremo de crear la creencia de que Dios interviene en los nombramientos y en los actos y funciones de esos llamados ministros de Dios, lo cual me parecería pensamiento mágico y manipulación de Dios).
     
    La verdad (que decimos buscar) es que los que se dicen ministros de Dios en el catolicismo no son siquiera nombrados-elegidos por la comunidad, sino impuestos jerárquicamente desde la cúspide de la pirámide (Munilla e Iceta son casos recientes por esta zona, los cuales no pueden ser rechazados por la comunidad, que se ve forzada u obligada a aceptarlos).
     
    En cuanto a Rouco, la presunción de inocencia no le da la cualidad de ministro de Dios que él se arroga y tú le reconoces.
     
    En cuanto a las creencias que envidias de tu padre ¿qué te impide tenerlas tú? Eres libre de creer lo que quieras; si deseas tener las creencias que envidias de tu padre, no tienes más que creerlas ¿no?
     
    Gracias en todo caso, Jesús Ollora, evidente es que yo tampoco tengo, en cuanto a la razón y la verdad, lo que creo es una parte e ellas, seguro como estoy de que en parte estoy equivocado; saludos cordiales.

  • JESÚS OLLORA OLARTE

    Javier, me preguntas si creo que el cura es un ministro de Dios.
    Antes de contestarte te diría que para mí no hay ni un Dios,  ni tres dioses (como decía el catecismo de Ripalda), ni….  quizá Dios es la suma de todos los dioses individuales y sus ministros son sus ¿quizá delegados?, o ¿quizá embajadores?. ¿Quién los ha nombrado?. Quizá la gente que los considera sus ministros y los acepta como tales. Y ahí incluyo a los ministros de las religiones monoteistas, politeistas, animistas…..Sobre todo si ellos y sus fieles son de buena fe y creen en su verdad.
    Me aportas una página de redes cristianas sobre Rouco Varela y me preguntas si ese es un ministro de Dios. Pienso que hay que amar al prójimo y nadie (ni siquiera un ministro) puede esquivar este amar a cualquiera, aunque sea de tu misma o diferente raza, religión, opción sexual, etc.
    Los ministros de los gobiernos terrenales o divinos se pueden equivocar y no por eso voy a renunciar a lo que representan.
    De todos modos, y respecto a Rouco quiero aplicar el Artículo 24.2 de la Constitución Española y en consecuencia aplicarle la presunción de inocencia.
    Como he empleado muchos quizás, no me quiero escapar sin decirte que no tengo la razón ni la verdad absoluta y a veces envidio a los que tienen ideas claras, yo no las tengo, soy cristiano y voy a misa pero con una montaña inmensa de dudas. Mi padre, que falleció hace poco, era cristiano a machamartillo y sus creencias eran envidiables para mí.  Yo sigo con mucha intensidad la búsqueda de la partícula de Dios y … ¡Ojalá no aparezca!.
    Me parece que no vale la pena hablar más de mi fe.
    Un abrazo
    JESÚS OLLORA,

  • Javier Renobales Scheifler

    Jesús Ollora,
     

    Aquí aparece con foto y todo uno de esos que llamas ‘ministro del Señor’ (o sea ministro de Dios)
     
    http://www.redescristianas.net/2011/12/15/denuncian-a-rouco-varela-por-incitacion-al-odio-contra-los-homosexuales/
     
    Si este es un ministro de Dios, yo prefiero ser ateo, para ponerme a salvo de esos, antes que creer en ese dios.

  • Javier Renobales Scheifler

    ¿De verdad te crees Jesús Ollora que el cura es ‘un ministro de Dios’?
     
    Te pregunto ¿Acaso Dios lo ha nombrado su ministro, al cura? ¿Dónde, cómo y cuándo? ¿Dios va por ahí nombrando ministros? Y resulta que todos los imaginariamente nombrados ministros por Dios ¿casualmente son todos católico-romanos?

    Saludos cordiales 
    ¿El hechicero de una tribu amazónica también es otro ministro del Señor, Jesús Ollora? ¿Y el chamán y el imán, también son ministros del Señor?
     
    Yo creo que el cura no pasa de ser un ministro del obispo que lo hizo cura, lo mismo que un obispo no pasa de ser un obispo del papa que lo hizo obispo, y el papa no pasa de ser un papa de los cardenales que lo pusieron de papa y de Jefe de Estado Vaticano ¿también del Señor?.
     
     Nada de esos nombramientos a dedo tiene que nada ver con Dios, a mi modesto  modo de ver. Sólo tienen que ver con humanos, y además con humanos organizados dictatorialmente, o sea, con gran dosis de inhumanidad, como tienen todas las dictaduras

  • Joxe Migel

    No puedo estar más de acuerdo con la exposición de Javier, sobre en lo que hace referencia al catolicismo, y en la ambiguedad  que supone ese perdón sin cortar con el ofendido. Sobre el perdonar y no olvidar, el camino hacia la curación de las cicatrices parece pasar por una toma de conciencia de la profundidad de la ofensa  más que por el olvido, no podemos olvidar haciendo desaparecer de la memoria aquello que constituye nuestra identidad… y cada recuerdo es un escalón más hacia la madurez.

  • ana rodrigo

     
    Teorizar sobre el perdón creo que es fácil y se nos pueden ocurrir muchas cosas, pero, pienso que no sabemos lo que es el perdón mientras no nos encontremos con casos como los que menciona Javier. Son casos límite, y a la víctima sólo podemos respetar sus decisiones y sus sentimientos.

    Ahora bien, respecto a otro tipo de miserias humanas podríamos decir el dicho popular “no ofende quien quiere, sino quien puede”. En ocasiones la persona ofendida se siente como tal por un alto concepto se sí misma, y en otras ocasiones da más pena el ofensor que el hecho en sí mismo. Y como la casuística es infinita, las teorías valen poco a la hora de la verdad.

  • Javier Renobales Scheifler

    NO es por rizar el rizo, Jesús Ollora, pero Jesús dijo aquello tan repetido por aquí de ‘conmigo lo hicisteis’.
     
    Esta humanidad de Jesús es la única forma que tenemos, los que tratamos de seguir a Jesús o simplemente tratamos de ser más humanos, de imaginar a Dios (ver al Padre, lo llamó Jesús): Dios estaría así en la víctima de la ofensa infligida por quien se va a confesar, sobre todo en cuanto a esa ofensa. (Es la idea que he leído a algún místico: Dios encarnado, no sólo ya en Jesús víctima humana, sino en todos, sobre todo en los que más sufren o hacemos sufrir: el imaginario Dios, encarnado en la víctima de la ofensa del que ‘se va a confesar’).
     
    El cura confesor se arroga pretencioso el imaginario poder de Dios de perdonar o no la ofensa infligida a la víctima: cuando el puro sentido común, la mera razón, nos evidencia que quien debe perdonar es la víctima, no un tercero entrometido como es el cura confesor, que nada tiene que ver ni con la ofensa, ni con la víctima, ni con el pecador, sino que es uno que se ha montado un poderoso negocio de tráfico de imaginario perdón de Dios.
     
    Con ello esta ‘ética’ católica les ha robado durante siglos y siglos –y lo que te rondaré- a las víctimas su lugar evidente y verdadero en la ofensa y en el verdadero perdón al ofensor.
     
    Y le ha robado su lugar al mismísimo imaginario Dios: es la víctima humana, o sea Dios que ES en esa víctima humana ofendida (conmigo lo hicisteis, dijo un humano, Jesús refiriéndose a un humano, no a Dios), quien perdona a través del perdón de la víctima (cocreación), y no a través de la mágica absolución del cura, el cual es ajeno a todo ello y no sirve más que para complacer injustamente al ofensor, a cambio del lugar prevalente en que éste coloca al cura en el llamado sacramento del perdón.

    Toda una engañifa. Así es más fácil seguir ofendiendo a las víctimas humanas, gracias a la confesión católica.
     
    NO es un verdadero sacramento, sino pura y fabulada magia de hechiceros poderosos, pues dejan de lado el amor de la víctima y a la víctima (que es lo que tiene que estar en el lugar prevalente en el acto de perdonar, y no el cura ni el ofensor-pecador), víctima en la cual está Dios, el cual me atrevo a imaginar que realiza su perdón a través del perdón que pueda-quiera realizar la víctima, y no de otra forma.
     
    El pecador tiene que hacer lo necesario para obtener el perdón de la víctima, no del cura. Pero esto es demasiado duro y difícil para el ofensor-pecador: así que se deja comprar por un falso perdón que le vende el cura confesor, que vende estados de ‘gracia de Dios’. Menuda filfa.
     
    Sin el amor de la víctima, en la que reside el amor de Dios sobre todo en lo relativo a esa ofensa, no hay sacramento que valga. El amor es a la víctima de la ofensa y hay que realizarlo en la víctima -obras son amores, decía Pepe Blanco el otro día), y sin ese hecho de amor realizado a la víctima de la ofensa, no cabe amor a Dios. Por lo tanto hay que confesarse con la víctima, no con el hechicero-cura.
     
    En suma: el pecador tiene que obtener el perdón de manos de la víctima, no de manos del cura. Es una moral o ética muy insana y dañina, esta moral o ética católica del que llaman sacramento de perdón.
     
    No creo que Jesús haya querido nunca darles a los curas ese poder que se arrogan de decidir si Dios perdona o deja de perdonar.
     
    Claro, sin divinizar a Jesús, no podían pretender que éste hubiera podido conceder semejante absurdo e inhumano poder a unos eclesiásticos. Así que otro motivo más para divinizar a Jesús: arrogarse decidir cuándo y a quien perdona o no Dios. Sólo el cura puede perdonar a un poderoso Rey que tema ‘ir la Infierno’ por tantos asesinatos como los que nos tiene acostumbrada la Historia de los reyes, emperadores y poderosos militares.
     
    A la vez que así , con la confesión católica, se enteran los llamados ‘de vida consagrada’ de las ofensas y de las culpas que llevan en lo profundo los que se someten a tan irracional trato por la llamada autoridad religiosa: una información muy valiosa, para quien ejerce poder. Que nos pillen confesados, diría el otro. Pero no por un cura, claro, que eso no sirve para nada.

  • Javier Renobales Scheifler

    Pues así a bote pronto, Asun, perdono pero no olvido seguro que es un inmenso esfuerzo en perdonar para una madre a la que la ETA o la policía le ha matado a una hija. Que te maten una hija entiendo, desde el frío intelecto -pues no estoy ni de lejos en el caso-,  que no lo puedes olvidar nunca, por mucho que perdones.

    Yo le ví a mi padre perder un hijo que acudió a un rescate de un niño que se había perdido en el monte, y creo que nunca más lo pudo superar, al menos del todo; y eso que nadie se lo mató, a mi hermano, sino que murió en un desgraciado accidente del que a nadie se puede culpar, y no había pues nadie a quien perdonar.

    Ni Dios tuvo nada que ver, dicho sea de paso, ni con la muerte de mi hermano, ni con la del niño perdido, que nunca apareció. Quizá hubo culpables en la muerte del niño: pero al no ser hijo propio, los sentimientos son muy diferentes, y una muerte así si se puede olvidar por quienes no somos sus padres, y se puede perdonar.
     
    El perdón permite vivir más feliz a quien consigue perdonar. Supongo que también al perdonado, pero no sé si con ese perdón puede el perdonado superar la culpa, sobre todo en los casos graves.

    Una cosa, muy difícil en muchos casos, es decir públicamente que perdono, y otra más difícil es conseguir olvidar del todo la ofensa grave, dañina y malintencionada, superarla completamente hasta olvidarla del todo.

  • Asun

    ¡Ah!  “Perdono , pero no olvido“. ¿Y eso qué es?

  • Asun

    El perdón no conoce ofensa, y donde no hay ofendido, no hay ofensor.

    Pusieron en boca de Jesús: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. E hicieron todo un tratado después del perdón requerido para olvidar la  ofensa. ¿No es contradicción ? Porque además ¿Cómo es posible que se creara ese imaginario colectivo, si el Padre misericordioso de la parábola se mueve en el amor compasivo y gozoso,  no sintiendo ofensa alguna ni del hijo pequeño ni del mayor?

    Gracias, Joxema, por “desubicarnos”.

  • Beatriz

    Profundo tema el planteado por Josemaría. Digno de ser abordado interdisciplinariamente y de no ser reducido al área de las religiones.
    Mucho e interpelante se ha escrito sobre el perdón en el ámbito de la filosofía. Sugiero: Arendt, Hanna. La condición humana; Derrida, Jacques. El siglo y el perdón; Morin, Edgar. Mis demonios; Ricoeur, Paul. La memoria, la historia y el olvido.

    La etimología de la palabra aporta algún elemento significativo. ‘Perdón’ proviene de perdonar, y ésta pertenece a la familia de donar, del latín donare, derivado de donum: ‘don’; éste, a su vez, de dare: ‘dar’. Donar, según Nebrija, es un ‘dar gracioso’ (Cf. Joan Corominas y José A. Pascual. Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, vol.II)

    Ahora bien: per, del latín per, es una “preposición inseparable que esfuerza o aumenta la significación de las voces españolas simples a que se halla unida”. (Cf. Real Academia Española. Diccionario de la Lengua Española, ed.1970) La unión de ambos significantes sugiere que el perdón es un don gratuito extraordinario, más que un regalo. La primera acepción consignada por este último diccionario dice: “Perdón: remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente”.
    Para seguir pensando…¿no es así?

  • JESÚS OLLORA OLARTE

    Javier Renobales me ha convencido con su crítica a la confesión cristiana, ya que el ofensor paga su deuda con el ofendido por rezar tres padrenuestros o  incluso tres credos, pero sin que se entere el ofendido.
    Es más, el ofensor puede estar en gracia de Dios, ya que ha sido perdonado por un ministro del Señor y en cambio el ofendido puede estar sumido en el pecado ya que a lo mejor se encuentra dentro del odio hacia el que le ha ofendido.
    Puestos a entender más del tema leamos a Mateo
    5:23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,
    5:24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.

    Creo que se puede decir más alto pero no más claro.
    Saludos
     JESÚS

  • No estoy de acuerdo Josemaría con tu discurso y no por ello, me siento obligado a “protestar”, ni mucho menos a tener que “perdonar”. Sólo quiero expresar mi opinión, abierta siempre a ser mejorada….
    Me parece realmente ocurrente tu argumentación, no sé si oportuna al concretar con el ejemplo de Munilla.
    Pero no deja de ser una argumentación racionalista e intelectualista, al más puro estilo socrático, cuando identificas virtud y conocimiento: “El perdón demuestra que es imposible vivir en pecado, porque nadie puede querer el mal como tal”.
     Antes afirmas que ” si perdonamos no perdonamos la ofensa que no existe por desconocimiento de lo que se está haciendo” . Tú mismo piensas que ” esta confusión se aclara por la etimología de la palabra perdonar”  y crees “demostrar” lo indemostrable, cayendo en el error lógico, formal, de los  racionalistas, como San Anselmo o Descartes, al pasar de la IDEA de “perdón” , como premisa, a una conclusión en la que se afirma un HECHO´: “vivir en pecado”, que como tal hecho, sólo se puede demostrar empíricamente.   
    Saludos, Joan 

  • Javier Renobales Scheifler

    A mi modesto modo de ver, el perdón funciona de forma incoherente e inhumana en la ética católica, visto el sacramento del perdón católico.
     
    En la confesión católica dejan de lado a la víctima de la ofensa o deuda –llamada pecado-, y el penitente recibe la absolución del cura si éste quiere dársela, y con ello, si se ha arrepentido sinceramente el pecador y cumple la penitencia, recibe el supuesto perdón de Dios.
     
    La víctima queda así inhumanamente ninguneada; es posible que ni se entere siquiera de que su agresor-verdugo ha sido supuestamente perdonado por Dios; al agresor absuelto por el cura se le considera en la moral católica en estado de ‘gracia de Dios’, mientras la víctima sigue padeciendo el dolor del crimen sufrido en su persona, agravado porque a ella, ni le ha pedido perdón el agresor-pecador, ni le ha reparado el daño infligido.
     
    Por el contrario al cura confesor le han construido una posición esencial e imprescindible, ocupando el lugar de Dios decidiendo si Dios le perdona o no al pecador; lo cual muestra que el sacramento, así diseñado, está en realidad al servicio del poder de los que se arrogan el monopolio de conceder este sacramento y con ello el perdón de Dios.
     
    El sacramento debería servir y ayudar sobre todo a las víctimas de las ofensas confesadas, más que al criminal-pecador. Son las víctimas –y no el cura- quienes deben (deberían) ser imprescindibles para que pueda funcionar el perdón del sacramento.
     
    Si el etarra asesino (o el pederasta eclesial, o un guerrero del trío de las Azores, por poner ejemplos manidos) se arrepienten de sus crímenes, se confiesan con el cura de su elección (mejor si es de la misma o parecida ideología política que el pecador); si el cura le absuelve y el pecador arrepentido cumple la penitencia que le quiera imponer por el cura, supuestamente recibe el perdón de Dios.
     
    De forma que Dios no puede no puede no perdonar al pecador, si el cura decide absolverle, por muy Dios que lo imaginemos: ahí es nada, el poder que se arrogan curas y jerarcas, pues incluso Dios perdonador queda en un segundo plano, pasivo, en este diseño del sacramento, ya que el que decide perdonar es el cura.
     
    A continuación el pecador, si quiere cumple los sencillos requisitos para obtener una indulgencia plenaria (entre los cuales estaban el ir a Madrid a la misa del papa -en su último viaje a España-, y rezar ‘por las intenciones del papa’ -o sea, desear en conciencia por ejemplo que deroguen la ley que permite los matrimonios a los homosexuales, y la ley de plazos del aborto … o que se mantengan el Estado Vaticano y los privilegios de la ICR, o excluir a las mujeres del sacramento del orden … etc.-).
     
    Y obtenida así la indulgencia plenaria, si el verdugo muere sin haber vuelto a pecar, va directamente ‘al cielo’ (en esta ética católica), sin pasar por el imaginario purgatorio, ni por la justicia de la sociedad civil (si ha conseguido eludirla), ni por haber tenido que pedir y obtener el perdón de las víctimas de sus pecados, y ello por muy numerosos y graves que hubieran sido sus crímenes confesados y absueltos.
     
    La víctima queda tan ninguneada en este diseño, que puede volver a ser ofendida un montón de veces más por el ofensor, el cual vuelve cada vez a obtener el perdón de Dios por las manos del cura, sin  que la víctima intervenga para nada más que para recibir ofensa tras ofensa (pensemos en los casos de pederastas eclesiásticos que abusaron repetidas veces durante años de sus víctimas, o en las guerras, que duran años y años y matan sobre todo civiles inocentes).
     
    Por supuesto la Justicia civil también queda totalmente ninguneada en esta ‘ética’ católica, ya que queda al margen de este llamado perdón de Dios: incluso el cura confesor, que conoce los crímenes confesados y decide -o no- perdonarlos, queda moralmente exento de la obligación comunicar a las autoridades civiles el autor de los crímenes que ha conocido en confesión.
     
    Lo cual hace a este sacramento más inhumano todavía. Otra cosa sería si el sacramento exigiera que el pecador confesara sus crímenes previamente o a continuación a la justicia de la sociedad civil, como requisito para obtener el perdón de Dios.
     
    Se ve pues claramente que el sacramento de la confesión católica lo han diseñado, desde el poder de los curas y jerarcas, a su favor y de una forma gravemente inhumana.
     
    Los criminales que tuvieren problemas de conciencia por sus crímenes pueden así ir en paz y dormir con su conciencia tranquila, sobre todo si han conseguido eludir a la Justicia, pensando que Dios les ha perdonado aunque no hayan saldado su deuda ni con la víctima ni con la sociedad, gracias a este diseño inhumano del sacramento de curas confesores que se arrogan decidir, ocupando el lugar de Dios, el perdón o no de Dios.

  • Gabriel Sánchez

    que el malvado abandone su camino y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y se apiadará, a nuestro Dios, que es rico en perdón. (Isaias 55,7)

    Mt. 25,35 y ss.- Gabriel

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