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CURSO DE INTRODUCCIÓN A MARCEL LÉGAUT 14

«La situación de la Iglesia en el Postconcilio».

Prefacio de 1985 a Creer en la Iglesia del futuro

1. Este curso introductorio a la obra de Marcel Légaut, que toca a su fin, se concibió, sobre todo, con idea de dar a conocer tanto su persona como su concepción del hombre, que es lo que hemos hecho hasta ahora, centrándonos en El hombre en busca de su humanidad. Para Légaut era lo primordial cara a «repensar todo desde la base».

Aparte de releer lo entregado, queda aún mucho por ver, sin embargo. Sobre todo, en continuidad con lo anterior, queda por ver qué idea se hizo Légaut del pasado y del porvenir del cristianismo. Porque, en efecto, tras el tomo I, Légaut, en el tomo II, trata, en primer lugar, durante siete capítulos, sobre el origen y el pasado del cristianismo, además de sobre algunos elementos centrales del mismo (la plegaria, la idea de creación, el ser de Jesús, etcétera).

En este sentido, el lector hará bien en leer los Índices analíticos de estos siete capítulos en el Índice completo de los dos tomos. Así podrá hacerse una idea de los mismos. Tan sólo a continuación de estos primeros capítulos que decimos, Légaut trata, en otros cinco, sobre temas acerca del cristianismo actual y de su renovación.

Fueron capítulos que mantuvieron su actualidad porque cuatro de ellos se tornaron a publicar en Francia 15 años después, en 1985. El título del librito fue: Creer en la iglesia del futuro. En él, Légaut aplica –por ejemplo– la diferencia entre «autoridad» y «llamada» y entre «obediencia» y «fidelidad» para exponer el camino de contribuir el hombre de fe a la mutación del cristianismo; mutación capital en los tiempos actuales y únicamente entrevista en los años 60, cuando el Concilio Vaticano II.

Hemos escogido limitarnos a proponer una lectura que muestre el tono general del libro, que es lo fundamental, y que es fruto de la «humanidad» tal como la expone Légaut. La lectura es el Prefacio del libro, que lleva por título «La situación de la Iglesia en el Postconcilio», y que Légaut redactó expresamente para esta edición, cuando aún le quedaban cinco años de vida.

 

2. A veinte años del Concilio Vaticano II, en tiempos de Juan Pablo II, con el cardenal Ratzinger en pleno apogeo, Légaut escribe, en este Prefacio, sus recuerdos y sus reflexiones sobre el pasado reciente (el Concilio y los años que le precedieron) así como sobre la “actualidad” de ahora hace veinticinco años, que es la que ha precedido a la situación actual.

Légaut aún escribió un último libro (Un homme de foi et son Église) sobre el cristianismo en medio del cambio de cultura y de civilización actual. En sus reflexiones, el término «iglesia» no sólo se refiere a la Institución sino también, en muchas ocasiones, al conjunto de los cristianos, pues en su escrito, como se verá, piensa en ambos elementos y en sus exigencias específicas.

El «tono» del texto es, como decíamos, lo fundamental, y se transmite –como siempre ocurre– no sólo por los temas escogidos sino por la manera de tratarlos y enfocarlos. En medio de los elementos que aparecen en Atrio, ojalá que la presencia de este texto de Légaut, a modo de final, sea útil a los lectores.

Ver, pues, en Creer en la Iglesia del futuro:

«Prefacio: La situación de la Iglesia en el Postconcilio»

= = = = =

 

Una despedida por ahora…

Por Antonio Duato

Con esta entrega, ponemos fin a esta INTRODUCCIÓN A MARCEL LÉGAUT que iniciamos en enero pasado. Hay ya mucha materia para lectura y reflexión en estas entradas de cada martes, recogidas en el índice que se abre desde la pestaña del menú superior. Quien quiera puede seguir rumiando y acudiendo más a sus libros y a la página de la Asociación Marcel Légaut, con la que nos hemos ido familiarizando.

Está bien que, aún pasando por encima temas importantes –como la intelección de la persona de Jesús y la manera de ser discípulo desde su profunda antropología que ha sido la materia principal de esta introducción– Domingo Melero nos haya traído un texto en que Marcel analiza la realidad concreta de la Iglesia en 1985, a los 20 años de la finalización del Concilio. Ahí vemos la lucidez y profundidad con que analiza la situación un viejo creyente, dedicado a la búsqueda de una espiritualidad auténtica y realista. Llaman la atención estos puntos, que todos descubriréis si entráis en el enlace propuesto –acceso directo al texto– y leéis estas veinte páginas que parecen escritas hoy, como los textos de Boulad o Küng tan comentados aquí. En este texto aparece claro:

  1. Légaut había acogido con esperanza el Concilio Vaticano II, sobre todo después del giro que se produjo tras la intervención del Cardenal Liénart que lo sustrajo a los planes de la Curia.
  2. Légaut tuvo claro desde el principio que los obispos que participaron, aun con su buena voluntad y la ayuda de expertos, no estaban preparados para esta tarea, porque no eran conscientes de hasta qué punto la Iglesia estaba “ampliamente corrompida” por “las costumbres del poder” y aceptaron “compromisos redaccionales que lo embarullaban”. Ver página 14.
  3. Légaut vio cómo desde el principio se organizó la resistencia al Concilio para volver a la situación anterior al mismo. Ratzinger fue, según Légaut, el primero en tener el valor de que el Concilio ha hecho un mal en la Iglesia (página 2) y en organizar desde la curia la Restauración (página 15). “¿Cómo se ha podido llegar al convencimiento de que la vuelta a los errores y defectos del pasado es el único modo de remediar las deformaciones y desviaciones del presente, siendo así que los primeros [los errores del pasado], precisamente, se cuentan entre las causas más importantes de las segundas [las desviaciones del presente]? En otro texto lo dirá más claramente Légaut: “para superar los supuestos excesos del Concilio, se empeñan en volver a la situación que hizo imprescindible la convocatoria del mismo”.
  4. Légaut pone su esperanza no en nuevo concilio sino en que un buen número de cristianos sepa aguantar con fe el invierno y la diáspora. “La hora es grave para la Iglesia, para todas las iglesias”. No os perdáis los seis últimos párrafos, a partir del final de la página 17. Da la medida del realismo y de la verdadera esperanza que habitaba en Légaut.
  5. Légaut, en los últimos años de su vida, vio cómo se cumplían sus pronósticos de endurecimiento y restauración en la Iglesia. Atento a lo principal de la búsqueda interior, no descuidaba su compromiso con acciones colectivas para la renovación de la Iglesia, con rabia o sin rabia. En 1988 publicó un Libro extraño en la obra de Légaut, “Un viejo creyente y su Iglesia”, que próximamente será traducido y presentaremos. Allí analiza la figura y el proyecto de Juan Pablo II. Ese mismo año hubo un Manifiesto de Colonia pidiendo más libertad para la teología renovadora. Él apoyó el documento con un artículo en Le Monde y una recogida de firmas. Y envió después todo con una Carta a los Obispos franceses, que también volveremos a publicar aquí. Dos años después, en 1990, consumaba su vida. Pero nos dejaba un ejemplo de cómo ser progresistas y renovadores no por rebeldía adolescente o por añoranza sesentayochista (como piensa Ratzinger) sino por profunda convicción interior humana y cristiana.
  6. ¡Vamos pues todavía por el camino abierto por Légaut!

8 comentarios

  • Volver a reiterar los agradecimientos realizado en el
    comentario de la entrega anterior de fecha 3 de mayo,
    agradecido también a Izide por su comentario final.
     
    M.L. nos confirma lo que imaginábamos y
    sospechábamos, estaba ocurriendo en
    la Iglesia tras el CV II, que cogió por
    sorpresa a quienes pensaban:
    “¿qué necesidad había ya de Concilios tras la
    definición dogmática de la Infalibilidad pontificia
    en el
    Concilio Vaticano I en 1870?” (SIPc 3,2).
     
    “Los católicos en su conjunto, pasivos desde siempre,
    no estaban preparados para comprender la utilidad del
    Concilio ni tampoco estaban dispuestos a responder a él”
    (SIPc 7,3).
     
    “La jerarquía confunde la permanencia y la
    estabilidad de la Iglesia con la inmovilidad.
    En lugar de favorecer su actividad creadora para la misión,
    apunta a conservar preservando, a mantener defendiendo
    a no cambiar y endurecerse frente a la modernidad”

    (SIPc 10,3).
     
    “¿Cómo alcanzar formulaciones,
    sin condenar expresamente
    lo mantenido siglos atrás?;
    ¿cómo afirmarse, diciendo lo contrario
    de lo dicho hasta entonces?;
    ¿estaba de acuerdo, con el recto
    sentido de la tradición?”
    (SIPc 12,3-13,1).
     
    ¿Cómo posicionarse ante la opinión teológica de quienes
    creen que “fuera de la Iglesia no hay salvación”?
     
    “Este periodo, marcado por un esfuerzo de restauración,
    es necesario al devenir de la Iglesia y a su fidelidad.
    En esos momentos se alzan creyentes de talla que se
    adelantan a su tiempo y preparan el futuro”
    (SIPc 17,2).
     
    “Ojala que nadie se desaliente
    en esta hora de la verdad”.

     
    “Cada uno/a, según las etapas de su conversión, deberá trabajar en un nuevo advenimiento de la Iglesia, sabiendo que tal obra ha de ser incesantemente cuestionada y reemprendida”.
     
    “Cada uno/a, a lo largo de su vida y en el tiempo oportuno,
    conocerá la hora a la que fue llevado Jesús al final de sus
    días; allí donde la fe desnuda, la esperanza sin apoyos de
    esperanzas y el amor impotente y blasfemado se mantienen
    en pie en medio del abandono”
    (SIPc 19,2).
     
    Estos párrafos extraídos de
    la obra de de M.L. el SIPc.,
    nos hace descubrir en Jesucristo
    la dimensión comunitaria-eclesial
    de nuestra vida, que debemos
    expresar públicamente.
     
    Con la expresión que nos enseña Fico en su comentario:
    «Aprendí a desprenderme de todo lo que
    hasta entonces habían sido las
    “seguridades de la doctrina de la Iglesia”
    y a caminar en la
    INSEGURIDAD DE LA CONFIANZA EN DIOS».

    ————————————————————————
     
    ● Señalamos algunos problemas a los que no
    estamos sabiendo responder en la Iglesia
    :
     
    a. Una vivencia más individual que comunitaria de la fe.
     
    b. Unas comunidades parroquiales con un escaso o
    inexistente dinamismo misionero y muy marcadas
    por el clericalismo.
     
    c. Un laicado muy poco organizado, formado y escasamente
    presente en la realidad de la vida social y con grandes
    dificultades para encarnar formas de vida cristianas en
    medio de la realidad social.  Y, consecuentemente, un
    escaso testimonio comunitario de otra forma de vida distinta
    a la dominante en nuestra sociedad.
     
    d. Una falta de real corresponsabilidad y protagonismo
    de los laicos en la vida de la Iglesia, muy marcada por
    la desconfianza hacia los seglares y por la debilidad,
    cuando no retroceso, de los cauces de corresponsabilidad
    y diálogo al interior de nuestra Iglesia.
     
    e. Una falta de reconocimiento real y efectivo del papel de
    la mujer en nuestra Iglesia: las mujeres siguen teniendo
    en nuestra Iglesia un papel secundario y frecuentemente
    subordinado, que no se corresponde ni con su dignidad
    ni con su mayoritaria presencia
    en las comunidades eclesiales.
     
    f. Una muy escasa conciencia social y política,
    que se sigue percibiendo por muchos cristianos
    como algo ajeno a la fe de la Iglesia.
     
    g. Una importante dificultad para el diálogo con
    nuestra sociedad, sabiendo descubrir, asumir
    y promover los aspectos positivos que hay en ella,
    buscando mostrar y transformar lo que es
    deshumanizador, y ofreciendo la Buena Noticia de
    Jesucristo como la propuesta de humanización que es.
     
    ————————————————————————
     
    ● Señalamos algunos retos a los que
    hemos de intentar responder:

     
    1. combatir el empobrecimiento y deshumanización que
    genera el sistema social que domina nuestra sociedad
    y colaborar a construir un orden social más justo que ponga
    en el centro de la preocupación social a los empobrecidos
     
    2. afrontar la deshumanización que genera la cultura
    dominante en nuestra sociedad que la Iglesia seamos
    capaces de proponer un proyecto de realización humana
    -Jesucristo- que responda al hombre y la mujer de hoy
    y que seamos capaces de acompañarlo
    en su construcción y en su desarrollo.
     
    3. hacer visibles realizaciones prácticas de esa
    nueva manera de ser y vivir y ofrecerla a los demás.
     
    4. responder a cinco necesidades de la vida social
    y particularmente de nuestro mundo obrero:
     
    a) necesidad de combatir y denunciar la normalidad
    con que se viven en nuestra sociedad las situaciones
    de injusticia, explotación y empobrecimiento
    que se dan en el mundo obrero y del trabajo.
     
    b) La necesidad de colaborar a recuperar la perspectiva
    de la lucha por la justicia debida a los empobrecidos
    como elemento esencial para poder construir relaciones
    sociales humanas, incluyendo como un elemento
    fundamental de la justicia la necesidad de construir un
    mundo ecológicamente habitable y sostenible.
     
    c) La necesidad de colaborar a construir una nueva cultura
    política y a vivir la acción política como instrumento
    fundamental para construir justicia en las relaciones sociales
    y para la propia realización de nuestra humanidad.
     
    d) La necesidad de colaborar a recuperar el sentido
    comunitario de la lucha por la justicia y el valor y sentido
    de las organizaciones sociales para combatir el
    empobrecimiento y la deshumanización.
     
    e) La necesidad de colaborar a recuperar socialmente
    la conciencia de la importancia decisiva que tiene
    la forma de entender en qué consiste la realización
    de nuestra humanidad, qué es ser persona.
     
    ————————————————————————
     
    DANOS TU ESPÍRITU Y CON TU ESPÍRITU LA PAZ
     
    Dios Padre y Madre:
    Envía sobre nosotros tu Espíritu, para que,
    conforme prometió Jesús,
    nos recuerde todo lo que Él nos enseñó,
    y nos ayude a descubrir las potencialidades,
    de aquellas enseñanzas,
    para vivir la fe de un modo nuevo,
    con fidelidad creativa,
    en este mundo, también nuevo,
    en que nos ha tocado vivir.
     
    Dios Padre y Madre
    de todos los seres humanos,
    que a todos amas igualmente
    y en todos quieres poner tu morada,
    ayúdanos a descubrir que
    “sólo el amor es digno de fe”,
    para que firmes en la experiencia
    de tu amor insobornable,
    nos abramos a
    la universalidad de tu amor
    y de la fraternidad humana,
    más allá de raza, cultura o religión.
     
    Porque, sin Espíritu Santo,
    Dios queda lejos
    y Cristo pertenece al pasado,
    el Evangelio es letra muerta,
    la Iglesia una mera organización,
    la autoridad un dominio,
    la misión una propaganda,
    el culto, una evasión,
    y el obrar cristiano,
    una moral de esclavos.
     
    Pero con el Espíritu:
    El mundo es exaltado
    y gime hasta que dé a luz el Reino,
    Cristo resucitado está presente,
    el Evangelio es potencia de vida;
    la Iglesia es comunión trinitaria,
    la autoridad es servicio liberador,
    la misión, un nuevo Pentecostés,
    el culto es memorial y anticipación,
    y el obrar humano queda deificado.
     
    ¡Muchísimas gracias a todos y a todas!
     
    Recibid junto a vuestras familias toda nuestra cercanía.
     
    Con cariño un abrazo
     
    Eduardo Soto
     
    ————————————————————————

  • Gabriel Sanchez

     Como no compartir con el Gran Marcel Legaut, estas palabras, mezcla de analisis y oraciòn…Ojala…Ojala Marcel, nadie se desaliente a la hora de la verdad, porque esta irremediablemente nos enfrenta al golgota…

      Pero quisiera compartir algun acontecimiento que me parece esperanzador, el entrañable Padre Marins…con su equipo, que ha recorrido América de suer a norte y de este a oeste, dando seminarios, charlas, encuentros sobre las comunidades eclesiales de base, ha sido invitado por otra Iglesia perseguida la de Asia, de nuevo los Helenistas, recorren los confines de la tierra (Cfr. Hch. 1,8 ; Hch 11,19-21), decíamos el equipo de Marins ha sido invitado a asesorar a las dioscesis y Arquidiocesis de Asia, “invitado oficialmente” por la Conferencia Episcopal Asiatica….La Iglesia crece en el margen, como dice Juan en la Frontera.- Gabriel

  • Fico Sánchez Peral

    ¡Qué bueno Oscar! Te aseguro que me has arrancado una buena carcajada.
     
    Supongo que para los de otras culturas más liberales, lo de empezar por la base es lo normal y también para uno lo es en general, salvo la pintoresca excepción de lo religioso; apartado en el que uno (visto desde aquí) nace y se lo encuentra todo ya hecho e inamovible; es más, cuando por primera vez fui consciente de mi fe, eran los tiempos del preconcilio y mi sorpresa fue mayúscula cuando el Concilio se vio en la necesidad de hacer una declaración formal (o algo parecido) sobre el seglar como miembro de la Iglesia; mi primera reacción de estupor fue preguntarme: ¿y hasta hoy ¡qué coño éramos!? Por eso no te extrañe que algunos comentemos la cosa como el gran descubrimiento de nuestras vidas y por eso –también- le llamaba “pintoresca excepción”. La verdad es que cuando se da ese y otros muchos pasos, lo primero que le choca a uno es cómo no se le ocurrió darlos antes y te aseguro que a veces hasta me siento idiota. Y lo segundo es: ¿qué se puede hacer para ayudar a salir del atasco a los que aún están en él? Lo malo es lo lejana que sigue estando la jerarquía y hasta sus sumisos y bienintencionados fieles (¿súbditos?), de la realidad, que para ayudarles a entender algo así (lo de la renovación por la base) hoy seguimos estando tan lejos como en los años 80 y con Ratzinger queriendo alejarlo más aún.
     
    De este modo, en lugar de un edificio en el que lo hombres hubieran deseado crecer, se sigue manteniendo (o quizá derruyendo, y lo digo con esperanza) una cripta donde los hombres acuden a ser embalsamados y momificados, que no es una manera de alargar la vida, ¡sino de conservar cadáveres! Y lo triste es que no hay manera de poder dialogar con ellos para intentar entenderse y reorientar la cosa, porque cualquier intento es tomado como ataque a la Iglesia y respondido con total beligerancia, porque la disciplina sigue ocupando el lugar del `pensamiento… ¿?
     
    ¡Que locura! ¿Te imaginas qué pensaría una persona agnóstica con inquietud espiritual que se preguntara por Dios, si se acercara a buscarlo a la Iglesia Católica? ¡Como para salir corriendo!

  • oscar varela

    Hola Fico!

    Dices:
    – “Yo no sé cómo será la Iglesia que se avecina, pero la renovación no vendrá de la Institución, sino de la base“-

    Dias pasados alguien me lo explicó así:
    – Mirá Oscar, mi viejo siempre me decía algo que no voy a olvidarme; y es que:

    “Solo hay una cosa que se empieza de arriba: el pozo
    Todo lo demás -en la vida- se empieza de abajo“-
    ·········
    ¡Vamos todavía! – Oscar.

  • Fico Sánchez Peral

    Aún no he acabado la segunda lectura, pero la comento ahora, pues si la acabo, me volveré a encontrar anonadado e incapaz de comentar nada.
     
    «…Para que los obispos hubiesen estado de veras preparados… ¿no habrían tenido previamente que aceptar reconocer que la Iglesia… había llegado, a lo largo de su historia,… a estar ampliamente corrompida? Un Concilio así preparado… Habría podido plantear los verdaderos problemas de los que dimanan las demás cuestiones… para que el creyente… se pudiese medir con su propio misterio y con el de Jesús, y así,… se hubiese podido acercar al misterio de Dios. Entonces… se hubiera levantado un edificio en el que los hombres hubieran querido crecer… » (pag-14).
     
    Ya sé que especular ahora es pura ciencia ficción y que desde la barrera los toros se ven siempre más pequeños de lo que son (debe ser tremendo, verse en un Concilio consciente de la responsabilidad y trascendencia de lo que te toca hacer…), pero uno, desde sus limitados conocimientos, pero desde la fe, se pregunta qué habría pasado en el Concilio si, alcanzado el límite siempre insatisfactorio del trabajo técnico, se hubieran atrevido a avanzar por el camino siempre inseguro de la fe…
     
    En la pag-6 y a propósito de la esperanza de que la Iglesia, pese a las dificultades y hasta la posibilidad de llegar a su casi desaparición, basada en la fe que lleva en sí el discípulo de Aquel… volverá a encontrar una vitalidad semejante a la de sus orígenes… se pregunta: «¿Qué forma tomará entonces la Iglesia? ¿Qué institución renovada se dará? Nadie puede preverlo, y el que, por pasión de amor, se aventurase a pensarlo sentiría la angustia que debió de conocer Jesús en la hora en que su misión se abría a una nueva dimensión, más allá de una muerte que parecía cerrar el porvenir para siempre».
     
    Sí, ya sé que no es fácil ponerse en su lugar, pero si uno tiene fe (y no sólo creencia) en lo que es y en lo que hace, y máxime en esa situación, en la que uno no debe ceder a que el sobrecogimiento de la dificultad técnica se sobreponga a la Presencia de Aquel que le convoca a semejante tarea. Y menos para aquellos que creen y predican la llamada de Jesús al joven rico: vende cuanto tienes… y sígueme, ¡pues sígueme también ahora en el Concilio y arriésgate por Mi! Es un salto sin paracaídas, es, como el pasaje del Evangelio que más me mueve (y que cito siempre):
     
    «…Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios… No os procuréis oro ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento…» (Mt. 10/7-10).
     
    La palabra clave es: ¡Id!, y lo demás es sólo cuestión de fe en Jesús. ¿Alguien ha recibido alguna vez misión más ambiciosa con medios más descabellados? ¿Acaso es otra cosa –misión aparte- que proclamar la excelencia de vivir en la inseguridad de la confianza en Dios?
     
    ¿Cómo entender que los cardenales reunidos en un Concilio no lo vean así?, inseguro ¡pues claro!, pero necesaria respuesta entregada a la llamada de Jesús ¡y que sea lo que Dios quiera! Y mientras no lo vean así, seguirán atrapados en la innoble fidelidad a sus propios planteamientos (y los de otros anteriores y tan atrapados como ellos) y no a los del mensaje de Jesús de Nazaret.
     
    Yo no sé cómo será la Iglesia que se avecina, pero la renovación no vendrá de la Institución, sino de la base; a la que nos toca avanzar, inseguros, sin alforja y sin sandalias ni bastón…, pero con fe en Dios, y en que, a medida que se vayan dando los inseguros primeros pasos se irán iluminando los inseguros segundos, luego los inseguros terceros y luego los inseguros…, inseguros…, inseguros…
     
    Hace ya un porrón de años, estando al borde de la muerte durante doce años seguidos, por diversas enfermedades con las que ya os he aburrido demasiado (pero que no puedo evitar porque me han llevado a ser quien soy), aprendí a desprenderme de todo lo que hasta entonces habían sido las “seguridades de la doctrina de la Iglesia” y a caminar en la INSEGURIDAD DE LA CONFIANZA EN DIOS. Y el resultado es que jamás había avanzado tanto y en tan buena dirección y que pese a lo discutido de aquellos caminos, ahora resulta que en Légaut y en Atrio me he encontrado con otros muchos, que me llevan muchos años de ventaja, y que “mi tan inseguro camino” coincide con el suyo. Bueno, ¡pues por ahí pienso seguir avanzando y buscando! Y esa será -desde la frontera, desde la diáspora o desde donde me toque estar- mi aportación a la Iglesia que viene.
     
    Un abrazo, Fico.

  • Fico Sánchez Peral

    Entre que la riqueza del texto (¡de hace 25 años y seguimos yendo a peor!!!!!) le deja a uno apofatado (es que me gustó la palabreja y ahora venía bien estrenarla) y que a uno por su carácter (que procuro controlar…) le cuesta aceptar pasiva y tranquilamente los intentos de la jerarquía por guiar a la Iglesia al suicidio colectivo; de verdad que, contra toda prudencia, así, a bote pronto, a uno lo que le sale decir, es: ¡ojala reviente todo, a ver si así cambia ya algo de una puñetera vez! (¡Uy!, perdón, ¡se me ha escapado!). Hala, pues ya lo he dicho (y que a gusto me he quedado…).
     
    Bueno, ya más en serio, como diría Antonio: el texto es inefable (de ahí lo del apofatamiento para hacer comentario alguno). Necesito reposarlo, pues acabo de leerlo y aún estoy bajo el efecto de las primeras impresiones, que –como es de ver- en mi son siempre arriesgadas (por excesivas, claro), así que me reservo para momento más sereno y así no desbarro.
     
    No obstante, pues si así es el prefacio, ¿qué habrá en el contenido del libro? Este Légaut ¡es la leche! (con perdón).
     
    Me apena que se acabe el curso, me gusta el resto de temas abiertos en Atrio, pero me encantaba el encuentro y el contrastar y compartir en un lugar específico para la espiritualidad. Bueno, menos mal que al principio me compré los 20 libros y ahora tengo cuerda (en lo espiritual) para rato y la compañía ya la seguiré hallando en los otros posts. No os libraréis fácilmente de mi, no.
     
    Hala, luego vuelvo. Fico.

  • Las alusiones a la historia eclesiástica, pretérita y actual, sutilmente conjugadas en modo potencial y en subjuntivo pluscuamperfecto, obligan a un más que serio examen de conciencia sobre nuestra fe y fidelidad.
    Comentar el prefacio a la búsqueda de la humanidad ya resulta o imposible por su extensiòn y por la multitud de matices o, de lo contrario, habría que reducirse a repetir las platitudes de siempre. Espero que el repaso de esta ultima lección nos haga más sobrios y mas dialogantes en el futuro desarrollo de Atrio.-

  • mªpilar garcía

    ¡¡Huau….!! Que hermosa esta lectura…
    ¡Que claridad de ideas! ¡Parece escrito hoy mismo!

    Aquí tenemos a un profeta verdadero. Sin acritud, con sereno juicio, va desgranando la auténtica realidad de entonces… y tristemente la de hoy.

    Parece confirmarse, que los creyentes somos algo ¿“pasotas-vagos-miedicas…”?

    Lo cierto es, que no hay otro camino.
    Sentía la necesidad de  resaltar sus textos… pero hubiera tenido que copiarlo todo el texto completo.

    Mejor, más enriquecedor, claro, contundente a la vez que respetuoso;  invitar a leerlo.

    Con toda seguridad, se sentirán muy bien con su lectura; y a los disconformes les invito también con gozo a introducirse en el sin temor; quizá al menos, puedan comprender, porque y como, intentamos caminar… ¡el resto!

    Hay que saborearlo despacio, tomar conciencia, para no desmoronarse ante lo que tenemos ahora y quizá por algo más de tiempo, aunque suenen las campañas a, ¡arrebato…!

    ¡¡Gracias a atrio, por este curso!!

    mª pilar 

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