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¿Es la religión enemiga de la civilización?

Creo que ya todos conocemos a Javier Thomson, aunque sea reciente su participación en ATRIO. Acaba de volver de vacaciones y es buena ocasión para publicar este artículo que envió a principios de Agosto. Hijo de una asturiana y de un inglés de las Brigadas Internacionales, nació en 1939 en Leningrado. Tras pasar grandes calamidades durante la guerra mundial, la familia encontró cobijo en la tierra de su padre. Ahora él es profesor jubilado, padre y abuelo feliz, que divide su tiempo entre la Asturias de su madre e Inglaterra. Y le gusta ATRIO… 

La Religión, y más específicamente la cristiana, ha tenido una enorme importancia en la evolución humana en base a las ideas evangélicas, al pensamiento de los Padres de la Iglesia y a la teología cristiana, bien es cierto que la Iglesia en plural ha sostenido aquellos principios y modelos evangélicos casi siempre con la infidelidad de papas, de obispos y de sacerdotes, que imponían modelos opuestos.  Mientras que las grandes religiones pusieron el acento en el misterio, en la meditación, en la astrología y la fuga de la realidad, el cristianismo, como modelo social, afirmaba el valor absoluto de cada persona humana “creada a imagen de Dios”, adoptando la lógica y el pensamiento deductivo y abriendo el camino a las ciencias y al progreso moderno.

Hoy las diferentes sociedades viven “un mundo sin Dios”, ven a la religión como un obstáculo en su progreso humano y social. Pero qué imagen ofrece hoy la Iglesia, lo que quiere transmitir la institución, ¿la misma de hace varios siglos?, y qué opina de conceptos como: libertad, democracia, progreso científico-técnico y económico-social, derechos del hombre y de la mujer, estabilidad y seguridad en cada país, educación y asistencia sanitaria para todos, justicia basada en las leyes y no en el arbitrio de los más fuertes, justicia social entre ricos y pobres, paz entre los pueblos y las naciones. El que desee, con buena voluntad, encontrar respuestas a sus preguntas qué recibe: un conjunto de dogmas, prohibiciones y obligaciones, comprueba la existencia de una falta de pluralismo, y que se quita de sus puestos a quienes manifiestan honrada y sinceramente su disconformidad con la doctrina oficial.

Expongo a continuación un artículo para la reflexión y para el debate del  filósofo italiano

Gianni Vattimo:

“Todos recordamos seguramente la famosa frase de Nietzsche sobre la muerte de Dios. Y también su cláusula: Dios seguirá proyectando su sombra en nuestro mundo durante mucho tiempo. ¿Qué pasaría si aplicáramos la frase de Nietzsche también, y sobre todo, a las religiones? En muchos sentidos, es verdad que, en gran parte del mundo contemporáneo, la religión como tal está muerta, pero todavía proyecta sus sombras en numerosos aspectos de nuestra vida privada y colectiva. Por cierto, dejemos claro que el Dios cuya muerte anunció Nietzsche no es necesariamente el Dios en el que muchos de nosotros seguimos creyendo; yo me considero cristiano, pero estoy seguro de que el Dios que estaba muerto en Nietzsche no era el Dios de Jesús. Incluso creo que, precisamente gracias a Jesús, soy ateo. El Dios que murió, como dice el propio Nietzsche en algún lugar de su obra cuando le llama “el Dios moral”, es el primer principio de la metafísica clásica, la entidad suprema que se supone que es la causa del universo material y que requiere esa disciplina especial llamada teodicea, una serie de argumentos que tratan de justificar la existencia de ese Dios o esa Diosa frente a los males que vemos constantemente en el mundo.

La tesis que quiero presentar aquí es que las religiones están muertas, y merecen estar muertas, tal como Nietzsche habla de la muerte de Dios. No sólo están muertas las religiones morales, en el sentido más obvio de la palabra: desde dentro de la sociedad cristiana y católica de Europa, es fácil ver que son muy pocos los que observan los mandamientos de la moral cristiana oficial. Lo que está muerto, en un sentido más profundo, son las religiones “morales” como garantía del orden racional del mundo.

 La institucionalización de las creencias, que dio origen a las Iglesias, incluyó (no sé si sólo en la práctica o como factor necesario) una reivindicación del poder histórico, en el sentido de que era casi natural y necesario que una religión moral se convirtiera en una institución temporal poderosa. Es lo que parece haber ocurrido con el catolicismo, pero se pueden ver muchos otros fenómenos similares en la historia de otras religiones. Incluso el budismo engendró un Estado, el Tíbet de los lamas, que ahora lucha por sobrevivir frente a China. En todas partes -por ejemplo, en el hinduismo-, el mismo hecho de que exista una diferencia entre clérigos y legos hace que la religión se convierta en una institución, cuyo objetivo principal es siempre su propia supervivencia. Mencionaré de nuevo el ejemplo de la Iglesia católica: si no hubiera sobrevivido a lo largo de los tiempos, yo no habría podido recibir el Evangelio, la buena nueva de la salvación. Una vez más: como en el caso de la muerte de Dios de Nietzsche, la muerte de las religiones institucionalizadas no significa que no tengan legitimidad. Sencillamente, llega un momento en el que ya no son necesarias. Y ese momento es nuestra época, porque, como puede verse en muchos aspectos de la vida actual, las religiones ya no contribuyen a una existencia humana pacífica ni representan ya un medio de salvación. La religión resulta un poderoso factor de conflicto en momentos de intercambio intenso entre mundos culturales diferentes. Por lo menos, eso es lo que ocurre hoy: en Italia, por ejemplo, existe un problema con la construcción de mezquitas, porque la población musulmana ha aumentado de forma espectacular. La hegemonía tradicional de la Iglesia católica está en peligro, pero los católicos no se sienten amenazados en absoluto por esa situación; sólo los obispos y el Papa.

La Iglesia afirma que defiende su poder (y los aspectos económicos de él) para preservar su capacidad de predicar el Evangelio. Sí; pero, como en tantas instituciones, la razón suprema de su existencia se queda muchas veces olvidada a cambio de la mera continuidad del statu quo. Lo que quiero decir es que, en el mundo actual, sobre todo en el Occidente industrial, la religión como institución se ha convertido en un factor de conflicto y un obstáculo para la “salvación”, sea eso lo que sea. Quiero subrayar que hablo de la muerte de las religiones en el mismo sentido en el que acepto el anuncio de Nietzsche sobre la muerte de Dios. La religión que está muerta es la religión-institución, que contribuyó enormemente al desarrollo de la civilización pero, al final, se convirtió en un obstáculo.

Hablar de la muerte de las religiones en un sentido relacionado con el anuncio de la muerte de Dios de Nietzsche no significa, desde luego, que la religión nunca haya tenido sentido para la humanidad. Ni siquiera se puede decir que la frase de Nietzsche significa que Dios no existe. Ésa sería de nuevo una afirmación metafísica, que Nietzsche no quería pronunciar, por su rechazo general a cualquier metafísica “descriptiva”. La lucha contra la supervivencia de las religiones de la que hablo tiene poco que ver con la negación racionalista de todo significado a los sentimientos religiosos. Incluso se toma muy en serio ese resurgimiento de la necesidad de una relación con la trascendencia que caracteriza numerosos aspectos de la cultura actual. Citaré de nuevo a Nietzsche, que dice que Dios está muerto y ahora queremos que existan muchos Dioses.

Mientras las religiones sigan queriendo ser instituciones temporales poderosas, son un obstáculo para la paz y para el desarrollo de una actitud genuinamente religiosa: pensemos en cuánta gente está abandonando la Iglesia católica por el escándalo que representan las pretensiones del Papa y los obispos de inmiscuirse en las leyes civiles en Italia. Los ámbitos de la ética familiar y la bioética son los más polémicos. En Estados Unidos, el anuncio reciente del presidente Obama sobre su intención de eliminar las restricciones a la libertad de las mujeres para abortar ha suscitado una amplia oposición por parte de los obispos católicos. La oposición contra cualquier forma de libertad de elección en todo lo relacionado con la familia, la sexualidad y la bioética es continua e intensa, sobre todo, en países como Italia y España. Tengamos en cuenta que la Iglesia se opone a leyes que no obligan, sino que sólo permiten la decisión personal en estos asuntos. Deberíamos preguntarnos de qué lado está la civilización.

Hace poco, el Papa repitió su idea constante de que la verdad no es negociable. ¿Ese “fundamentalismo” es sólo característico del catolicismo, o de todo el cristianismo? Quienes hablan de civilizaciones tienen la responsabilidad de tener en cuenta esta condición concreta. No hay más que ver los frecuentes diálogos interreligiones que se celebran en cualquier parte del mundo, en los que los interlocutores suelen ser “dirigentes” de las distintas confesiones. No dialogan para cambiar nada; no es más que una forma de volver a confirmar su autoridad en sus respectivos grupos. ¿Acaso sale de estos frecuentes encuentros algo útil para la paz y la mutua comprensión de los pueblos? Mientras no se elimine el aspecto autoritario y de poder de las religiones, será imposible avanzar hacia el mutuo entendimiento entre las diversas culturas del mundo.

Esta conclusión puede parecer una gran paradoja, dado que, en general, se ha considerado que la religión era un medio de educar a la humanidad hacia la caridad, la piedad y la comprensión. En muchos sentidos, la compasión parece ser la base fundamental de toda experiencia religiosa. Y es cierto, ya sea desde el punto de vista del cristianismo, el budismo, el hinduismo, el islam o el judaísmo. Hasta aquí, nada que objetar. Pero precisamente por eso es por lo que debemos reconocer que ha llegado la hora de que las personas religiosas se alcen contra las religiones. Y que afirmen tajantemente que la era de la religión-institución se ha terminado y su supervivencia sólo se debe a los esfuerzos de las jerarquías religiosas para conservar su poder y sus privilegios. El hecho de que esta tesis parezca inspirarse, en gran parte, en la experiencia cristiana (y católica) europea, no limita su validez para otras culturas. Seguramente, el veneno del universalismo se extendió por el mundo gracias a los conquistadores europeos, que son responsables de la estricta asociación entre conversión (al cristianismo; recuérdese el compelle intrare de San Agustín) e imperialismo. Ahora es el mundo latino el que debe romper esa asociación y separar la salvación de cualquier pretensión de creencia y disciplina universal como condición para alcanzarla. No es una tarea fácil.

Artículo publicado en El País, 1-3-2009.

 

 

106 comentarios

  • M. Luisa

    Avanzo un poco más, ya  me perdonará Javier Thomson, en la línea antropológica que dejamos abierta, porque pienso que bien podría haber alguien, así lo deseo yo, en que ahondando en estas reflexiones descubrieramos  esperanzados  el nudo a desenredar que impide  avanzar en la comprensión del por qué  de esta impasibilidad irritante que toca el corazón mismo de lo religioso.
     
    En el cierre de nuestro diálogo anterior, convenimos ambos en algo que es fundamental para entender el pensamiento zubiriano. Y era que, así como sucede que la mayor parte de los actos de sentir  son ajenos  a la inteligencia, la reciproca no es cierta, pues: la totalidad de los actos intelectivos son formalmente sentientes.
     
    Pero esto dicho así, nos lleva a que nos preguntemos seguidamente  ¿Por qué la totalidad de los actos intelectivos son formalmente sentientes y en cambio  la mayor parte de los del sentir  son ajenos a la inteligencia? Pues, sencillamente y sin abandonar la línea zubiriana en la que nos situamos, diría por el modo mismo de estar fisicamente instalados en la realidad. En ella no estoy primariamente como un ser viviente. Estoy primariamente porque este ser viviente que yo soy es inteligencia sentiente. Por lo tanto ha de ser ella, la realidad el objeto formal de los actos intelectivos. Es importante reparar en el uso del término sentiente en lugar de sintiente para autonomizar lo sentido independizándolo  de nuestro sentir. Porque es ahí donde como en la mayoría de los actos del sentir no se lleva a cabo esta autonomización de lo sentido, es entonces en ellos, en cuanto órganos  en donde queda sensibilizada la realidad y por eso pueda decirse con toda certeza  que la mayor parte de los actos del sentir son ajenos a la inteligencia.
     
    En el primer caso, el de los actos intelectivos, el de los que su objeto formal es la realidad, no está dado por los sentidos “a” la inteligencia, sino que está dado por los sentidos “en” la inteligencia. Es decir el acto formal propio del inteligir no es concebir ni juzgar sino aprehender su objeto, la realidad.
     
    En el otro caso, sin embargo, el de la potencia del sentir actuando como facultad, su objeto primario es lo sensible. Este objeto está dado por los sentidos  “a” la inteligencia. Con lo cual la realidad queda así sensibilizada y la inteligencia no alcanza su objeto formal, la realidad,  sino que ésta queda conceptuada, representada, significada, etc., según los sentidos. Obsérvese  que de lo que se trata no es tanto averiguar que sea este objeto formal (Zubiri es de los que sostiene que a él nunca se llega) sino que al menos lo que se debe pretender es que no quede sensibilizado puesto que de ser así quedaría fuera de toda intelección y la realidad se nos habría ido para siempre de las manos.
     
    Teniendo esto en cuenta lo que en realidad faculta al ser humano es esa unidad intelectiva  que la forma la inteligencia sentiente. La intelección sentiente es inteligir lo otro, es abrirse a la realidad, es hacer de nuestro sentir un sentir verdaderamente humano.
     
    Es interesante y sobre todo necesario para entender la  cuestión globalmente, el tema de la hiperformalización de la cual habla el enlace que me remitió  javier, no obstante lo dejaré para otro momento.
     
    Ya veis mi insistencia no cesa en estas cuestiones antropológicas  y es  porque las considero importantísimas, por el hecho mismo de ir incluidas en ellas también las psicológicas. Siendo éstas las que normalmente deslindándolas  de las antropológicas se las atiende con preferencia.  Pero yo pienso  que esto no es abordar la cuestión en profundidad si se tiene en cuenta que cuando la dialéctica se eterniza entre los dialogantes o se hace repetitiva es porque al ser el problema de Dios o el de la realidad última el objeto de la discusión, éste requiere ser tratado y llevarlo más allá de lo meramente psicológico.
    Un cordial saludo

  • Carmen (Almendralejo)

    Querida Ana, civil y civilización llevan el mismo camino, y desde lugo la influencia de las religiones son las que rigen en todo momonto aquellas circunstancia a las cuales la vida nos arroja.
    Este tema va al pelo ¿Civilización y religión pueden convivir?
    Y sobrre todo ¿Pueden hacerlo sin pisar el terrerno de un*s a l*s otr*s?
    Es más ¿se puede ser Humanizad*s con religiones inhumanizadas que lleva su moral filosófica desde antes de que naciera Jesús?  

    No olivemos que las grandes religiones monoteistas, han puesto sus huevos y han dando su calor en el medio de la humanidad, bebemos sus dictados y sobre todos demasiadas veces sus leyes meten las patas en nuestras libertades de personas individual, con dogmas que no existen sobre nuestras cociencias, que es libre.
    Por lo menos así lo veo yo, claro está que yo soy mujer y muy falible…
    Besos

  • mªpilar garcía

    Con razón, decían los que escuchaban embelesados a Jesús:

    “Este habla con autoridad”…

    ¡Todos comprendían lo que El,  La Palabra Encarnada, les quería comunicar.

    Agradecido, glorificó así a su Dios Abba:

    “¡Te doy gracias Padre,   Señor de cielo y tierra! porque ocultando estas cosas a los entendidos, se las has revelado a los ignorantes. Sí Padre, ésa ha sido tu elección…
    Lc. 10, 21

    Su Palabra, en la sencillez de su lenguaje, me ¡hace sentir! buscar, trabajar, amar, conocer, aceptar, descubrir, optar, entregar, gozar, sufrir, esperar contra toda esperanza…

    mª pilar

  • Javier Renobales Scheifler

    Hace poco la divina intervención del Espíritu Santo nos ha puesto a dedo de Rouco-Ratzi otro Obispo tipo Munilla, éste del Opus d’Escrivá, o así, el Obispo médico Mario Iceta

     ¿Es la religión nacionalcatólica española enemiga de la civilización vasca? Sin lugar a dudas la ley del más fuerte sí que es.

  • pepe sala

    [Nota de ATRIO: Este comentario, no se sabe por qué, fue a la carpeta de “spam” y ha estado allí durmiendo unos días… hasta que lo hemos encontrado entre el montón de verdadero spam que nos llega a decenas cada dóa]

    Guardaré, pues, la pólvora para el otoño, Javier Thomsom.
     
    Como ya te dije ( y nunca digo lo que no siento) me has ido cayendo mejor a medida de que he leido tus mensajes. Has escrito uno sobre el marxismo que no me ha gustado nada de nada… Y apelas a la experiencia.
     
    Bien, en el otoño, con tiempo suficiente para ambos, podremos contrastar experiencias. ( no teorías, en las que de ningún modo podré enfrentarme a tu superior formación académica).
     
    Te antepongo que dentro de mis experiencias conozco personalemente a Adelina Contratieva:
    http://www.nodo50.org/age/adelina/adelina.htm
     
    Y para que vayas conociendo mi ” mala leche”, te diré que en cena de amigos ( en casa de un amigo común de Adelina y mío) le dije que yo estaba seguro de que si en vez de vivir en Rusia hubiera vivido en España en los tiempos que se comentaban, hablaría de forma muy diferente a la que hablaba sobre Rusia y sobre España.
     
    Obviamente, Adelina, consiguió lo que vino a buscar; el reconocimiento de la Nacionalidad española por su participación en las Brigadas Internacionales ( con su correspondiente limosna) y se llevó mi admiración como mujer valiente y y reproche como ” contadora de historias”.
     
    Es muy fácil hablar con carreras Universitarias facilitadas por un Pais ( Rusia), puestos elevadísimos en Política y desde el reconocimiento social de un País ( Rusia), mientras otras mujeres, no menos valientes e inteligentes que otras, se vieron privadas durante décadas de todo tipo de formación ni para ellas ni para sus hijos. El ” pecado” era el mismo ( sólo querían DEMOCRACIA). Adelina se fue a Rusia y 70 años después, los Gobiernos siguen reconociendo su labor. Las madres que se quedaron en España nunca han sido ( ni serán) reconocidas por una inmensa labor que ninguna Adelina podría tan siquiera soñar desde sus aviones.
     
    Estará bien contrastar experiencias en otoño…

  • Javier Thomson

    M. Luisa, por no querer cansar a los demás compañeros de foro, te envío este artículo que quizá te pueda servir, ya seguiremos debatiendo y intercambiando opiniones.
    Un abrazo.
    http://www.uca.edu.sv/facultad/chn/c1170/mm013-ic3.html

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