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La intimidad

En la revista VALORS, que se publica en la ciudad de Mataró (Barcelona), escribí un artículo que considero adecuado para ATRIO, para darlo a conocer más ampliamente. Mento la revista porque es un hecho o fenómeno de cómo revistas hechas por personas jóvenes son bien acogidas ya que responden a situaciones culturales de la actualidad.

 

El diccionario de la Lengua Castellana nos da diferentes acepciones de la palabra íntimo. Así, lo más interior o íntimo. Como a la amistad muy estrecha y al amigo muy querido y de gran confianza. Y por último lo perteneciente o relativo a la intimidad. Y todo cuando es una reflexión sobre lo íntimo, tenemos la intimidad y el DLC nos lo detalla como zona espiritual íntima y reservada de una persona.

Entonces creo que podemos diferenciar entre Todo aquello que es íntimo es personal, pero no todo lo personal es íntimo. Hoy en día con la protección de datos hay una cierta confusión de los dos aspectos. Los datos personales no son intimidad, Es preciso, ciertamente, la protección de los datos personales. La intimidad es preciso buscarla, protegerla, cultivarla en uno mismo. Y sobre todo, tenerla. Por eso he indicado el aspecto de los términos para que cada uno tenga que buscar aquella palabra que le vaya mejor para esta realidad íntima que es intransferible. Los DLC no agotan ni los términos ni el contenido de los mismos. La realidad es mucho más que las palabras.

Pues bien, la intimidad es una necesidad para poder vivir en toda persona. Pero no es así en la realidad. Todo ser humano tiene que poder gozar de un espacio físico, exterior, que le permita poder centrarse en sí mismo. Y no únicamente a nivel personal sino también comunitario. Aquel lugar, por ejemplo, sagrado del pueblo de Israel donde se colocaba el Arca de la Alianza y lo llamaban sancta sanctorum. Esta sancta sanctorum es el lugar que permite intimar con uno mismo. Aquel rinconcillo de casa donde se le da esta importancia. O aquel lugar público.

Pero también es cierto que aunque haya este espacio físico, lo que se precisa que este espacio esté también en nuestro interior. Nuestro rinconcito interior. Un espacio mental. Un espacio donde se pueda pensar consigo mismo, por sí mismo y para sí mismo. No caigamos en el error de llamar a esto egoísmo. Es egoico, sí, pero no egoísta. Por lo tanto, necesario, imprescindible, básico, vital. De lo contrario, no habrá crecimiento humano, madurez emocional, profundidad interior o espiritualidad. No únicamente a nivel individual, sino también universal, cósmico.

Espacio mental, interior humano. Ni emocional o afectivo, ni espiritual o religioso. Sencillamente humano. Esta intimidad que permite vislumbrar horizontes de profundidad o altura e indicaba que es egoico versus el egoísmo., Por lo tanto, esta intimidad es contagiosa, radial e irradiante. Es un compartir silenciosamente, pero al mismo tiempo activamente.

Un compartir que no es fácil ya que es poder encontrar con quien compartir. Respirar con quien respira igual. Hablar con quien comprende este hablar. Convivir con quien vive lo mismo.

 

Ahora bien, en esta intimidad hay recuerdos vivenciales como tantas otras cosas. En el corazón se guarda todo. Las neuronas son la memoria, Y todo debería poder ser compartido íntimamente con otra persona. Que nos guarde el secreto. Pero compartirlo, por ejemplo, con aquel sacerdote confesor o director espiritual o acompañante espiritual. O será aquella persona amiga íntima a quien le confío mis secretos, problemas, angustias. O será el psicoterapeuta o psicoanalista que me acompaña para ayudar a ver en uno mismo como el pasado no resuelto condiciona el futuro por lo que el presente se vive con un profundo malestar. Y es preciso recordar que secreto de dos es, secreto de tres no es.

Por lo tanto, la intimidad tiene que permitir con sus contenidos crecer, autorrealizarse, madurar, progresar. Por eso no tiene que haber recuerdos o vivencias tóxicas, patógenas. Este espacio mental es preciso siempre sanarlo. La intimidad es un concepto que apunta e indica una realidad interior. Es una realidad. Y, si el recuerdo es tóxico, puede enfermar el cuerpo, la mente o el alma. El sentimiento de culpabilidad como el sentimiento de culpa, el sentimiento de vergüenza, el sentimiento de un malestar es preciso analizar para conocerlos, transformarlos para transcenderlos. Así poder gozar de una intimidad sana, y por lo tanto, alegre.

Por eso la intimidad podría devenir o ser fuente –desde esta perspectiva– de una enfermedad sea física o psíquica o pobreza espiritual. De aquí la frase de la Biblia quien tiene un verdadero amigo, tiene un tesoro. Ahora podemos comprender que es tener aquel íntimo amigo o persona con quien puedes confiar todo lo que pasa por el corazón (intimidad) o por las neuronas (el cerebro). Así podemos comprender como la naturaleza psíquica de la adolescencia busca siempre la amiga o el amigo íntimos.

La experiencia pedagógica como la psicoanalítica me lleva a considerar que guardar en el espacio mental recuerdos negativos, vengativos, –por importantes o únicos que sean, estando muy convencidos que son originales y ninguno más los tiene como por ejemplo: vivencias sexuales, odios escondidos, venganza ejecutadas, pecados inconfesables, rabia inconfesable y otros– destruyen el corazón, la interioridad, y entonces las neuronas no funcionan de forma adecuada. Conviene expulsarlos, vomitarlos, desalojarlos y asumirlos para poder gozar de la libertad interior. Libertad que se transmite de forma radial, energética, afectuosa en el entorno. El aire es sano. La apertura al gozo y alegría. Una convivencia serena y tranquila con los otros.

Nuestra sociedad inmersa en una superficialidad cultivada por los medios tecnológicos de comunicación, donde la intimidad es infravalorada y expuesta a la publicidad de programas televisivos donde es comercializada, no quita que haya también personas que intentan compensarlo o con libros o películas. Cito dos películas estrenadas relativamente hace poco De dioses y hombres y El discurso del Rey. Obligan a reflexionar.

La intimidad amorosa abre los ojos del corazón, renueva las neuronas, activa el cerebro y lleva a la Realidad Originaria de todo ser humano. Es silencio. No hay palabra. La psicología de lo profundo conduce y lleva a estos niveles de consciencia.

 

(1)   Valors. Revista mensual de reflexió i diàleg. Número 78. Febrer 2011. Pp 14. Pàgina web:

8 comentarios

  • Gabriel Sánchez

    Me voy a permitir con la paciencia de los conforeros, pegar algo que esta en Internet, que me parecio tiene belleza y a la vez una perspectiva científica…y que aporta al planteo de Jaume…
     
    En la tribu americana de los Oglala Dakota (o Sioux), existía una tradición que se aplicaba a los adolescentes para determinar su sino en la vida. Se les animaba a introducirse en el bosque sin armas y sin otra vestimenta que un taparrabos y un par de mocasines en búsqueda de un sueño. Hambriento, sediento y cansado, el chico esperaría a tener un sueño al cuarto día de su viaje que le revelaría su destino vital. Al volver al hogar, relataría a los ancianos de la tribu el contenido de su sueño, el cual sería interpretado de acuerdo con una práctica legendaria. Y su sueño le diría al chico si estaba destinado a ser un buen cazador, o un gran guerrero o un experto en la caza de caballos salvajes, o quizás convertirse en un especialista en la fabricación de armas, o un líder espiritual, sacerdote o curandero.
    En algunos casos, el sueño le llevaría a resolver las desviaciones y problemas de la tribu Oglala. Un sueño con un “thunderbird” (un pajaro de trueno) llevaría al chico a pasar un período de tiempo como “heyoka”, es decir, a actuar como un payaso o un loco. O por ejemplo, una visión de la luna o de un búfalo blanco, le llevaría a ser un “berdache”, un hombre que se viste y actúa como si fuese una mujer.
    En cualquier caso, el número de roles que se representaban en la vida era extraordinariamente limitado para los hombres; ni qué decir de las mujeres. La mayoría de las personas desempeñaban papeles generalistas; muy pocos podían ser especialistas. Y estos roles solo se aprendían por estar simplemente rodeado de las demás personas en la familia y en la comunidad. Se aprendía en virtud de la vida.
    En la época en que los Oglala Dakota fueron visitados por Erik Erikson, las cosas habían cambiado un poco. Habían sido reducidos a amplias aunque cerradas reservas como resultado de innumerables guerras y amenazas. El búfalo, la fuente principal de comida, vestimenta, cobijo y de casi todo el resto necesario para vivir, había sido cazado hasta prácticamente su extinción. Para empeorar más las cosas, se les había arrebatado sus costumbres, no por soldados blancos, sino por los esfuerzos de los burócratas gubernamentales dirigidos a convertir a los Dakota en americanos.
    Los niños eran obligados a asistir a escuelas estatales casi todo el año, bajo la creencia sincera de que la civilización y la prosperidad surge de la educación. Aquí, aprendían muchas cosas que iban en contra de lo que habían aprendido en casa. Se le enseñaron reglas de los blancos sobre la belleza y la higiene, algunas de las cuales contradecían sus estándares de modestia. Se les enseñó a competir, lo que iba en contra de las tradiciones de los Dakota sobre la igualdad. Se les dijo que hablaran alto y fuerte, cuando precisamente sus familiares le decían que se mantuviesen tranquilos y quietos. En otras palabras, sus profesores blancos se encontraron con un grupo muy difícil de manejar y sus padres se hallaban en una situación de dolor ante lo que consideraban una corrupción propia de una cultura extranjera.
    Con el paso del tiempo, su cultura originaria desapareció, pero la nueva cultura fue incapaz de proveer los sustitutos necesarios. No hubo más búsqueda de sueños, pero entonces ¿cuáles sueños podrían perseguir los adolescentes si no existían?.
    Erikson se sintió conmovido por las dificultades de los niños de Dakota con los que hablaba y observaba. Pero crecer y encontrar el propio lugar en el mundo no es tarea fácil para muchos otros americanos tampoco. Los afroamericanos están luchando por lograr una identidad alejada de sus raíces africanas olvidadas; esa cultura pobre y falta de poder dentro de una cultura circundante de una gran mayoría blanca. Los asiático-americanos también pasan por una situación similar, atrapados entre las tradiciones americanas y asiáticas. Los americanos rurales consideran que sus hijos no encajan en una sociedad mayor. Y la gran mayoría de europeo-americanos poseen, de hecho, poco de sus propias identidades culturales, a no ser por vestirse de verde el día de San Patricio o por una receta de salsa marinara de la abuela. La cultura americana está en cualquiera; es, en cierto sentido, de nadie.
    Como la mayoría de los nativos americanos, también otros han perdido mucho de los rituales que una vez nos guiaron hacia la adultez. ¿Hasta qué punto es usted un adulto?; ¿cuándo entramos en la pubertad?; ¿ya ha sido bautizado o ha pasado por su “bar mizvah”?; ¿su primera experiencia sexual?; ¿fiesta de 15 años?; ¿su licencia de conducir? ¿su graduación colegial?; ¿votando en sus primeras elecciones?; ¿su primer trabajo?; ¿edad legal para beber?; ¿graduación de la universidad?; ¿Cuándo exactamente los demás nos tratan como adultos?.
    Consideremos algunas de las contradicciones. Puedes ser lo suficientemente mayor para meterte en un todoterreno veloz de dos toneladas, pero no se te permite votar. Puedes ser lo suficientemente mayor para morir en la guerra por tu país, pero no lo suficiente para beberte una cerveza. Como estudiante universitario se te pueden confiar cientos de dólares para créditos educativos, pero no se te permite escoger tus materias.
    En las sociedades más tradicionales (como en la nuestra hace 50 o 100 años), un jóven o una chica se fijaban en sus padres, en sus relaciones, vecinos y profesores. Eran personas decentes y trabajadoras (en su mayoría) y deseábamos ser como ellos.
    Desafortunadamente, la mayoría de los niños actuales buscan la identificación en la “media”, especialmente en la televisión. Es fácil entender por qué. Las personas de la tele son más bellas, más listas, más ingeniosas, más sanas y más felices que cualquiera de nuestro vecindario. Por desgracia, éstas no son reales. Siempre me sorprendo de la cantidad de estudiantes que se frustran al descubrir el gran esfuerzo que supone la carrera que han elegido. Esto no ocurre en la tele. Más tarde, descubren que los trabajos que realizan no son tan creativos y satisfactorios como esperaban. Una vez más, no es como en la tele. No debería entonces sorprendernos el que muchos chicos se vayan por el camino más corto que el crimen parece ofrecer o en la vida fantástica que la droga promete.
    Algunos de ustedes considerarán estas afirmaciones como una exageración o estereotipo de la adolescencia moderna. Realmente espero que su paso desde la niñez a la adultez haya sido uno suave. Pero muchas personas (Erikson y yo incluidas) podrían haber seguido un sueño…
    http://www.psicologia-online.com/ebooks/personalidad/erikson.htm
    Espero que todos podamos, tener un bosque en donde soñarnos… y que los sabios de la sociedad y nosotros descubramos nuestro ser…a partir de la construcción de nuestros sueños…Un abrazo.- Gabriel

  • M. Luisa

    Gracias a ti, querida Asun, esta bonita espontaneidad tuya me está diciendo que comprendes mi punto de vista… es fantástico!!
    Otro abrazo para ti

  • Asun

    Mª Luisa, un fuerte abrazo para ti. GRACIAS.

  • M. Luisa

    Moviéndome siempre en la  línea de pensamiento que sitúa  en anterioridad estructural la realidad al ser,   he de decir que tanto el artículo de Jaume  Patuel como el comentario de Pepe Blanco se ajustan sorprendentemente a ese orden,  por lo que, como a veces noto  que  cuesta entender esa prioridad  de la realidad sobre el ser, me causa  ahora   gran satisfacción  comprobar  que se confirma en ambos escritos.
     
    Y es que, buscando la coherencia unitaria,  cuando en otro post. le daba yo carácter de ultimidad a la trascendencia estaba refiriéndome ni más ni menos implícitamente a esta intimidad  de  la que  el ser existencial   puede  en efecto  tratar de alejarnos. Por eso  hice notar hace días  también la diferencia entre  el concepto de alejamiento y el de distancia. El primero nos aleja de nuestra realidad  y decía entonces  que  es por esto que se hace  aparentemente necesaria una mediación  la cual,  históricamente,  ésta  se la ha  arrogado   en suplencia las religiones. En cambio  la distancia  es un aspecto  de la realidad misma  que nos  mantiene  en ella pero distanciadamente. Es un recorrido que, ya  sí,   éste se inscribe en el ser. De ahí que  no tenga   ésta  andadura la última palabra y pueda haber retorno.
    Profundidad y trascendencia, creo, que  es lo mismo.
     
    Por esto pienso que la Realidad Originaria  de la que Jaume nos dice que es silencio  es  para mí el correlato de la aprehensión de nuestro ser, aprehensión   a la que   tantas veces  me refiero.  En ella todo es silencio no hay juicios  todavía pero precisamente por  la ausencia de éstos  es por lo que luego  nos  deja instalados  en el ser.
     
    Por otra parte, también a mí, Pepe,  me encantó en su día el artículo de Boff que nos remites y al que ahora  he vuelto a releer con gusto.

    Saludos cordiales

  • Asun

    Me ha gustado como Jaume has planteado la intimidad, has enfocado el artículo.Muchas gracias por hacernos reflexionar como se ve por los estupendos comentarios. A todos sus autores, gracias.
     
    Nos aclaras para no despistarnos y quedarnos en lo más superfluo:

    “Hoy en día con la protección de datos hay una cierta confusión de los dos aspectos. Los datos personales no son intimidad, Es preciso, ciertamente, la protección de los datos personales. La intimidad es preciso buscarla, protegerla, cultivarla en uno mismo. Y sobre todo, tenerla”.
     
    Lo personal puede rozar con la intimidad e incluso adentrarse en ella, pero su punto de mira está puesto más en el yo particular que en lo que de fondo equipara a la intimidad con la identidad por todos compartida.
     
    Nos manifiestas en tu final la intimidad más nuclear, la que transforma a la persona y deja fluir  gozo y alegría a su entorno:
     
    “La intimidad amorosa abre los ojos del corazón, renueva las neuronas, activa el cerebro y lleva a la Realidad Originaria de todo ser humano. Es silencio. No hay palabra. La psicología de lo profundo conduce y lleva a estos niveles de consciencia”.
     
    En la intimidad se encuentra la espiritualidad más genuina la que no separa ni se distancia del otro, la que no se queda en las diferencias por que se adentra en lo que une y libera, sintiendo y reconociéndose en los otros como lo mismo.
     
    En Atrio, más de lo que aparentemente pueda parecer, crea un espacio en el que  la intimidad  se hace eco de los contenidos y sugerencias de comentarios, nos atrae a lo más profundo que somos haciéndose silencio.
     
    Un fuerte abrazo.

  • oscar varela

    Hola!

    Tal vez sea la sangre
    la mayor intimidad.

    Por eso es horrendo -desde el principio-
    encontrarla afuera.

    Es ella la que modela, sin embargo,
    el poema del cuerpo en carne.

    Lo dice un poeta entrerriano (1896-1978) Juan Laurentino ORTIZ (juanele) 

    Sangre mía

    Sangre mía que golpeas tu fiebre
    en las sienes,
    sal, y ábrete en una sonrisa
    de claridad y de agua para el mundo.

    O penetra en la húmeda
    sombra de las raíces
    y aflora luego hecha esperanza tierna
    y paz mullida toda irisada de vuelos
    bajo la luz del sol…
    …………..

    La VIDA es PUJANZA

    ¡Vamos todavía! – Oscar.

  • ana rodrigo

    Tienes razón, Pepe Blanco, pero si bien la intimidad es sólo de cada cual, casi siempre necesitamos compartirla con alguien especial. Pienso que depende mucho de cada individuo, según sea más comunicativo o más retraído; habrá quienes se vuelquen totalmente, y habrá quien se guardará cosas, es decir sentimientos, pensamientos  o hechos que te han marcado o que te están condicionando, y decides que eso no debes compartirlo con nadie.
     
    En otro post hemos hablado del suicidio de una persona, y yo manifestaba la impotencia de esa persona de no haber sido capaz de comunicar con al alguien esa desesperación personal que le hubiese salvado la vida. Yo pienso que la comunicación de aspectos de nuestra intimidad puede ser terapéutico, aunque en nuestra convivencia siempre estamos comunicando aspectos íntimos de nuestra vida, y ocurre también que el entorno no es capaz de captar algo que está ocurriendo a alguien muy próximo. Son las limitaciones que tenemos los seres humanos en ambas direcciones, del yo a tú y del tú al yo.
     
    Ahora bien, es cierto que nuestra intimidad como motor interno, que mueve nuestra vida, que nos identifica y que configura nuestro yo, en ocasiones, se ve atacado por el torbellino del día a día, o del ambiente social en el que vivimos lleno ruidos externos o internos hasta el punto de que nos impide entrar en ese rinconcito para conocernos, para orientarnos, para sacarle toda la potencialidad que llevamos dentro. La superficialidad es la peor compañía que podemos acarrear, nos convertimos en robots, cuyo mando están fuera de nosotros. No es fácil encontrar un hogar en el que el silencio exterior sea el ambiente habitual, cuando no es la televisión, es la radio o el quipo de música, pero no hay espacios físicos que favorezcan el recogerse hacia adentro. Fuera en la calle también hay mucho ruido, mas los ipods, los pubs, los bares, todo es ruido.
     
    Para mí atrio es un lugar de reflexión, de análisis personal, de revisión de mis convicciones o de revisión de mi coherencia. Cuando me pongo yo sola ante el teclado, mi interior, mi intimidad entra en acción y siempre se mueve algo íntimo que aunque no lo comunique de forma explícita, debe estar activo para poder escribir mis pensamientos.
     
    Aprovecho para agradecer a atrio el que me dé esta oportunidad personal de  hacer consciente aspectos íntimos y trabajarlos, cosa que otros ámbitos no lo hacen posible. Pero también tengo amistades individuales y de grupos de reflexión que surten el mismo efecto. Ayer hablando con una amiga comentábamos lo privilegiadas que somos por haber encontrado estos ámbitos de reflexión en los que hemos aprendido a saber entrar en nuestro centro íntimo, en nuestro “corazón”, en nuestro ser más profundo, y no bajar la guardia ante la inconsciencia.
     
    Las religiones, como tales instituciones o las espiritualidades mal enfocadas, pueden ser muy destructivas y hacer mucho daño, pero todas invitan a entrar dentro de interior y también han hecho mucho bien a muchísimas personas.

  • pepe blanco

    El final del artículo me ha parecido sorprendente y, para mi gusto, lo hace mucho más atractivo. De repente, me ha recordado a Le Corbusier, que se pasó toda su vida predicando una cierta forma de hacer arquitectura y, al final, se pasó todos sus principios por el forro de los cataplines y fue entonces cuando proyectó sus mejores obras, espléndidas.
     
    Es lo mismo que interpreto que, mutatis mutandis, le pasa a este artículo, que se pasa todo el tiempo predicando una determinada forma de intimidad que conduce a la confidencia. Y eso está muy bien -como también estaban muy bien las ideas clásicas de Lecorbu-. Pero justo al final parece pasarse todo ese discurso por el forrillo y llega al espacio del núcleo de la intimidad: el silencio, donde no hay palabras. Y eso está mucho mejor.
     
    A pesar de que algunos me critiquen porque –insinúan ellos o ellas- no soy objetivo con Leonardo Boff, pongo aquí el enlace al que en su día comenté que me parecía uno de los mejores artículos publicados en Atrio, y que tanto tiene que ver –al menos tal como lo interpreté en su momento- con este de Jaume Patuel: http://2006.atrio.org/?p=1152#comments. En aquel artículo recuerdo haber escrito un comentario que ya no se puede leer, como tampoco se puede leer otro comentario que escribí sobre el entorno del silencio, que también iban sobre lo mismo, más o menos. ¿Qué por qué digo todo esto? Bueno, por nada en concreto, por aquello de “hablar en alto” lo que uno está pensando en algún rinconcito de la intimidad y de la propia vida interior…

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